No se olvide de leerlo en orden por eso hago esa distinción.
Charle intentará convencer a Scarlet hurgando en su corazón. Douglas enfadado, por supuesto se trata de la tristeza de su padre. Cada paso mis queridos lectores es una importante revelación. Cuenta regresiva para los Craig, y para mi breve descanso. Sé que los extrañaré mucho.
Besos, disfrute ambos capis.
Capítulo
65
A
corazón abierto.
Douglas.
Mi moto rugió por la
carretera que me llevaba al centro de Kirkenes. Los cipreses y coníferas al
costado de la ruta con sus copas de colores ocres y dorados quedaban atrás con
una rapidez extraordinaria. ¿Qué si excedía la velocidad? Posiblemente. Sin
embargo la causa lo meritaba. El pecho agitado por la rabia y la confusión, los
músculos contraídos por la furia, mis puños cerrados con fuerza sobre el
manubrio, y mis ojos, seguramente brillosos y más claros que lo común.
¿Por qué los Craig no
teníamos paz? La muerte de mi abuelo, mi desaparición y siguiente metida de
pata, la mentira de Numa, la muerte de Lucila, Bianca y la inundación, y ahora…
Y ahora esto. ¿No era mucho para una familia que trataba por todos los medios
de vivir normal? Estaba de acuerdo con que parte de los conflictos habían
surgido por mi carácter terco y mis caprichos. Pero ya no más. Con diecinueve
años era hora que madurara y enfrentara los problemas que siempre se hacían
cargo otros. Aunque en el amor continuara con mis conflictos y mi arraigo por
ese amor enfermizo por Clelia, mi familia era sagrada, intocable.
Las luces de la ciudad
fueron apagándose de a poco dando lugar a la escasa luz natural del otoño.
Muchos dormirían en sus casas y otros habrían salido de ellas para comenzar la
jornada de trabajo. Las casitas de colores vivos y dos plantas fueron
apareciendo con más frecuencia hasta que se convirtieron en líneas sin espacio
intermedio. Las manzanas que rodeaban el centro daban una vista alegre y jovial
con sus viviendas. Nadie diría que también habitaban familias compuestas por
personas mayores y hasta ancianos. La variada paleta de colores en las
construcciones venía de una tradición, lo había estudiado en los primeros
cursos. Hace muchos años, las familias adineradas pintaban sus paredes con una
pintura cara que venía del sur. En la gama de colores no había mucha opción
sino que llegaba en amarillo. La otra opción la tenían los pobladores que no
poseían mucho dinero, se conformaban con el rojo. Así fueron pintadas desde el
principio. El resto de colores fue agregándose con el tiempo. Los colores
favorecían en la época invernal para poder identificar las viviendas de la
nieve.
Agradecía a la vida
poder contemplar las bellezas tanto naturales como las hechas por el hombre.
Tenía vista y un mundo nuevo se me había abierto desde aquel junio donde me operaron.
Fue una gran alegría poder ver por donde pisaba. La forma de los objetos que
tocaba más allá del tacto. Los paisajes a través de mi ventana con sol, con
tormenta, o nocturnos. Ya no contaba sólo con el oído para saber que una
tormenta se avecinaba o los animales con sus sonidos característicos
retornarían a sus madrigueras y nidos por la caída del anochecer. Ya no…
También me sentía dichoso porque podía distinguir los rostros de mis seres
queridos y no sólo escuchar el timbre de su voz.
Lamentaba no haber
conocido los rasgos de mi abuelo. Charles siempre dice que Lenya y mi padre
tienen mucho de él. ¿Pero en qué proporciones? Nunca lo sabría.
Sin embargo las
facciones de mi padre sí. Estaba feliz por esa oportunidad que me daba el
destino. Tenía rasgos suavizados salvo cuando se enfadaba, entonces su rostro
endurecía, sus ojos gris oscuro se aclaraban como la plata, y su cuerpo parecía
aumentar volumen debido a la fuerza de sus músculos. Ahora… No sabría decir
como toda esa potencia y fortaleza se había apagado. La tristeza en los
vampiros era mortal y lo estaba…
Invadido por los recuerdos
aceleré haciendo rugir la moto mientras me acercaba a pasos agigantados al
centro de Kirkenes, más exacto, al hotel “La manada”.
Cuando estacioné
prácticamente tirando la moto a un costado de la entrada, avancé por el hall.
