Chicos quiero reiterar que he subido dos capis juntos el 65 y el 66. Así que antes de leer éste no olvide pasar por la entrada antigua. Ahora si.... Natasha, un pedido especial a alguien especial... y esa despedida de Lz y Drak que duele tanto. ¿Volverán a verse?
Besos y gracias por acompañarme.
Capítulo 66.
El principio del fin.
Natasha.
Camino
al norte del río Kola, Lenya y yo recorríamos en el coche el último tramo que
nos llevaría al hallazgo. Después de corroborar lo que ya había visto hacía
tres días, debía avisar a las autoridades rusas y era lo que más me preocupaba.
¿Qué ocurriría después que Lenya viera el descubrimiento y se sintiera tan
asombrado y descolocado como yo? ¿Qué quedaba por hacer si el Estado no
mantenía la palabra de que la investigación genética a mi cargo siguiera siendo
un secreto? De todas formas, ya no había opción. Había abierto la caja de
Pandora… Para bien o para mal.
Desvié
la vista de la ventanilla cuando escuché la pregunta de mi bello y masculino acompañante.
—¿Quién
finalmente tiene la razón? ¿Mendel, Morgan, Dobzhansky, o Huxley?
—Ninguno,
lo sabes bien. Por el hecho que no estaríamos aquí, pisando la tierra. O quizás
un poco de todas las teorías.
Sonrió
mientras tomaba la próxima curva hacia el río.
—¿Es
por aquí?
—Sí,
dos kilómetros más.
Hubo
un silencio breve, después continué.
—Creo
que después de este hallazgo me avocaré al estudio profundo de la genética
evolutiva, pero sobre todo a la mutación genética aleatoria.
—Ardo
de curiosidad por verlo con mis ojos. ¿Has dicho que no es un fósil humano?
—No
lo es. Está petrificado en una gran roca a decenas de metros de la superficie.
Seguramente el mar llegaba hasta allí.
—¿Por
qué el mar?
—Ya
entenderás. Tienes que verlo.
No
me era fácil viajar de copiloto del que hasta hace poco había compartido mi
cama y llenado mi corazón. Su aroma, su voz, el breve contacto de su cuerpo al
abrazarnos y saludarnos como viejos amigos, sin embargo como buena profesional
traté de llevar mis pensamientos a la tarea científica. Repito… no fue fácil.
El
sol débil primaveral entibiaba el paisaje urbano. Con un color naranja pálido
el cielo se abría en el horizonte para dejar surgir el sol adelantando el día
maravilloso para los humanos. Para nosotros los vampiros, significaba más
protector solar, aunque ya me había acostumbrado a ello.
Cuántos
años estudiando con la sola idea de poder darles a mi familia y a los Craig la
gran respuesta a tantos interrogantes de nuestra raza. ¿A qué precio? Aún no lo
sabía. Esperaba inventar una teoría que mantuviera al Estado ruso si bien
satisfecho por el apoyo tanto económico y moral que me había sabido dar al
comenzar esta locura, como así también se mantuviera con pocas ganas de
continuar profundizado sobre el extraño hallazgo. Era improbable y casi
imposible que mi deseo se cumpliera. Pero lo iba a intentar. Yo era Natasha
Gólubev y resurgía de todo… hasta de la pérdida de un gran amor.
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Poco
recorrimos a pie después de estacionar a un lado de la carretera. Las fosas
cavadas podían verse de lejos. Había una principalmente que me interesaba bajar
con Lenya. La fosa del hallazgo.
Bajamos
con cuidado sorteando las cintas que mantenían a todo ojo curioso y ajeno al
equipo de investigación, lejos de la verdad. Porque las teorías eran teorías
compuestas por hipótesis de cerebros inteligentes, sin embargo esto no se
trataba de algo inmaterial o un resultado de fórmulas… El fósil encontrando era
una realidad tan palpable como cualquier objeto.
Lenya
llegó junto a mí a las profundidades bajando por una escalera improvisada que
usaban los pocos empleados que había contratado el Estado. Todos con un contrato
de confidencialidad riguroso tan estricto que no habría multa ni prisión para
aquél que no lo cumplía, lo sabía. Simplemente no vivirías para contarlo.
