Queridos lectores, aquí el capi más esperado.... Continuará en el 71 ya que se me hacía muy largo para leer ustedes en el blog.
Un beso grande y muchas gracias por sus comentarios.
Capítulo
70
Hasta
la medianoche.
Adrien.
Charles y yo nos
materializamos en la ciudad de Drobak. Era muy temprano y un amanecer nublado
nos dio la bienvenida mimetizándose con esta angustia que sentía de quedarme si
ese abrazo tan deseado de mi hijo. Entendía que debía cumplir su deseo pero de
ahí a que lo tomara con alegría distaba mucho.
Me centré poco a poco
en la dicha y tranquilidad por su amada. Yo también conocía lo que era el amor.
No podía culparlo. Finalmente, ¿no era la vieja regla del mundo? Los hijos
tarde o temprano eligen la felicidad con una pareja y vuelan partiendo del nido
por naturaleza. Lenya no partía del nido, porque no había habido nido ni un
hogar el cual lo hubiera visto crecer hasta la adultez, pero aún así era más de
lo mismo. Su hembra amada tenía conquistado su corazón… Y después de todo si él
sería feliz, yo lo sería.
Aguardé escondido hasta
después del mediodía, que Charles consiguió ropa… Juro que nunca se me hubiera
ocurrido tamaño disfraz para mí, yo… Un vampiro puro y milenario. Pero había
que reconocer que para entrar a un hospital era muy apropiado.
Antes de entrar al
hospital de Drobak me detuve en la vereda y miré mi atuendo.
-Sinceramente Charles,
debo felicitarte por la idea. ¿Cómo sabías donde encontrar los disfraces?
Mi amigo me miró
sonriente con aire de suficiencia.
-Querido, me extraña.
¿Te has olvidado lo hábil y creativo que soy?
Sonreí.
-No, no lo he olvidado.
Pero de creativo a conseguir lo que llevamos puesto.
-¿No te agrada? Te ves
bien.
-Tú también. Es más,
eres creíble, yo no sé si lo lograré. Tengo cabello largo y ojos casi
plateados.
-Yo tengo lentecillas
de contacto de lo contrario mis ojos borgoña harían correr a las enfermeras
lejos de mí.
-Cierto.
-El hombre que vendía
disfraces en la plaza preguntó por curiosidad para que queríamos la ropa si no
era 31 de octubre. ¿Me escuchas?
-Perdón –dije
pensativo-, trato de entender a mi hijo y su deseo. Yo amé como él Charles…
Pero se quedó sin mi abrazo.
-Tiene un gran corazón.
¿Qué te parece si nos apresuramos? El chico está en las últimas según Lenya y
Liz.
-Claro… Y yo… Y yo debo
regresar a medianoche.
-Tienes todo toda la
tarde. Son más de las tres.
-Lo que haré me llevará
tiempo además… falta tu deseo.
-Oh siii, mi deseo, por
supuesto. ¿Te han regalado cuatro?
-Siete.
-¿Y el resto? Perdón la
curiosidad.
-Se los regalé a
Halldora y a Bera. Ellas sabrán que hacer.
-¡Estupendo! Sin
embargo si no me falla la matemática… Falta uno.
Sonreí.
-Se lo he dado a un par
de lobos.
Arqueó la ceja.
-Vaya, qué dadivoso.
¿No hubiera sido mejor a Douglas?
-¿Y Numa?
-Oh, tienes razón.
Cruzamos la calle poco
transitada por la día gris y fría.
-Te queda bien la
sotana de sacerdote.
-Gracias Charles, a ti
también.
De pronto Charles se
detuvo al mirar a la izquierda.
-Apresúrate. Tenemos
compañía y no querrás dialogar con ellas.
-¿Quienes?
-Esas monjitas nos
vieron y vienen hacia aquí.
-¿Monjitas? –pregunté.
No había terminado de
preguntar cuando una voz aguda y chillona exclamó…
-¡Oh oh, Padres, Padres!
-Mierda, nos vieron, te
lo dije.
-¿Qué haremos?
–pregunté.
-Actúa con naturalidad.
-¿Con naturalidad como
un vampiro?
Charles rodó los ojos.
-No te hagas el
gracioso, con la naturalidad de un padre, de un sacerdote.
-Ah… Pues…
-Lo sé, no tienes idea.
Deja que yo hable –ordenó.
-Okay.
Giró hacia las hembras
vestidas de negro hasta los pies. Eran tres. Una anciana y dos jóvenes. Sonrió
e inclinó la cabeza.
-Hermanas, ¡qué
sorpresa verlas por aquí!
La más anciana llevaba
un rictus de amargura y seriedad.
-Lo mismo digo padre.
¿Son de la capilla frente al convento? No los conozco.
Las dos jóvenes
repararon en mí y una sonrisa tímida se asomó en los labios. Sonrisa que
devolví.