¡Gracias dioses del Olimpo! Camile no estaba en su puesto de trabajo. En su
lugar había otra chica de cabello castaño que anotaba en un libro, muy
concentrada, los datos que estaría dándole la pareja de turistas.
Me acerqué al mostrador
y después de mis “buenos días” formal pregunté por la señorita Scarlet Craig.
Ella levantó la vista y respondió, “no se encuentra, señor”. Dije que la
esperaría y señaló con la punta del bolígrafo el conjunto de sofás del hall y
siguió haciéndole preguntas a los extranjeros.
La verdad que viéndolo así
no sabía si prefería que hubiera estado la densa de Camile y me comiera la boca
a que la chica ésta me ignorara por completo. Al menos hubiera obtenido más
información.
Me senté resignado en
uno de los sofás. Recorrí mí alrededor con los ojos. Mi madre y Bernardo habían
dejado muy bonito el hotel. Sobre todo después de las inundaciones.
Estiré la mano y cogí
una revista de la mesa baja de cristal. La hojee… Artistas de Hollywood posaban
con esplendorosos vestidos y glamour. Arquee una ceja. Quien sabría si su vida
era tan maravillosa como parecían demostrar.
A pesar del ruido del
tráfico en la calle pude distinguir el motor de un coche deteniéndose muy
cerca. ¿Sería Scarlet? No, ni siquiera me puse de pie para espiar por el gran
ventanal. Scarlet estaba a poca distancia de la Jefatura no gastaría en usar un
coche de alquiler y por lo que tenía entendido aún no había comprado el suyo.
Una de las revistas
traía en la portada unos paisajes nevados con el título de “Se abre la
temporadas para los que aman el esquí”. Sí… El hotel se llenaría de gente
ansiosa por conocer mis tierras y parte del norte de Europa.
Escuché el sonido de la
puerta de entrada al abrir y cerrarse y miré con la esperanza que fuera Scarlet
y terminar con esto. Pero no… ¡Maldito sea la coincidencia en nuestras vidas!
Marin entraba con su trajecito verde oscuro de oficina, entallado, camisa
blanca, y zapatos de tacos altos.
Me puse de pie. Ella no
me vio al principio porque caminaba mirando la alfombra, después levantó la
vista como si me presintiera allí, de pie, mirándola, comiéndola con los ojos.
-Douglas –murmuró sin
sonreír.
Parecía nerviosa. Yo no
iba a hacer ningún escándalo ni tomarla a la fuerza.
De pronto supe a qué se
debía el nerviosismo… Carl entraba tras ella como guardián de su cuerpo y alma.
Evidentemente no le perdía pisada.
Di un vistazo a mi
ropa. Jeans desteñidos cazadora de cuero. Seguro que éste vestía con Gucci a
toda hora del día…
Efectivamente, traje
color burdeos camisa gris almidonada…
En cuanto me vio sonrió
con esas sonrisas amplias de publicidad de dentífrico.
-¡Douglas! ¡Qué bueno
que te veo!
-Hola.
¿Hubiera preguntado,
por qué lobo imbécil? ¿Quieres chocarte con mis puños? Pero callé. En
definitiva no estaba por Marin en el hotel. Mi misión era más importante que
correr tras ella.
Se acercó y me palmeó
el hombro.
Recordaría tirar la
cazadora a la basura o al menos ponerle un parche donde me había tocado.
-Quiero felicitarte.
-¿Eso por qué?
–pregunté mientras Marin no separaba la vista del suelo.
-Vamos, no te hagas el
humilde. Te acogieron en la Universidad para cursar un doctorado. ¡Es
magnífico! Hay pocos cupos. Lo sé porque mi familia y yo hemos cursado carreras
universitarias, a diferencia de la mayoría de la reserva.
-Ah… Sí. Es un
doctorado para Ciencias Exactas. Contador público y demás.
-Te felicito –volvió a
palmearme.
Mierda… Sí, quemaría la
cazadora.
-Gracias.
-¿Y tú Marin? ¿No lo
felicitas? –se dirigió a ella tomándola de la barbilla.
La sangre se alborotó
al ver ese rudo contacto para una chica que estaba muy cerca de parecer un
ángel. Pero me contuve. No estaba allí para iniciar una pelea sino para evitar
una desgracia.
Marin me miró y los
colores se le subieron a la cara. Aun así me felicitó y volvió a mirar la
alfombra.
-¡Ey, Cristine!
