jueves, 2 de junio de 2016

¡Hola chicos! Hoy tenemos un Adrien preocupado y una perspectiva de Drank muy sustanciosa. Los dejo para no arruinar la sorpresa. Un besazo y gracias totales!

Capítulo 67
Mensajero de luz.

Adrien.


Mi cuerpo tembló ante la impotencia generada por ese posible encuentro. Lenya, mi hijo deseaba encontrar a Agravar y hacerlo trizas. ¿Cómo culparlo? Yo hubiera actuado de igual forma si clamara venganza por mi bella Halldora. Sin embargo había un problema. Lenya y yo nos parecíamos en dones pero no lo suficiente para hacer frente a terrible mal personificado. Necesitaba creer en mi hijo pero el miedo me gobernaba y mi etéreo cuerpo comenzaba a notar el cambio. Todo avance en el tiempo transcurrido en esta especie de Limbo parecía retroceder al día que lo había pisado por primera vez. Pero era inevitable.

¿Cómo no sentir miedo por tu hijo? En realidad no sólo por él, sino por todos mis hijos. Sebastien no dejaría solo a su hermano y Scarlet… Y Scarlet aún ignoraba por quién iba a jugársela.

No culpaba a mi princesa por la indecisión aparente. Si me ponía a pensar desde un principio se le había contado una historia de héroes y lobos salvajes. Es que era tan pequeña. Cuando dejó de serlo la verdad sobre Agravar era un secreto a voces. Sin embargo nunca hubo esa charla cara a cara para contarle la triste historia de su abandono. Con el tiempo debimos tomarlo en cuenta pero Lucila y yo no reparamos en ese hueco que dejábamos no teniendo consciencia que alguien con el tiempo iba a saber aprovechar muy bien. Sí, hasta el líder de los vampiros puede cometer grandes errores.

La relación con Sebastien no fue del todo buena. Mezcla de celos y arrogancia de un lado o del otro, sólo afirmaban la postura de cada uno y extendían las distancias separándolos cada vez más. Yo creía que el amor entre los dos vencería por sobre las desavenencias aunque… Aunque para ser sincero la fe iba diluyéndose con cada día que transcurría sin poder hace mucho.

Lo único que había podido hacer era presentarme en sueños. Una vez a Sebastien, y varias veces a Charles, él era el que más dormitaba entrando en la zona de inconsciencia y mantenía ese contacto efímero. Charles tenía un gran poder de la mente. Tenía el don del hipnotismo. Don extraño y especial que vi en pocos vampiros. Este don te agotaba, se llevaba todas las fuerzas, pero muchas veces valía la pena. Por ejemplo Charles lo practicó con su querida Bianca, de esta forma ella pudo recordar esos retazos de vida de un pasado que deseaba olvidar. Charles los traía al presente para así estar frescos en tu memoria a partir de ese instante. Por eso debías estar seguro que deseabas convivir con ellos. Esos recuerdos una vez traídos ya no se borrarían.

Aprendí mucho de los antiguos de mi raza. Tanto tiempo pisando la tierra…

Observé a Halldora. Bera tenía sus manos entre las de ella y hablaba entre murmullos. Ambas sentadas en una roca lisa se contenían una a la otra tratando de sobreponerse al miedo que provocaba ese mortal encuentro. Lo único que los tres sabíamos que una de las partes perecería ante el enfrentamiento. O el mal o el bien, pero no había opción de que subsistieran ambos.

Bajé la vista y el recuerdo de un Lenya muy niño vino a mi memoria. Una de esas noches que yo aún visitaba a Halldora, mi hijo lloraba en brazos de su madre, que desconsolada por no poder callar ese llanto, lograba sólo desesperarse.

Creo que el niño percibía su inquietud y más rompía en llanto.

Me acerqué mientras Halldora lo paseaba de un lado al otro sin entender el motivo de las lágrimas. Bueno… gritos…. Lenya lloraba a gritos. Él se hacía escuchar cuando algo no le conformaba.

Sonreí.

Recuerdo que lo cogí de los brazos de su madre y después de elegir una manta de alpaca que estaba en su cuna, lo envolví para que no sintiera el frío del otoño. Salí de la vivienda pequeña con Halldora tras mis talones, indecisa y recelosa me siguió.

—¿Dónde lo llevas?

La miré serio.

—Por aquí Halldora. No temas, no me lo llevaré lejos.

Ella sonrió apenada y se mantuvo de pie en la puerta mientras yo cargaba en brazos a Lenya y me dirigía hacia unos pastizales que había bajo una vieja conífera.

Debo decir que al salir de la vivienda bajo el cielo oscuro y estrellado Lenya cambió el llanto por uno menos estruendoso. Su rostro se elevó al cielo mientras sus ojos grisáceos se abrían acaparando el infinito. Por supuesto Halldora no solía sacarlo mucho a la intemperie, es que ignorábamos en qué tiempo mi hijo podía tener manifestaciones de vampiro y alguien escondido en el monte notara algo anormal.

Me detuve en un charco lleno de juncos amarillentos y delgados que se movían con la brisa nocturna. El claro “croak” de las ranas nos llamó la atención, a los dos.

Fui acercándome lentamente con él en brazos.

—Sssssh… —susurré.

Él apartó la mirada de los charcos y la fijo en mi boca. Querría saber de dónde salía ese nuevo sonido. A todo esto su llanto ya era historia. Estaba atento a los sonidos y sus ojitos bailaban de aquí allá, con el “croak” de las ranas, con “cric cric” de los grillos, con el “buuh” de los búhos.

Su fino cabello con suaves ondas, renegrido como la noche, brillaba por la luz natural del cielo y resaltaba sus ojos gris claro. Era un bebé bellísimo.

