domingo, 1 de mayo de 2016

¡Hola mis corazones! Ante todo quiero saludar por el día de la madres a todas aquellas que lo son, y también a sus respectivas mamás. Aquí en Argentina es en octubre, pero sé que varios países festejan hoy 1 de mayo. Dicho sea de paso feliz día del trabajador.
Ahora sí.... El capi.... Veremos después de leerlo de qué lado están, si de Liz, o de Lenya...
¿Qué opinan?
Hay una visita muy particular para Bianca. Espero que les guste su aparición en la novela.
Cabe aclarar... Los temas religiosos que plantea la saga de ninguna forma reflejan mis pensamientos, ese tema quedará para mi intimidad. Lo escrito es producto de mi imaginación desbordada y espero no herir susceptibilidades. No es la intención.

El resto... No sé que adelantar, creo que una palabra mía y arruinaría la sorpresa. Un besazo mis lectores bellos. Gracias como siempre, sin sus comentarios no existirían los Craig.
¡Buena semana!

Capítulo 61.
Intransigencia.

Liz.

El aroma a grosella negra invadió mis sentidos mientras parpadeaba entre sueños. La punta de mi nariz se deslizó suavemente por la piel del musculoso hombro de Lenya Craig. Él yacía a mi lado boca arriba, respirando pausado y constante. No podía ver sus ojos desde esa posición ya que estaba hundida en su cuello, sin embargo estaba segura que no dormiría.

Una de mis manos reposaba en la almohada, la otra sobre su pecho adornado con esas protuberancias apetitosas. Él había pasado su brazo por debajo de mis caderas y me tenía pegada a su cuerpo.

Podía deleitarme desde mi posición con el relieve plano de su vientre que descendía peligrosamente desde el perfecto ombligo hasta las arcas del placer.

Sonreí…

Las yemas de los dedos se deslizaron apenas rozando esa piel nacarada y movió la cabeza hacia mi dirección. Nuestros ojos se encontraron…

—¿Buscabas algo que te interesa? –susurró con voz seductora.
—Sí, algo mío.
—Ah…

Acomodados de perfil uno frente al otro, mi mano se escurrió entre los dos cuerpos y acarició la entrepierna.

—Mmm… Creo que lo encontraste.
—Sí –sonreí pegada a su boca—. Aunque pienso que no está en su mejor momento.

Arqueo una ceja y rio.

—Eres una atrevida.
—Lo sé.

Mordí su labio inferior dándole pequeños mordiscos mientras masajeaba su miembro.

—¿Crees que me llevará mucho tiempo? –bromee.
—¿Estás astuta?
—Estoy impaciente.

Giró su cuerpo para posicionarse sobre mí aguantando el peso con sus manos en el colchón.

—¿Y bien? –pregunté.

Sonrió a medida que friccionaba su miembro entre mis piernas.

Reí.

—¿Podrías colaborar? –dijo sonriendo, al notar que no abría las piernas—. Estás provocadora hoy.

Encajé mis piernas a cada lado de sus caderas y lo rodee por el cuello.

—Dime… ¿De quién has heredado esa boca de labios carnosos y rojos granate? –susurré contra sus labios.
—No sé, lo que sí sé es quien es la dueña.

Pestañee seductora mientras mis dedos dibujaban sobre la piel de su ancha y musculosa espalda.

—Así que, ¿tienen dueña?
—Sí… —murmuró—. Ella es la única que con sólo rozarlos pone mi sexo duro y caliente.
—Uuuh… ¿Podría hacer la prueba? —sonreí.

Entreabrió los labios y entrecerró los ojos… Esas largas y oscuras pestañas… ¡Ay cómo lo amaba! ¡Cómo lo deseaba hasta el último rincón de mí ser!

Rocé con delicadeza su boca usando mis labios… Después la lengua lamió lentamente hasta escuchar el primer gemido ahogado.

Con una de mis manos acaricié la barbilla mientras le daba besos pequeños. Al llegar al lóbulo de la oreja  chupé y gemí en su oído… Volví a su boca pero no con delicadeza. Enredé mi mano en su cabello y tiré de él al tiempo que la lengua se metía en su boca, reclamando la pasión escondida que comenzaba a palpitar entre sus piernas.

Él inclinó el rostro y me comió en un beso demoledor. Enrosqué mi cuerpo como si de una boa constrictora se tratara, aun teniendo brazos delgados podían apostar que nadie lo arrancaría de mi lado. Mataría por él, por mi macho bello y viril.

Gemimos al unísono cuando su miembro buscó la entrada húmeda y de un movimiento me empaló haciéndome arquear de gusto. Así quería vivir todas las noches de mi vida, con su sexo abriendo mi canal haciendo arder de necesidad mis entrañas. Con esos embistes profundos y constantes, con esa voz ronca que dejaba escapar entre quejido y quejido, con ese gesto… Sí… ese gesto de goce que me volvía loca, ese ceño fruncido de un aparente sufrimiento… pero que no era dolor, sino placer sublime. Me sentía poderosa, creo que toda mujer debe sentirse así en estos momentos… Porque tu cuerpo atrapa al ser amado y lo lanza al paraíso mientras al mismo tiempo mantiene secuestrada su alma.

