miércoles, 27 de abril de 2016

¡Hola chicos! Nuevo capi con sorpresas. Para variar y hasta nueva orden y locura de mi pluma seguiremos penando con Scarlet y por Drank... Que vamos a hacer...

 Quiero situarlas en el pensamiento de Scarlet, no es ningún spoiler. Sólo intentar que comprendan que ella no ha tenido la información del lector. Ella ignora las maldades de Agravar y sólo ha escuchado una campana desde niña. Así que las dejo con ella y sus dudas.
Por otra parte... Cuidado,  Drobak tiene sus sorpresas muy bien escondidas. Los dejo que disfruten agradeciendo sus comentarios. Un besazo y buena semana.

PD: El 30 de abril tendremos un cumpleaños muy especial de un actor que supo representar en mi imaginación al personaje de... Ya nos enteraremos.


Capítulo 60.
Otra campana.

Scarlet.

Después de diecisiete horas de vuelo desde Noruega a Chile, ya que Agravar lucía cansado y yo no conocía la zona, no podría materializarme y visualizarla, nos dispusimos a seguir viaje en tren hacia la región misma donde se asentaban el aquelarre Huilliche. ¿Qué hacía yo a aquí? Pues no sabía exactamente como me había convencido que sería excelente para nuestra nueva relación, y que escuchando las voces de otros vampiros respetables quizás y sólo quizás podría haber una oportunidad que algo de su historia le creyera.

Dentro de mí, por momentos, me sentía una traidora, pero después de todo no estaba haciendo nada malo contra los Craig. Sólo quería escuchar otra campana. ¿Qué no debería dar la oportunidad siquiera? Sí, posiblemente hubiera sido lo correcto. Sin embargo me quedaría eternamente con alguna duda rondado. No percibía que mis sentimientos estaban claros con respecto a sentirme segura del amor filial de los Craig hacia mí. En realidad pensaba en Sebastien, después de todo él era el líder por herencia ahora y en lo sucesivo. Estaba claro que él no tenía intenciones ni nunca las tuvo de sumarme a su familia realmente. Adrien me adoraba y quería como una hija, pero Adrien… Adrien ya no vivía.

Un recuerdo vago y doloroso llegó a mí tan nítido como aquella madrugada que Bianca era presentada en sociedad ante los aquelarres. Su compromiso, sí eso era. Creo que ella dijo algo así como que lo amaría para siempre y yo interrumpí con mi altanería propia y exclamé, “para siempre no será porque tú eres humana”. No recuerdo los hechos tal cual ocurrieron, sólo tengo grabado que ante mi interrupción hubo un momento que Sebastien furioso me escupió en la cara, “yo soy el único hijo legítimo de Adrien”… Creo fue algo así… por supuesto Lenya todavía no había dado señales de vida. Pero su aparición no fue una pesadilla para el primogénito de Adrien, en absoluto. Ellos se adoraban y se llevaban bien, aunque no niego que al principio costó el acercamiento.

La sangre tira dicen algunos… Otros dicen que es mentira y vale sólo lo que sienta tu corazón. Pues la verdad que conmigo no había funcionado.

Me sentía fatal porque después de todo había puesto mucho de mí para cambiar de aquella joven salvaje y vanidosa a ésta, que ahora, podía contemplar frente al espejo. En todo caso lo hice por Bianca, una amiga, además que integrarme me facilitó las cosas en este mundo que giraba vertiginoso sin detenerse.

La mano helada de Agravar sobre la mía hizo que diera un respingo y apartara la vista del bello paisaje tras la ventanilla del tren.

—Perdón –murmuró congojado—. Sé que puede molestarte mi contacto pero no pude resistirme.

No contesté. Mi vista volvió a la gran extensión de aguas verdosas al pie de una montaña nevada muy alta.

—Es el volcán Osorno –contestó él sin que yo preguntara— ¿te gusta?

Asentí con la cabeza y mi iris violeta repasó cada kilómetro de la imponente belleza a medida que el tren avanzaba hacia un pequeño poblado a sus pies.

Él continuó como si importara demasiado.

—Dicen que hay riesgo de derretimiento por el cambio climático. Lo leí en El Llanquihue, el periódico de la zona.

Lo miré con gesto escéptico.

Sonrió.

—No eres la única que ha querido superarse.
—Ya veo –murmuré.

Mis ojos se elevaron hasta la boca del volcán que al parecer estaba inactivo.

—¿Has visto que alto es? –continuó—. Ahí lo tienes desde tiempos inmemoriales, con sus 2652 metros de altura. Su particular forma se debe a diez cráteres agrupados en la base.

Suspiré.

—Creo que estoy cansándote con información que no te interesa.

Lo miré, sentado a mi lado, con ojos de entusiasmo y alegría.

-¿Desde cuándo vives en la zona?

Dudó.

—Creo que hará quizás… no sé… Quince o veinte años…
—¿Por qué los Huilliches y no los Gólubev, o los Sherpa?

Rio discretamente y bajó la vista.

—¿Los Gólubev? Nunca me hubieran recibido. Sus almas han sido envenenadas por los Craig –levantó la mirada y me miró fijo—. Como la tuya.

Giré mi rostro hacia la ventanilla para no contemplar su mirada acusadora. Ahora resultaría que yo era la desalmada que no había indagado nunca buscando la supuesta huida de él. Tenía un don excelente para controlar los sentimientos. Para amoldarlos, para hacerte dudar. Pero no iba a caer en sus lamentos y acusaciones. Yo necesitaba llegar al fondo de todo esto y para ello me urgía escuchar a alguien más de nuestra raza que hubiera vivido centenas de años.

