Besotes y gracias como siempre.
Capítulo
54.
A tu lado.
Lenya.
Mirarla dormir era un
espectáculo digno de disfrutar, pero si además la tenía sobre mi pecho era
sublime. Recostado en las almohadas no me cansaba de observarla. Sentir el
respiro suave que salía de su nariz perfecta. Sus pestañas largas y rubicundas cubrían
ese iris azulino que hacía más de una hora habían hervido de placer. Los labios
rojos aún parecían estar hinchados de tantos besos, de mis besos.
Mi abdomen se deleitaba
con el contacto de su piel tibia mientras su cuerpo seguía el compás de la
respiración. Mi amor…
Incliné el rostro
levemente para no despertarla y así poder admirar esos pechos de pezones pequeños
y rosados. Los mismos que había mordisqueado y saboreado como un loco sediento.
Aún tenía el sabor de las dulces protuberancias que endurecieron bajó el juego
de mi lengua. Si hasta mi piel aún tenía la sensación de sus caricias.
Ella se movió unos
centímetros para cambiar de posición. Aflojé los brazos que la mantenían
atrapada y ella deslizó sus piernas largas entre las mías… Madre mía… Fue un
movimiento si se quiere inocente, pero mi sexo se contrajo con esa mínima
fricción.
Ella no se inmutó. Podía
uno imaginarse lo agotada que estaba. Por supuesto que en su cansancio tomaba
en cuenta las largas esperas en los pasillos del hospital haciendo guardia
cerca de su amigo. El resto del cansancio… Me lo atribuía con orgullo y sin
arrepentimiento.
Cuando ella me envío el
mensaje de texto no había podido responderle porque estaba ocupado con algo
sumamente importante. Llamé a mi hermano. ¿Qué si lo puse nervioso? Sí, creo
que quedó más preocupado que yo. Es que transmitirle poco antes de acostarme
con la hembra que amaba que tenía terror de asesinarla si salía de control, no
es un aliciente para alguien que está a miles de kilómetros y sobre ese tema no
puede hacer nada. ¿Qué podría hacer? Decirme, “tranquilo Lenya, llegado el
momento podrás controlar tus colmillos”. Ni siquiera teniendo la experiencia de
Sebastien podía adivinar como se desatarían los hechos.
Creo que cortar la
comunicación no habrá sido ameno para él. De verdad lo sentía y estaba lejos de
mí asustarlo a propósito, pero a quién podía haber acudido si no era a mi
hermano.
Liz se movió otra vez.
Su rodilla rozó mis testículos y me estremecí.
¿La despertaba? Un
caballero la hubiera dejado descansar y guardar sus deseos carnales y
desbordantes para más tarde, sin embargo yo no era un caballero.
La mano que reposaba en
la piel suave de su espalda se deslizó hasta la cintura. La otra mano que tenía
en mi abdomen se reunió con la de ella y acarició los dedos largos y femeninos…
Liz pestañeó y sonreí.
¿Me sentía un egoísta?
Claro que sí, con todas las letras, y me encantaba.
Levantó la cabeza y me
miró.
-Lenya… No fue un sueño
dormir desnuda a tu lado.
Negué con la cabeza
mientras soltaba su mano para tomarla de la barbilla.
-No mi amor. Y lo mejor
de todo es que estoy aquí. No imaginas lo que es contemplarte dormida entre mis
brazos.
Reptó somnolienta por mi
cuerpo hasta subir a la altura de mi boca.
-¿De quién has heredado
esa boca apetitosa?
-A mi madre, creo.
Ronroneó como un gato
repartiendo besos pequeños en mis labios. Mordió el inferior y tironeó
despacio.
Gruñí.
Una música estridente
me quitó concentración justo cuando mi mano deseaba guiar la suya hasta mi sexo.
-¿Y eso qué es?
Liz rio y se estiró
hacia la mesa de luz. Cogió el móvil y apagó la música.
-Mi despertador. Dangerous,
de Cascada.
-¿Tan temprano?
Suspiró y volvió a
dejar el móvil.
-Es que debo ir al
hospital.
-Ah, okay…
Se acomodó entre mis
brazos y me miró.
-De todas formas tengo
una media hora antes de salir de casa. Es por el parte médico. En realidad el
parte médico de cualquier paciente es al mediodía pero el doctor Rudi me hace
esa distinción. Estoy muy ansiosa.
-Lo imagino.
Con las palmas de sus
manos en mi pecho y apoyó la barbilla sobre sus dedos.
Hubo silencio mientras
nos mirábamos. Había tanto amor flotando en la habitación que hasta se hubiera
podido tocar.
La recorrí con la
mirada y las yemas de los dedos acariciaron el contorno de su cara. Como si la
dibujara, aunque imposible, yo no haría nunca un dibujo de facciones tan
perfectas. ¿Estaba enamorado? Sí, perdidamente enamorado.
