domingo, 10 de enero de 2016

Holaaaa!! Por fin me reencuentro con ustedes mis corazones. Gracias por esperarme.
El capi, todo de ustedes. Y para que no haya quejas bastante extenso. Dieciocho pág Word. Los quiero y como siempre muchas gracias.
PD: Anabel, mi madrileña, prometo buscar a Vikingo y te dedicaré la imagen, guapísima.
Un besote grande a todos.



Capítulo 47

Oportunidad.

Sara.
 

Llegué al hospital media hora antes de la cita con el médico. Creo que fue la ansiedad. La enfermera que me recibió dijo que debía esperar en la sala de ecografías. Creí que entraría al quirófano y que sólo sería un mero trámite, pero no. Lamentablemente el doctor quería saber el estado de embarazo antes de practicar el aborto.

Suspiré acostada en la camilla. Recorrí el techo pintado de blanco… las baldosas inmaculadas y limpias con desinfectante. Aguardé ansiosa. Deseaba terminar con este horrible momento y llegar a mi casa. Sí, porque la mansión de los Craig era mi casa. Lo siento así desde aquella noche que llegué en medio de una fuerte tormenta. Charles sugirió la idea a Sebastien de trabajar con él. Aseguró que aprendería rápido y que daba fe que sería fiel ante cualquier adversidad. Por supuesto, ya no estaría en las cumbres rodeada de seres como yo. Poco a poco tendría que andar entre humanos, y yo no tenía experiencia. Lo más cercano que habían estado los humanos se habían convertido en mi comida.

Pero Sebastien confió que todo saldría bien. A pesar de mi falta de experiencia, a pesar de tener que vivir dentro de una familia más estructurada. Sinceramente le doy las gracias. Quizás las heladas me hubieran matado el pasado invierno si hubiera vivido en las cumbres.

Que yo recuerde… Nunca tuve familia. Desde que tengo uso de razón mis padres ya habían muerto. Una vampiresa llamada Ely me adoptó. De todas formas Adrien siguió mis pasos. Yo quiero mucho a Sebastien pero como Adrien… No… Adrien era irrepetible.

Adrien imponía acatar cualquier orden con sólo su voz. El sonido movilizaba las piedras y arrancaba los árboles de cuajo.

Sonreí.

Quisiera ver a Douglas en alguno de esos ataques caprichosos. Esos, que le hacía a Sebastien. Pobre Sebastien, bastante bien se le había arreglado con el retoño rebelde. Sin embargo creo que si Adrien hubiera estado presente en el momento que Douglas quiso irse con los lobos a correr esas carreras de motos… No… No hubiera atravesado el jardín para irse. Pero no porque Adrien le hubiera dado una tunda o un buen cachetazo. Sino porque no era necesario que repitiera la orden. Era un don en él. No sé cómo explicarlo… Así como gozaba de ese don de la justicia. Quizás por ello era que todos sabíamos que era palabra justa y no se equivocaba. No había discusión porque no hubiera sido coherente.

Sebastien era un buen líder, de eso tampoco tenía duda, aunque a veces podría llegar a equivocarse. Lo veía más humano. Porque para mí los seres humanos se equivocan más a menudo que nuestra raza. ¿El hecho que viviera por decenas de años entre esos seres lo haría más terrenal?

La mansión fue mi lugar, de a poco fui reconociendo rincones y queriéndolos. Ahora siento que no me iría de allí jamás. Ni siquiera huyendo de esta realidad que me asfixiaba. No es fácil anhelar una familia si nunca la has tenido desde niña. Familia en sentido estricto. Padres, marido, hijos…

Cuando conocí a Rodion sentí que un buen macho se había cruzado en el camino. Quizás la magia de Adrien llegaba del más allá y me regalaba un sueño posible. Rodion era perfecto. Bueno, humilde, afectuoso, noble, y por sobre todas las cosas su cercanía me hacía sentir una hembra que deseaba a cada momento complacerlo. Pero no soy lo que quiere Rodion para su vida… Jamás llegaré a los talones de Halldora. No quería limosnas… No… Eso no.

-Señorita.

La voz de la enfermera me interrumpió en mis pensamientos.

-¡Sí! ¿Ya lo van a hacer?

Me incorporé sentada en la camilla.

-Tranquila, el doctor está demorado con una urgencia pero no tardará. Recuéstese.

-Sí…

Volví a mi posición.

-¿Se siente bien?