—En cuanto a los Sherpa…

Volví a mirarlo a la cara.

—Pobrecitos –dijo negando la cabeza tristemente—, el testarudo de Agni quiere seguir viviendo en la prehistoria. Cada vez es más difícil –observó la pareja que viajaba sentada no muy lejos de nosotros—. Tú sabes… Conseguir comida.
—Su guerrero Khatry no opina lo mismo, y es tan Sherpa como Agni. Quizás sea la excepción.
—¿Su guerrero? ¿Vive aún? –preguntó con interés—. Creí que habían muerto de hambre casi todos, incluso él.

Callé la boca. Quizás no debía dar ninguna información a Agravar por mínima e inocua que fuera. Era una extraña sensación que me acompañaba todo el tiempo cuando estaba junto a él.

—¡Mira! –exclamó y señaló con el dedo índice hacia el paisaje—. Es la Estación de Esquí. ¿La ves?
—Sí –contesté, contemplando varias cabañas donde sus chimeneas dejaban escapar un humo blanquecino y espeso—. ¿Allí viven los Huilliches?

Él se acercó a mi perfil y bajó la voz.

—No exactamente. Puerto Varas está ubicada en Llanquihue. En esa región se mudó el aquelarre alrededor del año 1850, con la llegada de la colonización alemana.
—¿Y antes dónde se asentaban?
—Bueno tengo entendido que vivían en zona inhóspitas camino al principal cráter. Yo en ese tiempo vivía oculto de Adrien… Imagínate que es muy difícil hacerlo cuando tu acosador es el líder de los… Bueno tú sabes.

Giré mi cabeza hacia el paisaje y con rabia le alerté.

—Voy a pedirte un gran favor. No hables mal de Adrien. No lo permitiré. La próxima vez que escuche algo en contra de él no me verás nunca más.
—Entiendo…

El silbato del tren produjo que saltara del asiento. La marcha poco a poco fue deteniéndose.

—¿Llegamos? –pregunté.
—No, es la próxima estación.
—Vale… —refunfuñé.
—¿Tanto te molesta la compañía de tu padre?
—De un extraño –ratifiqué—, para mí tú eres un extraño.

Bajó la mirada sin poder sostener la mía.

—No fue mi culpa –susurró—
—¿De quién sino?

Me miró con desesperación.

—¿Crees que me hubiera sido fácil? No sé cómo quieres que te explique si no permites que hable de él. Tú, no te imaginas nada por lo que tuve que pasar. ¡Ignoras tanto!

Lo miré fijo y él bajó la mirada entristecido.

¿Ignoraba realmente? Yo jamás pensaría algo malo de Adrien, pero… ¿Si lo había hecho llevado por el amor que me tenía? ¿Si se había encariñado conmigo por no tener descendientes hembras y no hubiera soportado compartirme con Agravar? Lo único a ciencia cierta es que mi madre se unió a él. A simple vista hubiera parecido una traición. Adrien era su amigo… ¡Diablos! ¿Cómo llegaría al fondo de todo? Me quedaba esperar omitiendo opiniones por ahora. Pensaba que si Agravar hubiera querido hacerle daño a los Craig los hubiera asesinado de a uno. Estar frente a él era como estar frente a Adrien y su energía poderosa capaz de desatar los vendavales y las tormentas más furiosas.

Puerto Varas parecía destacarse por los hermosos paisajes para todos los gustos. Lagos, playa, montañas, nieve, volcanes. Hubiera disfrutado mucho junto a Bianca recorriendo estos parajes y cazando por las noches, sin embargo no había llegado hasta aquí para hacer excursiones sino para escuchar otra campana sobre la historia de Agravar y su huida. Los Huilliches era un aquelarre respetable ante los ojos de los Craig aunque era cierto que no los unía el mismo cariño que se le tenía a los amistosos Gólubev. Se decía que Adrien los apreciaba pero no solían reunirse a menudo, razón que atribuía a la lejanía de la zona con respecto a las cumbres de Kirkenes. ¿Esa sería la única razón? ¿O había algo que los Huilliches no estaban del todo de acuerdo con mi querido Adrien?

Lo único que sabía, es que fuera cualquiera la verdad o el fondo de la desaparición de Agravar, nunca dejaría de amar a ese vampiro que me había consentido por una centena de años.

Antes de llegar a las puertas de la suntuosa casa Huilliche, observé las veredas adornadas con rosales.
Agravar que no perdía gesto mío, sonrió.
—Es conocida como la ciudad de las rosas, mi querida hija. Son bellas, ¿verdad?
—Ajá…

Él se detuvo frente a unas puertas doble hoja, de madera lustrada. Acomodó su abrigo y echó un vistazo a mi vestimenta.

Bajo mi abrigo marfil, un vestido tres cuartos color canela,mangas largas, de lanilla, más cerrado en el escote que los que solía usar. Medias a tono y zapatos stiletto negros. Sólo me acompañaba un bolso mediano también en negro. No pensaba quedarme ni siquiera un día. Lo justo y necesario para hablar con ellos. Esperaba no encontrarme con la odiosa de Vilú. De ella sí se había hablado bastante en la mansión por ser una vampiresa vanidosa y engreída. Anthony había sufrido la discriminación hacía mucho tiempo. Por suerte él ahora era feliz.