-Él es el Padre Adrien
y yo Padre Charles, hemos llegado esta mañana.
-¡Oh, qué bien! –sonrió
una de ellas.
-¿De dónde, Padre?
–preguntó la anciana.
-¿De dónde qué?
–preguntó Charles.
-¿De dónde vienen? ¿No
dijo que llegaron esta mañana?
-Aaaah sii, claro.
Disculpe hermana.
-Madre Superiora.
-Ah okay, Madre
Superiora. Bueno… hemos llegado de… De Ucrania.
-¡Ucrania! –se asombró
la joven de ojos azules-. Yo soy de allí, Padre.
-¿No diga? ¡Qué
casualidad!
Sí, la verdad que era
una espantosa casualidad, Charles tenía una puta puntería para elegir el lugar.
-No lo he visto esta
mañana en la primera misa, Padre Adrien –dijo la vieja bruja.
-¿A mí en la misaaaa?
–me eché a reír hasta que Charles me dio un codazo simulado en las costillas.
Sonreí.
-No, perdone mamá
Superiora lo que ocurre es que…
-Madre Superiora
–interrumpió Charles por lo bajo.
-Sí, eso, Madre
Superiora, le decía lo que ocurre es que llegamos tan cansados y…
-Pero para Dios nunca
se debe estar cansado, Padre Adrien. Espero verlo como debe ser en la próxima
misa.
-Ni muerto –murmuré.
-¿Cómo dice, Padre?
-Que ni muertos
faltaremos –respondió Charles.
-Perdonen… -interrumpí
ya cansado de esa vieja altanera de turbante raro-. ¿Podrían decirme ustedes
tres qué hacen fuera del convento a esta hora? ¿No tienen miedo a
los vampiros?
Charles me miró con
enojo.
Las tres se
persignaron.
-¡Madre María purísima!
–dijo una de las jóvenes.
-Sin pecado concebido
–murmuró la otra joven.
¡Qué raro hablaban
estas dos!
-Padre, me impresiona
su falta de conocimiento –dijo la anciana-. ¿No sabe que las monjas nos
turnamos para cuidar los enfermos del hospital? Es una obra de bien que llena
nuestros corazones de júbilo –dijo la anciana.
-Ohh sii debí suponer
que su corazón se llena de júbilo y el mío se llenará con la sangre de ustedes
si siguen hablando.
Las tres abrieron
grandes los ojos.
Charles tosió nervioso.
-Lo que quiere decir el
Padre es una metáfora que usamos en Ucrania para significar que todos somos uno
sólo. Como la sangre de ustedes y el corazón de él… Sí… -después murmuró muy bajo-.
Abres la boca y te golpearé.
Miré de izquierda a derecha,
no… si ni el diablo me mandaba un ayudante para salir de esta reunión de estos
tres bichos raros.
-Hermanas, si nos
permiten, nos llama el deber. Debemos asistir a un chico que está en sus
últimas horas –se apresuró Charles.
-Claro, Padre. Haga lo
que tenga que hacer. Nos veremos muy pronto.
Rodee los ojos y hice seña a Charles hacia la entrada del hospital.
Avanzamos hasta que
esas mágicas puertas se abrieron antes de tocarlas. Charles me dijo que era un
censor. Me hubiera gustado tener más tiempo para que mi amigo me contara esas
maravillas que creaban los humanos. Y pensar que nunca le había prestado
atención a mi hijo Sebastien cuando llegaba entusiasmado a contarme sus
descubrimientos.
Apenas pisé el interior
del edificio observé alrededor. Muchos seres transitaban apurados y una hembra
tras una mesa hablaba por el aparato que los humanos llamaban teléfono.
-Recuerda que eres
sacerdote de la Congregación de Franciscanos de Nuestra Señora de la Trinidad.
-¿Qué? ¡Podrías haber
escogido un nombre más fácil!
-No lo he inventado
querido amigo. Lo leí en la iglesia frente a la plaza de Drobak donde compré el
disfraz.
-Trataré de recordarlo…
-Tú no te preocupes
hablaré por ti.
-Oye, Charles, ¿las
monjas no practican el sexo?
-No querido, ¿no has
visto sus caras? Y me impresionas, no has dicho “follar”.
-He mejorado mi
vocabulario desde la última vez que nos vimos –sonreí.
-¿En el paraíso no
permiten mal hablados?
-Por supuesto que no. ¿Qué
habitación dijo mi hijo, Charles?
-No lo dijo. Yo lo sé. Terapia
intensiva. Pero tendré que preguntar ya lo he olvidado exactamente. Vamos, por aquí.
Señaló la mesa donde
estaba esa rubia atendiendo al público. Charles esquivó a tres personas que
estaban haciendo una fila y preguntó.
-Disculpe, ¿terapia
intensiva?