-Sí…

Cerré los ojos y regresé al pasado. Recordando a Adrien…

Yo conversaba con unas jóvenes. Habían encontrado una vampiresa bebé abandonada en el bosque. Fue el comentario de las cumbres. A su madre la había asesinado un lobo, de esos salvajes. Al parecer estaba con bajas defensas por el parto, de lo contrario ningún lobo común y silvestre hubiera ganado frente a un vampiro. La cuestión es que Adrien hizo todo lo posible porque la niña creciera sin notar la ausencia de su madre. Su padre… Nunca nos enteramos quien había engendrado a esa pequeña pelirroja. Yo sentí mucha pena por ella… A lo mejor era porque me sentía como ella. Sin padres.

Me pegué a la niña y a pesar de tener quince años más que ella y me convertí en su amiga… Rose. ¡Qué bueno era contar contigo! Aunque fuera pizpireta y un poco atolondrada era una buena amiga.

Hoy… Ella dijo al verme… “Sara, ¿estás segura que quieres hacerlo? Yo estaré contigo y te ayudaré a criarlo. Sara… No lo hagas.

Al recordar esta mañana los ojos se me llenaron de lágrimas.

-Tengo que hacerlo –contesté.

Cierto. No quería un niño sin padre. O lo que era peor, que Rodion se viera obligado a quererlo. Por una sencilla razón,  no puede obligarse a nadie a querer a un hijo no deseado. Rodion era tan bueno. Jamás sería capaz de reprocharme un hijo caído de nada, sin amor. Y yo… no soportaría la lástima.

-Buenas tardes.

Me incorporé.

-Buenas tardes, doctor.

Disculpe la demora, hubo un inconveniente. Una paciente casi pierde el embarazo.

-¿Qué le ocurrió? –pregunté no tanto por interés sino por encontrarme un poco nerviosa.

-Cayó de bus. Por suerte no perdió al bebé. Tendrá que hacer quietud.

-Ah, que bien…

-Por favor recuéstese. Haré la ecografía ya que no sabemos qué situación tenemos.

-Estoy embarazada de dos meses.

-Sí, me lo ha dicho la enfermera. De todas formas hay que cerciorarse si está implantado en el útero o es un embarazo ectópico. No quiero correr riesgos en el raspaje.

-Okay.

Lentamente acercó un aparato que se hallaba en una de las esquina de la pequeña sala. Verificó si estaba conectado y sonrió.

-No se preocupe. No tardaré mucho. En cuanto verifique lo que quiero saber la trasladarán al quirófano.

-Gracias.

Cerré los ojos mientras escuchaba como él acercaba una silla al costado de la camilla. Diablos… quería terminar pronto con todo esto…

La cara de Rose invadió mi mente. Recordé esta mañana mientras me seguía a todos lados tratando de convencerme. A decir verdad casi lo logra. Sobre todo cuando me aseguró, “Sara te digo que Rodion te mira con ojos de enamorado. Debe tener sus fantasmas, sí… pero eso no significa que podrán amarse mucho. Dale tiempo. ¡Saraaa!”

Sonreí al recordar como pateaba el piso en modo caprichoso.

-Muy bien –murmuró el doctor.

Abrí los ojos y los fijé en el techo mientras él subía mi blusa a la altura del abdomen.

-Esto será un poco frío para ti, es el gel. No te asustes.

-Okay.

Cerré los ojos…

A los pocos minutos percibí la frialdad de un compuesto y la presión de un rodillo que resbalaba lentamente por el bajo vientre.

-Ajá, aquí estás –habló para sí.

Cerré fuerte los párpados, no quería ver a quien iba a ser mi víctima. Sí… Porque yo había decidido sobre su vida.

-Bien… Está en el útero… Bolsa amniótica perfecta… A ver… Muy bien… Manos, pies, medidas… Mmm… Sí, ha calculado bien el tiempo. Cumplirá ocho semanas en estos días aproximadamente.

-Sí yo… -contesté. Aunque no pude terminar la frase.

¿Acaso importaba si había contado cada día del almanaque con ilusión? No.

Respiré hondo y abrí los ojos.

-¿Se siente bien?

-Sí.

De pronto vi que cogía un cono de diez centímetros de largo con un cable en un extremo.

-Levanté la cabeza.

-¿Ya hará el aborto?

Arqueó una ceja.

-No señorita, eso se hará bajo anestesia en el quirófano y usted no se enterará de nada. Este aparato es para escuchar el corazón del bebé.

-Y eso… ¿Por qué? ¿Es necesario?

El doctor me miró bajo las gafas.

-Sí, es necesario. Porque si hay alguna pequeña duda de lo que quiere hacer, esto ayudará.