—Hija, eres tan bella… Ese abrigo claro te resalta los ojos… Tan iguales a los míos.

Sin darle importancia mi iris se fijó en la aldaba de bronce. Una cabeza de serpiente con sus dos colmillos relucía como recién pulida. Tenía entendido que la serpiente era parte del origen del mundo según la mitología aborigen.

Agravar hizo sonar la aldaba con fuerza y aguardó con gesto impaciente a que abrieran. No habrían transcurrido dos minutos cuando una de las hojas se abrió lentamente. Un pequeño hombrecillo alrededor de un metro cincuenta se asomó temeroso. Por sus rasgos era oriental.

Estaba pálido y demacrado. Supe por sus ojos que se trataba de un vampiro y no de un humano.

Sin sonreír se hizo a un lado para dejarnos pasar.

—¡Hola HuanYue! ¿Qué tal estás? ¿Me has extrañado?

El vampiro delgado de escaso cabello blanco hizo una reverencia leve inclinando la cabeza. Al erguirse alisó su uniforme negro y bajó la mirada al piso.

—Vamos, mírame. Quiero presentarte a mi hija Scarlet. Huan Yue es chino. Trabaja hace varios años para el aquelarre. Un buen servidor muy discreto.

Él levantó la vista con recelo y me miró por unos segundos para después volver los ojos al mármol blanco del suelo.

—Es bella ¿verdad?Por favor, coge su abrigo y sírvele lo que pida. Yo iré por Licarayen y Hueicha.

El hombre aguardó que diera alguna orden o algo así, pero sólo me quité el abrigo y él inmediatamente extendió los brazos para cogerlo.

—Gracias.

El hombre no se retiró. Aguardo paciente junto a mí.

—No… No quiero nada, gracias –contesté, ante la ausencia de palabras por parte de él.

Inclinó la cabeza levemente y se marchó por una de las puertas que daba a la sala.

La sala… La sala era amplia y esplendorosa. Las escalinatas del lado izquierdode mármol blanco al igual que el piso de la sala, daban claridad y sofisticación. Barrales de bronce nacían en cilindros torneados y se perdían en una suave curva hasta planta alta donde en forma de rejas no permitían ver mucho más allá de algunos cuadros en las paredes del pasillo superior.

Era noche, del techo blanco las luces de la araña iluminaban sin dejar un rincón que no llamara la atención. Las paredes lucían un empapelado en franjas verticales combinadas en matices marrones oscuros y claros. Frente a mí un espejo de tamaño considerable en el cual me vi reflejada de pies a cabeza.

Caminé lentamente hacia mi reflejo… Me detuve… Lucía bien… Alta, suaves formas femeninas, boca seductora, nariz perfecta, ojos violetas… ¿Quién eres Scarlet? Me pregunté a mí misma. ¿Eres la hembra de dones privilegiados, formas refinadas, con el corazón amargado? ¿O todavía queda algo de esa niña impulsiva y malcriada pero que era feliz?

Giré para ver la sala silenciosa y helada. Necesitaba escuchar al líder del aquelarre Huilliche pero con gusto hubiera escapado de allí corriendo. Ahora, la pregunta era… ¿Dónde iría para encontrar consuelo? ¿A la mansión? ¿En la cual seguramente Sebastien con su mal genio estaría esperándome para reprochar mi ausencia sin previo aviso? No… ¿A las cumbres? Tampoco… Nadie había allí que me arrullara entre los brazos y me cantara una canción que me haría dormir. Ni mi madre, ni él… Adrien Craig.

—¡Ooooh demonios, cómo has crecido, Scarlet!

Ante la voz fuerte y sonora avancé hasta el medio de la sala para ver mejor quien bajaba la escalera y saludaba de esa forma. Arquee la ceja al ver nada más y nada menos que a una bella hembra de cintura estrecha y pechos exuberantes, de largo cabello oscuro y ojos granate. Su vestido largo y escotado era arrastrado por cada escalón a medida que bajaba con suma elegancia. Tenía joyas en su cuello y anillos de piedras en los dedos.

Antes de que pisará las baldosas extendió sus manos y sonrió.

—¡Queridaaa, bienvenida a la casa de los Huilliches! ¡Qué placer!

Respiré hondo. No la conocía, al menos no la recordaba si la habría visto de pequeña. Sin embargo adivinar de quien se trataba no me llevó mucho tiempo.

—Hola… ¿Eres Vilú?

Se detuvo unos metros de mí.

—Ah, cierto. Ha pasado tiempo desde que te vi. Eras una niña. Sí, soy Vilú.

Sus manos heladas cogieron las mías antes de que reaccionara.

—Estoy feliz de que Agravar te haya invitado.

Retiré mis manos rápidamente y la miré fijo.

—¿Tus padres? ¿Dónde están?

En ese instante Agravar apareció por una de las puertas y avanzó un tanto alterado.

—¿Dónde está Licarayen, Vilú? No encuentro a tu padre, tampoco a tu madre.

Ella lo miró titubeante.

—Oh… Agravar… Lo lamento tanto. Ellos salieron con Chelle.
—¿Volverán? Mi hija quiere hablar con ellos.
—Me temo que no sé cuando regresan. Chelle compite en sky. Insistió tanto en que lo viéramos ganar. Tú sabes es tan egocéntrico.
—¿Quién es Chelle? –pregunté.
—Mi hermano, querida.
—Entonces no tengo razón para permanecer aquí –contesté.
—Por favor Scarlet, quédate un poco más. ¡Has viajado tanto! –suplicó Agravar—. Quizás ellos regresen mañana. ¿Verdad Vilú?
—Mmmm, podría ser. De todas formas aunque sea acéptame una bebida. Debes tener sed.