Los movimientos se hicieron más rápidos… Su boca caliente chupó y lamió jugando con mis pezones que ardían. Jadee arqueándome, ofreciéndome como el mejor manjar. De pronto, percibí el roce de sus colmillos sobre la piel sensible… respiré hondo tratando de mantener la calma. Era un momento crucial donde debería estar alerta a pedido de él… Ahora más que nunca no deseaba convertirme. Amaba a Lenya Craig y hubiera sido mi ferviente deseo ser toda suya por la eternidad, sin embargo Drank era mi prioridad gustara o no gustara. Jamás lo dejaría a la deriva y siendo vampiresa no podría estar junto a mi amigo quizás por algún tiempo.

Creo que Lenya notó mi temor… Separó sus labios y dejó la tarea que tan bien sabía hacer.

Me miró a los ojos transmitiéndome calma…

Hubiera querido explicarle porque no me abandonaba a sus colmillos, decirle… “Tranquilo amor, sólo es por ahora”, sin embargo no era el momento.

Lenya cerró los ojos y golpeó mis caderas penetrándome una y otra vez.

—Hazme llegar cariño, pero primero tú –susurró con los dientes apretados.
—Arriba… —susurré jadeando.

Con un rápido movimiento y sin salirse de mí me sentó sobre él y comencé a cabalgar apoyando las manos en su pecho pétreo y sudoroso.

Mis órganos podían sentirse cada vez más sensibles con cada descenso de mis caderas. Tiré la cabeza hacia atrás al tiempo que una de sus manos magreaba y pellizcaba mis pezones.

—¡Me vuelves loca en la cama! –grité.
—Eso es, amor –jadeó—. Dime todo lo que soy para ti.

Levanté la cabeza y lo miré a los ojos… Ojos plata que hervían de placer.

—Eres el único macho –gemí—, el único macho que despierta mi lujuria. Quiero… Quiero tenerte así dentro de mí hundiéndote… ¡Ay amor!
—¡Más, dime más! –exigió.
—¡Mi amor! ¡Eres mi único amor! ¡Fuerte! ¡Hazme doler de placer!
—¡Más! –exclamó—. ¡Dime que nadie importa más que yo!
—Siii siii. ¡Oooh cielos! ¡Lenya! ¡Te amo!
—¿Sólo a mí?

El placer comenzaba a nacer en lo más profundo de mi bajo vientre. Ya no podía razonar y menos hilvanar palabras coherentes…

—¡Necesito que me lo digas! –volvió a exigir—. ¿Nadie es más importante que yo en tu vida?
—¡Nadie! –grité al sentir recorrer la electricidad placentera del clímax—. ¡Nadie, lo juro!

Embistió sin piedad hasta que el orgasmo explotó.

Mi respiración se detuvo por unos segundos y mi cuerpo convulsionó entre sus brazos…

Se sentó sin salir de mí, abrazándome en silencio mientras yo volvía poco a poco al pulso normal. 

Acarició mi espalda hundiendo el rostro en mi cuello.

Sabía que Lenya me había hecho pagar por esa duda apenas perceptible de ser o no vampiresa. Habría adivinado que si había alguna razón por la que no quisiera convertirme esa razón tenía nombre y apellido. Y aunque una cama y en agonía, aun sentía que podía llegar a ser su acérrimo rival.

Cuando mi estado de euforia pasó, lo miré a la cara. No me miraba. Su respiración agitada también había vuelto a la normalidad. Delicadamente me tomó de la cintura y me separó sentándome en la cama.

—¿Y tú? –pregunté, sabiendo que algo se había roto.
—No, ahora no –murmuró.

Se puso de pie y avanzó hacia el baño. Lo seguí… Sí, las mujeres somos persistentes… Para bien o para mal.

Abrió la ducha y se metió bajo el agua fría.

Me recosté en el marco de la puerta y lo miré.

—Lenya, hablemos.
—Ahora no.
—Deberías saber que el triunfo de las parejas modernas es que uno puede hablar de todo.
—Entonces, ¿por qué hay más divorcios?

Rodee los ojos.

—Lenya…
—¡De verdad Liz, no quiero hablar! –cogió el jabón.
—Sé que te molestó que tuviera miedo que me convirtieras. Tú mismo dijiste que podía ser peligroso.

Estaba de espalda, con ese hermoso y perfecto culo deleitando mis ojos. Pero al escuchar mi excusa giró y me miró serio.

—Mentiras no, Liz. Eso sí me enojaría. Tú sabes que no fue pensar en mi miedo lo que te echó atrás… Es él… Siempre es él. Quédate tranquila, no lo iba a hacer.
—Cuando entenderás que lo de Drank ya pasó. No lo amo.
—¿Estás tan segura?
—¡Claro que sí! –protesté.

Depositó el jabón en la pequeña gaveta de cerámica después de enjabonarse el abdomen y los hombros. La espuma corría a lo largo de su cuerpo alto y musculoso. Sus brazos cayeron a cada lado de su cuerpo y bajó la cabeza dejando que el agua bañara su cara.

—Me siento un infeliz cada vez que pienso que tengo celos de un tipo moribundo postrado en la cama. Una y otra vez con cada acción tuya me digo, “Lenya no tienes competencia frente a él, ella ahora te ama a ti y no debes tener celos”. ¿Sabes qué? Sin embargo los tengo.
—Estarás deseando que muera, ¿verdad? –susurré.

Levantó la cabeza y me miró a través de la ducha.

—Noo, que muera será para mí el comienzo de la tortura. Contra el recuerdo de Drank no podré jamás. Deberé acostumbrarme a vivir con tu amor y su fantasma.
—Basta… —murmuré con los ojos húmedos de lágrimas—. Basta, por favor.
—¿Querías hablar? Ahí lo tienes.

