martes, 24 de mayo de 2016

¡Hola chicos! Por acercarse el final y sé que están ansiosos, he subido dos capis. El 65 y el 66.
No se olvide de leerlo en orden por eso hago esa distinción.
Charle intentará convencer a Scarlet hurgando en su corazón. Douglas enfadado, por supuesto se trata de la tristeza de su padre. Cada paso mis queridos lectores es una importante revelación. Cuenta regresiva para los Craig, y para mi breve descanso. Sé que los extrañaré mucho.
Besos, disfrute ambos capis.

Capítulo 65
A corazón abierto.


Douglas.
Mi moto rugió por la carretera que me llevaba al centro de Kirkenes. Los cipreses y coníferas al costado de la ruta con sus copas de colores ocres y dorados quedaban atrás con una rapidez extraordinaria. ¿Qué si excedía la velocidad? Posiblemente. Sin embargo la causa lo meritaba. El pecho agitado por la rabia y la confusión, los músculos contraídos por la furia, mis puños cerrados con fuerza sobre el manubrio, y mis ojos, seguramente brillosos y más claros que lo común.

¿Por qué los Craig no teníamos paz? La muerte de mi abuelo, mi desaparición y siguiente metida de pata, la mentira de Numa, la muerte de Lucila, Bianca y la inundación, y ahora… Y ahora esto. ¿No era mucho para una familia que trataba por todos los medios de vivir normal? Estaba de acuerdo con que parte de los conflictos habían surgido por mi carácter terco y mis caprichos. Pero ya no más. Con diecinueve años era hora que madurara y enfrentara los problemas que siempre se hacían cargo otros. Aunque en el amor continuara con mis conflictos y mi arraigo por ese amor enfermizo por Clelia, mi familia era sagrada, intocable.