Observé alrededor para después ver sus rostros expectantes.

—No sé qué hago aquí. Fue un error –murmuré.
—No, no, Scarlet. Me has dado la oportunidad de explicarte el pasado, por favor aunque sea de la boca de Vilú. Ella sabe todo lo que ocurrió.
—¿De qué trata Agravar? –preguntó Vilú haciéndose la tonta—. ¿Sobre el robo de tu hija?

Era factible que si él había pedido refugio ella sabría el porqué.

—Me voy –murmuré nuevamente.

Agravar tomó asiento en uno de los cuerpos del sofá marrón que amueblaba la gran sala. Apoyó la cabeza entre las manos y suplicó otra vez.

—Scarlet, has llegado hasta aquí. Deja que ella te cuente mi versión. Después, prometo que nunca más te molestaré.
—Es ridículo que esta hembra me cuente tu vida. No sabe nada de los Craig –protesté.
—¿Nada? –preguntó ella con acento ofendido.— Es lo que tú crees. Tengo mucha más edad que tú. Y te diré algo, si mis correctos padres han abierto la puerta a este pobre vampiro desgarrado de dolor –señaló a Agravar—, es porque algo de razón debería tener.

La miré fijo.

—No puedo creer en un ser tan perverso que ha jugado con el corazón de mi amigo Anthony. ¿Quién te crees que eres? Él vale mucho más que tú.

Ella rodó los ojos y contestó con altanería.

—Ah… es eso… Debí imaginar que tu rechazo evidente hacia mí era a causa de esa tontería.
—¿Tontería? –me indigné.
—Por favor –agravar se puso de pie—, no discutan. Hay temas importantes que necesito que hablen las dos.
—Me niego a escuchar una palabra de esta engreída.

Agravar iba a protestar pero ella lo detuvo.

—Por favor, Agravar. Déjanos a solas.

Agravar dudó. Finalmente se esfumó en la sala sin dejar rastro.

—Por favor, siéntate, Scarlet.
—No tengo ganas. Es inútil que escuche palabra de ti. Fuiste cruel y discriminadora con Anthony. Los seres no cambian de la noche a la mañana.

Sus ojos brillaron de indignación, después de astucia.

—¿No digas? ¿Los seres no cambian? ¿Y qué me dices del destrato a la humana en su compromiso con el líder de los vampiros?

La miré.

—Tú no estuviste allí. No podías pisar la mansión por orden de Adrien y luego de Sebastien.
—Todo se sabe querida. ¿Estoy en lo cierto? Has maltratado a la humana de Sebastien, dejándola en ridículo delante de los invitados, ¿sí o no?
—Estaba ciega de vanidad. Ya no soy la misma.
—Te creo, yo tampoco. ¿Por qué tú sí y yo no? Creo que sigues siendo la misma altanera.
—No es verdad.

Tomó asiento y señaló el otro cuerpo del sofá frente a ella.

—Entonces, por favor, dame la oportunidad de explicarte como fueron los hechos.

Recorrí el sofá con la mirada mientras mi mente no dejaba de pensar en Bianca. ¡Cómo la odiaba al principio sin conocerla…

Caminé lentamente y me senté frente a la anfitriona.

—Yo sé que estuve muy mal con Anthony, pobrecillo. Es que era tan joven y altanera. Jamás volvería a repetir esa atrocidad de discriminarlo por ser un sirviente. Ten la seguridad de ello.
—Sí, tengo la seguridad aunque no lo creas. Pero no por poner la mano en el fuego por ti, sino porque Anthony nunca fue un sirviente para Sebastien… De hecho… Lleva un anillo como el mío –mostré el anillo con la cabeza del león en mi dedo anular—. ¿Lo ves? Eso significa que él es tan de la familia como cualquiera. Además… Ya no tendrías oportunidad de rechazarlo. Él está feliz con su esposa e hija.
—¿Se casó, mi querido Anthony? –fingió no sorprenderse—. ¿Una humana?
—No –sonreí—. Una Gólubev.

Miró hacia las baldosas y juraría que sus labios temblaron. Después me miró con una sonrisa amplia.

—Me alegro por él. Se lo merece.
—Claro que sí. Se aman los dos. Y la niña es preciosa.

Ella sonrió. Estiró la mano e hizo sonar una campanilla que había junto a una bella lámpara sobre una mesa redonda.

El hombrecito apareció apresurado y se detuvo a su lado.

—HuanYue, habrás conocido ya a Scarlet, hija de Agravar –me miró y sin dejar de sonreír preguntó—. ¿Te parece un aguardiente?
—Prefiero el coñac –murmuré.
—Bien, trae un aguardiente y un coñac, por favor.

Vi alejarse al vampiro tras una puerta y Vilú comentó risueña…

—Su nombre significa “feliz, alegre”, ¿no es ridículo? –rio—. Nunca está contento.

Encogí los hombros.

—Por algo será –después la miré impaciente—. Dime de una buena vez que tienes para decirme sobre Agravar.
—Bueno… Dime tú. ¿Qué quisieras saber del pasado?
—¿Desde cuando está Agravar con ustedes?
—Uhm… Algo así como dos años o menos. Desde que murió Adrien. Sólo así salió de su escondite. Tenía miedo que Adrien lo descubriera y lo mandara asesinar.