La humana lo miró
masticando en la boca no sé qué alimento.
-Depende, segundo y
tercer piso. Hay dos.
-Ah… ¿Puedo decirle el
nombre del paciente?
-Aguarde la fila por
favor, Padre –contestó masticando al mismo tiempo.
-Claro, perdón.
Yo lo esperaba un poco
alejado. Él se acercó refunfuñando.
-¿Esta chica tiene problemas
para tragar? –pregunté-. ¿Cuánto hace que mastica ese alimento?
-Se llama goma de
mascar, querido. Además, ya no hay consideración por el hábito, qué gente mal
educada. Bien… -miró hacia el pasillo de la derecha-. Subiremos por el
ascensor. Primero iremos a un piso luego al otro.
-No, no. Aguarda… No
vas a hacerme entrar en ese cuadrado que veo que sube y baja.
-Por favor Adrien,
dijiste que no tenías el tiempo del mundo y por otro lado el chico morirá en
cualquier momento. ¿Quieres fallarle a tu hijo?
-No… Vamos.
Salimos de ese cuadrado
horrible y caminamos por el pasillo. La idea de parecer vivo no me agradaba.
Estaba muerto realmente, y sin embargo sentía el malestar que podía sentir
cualquier humano. Bueno… Cualquier humano que le mareara el ascensor.
-¿Quién inventó esta
porquería de sube y baja? –comenté.
-Si somos estrictos con
la historia, querido, el primero fue Arquímedes 236 a C. Ahora si vamos a los
más parecidos que hay hasta ahora te diré que fue Ivan Kulibin, lo instalaron
en el Palacio de Invierno en 1793.
-¿Por qué lees tanto?
-Porque no tengo nada
que hacer.
-Sebastien decía que
estabas en todos los asuntos de la mansión.
-¿Dijo que era un
chusma?
-No no –reí-. Sebastien
jamás diría algo similar de ti.
-Más le vale.
Sonreímos.
Al bajar en ese piso
comenzamos a caminar a lo largo del pasillo. Dos humanas vestidas de blanco, es
decir, enfermeras, nos miraron con curiosidad.
-¿Qué necesita Padre?
–preguntó una de ellas a Charles que llevaba la delantera.
-Buscamos a Drank…
Aguarde tengo anotado el apellido por aquí.
Charles buscó en el
bolsillo de la sotana.
-Le informo que no hay
ningún Drank aquí. Debe ser el otro piso.
-Oh, ¿segura enfermera?
-Sí, segura.
-Entonces nos
dirigiremos allí.
-¿Tienen autorización?
Terapia intensiva es un área restringida –replicó la otra acercándose a mí.
La miré y sonreí sin
saber que decir. ¿Área restringida?
Charles interrumpió.
-Enfermera, la familia
del chico es muy católica y dada la situación… Por favor…
Pero la hembra ni
siquiera escuchó la explicación de Charles. Me miró a los ojos contemplando mi
sonrisa y bajó la vista con un ligero color rojo en sus mejillas.
-Padre… Es usted muy…
atractivo.
-¡Élida! –exclamó la
otra acercándose.
-Mil disculpas es la
verdad.
La llamada Élida me
miró y volví a sonreír.
-Bueno –titubeó-, a
decir verdad, ya que está aquí podrían confesarnos.
Charles me arqueó una
ceja con el gesto de, “¡ah mira qué bien!”
-Señoritas, sé que no
impedirán que haga mi trabajo, ¿verdad? –dije con voz seductora-. En cuanto a
confesarlas… No creo que tan bellas humanas como ustedes tengan pecados. Si es
así, estoy seguro que cualquier cosa se les perdonaría.
Charles me cogió del
brazo y me tiró hacia él.
-Mira galán es mejor
que nos apresuremos. Ya has conquistado muchas hembras en la vida.
Sonreí a las enfermeras
mientras contestaba a mi amigo apretando los dientes.
-Querido no te pongas
celoso, he visto desde el otro mundo que no estás comiendo nada mal.
-¿Lo dices por
Margaret? Oh siii –de pronto reaccionó-. ¡Vamos amigo! El tiempo apremia. Te
queda cumplir mi deseo.
-Es verdad, pero usemos
la escalera, te lo suplico.
-Yo puedo guiarlos
–dijo la más joven acercándose, coqueteando.
La otra llamada Élida
la cogió del brazo y se adelantó.
-Por favor, vengan por
aquí les mostraré el ascensor.
-¡Yo puedo mostrárselo!
–se quejó la otra.
-Señoritas –dijo
Charles-, tengan el bien de apresurarse. El joven está en agonía.
Ambas se sintieron
avergonzadas y en silencio señalaron el ascensor.
-Gracias, son muy
amables –dije.
-¡Qué Dios las bendiga!
–saludó Charles.
Rodee los ojos.
-¡Por la escalera,
Charles! –protesté.