Cogió el jabón nuevamente y lo friccionó por sus piernas.

—No escuchas lo que te digo. Así no podemos dialogar.

Me miró furioso.

—¿Dialogar? ¡No quiero dialogar! Sólo si sirve para quitarme el miedo atroz que tengo de que al suceder lo inevitable con él, perderé parte de tu corazón. ¿Puedes asegurarme que serás feliz a mi lado mientras le llevas a él flores al cementerio? ¡Dime!

No contesté.

Mis lágrimas rodaron silenciosas por las mejillas.

No… Pensé. No podía asegurarlo.

Me retiré a la habitación y cogí ropa para bañarme después que Lenya saliera del baño. El sexo en la ducha hoy no era buena idea.

¿Cómo explicarle que aunque él era el amor de mi vida no podía dejar a mi amigo a la deriva en este cruel momento. ¿Qué había estado enamorada de Drank? Sí, lo había estado. Sin embargo ahora era el presente y no el pasado el que deseaba vivir.

Por la puerta entreabierta del baño observé a Lenya apoyado en la pared. El agua caía en su cara y cuerpo como lavando y borrando sus pensamientos, su tristeza. Era un vampiro posesivo y apasionado. Sabía que no podía pedirle que cambiara su carácter y forma de ser. Además de él me había enamorado tal como era. Con esa pasión para vivir la vida, con esa terquedad con la que mantenía sus ideas, equivocadas o no. Lo cierto es que no tenía fuerzas para hacerle entender mi verdad.

A los pocos minutos salió del baño con la toalla ajustada a su cintura. No me miró. Se dirigió al ropero para coger algo de su ropa. Me gustaba ver sus prendas guardadas muy cerca de las mías…
Respiró profundo y giró por fin para verme sentada en la cama.

—Liz… No te imaginas lo fuerte y poderoso que creí siempre ser. Jamás una hembra me hubiera cambiado por otro. Pero ahora… Mi seguridad y mi hombría de macho la pisoteas sin cuidado cada vez que él se interpone entre nosotros. Ojalá se interpusiera físicamente porque tendría la oportunidad como buen macho de cagarlo a trompadas, sin embargo –movió la cabeza tristemente—, ni siquiera eso puedo hacer. Sería considerado un patético desalmado. Yo… Entiendo de todas formas… Es alguien importante, alguien que quieres y… Escucha… Sé que estoy equivocado y lo correcto es no hacerte la vida imposible, ya bastante tienes… Pero… No es fácil para mí.
—Lenya, lo sé…
—Por favor, no me interrumpas.

Asentí con la cabeza.

—No quiero que dejes de verlo ni de darle una mano en este trance horrible… Lo que ocurre que a veces me da la sensación que no valgo tanto como él. Sé que son mis celos… Sólo quiero que me entiendas. No quiero ser egoísta aunque este soy yo, así me conociste. Tengo errores garrafales pero… Pero sé pedir disculpas cuando me equivoco. Lo siento… Perdóname…

Lo miré y me miró.

—Si pudieras ver mi corazón o leer mis pensamientos –murmuré—. No tendrías esos celos absurdos. Te amo con toda mi alma. Drank es mi pasado. Fue hermoso no lo niego, sin embargo no ocupa mi corazón de la forma que tú crees.
—Lo sé… Creo… Creo que lo sé… Perdóname.
—Por favor, necesito que me abraces. No quiero partir al hospital enojada contigo.

Extendió la mano y corrí hacia él. Me rodeó con sus brazos y me apretó contra su pecho.

—Sólo necesito que sepas que mientras tú no seas feliz yo no lo seré. Mi miedo es que nunca llegue a lograrlo cuando Drank ya no esté.
—Haberte conocido es lo mejor que me pasó en la vida, Lenya Craig. No podría vivir sin ti.

Inclinó su rostro y me besó… Suave, lento, intenso.

No hicimos el amor, porque hay hechos y momentos que no vuelven atrás, pero desayunamos juntos un rico café mientras me contaba los proyectos de Sebastien y los adelantos de Natasha en la genética. Él debía regresar a Rusia como había prometido aunque regresaría en dos o tres días. Yo confiaba en él por eso no entendía porque era tan difícil asimilar mi pasado con Drank. ¿Es qué no se comparaba lo vivido con mi amigo al affaire de Natasha? No… Era otra cosa y en algún punto lo entendí.

………………………………………………………………………………………………...............

Lenya partió temprano y aproveché a llegar al hospital antes de lo acostumbrado. No deseaba quedarme sola en la casa sintiendo su ausencia en cada rincón. Además George llegaría más tarde como todos los jueves así que sería buena idea que Drank estuviera acompañado si despertaba.

Le daría una sorpresa, aunque ignoraba que la sorpresa, me la llevaría yo.

Al bajar del ascensor y caminar por el pasillo, vi a la chica de gorro y abrigo salir de terapia intensiva. Me detuve y la miré. Ella caminaba en sentido contrario, cabizbaja, triste, sin embargo cuando levantó la cabeza y me vio, su rostro se transformó. Parecía haber visto un fantasma.

Dio un vistazo a ambos lados como buscando una salida donde evitara enfrentarse a mí. Entonces me apresuré para tenerla cara a cara.

—¡Ey, no huyas, por favor!

Ella retrocedió como si hubiera un escondite a su espalda pero imposible, sólo había una pared y la puerta de terapia intensiva.