Me puse de pie de un salto.

—Voy a pedirte un favor. ¡No vuelvas a hablarme mal de Adrien porque me iré sin escucharte, y podrás decirle a Agravar que se meta el pasado en el culo!
—Vaya, que boquita tan imperfecta para una vampiresa criada con el aquelarre más prestigioso –sonrió.

Volví a tomar asiento.

—El caso es que me es difícil hablar sobre la verdad oculta si no quieres que hable mal de Adrien. ¡Ojo! No sería hablar mal de él. Es comprensible cada uno de sus actos, se lo he dicho a Agravar. Mis padres también lo han hecho razonar y hacer desaparecer ese odio que albergaba su corazón. Hay que ver que eras una niña encantadora y virtuosa. ¿Quién no desearía tenerte como hija? ¿Los medios para conseguirlo? Bueno… según el cristal con que se mire.
—Se dice que Agravar me había abandonado a mi madre y a mí por ser una hembra.
—¿Qué? ¡Pero Scarlet! Disculpa, ¿eres tonta? ¿Por qué razón te buscaría después? Él podría vivir feliz en cualquier parte del mundo. Además…

Hizo un gesto de disgusto y habló en tono bajo como si recordara.

—Cuando Agravar golpeó nuestra puerta no era el que vez ahora. Estaba desnutrido y sucio. Ignoraba el mundo humano. Era un salvaje como un vampiro prehistórico. Mis padres lo ayudaron. Les dio mucha pena. No dejaba de nombrarte y de repetir lo malo que había pasado después que fue echado a patadas.
—¿Por qué no avisaron a Sebastien cuando él llegó?
—Sebastien tiene mucho odio al igual que todos los Craig. Se entiende, sólo escuchó una parte. Nada menos que a su padre.
—Eso no es cierto. Sebastien era mayor cuando yo nací. Él mismo vivió mi historia sin necesidad de escuchar a su padre.
—Oh, un detalle que había olvidado, tienes razón. Entonces… ¿Por qué crees que no desmintió la historia de Adrien?
—No lo sé.
—Porque… Lo cierto creas o no es que Agravar fue echado de allí. Y tú Adrien se quedó con su hembra e hija.
—¡Mientes! No conocías a Adrien.
—¡Tú no lo conocías! Estás ciega porque él te dio todo los lujos y caprichos.

Me puse de pie.

—No quiero escuchar más.
—¡Deberías! –se puso de pie de un salto—. Estoy segura que tarde o temprano notarás las diferencias de no ser su sangre… ¿O ya las notas, querida?

Respiré hondo. No iba a poder materializarme en mi habitación llevada por tanta rabia y dolor.

Respiré otra vez mientras ella me miraba desafiante, como diciendo, “¿lo ves? No serás nunca una Craig”.

Murmuré…

—Dile a Agravar que no me persiga. Yo sé dónde encontrarlo si quiero.
—¿En la plaza de Kirkenes? ¿Y cuánto deberá esperar paciente por ti? –reprochó.
—No lo sé. Pero seguramente será mucho menos de lo que esperé yo por él.

Agravar.

Salí tras la puerta del pasillo y entré a la sala.

—Agravar…
—No me cuentes. Escuché todo.
—¿Cómo es que no me felicitas? Debería llevarme el Oscar a la mejor actriz.
—¿Crees que me importa si has sido convincente? El resultado es lo que me perjudica. Scarlet no cree que me han echado.
—Por supuesto, si Adrien empleó muy bien el tiempo de tu ausencia. Dale tiempo.

Huan Yue apareció por la puerta que daba a la cocina. Llevaba una bandeja con dos vasos llenos.
Vilú se puso de pie.

—¿Dónde has estado infeliz? ¿Recién te apareces con la bebida? ¡Qué idiota incompetente!

Él tartamudeó…

—Mi Señora… no había coñac… tuve que salir por una botella.
—¡No des explicaciones absurdas!
—Es la verdad, mi Señora.

Vilú enfureció mientras yo encendía un puro y me sentaba en el sofá. Miré de soslayo como lo cogía de la chaqueta y de un empujón lo estrellaba contra la pared.

—¡Ahora limpia, desgraciado! Más vale que brille todo como antes porque de lo contrario irás al horno de barro a pulir su interior, claro… con la leña encendida.
—Ven aquí, querida. Cálmate… —palmee el sofá—. Déjame agradecerte aunque sea tu intención de ayudarme. Veo que tus padres no quisieron sumarse contra Adrien. ¿Qué les has dicho? ¿Qué fueran a dar un paseo?

Ella se sentó a mi lado y alisó su vestido sin mirarme a los ojos.

—Vilú, ¿qué les has dicho para que nos dejaran a solas con Scarlet?
—La cuestión es que se complicó todo. Ellos dijeron que tu historia contada por más que fuera verdad no alcanzaría para ir contra Adrien. Que te las arreglaras solo.
—¿Y dónde están ellos?
—Los maté.

La miré asombrado.

—¿Mataste a tus padres?
—Sí. No había otra salida. Mi hermano huyó.
—¿Cómo qué huyo? Lo dices tan tranquila. ¡Irá con los Craig! No, no irá. No olvides que teme que Sebastien tome represalias con todos los Huilliches por haberte dado asilo. Es un cobarde, lo conozco.