Las luces de la ciudad fueron apagándose de a poco dando lugar a la escasa luz natural del otoño. Muchos dormirían en sus casas y otros habrían salido de ellas para comenzar la jornada de trabajo. Las casitas de colores vivos y dos plantas fueron apareciendo con más frecuencia hasta que se convirtieron en líneas sin espacio intermedio. Las manzanas que rodeaban el centro daban una vista alegre y jovial con sus viviendas. Nadie diría que también habitaban familias compuestas por personas mayores y hasta ancianos. La variada paleta de colores en las construcciones venía de una tradición, lo había estudiado en los primeros cursos. Hace muchos años, las familias adineradas pintaban sus paredes con una pintura cara que venía del sur. En la gama de colores no había mucha opción sino que llegaba en amarillo. La otra opción la tenían los pobladores que no poseían mucho dinero, se conformaban con el rojo. Así fueron pintadas desde el principio. El resto de colores fue agregándose con el tiempo. Los colores favorecían en la época invernal para poder identificar las viviendas de la nieve.
Agradecía a la vida poder contemplar las bellezas tanto naturales como las hechas por el hombre. Tenía vista y un mundo nuevo se me había abierto desde aquel junio donde me operaron. Fue una gran alegría poder ver por donde pisaba. La forma de los objetos que tocaba más allá del tacto. Los paisajes a través de mi ventana con sol, con tormenta, o nocturnos. Ya no contaba sólo con el oído para saber que una tormenta se avecinaba o los animales con sus sonidos característicos retornarían a sus madrigueras y nidos por la caída del anochecer. Ya no… También me sentía dichoso porque podía distinguir los rostros de mis seres queridos y no sólo escuchar el timbre de su voz.
Lamentaba no haber conocido los rasgos de mi abuelo. Charles siempre dice que Lenya y mi padre tienen mucho de él. ¿Pero en qué proporciones? Nunca lo sabría.
Sin embargo las facciones de mi padre sí. Estaba feliz por esa oportunidad que me daba el destino. Tenía rasgos suavizados salvo cuando se enfadaba, entonces su rostro endurecía, sus ojos gris oscuro se aclaraban como la plata, y su cuerpo parecía aumentar volumen debido a la fuerza de sus músculos. Ahora… No sabría decir como toda esa potencia y fortaleza se había apagado. La tristeza en los vampiros era mortal y lo estaba…
Invadido por los recuerdos aceleré haciendo rugir la moto mientras me acercaba a pasos agigantados al centro de Kirkenes, más exacto, al hotel “La manada”.
Cuando estacioné prácticamente tirando la moto a un costado de la entrada, avancé por el hall. ¡Gracias dioses del Olimpo! Camile no estaba en su puesto de trabajo. En su lugar había otra chica de cabello castaño que anotaba en un libro, muy concentrada, los datos que estaría dándole la pareja de turistas.
Me acerqué al mostrador y después de mis “buenos días” formal pregunté por la señorita Scarlet Craig. Ella levantó la vista y respondió, “no se encuentra, señor”. Dije que la esperaría y señaló con la punta del bolígrafo el conjunto de sofás del hall y siguió haciéndole preguntas a los extranjeros.
La verdad que viéndolo así no sabía si prefería que hubiera estado la densa de Camile y me comiera la boca a que la chica ésta me ignorara por completo. Al menos hubiera obtenido más información.
Me senté resignado en uno de los sofás. Recorrí mí alrededor con los ojos. Mi madre y Bernardo habían dejado muy bonito el hotel. Sobre todo después de las inundaciones.
Estiré la mano y cogí una revista de la mesa baja de cristal. La hojee… Artistas de Hollywood posaban con esplendorosos vestidos y glamour. Arquee una ceja. Quien sabría si su vida era tan maravillosa como parecían demostrar.
A pesar del ruido del tráfico en la calle pude distinguir el motor de un coche deteniéndose muy cerca. ¿Sería Scarlet? No, ni siquiera me puse de pie para espiar por el gran ventanal. Scarlet estaba a poca distancia de la Jefatura no gastaría en usar un coche de alquiler y por lo que tenía entendido aún no había comprado el suyo.
Una de las revistas traía en la portada unos paisajes nevados con el título de “Se abre la temporadas para los que aman el esquí”. Sí… El hotel se llenaría de gente ansiosa por conocer mis tierras y parte del norte de Europa.
Escuché el sonido de la puerta de entrada al abrir y cerrarse y miré con la esperanza que fuera Scarlet y terminar con esto. Pero no… ¡Maldito sea la coincidencia en nuestras vidas! Marin entraba con su trajecito verde oscuro de oficina, entallado, camisa blanca, y zapatos de tacos altos.
Me puse de pie. Ella no me vio al principio porque caminaba mirando la alfombra, después levantó la vista como si me presintiera allí, de pie, mirándola, comiéndola con los ojos.
-Douglas –murmuró sin sonreír.
Parecía nerviosa. Yo no iba a hacer ningún escándalo ni tomarla a la fuerza.
De pronto supe a qué se debía el nerviosismo… Carl entraba tras ella como guardián de su cuerpo y alma. Evidentemente no le perdía pisada.
Di un vistazo a mi ropa. Jeans desteñidos cazadora de cuero. Seguro que éste vestía con Gucci a toda hora del día…
Efectivamente, traje color burdeos camisa gris almidonada…
