Quiero situarlas en el pensamiento de Scarlet, no es ningún spoiler. Sólo intentar que comprendan que ella no ha tenido la información del lector. Ella ignora las maldades de Agravar y sólo ha escuchado una campana desde niña. Así que las dejo con ella y sus dudas.
Por otra parte... Cuidado, Drobak tiene sus sorpresas muy bien escondidas. Los dejo que disfruten agradeciendo sus comentarios. Un besazo y buena semana.
PD: El 30 de abril tendremos un cumpleaños muy especial de un actor que supo representar en mi imaginación al personaje de... Ya nos enteraremos.
Capítulo
60.
Otra
campana.
Scarlet.
Después de diecisiete
horas de vuelo desde Noruega a Chile, ya que Agravar lucía cansado y yo no
conocía la zona, no podría materializarme y visualizarla, nos dispusimos a
seguir viaje en tren hacia la región misma donde se asentaban el aquelarre
Huilliche. ¿Qué hacía yo a aquí? Pues no sabía exactamente como me había
convencido que sería excelente para nuestra nueva relación, y que escuchando
las voces de otros vampiros respetables quizás y sólo quizás podría haber una
oportunidad que algo de su historia le creyera.
Un recuerdo vago y
doloroso llegó a mí tan nítido como aquella madrugada que Bianca era presentada
en sociedad ante los aquelarres. Su compromiso, sí eso era. Creo que ella dijo
algo así como que lo amaría para siempre y yo interrumpí con mi altanería
propia y exclamé, “para siempre no será porque tú eres humana”. No recuerdo los
hechos tal cual ocurrieron, sólo tengo grabado que ante mi interrupción hubo un
momento que Sebastien furioso me escupió en la cara, “yo soy el único hijo
legítimo de Adrien”… Creo fue algo así… por supuesto Lenya todavía no había
dado señales de vida. Pero su aparición no fue una pesadilla para el
primogénito de Adrien, en absoluto. Ellos se adoraban y se llevaban bien,
aunque no niego que al principio costó el acercamiento.
La sangre tira dicen
algunos… Otros dicen que es mentira y vale sólo lo que sienta tu corazón. Pues
la verdad que conmigo no había funcionado.
Me sentía fatal porque
después de todo había puesto mucho de mí para cambiar de aquella joven salvaje
y vanidosa a ésta, que ahora, podía contemplar frente al espejo. En todo caso
lo hice por Bianca, una amiga, además que integrarme me facilitó las cosas en
este mundo que giraba vertiginoso sin detenerse.
La mano helada de
Agravar sobre la mía hizo que diera un respingo y apartara la vista del bello
paisaje tras la ventanilla del tren.
—Perdón –murmuró
congojado—. Sé que puede molestarte mi contacto pero no pude resistirme.
No contesté. Mi vista
volvió a la gran extensión de aguas verdosas al pie de una montaña nevada muy
alta.
—Es el volcán Osorno
–contestó él sin que yo preguntara— ¿te gusta?
Asentí con la cabeza y
mi iris violeta repasó cada kilómetro de la imponente belleza a medida que el
tren avanzaba hacia un pequeño poblado a sus pies.
Él continuó como si
importara demasiado.
—Dicen que hay riesgo
de derretimiento por el cambio climático. Lo leí en El Llanquihue, el periódico
de la zona.
Lo miré con gesto
escéptico.
Sonrió.
—No eres la única que
ha querido superarse.
—Ya veo –murmuré.
Mis ojos se elevaron
hasta la boca del volcán que al parecer estaba inactivo.
—¿Has visto que alto
es? –continuó—. Ahí lo tienes desde tiempos inmemoriales, con sus 2652 metros
de altura. Su particular forma se debe a diez cráteres agrupados en la base.
Suspiré.
—Creo que estoy
cansándote con información que no te interesa.
Lo miré, sentado a mi
lado, con ojos de entusiasmo y alegría.
-¿Desde cuándo vives en
la zona?
Dudó.
—Creo que hará quizás…
no sé… Quince o veinte años…
—¿Por qué los
Huilliches y no los Gólubev, o los Sherpa?
Rio discretamente y
bajó la vista.
—¿Los Gólubev? Nunca me
hubieran recibido. Sus almas han sido envenenadas por los Craig –levantó la
mirada y me miró fijo—. Como la tuya.
Giré mi rostro hacia la
ventanilla para no contemplar su mirada acusadora. Ahora resultaría que yo era
la desalmada que no había indagado nunca buscando la supuesta huida de él.
Tenía un don excelente para controlar los sentimientos. Para amoldarlos, para
hacerte dudar. Pero no iba a caer en sus lamentos y acusaciones. Yo necesitaba
llegar al fondo de todo esto y para ello me urgía escuchar a alguien más de
nuestra raza que hubiera vivido centenas de años.
—En cuanto a los
Sherpa…
Volví a mirarlo a la
cara.
—Pobrecitos –dijo
negando la cabeza tristemente—, el testarudo de Agni quiere seguir viviendo en
la prehistoria. Cada vez es más difícil –observó la pareja que viajaba sentada
no muy lejos de nosotros—. Tú sabes… Conseguir comida.
—Su guerrero Khatry no
opina lo mismo, y es tan Sherpa como Agni. Quizás sea la excepción.
—¿Su guerrero? ¿Vive
aún? –preguntó con interés—. Creí que habían muerto de hambre casi todos,
incluso él.