De pronto reí a carcajada sin dejar de contemplarla.

—¡Estás muy loca! ¿Lo sabes?
—¿Qué te sorprende? –sonrió—. ¿Puede sorprenderse alguien que ha asesinado en pedazos a su hembra y su supuesto amor verdadero? ¿No digas?
—No sabes nada, no entiendes.
—¿Qué debería entender? ¿El motivo de un despiadado asesino? Al menos lo mío fue rápido y mortal. Sin sufrimiento. Hundí un cuchillo en su corazón mientras dormían. HuanYue se encargó de limpiar. Quemé los cuerpos en el horno de barro.
—Estoy asombrado, de verdad –murmuré.
—No seas ridículo. Ahora resulta que tienes ética y moral.
—Lucila me traicionó después que me fui… Se consoló en los brazos de ese maldito. Y Halldora… Halldora no iba a amarme nunca como lo amo a él. No permitiría que siguiera con vida. Mi rabia y locura hizo que se me fuera de las manos. Cada pedazo que corté de ella… fue un aliciente, un alivio a tanto desprecio de parte de ella.
—Lo que sea. Somos iguales.
—No, iguales no. Nunca asesinaría a mi sangre como tú.
—¿Estás seguro?
—Sí… Y te advierto. No toques a Scarlet. Porque ese día suplicarás porque te asesine rápido y no lentamente. Ahora… iré en busca de tu maldito hermano.

Liz.

Arropé a Drank con el edredón blanco del hospital y cogí la manta azul doblada a sus pies para estirarla sobre su cuerpo. La había comprado en la feria para que estuviera cómodo y no sufriera frío. Alisé los bordes y los metí bajo el colchón para después doblar el extremo a la altura de su cuello. Observé por unos instantes si el catéter que alimentaba con suero la vena de mi amigo continuaba con el goteo normal y constante. Me apoyé en la cama con los puños y me estiré para fijarme si la aguja de la delgada muñeca no había zafado del lugar.

Pensé que dormía, pero cuando alzó su mano para enredar los dedos en las puntas de mi cabello supe que había estado observándome hacía rato.

Lo miré y sonreí.

Mi mano cogió la suya en el aire y la apretó con ternura. Él no sonrió. Tenía sus ojos vidriosos y el azul casi índigo que siempre había tenido ahora lucía un celeste apagado.

Me separé y me senté en la cama cerca de él sin soltar su mano. La apoyé sobre mis rodillas y con el pulgar deslicé por la piel suave y pálida de la palma.

Un nudo apretó mi garganta… Porque esas manos de uñas traslúcidas que ahora sin fuerzas yacían laxas, habían sido las mismas manos maestras que me habían acariciado durante centenas de noches. Las mismas que hoy aun haciendo memoria podía sentir recorriendo mi piel y encendiendo mi cuerpo.

Drank había tenido manos anchas y fuertes por el oficio a que se dedicaba, al igual que su espalda y hombros, sin embargo al posarse sobre mi desnudez sus dedos varoniles y expertos me trataban como un delicado piano.

Observé su pecho cubierto por la manta al compás de la respiración agitada. Tantas veces había provocado el convulsionar de su pecho tras el placer del amor. Después, le gustaba dormirse sobre mi cuerpo… Entonces, me vencía el sueño como a él percibiendo el palpitar cada vez más lento de su corazón.

Entreabrió los labios y pasó la lengua por ellos.

—Quiero agua –murmuró.

Negué con la cabeza.

—Estás con suero, espera unos minutos, ya termina.

Apretó la boca con rabia.

—Tranquilo, sólo unos minutos.

El ruido de la puerta de entrada a terapia, pasos, y el sonido de las ruedas de la camilla, nos dio cuenta quizás que había un nuevo ingreso… O no.

El ruido se detuvo y los pasos dejaron de escucharse. Después… Un llanto casi imperceptible…

Drank que miraba un punto fijo en la pared desvió la mirada a la derecha, hacía el murmullo que se escuchaba acompañado del choque de metales y papeles.

—Hace días llueve –dije, desviando la triste escena que tras varios boxes estaría desarrollándose—. Creo que es un otoño bastante húmedo.

No contestó. Sus ojos continuaron en la misma dirección  dónde provenía el ruido.

De un salto me puse de pie y conseguí que me mirara con sorpresa.

—¡Mira! –mostré el suéter color lila que llevaba puesto—. Me lo regaló Marin. Me lo trajo de Kirkenes. ¿Crees que tiene buen gusto? Nunca usé lila.

Él recorrió con la vista mi atuendo y me miró a los ojos. No dijo palabra. Sólo se acomodó con cuidado de perfil y puso las manos bajo su mejilla. Entrecerró los ojos y permaneció en silencio.

Evidentemente hoy no tenía ganas de hablar.

Me senté en la cama a la altura de sus caderas y aguardé en silencio. Las paredes lucían tan apagadas y el aire olía a tristeza. Quería llevarme a Drank de aquí. Si debía morir no podía morir en estas paredes. ¿Pero cómo? No podía permanecer en mi casa ni un segundo. No por Lenya al que no hubiera dudado en explicarle la situación y él lo hubiera entendido, sino porque carecía de medios e instrumentos que necesitaba Drank.