En cuanto me vio sonrió con esas sonrisas amplias de publicidad de dentífrico.
-¡Douglas! ¡Qué bueno que te veo!
-Hola.
¿Hubiera preguntado, por qué lobo imbécil? ¿Quieres chocarte con mis puños? Pero callé. En definitiva no estaba por Marin en el hotel. Mi misión era más importante que correr tras ella.
Se acercó y me palmeó el hombro.
Recordaría tirar la cazadora a la basura o al menos ponerle un parche donde me había tocado.
-Quiero felicitarte.
-¿Eso por qué? –pregunté mientras Marin no separaba la vista del suelo.
-Vamos, no te hagas el humilde. Te acogieron en la Universidad para cursar un doctorado. ¡Es magnífico! Hay pocos cupos. Lo sé porque mi familia y yo hemos cursado carreras universitarias, a diferencia de la mayoría de la reserva.
-Ah… Sí. Es un doctorado para Ciencias Exactas. Contador público y demás.
-Te felicito –volvió a palmearme.
Mierda… Sí, quemaría la cazadora.
-Gracias.
-¿Y tú Marin? ¿No lo felicitas? –se dirigió a ella tomándola de la barbilla.
La sangre se alborotó al ver ese rudo contacto para una chica que estaba muy cerca de parecer un ángel. Pero me contuve. No estaba allí para iniciar una pelea sino para evitar una desgracia.
Marin me miró y los colores se le subieron a la cara. Aun así me felicitó y volvió a mirar la alfombra.
-¡Ey, Cristine!
Carl me sorprendió levantando la mano hacia la chica del escritorio. La pareja de turistas ya se había ido. Avanzó dejándonos solos al parecer muy entusiasmado. Por el escote profundo que usaba la tal Cristine yo hubiera estado igual.
-Douglas.
Mis ojos la miraron. Cada vez que mi nombre escapaba de sus labios mi cuerpo entraba en un temblor imposible de describir.
La contemplé hundiéndome en esa mirada celeste cielo y pregunté.
-¿Qué?
-Por favor, no quiero tener problemas, no me persigas.
Mis ojos que se habían desviado unos segundos para notar como Carl daba un beso muy cerca de los labios de la joven y le hablaba por lo bajo, regresaron a contemplar su rostro.
-Parece que tu noviecito te pintará cuernos.
Ella miró hacia el lugar y se volvió furiosa.
-Increíble que te espantes tú de esas cosas. Tú, que debes conocer cuánto color de bragas hay en Kirkenes.
-No exageres –dije bajando la voz.
Observé la escalera…
-¿Subirán los dos a la habitación?
-Eso no te incumbe, Douglas. Déjame tranquila.
De sólo imaginarme a ellos desnudos y a él penetrándola la sangre me hirvió.
-Escúchame bien –dije acercando la cara a la de ella-, para tu información no estoy aquí por ti. Fue la puta casualidad encontrarte. Tengo un asunto más importante que discutir y espero a Scarlet.
Ella titubeó al sorprenderse. Estaría segura que el motivo de mi visita era sólo para cruzarla. Pues no, esta vez se equivocaba.
-Scarlet tardará. Dijo que hoy desayunaría con Grigorii y su hermana.
Me alejé lo suficiente para que no tuviera problemas con su novio aunque por lo que observaba él estaba de parabienes conversando con esa empleada. Me senté en el sofá dejándola sola y de pie.
-Esperaré el tiempo necesario.
-Quizás tarde mucho.
-Dije que esperaré.
La miré con los ojos entrecerrados.
-Quieres que me vaya. ¿Tienes miedo que arme un escándalo viéndote subir a la habitación con él? No querida, tú no eres tan importante para mí. Ya has elegido con quien quedarte.
Cogí una revista y la abrí para hojear.
Noté que quedaba de pie para luego alejarse hacia Carl.
Escuché su voz de idiota engreído subiendo la escalera.
-Adiós Douglas, nos veremos pronto.
Muérete, pensé.
El sonido de una moto me sacó de la escena que ya comenzaba imaginar bajo las sábanas de Marin. Me puse de pie y vi por el ventanal a Petrov y a Scarlet. Ella bajó y se dieron un beso apasionado.
Aguardé quizás un par de minutos más… Hasta que al fin mi controvertida tía decidió entrar al hotel. Caminó por la alfombra hacia la escalera un tanto cabizbaja. ¿Pero qué tenía la alfombra bendita que todo el mundo le clavaba la vista? ¡Caray!
-Scarlet –la llamé.
Ella se detuvo de golpe y giró para verme.
-Douglas, ¿Qué haces aquí?
-Necesito hablar contigo.
-Mira, estoy cansada y mañana tengo doble turno…
Le cerré el paso en cuestión de segundos. Un grupo de turistas bajaba la escalera.
-Voy a hablar contigo cueste lo que cueste.
-Douglas –me miró con resignación-. No deseo discutir de lo que supongo habrás venido a hablar conmigo. Irme de la mansión es una decisión tomada y no deseo por ahora volver con los Craig ni tener contacto. No es nada contra ti.
-Pues fíjate que sí es contra mí. Soy un Craig y en cuanto a que tú no lo seas me gustaría saber quién te ha dicho ese disparate. ¿Agravar?
Sus ojos violetas se oscurecieron.
-¿Cómo sabes de Agravar?
-Vilú estuvo en la mansión.
-¡Desgraciada traidora!
-Parece que fue él que la dejó sin nada de dinero y huyó.
-Por algo será que la dejó, nunca me cayó bien.
-Siéntate Scarlet.
-Estás loco, ni pienso hablar contigo el tema de Agravar. Ignoras tanto.
-Por supuesto, igual que tú. A mí se me dijo lo mismo que tú sabes.
-Fueron mentiras.
-¿Mentiras? Mi padre y Charles nunca mintieron.
-Quizás lo hicieron por que deseaban retenerme.
-Estás chiflada.
-Buenos días, Douglas.
-Volví a cerrarle el paso.
