martes, 24 de mayo de 2016

¡Hola otra vez! Muy inspirada últimamente.
Chicos quiero reiterar que he subido dos capis juntos el 65 y el 66. Así que antes de leer éste no olvide pasar por la entrada antigua. Ahora si.... Natasha,  un pedido especial a alguien especial... y esa despedida de Lz y Drak que duele tanto. ¿Volverán a verse?
Besos y gracias por acompañarme.

Capítulo 66.
El principio del fin.

Natasha.

Camino al norte del río Kola, Lenya y yo recorríamos en el coche el último tramo que nos llevaría al hallazgo. Después de corroborar lo que ya había visto hacía tres días, debía avisar a las autoridades rusas y era lo que más me preocupaba. ¿Qué ocurriría después que Lenya viera el descubrimiento y se sintiera tan asombrado y descolocado como yo? ¿Qué quedaba por hacer si el Estado no mantenía la palabra de que la investigación genética a mi cargo siguiera siendo un secreto? De todas formas, ya no había opción. Había abierto la caja de Pandora… Para bien o para mal.

Desvié la vista de la ventanilla cuando escuché la pregunta de mi bello y masculino acompañante.
—¿Quién finalmente tiene la razón? ¿Mendel, Morgan, Dobzhansky, o Huxley?
—Ninguno, lo sabes bien. Por el hecho que no estaríamos aquí, pisando la tierra. O quizás un poco de todas las teorías.
Sonrió mientras tomaba la próxima curva hacia el río.
—¿Es por aquí?
—Sí, dos kilómetros más.
Hubo un silencio breve, después continué.
—Creo que después de este hallazgo me avocaré al estudio profundo de la genética evolutiva, pero sobre todo a la mutación genética aleatoria.
—Ardo de curiosidad por verlo con mis ojos. ¿Has dicho que no es un fósil humano?
—No lo es. Está petrificado en una gran roca a decenas de metros de la superficie. Seguramente el mar llegaba hasta allí.
—¿Por qué el mar?
—Ya entenderás. Tienes que verlo.
No me era fácil viajar de copiloto del que hasta hace poco había compartido mi cama y llenado mi corazón. Su aroma, su voz, el breve contacto de su cuerpo al abrazarnos y saludarnos como viejos amigos, sin embargo como buena profesional traté de llevar mis pensamientos a la tarea científica. Repito… no fue fácil.
El sol débil primaveral entibiaba el paisaje urbano. Con un color naranja pálido el cielo se abría en el horizonte para dejar surgir el sol adelantando el día maravilloso para los humanos. Para nosotros los vampiros, significaba más protector solar, aunque ya me había acostumbrado a ello.
Cuántos años estudiando con la sola idea de poder darles a mi familia y a los Craig la gran respuesta a tantos interrogantes de nuestra raza. ¿A qué precio? Aún no lo sabía. Esperaba inventar una teoría que mantuviera al Estado ruso si bien satisfecho por el apoyo tanto económico y moral que me había sabido dar al comenzar esta locura, como así también se mantuviera con pocas ganas de continuar profundizado sobre el extraño hallazgo. Era improbable y casi imposible que mi deseo se cumpliera. Pero lo iba a intentar. Yo era Natasha Gólubev y resurgía de todo… hasta de la pérdida de un gran amor.
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Poco recorrimos a pie después de estacionar a un lado de la carretera. Las fosas cavadas podían verse de lejos. Había una principalmente que me interesaba bajar con Lenya. La fosa del hallazgo.
Bajamos con cuidado sorteando las cintas que mantenían a todo ojo curioso y ajeno al equipo de investigación, lejos de la verdad. Porque las teorías eran teorías compuestas por hipótesis de cerebros inteligentes, sin embargo esto no se trataba de algo inmaterial o un resultado de fórmulas… El fósil encontrando era una realidad tan palpable como cualquier objeto.
Lenya llegó junto a mí a las profundidades bajando por una escalera improvisada que usaban los pocos empleados que había contratado el Estado. Todos con un contrato de confidencialidad riguroso tan estricto que no habría multa ni prisión para aquél que no lo cumplía, lo sabía. Simplemente no vivirías para contarlo.