Callé la boca. Quizás
no debía dar ninguna información a Agravar por mínima e inocua que fuera. Era
una extraña sensación que me acompañaba todo el tiempo cuando estaba junto a
él.
—¡Mira! –exclamó y
señaló con el dedo índice hacia el paisaje—. Es la Estación de Esquí. ¿La ves?
—Sí –contesté,
contemplando varias cabañas donde sus chimeneas dejaban escapar un humo
blanquecino y espeso—. ¿Allí viven los Huilliches?
Él se acercó a mi
perfil y bajó la voz.
—No exactamente. Puerto
Varas está ubicada en Llanquihue. En esa región se mudó el aquelarre alrededor
del año 1850, con la llegada de la colonización alemana.
—¿Y antes dónde se
asentaban?
—Bueno tengo entendido
que vivían en zona inhóspitas camino al principal cráter. Yo en ese tiempo
vivía oculto de Adrien… Imagínate que es muy difícil hacerlo cuando tu acosador
es el líder de los… Bueno tú sabes.
Giré mi cabeza hacia el
paisaje y con rabia le alerté.
—Voy a pedirte un gran
favor. No hables mal de Adrien. No lo permitiré. La próxima vez que escuche
algo en contra de él no me verás nunca más.
—Entiendo…
El silbato del tren
produjo que saltara del asiento. La marcha poco a poco fue deteniéndose.
—¿Llegamos? –pregunté.
—No, es la próxima
estación.
—Vale… —refunfuñé.
—¿Tanto te molesta la
compañía de tu padre?
—De un extraño –ratifiqué—,
para mí tú eres un extraño.
Bajó la mirada sin
poder sostener la mía.
—No fue mi culpa
–susurró—
—¿De quién sino?
Me miró con
desesperación.
—¿Crees que me hubiera
sido fácil? No sé cómo quieres que te explique si no permites que hable de él.
Tú, no te imaginas nada por lo que tuve que pasar. ¡Ignoras tanto!
Lo miré fijo y él bajó
la mirada entristecido.
¿Ignoraba realmente? Yo
jamás pensaría algo malo de Adrien, pero… ¿Si lo había hecho llevado por el
amor que me tenía? ¿Si se había encariñado conmigo por no tener descendientes
hembras y no hubiera soportado compartirme con Agravar? Lo único a ciencia
cierta es que mi madre se unió a él. A simple vista hubiera parecido una
traición. Adrien era su amigo… ¡Diablos! ¿Cómo llegaría al fondo de todo? Me
quedaba esperar omitiendo opiniones por ahora. Pensaba que si Agravar hubiera
querido hacerle daño a los Craig los hubiera asesinado de a uno. Estar frente a
él era como estar frente a Adrien y su energía poderosa capaz de desatar los
vendavales y las tormentas más furiosas.
Puerto Varas parecía
destacarse por los hermosos paisajes para todos los gustos. Lagos, playa,
montañas, nieve, volcanes. Hubiera disfrutado mucho junto a Bianca recorriendo
estos parajes y cazando por las noches, sin embargo no había llegado hasta aquí
para hacer excursiones sino para escuchar otra campana sobre la historia de
Agravar y su huida. Los Huilliches era un aquelarre respetable ante los ojos de
los Craig aunque era cierto que no los unía el mismo cariño que se le tenía a
los amistosos Gólubev. Se decía que Adrien los apreciaba pero no solían
reunirse a menudo, razón que atribuía a la lejanía de la zona con respecto a
las cumbres de Kirkenes. ¿Esa sería la única razón? ¿O había algo que los
Huilliches no estaban del todo de acuerdo con mi querido Adrien?
Lo único que sabía, es
que fuera cualquiera la verdad o el fondo de la desaparición de Agravar, nunca
dejaría de amar a ese vampiro que me había consentido por una centena de años.
Antes de llegar a las
puertas de la suntuosa casa Huilliche, observé las veredas adornadas con rosales.
Agravar que no perdía
gesto mío, sonrió.
—Es conocida como la
ciudad de las rosas, mi querida hija. Son bellas, ¿verdad?
—Ajá…
Él se detuvo frente a
unas puertas doble hoja, de madera lustrada. Acomodó su abrigo y echó un
vistazo a mi vestimenta.
Bajo mi abrigo marfil,
un vestido tres cuartos color canela,mangas largas, de lanilla, más cerrado en
el escote que los que solía usar. Medias a tono y zapatos stiletto negros. Sólo
me acompañaba un bolso mediano también en negro. No pensaba quedarme ni siquiera
un día. Lo justo y necesario para hablar con ellos. Esperaba no encontrarme con
la odiosa de Vilú. De ella sí se había hablado bastante en la mansión por ser
una vampiresa vanidosa y engreída. Anthony había sufrido la discriminación
hacía mucho tiempo. Por suerte él ahora era feliz.
—Hija, eres tan bella…
Ese abrigo claro te resalta los ojos… Tan iguales a los míos.
Sin darle importancia
mi iris se fijó en la aldaba de bronce. Una cabeza de serpiente con sus dos
colmillos relucía como recién pulida. Tenía entendido que la serpiente era
parte del origen del mundo según la mitología aborigen.
Agravar hizo sonar la
aldaba con fuerza y aguardó con gesto impaciente a que abrieran. No habrían
transcurrido dos minutos cuando una de las hojas se abrió lentamente. Un
pequeño hombrecillo alrededor de un metro cincuenta se asomó temeroso. Por sus
rasgos era oriental.