-Tú no te vas sin escucharme.
-Déjame en paz.
-No te dejaré sin antes decirte dos cosas. La primera, es alertarte con quien te estás metiendo. Ese vampiro nunca te quiso y está buscando venganza hacia nosotros. Te usará. La segunda… La segunda es una advertencia. Sólo espero que mi padre no enferme de tristeza por tu culpa, porque ese día Scarlet el que buscará venganza seré yo. Nadie toca a mi padre. Puedes estar segura.
-No te tengo miedo Douglas.
-Claro, estás junto a un vampiro poderoso. Sin embargo somos muchos que lo deseamos muerto. Tarde  o temprano caerá. No caigas con él.
-¿Terminaste? Voy a decirte algo. Sebastien nunca deseo que perteneciera a los Craig. Siempre estaba llamándome la atención y enojándose conmigo.
-Escucha Scarlet, a menudo los niños y jóvenes pensamos que porque nos reprimen o retan, no nos quieren. Yo mismo he pensado eso de mi padre o de Charles. Pero no es así, lo hacen porque les interesamos.
-Bonitas palabras. Tú no tienes idea lo que es sentirse sola.
-¿No tengo idea, Scarlet? Años sumergido en la oscuridad y me dices que no tengo idea. Te pido por última vez, habla con tu hermano, llegarán a un acuerdo.
-No es mi hermano.
La miré fijo… Y finalmente asentí.
-Ya veo… Pero no porque él no te sienta su hermana, es porque tú no lo quieres como tal.
-Eso no es verdad. Lo seguí desde pequeña con un amor incondicional, admirándolo, adorándolo.
-¿Dónde quedó ese amor, Scarlet?
Me miró apenada.
-Pregúntaselo a él. Ahora… ¡Vete, no quiero hablar más contigo!
-Bien… Me iré pero recuerda que si mi padre le ocurre algo, tú no vivirás para contarlo. Te lo juro.
Me retiré con la rabia invadiendo mis entrañas. Había amenazado a mi tía y tuve que contenerme para no cogerla del cuello. Era injusto, mi padre no se merecía sufrir así. Maldito Agravar, buen trabajo había hecho. Confiaba que lo hallaríamos, sí... ese día llegaría.
………………………………………………………………………………………………..
Cuando entré en la sala Dimitri y Bianca salían del despacho de papá. Sonreí mientras ellos se despedían con un afectuoso beso. Dimitri estrechó mi mano y lamentó los sucesos en la mansión. El tema de Scarlet y Agravar y por supuesto la escenita de su hermana que me había perdido.
Reí y le aseguré que me hubiera gustado estar allí.
Bianca me dijo que aguardara. Necesitaba hablar conmigo. Asentí y la invité a sentarse en el sofá.
Dimitri se excusó aunque no subiría a planta alta. Ya se había despedido y necesitaba volver a Moscú por unos asuntos personales.
Cuando se retiró, Bianca palmeó el sofá y me sonrió.
-Ven aquí, cuéntame. ¿Has hablado con ella?
-¿Cómo sabes qué fui a encontrarme con Scarlet?
Me senté y la miré con curiosidad.
-Te olvidas que estamos muy conectados. Además, como no adivinar si has salido con la moto echando chispas. Ron me dijo que apenas pudo abrir el portón.
-Cierto.
-¿Entonces? ¿Vendrá para hablar con tu padre? ¿Le has dicho que nadie le reprocha el querer conocer a Agravar?
-No tuve tiempo de contarle pormenores, poco y nada escuchó. Pero…
-¿Pero?
-No sé si hice bien. La amenacé con buscarla para vengarme si algo le ocurría a mi padre por su culpa.
Bianca suspiró.
-No te culpo. Hiciste bien en defenderlo. Lo único que me aterra es saber cómo lo tomó.
-Lo tomó muy mal.
El móvil vibró en mi bolsillo…
-¿Has visto a Marin?
Rodee los ojos mientras miraba la pantalla del móvil.
-Aguarda, es mi madre.
-Mamá… ¿Ocurre algo con Yako?............... Ah……………. Sí, estuve allí, con ella…………… ¿Qué? ¡No puede ser!
Me puse de pie.
Bianca me miró con temor, expectante.
-Gracias mamá. Gracias por avisar. Un beso, te quiero.
-¿Qué ocurrió Douglas? –preguntó Bianca.
Mi padre bajaba la escalera vestido para salir.
-¿Dónde vas, amor?
-Saldré, iré al hotel. Hablaré con Scarlet.
-Me temo que no podrás –informé.
Mi padre se detuvo en el medio de la sala.
-¿Por qué? Me escuchará aunque tenga que suplicarle.
-Es que… Scarlet se fue del hotel. Partió con algunas de sus cosas. Acabo de cortar con mamá.
-¡Oh cielos! Ahora donde la encontraré. Se fue con él. Estamos perdidos.
-Papá… Yo tuve la culpa.
Mi padre me miró sin entender.
-¿Qué has hecho?
-Te defendió. Como hubiera hecho cualquiera de nosotros. Es tu hijo –dijo Bianca poniéndose de pie.
Mi padre bajó la vista y después volvió a mirarme.
-Lo siento –murmuré.
-Ven aquí –dijo extendiendo un brazo.
Me acerqué y me abrazó.
-Lo sé. Sé que no lo hiciste por mal. Pero ahora… No sabremos donde está. Con ese asesino corre peligro.
-¿Asesino? ¿Por las muertes de Kirkenes? Debí suponerlo.
-Asesinó a Halldora, Douglas. Bianca vio su muerte. Sospechamos que también asesinó a Lucila. Fue el mismo modus operandi.
-Diablos… ¡Diablos! Le hubiera dicho eso a Scarlet quizás…
-No te apenes. Seguramente no lo hubiera creído.
Charles y Margaret salieron de la cocina.
Cuando ambos preguntaron por novedades les conté lo acontecido. Margaret se echó a llorar. Quería a Scarlet y comprendía que estaba perdida entre la confusión y el dolor. Charles en cambio se mantuvo pensativo, no habló una palabra por varios minutos mientras Bianca consolaba a papá.
De pronto nuestro fiel y adorable amigo y mayordomo murmuró.
-No me esperen, saldré a cazar.