Lenya
tenía el privilegio de poder visualizar el hallazgo. Mi excusa fue que él era
el hombre que había prestado esa cantidad importante de dinero para que yo
comenzara la investigación. Había sido su condición la cual el Estado accedió.
Para ellos seguía siendo Mijaíl Antonov. El mismo que había ayudado al gobierno
a encontrar el torpedo en las profundidades exactas del mar.
Por
eso había recurrido a Lenya y no al mismo Sebastien Craig.
Lenya
se inclinó ante mi señal y levantó lentamente la cubertura de hule que escondía
el fósil.
Sus
ojos se clavaron fijos al principio para después recorrer atónito centímetro
por centímetro. Mudo permaneció un buen rato, inmóvil. No sabía lo que pasaría
por su cabeza, quizás lo mismo que a mí cuando observé el hallazgo por primera
vez.
Levantó
la cabeza y me miró.
Me
acerqué a su lado. Nuevamente recorrí el fósil por novena vez con la mirada.
En
los estratos de hace miles de años habían quedado grabados marcas de su cabello
largo, dos brazos con manos difusas, dos piernas que terminaban en dedos casi
unidos. Tres exactamente. Pero lo más llamativo de su perfil grabado en la roca
Calipso, eran sus colmillos largos que terminaban en punta.
Lenya
acercó sus dedos con delicadeza y quitó parte del polvo milenario a la altura
de los pies… Membranas… Aparentemente, membranas.
—Es…
una especie de… sirena –murmuró.
—Sí,
con colmillos.
Lenya
observó alrededor a los dos hombres que mordían un sándwich a varios metros de
nosotros y conversaban entre ellos entretenidos.
Se
puso de pie y susurró.
—Entonces…
el origen del hombre se ramifica. Genética combinada entre el humano y el lobo…
Los murciélagos o la especie similar y el humano, y ahora… los humanos y los
seres del mar. Encuadra todo.
—¿Creías
que tu origen vendría del infierno? –sonreí.
—No…
Pero verlo parte de lo que pudo ser el nacimiento de mi raza es conmovedor. ¿Dónde
ubicaría a mi padre? ¿En qué momento de la edad de la tierra?
—Eso
ya lo descubriremos. Lo importante es que al encontrar esta prueba puedo
trabajar en ella. Sus genes… ¿Por qué tanta incógnita en nuestra raza?
—Ahora,
¿qué dirás al gobierno?
—Tengo
tiempo. Algo se me ocurrirá… ¿Me ayudarás a investigar aunque no seas un científico?
Bajó
la cabeza para después mirarme apenado.
—No
Natasha, por un tiempo no volveré.
—Entiendo…
Liz…
—No
es Liz –interrumpió—. He desenterrado a mi madre.
Arquee
la ceja.
—Trasladarás
sus restos a las cumbres. Después de todo ella y Adrien deberían descansar
allí, junto a Bera.
—No…
Bianca vio su muerte.
Abrí
los ojos asombrada.
—Es
su don. Puede ver como los seres dejaron de existir violentamente con sólo
tocar sus restos.
—Oh…
Cielos…
—Ella
vio al asesino.
—¿Quién
es? –pregunté desbordada ante tamaña información.
—Agravar
es su nombre.
—Agravar…
—murmuré—. Mi hermano lo mencionó varias veces cuando se dedicaba a estudiar
teología y los seres que pisaron este mundo. Agravar era un vampiro peligroso
con el mismo poder de Adrien.
—No
era, es –dijo con un brillo en la mirada.
—¿Está
vivo?
—Sí.
Y voy a dedicarme a encontrarlo y hacerle pagar lo que hizo.
—Yo…
Te entiendo.
—No,no
entiendes lo que pasa dentro de mí. Quiero verlo entre mis manos suplicar
clemencia mientras lo mato lentamente.
Suspiré.
Era normal que un hijo quisiera vengar la muerte de su madre pero… Agravar era
un enemigo poderoso y fue mi impulso sentir miedo por Lenya, terror diría yo.
—Doctora
Gólubev.
Alcé
la vista unos cuantos metros sobre mí, hacia la escalera.
—Dígame.
—El
General ha llegado. Le urge hablar con usted.
—¿Podrás
con ellos? –preguntó Lenya.
Lo
miré a los ojos y sonreí.
—Claro,
podré.