Al llegar a la orilla del charco me incliné apoyando una rodilla en el suelo. Senté a Lenya en la otra pierna flexionada y lo dejé que observara el cuadro.

Muy atento sus ojos recorrieron el charco de un verde musgo profundo. Hasta que una rana pequeña saltó cerca de nosotros y se posó en un camalote.

Mi hijo abrió la boca y sus ojitos contemplaron asombrados esa cosa extraña de patas finas y largas que se inflaba y desinflaba al ritmo de la respiración para luego salir convertido en un croar.

Giré la cabeza hacia la puerta de la vivienda de Halldora. Ella había entrado y no podría vernos. ¡Qué suerte! Porque lo que iba a hacer ninguna madre lo aprobaría.

Con la rapidez de un vampiro cogí la rana en segundos antes de que saltara y escapara. La retuve en la mano y la acerqué para que la tocara. Por supuesto que la rana no se movía pero su buche subía y bajaba.

Mi hijo bajó la vista hacia la rana y junto las cejas. Sus largas y espesas pestañas cubrían el gris y sólo permitían ver una raya muy fina al achinar los ojos para prestar atención.

—Tócala –susurré—, mamá no se enterará.

Su cuerpito vibró de nervios y estiró la mano. Ante un nuevo croar la retiró asustado.

Reí.

—Vamos, no te hará nada. Aquí está papá para protegerte.

Volvió a moverse inquieto y la miró nuevamente mientras mi boca dibujaba la sonrisa más hermosa. Esa que provocaban nuestros hijos cuando hacían alguna gracia.

Su manito regordeta se acercó lentamente…

—Vamos, tócala –lo insté—. Antes que llegue mamá.

Debo decir que ayudé un poco acercando la rana y él sonrió formándose el hoyuelo en la perilla y en una mejilla.

Emitió un sonido gutural muy gracioso y sus dedos tocaron la piel rugosa y resbaladiza de la rana. Cuando infló el buche Lenya escondió su mano y su risa inundó el paraje, no… miento, mi alma.

—Vamos hijo, tócala otra vez.

Lenya sin perder la sonrisa estiró la mano y volvió a tocarla. Aparentemente ya con confianza cerró su puñito apretando la rana en mi mano.

Creo que al pobre bicho le saltaron los ojos.

—No, no, así de fuerte la matarás.

Desprendí los deditos de la rana y me miró.

—Despacito.

Pero Lenya volvió a tocarla y a apretar con fuerza. Sí, terco como Halldora.

—No, no, así no.

Lenya tembló la barbilla y creo que en ese instante le hubiera traído todas las ranas del universo para que las apretara con tal de que no llorara.

De pronto ante su llanto inminente dos ranas de tamaño mayor saltaron cerca del camalote.

—¿Lo ves? Sus padres han venido a haber que ocurre, Lenya. Ellos la protegen… Como mamá y yo. Siempre te protegeremos.

Cerré los ojos y volví al presente.

—Te he mentido hijo, no siempre tu padre podrá protegerte.

De pronto, una especie de nube luminosa se acercaba desde la penumbra…

Me puse en estado de alerta. Si bien recordaba que la luz no era signo de algo malo, y si lo fuera yo no había quebrado reglas, pero no significaba que ardiera de ganas de hacerlo.

Halldora y Bera estuvieron en segundos junto a mí.

—Viene hacia nosotros –dijo Halldora.
—¿A qué vendrá, querido? –preguntó Bera.
—No lo sé… Sólo quiero decirles que no me iré a descansar en paz sin saber de mis hijos. No voy a moverme de aquí aunque se haya cumplido mí tiempo.
—Tampoco yo –aseguró Halldora.
—Ni yo, Adrien –afirmó Bera.

Poco a poco ante nuestra intriga la luz blanquecina y tenue se hizo cada vez más brillante y una figura central fue haciéndose más visible.

Entonces… lo reconocí.

—Agni –susurré— ¿qué haces aquí? Yo pensé…
—Adrien… Señoras… —inclinó la cabeza levemente.
—¿Tú aquí?
—Tú también puedes bajar por instantes una escala menor de energía. Aunque sé que no te gustaría ver qué ocurre allí. Vine desde los campos de luz para rogarte que no intercedas en el mundo terrenal. Eso será fatídico y me gustaría verte junto a mí en poco tiempo.

—No lo hice hasta ahora –tragué saliva.
—Lo sé, de lo contrario no estaría hablando contigo y las sombras negras te hubieran tragado. No podemos cambiar el futuro y sé que vendrán momentos terribles para ti. Querrás intervenir… Yo también tengo hijasy mi querido guerrero que dejé en la tierra.

Mis labios se apretaron mientras escuchaba a mis hembras sollozar.

Sabía lo que significaba la advertencia de Agni. No podía ayudar a Lenya ni a cualquiera de mis hijos así… así estuviera contemplando su muerte a manos de Agravar.

—No sé si podré cumplirlo.
—Tendrás que hacerlo. Ellos son dueños de su futuro y sus vidas. Es la decisión de Lenya de luchar contra Agravar sabiendo que puede fallar.
—No Agni, él no sabe a quién se enfrentará. Tampoco Sebastien.
—¿Y quieres ir a contárselo? ¿O quieres interceder? No podrás darle muerte. No estás vivo.
—Lo sé. Disculpa… Tú no puedes entender que sentimos mis hembras y yo en este instante.
—¿Me creerías si te diría que sí?

Sus ojos borgoña se perdieron en el horizonte. Después, me miró.

—Se avecinan tiempos difíciles para los Sherpas, Adrien… Sin embargo no puedo dejar de confiar en lo que sembré, tampoco en mis amigos y seres de mi raza. Ten confianza.

Asentí en silencio y él se acercó más para hablar en susurros.