Carl me sorprendió
levantando la mano hacia la chica del escritorio. La pareja de turistas ya se
había ido. Avanzó dejándonos solos al parecer muy entusiasmado. Por el escote
profundo que usaba la tal Cristine yo hubiera estado igual.
-Douglas.
Mis ojos la miraron.
Cada vez que mi nombre escapaba de sus labios mi cuerpo entraba en un temblor
imposible de describir.
La contemplé
hundiéndome en esa mirada celeste cielo y pregunté.
-¿Qué?
-Por favor, no quiero
tener problemas, no me persigas.
Mis ojos que se habían
desviado unos segundos para notar como Carl daba un beso muy cerca de los
labios de la joven y le hablaba por lo bajo, regresaron a contemplar su rostro.
-Parece que tu
noviecito te pintará cuernos.
Ella miró hacia el
lugar y se volvió furiosa.
-Increíble que te espantes
tú de esas cosas. Tú, que debes conocer cuánto color de bragas hay en Kirkenes.
-No exageres –dije
bajando la voz.
Observé la escalera…
-¿Subirán los dos a la
habitación?
-Eso no te incumbe,
Douglas. Déjame tranquila.
De sólo imaginarme a
ellos desnudos y a él penetrándola la sangre me hirvió.
-Escúchame bien –dije
acercando la cara a la de ella-, para tu información no estoy aquí por ti. Fue
la puta casualidad encontrarte. Tengo un asunto más importante que discutir y
espero a Scarlet.
Ella titubeó al
sorprenderse. Estaría segura que el motivo de mi visita era sólo para cruzarla.
Pues no, esta vez se equivocaba.
-Scarlet tardará. Dijo
que hoy desayunaría con Grigorii y su hermana.
Me alejé lo suficiente
para que no tuviera problemas con su novio aunque por lo que observaba él
estaba de parabienes conversando con esa empleada. Me senté en el sofá
dejándola sola y de pie.
-Esperaré el tiempo
necesario.
-Quizás tarde mucho.
-Dije que esperaré.
La miré con los ojos
entrecerrados.
-Quieres que me vaya.
¿Tienes miedo que arme un escándalo viéndote subir a la habitación con él? No
querida, tú no eres tan importante para mí. Ya has elegido con quien quedarte.
Cogí una revista y la
abrí para hojear.
Noté que quedaba de pie
para luego alejarse hacia Carl.
Escuché su voz de
idiota engreído subiendo la escalera.
-Adiós Douglas, nos
veremos pronto.
Muérete, pensé.
El sonido de una moto
me sacó de la escena que ya comenzaba imaginar bajo las sábanas de Marin. Me
puse de pie y vi por el ventanal a Petrov y a Scarlet. Ella bajó y se dieron un
beso apasionado.
Aguardé quizás un par
de minutos más… Hasta que al fin mi controvertida tía decidió entrar al hotel.
Caminó por la alfombra hacia la escalera un tanto cabizbaja. ¿Pero qué tenía la
alfombra bendita que todo el mundo le clavaba la vista? ¡Caray!
-Scarlet –la llamé.
Ella se detuvo de golpe
y giró para verme.
-Douglas, ¿Qué haces
aquí?
-Necesito hablar
contigo.
-Mira, estoy cansada y
mañana tengo doble turno…
Le cerré el paso en
cuestión de segundos. Un grupo de turistas bajaba la escalera.
-Voy a hablar contigo
cueste lo que cueste.
-Douglas –me miró con
resignación-. No deseo discutir de lo que supongo habrás venido a hablar
conmigo. Irme de la mansión es una decisión tomada y no deseo por ahora volver
con los Craig ni tener contacto. No es nada contra ti.
-Pues fíjate que sí es
contra mí. Soy un Craig y en cuanto a que tú no lo seas me gustaría saber quién
te ha dicho ese disparate. ¿Agravar?
Sus ojos violetas se
oscurecieron.
-¿Cómo sabes de
Agravar?
-Vilú estuvo en la
mansión.
-¡Desgraciada traidora!
-Parece que fue él que
la dejó sin nada de dinero y huyó.
-Por algo será que la
dejó, nunca me cayó bien.
-Siéntate Scarlet.
-Estás loco, ni pienso
hablar contigo el tema de Agravar. Ignoras tanto.
-Por supuesto, igual
que tú. A mí se me dijo lo mismo que tú sabes.
-Fueron mentiras.