—Entonces,
nos despediremos aquí. Regresaré a Kirkenes y le diré a Sebastien lo que vi.Dejaré
el coche que alquilé en la puerta de tu edificio, cogeré un taxi hasta el
aeropuerto. Suerte.
—La
suerte la necesitas tú.
Acarició
mi mejilla y sonrió.
—Adiós
Natasha.
—Adiós
no –me apresuré a decir con lágrimas en los ojos—. Prométeme que será un “hasta
luego”.
Pero
él no contestó.
Él
nunca prometería algo que quizás no podría cumplir.
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Después
de que el General Losovich bajara a comprobar lo desenterrado e
intercambiáramos unas pocas palabras, ambos nos dirigimos a la calle
Vozdvizhenka, a una oficina privada del edificio de Defensa de la Federación de
Rusia. Una vez allí despidió a los dos oficiales que cuidaban la puerta, me
ofreció un vodka del bar, y se sentó frente a mí en un amplio y lujoso
escritorio de cedro.
Se
recostó en el alto respaldo de su sillón verde musgo que hacía juego con la
alfombra y juntó sus dedos a la altura de la boca. Quedó pensativo unos
instantes mientras yo bebía delicadamente de mi vodca.
—Señorita
Gólubev.
Lo
miré fijo.
—¿General?
—¿Qué
opina de este hallazgo tan… particular?
—¿Se
refiere a la especie del mar, con colmillos?
—Sí…
¿Usted cree que podría haber más?
Deposité
el vaso sobre una carpeta pequeña de cuero. El General tendría unos cuarenta y
tantos años de edad. Cabello oscuro salpicado de canas y ojos profundos.
Sonrisa abierta y si no fuera por su uniforme sería un hombre amable y tierno,
sin llevar a sus espaldas la rigidez de su carrera de Ejército.
—Para
ser sincera estoy tan sorprendida como usted –contesté.
Me
recosté en el respaldo de mi sillón y fingí estar pensativa.
—¿De
qué tiempo cree que podría ser? –preguntó.
—A
simple vista, aunque tendría que profundizar mi conocimiento, se trataría del
Mioceno, cuarta época de la era Cenozoica. Le repito, mis estudios encierran
biología y genética. Podría consultarlo con mi hermano. Es teólogo y ha cursado
varios postgrados en antropología.
—No,
preferiría no meter más personas en este proyecto de investigación.
—Como
desee.
—Aunque,
conozco a su hermano. No personalmente.
—¿De
verdad?
—Sí,
claro que sí. No olvide que cargo tengo en la Defensa. Sé todo sobre su
familia.
Incliné
el rostro, curiosa. Era una suerte que el General no leyera pensamientos porque
de verdad sentí un leve temor de lo que iría a decirme.
—Los
Gólubev son una familia de muy buena posición. Mijaíl empresario dedicado al
negocio del petróleo, la señora Sasha, ama de casa. Cinco hijos, Ivan, usted,
señorita Natasha, Dimitri, Svetlana, y la menor, Anouk.
—¡Qué
bien, General! No me extraña, conozco cómo se maneja el Gobierno.
—Sí,
somos muy estrictos. Se imaginará que no puedo dejar nada al azar en un
emprendimiento como este.
—Estoy
de acuerdo… Y… ¿Ha encontrado algo interesante?
Me
miró y sonrió.
—¿Interesante?
Sólo usted. Es brillante, sus notas en la Universidad son inmejorables dignas
de las distinciones que ha recibido.
—Gracias.
—Sus
padres… Bueno, sus padres tengo registros de ellos aunque llegando a un
determinado tiempo hacia atrás pierdo pisada.
—Uhmm,
muy extraño. Siempre han llevado una vida muy tranquila.
—Quizás
sea eso. Nobles ciudadanos que no se han metido nunca en problemas.
—Eso
es verdad. Mis padres aman la simpleza y la vida sencilla. Se han dedicado a
darnos una educación excelente y por supuesto una vida holgada.
—Lo
sé. Sin embargo preferiría que todo lo que se descubra permanezca en secreto
entre nosotros.
—Así
será, General.
—Llámeme
Igor.
—Con
gusto. Entonces, llámeme Natasha.
—Encantado
Natasha. Estoy seguro que llegaremos lejos.
—No
me cabe duda.
—Ahora…
Una pregunta y disculpe mi ignorancia. ¿Por qué el Cenozoico?