-¡Okay,okay! Está junto
al ascensor.
………………………………………………………………………………………………..............
En el otro piso no
había enfermeras. Por suerte… Sin embargo dos ancianas caminaban en sentido
contrario a nosotros. A una de ellas se le iluminó la cara. Oh oh…
-¡Oooh Padres!
-¿Qué mierda hacemos,
Charles? No llegaremos junto al chico en la puta vida terrenal.
-¿Con esa boquita
confiesas, querido?
-Calla y dime que
haremos.
-Yo hablaré, recuerda
llamarme “hermano”.
-¿Qué?
-Tú dime “hermano” no
Charles, recuerda.
Rodee los ojos y
avanzamos hasta el fondo del pasillo.
-¡Padres! ¡Qué
apropiado verlos! –dijo una de ellas muy fea, con ojos saltones y boca demasiado
grande-. Mi John lo acaban de pasar a sala. ¡Por fin! De cualquier forma, ¿podrían
confesarlo? Está en la cama tres de la sala uno, planta baja.
Suspiré agobiado.
-Disculpen señoras…
Necesitamos dar la confesión a un chico que está muriendo –alegué.
-Extremaunción
–corrigió Charles rápidamente.
-¡Oh qué pena! ¿Y después podrán pasar por allí? –dijo la
anciana teñida de rubio y pintada como una puerta.
-Sí, si…
-Es qué mi John… Entre
nosotros… Ha sido tan infiel –suspiró la anciana-. Tanta pecadora de curvas
sinuosas, dando vueltas.
-No lo culpo –murmuré.
-Señoras, Dios perdona
siempre –alegó Charles.
-No sé si el mal gusto
–volví a murmurar.
-Oh… gracias Padre, ¿lo
confesará? –dijo la vieja embobada con Charles.
-Disculpe padre, lo veo
con esos cabellos tan largos… ¿De qué congregación son? –dijo la otra anciana
de cabello blanco apenas me estudió.
-De la Señora de todos
ustedes de la Trinidad –contesté sin pausa.
Charles abrió los ojos
con terror.
-¿Cómo dice, Padre?
Mi amigo corrigió de
inmediato.
-Nuestra Señora de la
Trinidad.
-Aaah –sonrió
confundida.
-Es que la llamamos así
porque ya tenemos confianza –sonreí.
-Hermano… ¿No sería
mejor que partamos para hacer lo que hemos venido hacer?
-Sí, sí –contesté.
-Oh… esperen Padres.
Una de ellas sacó un
billete de su bolso y lo puso en la mano de Charles.
-Por los difuntos y las
almas perdidas.
-Permítame decirles a
las dos que las perdidas son ustedes –agregué.
Las dos me miraron
asombradas.
Charles rio forzado.
-Jajajajaja, ¡ay el
Padre es tan chistoso!
-Que tengan buen día
titubeó una de ellas mientras la otra quedaba pensativa.
-Qué gentil por la
limosna –sonrió Charles.
Avancé por el pasillo
no sin antes hacer una reverencia.
-Señoras, con su
permiso.
Ambas sonrieron.
Charles murmuró…
-Creo entender a quien
sale Scarlet.
Apenas nos alejamos
hacia el cartel que indicaba “Terapia intensiva”, Charles extendió el billete.
-¡Veinte coronas! ¡Qué
desgraciadas miserables! No salvarán ni a una maldita alma con esto.
Reí.
De pronto me puse
serio, frente a mí, la puerta de terapia intensiva… ¿Llegaría para no fallarle
a mi hijo?
-Vamos, entremos –dijo
Charles.
Al abrir la puerta una
enfermera muy bonita nos recibió. Creo que iba a protestar pero se detuvo al
ver como lucíamos.
-Oh, Padres…
-Enfermera, estamos
aquí por un paciente llamado Drank.
Ella quedó muda.
Retorció sus manos, nerviosa, y dijo con voz sentida…
-¿Drank? Mi pobre
Drank…
Comenzó a llorar
tapándose el rostro con ambas manos.
Charles ni lerdo ni
perezoso aprovechó.
-Enfermera no llore. Le
pido que nos deje ver al enfermo y usted vaya por un café, le hará muy bien
–palmeó su espalda.
-Yo quisiera estar
presente –sollozó-. Él se sentirá horrible cuando los vea. ¿Fue idea de George?
Nos miramos…
-Sí, fue idea de George
–contestó Charles- ¿Su nombre querida?
-Nina.
-¡Qué bello nombre! ¿Es
usted novia del chico? –pregunté interesado.
Charles rodó los ojos y
me miró fijo.
-¿Qué? ¡Pregunto por
curiosidad! –retruqué.
-Hermanooo, la
curiosidad es pecado –Charles apretó los dientes.