—¿Sabes? La energía poderosa, me ha otorgado tres deseos antes de abandonar mi aquelarre. He querido despedirme de mis hijas y mi gran guerrero y amigo Khatry. Fue emocionante. Sé que la luz de armonía y paz te concederá lo mismo a ti, o quizás más deseos por ser el líder de los vampiros. Después de todo lo que te exige a ti es mucho más difícil que lo que se me ha pedido a mí.

Bajé la cabeza… No sabía cómo lograría no tener el temor que apretaba mi corazón.

—Tú podrás, Adrien Craig. Sólo ten fe. Ahora debo irme. Nos veremos pronto, estoy seguro.

Drank.


Abrí mis ojos y desperté a causa de un ardor que me quemaba la muñeca derecha. Me incorporé como pude sólo para poder observar a que se debía aunque podía imaginarlo. La aguja del suero se había movido y una pequeña mancha de sangre se extendía por la gasa blanca.

Mierda…

Estiré la mano izquierda y la columna me recordó que ya no era el mismo de antes. El dolor agudo en cada vértebra recorrió desde las caderas hasta la nuca. Con respiraciones cortas una tras otra traté que el dolor desapareciera.

El aire escapó por mi boca y por unos segundos observé la habitación.

Mi pecho agitado y ese ronquido molesto era lo único que podía escuchar en el silencio de ese espacio iluminado apenas por los primeros rayos de sol que se colaban por los cristales. ¿Estaba amaneciendo? ¿O era el atardecer? Me había perdido…

Miré el envase de suero que colgaba del soporte. Estaba por la mitad. Entonces amanecía…

Ridículo que supiera el momento del día por el nivel del suero. Pero sí, era tal cual. Este espacio hacía tiempo que se había convertido en mi mundo pequeño y monocromático. Los blancos predominaban, sólo cortados por algún gris o negro de las baldosas del piso. No había cortinas, no había muebles cálidos en madera, no había flores en un jarrón, nada…

También hacía tiempo que no escuchaba algún sonido nuevo, si es que había algún sonido que captara mi oído. Por supuesto, las respiraciones y toses de otro enfermo o el “bip” del monitor, esa pinza que anoche me había arrancado del dedo una vez que la enfermera salió de la habitación. Miento… La arranqué tres veces y la enfermera insistió hasta la tercera vez. Después con un “haga lo que quiera” ya no regresó por mí. Mejor así. Me molestaban las personas rondando alrededor aunque fueran profesionales de la salud. Salvo… Salvo Liz. Liz no me molestaba… Pero se había ido.

Dos veces se había despedido la mujer de mi vida. La primera, cuando decidió partir a Kirkenes. El corazón se me desgarró aunque alcancé a guardarme ese beso apasionado que nos dimos cuando le regalé el libro de vampiros.

Vampiros…

Recuerdo que me quedé montado en la moto sintiendo en mis labios el fuego de su beso. La vi entrar o creo que la acompañé hasta la puerta… Sí… Saludé a Marin… Pero claro por más que se fuera a Kirkenes yo me quedaría en Drobak. Sabía que tarde o temprano nos volveríamos a ver. Así fue… Ella regresó a Drobak en mayo para su cumpleaños. La felicidad volvió a pintar cada hora de mis días. Cuando la tuve entre mis brazos en esa cama… Dios… Fue tocar el cielo con las manos…

La segunda vez que se despidió de mí, fue hace unos días. Sin embargo, por más que ella regresara quien sabe cuándo… Era yo el que ignoraba si me quedaría a esperarla.

Tragué saliva. Tenía la garganta seca. La falta de suero comenzó a notarse y los dolores en los huesos fueron ganando terreno. Apreté los labios, fuerte, hasta morder mi labio inferior. Pasé la lengua y el sabor a sangre inundó mis papilas gustativas.

Liz… Liz, quiero que estés aquí. Quiero que me abraces así el dolor no será tan profundo, no… el dolor sería el mismo la diferencia es que no importaría tanto.

El ruido de la puerta de entrada a terapia se escuchó. No fue algo anormal para mí. Tantos iban y venían. Me quedé atento para ver si asomaba la enfermera con cara de pocos amigos y comenzaba con la cantaleta de porque no hacía caso, que la hacía trabajar el triple y etc, etc.

No habían pasado un par de minutos cuando una sombra se recortó en la pared. Era una silueta femenina. Me incorporé con dolor y todo. Me quedé con la vista fija, sin moverme, atento.

De pronto su perfil se asomó de a poco. Vi su nariz y sus ojos azules y un trozo de su gorro de lana.
Asustada se retiró pero me apresuré a llamarla.

—¡Ey! ¡No te vayas!

La sombra desapareció y grité.

—¡Si te vas me levantaré como sea y te perseguiré!

Al parecer se detuvo… Volví a amenazar.

—¡Juro que me levantaré! ¡Nada tengo que perder!

Esperé pocos segundos para que ella reapareciera con temor por la arista que dividía el box.

La contemplé en silencio.

Ella llevaba un abrigo de lana gruesa que hacía juego con su gorro negro. A través de él escapaban finas hebras entre el castaño y el cobrizo. Ojos azules, pestañas cenicientas. Sus manos estaban unidas a la altura de su vientre sin saber qué hacer con ellas.

—Acércate.

Quedó inmóvil.

—Vamos, acércate. Si has llegado hasta aquí completa tu plan maligno.
—Mi nombre es Roxane y no tengo ningún plan maligno –dijo al fin.

El dolor en la cadera se hizo más fuerte y pareció reverberar en cada órgano del vientre.

Di un quejido prolongado y me acosté tratando de arrollarme como bola.

Escuché que se acercaba rápidamente y sin moverme exclamé con furia.

—¡Ni te acerques!
—Déjame ayudarte, el suero se ha salido.
—¡No me toques! –grité.