No tardó en apoyar en mi vientre el cono y sólo segundos bastaron para escuchar el bombear de su corazón.

 

Rodion.

 

El aire parecía cortar mi rostro a medida que Douglas tomaba la ruta hacia el centro de Kirkenes. Debía llegar a tiempo para salvar mi bebé. Todo había sucedido tan rápido… Me encontraba en la sala bromeando con Douglas y Numa sobre qué clase de padre sería yo apenas tuviera mi hijo en brazos. Hasta que les mostré un pequeño “dije” que tenía conmigo desde niño. Era un trébol de cuatro hojas. Dicen que trae suerte… Eso dicen. Apenas lo exhibí en el aire frente a los chicos comenté emocionado, “quiero que lo lleve siempre para que tenga suerte en la vida”. Numa acotó, “suerte ya tiene de tener un padre como tú, Rodion.” Y en ese instante, Rose, a la que no me había percatado que se encontraba limpiando una mancha de la alfombra, se puso de pie, apoyó el aerosol sobre el piano, y se acercó lentamente. Al mirarme fijo y titubear llamó mi atención. “¿Qué ocurre Rose?” Bajó la vista y retorció los dedos. Y ahí supe que lo que tenía para decirme no era nada bueno.

Cerré los ojos en una curva tratando de hacer fuerza con la mente para llegar hasta los pensamientos de Sara y convencerla de no practicar el aborto. Imposible, yo no era un vampiro con grandes poderes. Ni tampoco uno capaz de materializarse en segundos hasta el lugar deseado. No… Era un simple vampiro. Bueno… Desesperado. Sin embargo sentía que la desesperanza llega cuando no tienes nada para hacer. No deseaba creer que debía bajar los brazos, sobre todo si contaba con Douglas y su moto corriendo a toda velocidad.

¡Qué corto se hace el tiempo y como avanza el reloj cuando la vida de alguien depende de ello!

Mis ojos se llenaron de lágrimas de sólo pensar que llegar tarde era una posibilidad. Suspiré y dejé escapar el aire que oprimía mi pecho. Douglas se dio cuenta y una de sus manos soltó el manubrio y apretó mi mano.

-¡Llegaremos, Rodion!

No pude contestar porque el nudo en mi garganta se mezclaba con el miedo, aunque dentro de mí agradecí el gesto.

A lo largo de la carretera, comiendo camino, mi conciencia me jugaba sucio. ¡Qué idiota había sido al no demostrar alegría frente a Sara! Es que fue tan sorpresiva la noticia de ser padre. Quizás ella lo había malinterpretado. Cualquier hembra lo hubiera malinterpretado. Lo sé… El fantasma de Halldora que aún rondaba mi corazón también era una sombra para Sara. Me daba cuenta. Al final… Me hubiera sentado con ella a conversarlo. ¿Y qué le hubiera dicho? “Mira Sara, Halldora fue un gran amor, pero ya no regresará. La vida junto a ti sería un regalo para mí. Sólo dame tiempo para amarte como te mereces. Pero quiero ese niño que vendrá. ¡Lo quiero, lo juro!

Alrededor de quince minutos llegamos a los suburbios de Kirkenes. Ya habíamos dejado atrás el descampado y las costas del Mar de Barents, sin embargo faltaba varios kilómetros por recorrer hasta el hospital de Kirkenes, pleno centro.

El cielo se había vuelto a nublar desde esta mañana cuando el sol había reinado tenue en el horizonte. Había salido sin protección así que podía asegurar que al menos el cielo estaba de mi parte. Los nubarrones negros y espesos avanzaban a pasos agigantados y tendríamos lluvias en el correr del día.

¿Qué si me había importado salir corriendo bajo el sol si éste hubiera iluminado Kirkenes? No, la verdad que no. Mi vida por la de él la hubiera dado gustoso.

Muchos dirían, “¿de dónde te ha salido tanto amor por ese bebé? Pues, no sé. Creo que el amor no tiene explicación. Es que es la vieja historia de siempre. Piensas que pierdes a alguien y te das cuenta cuán importante es.

Lenya… ¿Qué haría Lenya si supiera que estoy viviendo esta situación extrema?

Sonreí con tristeza.