—¡Por favor! –exclamé—. Sólo quiero saber quién eres.

Ella titubeó. Sin embargo al no tener salida no tuvo más opción que aguardar de pie hasta que la tuve a pocos metros.

—Oye –dije suavizando la voz simulando una sonrisa amistosa—. No muerdo.

Ella se mantuvo en silencio mirándome como con súplica.

—Mi nombre es Liz. No tengas miedo. ¿Eres novia de Drank? Porque sé que vienes por él.

Por fin habló…

—Yo… no molestaré más… Sólo quería saber cómo estaba.
—Lo sé, no molestas, de veras. Fui su chica pero somos amigos. Me agrada saber que Drank tiene una novia. Lo digo en serio. Palabra de honor –sonreí levantado la mano en señal de promesa.
—No soy su chica.
—¿Lo fuiste?
—No, tampoco.
—¿Por qué estás aquí? ¿Eres su amiga? ¿Vecina?
—No… Disculpa debo irme.
—No, ¡aguarda! Dime por qué estás aquí.
—No tiene importancia.
—Sí la tiene. Imagino que no te envían de un buffet de abogados, esos cuervos que quieren sacar plata de donde sea.
—No –sonrió apenas.
—Vamos, dime… ¿Qué haces aquí? Te repito no tengo nada con Drank sólo una linda amistad.
—Soy su hermana –escupió sin anestesia.

El silencio que siguió sólo sirvió para que el suelo se hundiera a mis pies y mi cerebro preguntara, “¿escuchaste eso Liz?”

—¿Perdón? –murmuré.
—Soy su hermana. Su media hermana.
—¿Cómo…? ¿Cómo que su media hermana?
—Lo que escuchaste. Soy hija de George. Hija ilegítima.
—Voy a sentarme –susurré mientras buscaba con los ojos las sillas del pasillo.

Ella me miró mientras yo me apoyaba en la pared con una mano. Después di unos cuantos pasos y me dejé caer en una de las sillas.

—Su hermana… Hija de George… Pero… –la miré—. No puede ser, George jamás haría eso. Dejar una hija abandonada.
—De hecho no lo hizo –contestó sin moverse del sitio—. Él no sabe que existo. Mi madre nunca se lo dijo.

La miré… Tenía mechones cobrizos que escapaban de su gorro de lana negro. Era más alta que yo, delgada, de unos profundos ojos azules.

—Yo… No entiendo nada.
—Lo imaginé. Pero ahora no puedo irme sin que me prometas que nadie lo sabrá. No quiero darle una noticia así a Drank en su estado. Sé que no me aceptaría después de todo. Yo sí… Muero por abrazarlo y confesarle que soy de su sangre.
—Ay mi Dios –murmuré.
—Prométemelo.

La miré nuevamente…

—No puedo prometerte eso. Drank es mi amigo y mentirle...
—No le mentirás. Sólo le ocultarás la verdad.
—No es justo.
—Nada de esta situación es justo.
—Por favor, siéntate. Ven… —palmee la silla a mi costado.
—No tengo mucho que agregar.
—¿Cómo crees? Me dices semejante cosa y vas a irte. Dime, ¿por qué ahora? ¿Por qué no te presentaste cuando él estaba en mejores condiciones de salud?

-Mi padre se divorció de mi madre hace unos meses, es decir… El hombre que me dio su apellido.

Caminó lentamente y se sentó a mi lado.

—George y mi madre tuvieron un romance, algo que pareció sin importancia para él. Ambos eran casados, Drank tendría doce o trece años. Mi madre se enamoró y no quiso abortar… Y bien… Aquí estoy.

Encogió los hombros pero su voz se quebró.

—Hace mucho que espió a Drank y a George a la distancia. Sin que mis padres supieran. Ahora… Ella lo sabe. No me condenó por querer estar cerca sólo me dijo —lloró silenciosamente—, que no arruinara sus vidas.

No sabía si abrazarla y compadecerla. Sentía una mezcla de sentimientos confusos. Nunca hubiera imaginado a George siéndole infiel a Hillary. Madre mía… Drank iba a darle un ataque al corazón…

—Tú no arruinarías la vida de nadie. Tu madre se equivoca. Lo que ocurre es que en este momento Drank está delicado y…
—Y si no podré abrazarlo nunca –lloró—. Y si nunca estaré frente a mi padre teniendo el valor de decirle quien soy, y que mi madre lo amó y aún lo ama. Nunca lo olvidó.

Respiré profundo.

—Bueno, eso es un aliciente, supongo. Has nacido por amor.
—No… Él no. Nunca abandonaría a su mujer y a su hijo. Mi madre lo sabía.
—Dios mío –susurré.

Limpió sus lágrimas y se puso de pie.

—Me voy.
—Pero… ¿Te vas? Entonces… ¿Nunca les dirás quien eres?
—No. Mejor así. Volveré para verlo aunque sea dormido. Y el día que ya no esté –lloró otra vez con más fuerza—. Ese día no me volverás a ver.
—Dime tu nombre aunque sea.
—¿Para qué?
—Por favor, sólo tu nombre. Quizás nos crucemos otra vez y si dices la verdad tomaremos un café y podré contarte cosas de Drank y de George. Si te interesa.

Sonrió.

—Sería atento de tu parte… Mi nombre es Roxane.
—Hola Roxane –sonreí—. Mi nombre es Liz.