—Porque
se produce un descenso significativo de los mares. Explicaría la especie marina
petrificada.
—Uhm…
Ya veo… ¿En el Mioceno aparecen los grandes simios y se separa la especie del
Homininos?
—Está
en lo cierto, pero sólo en la etapa final. Muchas zonas de relieve ruso forman
parte de una antigua glaciación, como las grandes zonas pantanosas al sudeste
de Moscú. La última glaciación ocurrió hace doce mil años aproximadamente y
evitaba el drenaje. Pero no olvidemos General que el Gobierno implementó la
construcción de embalses para equilibrar la sequía y las inundaciones de la
llanura. El terreno fue modificado.
—Es
verdad. Bien… La dejo descansar y la libero para que pueda desarrollar alguna
teoría sobre el hallazgo. En absoluta confidencialidad trasladaremos la extraña
especie al laboratorio en este mismo edificio. Será un gusto tener que verla a
menudo por aquí.
Sonreí.
—El
gusto será mío.
Abrió
el cajón y extrajo una tarjeta magnética. Me la entregó.
—¿Con
esta tarjeta podré entrar?
—Oh
no. Esta tarjeta le permitirá sólo ingresar a la oficina de planta baja, sector
izquierdo. Es la única puerta. Allí le tomarán su huella digital y datos, de
esa forma usted podrá ingresar al edificio y a las oficinas exclusivas para el
tema científico. También voy a solicitarle que no abandone Rusia mientras dure
la investigación y si cambia su número de móvil por favor, téngame al tanto.
—Perfecto.
Me
puse de pie y él me imitó extendiendo la mano para saludar.
La
estreché sonriendo.
—Un
gusto Igor, nos veremos.
—Así
lo espero. Sólo quiero confesarle que hablar frente a usted, con tan poca
proximidad, ha sido una tarea más difícil que defender los muros del Kremlin.
Es usted… Bellísima. Desconcentra a cualquier hombre.
Volví
a sonreír.
—Es
muy galante. Que tenga buenos días.
………………………………………………………………………………………………
Habiendo
cumplido los requisitos sobre mi identificación y no ignorando que hasta mi
móvil rastrearían, me acerqué a un puesto de periódicos. Sin perder tiempo
compré una revista y le pedí si me prestaba el móvil para una llamada. El chico
que no tendría más de veinte años me miró con ojos de enamorado y tartamudeó
extendiendo su móvil con un “claro aquí lo tienes”.
No
podía perder tiempo. En poco ya quedaría desconectada del mundo hasta de mi
familia, salvo para hablar de temas triviales como cualquier humano. El
problema que debía tenerlo en alerta.
Marqué
el número de Anouk y aguardé que atendiera…
—Anouk,
escucha sin interrumpirme.
“¿Natasha?”
—Sí,
necesito el número de Liz. Urgente. Te llamé porque eras la única que podría
tenerlo.
“No
te metas en problemas, Natasha. Ellos están juntos y…”
—Anouk,
dije que te calles, escucha, es muy grave. Necesito el número de ella, ¿lo
tienes o no?
“Sí,
y el de Marin. Anota.”
—Dímelo,
tengo buena memoria.
“Vale.
Aguarda”.
—Apresúrate.
Anouk
tardó muy poco tiempo en buscar en contactos el número de Liz y lo repitió dos
veces. Memoricé dígito por dígito.
—Gracias
Anouk. Escucha, dile a papá que el gobierno controlará mis pasos. Que no se
asuste es sólo por el proyecto de investigación. Sin embargo ya no podremos
hablar con libertad. ¿Tú entiendes?
“No
soy tonta, Natasha”.
—Vale,
cuídate. Ya me contarás tus cosas. Debo cortar.
“Okay.
Beso”.
Rápidamente
marqué el número de Liz…
El
contestador se escuchó y creí morir. Corté la llamada con temor de que si
dejaba el mensaje alguien cerca de ella podría escucharlo. Giré y observé al
chico de los periódicos. Hablaba con una señora sobre las noticias mientras
esta pagaba su compra.
Mierda…
Si intentaba otra vez…
El
móvil vibró en mi mano…
Liz…
“Perdón,
tengo una llamada perdida y…”
—Hola
Liz, soy Natasha.
“¿Natasha?