Lenya tenía el privilegio de poder visualizar el hallazgo. Mi excusa fue que él era el hombre que había prestado esa cantidad importante de dinero para que yo comenzara la investigación. Había sido su condición la cual el Estado accedió. Para ellos seguía siendo Mijaíl Antonov. El mismo que había ayudado al gobierno a encontrar el torpedo en las profundidades exactas del mar.
Por eso había recurrido a Lenya y no al mismo Sebastien Craig.
Lenya se inclinó ante mi señal y levantó lentamente la cubertura de hule que escondía el fósil.
Sus ojos se clavaron fijos al principio para después recorrer atónito centímetro por centímetro. Mudo permaneció un buen rato, inmóvil. No sabía lo que pasaría por su cabeza, quizás lo mismo que a mí cuando observé el hallazgo por primera vez.
Levantó la cabeza y me miró.
Me acerqué a su lado. Nuevamente recorrí el fósil por novena vez con la mirada.
En los estratos de hace miles de años habían quedado grabados marcas de su cabello largo, dos brazos con manos difusas, dos piernas que terminaban en dedos casi unidos. Tres exactamente. Pero lo más llamativo de su perfil grabado en la roca Calipso, eran sus colmillos largos que terminaban en punta.
Lenya acercó sus dedos con delicadeza y quitó parte del polvo milenario a la altura de los pies… Membranas… Aparentemente, membranas.
—Es… una especie de… sirena –murmuró.
—Sí, con colmillos.
Lenya observó alrededor a los dos hombres que mordían un sándwich a varios metros de nosotros y conversaban entre ellos entretenidos.
Se puso de pie y susurró.
—Entonces… el origen del hombre se ramifica. Genética combinada entre el humano y el lobo… Los murciélagos o la especie similar y el humano, y ahora… los humanos y los seres del mar. Encuadra todo.
—¿Creías que tu origen vendría del infierno? –sonreí.
—No… Pero verlo parte de lo que pudo ser el nacimiento de mi raza es conmovedor. ¿Dónde ubicaría a mi padre? ¿En qué momento de la edad de la tierra?
—Eso ya lo descubriremos. Lo importante es que al encontrar esta prueba puedo trabajar en ella. Sus genes… ¿Por qué tanta incógnita en nuestra raza?
—Ahora, ¿qué dirás al gobierno?
—Tengo tiempo. Algo se me ocurrirá… ¿Me ayudarás a investigar aunque no seas un científico?
Bajó la cabeza para después mirarme apenado.
—No Natasha, por un tiempo no volveré.
—Entiendo… Liz…
—No es Liz –interrumpió—. He desenterrado a mi madre.
Arquee la ceja.
—Trasladarás sus restos a las cumbres. Después de todo ella y Adrien deberían descansar allí, junto a Bera.
—No… Bianca vio su muerte.
Abrí los ojos asombrada.
—Es su don. Puede ver como los seres dejaron de existir violentamente con sólo tocar sus restos.
—Oh… Cielos…
—Ella vio al asesino.
—¿Quién es? –pregunté desbordada ante tamaña información.
—Agravar es su nombre.
—Agravar… —murmuré—. Mi hermano lo mencionó varias veces cuando se dedicaba a estudiar teología y los seres que pisaron este mundo. Agravar era un vampiro peligroso con el mismo poder de Adrien.
—No era, es –dijo con un brillo en la mirada.
—¿Está vivo?
—Sí. Y voy a dedicarme a encontrarlo y hacerle pagar lo que hizo.
—Yo… Te entiendo.
—No,no entiendes lo que pasa dentro de mí. Quiero verlo entre mis manos suplicar clemencia mientras lo mato lentamente.
Suspiré. Era normal que un hijo quisiera vengar la muerte de su madre pero… Agravar era un enemigo poderoso y fue mi impulso sentir miedo por Lenya, terror diría yo.
—Doctora Gólubev.
Alcé la vista unos cuantos metros sobre mí, hacia la escalera.
—Dígame.
—El General ha llegado. Le urge hablar con usted.
—¿Podrás con ellos? –preguntó Lenya.
Lo miré a los ojos y sonreí.
—Claro, podré.
—Entonces, nos despediremos aquí. Regresaré a Kirkenes y le diré a Sebastien lo que vi.Dejaré el coche que alquilé en la puerta de tu edificio, cogeré un taxi hasta el aeropuerto. Suerte.
—La suerte la necesitas tú.
Acarició mi mejilla y sonrió.
—Adiós Natasha.
—Adiós no –me apresuré a decir con lágrimas en los ojos—. Prométeme que será un “hasta luego”.
Pero él no contestó.
Él nunca prometería algo que quizás no podría cumplir.