Se enfadaría con Sara. Sí… Porque cuando uno siente afecto por el otro se pone de su lado sin miramientos. La defensa suele ser arbitraria sin razonamiento alguno. Como yo hice con Liz. La enfrenté porque no quería ver sufrir a mi muchacho. ¿Fui injusto con la chica rubia? Quizás…

Menos mal que Lenya había partido a Kaliningrado con Natasha, de lo contrario Sara tendría que soportar su enojo por no preguntar sobre su decisión. No la culpaba. Entendía que la había dejado sola por desorientado, por asombro, por idiota, por lo que fuera.

De pronto, una sirena se escuchó.

-Oh oh. La policía –murmuró Douglas a medida que desaceleraba.

-Mierda, Douglas.

-Tranquilo, yo lo arreglo.

El “yo lo arreglo” de Douglas me dio temor, lo confieso.

Detuvo la moto a un costado de la calle acercándola a la acera y aguardamos que la patrulla estacionara delante de nosotros.

Eran dos oficiales. Uno de ellos se mantuvo sentado en el lugar del conductor. Su compañero bajó y caminó hacia nosotros acomodando la gorra azul.

-Buenas tardes, caballeros –saludó.

-Buenas tardes, oficial –contestamos al unísono.

Apenas llegó hasta nosotros, carraspeó y sacó de su bolsillo superior un block y bolígrafo.

Madre mía… Nos iba a hacer la multa por exceso de velocidad.

-Díganme –continuó hablando mientras anotaba la matrícula de Douglas-, ¿algo se incendia?

Douglas sonrió.

-¡Qué gracioso oficial! Me gusta su humor.

-¿No diga? –preguntó el oficial sin dejar de escribir-. Permítame su registro de conducir.

-Sí… Ehm… Si nos disculpa debemos seguir camino.

-Ajá… El registro, por favor.

-Deberá pagar una multa por exceso de velocidad si quiere seguir circulando. Claro está si es que lleva el registro consigo. Lo tiene, ¿verdad?

-Ehm… Salimos con urgencia, oficial. Se lo juro. Tengo todo en regla.

El policía frunció el entrecejo. Con total parsimonia, cuestión que me desesperaba, escribió una hoja nueva.

-Imagino que documento de identidad tendrá, ¿no es así?

Mierda…

-Salí de prisa. Tampoco lo tengo.

-¿Usted cree que lo dejaré ir sin saber quién es usted y si esa moto es robada?

-Mi nombre es Douglas Craig y sí es mi moto. Me la regalaron en un cumpleaños o en Navidad, no recuerdo.

Siguió escribiendo y arrancó finalmente la hoja del block. La extendió a Douglas y lo miró bajo las gafas de aumento.

-Suban a la patrulla.

-¡No voy a subir a ninguna patrulla! ¿La multa se la pago a usted?

El oficial le clavó la mirada.

-Usted no conoce mucho las normas de tránsito, ¿no es así?

-Síiiii oficial, ¡cómo no las voy a conocer!

-Como pregunta si me paga a mí las multas, me parece extraño. No hay nadie que conduzca los primeros minutos sin saber que ante una multa debe dirigirse al edificio de tránsito. Insisto, no tiene registro y tampoco documento de identidad. Suban a la patrulla, ¡ahora!

-La verdad Joe, no lo tengo encima, lo dejé en casa –dijo Douglas ante mi asombro.

El oficial le clavó los ojos asesinos.

-¿Cómo me llamó?

-Joe, ¿no se llama Joe? Lo leí en la chapa que tiene ahí –señaló la chaqueta.

-Douglas –murmuré por lo bajo.

-¿Se hace el listo?

-¿Yo? Nooo.

-Bajen de la moto los dos.

-¡Uy qué agreta oficial, por favor!

Madre mía… no sólo nos ganaríamos la multa sino que terminaríamos en un calabozo. Mis dedos acariciaron el dije que colgaba de mi pecho. El trébol de cuatro hojas.

Que nos diera suerte… Aunque como venía la mano más que un trébol necesitaba un cultivo de una hectárea.

-Secuestraré su moto.

-Escuche oficial, mi amigo y yo nos dirigimos al hospital con urgencia. Por favor, pagaré las multas pero no me quite la moto –se desesperó Douglas.

-Escuche usted, jovencito. No puede circular sin registro. Así que hágame la tarea fácil.

-¡Por favor! Voy a un hospital no a una fiesta. ¿No entiende? ¡Qué cerrado de mente!

-¡Primero bájeme el tono y respete a la autoridad!

-Douglas… -murmuré.

De pronto el ruido de un motor lejano aumentaba. Miré hacia la carretera y pude distinguir un Falcon.

Charles…

¡Gracias trébol!