Ella no me hizo caso cogió mi brazo con una fuerza que nunca habría adivinado que tendría. No era una chica robusta pero al parecer tenía buen dominio de sus músculos. Y una decisión de hierro. No sé si yo colaboré. La cuestión es que los dolores eran insoportables y para hacerme el superhéroe no daba.

Me giró lentamente y la miré. Sus ojos se clavaron en mi muñeca y de un tirón despegó la gasa. De reojo observé la vena hinchada y la aguja suelta. Las manos blancas y femeninas se movieron con rapidez.

—¿Sabes hacer eso?
—Necesito que te quedes quieto.
—Pregunté si sabías hacerlo. ¿Siempre respondes a las preguntas con esa celeridad? Porque tengo varias.

Sus ojos azules me miraron fijo para luego volver a la tarea.

—¿Qué ocurre aquí?

Nina traía un café en la mano y la observó de arriba abajo.

—¿Quién es usted?

Ella terminó de pincharme y aseguró la gasa nuevamente.

—No te muevas, volverá a salirse.
—Oiga, pregunté qué sucede aquí. Primero vengo por el pasillo y escucho gritos de Drank, ahora usted, señorita… ¿Es familiar? –preguntó Nina acercándose.

La miré y me miró…

Hizo una mueca de sarcasmo.

Me alejé de mala forma aunque cuidé que mi muñeca quedara inmóvil.

La joven miró a Nina y sonrió.

—No se preocupe, ya me voy.
—¡No! –grité desesperado.

Nina me miró.

—Por favor, necesito hablar contigo.
—Entonces… ¿Me voy? –preguntó Nina.
—Sí, por favor. Gracias por estar pendiente.
—De nada. Cualquier cosa me llamas. Antes… —titubeó—. Me fijaré en el suero si está goteando bien.
Caminó hacia el colgante y después revisó la gasa. A los pocos minutos desapareció dejándonos solos.
—Siéntate en la cama.
—Debería irme –miró su reloj pulsera.
—¿Tienes miedo encontrarte con mi padre?
—Con el nuestro, sí. No quiero confrontarlo y obligarlo a nada. Ya es tarde.
—Me senté en la cama con la rabia creciendo en mis malditas entrañas, con un dolor que aún no desaparecía.
—Te diré una cosa. Deja de mentir. Mi padre jamás abandonaría un hijo. ¡No lo ensucies!

Su mirada en mis ojos duró tanto tiempo, o quizás me pareció. Era una mezcla de temor y lástima. El gesto de lástima hacia mí fue lo que más me preocupó.

—No tiene sentido que me quede.
—Siéntate, al menos merezco que me expliques porque inventaste este disparate.
—No lo inventé.

Un silencio cubrió el pequeño habitáculo…

—Por favor, necesito escuchar por qué aseguras que mi padre es el tuyo.

Se acercó despacio y se sentó a mis pies.

—Habla…
—Mi madre y  George tuvieron un romance que duró seis meses. De esa unión nací yo. Hace diecisiete años… Mi madre estaba enamorada de él, pero él no quiso abandonar su hogar. Quería mucho a tu madre por lo visto y a ti, por supuesto.

Abrí mi boca y parpadee.

—Esto… Esto una pesadilla… Escucha… No sé qué te contó tu madre pero hay una confusión. No debe ser el mismo George. Mis padres se amaron mucho y… ¡No puede ser!
—¿Confusión? ¿Me tomas por loca? ¿Crees que vendría a verte sólo por si a lo mejor eres mi medio hermano? No… Conozco todo de ti y de George porque a partir de que cumplí quince no hice más que interesarme en tus cosas. No importa si George me acepta o no, pero si necesito no perderte como hermano.
—Ay Madre Santa –me toque el pecho agitado.
—Sé que es un golpe bajo para ti…
—¿Golpe bajo? ¿Dices golpe bajo? Es una conmoción, un mal sueño, un desastre. Eso si llegara a ser verdad, pero lo dudo.

Ella bajó la cabeza y su boca de labios finos y delicados se movió a medida que me ametrallaba con datos.

—Su nombre es George Borchgrevink, cumple sesenta y dos el veinticinco de enero. Casado con Hilary, tuvo un hijo al que llamó Drank en honor a su padre y…
—Aguarda –interrumpí—. ¿Cómo sabes que mi nombre es en honor a mi abuelo?
—Me lo dijo mi madre. George le hablaba mucho de ti.

Me recosté en la almohada y miré el techo…

—No puede ser… —murmuré.
—Yo… —habló bajito—. No busco nada de parte de George, aunque él nunca se enteró del embarazo. Yo… Yo sólo me gusta la idea de tener un hermano. De contar con alguien en la vida.
—¡Búscate un amigo!

No estaba acostumbrado a reaccionar tan poco galante y brusco ante una chica pero es que la situación me desbordaba.

Se puso de pie para retirarse.

—Perdón… —la miré—. Es que tienes que entenderme. Esto es todo una locura y yo aquí en la cama sin poder correr a averiguar hechos y…
—Lo que desees que cuente te lo diré.
—Es que no creo que mi padre…
—Debe ser duro sí. Como lo fue para mí saber que mi padre verdadero no era el que me crio y que mi progenitor era un hombre honorable, cariñoso  que no se parecía en nada a…
—¿Tu padre no te trataba bien?
—Prefiero no hablar de eso.

Nos miramos en silencio por un rato. Yo, tratando de encontrar en las líneas juveniles de su rostro un rastro de mi padre. Ella, tratando de hallar una mueca de simpatía o aceptación. Por el momento ninguno de los dos encontró lo que buscaba.

—Tengo que irme.
—Dime dónde se conocieron.