Estaba pálido y
demacrado. Supe por sus ojos que se trataba de un vampiro y no de un humano.
Sin sonreír se hizo a
un lado para dejarnos pasar.
—¡Hola HuanYue! ¿Qué
tal estás? ¿Me has extrañado?
El vampiro delgado de
escaso cabello blanco hizo una reverencia leve inclinando la cabeza. Al
erguirse alisó su uniforme negro y bajó la mirada al piso.
—Vamos, mírame. Quiero
presentarte a mi hija Scarlet. Huan Yue es chino. Trabaja hace varios años para
el aquelarre. Un buen servidor muy discreto.
Él levantó la vista con
recelo y me miró por unos segundos para después volver los ojos al mármol
blanco del suelo.
—Es bella ¿verdad?Por
favor, coge su abrigo y sírvele lo que pida. Yo iré por Licarayen y Hueicha.
El hombre aguardó que
diera alguna orden o algo así, pero sólo me quité el abrigo y él inmediatamente
extendió los brazos para cogerlo.
—Gracias.
El hombre no se retiró.
Aguardo paciente junto a mí.
—No… No quiero nada,
gracias –contesté, ante la ausencia de palabras por parte de él.
Inclinó la cabeza
levemente y se marchó por una de las puertas que daba a la sala.
La sala… La sala era
amplia y esplendorosa. Las escalinatas del lado izquierdode mármol blanco al
igual que el piso de la sala, daban claridad y sofisticación. Barrales de
bronce nacían en cilindros torneados y se perdían en una suave curva hasta
planta alta donde en forma de rejas no permitían ver mucho más allá de algunos
cuadros en las paredes del pasillo superior.
Era noche, del techo
blanco las luces de la araña iluminaban sin dejar un rincón que no llamara la
atención. Las paredes lucían un empapelado en franjas verticales combinadas en
matices marrones oscuros y claros. Frente a mí un espejo de tamaño considerable
en el cual me vi reflejada de pies a cabeza.
Caminé lentamente hacia
mi reflejo… Me detuve… Lucía bien… Alta, suaves formas femeninas, boca
seductora, nariz perfecta, ojos violetas… ¿Quién eres Scarlet? Me pregunté a mí
misma. ¿Eres la hembra de dones privilegiados, formas refinadas, con el corazón
amargado? ¿O todavía queda algo de esa niña impulsiva y malcriada pero que era
feliz?
Giré para ver la sala
silenciosa y helada. Necesitaba escuchar al líder del aquelarre Huilliche pero
con gusto hubiera escapado de allí corriendo. Ahora, la pregunta era… ¿Dónde
iría para encontrar consuelo? ¿A la mansión? ¿En la cual seguramente Sebastien
con su mal genio estaría esperándome para reprochar mi ausencia sin previo
aviso? No… ¿A las cumbres? Tampoco… Nadie había allí que me arrullara entre los
brazos y me cantara una canción que me haría dormir. Ni mi madre, ni él… Adrien
Craig.
—¡Ooooh demonios, cómo
has crecido, Scarlet!
Ante la voz fuerte y
sonora avancé hasta el medio de la sala para ver mejor quien bajaba la escalera
y saludaba de esa forma. Arquee la ceja al ver nada más y nada menos que a una
bella hembra de cintura estrecha y pechos exuberantes, de largo cabello oscuro
y ojos granate. Su vestido largo y escotado era arrastrado por cada escalón a
medida que bajaba con suma elegancia. Tenía joyas en su cuello y anillos de
piedras en los dedos.
Antes de que pisará las
baldosas extendió sus manos y sonrió.
—¡Queridaaa, bienvenida
a la casa de los Huilliches! ¡Qué placer!
Respiré hondo. No la
conocía, al menos no la recordaba si la habría visto de pequeña. Sin embargo
adivinar de quien se trataba no me llevó mucho tiempo.
—Hola… ¿Eres Vilú?
Se detuvo unos metros
de mí.
—Ah, cierto. Ha pasado
tiempo desde que te vi. Eras una niña. Sí, soy Vilú.
Sus manos heladas
cogieron las mías antes de que reaccionara.
—Estoy feliz de que
Agravar te haya invitado.
Retiré mis manos
rápidamente y la miré fijo.
—¿Tus padres? ¿Dónde
están?
En ese instante Agravar
apareció por una de las puertas y avanzó un tanto alterado.
—¿Dónde está Licarayen,
Vilú? No encuentro a tu padre, tampoco a tu madre.
Ella lo miró
titubeante.
—Oh… Agravar… Lo
lamento tanto. Ellos salieron con Chelle.
—¿Volverán? Mi hija
quiere hablar con ellos.
—Me temo que no sé
cuando regresan. Chelle compite en sky. Insistió tanto en que lo viéramos
ganar. Tú sabes es tan egocéntrico.
—¿Quién es Chelle?
–pregunté.
—Mi hermano, querida.
—Entonces no tengo
razón para permanecer aquí –contesté.
—Por favor Scarlet,
quédate un poco más. ¡Has viajado tanto! –suplicó Agravar—. Quizás ellos
regresen mañana. ¿Verdad Vilú?
—Mmmm, podría ser. De
todas formas aunque sea acéptame una bebida. Debes tener sed.
Observé alrededor para
después ver sus rostros expectantes.
—No sé qué hago aquí.
Fue un error –murmuré.