Supo que quería saber
más sobre Drank y los tipos de relaciones que tenía. Bueno después de todo mi
hijo estaba sacrificándose por él. Si el chico tenía novia sería mucho mejor.
-No… es un buen amigo
–contestó.
-¿Amigo con derecho a
roce? –indagué.
-Padreee –se quejó
Charles-. Disculpe señorita al Padre Adrien lo pone nervioso la extremaunción.
-No se preocupe… Creo
que tienen razón, me siento débil. Iré por un café pero regresaré enseguida.
-¡Enseguida no!
–exclamé.
Charles me miró.
-¿Cuánto tiempo le
llevará, hermano? –preguntó mi amigo.
-Seis horas.
La tal Nina y Charles
exclamaron.
-¿Taaanto?
Encogí los hombros.
Charles pasó a
explicar.
-Ah claro… Es porque el
chico quizás no lo escuche bien y el Padre tiene un nuevo método que se usa en
Ucrania, pues de allí venimos.
La tal Nina arqueó una
ceja.
-¿Qué se supone que le
hacen?
-No se preocupe no le
dolerá –la tranquilizó Charles-, y se sentirá mejor.
-Bueno, se sentirá
mejor pero dolerle, le va a doler –agregué.
Charles me miró para
golpearme.
-¿Entonces, es
peligroso? –se preocupó.
-Vaya con Dios, sin
preocuparse –dijo Charles sonriendo.
-Estaré aquí en unos
minutos, de lo contrario llamarán mi atención. Estoy a cargo de “Terapia
intensiva”.
Me acerqué…
-Querida… ¿No confías
en nosotros? Te avisaremos cualquier cambio en los enfermos.
Ella clavó la mirada en
mis ojos y sonrió avergonzada.
-Sí… Es usted… Muy
confiable.
-Y un cabrón –susurró
Charles.
Finalmente logramos que
la tal Nina prendada de mí, fuera por el café. Avanzamos por el angosto pasillo
entre los boxes observando los rostros.
-¿Era necesario que
preguntaras como chusma, a esa chica?
-Necesitaba saber si
ese chico tiene novia o está interesado en alguien que no sea mi nuera.
-¿Cambiaría algo las
cosas? ¿No cumplirías el deseo de tu hijo?
-Vamos, espero que el
sacrificio de Lenya valga la pena. Ahora… ¿cómo sabremos que es él?
-Lo conozco.
-¿Y qué has venido
hacer tú aquí?
-Bueno… Liz estaba
preocupada y como no podía viajar por estar cerca de Lenya.
-Hubiera sido ridículo
que abandonara a mi hijo por ese chico.
-Es un gran amigo.
Detuve mis pasos e
intenté cogerlo del brazo. Pero fue como rozar la nada. Él se detuvo y reparó
en mi mano…
Entendí que tuviera
contacto sin ser parte de un deseo era imposible.
-Te abrazaré si lo
pides como deseo –murmuré apenado.
-Entiendo. Ven,
busquemos al chico. Es pelirrojo.
-Mira que detallista mi
futura nuera.
-Adrien, te he dicho
pelirrojo no que tiene ciento cincuenta lunares. Además… fue su novio.
-¡Con razón! No me
gusta nada esto de salvar al ex de la chica que ama mi hijo.
-Es un buen chico.
-¿Cómo lo sabes?
-Sabes que nada escapa
de mi intuición, y tengo información veraz.
-Si tú lo dices.
Al llegar a la quinta
cama me detuve.
-Aquí está, Charles. Es
pelirrojo aunque no me parece tan joven. ¡Qué enfermedad cruel la de los
humanos!
-Sí…¿Quieres que me
vaya?
-En absoluto,
necesitaré tu ayuda.
-¿Para qué? –preguntó
aterrado.
-Anda, despiértalo.
-¿Qué?
-Que lo despiertes, él
debe colaborar.
-Pobre, ¿no digas que
sufrirá?
-Charles, te has tomado
en serio el papel de Padre o sacerdote o como se diga. ¿Eres un vampiro o qué?
¡Voy a salvarlo qué más quiere!
El tal Drank se movió y
abrió los ojos.
Nos acercamos…
Pasó la lengua por los
labios secos y gimió.
-¿Me… confesarán?
–habló con dificultad.
Charles se acercó más e
inclinó su cabeza. Su mano acarició los cabellos del chico.
-Querido, seguro no
tienes casi pecados que confesar, quédate tranquilo.
-¿Qué sabemos si este
chico es un pecador?
Charles me miró con
reproche.
-Okay...
Me acerqué y mi amigo
se apartó cerca del pasillo.
Drank me observó con
los ojos entreabiertos.
-¿Usted? ¿Usted es un
sacerdote?
Lo miré y me aproximé
hasta rozar la cabecera. Él apenas me siguió con la mirada febril.
Apoyé los puños en la
cama y lo miré fijo.