Sus ojos se clavaron en la ventana.

—Mi madre compraba leña todos los inviernos. No sé cómo ocurrió. Ella necesitaba a alguien que le diera amor además del dinero que le daba mi padrastro.
—¿Amor o sexo?

Me miró con un dejo de reproche.

—Amor. Aunque no creas. Y George también.
—Eso es imposible. Mi madre fue una anegada ama de casa y docente y vivió para atenderlo y amarlo. Él no tenía que buscar nada afuera.
—Al parecer estás equivocado. Sea amor de parte de él o como lo llames George buscó una mujer fuera de tu hogar.
—¡Basta! Es suficiente. Estoy deshonrando a mi padre al escucharte y dar lugar a dudas.
—Tú dijiste que querías que hablara.
—Pero ya no quiero. Vete. No deseo que regreses nunca más.

Noté brillo en sus ojos y aunque no fuera nada mío mi corazón se estrujó. Odiaba ver una mujer llorar, más si era por mi culpa.

—Te entiendo. Me voy. Antes te dejaré el número de móvil y dirección, allí vivo desde que nací. Sólo por si algún día te arrepientes y quieres verme, estaré esperándote.
—No dejes nada. Me queda poco tiempo de vida y no voy a seguir tu juego. Es injusto que juegues con un moribundo.

Ella se puso de pie y sin hacerme caso quitó un papelito del bolsillo de sus jeans y lo guardó en el cajón.

—Adiós Drank.

No contesté. Furioso me giré con cuidado de perfil de espaldas a la salida y traté de dormir un poco. Por supuesto, me era imposible. Una y otra vez repasaba la conversación con la chica… Parecía muy joven. ¿Dijo tener diecisiete? Si yo cumpliría veintisiete el mes que viene entonces… La aventura supuesta de mi padre habría sido cuando yo tenía diez... ¡Pero qué estaba pensando! Mi padre y mi madre se adoraban. Habría discusiones como en todas las familias… Diez años… ¿Recordaba algo a los diez años que me llamara la atención? No, no, eran puras mentiras. Todo Drobak sabía del amor que se tenían mis padres…

Nina apareció con una bandeja y un tazón que olía a verduras.

—No quiero comer.
—Drank, es un caldo y te hará bien.
—Dije que no quiero.
—Pues a mí no me importa que no quieras. Si no lo tomas le diré a Rudi y pedirá que te inyecten hierro.
—Vete a la mierda.
—Pues por ahora no me iré a la mierda. Prometí a Liz que te cuidaría.

Bufé enojado.

Ella se acercó y aún con la bandeja en la mano se sentó en la cama.

—Vamos Drank, no seas malo –sonrió.
—No tengo hambre –susurré con menos enojo. El nombre de Liz tenía ese poder.

Ella bajó la cabeza con actitud preocupada.

La miré…

—Perdóname Nina, últimamente estoy de mal humor. Debe ser estar encerrado aquí, los dolores, o la falta de sexo –guiñé un ojo y se echó a reír.
—Si te bebes el caldo puedo ayudar con lo último.

Reí a pesar de mi estado trágico.

Estiré la mano que no dependía del suero para coger la taza.

—Eso es, chico bueno. Ya sabes te portas bien y tendrás un premio.

La miré por sobre la taza mientras bebía.

—¿Qué? –preguntó divertida.

Separé la taza de mis labios y sonreí.

—¿Ese detalle también te lo ha encargado Liz?
—No. Eso corre por mi cuenta.

Bebí otro trago…

—¿Te sigo gustando a pesar de estar en esta cama y puro hueso?

Sus ojos recorrieron mi pecho –arqueó una ceja. Fijó su mirada en mi boca—. Sigues siendo tan bello aunque hayas bajado de peso.

Bebí dos o tres tragos en silencio. Evaluando el tiempo que hacía que no tenía una mujer entre mis brazos.

—Si se enteran que tienes sexo con un paciente, te echarán.

Sonrió.

—Vale la pena.

Aparté la taza y la pasé de mano. Con la mano libre cogí su mano y la llevé a mi miembro.

Ella se acercó después de dejar la bandeja sobre la cama. Me dio un beso en los labios y se apartó.

—Ahora no, cariño. Tampoco soy suicida. Esta noche. ¿Te parece?
—Si estoy vivo, será un placer.

Mi padre entró al box y la escena de un promisorio sexo con mi enfermera y ex novia se fue al carajo.

—Buenos días, muchacho. ¡Hola Nina!

Ella se puso de pie y sonrió.

—Buen día George. Como has llegado te encargarás de que beba todo el caldo. ¿Verdad?
—Bueno… Trataré. No tengo los encantos de una bella jovencita como tú.

Reí forzado.

—¿No digas? Estás muy galante con las mujeres, a tu edad casi rozando la desubicación –protesté molesto.

Nina me miró.

—Sólo fue un cumplido, Drank –murmuró ella incómoda—. Voy a seguir mi trabajo. Que estén bien.

Antes de retirarse giró y me miró nuevamente.

—Te veré más tarde.
—Claro –contesté.

Cuando mi padre y yo nos quedamos solos dejé la taza en la mesita junto a la cama, con cuidado de no zafar el suero.

—¿No vas a beber más?
—No.

Observó alrededor buscando la silla abandonada en una esquina. La acercó y se sentó junto a la cama.

—¿Estás de mal humor, hijo?
—Algo así.
—¿No descansaste a la noche?
—No.