Charles.
Después de cazar cerca de la frontera con Rusia llegué saciado a las cumbres, el lugar donde había elegido Adrien vivir por tantas centenas de años. Este sitio, que nunca había querido abandonar, ni aun perdiendo el amor de Halldora y el de su segundo hijo, guardaba después de su muerte una energía muy palpable. Quizás era yo que presentía debido a tantos recuerdos que encerraban las cavernas heladas.
Si bien era cierto que no había demasiado para entretenerse en las grutas, las charlas entre mi gran amigo y yo provocaban que las horas y días fueran soplidos. Es que uno siempre tiene cosas que hablar con un amigo, y los vampiros no éramos la excepción.
Aquí, a tanta altura, donde ver el resto de la región por debajo de ti podría hacerte sentir un Dios, tenía la particularidad de mostrarte tal cual eras. Ni superior, ni menos que nadie. Sólo tú con tus virtudes y defectos y la naturaleza en su imponente expresión. Entonces, las energías confluían y se mimetizaban unas con otras. Tú eras parte de este sitio y él te acogía en brazos silenciosos y arrullaba tus penas.
Observé el cielo de un azul renegrido, sólo manchado por aquel pintor invisible al caérsele de la paleta el verde que formaba la aurora boreal. Las líneas se deshilachaban en las puntas hasta esfumarse y desaparecer en el infinito.
¿Era romántico? Sí lo era. De lo contrario no viviría recordando un pasado nostálgico y feliz, ni tampoco llevaría flores frescas a Margaret todos los días para halagarla. Se dice que los románticos viven del pasado memorizando hechos y rostro queridos. Que no hace bien aferrarse porque para ser feliz hay que soltar. Para mí lo primero podría ser dañino, lo segundo no. Porque aferrarse y no soltar no significaban lo mismo. Si te aferras, si apresas con ese ahínco como si fuera un salvavidas en el océano entonces la vida te pasará al lado y no podrás disfrutar el presente. Pero no soltar significa que aquellos momentos inolvidables o rostros amados estarán en un rincón de tu corazón para aliviarte el alma cuando los necesites.
¿Me sentía así? ¿Con esa necesidad de recordar a mi amigo y visualizarlo en la mente como si estuviera aquí? ¡Cuánto lo necesitaba! Sobre todo ahora que lo soñaba a menudo.
Bajé la vista para recorrer las rocas azules y grisáceas bajo mis pies.
-¿Cuántas veces pisaste o te paraste aquí, querido amigo?
Levanté la vista para fijarla en la zona donde varias puntas y aristas agudas formaban un desnivel a la planicie que la rodeaba.
Avancé hacia el lugar y miré hacia el noreste… Rusia podía verse con sus luces nocturnas.
-No, es aquí, donde te habrás parado más veces. Quedabas inmóvil por largo tiempo. Los puños apretados ante la impotencia de la distancia y el honor de la palabra por cumplir. Tus ojos perdidos en algún punto, como deseando tocar con la mirada “aquello” a lo que amabas tanto y no podías abrazar.
Sonreí con lágrimas en los ojos… Debería estar poniéndome muy viejo y sensible…
-Él está bien, querido amigo. Junto a su hermano como tanto has soñado –susurré.
Desvié la vista hacia la entrada de la caverna. La penumbra salía de ella como espectro para diluirse con la claridad de la noche temprana.
-Sí, lo sé… No estarás completo si aún falta la unión de uno de tus hijos.
Caminé decidido hacia el hueco mientras mis ojos se acostumbraban a la poca luz. Las paredes de la caverna brillaban con luz propia debido a las piedras preciosas engarzadas en las rocas. Aquí el hombre no había llegado, no por la altura ya que incluso sus proezas alcanzaban la cima de Everest, sino porque no vivían para regresar con los suyos.
Di tres pasos y el silencio sepulcral fue roto por un goteó constante del deshielo perenne.
-Sal Scarlet –ordené con voz firme.
Mi eco fue apagándose sin tener respuesta. Insistí.
-Scarlet, sé que estás aquí. No me iré sin hablar contigo aunque pasemos la Navidad del 2020 juntos.
Se oyó un ruido casi imperceptible… Después la voz.
-Aquí estoy, Charles.
Bueno, al menos no me había dicho, “idiota entrometido”.
Caminé hasta el desvío cercano y de pie, giré mi cabeza hacia la izquierda. Allí la vi sentada en el suelo rocoso abrazada a sus rodillas.
-Todos están muy preocupados por ti.
Encogió los hombros.
-Necesitaba estar sola y pensar.
-Oh sí, eso es bueno. No te robaré demasiado tiempo… Sólo quería contarte que soñé con Adrien.
-¿Está enojado conmigo?
-¿Él? ¿Adrien enojado contigo? No, no… Más bien angustiado.
-No quiero que se preocupe por mí.
-Se preocupará igual. Además por Sebastien y Lenya.
-¿Por qué ellos?
-Tú sabes bien que tarde o temprano Agravar querrá enfrentarlos y luchar.
-Él dijo que sólo quiere recuperarme. Hablará con ellos y pedirá disculpas. Me lo ha prometido.
La miré fijo.
-A veces creo que sigues siendo una niña incrédula.
-¿Por qué no darle la oportunidad? Aunque sea cierto lo de su abandono.
Sonreí con ironía.