—No, no, Scarlet. Me
has dado la oportunidad de explicarte el pasado, por favor aunque sea de la
boca de Vilú. Ella sabe todo lo que ocurrió.
—¿De qué trata Agravar?
–preguntó Vilú haciéndose la tonta—. ¿Sobre el robo de tu hija?
Era factible que si él
había pedido refugio ella sabría el porqué.
—Me voy –murmuré
nuevamente.
Agravar tomó asiento en
uno de los cuerpos del sofá marrón que amueblaba la gran sala. Apoyó la cabeza
entre las manos y suplicó otra vez.
—Scarlet, has llegado
hasta aquí. Deja que ella te cuente mi versión. Después, prometo que nunca más
te molestaré.
—Es ridículo que esta
hembra me cuente tu vida. No sabe nada de los Craig –protesté.
—¿Nada? –preguntó ella
con acento ofendido.— Es lo que tú crees. Tengo mucha más edad que tú. Y te
diré algo, si mis correctos padres han abierto la puerta a este pobre vampiro
desgarrado de dolor –señaló a Agravar—, es porque algo de razón debería tener.
La miré fijo.
—No puedo creer en un
ser tan perverso que ha jugado con el corazón de mi amigo Anthony. ¿Quién te
crees que eres? Él vale mucho más que tú.
Ella rodó los ojos y
contestó con altanería.
—Ah… es eso… Debí
imaginar que tu rechazo evidente hacia mí era a causa de esa tontería.
—¿Tontería? –me
indigné.
—Por favor –agravar se
puso de pie—, no discutan. Hay temas importantes que necesito que hablen las
dos.
—Me niego a escuchar
una palabra de esta engreída.
Agravar iba a protestar
pero ella lo detuvo.
—Por favor, Agravar.
Déjanos a solas.
Agravar dudó.
Finalmente se esfumó en la sala sin dejar rastro.
—Por favor, siéntate,
Scarlet.
—No tengo ganas. Es
inútil que escuche palabra de ti. Fuiste cruel y discriminadora con Anthony.
Los seres no cambian de la noche a la mañana.
Sus ojos brillaron de
indignación, después de astucia.
—¿No digas? ¿Los seres
no cambian? ¿Y qué me dices del destrato a la humana en su compromiso con el
líder de los vampiros?
La miré.
—Tú no estuviste allí.
No podías pisar la mansión por orden de Adrien y luego de Sebastien.
—Todo se sabe querida.
¿Estoy en lo cierto? Has maltratado a la humana de Sebastien, dejándola en
ridículo delante de los invitados, ¿sí o no?
—Estaba ciega de
vanidad. Ya no soy la misma.
—Te creo, yo tampoco.
¿Por qué tú sí y yo no? Creo que sigues siendo la misma altanera.
—No es verdad.
Tomó asiento y señaló
el otro cuerpo del sofá frente a ella.
—Entonces, por favor,
dame la oportunidad de explicarte como fueron los hechos.
Recorrí el sofá con la
mirada mientras mi mente no dejaba de pensar en Bianca. ¡Cómo la odiaba al
principio sin conocerla…
Caminé lentamente y me
senté frente a la anfitriona.
—Yo sé que estuve muy
mal con Anthony, pobrecillo. Es que era tan joven y altanera. Jamás volvería a
repetir esa atrocidad de discriminarlo por ser un sirviente. Ten la seguridad
de ello.
—Sí, tengo la seguridad
aunque no lo creas. Pero no por poner la mano en el fuego por ti, sino porque
Anthony nunca fue un sirviente para Sebastien… De hecho… Lleva un anillo como
el mío –mostré el anillo con la cabeza del león en mi dedo anular—. ¿Lo ves?
Eso significa que él es tan de la familia como cualquiera. Además… Ya no
tendrías oportunidad de rechazarlo. Él está feliz con su esposa e hija.
—¿Se casó, mi querido
Anthony? –fingió no sorprenderse—. ¿Una humana?
—No –sonreí—. Una
Gólubev.
Miró hacia las baldosas
y juraría que sus labios temblaron. Después me miró con una sonrisa amplia.
—Me alegro por él. Se
lo merece.
—Claro que sí. Se aman
los dos. Y la niña es preciosa.
Ella sonrió. Estiró la
mano e hizo sonar una campanilla que había junto a una bella lámpara sobre una
mesa redonda.
El hombrecito apareció
apresurado y se detuvo a su lado.
—HuanYue, habrás
conocido ya a Scarlet, hija de Agravar –me miró y sin dejar de sonreír preguntó—.
¿Te parece un aguardiente?
—Prefiero el coñac
–murmuré.
—Bien, trae un aguardiente
y un coñac, por favor.
Vi alejarse al vampiro
tras una puerta y Vilú comentó risueña…
—Su nombre significa
“feliz, alegre”, ¿no es ridículo? –rio—. Nunca está contento.
Encogí los hombros.
—Por algo será –después
la miré impaciente—. Dime de una buena vez que tienes para decirme sobre
Agravar.
—Bueno… Dime tú. ¿Qué
quisieras saber del pasado?
—¿Desde cuando está
Agravar con ustedes?
—Uhm… Algo así como dos
años o menos. Desde que murió Adrien. Sólo así salió de su escondite. Tenía
miedo que Adrien lo descubriera y lo mandara asesinar.
Me puse de pie de un
salto.
—Voy a pedirte un
favor. ¡No vuelvas a hablarme mal de Adrien porque me iré sin escucharte, y
podrás decirle a Agravar que se meta el pasado en el culo!