-Dime, ¿si estuvieras
sano y fuerte, lucharías por Liz?
Drank abrió los ojos
grandes. No entendería nada.
-Contesta, por favor.
-¿Liz? Sí, lucharía.
Me erguí y puse las
manos a las caderas sin dejar de mirarlo.
-Adrien…
Charles me miró a la
distancia frunciendo el ceño.
-Sólo quiero asegurarme
que mi hijo no se equivoca –contesté.
Apoyé nuevamente los
puños en la cama.
-Dime Drank, cambiaré
la pregunta. Si supieras que Lenya te salvó la vida, ¿lucharías de todos modos
por Liz para arrebatársela?
Unió las cejas con
gesto desagradable.
-No sería… lo correcto.
Pero… -respiró con dificultad-, no sé porque… dice esas cosas. ¿Quién es usted?
Me erguí.
-Te diré el porqué. No
soy un sacerdote, ni mi amigo tampoco. Soy Adrien Craig, líder de los vampiros,
padre de Lenya. Estoy aquí por un pedido de él para que te sane de tu
enfermedad. Tenía un deseo que podía pedirme, el que quisiera, Drank… y eligió
que te sanara. ¿Entiendes Drank?
Él asintió en silencio
mientras sus ojos brillaban.
-Mi hijo… Mi hijo se
quedó sin mi abrazo por pedir que sanaras. Drank… ¿Puedo creer en ti? ¿Puedo
irme tranquilo que jamás harás algo para perjudicarlo?
Él volvió a asentir.
-Muy bien… Charles
cuida la puerta, que nadie entre hasta que yo haya terminado.
……………………………………………………………………………………………….................
Mis ojos recorrieron a
la par de mi delgada y helada mano el brazo del chico. Me detuve en su cuello
para después deslizarla por el abdomen hasta el hueso de la cadera.
-Aquí está el foco… por
aquí empezaré Drank… No te muevas… Sólo mira mis ojos y jamás apartes la vista
de ellos, aunque el dolor sea insoportable. ¿Lo entiendes?
Él asintió levemente.
Presioné mi mano y dejé
en blanco la mente… hasta que las células del cuerpo de Drank surgían en el
cerebro. Una a una… unas buenas otras malignas… En mi cabeza fueron
agrupándose… Finalmente logré separar las tumorales y con el poder de mi mente
las hice estallar como si fueran pequeñas bombas que detonaban… Todo el proceso
llevó más de una hora.
Él apretó los labios y se
arqueó de dolor pero sus ojos no separaron de mi iris plateado y brillante.
Cuando pudo hablar
balbuceó…
-¿Eso es todo?
-No Drank. Debemos
seguir buscando. Algo me dice que no es el único grupo de células indeseables
que tienes.
-Por favor… -murmuró.
-¿Quieres sanarte?
-Sí…
-Entonces ten valor.
Prometo que cuando termine serás un hombre nuevo.
La enfermera
interrumpió varias veces. Charles tuvo que hacerla pasar. Me desconcentré un
par de veces. Finalmente escuché una discusión, sonido seco, y el ruido de un
cuerpo caer al suelo.
Charles horrorizado
avanzó hacia la cama de Drank.
-¡Demonios! Nunca
levanté la mano a una hembra, ¡y mira! La he desmayado.
-No nos dejó salida,
despreocúpate. Ahora ven aquí, sostén al chico.
Drank estaba
convulsionando y se retorcía bajo mis manos.
-¿Qué debo hacer?
-Tú sostenlo fuerte, no
debe moverse.
-¡Mierda, Adrien!
-¡Charles! Si lo hago
mal no me lo perdonaré.
-Vale, vale…
La noche de tormenta
nos ayudó con los quejidos de Drank. Por otra parte, temí que no resistiera.
Fue mucho tiempo que tuve que trabajar sobre él. Por fin… al registrar el
cuerpo del chico supe que nada quedaba de aquella enfermedad. Había triunfado,
no… miento. Había triunfado el amor de mi hijo por su hembra.
Escuchamos la puerta
abrir y cerrarse. Charles me miró.
Observé a Drank.
Respiraba con dificultad y sus gemidos lastimeros daban pena hasta al más duro
corazón.
-¡Nina! ¿Qué te
ocurrió?
La nueva voz venía de
la entrada…
Charles actuó
rápidamente.
Avanzó hacia el extraño
después que me dijo que lo siguiera.
-Oh, enfermero. ¿Qué
ocurrió? –preguntó.
-No lo sé, la encontré
en el suelo. Ayúdeme por favor.
-¡Qué barbaridad!
–fingió Charles-. Con el Padre Adrien estábamos visitando un chico. Una
extremaunción. No escuchamos nada.
-Pobrecita Nina, por
favor… ¿Podría ayudarme a acostarla. Llamaré a un doctor.