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Después de que el General Losovich bajara a comprobar lo desenterrado e intercambiáramos unas pocas palabras, ambos nos dirigimos a la calle Vozdvizhenka, a una oficina privada del edificio de Defensa de la Federación de Rusia. Una vez allí despidió a los dos oficiales que cuidaban la puerta, me ofreció un vodka del bar, y se sentó frente a mí en un amplio y lujoso escritorio de cedro.
Se recostó en el alto respaldo de su sillón verde musgo que hacía juego con la alfombra y juntó sus dedos a la altura de la boca. Quedó pensativo unos instantes mientras yo bebía delicadamente de mi vodca.
—Señorita Gólubev.
Lo miré fijo.
—¿General?
—¿Qué opina de este hallazgo tan… particular?
—¿Se refiere a la especie del mar, con colmillos?
—Sí… ¿Usted cree que podría haber más?
Deposité el vaso sobre una carpeta pequeña de cuero. El General tendría unos cuarenta y tantos años de edad. Cabello oscuro salpicado de canas y ojos profundos. Sonrisa abierta y si no fuera por su uniforme sería un hombre amable y tierno, sin llevar a sus espaldas la rigidez de su carrera de Ejército.
—Para ser sincera estoy tan sorprendida como usted –contesté.
Me recosté en el respaldo de mi sillón y fingí estar pensativa.
—¿De qué tiempo cree que podría ser? –preguntó.
—A simple vista, aunque tendría que profundizar mi conocimiento, se trataría del Mioceno, cuarta época de la era Cenozoica. Le repito, mis estudios encierran biología y genética. Podría consultarlo con mi hermano. Es teólogo y ha cursado varios postgrados en antropología.
—No, preferiría no meter más personas en este proyecto de investigación.
—Como desee.
—Aunque, conozco a su hermano. No personalmente.
—¿De verdad?
—Sí, claro que sí. No olvide que cargo tengo en la Defensa. Sé todo sobre su familia.
Incliné el rostro, curiosa. Era una suerte que el General no leyera pensamientos porque de verdad sentí un leve temor de lo que iría a decirme.
—Los Gólubev son una familia de muy buena posición. Mijaíl empresario dedicado al negocio del petróleo, la señora Sasha, ama de casa. Cinco hijos, Ivan, usted, señorita Natasha, Dimitri, Svetlana, y la menor, Anouk.
—¡Qué bien, General! No me extraña, conozco cómo se maneja el Gobierno.
—Sí, somos muy estrictos. Se imaginará que no puedo dejar nada al azar en un emprendimiento como este.
—Estoy de acuerdo… Y… ¿Ha encontrado algo interesante?
Me miró y sonrió.
—¿Interesante? Sólo usted. Es brillante, sus notas en la Universidad son inmejorables dignas de las distinciones que ha recibido.
—Gracias.
—Sus padres… Bueno, sus padres tengo registros de ellos aunque llegando a un determinado tiempo hacia atrás pierdo pisada.
—Uhmm, muy extraño. Siempre han llevado una vida muy tranquila.
—Quizás sea eso. Nobles ciudadanos que no se han metido nunca en problemas.
—Eso es verdad. Mis padres aman la simpleza y la vida sencilla. Se han dedicado a darnos una educación excelente y por supuesto una vida holgada.
—Lo sé. Sin embargo preferiría que todo lo que se descubra permanezca en secreto entre nosotros.
—Así será, General.
—Llámeme Igor.
—Con gusto. Entonces, llámeme Natasha.
—Encantado Natasha. Estoy seguro que llegaremos lejos.
—No me cabe duda.
—Ahora… Una pregunta y disculpe mi ignorancia. ¿Por qué el Cenozoico?
—Porque se produce un descenso significativo de los mares. Explicaría la especie marina petrificada.
—Uhm… Ya veo… ¿En el Mioceno aparecen los grandes simios y se separa la especie del Homininos?
—Está en lo cierto, pero sólo en la etapa final. Muchas zonas de relieve ruso forman parte de una antigua glaciación, como las grandes zonas pantanosas al sudeste de Moscú. La última glaciación ocurrió hace doce mil años aproximadamente y evitaba el drenaje. Pero no olvidemos General que el Gobierno implementó la construcción de embalses para equilibrar la sequía y las inundaciones de la llanura. El terreno fue modificado.
—Es verdad. Bien… La dejo descansar y la libero para que pueda desarrollar alguna teoría sobre el hallazgo. En absoluta confidencialidad trasladaremos la extraña especie al laboratorio en este mismo edificio. Será un gusto tener que verla a menudo por aquí.