Efectivamente mientras el oficial y Douglas discutían y elevaban el tono, Charles se acercó con el coche y lo estacionó. Tampoco se me ocurría que podía hacer Charles además de asesinarlos…

Cuando el viejo mayordomo se apresuró a bajar del coche el oficial lo miró.

-¡Charles! –exclamó Douglas.

-Buenas tardes oficial –saludó Charles.

-Buenas tardes. ¿Necesita algo? –preguntó secamente.

Charles sonrió con amabilidad.

Douglas interrumpió.

-Es mi abuelo.

-Encantado oficial, soy Charles Solberg –después de inclinar la cabeza en señal de saludo miró a Douglas con discreción y movió la boca para que sólo él lo notara. “Te mataré por lo de abuelo”.

-Oficial, MI NIETO –remarcó el sustantivo-, ha salido apresurado de casa. Sepa disculpar. Aquí tiene seguramente la documentación que hacía falta.

Extendió dos cédulas al oficial que no tardó que cogerlas. Acto seguido observó la foto y estudió a Douglas.

-¡Lo ve! ¡Yo tenía razón!

-Cállate Douglas –murmuré por lo bajo.

¡Es que no sabía cerrar la boca este chico!

El oficial entregó a Douglas los documentos.

-Lo lamento señor Solberg, no secuestraré la moto ya que no debo pero si pagará la multa por exceso de velocidad y un extra por desacato. Su nieto es un maleducado.

-¿Maleducado? Será mal aprendido, oficial. Nosotros le enseñamos en casa las normas de ética y moral al pie de la letra.

-Pues den un repaso porque parece que se las olvidó.

-¡Usted vino de altanero y quiso quitarme mi moto!

-¡No me levante la voz!

-Querido… -susurró Charles-. Estás un poco nervioso. Te dije que no salieras sin tomarte la medicación –sonrió-. Después se dirigió al oficial- Reciba mis disculpas en su nombre, está un tanto nervioso. Deben llegar con prisa al hospital.

-Está bien, pueden seguir viaje. Pero las multas debe pagarlas dentro de las veinticuatro horas, no lo olviden.

-Por supuesto oficial, yo mismo me encargaré del seguimiento. Es usted muy amable.

-Buenas tardes.

Cuando el oficial regresó a la patrulla Charles respiró hondo.

-Vamos suban a esa moto y lárguense de aquí.

-Gracias Charles –contestamos.

-Douglas, no excedas la velocidad.

-No lo haré.

Avanzamos por la calle asfaltada tomando una nueva curva. Segundos antes, giré la cabeza hacia atrás. Nuestro salvador se hacía cada vez más pequeño por la distancia. Siempre en el momento justo. Adoraba a Charles. Creo que lo adorábamos todos los Craig.

…………………………………………………………………………………………….

Apenas pisé planta baja del hospital corrí desesperado a la mesa de entrada.

-Señorita, ¿los quirófanos dónde se encuentran?

La chica de gafas y rodete de cabello castaño me miró apartando la vista del ordenador.

-Planta baja, señor. Debe recorrer hasta el ala opuesta del hospital. Tomé el pasillo a la derecha. Pero aguarde fuera, debe tener autorización para entrar.

Corrí con el corazón en la boca… ¿Llegaría?

 

Douglas.

 


En cuanto Rodion bajó de la moto y subió los tres escalones hacia las puertas corredizas del hospital escuché que gritaba, “Douglas vete a casa, yo esperaré a Sara.”

Las primeras gotas comenzaban a caer y el centro de Kirkenes estaba convirtiéndose en un caos. En realidad si lo comparábamos con los días normales de sol. Pensé que la gente había quedado traumada con la gran inundación pasada. Eché un vistazo a un oficial que dirigía el tránsito. Dos semáforos sin energía provocaban un embotellamiento.

La plaza lucía desierta. La única vida la daban las flores rojas y amarillas y el césped reverdecido por las lluvias continuas. Las copas de los árboles se elevaban hacia el cielo plomizo y una brisa que parecía tomar fuerza los hacía mecer suavemente.

Estaba cerca del hotel “La manada”. Hacía unos días no veía a mi madre aunque hablábamos al menos una vez al día. Sin embargo aunque pareciera un hijo desnaturalizado no era ella el motivo de mi interés. Marin tenía franco a mitad de semana. Ella se encontraría en el hotel ya que vivía allí desde que mi madre le alquiló una habitación… Sí, desde que se quiso ir de mi casa. No entendía porque tanto afán por verla. Después de todo nunca ninguno le importaba la presencia del otro. Bueno, ella aparentemente sí. Me lo confirmó Numa una tarde cuando me aseguró que me comía con los ojos.