—Sí,
escucha, seré breve. Lenya corre peligro.
“¿Qué?”
—Se
ha enterado quien ha sido el asesino de su madre, escucha… Buscará venganza… La
cuestión es que a quien enfrentará… es… Es uno de los nuestros, más poderoso,
mucho más. ¿Entiendes?
“Pero
–tartamudeó—. ¿Qué podría hacer yo? No soy como ustedes”.
—Nada
y todo. No podrás en fuerza pero debes convencerlo que no lo haga, por favor.
Liz… Él no sobrevivirá.
El
silencio quedo suspendido entre las dos… Finalmente respondió.
“Okay,
okay”. Balbuceó.
—¿Podrás
viajar a Kirkenes?
Presentí
que dudaba.
—Por
favor, esto no es un juego, ni una broma.
“Entiendo,
lo haré”.
—Gracias.
“Gracias
a ti.”
Corté
la comunicación, borré las llamadas, y me acerqué al chico sonriendo.
—Has
sido tan amable. Quizás un día de estos podríamos salir, tomar algo. ¿Qué
dices?
—Oh
siii.
Me
acerqué y extendí el móvil.
—Gracias…
¿Tú nombre?
—Roby.
—Roby,
sabré como pagarte este gran favor.
Guiñé
un ojo y acaricié su mano disimuladamente al entregar el móvil
Rio
tontamente y el color rojo tiñó sus mejillas.
Yo
era así, eso producía en los hombres. Aunque con respecto al General suponía
que no iba hacerme tan fácil.
Liz.
Junto
a la cama de Drank corté la llamada y lo miré. Mi amigo que se notaba un poco
recuperado de la descompensación motivo por el cual dejó atrás el coma
inducido, me miró sin entender porque mi rostro había pasado del color normal
al pálido en cuestión de segundos.
Me
acerqué a la cama y cogí su mano entre las mías.
—¿Qué
ocurrió? —dijo con voz apenas audible—. ¿Por qué te has puesto así?
Bajé
la vista mientras mi pulgar acariciaba sus dedos huesudos.
—Debo
irme a Kirkenes.
No
dijo nada. Ni, ¡qué pena! Ni, ¡me da lo mismo! Sabía que la idea de separarse
de mí en estos momentos no era una garantía que volviéramos a vernos. Eso me
dolía. Pero que podía hacer. Lenya corría peligro y yo debía convencerlo que no
buscara venganza solo. Agravar, no había escuchado ese nombre en la mansión…
¿Sería del tiempo de Adrien y los vampiros antiguos?
Sonreí.
—¿Te
portarás bien? Le diré a Nina que no te deje mientras George no se encuentre a
tu lado.
—No
exageres, Liz. Lo que tiene que ocurrirme, pasará con o sin compañía.
Tragué
saliva.
—No
quiero que te quedes solo.
—Lo
sé… —cerró los ojos, retiró su mano de la mía, y dándome la espalda recostó la
cabeza de perfil como si fuera a dormir. Cuestión que no creía.
Drank
dormía muy poco. En parte así lo había decidido. No quería demasiadas drogas
que lo doparan y lo mantuvieran inconsciente, aunque eso significara más dolor.
—Ve
tranquila.
De
pronto recordé la chica que había asegurado ser hermana de Drank, hija
ilegítima de George.
¿Por
qué siempre la vida me ponía a prueba de decisiones límites? ¿Qué debía hacer?
¿Hablarle sobre el encuentro con su supuesta media hermana o partir a Kirkenes
llevándome el secreto? ¿Y si al regresar Drank ya no…? No quise ni pensarlo
abiertamente. Sin embargo la posibilidad era muy grande.
—Drank
–murmuré.
No
giró la cabeza para mirarme y se mantuvo callado. ¿Estaría enojado por mi
partida?
Rodee
la cama lentamente hasta poder ver su rostro.
Sus
ojos estaban cerrados y su mandíbula apretada. Las manos debajo de la almohada
y había arrollado su cuerpo pegando las rodillas contra el pecho… Una lágrima
recorrió su mejilla silenciosamente.
Me
apresuré a sentarme en la cama y cogí su mano con firmeza.
—Es
urgente de lo contrario no viajaría a Kirkenes. Sé que piensas que no nos
veremos más pero te equivocas. Estaré aquí muy pronto.