Sonreí.
—El gusto será mío.
Abrió el cajón y extrajo una tarjeta magnética. Me la entregó.
—¿Con esta tarjeta podré entrar?
—Oh no. Esta tarjeta le permitirá sólo ingresar a la oficina de planta baja, sector izquierdo. Es la única puerta. Allí le tomarán su huella digital y datos, de esa forma usted podrá ingresar al edificio y a las oficinas exclusivas para el tema científico. También voy a solicitarle que no abandone Rusia mientras dure la investigación y si cambia su número de móvil por favor, téngame al tanto.
—Perfecto.
Me puse de pie y él me imitó extendiendo la mano para saludar.
La estreché sonriendo.
—Un gusto Igor, nos veremos.
—Así lo espero. Sólo quiero confesarle que hablar frente a usted, con tan poca proximidad, ha sido una tarea más difícil que defender los muros del Kremlin. Es usted… Bellísima. Desconcentra a cualquier hombre.
Volví a sonreír.
—Es muy galante. Que tenga buenos días.
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Habiendo cumplido los requisitos sobre mi identificación y no ignorando que hasta mi móvil rastrearían, me acerqué a un puesto de periódicos. Sin perder tiempo compré una revista y le pedí si me prestaba el móvil para una llamada. El chico que no tendría más de veinte años me miró con ojos de enamorado y tartamudeó extendiendo su móvil con un “claro aquí lo tienes”.
No podía perder tiempo. En poco ya quedaría desconectada del mundo hasta de mi familia, salvo para hablar de temas triviales como cualquier humano. El problema que debía tenerlo en alerta.
Marqué el número de Anouk y aguardé que atendiera…
—Anouk, escucha sin interrumpirme.
“¿Natasha?”
—Sí, necesito el número de Liz. Urgente. Te llamé porque eras la única que podría tenerlo.
“No te metas en problemas, Natasha. Ellos están juntos y…”
—Anouk, dije que te calles, escucha, es muy grave. Necesito el número de ella, ¿lo tienes o no?
“Sí, y el de Marin. Anota.”
—Dímelo, tengo buena memoria.
“Vale. Aguarda”.
—Apresúrate.
Anouk tardó muy poco tiempo en buscar en contactos el número de Liz y lo repitió dos veces. Memoricé dígito por dígito.
—Gracias Anouk. Escucha, dile a papá que el gobierno controlará mis pasos. Que no se asuste es sólo por el proyecto de investigación. Sin embargo ya no podremos hablar con libertad. ¿Tú entiendes?
“No soy tonta, Natasha”.
—Vale, cuídate. Ya me contarás tus cosas. Debo cortar.
“Okay. Beso”.
Rápidamente marqué el número de Liz…
El contestador se escuchó y creí morir. Corté la llamada con temor de que si dejaba el mensaje alguien cerca de ella podría escucharlo. Giré y observé al chico de los periódicos. Hablaba con una señora sobre las noticias mientras esta pagaba su compra.
Mierda… Si intentaba otra vez…
El móvil vibró en mi mano…
Liz…
“Perdón, tengo una llamada perdida y…”
—Hola Liz, soy Natasha.
“¿Natasha?
—Sí, escucha, seré breve. Lenya corre peligro.
“¿Qué?”
—Se ha enterado quien ha sido el asesino de su madre, escucha… Buscará venganza… La cuestión es que a quien enfrentará… es… Es uno de los nuestros, más poderoso, mucho más. ¿Entiendes?
“Pero –tartamudeó—. ¿Qué podría hacer yo? No soy como ustedes”.
—Nada y todo. No podrás en fuerza pero debes convencerlo que no lo haga, por favor. Liz… Él no sobrevivirá.
El silencio quedo suspendido entre las dos… Finalmente respondió.
“Okay, okay”. Balbuceó.
—¿Podrás viajar a Kirkenes?
Presentí que dudaba.
—Por favor, esto no es un juego, ni una broma.
“Entiendo, lo haré”.
—Gracias.
“Gracias a ti.”
Corté la comunicación, borré las llamadas, y me acerqué al chico sonriendo.
—Has sido tan amable. Quizás un día de estos podríamos salir, tomar algo. ¿Qué dices?
—Oh siii.
Me acerqué y extendí el móvil.
—Gracias… ¿Tú nombre?
—Roby.
—Roby, sabré como pagarte este gran favor.
Guiñé un ojo y acaricié su mano disimuladamente al entregar el móvil
Rio tontamente y el color rojo tiñó sus mejillas.
Yo era así, eso producía en los hombres. Aunque con respecto al General suponía que no iba hacerme tan fácil.