-Mírame Charles, tengo el iris violeta igual que él, no lo puedes negar. Para colmo no conozco vampiros con ese color de ojos.
La miré…
-Cierto, lo tiene Agravar, lo tienes tú, y lo tenía Adrien.
Rio sin diversión.
-Eres mentiroso, Charles. Como al contarme sobre Agravar y los lobos.
-No, ahora no miento.
-Adrien tenía ojos gris plata, lo sé muy bien.
-Ese era su color, sí. Salvo… cuando te miraba con ese amor tan grande y tú lo mirabas fijo. Entonces tu color violeta se reflejaba en su iris. Muchas veces vi tu mirada inundar la de mi amigo. Puedo jurártelo Scarlet.
Ella bajó la vista muy triste.
-Sé que me quiso mucho. Sin embargo él ya no está –respiró profundo para ganar fuerza en su voz cargada de angustia-. Sebastien no me quiere demasiado, me aprecia. Nada más.
-¿En serio? ¿Lo que dice tu boca es algo de lo que estés convencida?
-Tiré mis pantuflas de regalo. No quiero nada que me recuerde a él.
Miré alrededor de ella con sumo cuidado, como si buscara oro entre las grietas donde ella se hallaba sentada.
-Es curioso que hayas elegido ese sitio exacto para refugiarte.
-¿Cuál? ¿A qué te refieres? –susurró.
Señalé con el índice.
-Allí, dónde estás sentada. Entre las estalactitas  en forma de corazón. ¿Recuerdas?
Ella bajó la vista y se secó las lágrimas con restos de enojo.
-Sí, lo recuerdas –me contesté.
Observé el lugar donde se había sentado en el centro de la figura de un corazón formada por la mano de la naturaleza.
-Sebastien se sentaba frente a ti y tú en el medio encerrada por las estalactitas cuando los dos solían hablar. Tú ya eras una jovencita. Él te decía, “este es tu trono, Scarlet. Porque eres la princesa de los Craig.” Tú le contestabas altanera, “esto no es trono Sebastien, es un corazón”. Y él al que siempre le gustaba ganarte la discusión decía, “es un trono, Scarlet pero tiene forma de corazón. Es mi corazón que te tiene dentro de él y te protege como un guerrero”.
Una lágrima nueva se deslizó por la mejilla.
-Todo eso quedó atrás.
-¿En serio? ¿Por qué te duele tanto? ¿No será porque dentro de ti nunca dejaste de sentirte su hermana?
Me miró con dolor.
-¿Crees que no lamento pertenecer a Agravar y su genética? ¿Piensas que no odio que me haya entregado parte para ser lo que soy? –lloró silenciosamente.
-Lo lamento. Pero debes saber que parte de la sangre se entrega en el acto sexual al formar el nuevo ser junto a la hembra, es un acto involuntario diría yo, aunque desees un hijo. No piensas todo lo que conlleva esa entrega de tu parte. Pero el corazón no, Scarlet. El corazón se entrega de la única forma posible, por tu voluntad. Y eso fue lo que hizo Adrien contigo.
-¿Qué me pides qué haga? –lloró-. ¿Qué olvide lo que soy?
-¿Y quién eres Scarlet? –pregunté mirándola a los ojos.
Sus lágrimas corrían por las mejillas.
-Dime, ¿eres la niña de ojos violetas abandonada por Agravar? ¿O eres la chiquilla que corría por el campo de pastores y se refugiaba en los brazos de Adrien Craig? Mejor aún –me acerqué a ella-, mejor dime, ¿quién deseas ser, Scarlet? Pregúntatelo, porque para nosotros tú eres una Craig.