Sonreí mientras recorría la última manzana antes de llegar al hotel.

¿Qué sentía? ¿El placer de haberla conquistado? ¿Orgullo? ¿Autoestima alta? ¿Amor? No… Quizás la rubia frágil y bella me atraía como imán, pero amor… Amor había sentido por Clelia.

En ese instante mientras mi moto iba acallando el rugido del motor acercándome a destino, las palabras de mi amigo resonaron en el oído…

“Tú lo que tuviste con Clelia fue enamoramiento del primer romance. Eso no es amor Douglas”

Podría ser. Lo cierto que Numa tampoco podía aconsejarme. Él no tenía idea aún de lo que era amar a una mujer.

El móvil vibró en mi bolsillo de los jeans. De mala gana atendí…

Era mi padre. Rodé los ojos…

-Hola papá.

“Douglas, ¿dónde están?”

-Rodion en el hospital con Sara y yo en el hotel de mamá.

“Vente para casa, ahora.”

Volví a a rodar los ojos.

-En un rato iré.

“Dije, ahora.”

-Ya veo que Charles te detalló los sucesos.

“Esos “sucesos” como lo llamas, es una multa por alta velocidad. ¿Sabes lo costosa que saldrá?”

-Tres ceros.

“Cuatro.”

-Okay, quisiste que estudiara primero, si hubiera trabajado no tenía que pedirte para mis deudas.

“No es el hecho y lo sabes.”

-Iré en un rato.

“Douglas si no vienes iré por ti en el coche de Charles.”

-¡Papá tengo edad suficiente! ¿No te parece?

“Mira Douglas así tengas treinta y cuatro si vives aquí tendrás reglas.”

-No tardaré.

Corté la comunicación. Era preferible a seguir discutiendo. Bajé de la moto y la subí a la acera. Estacioné a un costado alejado de la puerta de entrada.

Apenas entré a la sala principal del hotel, mi madre sostenía un florero blanco en sus manos. Creo que casi lo deja caer al verme.

-¡Hijo! ¡Qué sorpresa! ¿Te ha traído la lluvia? –dejó el florero en una mesa pequeña de madera lustrada.

Sonreí. Me apresuré a llegar hasta ella y la abracé.

-Hola mamá. ¡Cuánto creció tu pancita!

Rio.

-Siii, Bernardo dice que Yako será un toro de fuerte.

Arquee la ceja.

-¿Yako? Como el nombre que me hubieras puesto.

-Sí.

-¡Qué bien! ¿No nació y ya usurpador?

Reímos.

Me dio dos besos. Uno en cada mejilla, y sacudió su vestido azul de mis gotas de lluvia de la campera de cuero. Me miró a los ojos tomándome de los hombros.

-¿Está todo bien?

Encogí los hombros.

-Sí, ¿por qué no?

Sonrió.

-Nunca me visitas. En la reserva tampoco.

Lo siento –bajé la vista.

-Okay, basta de reproches. ¿Compartes un café conmigo?

-¡Claro!

-¡Qué alegría! –inmediatamente salió del salón y recorrí con la mirada la sala.

La luz central de la lámpara que colgaba del techo iluminaba cada rincón. Las paredes habían sido empapeladas color  marfil hacía poco tiempo, a causa de la inundación. La alfombra… La alfombra también. Recordaba que era más oscura que el tono azul marino que tenía bajo mis pies. Levanté la vista y observé el cuadro del lobo en dos patas aullando a la luna. Era parte de mí, ¿por qué no? A pesar que me sentía un vampiro con todas las letras y la genética aparentemente de mi padre había ganado sobre los licántropos. Por lo menos hasta ahora…

Lamentaba no tener los ojos de mi padre, ese gris que seguramente heredaba de mi abuelo. Mi padre… Metí la mano en el bolsillo trasero de los jeans y quité el móvil. No había vuelto a llamar. Me sentí pésimo por contestar tan altanero después de haberme mandado mi gran hazaña, sin embargo era algo en mí que no podía evitar. Impulso o carácter de mierda, daba igual.

El escritorio de la mesa de recepción se hallaba vacío. Quizás no habían conseguido empleada o la misma se había ausentado por un rato. El turismo había decrecido por las noticias sobre el clima pero sabía que mi madre y Bernardo tenían esperanza de que el invierno y la época de esquí trajeran muchos interesados.

Unos ruidos desde la planta alta llamaron mi atención.

¿Sería Marin?