-No se preocupe, yo lo
llamaré.
Nos retiramos con
Charles después que mi amigo alzó a la chica sobre una cama vacía.
Cuando Charles cerró la
puerta de terapia.
Una enfermera caminaba
por el pasillo.
-Enfermera, sería tan
amable de enviar un doctor a “Terapia Intensiva” –dijo amablemente Charles.
-Por supuesto, Padre
–contestó.
Hablé en voz baja
mientras nos alejábamos.
-Charles, he tardado
demasiado con el chico, sólo me quedan dos horas para medianoche y cumplir tu
deseo.
Caminamos por el
pasillo en silencio…
-Gracias por tu ayuda,
amigo. Hubiera sido difícil yo solo cumplirle el deseo a Lenya. ¿Quieres
decirme tu deseo? ¿O prefieres que lo adivine? –interrogué.
-Cuéntame, ¿qué crees
que pediré?
Arquee una ceja y
sonreí.
-Dime, deseas que
vayamos a las cumbres como los viejos tiempos y hablemos de anécdotas vividas.
Se detuvo y me miró.
-Ey, ¡qué buena idea!
Pero no, le erraste.
-¿No digas? ¿Y qué
deseas entonces?
Bajó la vista para
después mirarme con emoción.
-Mi deseo es que
cumplas tu deseo.
Titubee.
-Tú…
-Sí, querido amigo. Eso
que has deseado desde hace decenas de años y que no te animaste hacer. Ahora
quiero que lo hagas. No perdamos tiempo…
Emocionado pregunté…
-¿Cómo llegaremos?
Sonrió.
-Nos materializaremos. Lo
importante es que ambos conocemos la sala de la mansión Craig. Una vez allí…
debes subir la escalera. Caminarás por el pasillo hasta la segunda puerta. Esa
es su habitación, porque seguramente, estará encerrado en ella.
-Gracias, amigo mío.
Lenya.
Rodion entró sigiloso a
mi habitación. Yo estaba de pie recostado a la ventana. Miraba el exterior
donde una noche fría y repleta de estrellas me sabía como una de las más
tristes de mi vida. Ya no abrazaría a mi padre nunca más…
Sin embargo al margen
de esta tristeza tan honda, no me arrepentía. Ella, mi Liz, volvería a sonreír
porque su amigo no moriría. Contemplarla llorar para mí había sido la peor
tragedia. ¿Si sentía celos? Sí, quizás un poco. Pero no los suficientes para
que mi egoísmo se regocijara con la desaparición de Drank. Imposible ser feliz mientras
Liz no lo fuera. Conocía en que el trascurso de los años, la muerte de mi rival
podrían alivianar el dolor, sin embargo desaparecerlo, nunca.
¿De qué me valía algún
día convertirla en mi hembra para siempre? Quería verla a mi lado, estar seguro
de su amor incondicional, pero no a cualquier precio.
Liz… Si imaginaras lo
que haría por ti tal vez te asustaría. Mejor guardar en mi corazón ese secreto
de lo que era capaz bajo siete llaves.
Imaginé por un momento
que mi padre diría, “hijo… eso no podré hacerlo”. Entonces yo podría pedirle
ese abrazo sin ningún cargo de conciencia. Pero no… Estaba seguro que mi padre
cumpliría la palabra, tan seguro como el hecho de no verlo nunca más. Lo peor
de todo que ni siquiera había podido decirle en la cara, “te quiero”, perdóname
por desconfiar de tu amor”. Es que fue tan grande mi dolor de lo que acababa de
rechazar. Una oportunidad que la vida me regalaba, y yo así como lo recibía,
sin desenvolver el regalo, se lo obsequiaba a Liz.
Vi en su rostro la
decepción, creo que fue lo que más dolió en ese instante.
“No fue por no
desearlo, papá… Ojalá me hayas podido comprender”.
-Lenya -Rodion me llamó
casi en un susurro-. Tus hermanos quieren saber cómo estás.
-Diles que me
recuperaré.
-Yo también quiero
saberlo… A mí dime la verdad.
-Quiero morirme
–susurré-. Igual, volvería a pedirle lo mismo.
-Piensa que Liz será
feliz, a tu lado, pero sabiendo que su amigo está bien y no sufre.
-Lo sé. Sólo necesito
tiempo. Ahora… Déjame solo, por favor. Necesito llorar sin que me vean. Ni siquiera
tú.
Se retiró en silencio y
al cerrar la puerta no aguanté más. Apreté mis ojos con fuerza y las lágrimas
surgieron para después deslizarse en mis mejillas.
-Por favor, no llores,
hijo mío.
Giré mi cabeza
sorprendido por esa voz grave y profunda, inconfundible.
-Papá… ¿Qué…? ¿Qué
haces aquí?
De pie cerca de la
puerta, sonrió.
-Vine por tu abrazo,
Lenya.