Se despidió en silencio casi como había llegado. La vi alejarse por el pasillo y desee tener la oportunidad de verla otra vez. No podría decirle a Drank semejante noticia si no estaba segura sin embargo… ¿Por qué mentiría esa chica? ¿Qué ganaría? Nada.

Cuando entre a terapia intensiva para ver a Drank él dormía. Me senté en silencio en la silla y quité un libro de mi bolso. Leería mientras mi amigo descansaba.

Miré el suero… Goteaba constante y el embase de depósito estaba por la mitad. La manta lo cubría por completo salvo el rostro que parecía relajado. Abrí el libro después de dejar mi bolso sobre la cama con cuidado de no despertarlo.

Pág 78… A ver en que había quedado…

La imagen de la chica surgió en mi cabeza y no dejó que me concentrara. Y eso que mi libro se trataba de vampiros. Cuando se trataba de vampiros podía meterme en la lectura de una forma que ni siquiera la voz de “fuegooo” me distraería.

Su hermana… Dios mío… George…

Arquee las cejas.

Míralo a George tan santo que parecía. No si todos los hombres nos daban ese tipo de sorpresas en la vida. Bueno… ¿Mi madre? ¿Acaso no había huido con el padre de Bianca?

—No lo puedo creer –murmuré.
—¿Ahora hablas sola?

Levanté la cabeza y miré a Drank que se incorporaba. Salté de la silla y dejé el libro en la cama. Lo ayudé a poner una de las almohadas más inclinadas para que estuviera cómodo.

—Déjame a mí, se saldrá la aguja del suero y tendrán que pincharte otra vez.
—¿No digas? ¿Pincharme? ¡Qué horror Liz, no soportaría el pinchazo de una horrible aguja!

Lo miré.

Me miró sonriendo con ironía.

—¿Te haces el gracioso?
—Es que después de todo lo que pasé una aguja es una estupidez. ¿Qué leías? ¿Quieres contarme?
—Bueno… —me senté y cogí el libro—. Es de vampiros.
—Entonces no me cuentes. No quiero saber nada.

Juntó las cejas, enojado.

—Okay.
—¿Qué hay de nuevo aparte de tu vida con un vampiro?
—Ssssh… ¿Quieres callarte?

Me miró ofendido y dirigió la vista al suero.

—Quiero quitármelo.
—No puedes. Es un analgésico.
—Me importa un cuerno lo que sea. Me lo quitaré.
—Si te lo quitas me iré y no regresaré.
—No lo harás. Sé que estarás aquí hasta que muera.
—¡Basta! ¿Quieres pelear?
—¡Lo que quiero es irme de aquí!

Sin más que decir arrancó el suero de su muñeca e intentó levantarse. Cuestión que quise evitar.
Por supuesto me fue imposible. Yo era delgada y aunque Drank estaba débil conservaba su cuerpo robusto aun después de haber adelgazado muchos kilos.

Me interpuse y lo tomé de los hombros para recostarlo mientras trataba de calmarlo. Él no quería escucharme… Fue horrible.

—¡Acuéstate Drank! ¡Llamaré a la enfermera!
—Me importa una mierda lo que quieras hacer. Nadie puede mantenerme aquí si no quiero. ¡Apártate! ¡Eres igual que todos ellos! Sólo quieres que muera de una maldita vez para irte a vivir feliz con tu Lenya.

Abrí la boca y lo miré.

Sentado en la cama con los pies colgado respiraba con dificultad. Me dio mucha pena verlo en ese estado calamitoso pero aun así no tenía derecho.

—¿Me dices que deseo que te mueras para vivir en paz mi vida? ¡Eso dices! Parte de mi vida estoy dejándola aquí, contigo. Hora tras hora, día tras día. No rio como antes no sonrió como antes y tú me dices que estoy deseando que te mueras –lloré—. ¡No sabes lo que dices!

Él me miró mientras sus ojos se tornaban vidriosos.

—No sabes lo que estoy sufriendo por ti, desgraciado. Duermo con sobresaltos pensando que quizás me llamen a mi móvil en cualquier momento y me digan que ya no te veré más –mi llanto continuó con cada palabra que mi boca dejaba escapar—. ¿Entiendes lo que es? Tratar minuto a minuto de asimilar que no puedo hacer nada para detener tu enfermedad.

Estallé en llanto.

—Liz… —murmuró.
—¡No, deja! Nunca podrás comprender lo que te quiero, que si tú mueres una parte de mí morirá contigo… Y tú –lloré—, dices que estoy deseando que te mueras.

Tapé mi cara con las dos manos sollozando.

Sentí sus pies descalzos deslizarse por el piso cada vez más cerca…

Una de sus manos tanteó mi brazo y separó mis manos de la cara.

—Perdón… Yo… No me quiero morir –lloró.

Lo abracé y me abrazó…

Mi nariz enterrada en su bata olió el perfume a jabón desinfectante. Ya había olvidado cómo debería oler su piel cuando se dormía entre mis brazos. Pero lo más importante que aunque oliera al jabón del hospital aún lo tenía conmigo.

—Lo siento –susurró en voz muy baja.

Sus brazos me abrazaron fuerte y yo a él.

—Muero un poco todos los días Drank… Todos los días muero junto a ti.

Se separó con el rostro bañado en lágrimas.

—Lo siento, regresaré a la cama y me portaré bien.

Lo cogí de la tela de la bata para detenerlo.