Liz.
Junto a la cama de Drank corté la llamada y lo miré. Mi amigo que se notaba un poco recuperado de la descompensación motivo por el cual dejó atrás el coma inducido, me miró sin entender porque mi rostro había pasado del color normal al pálido en cuestión de segundos.
Me acerqué a la cama y cogí su mano entre las mías.
—¿Qué ocurrió? —dijo con voz apenas audible—. ¿Por qué te has puesto así?
Bajé la vista mientras mi pulgar acariciaba sus dedos huesudos.
—Debo irme a Kirkenes.
No dijo nada. Ni, ¡qué pena! Ni, ¡me da lo mismo! Sabía que la idea de separarse de mí en estos momentos no era una garantía que volviéramos a vernos. Eso me dolía. Pero que podía hacer. Lenya corría peligro y yo debía convencerlo que no buscara venganza solo. Agravar, no había escuchado ese nombre en la mansión… ¿Sería del tiempo de Adrien y los vampiros antiguos?
Sonreí.
—¿Te portarás bien? Le diré a Nina que no te deje mientras George no se encuentre a tu lado.
—No exageres, Liz. Lo que tiene que ocurrirme, pasará con o sin compañía.
Tragué saliva.
—No quiero que te quedes solo.
—Lo sé… —cerró los ojos, retiró su mano de la mía, y dándome la espalda recostó la cabeza de perfil como si fuera a dormir. Cuestión que no creía.
Drank dormía muy poco. En parte así lo había decidido. No quería demasiadas drogas que lo doparan y lo mantuvieran inconsciente, aunque eso significara más dolor.
—Ve tranquila.
De pronto recordé la chica que había asegurado ser hermana de Drank, hija ilegítima de George.
¿Por qué siempre la vida me ponía a prueba de decisiones límites? ¿Qué debía hacer? ¿Hablarle sobre el encuentro con su supuesta media hermana o partir a Kirkenes llevándome el secreto? ¿Y si al regresar Drank ya no…? No quise ni pensarlo abiertamente. Sin embargo la posibilidad era muy grande.
—Drank –murmuré.
No giró la cabeza para mirarme y se mantuvo callado. ¿Estaría enojado por mi partida?
Rodee la cama lentamente hasta poder ver su rostro.
Sus ojos estaban cerrados y su mandíbula apretada. Las manos debajo de la almohada y había arrollado su cuerpo pegando las rodillas contra el pecho… Una lágrima recorrió su mejilla silenciosamente.
Me apresuré a sentarme en la cama y cogí su mano con firmeza.
—Es urgente de lo contrario no viajaría a Kirkenes. Sé que piensas que no nos veremos más pero te equivocas. Estaré aquí muy pronto.
La amargura y la tristeza por no creer en mis propias palabras subieron como hiel amarga por la garganta. Mis lágrimas llenaron mis ojos tapé mi cara con las manos y rompí en llanto.
Percibí el colchón ceder y el edredón hacerse a un lado. Dos brazos me rodearon y me atrajeron a ese pecho sobre el que tantas veces había dormido.
—Perdóname Liz. Fui egoísta.
¿Perdón? Perdón era lo último que tendría que pedir él por la desgraciada vida que le había tocado con ese horrendo final que no se merecía. Aunque nadie se lo merecía… ¿Pero justo él? No lo llamaría egoísta a lo que intentaba hacer, eso de convencerme que no partiera. Yo lo llamaría aferrarse a lo único que lo haría feliz si en un fatal instante tuviera que partir.
Lloré, lloré a mares. Ya no importaba si debía simular, no tenía sentido. Él debía saber que no deseaba irme si no hubiese sido por algo tan delicado como intentar que Lenya no muriera. Entonces… me quedaría sin los dos grandes amores de mi vida.
Apartó mi cara y limpió mis lágrimas. Sus ojos azules me recorrieron con ternura.
—¿Me perdonas?
Negué con la cabeza repetidas veces mientras le tomaba las manos.
—No tengo nada que perdonarte. Yo también quiero quedarme. Es que… Lenya… Lenya se meterá en un lío y…
—¿Y tú lo evitarás? –sonrió con los ojos húmedos—. No me extraña. Debe estar loco por ti.
Sonreí con pena.
—Tonto… Esto es delicado pero ya te contaré cuando regrese.
Nuestros ojos se encontraron.
—Por supuesto, cuando regreses me contarás.