-¡Aquí está Douglas! Café dulce y cargado como te gusta.

-Gracias mamá.

Me apresuré a su encuentro y tomé uno de los pocillos.

Eché un vistazo alrededor y ella me señaló un sofá blanco de cuero, muy amplio, esquinero, y muy confortable.

-Sentémonos aquí. Tengo que terminar de decorar –señaló tres grandes cajas junto al escritorio-. Pero no importa. Que estés aquí es una alegría. Además Marin y Carl están ayudándome.

Al escuchar su nombre no pude menos que cambiar de posición y acomodarme nuevamente en el sofá.

-¿Estás cómodo?

-OH sii.

¿Marin y quién había dicho? ¿Carl? ¿Quién mierda era ese?

-Cuéntame –dijo tomando un sorbo de su café-. ¿Cuándo te dan el diploma de Contador?

-Ehm… Me falta entregar una tesis. Nada complicado. Supongo que en dos meses. Papá quiere que lo acompañe a la isla así que veré. No sé si podré hacer todo.

Mi madre dejó el pocillo en la mesa baja de roble y me miró sonriendo.

-Douglas, nunca debes poner trabas a tus proyectos. Eres inteligente, podrás con todo. Muchas personas trabajan y estudian.

-Lo sé. Papá es exigente, lo sabes.

-Es un buen padre.

-Sí, eso no lo discuto.

-Además te crió solo sin mí ayuda.

-Porque quiso.

Sus ojos se abrieron asombrados.

-Perdón… Perdón… Soy una máquina de decir estupideces.

-Bueno… -dijo dando un suspiro-. Supongamos que todos los hijos a una edad que toman vuelo discuten con sus padres.

-Sí… Es eso.

Me sentía tan triste por enojarme con mi padre que no escuché los primeros pasos que bajaban la escalera hasta que mi madre elevó la vista.

-¡OH Marin! Querida… Deja de trabajar ya. Me has ayudado mucho en tu día de franco.

La vi…

Bajaba con unos jeans ajustados y una camisa a cuadros roja remangada hasta los codos. Llevaba una escoba y un balde en sus manos. Su cabello rubio y lacio acompañó el vaivén de sus caderas al bajar cada escalón.

Me puse de pie al igual que mi madre.

Marin apartó la vista del último escalón cuidando de no caer y sonrió. Sabía que me había visto desde que había comenzado a descender de planta alta.

-Hola –murmuró.

-Hola –contesté.

Iba a avanzar hacia ella y estamparle un beso en la mejilla pero la figura de un hombre alto y fornido bajando la escalera, me detuvo.
 

Era rubio y sus ojos caramelo me indicaron que sería alguien de la manada. Además… Era un lobo, no había duda. Sus brazos y abdomen a través de la camisa negra podían notarse trabajados y el peso de varios utensilios de limpieza parecían no pesarle en absoluto.

La sangre corrió por mis vértebras y regó la nuca. Sentí el fuego por mis venas como si me prestara a luchar.

-¡Sabina! Hemos terminado. Todo limpio arriba.

-¡Gracias Carl! ¿Cómo puedo pagarte?

Yo tengo una forma… Pensé.

El idiota sonrió.

-Eres nuestra reina, lo hice con gusto.

Miró a Marin y guiñó un ojo.

Descuartizado sería una genial idea de morir…

-¿A Douglas lo conoces? –dijo mi madre.

-Sí, he estado en la reunión… Tú sabes… Aquella tan desagradable…

-OH siii –contestó mi madre apenada.

-Igual es un placer verte en esta ocasión, Douglas –extendió la mano.

-Puuf, el mío también.

Apreté la mano ancha y poderosa que me ofrecía.

¡Idiota!

-Y a Marin ya sé que la conoces –siguió mi madre.

-Si, por supuesto. ¿Qué es de tu vida Marin? –pregunté, clavándole los ojos.

Ella bajó la mirada.

-Todo bien.

-Pero dejen esas cosas de limpieza, por favor tomemos un café.

-Estás empapado –acotó el imbécil.

-Ah sí, afuera llueve.

-Uh, para variar.

-Llegué en mi moto y no hay más remedio que mojarse.

-Ey, qué suerte tienes moto al menos. Aunque, ¿no preferías comprarte un coche? Los hay accesibles. Yo compré uno a buen precio.

-Me la regalaron.

-Oh… Entonces no digo nada. Yo lo compré en cuotas con ahorros de mi trabajo.

Arquee la ceja y crucé los brazos.

-¿No digas? ¡Qué genial!