La
amargura y la tristeza por no creer en mis propias palabras subieron como hiel
amarga por la garganta. Mis lágrimas llenaron mis ojos tapé mi cara con las
manos y rompí en llanto.
Percibí
el colchón ceder y el edredón hacerse a un lado. Dos brazos me rodearon y me
atrajeron a ese pecho sobre el que tantas veces había dormido.
—Perdóname
Liz. Fui egoísta.
¿Perdón?
Perdón era lo último que tendría que pedir él por la desgraciada vida que le
había tocado con ese horrendo final que no se merecía. Aunque nadie se lo
merecía… ¿Pero justo él? No lo llamaría egoísta a lo que intentaba hacer, eso
de convencerme que no partiera. Yo lo llamaría aferrarse a lo único que lo
haría feliz si en un fatal instante tuviera que partir.
Lloré,
lloré a mares. Ya no importaba si debía simular, no tenía sentido. Él debía
saber que no deseaba irme si no hubiese sido por algo tan delicado como
intentar que Lenya no muriera. Entonces… me quedaría sin los dos grandes amores
de mi vida.
Apartó
mi cara y limpió mis lágrimas. Sus ojos azules me recorrieron con ternura.
—¿Me
perdonas?
Negué
con la cabeza repetidas veces mientras le tomaba las manos.
—No
tengo nada que perdonarte. Yo también quiero quedarme. Es que… Lenya… Lenya se
meterá en un lío y…
—¿Y
tú lo evitarás? –sonrió con los ojos húmedos—. No me extraña. Debe estar loco
por ti.
Sonreí
con pena.
—Tonto…
Esto es delicado pero ya te contaré cuando regrese.
Nuestros
ojos se encontraron.
—Por
supuesto, cuando regreses me contarás.
La
pregunta floto entre los dos sin siquiera mencionarla…
¿Estaría
él para escuchar mi relato cuando yo regresara? Nadie lo sabía.
La
imagen de un padre destrozado por la muerte de su hijo me hizo recordar el
secreto de George.
Me
separé y sequé las lágrimas de él y mías.
—Escucha,
debo contarte algo… Es sobre tu padre… Pero pueden ser habladurías y alguna
confusión…
—¿De
qué hablas, Liz?
—Hace
unos días, bueno bastantes días, me encontré con esa chica que dijiste ha
venido a verte.
—¿Quién?
—Esa
chica que se acerca y no te habla.
—Ah,
la misteriosa.
—Sí…
Logré interceptarla y preguntarle quien es y porqué viene a verte.
—¿Qué
te dijo?
—Ehm…
Bueno yo creo que está equivocada quizás y…
—¿Qué
te dijo, Liz?
—¡Ya
te digo! Aguarda que busco las palabras acordes para que no te tome de
sorpresa.
Sonrió.
—Liz,
lo que falta es que digas que hay una hermana no reconocida por ahí.
—Ah
ah, eso iba a decirte.
Se
sentó erguido y me miró con cara de descabellado.
—¿Estás
loca, Liz? No creas nada. Mi padre jamás ha tenido hijos por ahí.
Asentí
con la cabeza.
—Eso
pensé.
Rio.
—Ay
Dios mío, cada loca que inventa cosas para llamar la atención. ¿Qué buscará?
Encogí
los hombros.
Después
de quedar pensativo me miró fijo.
—¿Y
tú que piensas?
—Bueno,
yo… No sé. George es hombre y pueden pasar muchas cosas si le ha gustado una
mujer a lo largo de su vida aunque haya estado casado.
—Noo,
no Liz, mi padre no es de “esos”.
—Claro,
no te preocupes. Ahora recuéstate.
—Ya
te irás, ¿verdad?
Un
chispazo de angustia cruzó su mirada azul.
Bajé
la cabeza.
—Debo
irme cuanto antes. Prometo solucionar el tema y regresar apenas pueda.
—Sí,
sí, es lo que debes hacer. Te entiendo. Se trata de Lenya.
Sabía
que pronunciar el nombre de su acérrimo rival en el amor no era grato para
Drank. Sin embargo más difícil era hacerse la idea de mi ausencia quien sabe
hasta cuándo.
Me
puse de pie y arreglé el suéter fingiendo naturalidad. Cogí el abrigo y el
pequeño bolso y sonreí. Si no me iba rápido nunca lo lograría.