—Vaya, que boquita tan
imperfecta para una vampiresa criada con el aquelarre más prestigioso –sonrió.
Volví a tomar asiento.
—El caso es que me es
difícil hablar sobre la verdad oculta si no quieres que hable mal de Adrien.
¡Ojo! No sería hablar mal de él. Es comprensible cada uno de sus actos, se lo
he dicho a Agravar. Mis padres también lo han hecho razonar y hacer desaparecer
ese odio que albergaba su corazón. Hay que ver que eras una niña encantadora y
virtuosa. ¿Quién no desearía tenerte como hija? ¿Los medios para conseguirlo?
Bueno… según el cristal con que se mire.
—Se dice que Agravar me
había abandonado a mi madre y a mí por ser una hembra.
—¿Qué? ¡Pero Scarlet!
Disculpa, ¿eres tonta? ¿Por qué razón te buscaría después? Él podría vivir
feliz en cualquier parte del mundo. Además…
Hizo un gesto de
disgusto y habló en tono bajo como si recordara.
—Cuando Agravar golpeó
nuestra puerta no era el que vez ahora. Estaba desnutrido y sucio. Ignoraba el
mundo humano. Era un salvaje como un vampiro prehistórico. Mis padres lo
ayudaron. Les dio mucha pena. No dejaba de nombrarte y de repetir lo malo que
había pasado después que fue echado a patadas.
—¿Por qué no avisaron a
Sebastien cuando él llegó?
—Sebastien tiene mucho
odio al igual que todos los Craig. Se entiende, sólo escuchó una parte. Nada menos
que a su padre.
—Eso no es cierto.
Sebastien era mayor cuando yo nací. Él mismo vivió mi historia sin necesidad de
escuchar a su padre.
—Oh, un detalle que
había olvidado, tienes razón. Entonces… ¿Por qué crees que no desmintió la
historia de Adrien?
—No lo sé.
—Porque… Lo cierto
creas o no es que Agravar fue echado de allí. Y tú Adrien se quedó con su
hembra e hija.
—¡Mientes! No conocías
a Adrien.
—¡Tú no lo conocías!
Estás ciega porque él te dio todo los lujos y caprichos.
Me puse de pie.
—No quiero escuchar
más.
—¡Deberías! –se puso de
pie de un salto—. Estoy segura que tarde o temprano notarás las diferencias de
no ser su sangre… ¿O ya las notas, querida?
Respiré hondo. No iba a
poder materializarme en mi habitación llevada por tanta rabia y dolor.
Respiré otra vez
mientras ella me miraba desafiante, como diciendo, “¿lo ves? No serás nunca una
Craig”.
Murmuré…
—Dile a Agravar que no
me persiga. Yo sé dónde encontrarlo si quiero.
—¿En la plaza de
Kirkenes? ¿Y cuánto deberá esperar paciente por ti? –reprochó.
—No lo sé. Pero
seguramente será mucho menos de lo que esperé yo por él.
Agravar.
Salí tras la puerta del
pasillo y entré a la sala.
—Agravar…
—No me cuentes. Escuché
todo.
—¿Cómo es que no me
felicitas? Debería llevarme el Oscar a la mejor actriz.
—¿Crees que me importa
si has sido convincente? El resultado es lo que me perjudica. Scarlet no cree
que me han echado.
—Por supuesto, si
Adrien empleó muy bien el tiempo de tu ausencia. Dale tiempo.
Huan Yue apareció por la
puerta que daba a la cocina. Llevaba una bandeja con dos vasos llenos.
Vilú se puso de pie.
—¿Dónde has estado
infeliz? ¿Recién te apareces con la bebida? ¡Qué idiota incompetente!
Él tartamudeó…
—Mi Señora… no había
coñac… tuve que salir por una botella.
—¡No des explicaciones
absurdas!
—Es la verdad, mi
Señora.
Vilú enfureció mientras
yo encendía un puro y me sentaba en el sofá. Miré de soslayo como lo cogía de
la chaqueta y de un empujón lo estrellaba contra la pared.
—¡Ahora limpia, desgraciado!
Más vale que brille todo como antes porque de lo contrario irás al horno de
barro a pulir su interior, claro… con la leña encendida.
—Ven aquí, querida.
Cálmate… —palmee el sofá—. Déjame agradecerte aunque sea tu intención de
ayudarme. Veo que tus padres no quisieron sumarse contra Adrien. ¿Qué les has
dicho? ¿Qué fueran a dar un paseo?
Ella se sentó a mi lado
y alisó su vestido sin mirarme a los ojos.
—Vilú, ¿qué les has
dicho para que nos dejaran a solas con Scarlet?
—La cuestión es que se
complicó todo. Ellos dijeron que tu historia contada por más que fuera verdad
no alcanzaría para ir contra Adrien. Que te las arreglaras solo.
—¿Y dónde están ellos?
—Los maté.
La miré asombrado.
—¿Mataste a tus padres?
—Sí. No había otra
salida. Mi hermano huyó.
—¿Cómo qué huyo? Lo
dices tan tranquila. ¡Irá con los Craig! No, no irá. No olvides que teme que
Sebastien tome represalias con todos los Huilliches por haberte dado asilo. Es
un cobarde, lo conozco.
De pronto reí a
carcajada sin dejar de contemplarla.
—¡Estás muy loca! ¿Lo
sabes?
—¿Qué te sorprende?