Me recosté en la almohada mirando el techo. La imagen de la tal Roxane daba vuelta en mi cabeza…

—Mira –mi padre quitó un pequeño libro de su gran bolsillo del abrigo—. Es sobre vampiros. Lo vi en la feria y pensé en Liz. Le gustan tanto esas historias que pensé en dárselo en cuanto la viera. ¡Qué pena se ha ido temprano!
—Liz se fue a Kirkenes. Quizás puedas dárselo en mi entierro.
—¡No hables así!
—¿Por qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Luchar contra los designios del destino o de tu Dios?
—Drank, no tienes un buen día… Dime… ¿Cómo que se ha ido a Kirkenes?
—Sí se fue. Y lo de mal día acertaste.
—¿Hubo un problema con su familia? Porque sé que no se iría si no tuviera un motivo importante.
—Su novio es el motivo importante.
—¿Tiene novio, Liz?

Rodé los ojos burlándome.

—Parece que ignoras muchas cosas… Pero no te preocupes estamos iguales. Yo ignoro también.
—No sé de qué hablas, Drank. A veces te pones tan terco y antipático que me levantaría de aquí y me iría.
—¡Hazlo!

Mi padre metió las manos en el bolsillo y bajó la cabeza. Su rostro estaba demacrado y parecía agotado. Sabía que mi enfermedad lo tenía a mal traer y yo no tenía derecho a consumir a las personas mediante discusiones y mal humor… Aunque… ¡Iba a morirme, mierda! ¿No tenía derecho a las rabietas?

Lo cierto que si no era verdad lo que aseguraba esa chica estaba siendo muy injusto con mi padre. Había una sola forma de saberlo, quizás…

Me incorporé mirando de reojo el pequeño libro sobre la cama. En la tapa, un vampiro alado sobrevolaba una imagen de una ciudad. Sin darle mayor importancia ya que tenía un tema pendiente más importante.

—¿Quieres que te ayude? –preguntó al verme mover.

Estirándome como pude abrí el cajón y tantee con las yemas de los dedos. Mi viejo móvil chocó con el índice y mi pulgar. En realidad era el móvil de mi padre pero había decidido dejármelo por cualquier cosa que yo quisiera hablar con Liz y ella se encontrara en su casa. Por lo menos se salvó que lo vendiera… Sin embargo si hubiera servido para que él se alimentara mejor bien lo hubiera valido.

Al rozar el papel pellizqué y lo quité del cajón.

Volví a recostarme leyendo los datos que me había dejado esa chica.

—Dime… ¿te dice algo el nombre Roxane? –pregunté mirándolo a la cara.

Arqueó una ceja.

—¿Roxane? No… Pues no conozco a nadie llamado así.
—Ajá… Y dime… ¿Te dice algo la dirección Storgata 32?

Alzó la vista y me miró. Bajó la vista inmediatamente y negó con la cabeza.

—Mírame papá. Dime a los ojos si esa dirección no te es familiar.

Se puso de pie de un salto.

—/Me voy, hoy estás insoportable.
—¡No te muevas! Si te vas no querré que regreses, ¡te lo juro!

Se detuvo y me miró con desesperación.

Bajé el tono.

—Siéntate. No soy tonto. La dirección te alteró. ¿Es cierto?
—Drank…

Miró la silla desde la cortina que dividía los boxes, como si dudara que hacer.

—Siéntate papá. Me debes una charla, ¿o me equivoco?

Se sentó lentamente con la vista clavada en las baldosas.

—Si buscas valor en el piso de este hospital no vas a encontrarlo. Mejor actúa como siempre has hecho con todo el mundo, honestamente… Salvo conmigo.
—No me siento bien. He desayunado muy poco.
—Por lo menos no me has dicho “no sé de qué hablas”. Créeme que valoro que no seas hipócrita. Pero no me alcanza. Dime… ¿Quién vive allí? ¿La conoces?

Me miró y su iris fue desde mi cara a la pequeña ventana y viceversa.

—¡Mírame papá! ¿Quieres que parta de este mundo con tu mentira? ¿Es un secreto, papá?
—¿Quién te ha dado esa dirección?

Sonreí con pena.

—¿Te suena?
—Sí… Nada importante. No sé a dónde quieres llegar.

Alcé las cejas.

—¿Nada importante? ¿Nada importante dices? Dime, ¿allí vive una mujer que se han enredado contigo siendo tú casado?

Sus ojos se abrieron asombrados.

—¿Vino ella hasta aquí?

Por un momento pensé cómo había hecho mi padre para ocultarnos algo así a mi madre y a mí siendo él tan transparente y simple. ¿Es que ni siquiera se daba cuenta que sus preguntas e indecisión lo hundían más? De cualquier forma no lo imaginaba mirándome a la cara y asegurando que no conocía la dirección, no, así no era él. Sin embargo había eludido el tema por muchos años, escondiendo el secreto dentro de su corazón. Dios… ¿Todo era verdad? ¿Tenía una hermana?

Me senté en la cama con el pecho agitado. Percibía que estaba faltándome el aire o que mis pulmones no estaban respondiendo muy bien.

—¿Qué te sucede? –se preocupó—. ¿Aviso a una enfermera?
—No, quédate donde estás y cuéntame lo de tu amante.

Bajó la vista.

—¡Mierda papá! ¡Habla!

Una señora de alrededor cincuenta años, de cabello negro y ojos azules, de asomó entre las cortinas.

—¡Podría callarse! Esto es terapia intensiva y tengo a mi esposo a tres camas de la de usted. De lo contrario llamaré a la enfermera.
—Perdón…

Volví la vista a mi padre una vez que ella desapareció.

—Papá… por favor… necesito saber la verdad.
—Hijo… Fue hace tanto tiempo… No tiene sentido hablarlo ahora…
—Pues fíjate que sí lo tiene porque recuerdas hasta la dirección. Y en cuanto al tiempo fue hace diez años –me agité.

Levantó la vista y me miró sorprendido ante el dato exacto.

—Entonces, ella ha venido aquí.