-Pero… Yo creí…
-No, no es tu deseo el
que me mantiene aquí. Es el mío. Gracias a Charles que me lo cedió. Yo deseo
fundirte entre mis brazos para llevarme ese recuerdo cuando parta para siempre.
Caminó lentamente hacia
mí y juro… me temblaron las piernas.
-Papá… -murmuré.
Él se acercó y yo me
abalancé aferrándolo con todas mis fuerzas.
-Papá… Papá… Te tengo
aquí… Papá… -lloré.
Él acarició mi cabeza y
me aprisionó como un tesoro.
-Lenya… ¡Cuánto te eché
en falta! Querido mío…
-Papá… ¡Ay! ¿Por qué?
¿Por qué?
-Ssssh… tranquilo…
Ahora estoy aquí… No pienses en todo lo que no vivimos.
Lloré…
Él me apartó con sus
manos grandes y poderosas y acunó mi rostro.
-¡Eres tan bello como
tu madre!
-Papá… -sollocé.
-Ven, sentémonos, tengo
menos de dos horas pero juro que las aprovecharemos hasta el último segundo.
-Papá…
Sentí varias
sensaciones…
El corazón que se
detenía por instantes al verlo de pie en mi habitación. Después la dicha que lo
hacía estallar de felicidad. Poco a poco las ganas de llorar y gritar de
impotencia, de rabia, de dolor por tantos abrazos perdidos… Por último, sentir
mi alma consolada en los únicos brazos que podían calmarme.
Nota: Esta escena continuará.... espero hayan disfrutado.
Como me reí con Adrien cuando estaba con esas monjas jajaja y también con las ancianas, uuff no cerraba el pico jajaja y con el ascensor por dios que tal...Charles no sabia que hacer!...ahora al parecer curaron a Drank que bueno porque no podía creer que él fuera a morir...ese abrazo de Lenya con Adrien ahh de lo mas lindo y a la vez triste porque ellos lo querían y se extrañaban, me encanto el capitulo Lou mil gracias y que pases un buen fin de semana!!!
ResponderEliminar¡Querida Laura! Me alegro hayas disfrutado. Adrien nos ha regalado una escena muy graciosa, lo extrañaremos.
EliminarEl abrazo de Lenya sin palabras, y la cura de Drank, fue una suerte. Queda mucho por contar sobre los Craig y también sobre sus amigos. Pero para eso debemos esperar el cuarto libro. Espero no defraudarte. Quedan un par de capis y finaliza Mirada borgoña. Gracias por acompañarme.
Uy que lindo que es Charles dejar que Lenya y Adrien se despidan. Me encanto como salvaste a Drank . Genial Capítulo ten un buen fin de semana
ResponderEliminar¡Hola Citu! Charles es encantador. Drank debía vivir porque no te imaginas todo lo que falta contar así que tendremos Drank para mucho. Un besazo reina y gracias. Pasaré esta semana por tu blog a leerte. Besitos.
EliminarHola, Lou... Este capítulo ha sido un respiro después del anterior
ResponderEliminarMe he divertido mucho con Adrien y con Charles... y sus geniales disfraces ;-)
Te diré que yo siempre pensé que a Drank lo salvarían convirtiéndolo en vampiro... y me ha agradado mucho como lo ha salvado Adrien, gracias a la generosidad de Lenya
Me encanta que una novela me sorprenda... y esta forma de salvar a Drank no la esperaba
Ya leí el adelanto del capitulo en Facebook... y me reí mucho con las monjas ;-)
Cuando a la Madre Superiora, la llama Mamá Superiora... jajaja
Charles es buenísima persona, te aseguro que imaginé cuál sería su deseo
La escena entre Adrien y Lenya está siendo preciosa
Y, como lectora de Los Craig, te agradezco que hayas salvado a Drank... merecía vivir, era injusto que muriera
Liz, George, los médicos, enfermeras... nadie lo va a poder creer
Felicidades por este maravilloso capítulo
Besos
¡Hola Mela! Sabes que imaginé que los lectores pensarían eso y es que era lo más natural siendo Lenya vampiro y rondandolo. Pero imaginé que a Drank no le gustaría debido a sus creencias, digo yo. Pues encontré otra solución. Me alegro haberte sorprendido y que te haya gustado.
EliminarAdrien y Charles son dinamita juntos. Adrien se extrañará no lo dudo.
Veremos como reaccionan el resto con la noticia. Te mando un beso gigante, gracias por tus comentarios querida escritora. Un besote.
bien¡¡¡, ahora solo esperar,,,,
ResponderEliminar¡Me alegro te haya gustado querido Lobo!
ResponderEliminarWowww...después de lo conmovedor del capítulo anterior, llevarnos sutil y hábilmente a éste divertido y emotivo...genial! Cuàntas emociones experimentadas...gracias Lou!!
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