Estiró el cuello y pegó
los labios a los míos. Habló sin separarse, con nuestras bocas unidas.
-Eres tan bello Lenya
Craig. ¿Qué hice en la vida para merecerme tu atención?
Separé los labios e
incliné el rostro. Mis ojos quedaron entrecerrados… como rogando un beso.
La tomé de la nuca y la
forcé a que abriera la boca con mi lengua.
-Uhmm… -gemí al sentir
la lengua acariciar la mía.
Ella deslizó una mano
hasta encontrar la tetilla y pellizcar.
Volví a gruñir.
Las caricias de sus
dedos sobre el botón oscuro y duro le siguieron el juego erótico de su boca,
lamiendo y mordiendo cada centímetro de los pectorales.
-Uhmm… Tú sí que sabes
usar la boca.
Me miró entre las
pestañas sin dejar de besar y chupar mi piel que ya comenzaba a arder.
-Nena…
Dejó la tarea y me miró
sonriendo.
-¿Quieres que me
detenga?
-Ni se te ocurra
–sonreí-. Pero…
-¿Pero? –preguntó con
picardía.
-Me gustaría que ambos
disfrutemos de este momento al mismo tiempo.
-Lo estoy disfrutando.
Salvo que te ocurra algo mejor.
Sonreí mientras introducía
lentamente el dedo mayor dentro de su boca.
-¿Qué tal si cambiamos
de posición?
-¿Te refieres a un 69?
Arquee la ceja y reí.
-Pues no sabía que
tenía nombre.
-Sí. Se llama así
porque, mmm, ¿cómo explicarte?
-No no–reí- me doy una
idea, ya, ya.
Reímos.
Con un movimiento
rápido giró su cuerpo y subió a horcajadas.
Madre mía, tenía esa
visión perfecta de su trasero y demás. Si moría algún día, por favor, que
llevara en las pupilas esa imagen.
La atraje hacia mi
rostro con las piernas abiertas y ese culo perfecto casi rozando mi cara.
De pronto recordé…
-Liz…
Ella giró la cabeza y
me miró de perfil.
-Por favor, recuerda…
no perdamos el control al mismo tiempo.
-Lo recuerdo amor…
Ahora si me permites… Estoy hambrienta de ti.
Sonreí.
Al sentir la lengua
lamiendo desde la base hasta la punta, los músculos de mi cuerpo se
contrajeron.
La luz de la
habitación, ahora apagada, permitía que la penumbra natural del inicio del
amanecer, pintara claros y oscuros. No había demasiados muebles, estaba casi
vacía. Sin embargo a ella no parecía importarle vivir así, sin lujos. Pero
conmigo sería una reina. Todo le entregaría. Tanto lo material como mi alma
misma. Quería que Liz fuera dueña absoluta de cada cosa que me pertenecía y de
la misma forma que estaba poseyendo mi cuerpo.
Cerré los ojos
disfrutando por unos instantes de esa boca caliente que ahora bajaba y subía
por el miembro en un ritmo constante.
-OohLiiiiz…
Comenzó a gemir
mientras chupaba fuerte masajeando con el puño cerrado. Una y otra vez…
Metí la cabeza entre
sus piernas y con los dedos la abrí para devorarla.
Al primer contacto de
mis labios y lengua en esa zona tan sensible, dio un respingo.
Sonreí.
-¿Te hice cosquillas?
Jadeó mientras besaba
sus muslos.
-Yo… Yo no lo llamaría…
cosquillas… -respiró con dificultad.
Volví a intentarlo más
despacio, acostumbrándola a la sensación de la invasión de mi lengua.
Cuando noté que se
relajaba deslicé mi boca lentamente succionando el clítoris. Dos de mis dedos
se introdujeron profundo, poco a poco, gozando de la estreches húmeda y
resbaladiza.
Amaba amarla de todas
las formas posibles. Disfrutaba tanto el sexo oral como penetrarla envistiendo
mis caderas contra ella.
Sí… Esto era el
paraíso.
Aceleré el movimiento
de los dedos y chupé con ansias arrancándole gemidos cada vez más fuertes. En
un momento que su boca se apartó de mi sexo para tomar aire supe que estaba
llegando al orgasmo.
-Uhmmm… rubita… Córrete
para mí…
Sus caderas comenzaron
a golpear contra mi boca provocando que hundiera mi lengua en lo más profundo.
Dio un grito y quedó inmóvil… Después, susurró agitada.
-Lenya…
Continué mi tarea de
darle placer hasta que ella aflojó su cuerpo jadeando. La besé despacio una y
otra vez en esa piel delicada y sensible. Mi sexo palpitaba. Moría por meterme
en su boca otra vez y me hiciera llegar al éxtasis como yo lo había hecho.
Pareció adivinar mis
pensamientos, o simplemente porque mis necesidades importaban para ella.