-¿Mentiras? Mi padre y
Charles nunca mintieron.
-Quizás lo hicieron por
que deseaban retenerme.
-Estás chiflada.
-Buenos días, Douglas.
-Volví a cerrarle el
paso.
-Tú no te vas sin escucharme.
-Déjame en paz.
-No te dejaré sin antes
decirte dos cosas. La primera, es alertarte con quien te estás metiendo. Ese
vampiro nunca te quiso y está buscando venganza hacia nosotros. Te usará. La
segunda… La segunda es una advertencia. Sólo espero que mi padre no enferme de
tristeza por tu culpa, porque ese día Scarlet el que buscará venganza seré yo.
Nadie toca a mi padre. Puedes estar segura.
-No te tengo miedo
Douglas.
-Claro, estás junto a
un vampiro poderoso. Sin embargo somos muchos que lo deseamos muerto.
Tarde o temprano caerá. No caigas con
él.
-¿Terminaste? Voy a
decirte algo. Sebastien nunca deseo que perteneciera a los Craig. Siempre
estaba llamándome la atención y enojándose conmigo.
-Escucha Scarlet, a
menudo los niños y jóvenes pensamos que porque nos reprimen o retan, no nos
quieren. Yo mismo he pensado eso de mi padre o de Charles. Pero no es así, lo
hacen porque les interesamos.
-Bonitas palabras. Tú
no tienes idea lo que es sentirse sola.
-¿No tengo idea,
Scarlet? Años sumergido en la oscuridad y me dices que no tengo idea. Te pido
por última vez, habla con tu hermano, llegarán a un acuerdo.
-No es mi hermano.
La miré fijo… Y
finalmente asentí.
-Ya veo… Pero no porque
él no te sienta su hermana, es porque tú no lo quieres como tal.
-Eso no es verdad. Lo
seguí desde pequeña con un amor incondicional, admirándolo, adorándolo.
-¿Dónde quedó ese amor,
Scarlet?
Me miró apenada.
-Pregúntaselo a él.
Ahora… ¡Vete, no quiero hablar más contigo!
-Bien… Me iré pero
recuerda que si mi padre le ocurre algo, tú no vivirás para contarlo. Te lo
juro.
Me retiré con la rabia
invadiendo mis entrañas. Había amenazado a mi tía y tuve que contenerme para no
cogerla del cuello. Era injusto, mi padre no se merecía sufrir así. Maldito
Agravar, buen trabajo había hecho. Confiaba que lo hallaríamos, sí... ese día
llegaría.
………………………………………………………………………………………………..
Cuando entré en la sala
Dimitri y Bianca salían del despacho de papá. Sonreí mientras ellos se
despedían con un afectuoso beso. Dimitri estrechó mi mano y lamentó los sucesos
en la mansión. El tema de Scarlet y Agravar y por supuesto la escenita de su
hermana que me había perdido.
Reí y le aseguré que me
hubiera gustado estar allí.
Bianca me dijo que
aguardara. Necesitaba hablar conmigo. Asentí y la invité a sentarse en el sofá.
Dimitri se excusó
aunque no subiría a planta alta. Ya se había despedido y necesitaba volver a
Moscú por unos asuntos personales.
Cuando se retiró,
Bianca palmeó el sofá y me sonrió.
-Ven aquí, cuéntame.
¿Has hablado con ella?
-¿Cómo sabes qué fui a
encontrarme con Scarlet?
Me senté y la miré con
curiosidad.
-Te olvidas que estamos
muy conectados. Además, como no adivinar si has salido con la moto echando
chispas. Ron me dijo que apenas pudo abrir el portón.
-Cierto.
-¿Entonces? ¿Vendrá
para hablar con tu padre? ¿Le has dicho que nadie le reprocha el querer conocer
a Agravar?
-No tuve tiempo de
contarle pormenores, poco y nada escuchó. Pero…
-¿Pero?
-No sé si hice bien. La
amenacé con buscarla para vengarme si algo le ocurría a mi padre por su culpa.
Bianca suspiró.
-No te culpo. Hiciste
bien en defenderlo. Lo único que me aterra es saber cómo lo tomó.
-Lo tomó muy mal.
El móvil vibró en mi
bolsillo…
-¿Has visto a Marin?
Rodee los ojos mientras
miraba la pantalla del móvil.
-Aguarda, es mi madre.