7 comentarios:

  1. Pobre Scarlet ojala no cometa una tontería y se de cuenta que la verdadera familia es quien te cría.

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    1. ¡Hola Citu! Ojalá se de cuenta, antes que sea demasiado tarde. Un beso grande y gracias.

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  2. Hola, Lou... Douglas todavía recuerda a Clelia, pero está claro que Carl lo pone muy nervioso y que le gusta Marin
    Scarlet se ha ido del hotel, creo que la conversación con Douglas ha sido un desastre
    Me ha encantado ese trono con forma de corazón... creo que hay esperanzas de reconciliación porque sigue existiendo amor entre Sebastien y Scarlet, solo necesitan hablar con calma y abrazarse como dos buenos hermanos
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Sí, le gusta Marin pero por ahora tienes razón, su cabeza en el amor está hecha un lío. Frente a Scarlet ha defendido a su padre, y me ha parecido bien.
      El trono en forma de corazón es un bello recuerdo y debo creer que Scarlet tiene más en su corazón.
      Yo estoy segura que podrán reconciliarte, el tema es... si lo harán a tiempo. Un besazo y gracias cielo.

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  3. Espero que lo que le dijo Charles a Scarlet la haga entrar en razón porque ellos son su familia, y no Agravar que es un ser tan malo!!!
    gracias Lou por el capitulo!

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    1. ¡Hola Laura! Yo lo espero también. Créeme que mi pluma cientos de veces se ve indecisa y la culpa es de ellos. Jajajaa. Un besazo nena y gracias.

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  4. Lou, tienes una pluma mágica, felicidades,,,

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