–sonrió—. ¿Puede sorprenderse alguien que ha asesinado en pedazos a su hembra y
su supuesto amor verdadero? ¿No digas?
—No sabes nada, no
entiendes.
—¿Qué debería entender?
¿El motivo de un despiadado asesino? Al menos lo mío fue rápido y mortal. Sin
sufrimiento. Hundí un cuchillo en su corazón mientras dormían. HuanYue se
encargó de limpiar. Quemé los cuerpos en el horno de barro.
—Estoy asombrado, de verdad
–murmuré.
—No seas ridículo.
Ahora resulta que tienes ética y moral.
—Lucila me traicionó
después que me fui… Se consoló en los brazos de ese maldito. Y Halldora…
Halldora no iba a amarme nunca como lo amo a él. No permitiría que siguiera con
vida. Mi rabia y locura hizo que se me fuera de las manos. Cada pedazo que
corté de ella… fue un aliciente, un alivio a tanto desprecio de parte de ella.
—Lo que sea. Somos
iguales.
—No, iguales no. Nunca
asesinaría a mi sangre como tú.
—¿Estás seguro?
—Sí… Y te advierto. No
toques a Scarlet. Porque ese día suplicarás porque te asesine rápido y no
lentamente. Ahora… iré en busca de tu maldito hermano.
Liz.
Arropé a Drank con el
edredón blanco del hospital y cogí la manta azul doblada a sus pies para
estirarla sobre su cuerpo. La había comprado en la feria para que estuviera
cómodo y no sufriera frío. Alisé los bordes y los metí bajo el colchón para
después doblar el extremo a la altura de su cuello. Observé por unos instantes
si el catéter que alimentaba con suero la vena de mi amigo continuaba con el
goteo normal y constante. Me apoyé en la cama con los puños y me estiré para
fijarme si la aguja de la delgada muñeca no había zafado del lugar.
Pensé que dormía, pero
cuando alzó su mano para enredar los dedos en las puntas de mi cabello supe que
había estado observándome hacía rato.
Lo miré y sonreí.
Mi mano cogió la suya
en el aire y la apretó con ternura. Él no sonrió. Tenía sus ojos vidriosos y el
azul casi índigo que siempre había tenido ahora lucía un celeste apagado.
Me separé y me senté en
la cama cerca de él sin soltar su mano. La apoyé sobre mis rodillas y con el
pulgar deslicé por la piel suave y pálida de la palma.
Un nudo apretó mi
garganta… Porque esas manos de uñas traslúcidas que ahora sin fuerzas yacían
laxas, habían sido las mismas manos maestras que me habían acariciado durante
centenas de noches. Las mismas que hoy aun haciendo memoria podía sentir
recorriendo mi piel y encendiendo mi cuerpo.
Drank había tenido
manos anchas y fuertes por el oficio a que se dedicaba, al igual que su espalda
y hombros, sin embargo al posarse sobre mi desnudez sus dedos varoniles y
expertos me trataban como un delicado piano.
Observé su pecho
cubierto por la manta al compás de la respiración agitada. Tantas veces había
provocado el convulsionar de su pecho tras el placer del amor. Después, le
gustaba dormirse sobre mi cuerpo… Entonces, me vencía el sueño como a él
percibiendo el palpitar cada vez más lento de su corazón.
Entreabrió los labios y
pasó la lengua por ellos.
—Quiero agua –murmuró.
Negué con la cabeza.
—Estás con suero,
espera unos minutos, ya termina.
Apretó la boca con
rabia.
—Tranquilo, sólo unos
minutos.
El ruido de la puerta
de entrada a terapia, pasos, y el sonido de las ruedas de la camilla, nos dio
cuenta quizás que había un nuevo ingreso… O no.
El ruido se detuvo y
los pasos dejaron de escucharse. Después… Un llanto casi imperceptible…
Drank que miraba un
punto fijo en la pared desvió la mirada a la derecha, hacía el murmullo que se
escuchaba acompañado del choque de metales y papeles.
—Hace días llueve
–dije, desviando la triste escena que tras varios boxes estaría
desarrollándose—. Creo que es un otoño bastante húmedo.
No contestó. Sus ojos
continuaron en la misma dirección dónde
provenía el ruido.
De un salto me puse de
pie y conseguí que me mirara con sorpresa.
—¡Mira! –mostré el
suéter color lila que llevaba puesto—. Me lo regaló Marin. Me lo trajo de
Kirkenes. ¿Crees que tiene buen gusto? Nunca usé lila.
Él recorrió con la
vista mi atuendo y me miró a los ojos. No dijo palabra. Sólo se acomodó con
cuidado de perfil y puso las manos bajo su mejilla. Entrecerró los ojos y
permaneció en silencio.
Evidentemente hoy no
tenía ganas de hablar.
Me senté en la cama a
la altura de sus caderas y aguardé en silencio. Las paredes lucían tan apagadas
y el aire olía a tristeza. Quería llevarme a Drank de aquí. Si debía morir no
podía morir en estas paredes. ¿Pero cómo? No podía permanecer en mi casa ni un
segundo. No por Lenya al que no hubiera dudado en explicarle la situación y él
lo hubiera entendido, sino porque carecía de medios e instrumentos que
necesitaba Drank.
La claridad de la
tormenta se colaba a través de la ventana y se posaba en el embozo de su barba
cobriza. No había querido soportar la quimioterapia, mucho menos cuando el
doctor le confesó que sólo serviría para alargar la enfermedad. Así era él… Y
nadie iba hacerlo cambiar de opinión. En eso nos parecíamos.