-Mamá… ¿Ocurre algo con
Yako?............... Ah……………. Sí, estuve allí, con ella…………… ¿Qué? ¡No puede
ser!
Me puse de pie.
Bianca me miró con
temor, expectante.
-Gracias mamá. Gracias
por avisar. Un beso, te quiero.
-¿Qué ocurrió Douglas? –preguntó
Bianca.
Mi padre bajaba la
escalera vestido para salir.
-¿Dónde vas, amor?
-Saldré, iré al hotel.
Hablaré con Scarlet.
-Me temo que no podrás
–informé.
Mi padre se detuvo en
el medio de la sala.
-¿Por qué? Me escuchará
aunque tenga que suplicarle.
-Es que… Scarlet se fue
del hotel. Partió con algunas de sus cosas. Acabo de cortar con mamá.
-¡Oh cielos! Ahora
donde la encontraré. Se fue con él. Estamos perdidos.
-Papá… Yo tuve la
culpa.
Mi padre me miró sin
entender.
-¿Qué has hecho?
-Te defendió. Como
hubiera hecho cualquiera de nosotros. Es tu hijo –dijo Bianca poniéndose de
pie.
Mi padre bajó la vista
y después volvió a mirarme.
-Lo siento –murmuré.
-Ven aquí –dijo
extendiendo un brazo.
Me acerqué y me abrazó.
-Lo sé. Sé que no lo
hiciste por mal. Pero ahora… No sabremos donde está. Con ese asesino corre
peligro.
-¿Asesino? ¿Por las
muertes de Kirkenes? Debí suponerlo.
-Asesinó a Halldora,
Douglas. Bianca vio su muerte. Sospechamos que también asesinó a Lucila. Fue el
mismo modus operandi.
-Diablos… ¡Diablos! Le
hubiera dicho eso a Scarlet quizás…
-No te apenes.
Seguramente no lo hubiera creído.
Charles y Margaret
salieron de la cocina.
Cuando ambos
preguntaron por novedades les conté lo acontecido. Margaret se echó a llorar.
Quería a Scarlet y comprendía que estaba perdida entre la confusión y el dolor.
Charles en cambio se mantuvo pensativo, no habló una palabra por varios minutos
mientras Bianca consolaba a papá.
De pronto nuestro fiel
y adorable amigo y mayordomo murmuró.
-No me esperen, saldré a
cazar.
Charles.
Después de cazar cerca
de la frontera con Rusia llegué saciado a las cumbres, el lugar donde había
elegido Adrien vivir por tantas centenas de años. Este sitio, que nunca había
querido abandonar, ni aun perdiendo el amor de Halldora y el de su segundo
hijo, guardaba después de su muerte una energía muy palpable. Quizás era yo que
presentía debido a tantos recuerdos que encerraban las cavernas heladas.
Si bien era cierto que
no había demasiado para entretenerse en las grutas, las charlas entre mi gran
amigo y yo provocaban que las horas y días fueran soplidos. Es que uno siempre
tiene cosas que hablar con un amigo, y los vampiros no éramos la excepción.
Aquí, a tanta altura,
donde ver el resto de la región por debajo de ti podría hacerte sentir un Dios,
tenía la particularidad de mostrarte tal cual eras. Ni superior, ni menos que
nadie. Sólo tú con tus virtudes y defectos y la naturaleza en su imponente
expresión. Entonces, las energías confluían y se mimetizaban unas con otras. Tú
eras parte de este sitio y él te acogía en brazos silenciosos y arrullaba tus
penas.
Observé el cielo de un
azul renegrido, sólo manchado por aquel pintor invisible al caérsele de la
paleta el verde que formaba la aurora boreal. Las líneas se deshilachaban en
las puntas hasta esfumarse y desaparecer en el infinito.
¿Era romántico? Sí lo
era. De lo contrario no viviría recordando un pasado nostálgico y feliz, ni
tampoco llevaría flores frescas a Margaret todos los días para halagarla. Se
dice que los románticos viven del pasado memorizando hechos y rostro queridos.
Que no hace bien aferrarse porque para ser feliz hay que soltar. Para mí lo
primero podría ser dañino, lo segundo no. Porque aferrarse y no soltar no
significaban lo mismo. Si te aferras, si apresas con ese ahínco como si fuera
un salvavidas en el océano entonces la vida te pasará al lado y no podrás
disfrutar el presente. Pero no soltar significa que aquellos momentos
inolvidables o rostros amados estarán en un rincón de tu corazón para aliviarte
el alma cuando los necesites.