—Escucha –dije aún llorando—, hablaré con el doctor para que me dé una solución. Si quieres salir de aquí, quizás podrías vivir en casa con los cuidados necesarios. En la tuya se complicaría ya que George trabaja y yo sólo lo hago los fines de semana –evité contarle del embargo y venta de su casa.
—No Liz. No tomes en cuenta lo que dije. Me desahogué… Eso es todo. Perdóname.

Volvió a la cama lentamente sin ayuda. Creo que no hubiera podido caminar para darle una mano. Mi cuerpo temblaba.

Observé el pequeño espacio del box en esa sala tan fría de terapia intensiva… Ojalá pudiera sacarlo de ese horrible lugar. Sabía que iba a ser casi imposible por los cuidados que requeriría. Intentarlo lo intentaría aunque dejara todas mis fuerzas en ello.

Cuando al fin llegó hasta la cama con esfuerzo se recostó y tanteó el edredón y la manta azul. Caminé lentamente hasta él y lo arropé.

Cerró los ojos… Me senté a su lado y peiné con los dedos esos mechones despeinados.

—Voy a dormir –murmuró—. No me siento bien.

Abrió los ojos y parpadeó. Vi por unos segundos que quedaban en blanco y su mano caía laxa.
Siempre había creído que conocía el significado de la palabra “pánico”, pues no, no la conocía hasta ese momento que Drank se descompensó.

—¡Drank!

No respondió aunque su pecho subía y bajaba. Respiraba aún…

Corrí desesperada a llamar a la enfermera.

…………………………………………………………………………………………….....................

Lo que siguieron fueron escenas que nunca olvidaré. Doctores, enfermeros que lo rodearon, máquinas enchufadas, suero intravenoso, y yo… Y yo que era sacada a la fuerza del lugar.

Recuerdo estar sentada en el pasillo temblando de pies a cabeza rezando porque no saliera nadie diciéndome, “todo acabó, puede irse a su casa”. Porque lo cierto es que no quería irme de allí.

Mis ojos permanecieron clavados en las malditas baldosas que conocía de memoria. Hasta que una enfermera salió con la manta azul colgada de su brazo.

Me puse de pie aún no sé cómo y esperé la peor de las noticias.

—Señorita, el paciente se descompensó pero ya logramos estabilizarlo.

Mi corazón volvió a latir, creo que se había detenido. Al menos esa fue la sensación.

—La… La manta… ¿Por qué la tiene usted?
—Ah… —se acercó más para hablar discretamente—. Es que el paciente no permanecerá despierto. Está con coma inducido y… Usted sabe, hay de todo tipo de gente que merodea el hospital. Ya ocurrido varias veces.
—¿Roban las cosas de los enfermos? –pregunté azorada.
—Sí querida. Así que téngala usted.
—Gracias.

Cogí la manta con una alegría desmedida por la noticia de la mejoría de Drank. Una alegría que ignoraba cuánto duraría pero hoy no era tiempo para pensar en ello. Sólo cabía esperar a que volviera a abrir los ojos y me dirigiera alguna palabra.

Pensé en Roxane… ¿Tenía derecho Drank a saber la verdad? Creería que sí.

Bianca.

Terminé de ordenar las camisas de Sebastien colgándolas en las respectivas perchas. Menos mal que él aseguraba que era yo la desordenada. Arquee una ceja y sonreí. Iríamos a cazar juntos cerca de las cumbres, por la temporada seguramente habría muchos turistas que se aventuraban a internarse solos incluso a esquiar en zonas peligrosas.

Me estremecí. Notaba frío en la habitación y miré hacia la ventana para confirmar que estaba cerrada. Aunque fuera una vampiresa el crudo clima de Kirkenes ya daba indicios de comenzar. Pisábamos octubre y pronto sería el cumpleaños de Scarlet y Marin. Ambas habían nacido el 21 de septiembre y podría prepararles una linda fiesta a las dos. Claro que con Liz en Drobak no sería un cumpleaños común para su hermana pero trataría de que lo pasara lo mejor posible. En cuanto a Scarlet desde que había llegado de Chile se había encerrado en su habitación y no había querido hablar con nadie. ¿Qué diablos le ocurría a mi querida amiga consentida?

La corriente helada volvió a helar mi cuerpo. Mi mente recordó aquel enero donde las terribles heladas casi nos dejan sin vida. Pero no… No era el clima de Kirkenes… Era ella…

Al girar hacia mi espalda la vi junto a la puerta de la habitación. Una figura alta, delgada, de forma casi etérea. Un manto negro la cubría de cabeza a pies. Su rostro difuso y casi traslucido alcanzaba para adivinar que me miraba sonriendo.

—Buenas tardes Bianca.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

Pude distinguir mangas amplias cuando movió sus brazos para cruzarlos a la altura del pecho. Sus manos delgadas y esqueléticas de dedos finos reposaban en cada antebrazo.

—Me has llamado. ¿O te has arrepentido?

Recordé que había pensado en ella, en la muerte. Necesitaba saber si podría ayudarme con el caso de Halldora y su crimen.

—No, lo recuerdo.
—Dime… ¿Por qué quieres verme?
—Tú y yo hacemos un buen equipo cuando de descubrir asesinos se trata, ¿no es así?
—¿Buen equipo? –su sonrisa se profundizó—. No lo había pensado de esa forma… Insisto. ¿Qué necesitas de mí?
—Hay una vampiresa que ha sido asesinada. Necesito saber quién fue.
—Vampiresa… Vampiresa… No… No recuerdo a ninguna vampiresa que haya sido asesinada en este último tiempo.
—De eso se trata. Ha transcurrido mucho tiempo y me preguntaba si sería factible conocer al asesino a través de mis visiones.
—¿Estás pidiéndome permiso para usar tu don? ¡Qué gentil!