—Voy por un café pero
regresaré en seguida –comenté poniéndome de pie—, antes te quitaré el suero, ya
no queda nada.
Me acerqué y despacio
cogí la muñeca. Con suma delicadeza extraje la aguja y presioné la bandita
sobre el pinchazo.
—Listo –sonreí.
—Aguarda –interrumpió.
Se incorporó lentamente
y corrí a ayudarlo.
—¿Quieres ir al baño?
Sentado, negó con la
cabeza apoyando sus manos en la cama. No me miraba. Sus ojos estaban clavados
en la manta.
Balbuceó…
—Necesito que me
abraces fuerte. No te vayas sin hacerlo.
La emoción recorrió mi
cuerpo y terminó mojando mis ojos…
—¡Claro! –exclamé.
Me acerqué sentándome
en la cama y sin intervalo de tiempo lo atraje rodeándolo con los brazos,
apretando mi pecho contra él.
—¿Estás mimoso?
—bromee, tratando de disfrazar la voz cargada de angustia.
Sentí las manos acariciar
mi espalda…
—¿Sabes cómo quiero
morir, Liz?
Negué en silencio ya
incapaz de poder hablar sin que adivinara mi llanto.
—Así… Así quiero irme
de este mundo. Oliendo ese perfume a limón y sintiendo tus brazos que me
aferran fuerte.
Una lágrima salada rozó
mis labios y murió en su hombro.
Él acarició mi cabeza
con ternura.
—Sé que si dependiera
de ti… No me dejarías ir… Nunca.
—No… Nunca –susurré.
Quizás pasaron varios
minutos que permanecimos abrazados, sin hablar. Yo… intentando que la hiel de
mi garganta fuera diluyéndose hasta no dejar rastro. Él… tal vez con la
esperanza que nada ni nadie lo
arrebataría mientras mis brazos lo aferraran fuerte.
Un rayo pareció cambiar
el ambiente monocromático de la pequeña sala. El trueno no se escuchó. Seguramente
el choque eléctrico habría ocurrido a varias millas de aquí.
—¿Traes un café para
mí?
Me separé secando las
lágrimas rápidamente y lo miré.
—¡Tú estás loco! No
puedes beber café aquí.
Sonrió.
—Anda, no seas mala
tráeme un café.
—Es que aquí no puedo subir
con alimentos y bebidas.
Hizo un puchero el cual
provocó mi risa.
—Eres un tramposo. No
me pongas esas caras.
—Andaaa. Tengo ganas de
un café.
Me puse de pie.
—¿Con azúcar o sin
azúcar?
Sonrió.
—Con.
—Okay, veré si puedo
pasar con el café sin que me digan algo.
—Vamos cariño, usa tus
encantos –guiño un ojo.
—Calla, es inútil es
una enfermera mujer.
—Oh…
De pronto, Drank se
puso serio al mirar tras de mí.
—¡Hola!
Giré para descubrir a
quien saludaba pero no vi a nadie.
—¿A quién has saludado?
—Una chica. La he visto
varias veces. Llega hasta aquí y se va sin decir palabra.
Lo ayudé a recostarse y
lo cobijé bajo el edredón y la manta siguiendo la rutina que había hecho para
que ninguna corriente fría se colara por nada del mundo.
—Voy por tu café.
Beberé el mío en la cafetería si es que quiero que no me echen a patadas.
Sonrió.
—Gracias Liz.
………………………………………………………………………………………………...........
Al salir al pasillo y
caminar hacia el ascensor pude ver una chica joven vestida con abrigo y gorra
de lana.
¿La chica de la que
hablaba Drank?
—¡Ey! –la llamé.
Ella me miró asombrada
y volvió su vista a las puertas del ascensor.
Al abrirse ella se
apresuró a entrar y presionó el botón del tablero.
—¡Ey, aguarda!
Pero fue tarde. Las
puertas se cerraron poco menos que en mi cara y aunque pulse el tablero de
llamada el ascensor no respondió.
Miré los números de los
pisos en la parte superior que se encendían a medida que ella bajaba.
—¡Mierda!
Corrí a la escalera y
bajé hasta planta baja a toda velocidad. ¿Quién era esta chica misteriosa que
no deseaba cruzarse con nadie?
En vano fue apresurarme
saltando de dos en dos los escalones. Al llegar el ascensor estaba con las
puertas abiertas y nadie había en su interior.
—Permiso, señorita.
Una pareja me pidió que
le hiciera lugar para pasar.
—Sí, disculpe.
Me quedé observando los
alrededores de planta baja sin resultado hasta que decidí ir por mi café y por
el de Drank.
Al regreso después de
comprar los cafés y beber el mío antes de subir al ascensor, la imagen de la
chica volvió a mi memoria. Con el gorro no había podido verla muy bien. Parecía
muy joven, quizás veinte años o un poco más. Sería un amor pasado de Drank… Sí…
Quizás pensaría que yo era su novia y no había querido presentarse. No… Porque
Drank había dicho que varias veces había estado y yo no estaba presente. ¿Qué
extraño?
Al entrar a terapia
intensiva cerré la puerta y haciendo equilibrio con el vaso descartable de café
caliente, escuché un chistido.
—Señoritaaa, ¿dónde
cree que va con ese café? En terapia intensiva no se permite el ingreso de
ningún tipo de alimentos.
—Observé a una
enfermera rodeada de monitores y enchufes, cerca de la puerta de entrada.