Negué con la cabeza pero sin el valor de decirle, “fue tu hija”. Es que todo me parecía un mal sueño.
Cuéntame papá, necesito saber.

Respiré profundo… El aire parecía viciado o poco.

—Fue un amorío sí. Pero tu madre lo supo y me perdonó. Sólo habrán sido cinco o seis meses. Yo, resolví alejarme y cortar esa aventura. Volvimos a ser los de antes, Drank. No te preocupes. Fue un error de mi parte, no estábamos bien con tu madre y… Eso nos fortaleció.
—Oh… ¿Los fortaleció? –respiré con dificultad—. Yo creo que ella habrá cambiado como lo hacen todas las mujeres cuando descubren una infidelidad. Si aman al hombre tratan de que no les ocurra lo mismo entonces se esfuerzan en subsanar las equivocaciones… ¿Pero tú papá? ¿Te fortaleció?
—¡Por supuesto! ¿Acaso no me quedé con ustedes? ¿Te sientes mal?

Respiré profundo una vez más.

—¿Te sientes mal?
—Abre la ventana, por favor.

Se puso de pie y obedeció.

—Debería llamar a la enfermera.
—No es nada. Sólo que me falta el aire.
—Por eso digo
—Siéntate y habla, papá.
—¿No sé qué quieres hablar?
—La verdad. ¿Volviste con nosotros por un tema de honor? ¿O sentías que mamá era el amor verdadero?
—Drank, ¿cómo me dices eso?
—Papá… —aspiré el aire por la boca de forma brusca.

Se puso de pie de un salto.

—Suficiente, llamaré a la enfermera.
—¡Papá! ¡Contéstame!

Mi padre se detuvo pero creo que mi cara lo asustó. De verdad me faltaba el aire y un silbido salía del fondo de la garganta.

No sé cuántos minutos transcurrieron desde que mi padre salió de mi visión a estar rodeado de un médico y dos enfermeras. Sentí que me moría… Y no quería morir… Dios… Había dicho tantas veces que no quería sufrir más y ahora… Ahora no deseaba morir aunque estuviera en esta cama.

La máscara de oxígeno tapó la mitad de mi rostro. Fui inyectado con algo que no supe qué diablos era pero que abrió mis bronquios y ayudó en el trance.

Seguí con los ojos a Rudi que se acercaba a mi padre. Afiné mi oído pero sólo escuché, “es el pulmón, George”. Para mí fue suficiente.

En un arranque de ira y desesperación tantee la mascarilla y la quité.

—¡Papá! ¡Tienes una hija! ¿Entiendes? ¡Una hija!

Mi padre palideció y Rudi se acercó ágilmente.

—¡Ponte la mascarilla ahora mismo!

Creo que luchamos un poco entre él que deseaba coger la mascarilla de mi mano y yo que deseaba seguir la conversación con mi padre.

El doctor llamó a una enfermera a gritos dándole órdenes.

Quise levantarme pero los brazos del médico me volvieron a la posición.

—¡Basta! –gritó.

Mi padre no corrió a ayudarlo, creo que quedó paralizado ante lo que había escuchado de mi boca.

Una enfermera morena corrió con un pequeño franco y una jeringa. Rompió el envoltorio.

—Rápido, hay que sedarlo.
—No, no no, por favor, no me duerma, se lo suplico –rogué.
—¡Es necesario! Es por tu bien, Drank.
—No es por mi bien, ¡doctor por favor! –estallé en llanto—. ¡Por favor doctor, se lo suplico no quiero dormirme!

Lloré desconsoladamente.

Mi padre también lloraba en silencio.

—Por favor, doctor… No me duerma. Me portaré bien. ¡Papá, no dejes que me duerman!

El doctor me apresó entre sus brazos y la enfermera dejó escapar el aire de la jeringa ya preparada. El “bip” del monitor unido al pequeño dispositivo de mi dedo índice sonaba muy rápido y agudo.

—Drank, sabes que te aprecio, por favor. Es por tu bien. Necesitas calmarte.
—Ya estoy calmado –lloré.
—Déjelo despierto, por favor.

Una voz desconocida interrumpió la firme decisión de Rudi. Todos miramos hacia las cortinas y pude ver un señor mayor, más joven que mi padre pero entrado en años.

—¿Usted quién es? –preguntó.
—Un amigo de Drank… Un profesor que lo quiere mucho. ¿Verdad Drank?

Lo miré mientras mis lágrimas corrían por las mejillas.

Su cabello era canoso y de estructura robusta. Su rostro tenía facciones suaves y parecía un hombre muy gentil y tierno.

Pero no era ningún profesor… Era un desconocido. Y sólo porque había abogado por mí, seguí el juego.

—Sí…

El doctor aflojó el amarre pero la enfermera no se movió de mi lado.

—El paciente debe descansar –informó Rudi.
—Lo sé –dijo el caballero sonriendo—. Sin embargo mi visita lo distraerá y estoy seguro que descansará sin el uso de la droga. Por favor, tengo muchas cosas que contarle a Drank. Hace tiempo no nos vemos.
—No es lo yo indicaría para su estado. Necesita dormir.
—No necesito dormir. Necesito más tiempo para disfrutar… Por favor, no me duerma –cogí la manga de su bata.

Rudi miró a mi padre que observaba la escena como si estuviera ajeno a todo. Al menos asintió levemente.

—Muy bien, no puedo forzarte a llevar tratamientos pero en este supuesto créeme Drank que el colegio de médicos me hubiera apoyado.
—Me portaré bien.
—Dicho esto coloqué la mascarilla en mi boca y me recosté lentamente.

Cuando Rudi y la enfermera se fueron mi padre titubeó si quedarse o no. Pero el extraño le pidió que nos dejara a solas para conversar. Mi padre no le quedó opción después de todo sabía que su presencia en cierta forma me alteraba.