Iba
acercarme a darle un beso pero él inmediatamente a duras penas se puso de pie
junto a la cama. En pocas semanas el pantalón pijama le quedaba flojo. Habíamos
cambiado varios talles en meses…
—¿Dónde
crees que vas?
Sonrió.
—A
ningún lado, Liz. Sólo quiero abrazarte y despedirte de pie. No quiero que
tirado en una cama sea la visión con la que te vayas.
Mis
lágrimas volvieron a humedecer mis ojos. Me acerqué…
Drank
extendió los brazos y nos fundimos en ese cálido saludo que esperaba no fuera
el último.
Acaricié
su espalda mientras me apretaba a él.
Quería
llevarme su aroma, su voz, su calor al abrazarme. Llevármelo para siempre en la
memoria.
Me
separé y lo miré a los ojos.
—¡Escúchame
bien! Prométeme que nos veremos otra vez.
Sonrió
y acarició mi mejilla.
—No
sólo te prometo que nos volveremos a ver, sino que esperaré para abrazarte de
pie, como hoy.
Nos
abrazamos una vez más.
No
esperé a que él volviera a la cama. Así quería que lo contemplara y así lo
hice, hasta que al coger el pasillo alzó la mano como saludo y lo perdí de
vista.
Salí
de Terapia intensiva y caminé apresurada. Mis pies debían alejarme lo que
pudieran para que no hubiera posibilidad de que Drank escuchara mi llanto. Al
llegar al final del pasillo junto al ascensor, me recosté en la pared con la
mano en la boca, apretando fuerte para que mis gritos de dolor atrapados en el
pecho no salieran con la potencia que debían.
Nina
salió del ascensor cuando yo resbalaba por la pared hasta quedar sentada en el
suelo.
Al
verme llorando su rostro se descompuso. Me apresuré en medio del llanto a
explicar que Drank no nos había dejado, que era yo la que debía partir lejos
por unos días, quizás una semana… No sabría bien.
Ella
se compadeció y de rodillas en el suelo me abrazó.
—¡Prométeme
que no lo dejarás solo ni un minuto! –lloré.
Uy me dio penita el final del capítulo espero que Drank resista la ausencia de Liz.
ResponderEliminar¡Hola Ju! Sí, sería lo ideal. Veremos que pasa y en qué momento verá a Liz. Besotes reina, muchas gracias.
EliminarMe ha parecido muy interesante ese fósil encontrado... una sirena con colmillos
ResponderEliminarYo creo que Natasha ha demostrado querer mucho a Lenya al llamar a Liz
Y a pesar de que Drank está muy mal, Liz se va hacia Kirkenes... muy apenada y desgarrada por su amigo, pero se va
Entiendo que se vaya... ella ama a Lenya y saber que está en peligro es superior al resto
Drank no ha creído que la chica misteriosa es su hermana, yo sí me lo creo
La verdad es que la despedida entre Drank y Liz ha sido muy emotiva... muy bien plasmada
Me han encantado los dos capítulos que has publicado, y te felicito muy sinceramente
Besos
¡Hola Mela! El fósil encontrado es la punto del ovillo del cuarto libro, hay que esperar. Natasha hace tiempo que ha renunciado y con dignidad. Es una Gólubev y lo demuestra a cada momento.
EliminarLiz no podía hacer otra cosa. Es el amor de su vida y teme por él. Ya ha hecho mucho por Drank aunque siente que lo abandona.
Drank no creyó, me late que pronto lo hará. Muchas gracias amiga y me alegro que te haya gustado.
Oh que a Lenya no le pase nada y que Liz lo pueda convencer, una despedida triste entre ella y Drank pero si se van a volver a ver no hay duda de eso...un descubrimiento bien extraño esta investigando Natasha, gracias Lou por el capitulo doble!!
ResponderEliminar¡Hola Lauri! Lenya corre un gran peligro y mi pluma está pendiente de ese encuentro con Agravar, quizás no esté sólo para enfrentarlo, veremos. El descubrimiento es parte de la trama, sólo parte de Iris púrpura, cuarto libro. Ya muero por escibirlo y que sepan sobre él. Un besazo mi niña y gracias
Eliminarhola LOU, de vuelta emocionado con tus capítulos, escribes muy bien, felicidades,,,saludos.-
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