Se deslizó hasta la ventana y aun con las cortinas corridas que cubrían el paisaje, preguntó…

—¿Es alguien de los enterrados allí?

Sus dedos aterradores se aferraron al marco de la ventana. No veía su rostro ya que estaba de espaldas pero su negra capucha se inclino en cuarenta grados para observar mejor el parque.

—La chica ha descendido al Helheim. No puedo ayudarte. Se ha suicidado, nadie la asesinó.
—Lo sé… Pregunto por la otra vampiresa.

Ella pareció concentrarse…

—Uhm… Oh sí, ya veo… Pero me temo no podré ayudarte. Ella tampoco está en mis dominios. La energía blanca del Asgard se la llevó.
—¿Por qué está allí? ¿Eso es bueno?

Giró su cabeza de perfil pero sin dejar ver su rostro por completo.

—Allí es un lugar donde no quieres salir. Para lograr entrar debes haber terminado tus asuntos terrenales, sin odios ni rencores.
—Pero ella fue asesinada. ¿Cómo es que no tiene asuntos que finiquitar?
—¿Finiquitar? Me gusta esa palabra, la usaré más a menudo.
—Por favor –supliqué—, dime si es seguro que ella esté en paz.
—No hay margen para el error cuando se trata de lo que digo, querida Bianca. Deberías confiar más en mí.
—Sí, confío. Sólo que me llama la atención que dejando un hijo sin familia se haya ido pacíficamente.
—¿Hijo sin familia? No, hija querrás decir.

Pensé unos instantes…

—Oh… No, no… No me refiero a Lucila.
—Lucila, sí ese era su nombre. Partió de este mundo amando a su asesino. Por amarlo tanto, lo perdonó. Además su hija no quedaba a la deriva.
—Lo sé… Yo me refiero a la otra vampiresa. Está enterrada entre los cinco cipreses. Muy cerca de las otras hembras.

Miró nuevamente hacia el parque…

—Ah… Ella… Ha pasado tiempo…
—Sí, sí… Su nombre es Halldora y fue asesinada brutalmente.
—Halldora –meditó—. Uhm… No, de la hembra que hablas tampoco está en mis dominios y no sé nada de ella.
—¿Dónde puede estar? ¿Quién podría saber?
—Pues… está en el Nifheim. Reino de las nieblas y el terror. Allí debe esperar hasta que llegado el momento en su alma venza el odio o el amor. ¿Quién podría saber? No, no tendrás acceso a ella.
—¿Pero tú sí?
—Yo soy sólo una guía. Aunque podría. ¿A cambio de qué?
—No sé que darte.

Giró como flotando en el aire para tenerme frente a frente.

—¿No sabes qué darme? Terrible error si vas a negociar con alguien, sobre todo con la muerte.
—No quiero entregarte ninguna vida –protesté.
—Tampoco te lo he pedido. ¿Crees que puedo determinar si alguien puede morir? Te equivocas, no puedo llevarme a nadie que no deba irse en el momento exacto.
—Pero las víctimas… Ellas no han querido irse y no creo que fuera el momento exacto de partir. Dejaron de existir por causa de un asesino.
—¿Y por qué crees que te he pedido ayuda?  Porque algo del hilo conductor de la vida se corta antes de lo previsto. Las almas se pierden, vagan, es difícil atraparlas. Pero una vez que las tengo en mi poder, partirán al lugar que corresponda.
—¿Tú decides dónde irán?
—¿Cómo crees? Ellas son las que deciden su destino. Te lo he dicho. Descansar en paz o sufrir por el odio.
—Necesito saber de Halldora, por favor, muerte.

Sonrió.

—No tengo un nombre determinado, pero puedes llamarme Hela. Como tus antepasados vikingos. Por mí estará bien.
—Hela, dime qué puedo darte que te interese a cambio de averiguar en tu reino lo que te pido.
—No lo sé…

Se mantuvo con los brazos a cada lado de su cuerpo y su cabeza inclinada hacia el suelo.

—Aunque pensándolo bien…
—Sí, dime.
—Cuando los planetas se superpongan y tu protector Marte esté sobre ti con todo su esplendor, deberás devolverme el don que me arrebataste en el umbral de mi reino.
—¿Te lo arrebaté? Pensé que me lo habías obsequiado.

Rio con una risa suave pero escalofriante.

—No querida. El don que tú tienes me pertenecía y por rozarte los cabellos segundos antes de que te convirtieran dándote otra vida, yo me quedé sin él. Por eso he pedido tu ayuda, ¿o crees que es un don común?
—Okay… Pero… Has dicho cuando Marte esté en su esplendor. ¿Cuándo ocurrirá?
—Falta un tiempo aún.
—Pacto contigo si de eso se trata.
—¿Entonces? ¿Me devuelves el don llegado el momento?
—Sí. Tú, ¿tratarás de saber sobre el asesino de Halldora?
—No. No te equivoques. Yo sólo pediré autorización para que lo descubras. Tú deberás tocar los restos como lo has hecho hasta ahora. Si no lo logro, entonces no habrá nada que hacer. Ah… Por supuesto la parte de mi pago del pacto sí seguirá en pie.
—De acuerdo. Vale la pena arriesgarse.