La pregunta floto entre los dos sin siquiera mencionarla…
¿Estaría él para escuchar mi relato cuando yo regresara? Nadie lo sabía.
La imagen de un padre destrozado por la muerte de su hijo me hizo recordar el secreto de George.
Me separé y sequé las lágrimas de él y mías.
—Escucha, debo contarte algo… Es sobre tu padre… Pero pueden ser habladurías y alguna confusión…
—¿De qué hablas, Liz?
—Hace unos días, bueno bastantes días, me encontré con esa chica que dijiste ha venido a verte.
—¿Quién?
—Esa chica que se acerca y no te habla.
—Ah, la misteriosa.
—Sí… Logré interceptarla y preguntarle quien es y porqué viene a verte.
—¿Qué te dijo?
—Ehm… Bueno yo creo que está equivocada quizás y…
—¿Qué te dijo, Liz?
—¡Ya te digo! Aguarda que busco las palabras acordes para que no te tome de sorpresa.
Sonrió.
—Liz, lo que falta es que digas que hay una hermana no reconocida por ahí.
—Ah ah, eso iba a decirte.
Se sentó erguido y me miró con cara de descabellado.
—¿Estás loca, Liz? No creas nada. Mi padre jamás ha tenido hijos por ahí.
Asentí con la cabeza.
—Eso pensé.
Rio.
—Ay Dios mío, cada loca que inventa cosas para llamar la atención. ¿Qué buscará?
Encogí los hombros.
Después de quedar pensativo me miró fijo.
—¿Y tú que piensas?
—Bueno, yo… No sé. George es hombre y pueden pasar muchas cosas si le ha gustado una mujer a lo largo de su vida aunque haya estado casado.
—Noo, no Liz, mi padre no es de “esos”.
—Claro, no te preocupes. Ahora recuéstate.
—Ya te irás, ¿verdad?
Un chispazo de angustia cruzó su mirada azul.
Bajé la cabeza.
—Debo irme cuanto antes. Prometo solucionar el tema y regresar apenas pueda.
—Sí, sí, es lo que debes hacer. Te entiendo. Se trata de Lenya.
Sabía que pronunciar el nombre de su acérrimo rival en el amor no era grato para Drank. Sin embargo más difícil era hacerse la idea de mi ausencia quien sabe hasta cuándo.
Me puse de pie y arreglé el suéter fingiendo naturalidad. Cogí el abrigo y el pequeño bolso y sonreí. Si no me iba rápido nunca lo lograría.
Iba acercarme a darle un beso pero él inmediatamente a duras penas se puso de pie junto a la cama. En pocas semanas el pantalón pijama le quedaba flojo. Habíamos cambiado varios talles en meses…
—¿Dónde crees que vas?
Sonrió.
—A ningún lado, Liz. Sólo quiero abrazarte y despedirte de pie. No quiero que tirado en una cama sea la visión con la que te vayas.
Mis lágrimas volvieron a humedecer mis ojos. Me acerqué…
Drank extendió los brazos y nos fundimos en ese cálido saludo que esperaba no fuera el último.
Acaricié su espalda mientras me apretaba a él.
Quería llevarme su aroma, su voz, su calor al abrazarme. Llevármelo para siempre en la memoria.
Me separé y lo miré a los ojos.
—¡Escúchame bien! Prométeme que nos veremos otra vez.
Sonrió y acarició mi mejilla.
—No sólo te prometo que nos volveremos a ver, sino que esperaré para abrazarte de pie, como hoy.
Nos abrazamos una vez más.
No esperé a que él volviera a la cama. Así quería que lo contemplara y así lo hice, hasta que al coger el pasillo alzó la mano como saludo y lo perdí de vista.
Salí de Terapia intensiva y caminé apresurada. Mis pies debían alejarme lo que pudieran para que no hubiera posibilidad de que Drank escuchara mi llanto. Al llegar al final del pasillo junto al ascensor, me recosté en la pared con la mano en la boca, apretando fuerte para que mis gritos de dolor atrapados en el pecho no salieran con la potencia que debían.
Nina salió del ascensor cuando yo resbalaba por la pared hasta quedar sentada en el suelo.
Al verme llorando su rostro se descompuso. Me apresuré en medio del llanto a explicar que Drank no nos había dejado, que era yo la que debía partir lejos por unos días, quizás una semana… No sabría bien.
Ella se compadeció y de rodillas en el suelo me abrazó.
—¡Prométeme que no lo dejarás solo ni un minuto! –lloré.
—Te lo prometo. Puedes ir tranquila.