¿Me sentía así? ¿Con
esa necesidad de recordar a mi amigo y visualizarlo en la mente como si
estuviera aquí? ¡Cuánto lo necesitaba! Sobre todo ahora que lo soñaba a menudo.
Bajé la vista para
recorrer las rocas azules y grisáceas bajo mis pies.
-¿Cuántas veces pisaste
o te paraste aquí, querido amigo?
Levanté la vista para
fijarla en la zona donde varias puntas y aristas agudas formaban un desnivel a
la planicie que la rodeaba.
Avancé hacia el lugar y
miré hacia el noreste… Rusia podía verse con sus luces nocturnas.
-No, es aquí, donde te
habrás parado más veces. Quedabas inmóvil por largo tiempo. Los puños apretados
ante la impotencia de la distancia y el honor de la palabra por cumplir. Tus
ojos perdidos en algún punto, como deseando tocar con la mirada “aquello” a lo
que amabas tanto y no podías abrazar.
Sonreí con lágrimas en
los ojos… Debería estar poniéndome muy viejo y sensible…
-Él está bien, querido
amigo. Junto a su hermano como tanto has soñado –susurré.
Desvié la vista hacia
la entrada de la caverna. La penumbra salía de ella como espectro para diluirse
con la claridad de la noche temprana.
-Sí, lo sé… No estarás
completo si aún falta la unión de uno de tus hijos.
Caminé decidido hacia
el hueco mientras mis ojos se acostumbraban a la poca luz. Las paredes de la
caverna brillaban con luz propia debido a las piedras preciosas engarzadas en
las rocas. Aquí el hombre no había llegado, no por la altura ya que incluso sus
proezas alcanzaban la cima de Everest, sino porque no vivían para regresar con
los suyos.
Di tres pasos y el
silencio sepulcral fue roto por un goteó constante del deshielo perenne.
-Sal Scarlet –ordené
con voz firme.
Mi eco fue apagándose
sin tener respuesta. Insistí.
-Scarlet, sé que estás
aquí. No me iré sin hablar contigo aunque pasemos la Navidad del 2020 juntos.
Se oyó un ruido casi
imperceptible… Después la voz.
-Aquí estoy, Charles.
Bueno, al menos no me
había dicho, “idiota entrometido”.
Caminé hasta el desvío
cercano y de pie, giré mi cabeza hacia la izquierda. Allí la vi sentada en el
suelo rocoso abrazada a sus rodillas.
-Todos están muy
preocupados por ti.
Encogió los hombros.
-Necesitaba estar sola
y pensar.
-Oh sí, eso es bueno.
No te robaré demasiado tiempo… Sólo quería contarte que soñé con Adrien.
-¿Está enojado conmigo?
-¿Él? ¿Adrien enojado
contigo? No, no… Más bien angustiado.
-No quiero que se
preocupe por mí.
-Se preocupará igual.
Además por Sebastien y Lenya.
-¿Por qué ellos?
-Tú sabes bien que
tarde o temprano Agravar querrá enfrentarlos y luchar.
-Él dijo que sólo
quiere recuperarme. Hablará con ellos y pedirá disculpas. Me lo ha prometido.
La miré fijo.
-A veces creo que
sigues siendo una niña incrédula.
-¿Por qué no darle la
oportunidad? Aunque sea cierto lo de su abandono.
Sonreí con ironía.
-Mírame Charles, tengo
el iris violeta igual que él, no lo puedes negar. Para colmo no conozco
vampiros con ese color de ojos.
La miré…
-Cierto, lo tiene
Agravar, lo tienes tú, y lo tenía Adrien.
Rio sin diversión.
-Eres mentiroso,
Charles. Como al contarme sobre Agravar y los lobos.
-No, ahora no miento.
-Adrien tenía ojos gris
plata, lo sé muy bien.
-Ese era su color, sí.
Salvo… cuando te miraba con ese amor tan grande y tú lo mirabas fijo. Entonces
tu color violeta se reflejaba en su iris. Muchas veces vi tu mirada inundar la
de mi amigo. Puedo jurártelo Scarlet.
Ella bajó la vista muy
triste.
-Sé que me quiso mucho.
Sin embargo él ya no está –respiró profundo para ganar fuerza en su voz cargada
de angustia-. Sebastien no me quiere demasiado, me aprecia. Nada más.