La claridad de la tormenta se colaba a través de la ventana y se posaba en el embozo de su barba cobriza. No había querido soportar la quimioterapia, mucho menos cuando el doctor le confesó que sólo serviría para alargar la enfermedad. Así era él… Y nadie iba hacerlo cambiar de opinión. En eso nos parecíamos.

—Voy por un café pero regresaré en seguida –comenté poniéndome de pie—, antes te quitaré el suero, ya no queda nada.

Él giró su cuerpo para contemplarme mejor.

Me acerqué y despacio cogí la muñeca. Con suma delicadeza extraje la aguja y presioné la bandita sobre el pinchazo.

—Listo –sonreí.
—Aguarda –interrumpió.

Se incorporó lentamente y corrí a ayudarlo.

—¿Quieres ir al baño?

Sentado, negó con la cabeza apoyando sus manos en la cama. No me miraba. Sus ojos estaban clavados en la manta.

Balbuceó…

—Necesito que me abraces fuerte. No te vayas sin hacerlo.

La emoción recorrió mi cuerpo y terminó mojando mis ojos…

—¡Claro! –exclamé.

Me acerqué sentándome en la cama y sin intervalo de tiempo lo atraje rodeándolo con los brazos, apretando mi pecho contra él.

—¿Estás mimoso? —bromee, tratando de disfrazar la voz cargada de angustia.

Sentí las manos acariciar mi espalda…

—¿Sabes cómo quiero morir, Liz?

Negué en silencio ya incapaz de poder hablar sin que adivinara mi llanto.

—Así… Así quiero irme de este mundo. Oliendo ese perfume a limón y sintiendo tus brazos que me aferran fuerte.

Una lágrima salada rozó mis labios y murió en su hombro.

Él acarició mi cabeza con ternura.

—Sé que si dependiera de ti… No me dejarías ir… Nunca.
—No… Nunca –susurré.

Quizás pasaron varios minutos que permanecimos abrazados, sin hablar. Yo… intentando que la hiel de mi garganta fuera diluyéndose hasta no dejar rastro. Él… tal vez con la esperanza que  nada ni nadie lo arrebataría mientras mis brazos lo aferraran fuerte.

Un rayo pareció cambiar el ambiente monocromático de la pequeña sala. El trueno no se escuchó. Seguramente el choque eléctrico habría ocurrido a varias millas de aquí.

—¿Traes un café para mí?

Me separé secando las lágrimas rápidamente y lo miré.

—¡Tú estás loco! No puedes beber café aquí.

Sonrió.

—Anda, no seas mala tráeme un café.
—Es que aquí no puedo subir con alimentos y bebidas.

Hizo un puchero el cual provocó mi risa.

—Eres un tramposo. No me pongas esas caras.
—Andaaa. Tengo ganas de un café.

Me puse de pie.

—¿Con azúcar o sin azúcar?

Sonrió.

—Con.
—Okay, veré si puedo pasar con el café sin que me digan algo.
—Vamos cariño, usa tus encantos –guiño un ojo.
—Calla, es inútil es una enfermera mujer.
—Oh…

De pronto, Drank se puso serio al mirar tras de mí.

—¡Hola!

Giré para descubrir a quien saludaba pero no vi a nadie.

—¿A quién has saludado?
—Una chica. La he visto varias veces. Llega hasta aquí y se va sin decir palabra.

Lo ayudé a recostarse y lo cobijé bajo el edredón y la manta siguiendo la rutina que había hecho para que ninguna corriente fría se colara por nada del mundo.

—Voy por tu café. Beberé el mío en la cafetería si es que quiero que no me echen a patadas.

Sonrió.

—Gracias Liz.

………………………………………………………………………………………………...........

Al salir al pasillo y caminar hacia el ascensor pude ver una chica joven vestida con abrigo y gorra de lana.

¿La chica de la que hablaba Drank?

—¡Ey! –la llamé.

Ella me miró asombrada y volvió su vista a las puertas del ascensor.

Al abrirse ella se apresuró a entrar y presionó el botón del tablero.

—¡Ey, aguarda!

Pero fue tarde. Las puertas se cerraron poco menos que en mi cara y aunque pulse el tablero de llamada el ascensor no respondió.

Miré los números de los pisos en la parte superior que se encendían a medida que ella bajaba.

—¡Mierda!

Corrí a la escalera y bajé hasta planta baja a toda velocidad. ¿Quién era esta chica misteriosa que no deseaba cruzarse con nadie?

En vano fue apresurarme saltando de dos en dos los escalones. Al llegar el ascensor estaba con las puertas abiertas y nadie había en su interior.

—Permiso, señorita.

Una pareja me pidió que le hiciera lugar para pasar.

—Sí, disculpe.

Me quedé observando los alrededores de planta baja sin resultado hasta que decidí ir por mi café y por el de Drank.

Al regreso después de comprar los cafés y beber el mío antes de subir al ascensor, la imagen de la chica volvió a mi memoria. Con el gorro no había podido verla muy bien. Parecía muy joven, quizás veinte años o un poco más. Sería un amor pasado de Drank… Sí… Quizás pensaría que yo era su novia y no había querido presentarse. No… Porque Drank había dicho que varias veces había estado y yo no estaba presente. ¿Qué extraño?

Al entrar a terapia intensiva cerré la puerta y haciendo equilibrio con el vaso descartable de café caliente, escuché un chistido.