Mi madre carraspeó.

-Voy por los cafés, ¿con azúcar?

-Yo no puedo quedarme –murmuró Marin-, viajaré a Drobak a ver a mi hermana. Carl se ofreció a llevarme al aeropuerto en una hora.

-¡Qué bien! –exclamé-. Sobre todo porque tiene coche y no te mojarás.

-Será un placer llevar esta bella jovencita.

Iba a matarlo…

-Bueno, entonces apresúrate mi niña, y por favor dile a tu hermana que lo siento mucho por todo lo que está pasando.

-Gracias.

Sonrió, pero su sonrisa no fue suficiente para callar mis celos.

-¿Qué extraño, Marin? Estás acompañada por un lobo, ¿no te da miedo? Digo, como a tu hermana la asesinaron los lobos.

-Douglas –dijo mi madre en voz neutra.

Marin me miró aturdida.

Supe que me arrepentí al instante de herirla y hacerle recordar un triste hecho como ese.

-Seguro fueron lobos salvajes –titubeó él sin saber cómo arreglar la incómoda situación.

Vi los ojos de Marin llenarse de lágrimas y me odié. Me odié…

-Lo siento… No…

Ella levantó la barbilla componiéndose inmediatamente.

-No hay problema.

Después miró a mi madre.

-Permiso, debo empacar.

-Sí querida.

Ella subió las escalera poco más que volando y él imbécil se disculpó como si él hubiera sido el malvado.

-Perdón… Esperaré en el coche.

Antes de que el súper héroe saliera de mi vista la puerta corrediza se abrió.

-¡Sebastien! –exclamó mi madre.
 

Oh oh…

-Buenas tardes.

-Ehm, yo… me alegro de verte pero tengo cosas que hacer –se excusó mi madre.

-¿Tu bebé bien?

-Sí, sí, gracias. Ponte cómodo.

-Papá, no puedo creer que viniste por mí como si tuviera diez años –retruqué.

-A veces me lo preguntó, Douglas. ¿Tienes diez años?

-Dije que iba en un rato.

-Y yo dije que vendría por ti. Te quiero en casa. Tenemos que hablar.

-Okay –moví la cabeza negando-. No sé cómo Bianca te soporta. Tiene razón Scarlet.

-Sube al coche, Douglas... y no toleraré falta de respeto.

-Saludaré a mamá.

-Apresúrate. No gozo de paciencia.

Abandonó la sala y murmuré.

-Eso ya lo sé.

Giró la cabeza y me fulminó con la mirada.

Mejor que me callara sí…

5 comentarios:

  1. muy interesante amiga, me agradan tus relatos eso, ya lo sabes, te lo había dicho, pero bueno,,,de todas maneras gracias por permitirme ser parte de tu sitio,,,saludos

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  2. Hola, Lou... Hasta a mí me ha puesto nerviosa este oficial que ha entretenido a Rodion y a Douglas
    Aunque yo creo que Sara se habrá vuelto atrás después de escuchar los latidos del corazón de su hijo... bueno, nos tendremos que enterar de esto en otro capítulo ;-)
    Muy oportuna la llegada de Charles... el trébol de catro hojas funciona ;-)
    Creo que Douglas estaba bastante celoso... y sin querer ha herido a Marin
    Y a Sebastien lo he visto bastante enojado
    Me ha encantado el capítulo y lo he disfrutado mucho
    Besos

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  3. Uy que cosas quisiera saber que pasará con Sara y Rodion? Ojala ya se arreglen y ella no haya abortado. Uy pobre Douglas su papá le va a jalar la orejas veamos que pasa? Te mando un beso

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  4. Gracias, busca pronto y dedícamelo jajajjaja. me encanta el nuevo lobito mmmm es el de perdidos y sin camiseta está que te mueres jajajja. ES BROMA, bueno no tanto. El capi genial, magníficamente escrito, desarrollado, PERFECTO. El médico en su sitio y sabiendo hacer las cosas. GENIAL. La escena del poli con Rodion Y Douglas, fantástica.. este Douglas es la pera, no se calla ni debajo del agua. la entrada de Sebastien muy buena, un buen tirón de orejas le daba yo al chaval. Deseando me tienes de seguir leyendo. ERES GENIAL MI QUERIDA LOURDES.

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  5. Ahhh me dejo con la intriga sobre Sara y el bebe aunque creo que ella no lo hizo al escuchar lo latidos del bebe, esperemos que sea asi, ja Douglas no supo manejar el asunto del policía jaja, excelente capitulo Lou, gracias!

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