Extendí mi mano derecha aunque dudosa de estrecharla.

—No me toques. Ese sería tu segundo error.

Retiré mi mano justo cuando Douglas golpeaba la puerta de la habitación.

—¡Bianca! ¿Puedo pasar?
—Sí, adelante.

Sabía que nadie podía ver y escuchar la muerte como yo lo hacía. Sin embargo ignoraba un pequeño detalle. Douglas leía mi mente.

Al entrar a la habitación cerró la puerta y me miró.

Hela susurró…

—Oh, el joven que gusta correr en moto a gran velocidad.

La miré.

—Ni se te ocurra. Te iré a buscar al mismo Helheim.

Sonrió.

—Descuida.

Douglas me miró asombrado.

—¿Estás hablando con alguien?

Después miró alrededor en la habitación y sonrió.

—Sí estás hablado con “ella”. ¿Está ella aquí? ¡Oooh aaay!

Observé sin entender cómo se tocaba el pecho con las dos manos.

—¡Oooh mi corazón! –exclamó.

Miré a Hela que negaba con la cabeza.

—¡Douglas, deja de hacer esas bromas!

Él me miró y echó a reír.

—Lo lamento fue un pequeño chiste.
—¿Siempre hace chistes de mal gusto? –preguntó la muerte arqueando una de sus espesas cejas.
—Casi siempre –contesté con los brazos en jarro.
—Me voy, me voy. Sigue hablando con quien estés haciéndolo. Sólo quería avisarte que papá habló con mi tío. Lenya está en la sala esperando por ti.

Miré a la muerte con interrogación.

—No querida, dame tiempo. Yo te avisaré.
































8 comentarios:

  1. Hola cielo, qué buen capítulo. Me gusta mucho la pareja que hacen Lenya y Liz, aunque sí, tienen mil cosas que solucionar y la presencia de Drank debe de ser dura para él, es un tema complejo y la verdad que no tengo idea de cómo se solucionará todo este entuerto, pero confío en que lo harás de maravilla :) Y bueno, lo de la hermana salida de pronto me ha dejado muy sorprendida, ¿cuál será su papel en la historia? Gracias por compartir las vidas de estos maravillosos personajes.

    Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola tesoro! Gracias por el halago amiga mía. Esperemos que logre darle la solución que desea el lector. Sino estaré en problemas jajaja.
      La hermana de Drank también me ha sorprendido a mí aunque no creas. Son esas ideas que te caen de golpe en la cabeza y tu pluma sin preguntarte nada comienza a escribir. Así lo vivo yo. Muchas gracias cielo por el comentario. Un besazo y buen fin de semana.

      Eliminar
  2. Uy me da penita Lenya ya que entiendo sus celos y adoro su relación con Liz. No me esperaba la hermana de Drank veamos que pasa con ella . Te mando un beso y t e me cuidas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Citu! Lenya está que trinar y me huele que esto no termina aquí. ¿Habrá o no habrá lío con estos dos? Ya lo sabremos.
      Un besote enorme y gracias por pasarte nena. Buena semana.

      Eliminar
  3. Hola, Lou... Yo creo que Lenya y Liz se quieren mucho y lo demuestran ;-)
    Los celos de Lenya quizás sean un poco injustificados... Liz estuvo enamorada de Drank, pero ya no lo está... siente por Drank un gran cariño... pero está muy claro que a quien ama es a Lenya
    No me esperaba que esta chica misteriosa sea hermana de Drank, y George no sabe ni siquiera que existe... Roxane, me encanta su nombre
    Halldora está en un lugar horrible, en el Reino de las tinieblas y el terror
    No me gusta nada Hela, la muerte, y creo que Bianca se va a quedar sin su don
    Muy buen capítulo, con muchas sorpresas, ha sido un placer leerlo
    No soy mamá, pero sí tengo una... Muchas gracias por tu felicitación ;-)
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Mela! Tienes razón Lenya y Liz se quieren mucho lo que ocurre que a veces no es sufuiciente deben confiar en cada uno y el amor que se tienen. La situación de Drank a mi modo de ver lleva la prioridad. Es un amigo y en las malas no debe abandonarse. Yo diría que Lenya podría tener un poco de paciencia. Por ahora... le sigo dando la razón a ella. Por ahora.
      La hermana de Drank parece ser una buena chica que ha sufrido sin padre hay que ver como lo toma Drank.
      Un besazo enorme amiga, y gracias como siempre. ¡Buena semana!

      Eliminar
  4. Que visita mas particular tubo Bianca!!!
    y bueno lo de Lenya y Liz creo que él tiene que confiar en el amor que Liz siente por él, eso lo tiene que ver, quitarse esa inseguridad que tiene, si, ella amo a Drank pero eso es pasado y ahora son amigos y él esta pasando por un mal momento, creo que Lenya también esta así porque nunca lo a vivido y se siente extraño, eso creo yo, uufff jamás me imagine que la muchacha es hermana de Drank, super sorpresa!!...gracias Lou por el capitulo, saludos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Lau! ¿Has visto? Parece terrorífica pero quizás no lo sea y sea sólo su aspecto. Estoy contigo Lenya debe ceder. Veremos que pasa más adelante...
      Cómo le he dicho a Aglalia, tampoco imaginé a la hermana de Drank, golpeó a mi puerta de pronto. Ahora ya en el baile hay que bailar veremos si gusta esa parte de la historia y también la adoptan los lectores. Un besazo grande y gracias cielo, buena semana!

      Eliminar