—Ah, sí… lo sé. Sólo
será está vez.
—Son las reglas.
—Es que no es para mí.
—Entonces, menos podrá
pasar. Los enfermos en estado delicado no pueden beber café bajo ningún
concepto.
Me acerqué lentamente
cuidando que el líquido oscuro no volcara del vaso.
—Escuche, por favor… No
quisiera tener un intercambio de palabras con usted principalmente porque mi
amigo beberá frío este café y no es la idea.
Se cruzó los brazos y
me miró con el ceño fruncido.
—¿Usted crees que si me
niego igual pasará con ese café?
—Lo que creo es que
haga lo que haga diga lo que diga, mi amigo beberá este café porque tiene
muchas ganas.
—Por favor, retírese
con el café. Dígale a su amigo que podrá beberlo en otro momento.
Me acerqué más.
—No, lo beberá ahora…
Esto no es Disney World y quizás ese “otro momento” que asegura, nunca llegue.
Me miró fijo a los ojos
y mantuve la mirada.
—Muy bien –murmuró—.
Vaya… Que no se haga rutina.
—No, descuide. Gracias
–sonreí.
Genial capítulo pobre Scarlet Agravar es re malo. Me dio penita Liz como trata de ayudar a Drank, esque ya cuando un enfermo esta muy mal hay que dejarle sus gustos. Te mando un beso y te me cuidas mucho
ResponderEliminar¡Hola Ju! Si que es muy malo, aunque parece ser que su punto de Aquiles es Scarlet. Veremos que pasa. El tema de Drank te aseguro que me da pena escribirlo así como a ti cuentas que te da pena leerlo. Llegar al corazón de ustedes es mi objetivo. Ojalá pronto sea para hacerlas sonreír. Un besazo amiga, gracias como siempre.
EliminarHola, Lou... Pues tiene verdaderas razones Scarlet para desconfiar de Vilú... alguien capaz de asesinar a sus propios padres... me pregunto de qué no será capaz
ResponderEliminarNo es extraño que Huan Yue esté tan atemorizado... y de buena se libró Anthony
Entiendo las dudas de Scarlet... y la verdad es que Sebastien también obró muy mal cuando le escupió en la cara
No me equivoqué al sospechar que Agravar mató a Halldora... eso sí, parece que no sería capaz de hacer lo mismo con su hija
Y creo que podrían poner a Scarlet en contra de Sebastien... pero en contra de Adrien me parece que de ninguna manera
Me alegra que Liz haya podido llevarle el café a Drank... hay normas que resultan absurdas dado el estado de gravedad de él
Y me ha sorprendido mucho esta chica que se ha marchado en el ascensor... la verdad es que me ha intrigado
Me ha encantado el capítulo, Lou... Muy, muy interesante
Espero el cumple del día 30 ;-)
Besos
Mi querida Mela, que comentario tan sustancioso. Gracias amiga!! Eres un sol. Vilu es maligna y creo el diablos los junta. Son una dupla de temer. Pero tienes razón hay una diferencia, Agravar no haría daño a Scarlet. Salvo alejarla de los Craig pero eso para él se supone es lo correcto.
EliminarLiz hace y hará lo que sea por un amigo. Es una guerrera. La chica... sabremos en el próximo capi, te lo prometo. Me alegro que te haya gustado el banner aunque sí es tenebroso. Un besazo y muchas gracias nena!!
Se me ha olvidado decirte que me encanta el nuevo fondo del blog... y la cabecera da miedo ;-)
ResponderEliminar¡Gracias Mela! Besos.
EliminarHola amiga!
ResponderEliminarUn lindo capítulo, intenso, en especial todo el tema de Scarlet y Agravar que no me puede gustar menos, veo mucha manipulación allí y creo que Scarlet puede caer por su inocencia, falta de malicia y por lo que de por sí está sufriendo; veremos qué pasa. Y Drank, ¿qué decir de él? Que se sufre mucho :(
Besotes y gracias por compartir tu historia.
¡Hola Claudia! Si amiga son muy buenos manipuladores, sobre todo aprovechan la ignorancia de Scarlet y lo mal que se lleva con Sebastien. Agravar es astuto y pudo ver el talón de Aquiles. Veremos si se reconcilian de lo contrario será difícil que Scarlet se sienta una Craig. Tu y yo ya sabemos que lo es.
EliminarDrank... Bueno a esperar por el milagro, ¿no?
Un beso grande mi niña, y gracias como siempre.
Hola Lou quiero decirte que me encanta el look del blog se ve genial!!!
ResponderEliminary bueno en el capitulo como deseo que Scarlet no este con ese Agravar es bien malo y ella que este con él no me gusta, uuff que triste con Drank el pobre esta sufriendo mucho y esa chica misteriosa me dejo con una gran intriga, quien será y que quiere con Drank mmm, gracias por el capitulo siempre esta muy bueno lo que escribes Lou, saludos!!
¡Hola belleza! Gacias por lo del banner, téticro pero la culpa es de Bianca no mía, jajaja.
ResponderEliminarAgravar está haciendo sufrir a todos los lectores, la incognita de saber que pasará con la princesa de los Craig es angustiante. Veremos que ocurre.
¿Quién será esta joven? Sorpresa sorpresa... En el próximo capi lo sabrán. Besotes miles y gracias totales mi cielo.
La muerte nunca es grata, pero siendo vampiro las cosas cambian,,,saludos amiga
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