7 comentarios:

  1. Uy me dio penita el final del capítulo espero que Drank resista la ausencia de Liz.

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    1. ¡Hola Ju! Sí, sería lo ideal. Veremos que pasa y en qué momento verá a Liz. Besotes reina, muchas gracias.

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  2. Me ha parecido muy interesante ese fósil encontrado... una sirena con colmillos
    Yo creo que Natasha ha demostrado querer mucho a Lenya al llamar a Liz
    Y a pesar de que Drank está muy mal, Liz se va hacia Kirkenes... muy apenada y desgarrada por su amigo, pero se va
    Entiendo que se vaya... ella ama a Lenya y saber que está en peligro es superior al resto
    Drank no ha creído que la chica misteriosa es su hermana, yo sí me lo creo
    La verdad es que la despedida entre Drank y Liz ha sido muy emotiva... muy bien plasmada
    Me han encantado los dos capítulos que has publicado, y te felicito muy sinceramente
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! El fósil encontrado es la punto del ovillo del cuarto libro, hay que esperar. Natasha hace tiempo que ha renunciado y con dignidad. Es una Gólubev y lo demuestra a cada momento.
      Liz no podía hacer otra cosa. Es el amor de su vida y teme por él. Ya ha hecho mucho por Drank aunque siente que lo abandona.
      Drank no creyó, me late que pronto lo hará. Muchas gracias amiga y me alegro que te haya gustado.

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  3. Oh que a Lenya no le pase nada y que Liz lo pueda convencer, una despedida triste entre ella y Drank pero si se van a volver a ver no hay duda de eso...un descubrimiento bien extraño esta investigando Natasha, gracias Lou por el capitulo doble!!

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    1. ¡Hola Lauri! Lenya corre un gran peligro y mi pluma está pendiente de ese encuentro con Agravar, quizás no esté sólo para enfrentarlo, veremos. El descubrimiento es parte de la trama, sólo parte de Iris púrpura, cuarto libro. Ya muero por escibirlo y que sepan sobre él. Un besazo mi niña y gracias

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  4. hola LOU, de vuelta emocionado con tus capítulos, escribes muy bien, felicidades,,,saludos.-

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