-¿En serio? ¿Lo que
dice tu boca es algo de lo que estés convencida?
-Tiré mis pantuflas de
regalo. No quiero nada que me recuerde a él.
Miré alrededor de ella
con sumo cuidado, como si buscara oro entre las grietas donde ella se hallaba
sentada.
-Es curioso que hayas
elegido ese sitio exacto para refugiarte.
-¿Cuál? ¿A qué te
refieres? –susurró.
Señalé con el índice.
-Allí, dónde estás
sentada. Entre las estalactitas en forma
de corazón. ¿Recuerdas?
Ella bajó la vista y se
secó las lágrimas con restos de enojo.
-Sí, lo recuerdas –me contesté.
Observé el lugar donde
se había sentado en el centro de la figura de un corazón formada por la mano de
la naturaleza.
-Sebastien se sentaba
frente a ti y tú en el medio encerrada por las estalactitas cuando los dos
solían hablar. Tú ya eras una jovencita. Él te decía, “este es tu trono,
Scarlet. Porque eres la princesa de los Craig.” Tú le contestabas altanera,
“esto no es trono Sebastien, es un corazón”. Y él al que siempre le gustaba
ganarte la discusión decía, “es un trono, Scarlet pero tiene forma de corazón.
Es mi corazón que te tiene dentro de él y te protege como un guerrero”.
Una lágrima nueva se
deslizó por la mejilla.
-Todo eso quedó atrás.
-¿En serio? ¿Por qué te
duele tanto? ¿No será porque dentro de ti nunca dejaste de sentirte su hermana?
Me miró con dolor.
-¿Crees que no lamento
pertenecer a Agravar y su genética? ¿Piensas que no odio que me haya entregado
parte para ser lo que soy? –lloró silenciosamente.
-Lo lamento. Pero debes
saber que parte de la sangre se entrega en el acto sexual al formar el nuevo
ser junto a la hembra, es un acto involuntario diría yo, aunque desees un hijo.
No piensas todo lo que conlleva esa entrega de tu parte. Pero el corazón no,
Scarlet. El corazón se entrega de la única forma posible, por tu voluntad. Y
eso fue lo que hizo Adrien contigo.
-¿Qué me pides qué
haga? –lloró-. ¿Qué olvide lo que soy?
-¿Y quién eres Scarlet?
–pregunté mirándola a los ojos.
Sus lágrimas corrían
por las mejillas.
-Dime, ¿eres la niña de
ojos violetas abandonada por Agravar? ¿O eres la chiquilla que corría por el
campo de pastores y se refugiaba en los brazos de Adrien Craig? Mejor aún –me
acerqué a ella-, mejor dime, ¿quién deseas ser, Scarlet? Pregúntatelo, porque
para nosotros tú eres una Craig.
Pobre Scarlet ojala no cometa una tontería y se de cuenta que la verdadera familia es quien te cría.
ResponderEliminar¡Hola Citu! Ojalá se de cuenta, antes que sea demasiado tarde. Un beso grande y gracias.
EliminarHola, Lou... Douglas todavía recuerda a Clelia, pero está claro que Carl lo pone muy nervioso y que le gusta Marin
ResponderEliminarScarlet se ha ido del hotel, creo que la conversación con Douglas ha sido un desastre
Me ha encantado ese trono con forma de corazón... creo que hay esperanzas de reconciliación porque sigue existiendo amor entre Sebastien y Scarlet, solo necesitan hablar con calma y abrazarse como dos buenos hermanos
Besos
¡Hola Mela! Sí, le gusta Marin pero por ahora tienes razón, su cabeza en el amor está hecha un lío. Frente a Scarlet ha defendido a su padre, y me ha parecido bien.
EliminarEl trono en forma de corazón es un bello recuerdo y debo creer que Scarlet tiene más en su corazón.
Yo estoy segura que podrán reconciliarte, el tema es... si lo harán a tiempo. Un besazo y gracias cielo.
Espero que lo que le dijo Charles a Scarlet la haga entrar en razón porque ellos son su familia, y no Agravar que es un ser tan malo!!!
ResponderEliminargracias Lou por el capitulo!
¡Hola Laura! Yo lo espero también. Créeme que mi pluma cientos de veces se ve indecisa y la culpa es de ellos. Jajajaa. Un besazo nena y gracias.
EliminarLou, tienes una pluma mágica, felicidades,,,
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