Al quedarnos solos el hombre me miró y sonrió. Observó la silla y la acercó a mi cama.

—Muy bien Drank, haríamos buena pareja de actores. Porque… Sabes que no he sido tu profesor, ¿verdad?

Asentí con la cabeza y mis ojos lo siguieron hasta que se sentó cómodamente cruzando en forma de “L” una pierna sobre la otra.

—Vine porque Liz está preocupada y quería saber de ti. Lo siento, no me presenté. Mi nombre es Charles. Mayordomo de los Craig.

Abrí grandes los ojos.

Era un vampiro… Sí, se me había cruzado la sospecha cuando hizo esa aparición y presentación tan extraña.

Me moví inquieto.

—Sssh, tranquilo, no creas que he venido a salvarte la vida convirtiéndote en un… Tú sabes. No, no he venido a eso. Sólo lo hice por Liz. Ella… Bueno ella tiene que estar junto a su pareja –de inmediato se sintió incómodo—. No lo hago para mortificarte. Es que Liz necesita estar en Kirkenes. Te contaré… Palmeó mi brazo y se recostó en el respaldo.

Y así fue como me relató paso por paso hechos extraordinarios, dignos de una película de fantasía y terror.

Cerró la ventana y me arropó con el edredón azul regalo de Liz.

Me contó de ese enemigo tan poderoso que se enfrentaría Lenya y el temor que sentía por ello. También me habló de Marin y de Liz, y de Kirkenes. Creo que pasaron muchas horas, él hablando a veces con el entusiasmo de un chico y a veces con una sombra de angustia en su mirada. Pocas veces intenté quitarme la mascarilla de oxígeno para poder preguntarle sobre algo pero él nunca me lo permitía. Decía que si ocurría algo malo le echarían la culpa. De todas formas nada quedó sin respuesta a los posibles interrogantes que surgían en mi mente. Parecía tener un don para entender tus deseos aunque no adivinara pensamientos, eso me lo dejó en claro.

También me habló de su amigo Adrien, padre de Lenya. Dijo que lo extrañaba y que se apenaba de sólo pensar que nada podía hacer para ayudar a su hijo. Cuando la luz natural que entraba desde la ventana pareció perder fuerzas supe que atardecía. Entonces él se puso de pie. Sus últimas palabras me ayudaron a dormir mejor…

—Querido Drank, tú y yo nos parecemos en este momento. Ambos estamos viviendo una etapa muy difícil. Pero tenemos la obligación de no bajar los brazos y no perder la esperanza. Tu miedo y mi miedo en cierto punto se asemejan, por ser tan hondo y desesperante, sin embargo mientras haya vida, tanto para ti como para mí, podemos creer que los milagros existen, vengan de quien vengan.
Acarició mi frente y guiñó un ojo.

Antes de desaparecer en el aire como un mago aseguró, “le daré tus saludos a Liz, aunque tengo fe que no serán los últimos”.





























8 comentarios:

  1. Pobre Drank con su enfermedad, se entera que tiene una hermana y su papá le fue infiel a su madre, ppuuff él no tiene una de descanso que mal, me gusto que Charles lo visitara....ahh como deseo que Drank se ponga bien, gracias Lou por el capitulo me gusto, saludos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Lauri! Sí, yo lo deseo de todo corazón. Lo de la hermana es un golpe bajo pero tendrá que afrontarlo porque es la verdad. George también se sorprendió. Muchas gracias por comentar, un besazo enorme.

      Eliminar
  2. Uy la hermana de Drank debía ser un poco más sutil, pobre Drank. Chales es muy dulce ojala su visita ayude a Drank. Genial capítulo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Ju! Cierto cariño, pero a veces las situaciones de ese estilo salen como tu corazón indica sin medir nada. Charles ya se ha ido pero su visita sirvió para que Drank descansara tranquilo. Su enfermedad sigue avanzando pero habrá que esperar como dice él, un milagro. Un besazo y gracias amiga

      Eliminar
  3. Hola, Lou... Me han encantado los recuerdos que Adrien tiene de cuando Lenya era un bebé
    Y entiendo muy bien que Adrien, Halldora y Bera estén tan preocupados por Lenya, Sebastien y Scarlet
    Me ha parecido muy real la reacción de Drank cuando entiende que Roxane no está mintiendo
    No es fácil asimilar algo así... en la situación de él, menos
    Lo que George todavía no sabe es que tiene una hija
    También me ha encantado la visita de Charles... y es que Charles es un personaje encantador
    Felicidades por otro capítulo genial
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola cielo! Quiero decirte que amo esos comentarios tan detallados que me haces. Fueron bonitos recuerdos, sí. Es una pena que Lenya no pueda retenerlos al ser adulto. Me alegro que te haya parecido real la escena, señal que supe expresarme como sentía Drank en esa situación.
      George entro en shock porque Drank alcanza a gritarle que tiene una hija sin más explicación, veremos que hace.
      Charles... Que decirte de Charles, es mi caballito de batalla. Un personaje muy querible y sabio. De mi imaginación sale la construcción de un ser tan tierno ahora lo de sabio creo que me ayudan unos duendes que me dictan en la oreja.
      Dicho sea de paso te pido autorización para publicar el link de tu blog en mi face. Tu novela no debería perdérsela nadie. Un besazo y gracias tesoro.

      Eliminar
    2. Tienes razón, George ya sabe que tiene una hija... se me escapó ese detalle
      Tienes la autorización que quieras, Lou
      Un besazo

      Eliminar
  4. el mejor regalo para alguien que emprende el viaje sin retorno,,me doy cuenta de tu sensibilidad que trasmites a tus personajes,,en hora buena, manejas muy bien las letras,,,abrazos amiga LOU

    ResponderEliminar