—Señoritaaa, ¿dónde cree que va con ese café? En terapia intensiva no se permite el ingreso de ningún tipo de alimentos.
—Observé a una enfermera rodeada de monitores y enchufes, cerca de la puerta de entrada.
—Ah, sí… lo sé. Sólo será está vez.
—Son las reglas.
—Es que no es para mí.
—Entonces, menos podrá pasar. Los enfermos en estado delicado no pueden beber café bajo ningún concepto.

Me acerqué lentamente cuidando que el líquido oscuro no volcara del vaso.

—Escuche, por favor… No quisiera tener un intercambio de palabras con usted principalmente porque mi amigo beberá frío este café y no es la idea.

Se cruzó los brazos y me miró con el ceño fruncido.

—¿Usted crees que si me niego igual pasará con ese café?
—Lo que creo es que haga lo que haga diga lo que diga, mi amigo beberá este café porque tiene muchas ganas.
—Por favor, retírese con el café. Dígale a su amigo que podrá beberlo en otro momento.

Me acerqué más.

—No, lo beberá ahora… Esto no es Disney World y quizás ese “otro momento” que asegura, nunca llegue.

Me miró fijo a los ojos y mantuve la mirada.

—Muy bien –murmuró—. Vaya… Que no se haga rutina.
—No, descuide. Gracias –sonreí.

















11 comentarios:

  1. Genial capítulo pobre Scarlet Agravar es re malo. Me dio penita Liz como trata de ayudar a Drank, esque ya cuando un enfermo esta muy mal hay que dejarle sus gustos. Te mando un beso y te me cuidas mucho

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    1. ¡Hola Ju! Si que es muy malo, aunque parece ser que su punto de Aquiles es Scarlet. Veremos que pasa. El tema de Drank te aseguro que me da pena escribirlo así como a ti cuentas que te da pena leerlo. Llegar al corazón de ustedes es mi objetivo. Ojalá pronto sea para hacerlas sonreír. Un besazo amiga, gracias como siempre.

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  2. Hola, Lou... Pues tiene verdaderas razones Scarlet para desconfiar de Vilú... alguien capaz de asesinar a sus propios padres... me pregunto de qué no será capaz
    No es extraño que Huan Yue esté tan atemorizado... y de buena se libró Anthony
    Entiendo las dudas de Scarlet... y la verdad es que Sebastien también obró muy mal cuando le escupió en la cara
    No me equivoqué al sospechar que Agravar mató a Halldora... eso sí, parece que no sería capaz de hacer lo mismo con su hija
    Y creo que podrían poner a Scarlet en contra de Sebastien... pero en contra de Adrien me parece que de ninguna manera
    Me alegra que Liz haya podido llevarle el café a Drank... hay normas que resultan absurdas dado el estado de gravedad de él
    Y me ha sorprendido mucho esta chica que se ha marchado en el ascensor... la verdad es que me ha intrigado
    Me ha encantado el capítulo, Lou... Muy, muy interesante
    Espero el cumple del día 30 ;-)
    Besos

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    1. Mi querida Mela, que comentario tan sustancioso. Gracias amiga!! Eres un sol. Vilu es maligna y creo el diablos los junta. Son una dupla de temer. Pero tienes razón hay una diferencia, Agravar no haría daño a Scarlet. Salvo alejarla de los Craig pero eso para él se supone es lo correcto.
      Liz hace y hará lo que sea por un amigo. Es una guerrera. La chica... sabremos en el próximo capi, te lo prometo. Me alegro que te haya gustado el banner aunque sí es tenebroso. Un besazo y muchas gracias nena!!

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  3. Se me ha olvidado decirte que me encanta el nuevo fondo del blog... y la cabecera da miedo ;-)

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  4. Hola amiga!

    Un lindo capítulo, intenso, en especial todo el tema de Scarlet y Agravar que no me puede gustar menos, veo mucha manipulación allí y creo que Scarlet puede caer por su inocencia, falta de malicia y por lo que de por sí está sufriendo; veremos qué pasa. Y Drank, ¿qué decir de él? Que se sufre mucho :(

    Besotes y gracias por compartir tu historia.

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    1. ¡Hola Claudia! Si amiga son muy buenos manipuladores, sobre todo aprovechan la ignorancia de Scarlet y lo mal que se lleva con Sebastien. Agravar es astuto y pudo ver el talón de Aquiles. Veremos si se reconcilian de lo contrario será difícil que Scarlet se sienta una Craig. Tu y yo ya sabemos que lo es.
      Drank... Bueno a esperar por el milagro, ¿no?
      Un beso grande mi niña, y gracias como siempre.

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  5. Hola Lou quiero decirte que me encanta el look del blog se ve genial!!!
    y bueno en el capitulo como deseo que Scarlet no este con ese Agravar es bien malo y ella que este con él no me gusta, uuff que triste con Drank el pobre esta sufriendo mucho y esa chica misteriosa me dejo con una gran intriga, quien será y que quiere con Drank mmm, gracias por el capitulo siempre esta muy bueno lo que escribes Lou, saludos!!

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  6. ¡Hola belleza! Gacias por lo del banner, téticro pero la culpa es de Bianca no mía, jajaja.
    Agravar está haciendo sufrir a todos los lectores, la incognita de saber que pasará con la princesa de los Craig es angustiante. Veremos que ocurre.
    ¿Quién será esta joven? Sorpresa sorpresa... En el próximo capi lo sabrán. Besotes miles y gracias totales mi cielo.

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  7. La muerte nunca es grata, pero siendo vampiro las cosas cambian,,,saludos amiga

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