Se acomodó para
engullirme entero y tiré la cabeza hacia atrás.
¿Cómo podía ser posible
no estallar de felicidad cuando uno estaba enamorado y compartía la cama?
¿Acaso había algo mejor que la unión de los cuerpos cuando dos almas también
eran parte de una sola? Es que yo daba la vida por Liz. Bajo ningún concepto
permitiría que sufriera si estaba a mi alcance. Pensé por unos segundos
imaginando el futuro con ella… ¿Viviríamos para hacernos el amor todos los días
y a toda hora? Sonreí… Éramos tan apasionados. No ignoraba que tendríamos
nuestras fuertes peleas. El carácter lo llevábamos muy adentro, sin embargo en
ella estaba seguro que la había salvado de muchas situaciones horribles que
había sufrido… Y las desgraciadamente tendría que sufrir.
No era un buen momento
para pensar en Drank, menos después que la pregunta de sus labios me descolocó.
-¿Dijiste que eras todo
mío?
-Sí… -respondí sin
levantar la cabeza.
A la pregunta siguió la
orden.
-Abre las piernas.
Dudé.
-Ya las tengo abiertas.
-Más –murmuró contra la
punta de mi falo.
Lo hice… Me sentía en
cierto modo expuesto, tal como se siente aquel desarmado frente al enemigo con
un arma.
Una de sus manos
continuó masajeando el miembro mientras la otra acariciaba delicadamente los
testículos. Levanté la cabeza para no perderme nada. Mi pecho subía y bajaba
por el placer pero también por la excitación de la expectativa. ¿Qué iría hacer
conmigo?
Cuando percibí su boca
húmeda saborear casa rincón de la entrepierna recosté la cabeza en la almohada
y me abandoné a la experiencia de sus labios sabios…
Me besó y saboreó como
si degustara un manjar, volví a sonreír envuelto en ese goce perfecto sintiendo
la lengua atrevida lamer el perineo…
Ella escurrió uno de
sus dedos y acarició más allá de lo imaginable. Nunca una hembra había ido tan
lejos para darme placer, y reaccioné ante lo desconocido.
-¿Qué…? ¿Qué haces?
–jadee levantando la cabeza.
Separó su boca del
contacto de mi piel para hacerme callar.
-Ssssh, dijiste que
eras todo mío.
Recosté la cabeza en la
almohada preguntándome si sería capaz de negarle algo. La respuesta me dio un
poco de temor. Ante Liz mi voluntad quedaba reducida a lo mínimo. Era
totalmente suyo…
El instante en que uno
de sus dedos se introdujo en mi cuerpo abrí la boca para protestar, pero me fue
imposible. Me arquee y dejé escapar un gemido ronco desde el fondo de mi pecho.
La sensación fue extraña sin embargo lejos de sentir rechazo un placer fue
ganando espacio en cada una de mis células…
No supe que fue
exactamente lo que hizo, sólo sé que algo rozó con firmeza en lo profundo de mi
cuerpo y una corriente de mil voltios lo sacudió.
-¡Jodeeeer! –grité.
El placer ganó cada una
de mis entrañas y creí que estallaría en mil pedazos por el goce. Demonios…
Demonios… Esto era increíble y nuevo para mí.
Yo que me creía el Dios
de las sábanas… Ahora ella me había llevado a terrenos que jamás hubiera
pensado que existirían. Liz…
El extraordinario goce
duró varios segundos, diez, veinte, que mierda me importaba… Lo cierto que
quedé sintiendo que los músculos de las piernas me abandonaban. Los brazos que habían
sujetado las caderas de Liz cayeron laxos a cada lado de mi cuerpo. Gemí
respirando con dificultad. Los párpados me pesaron y cerré los ojos.
Los abrí cuando los
movimientos en el colchón me indicaron que Liz abandonaba la cama.
Me incorporé con
esfuerzo y cogí su brazo.
-Oye… No te vayas
todavía.
Sonrió y se acercó
besando mis labios. Pasé la lengua para humedecerlos y susurré la pregunta
aunque esta sonara de ignorante.
-¿Qué fue eso?
Ella se separó y fue
hasta el ropero con una sonrisa.
-¿Eso?
-Sí… Nunca… Nunca sentí
esa electricidad que me sacudiera de pies a cabeza.
Giró con unos jeans y
camiseta entre sus manos.
-Es tu punto G, cariño.
Abrí los ojos y arquee
la ceja mientras me sentaba en la cama.
-¿Los machos tienen
punto G?
Le arranque una risa
que al principio siendo honesto me molesto un poco.
¿Era ignorante frente a
ella?
Rápidamente supo de mi
incomodidad y después de coger de la cajonera unas prendas, se acercó a mí.
Se sentó a mi lado y me
acarició la mejilla. Listo, ahora sí parecía un pobre infeliz al que le tenían
compasión.
-No seas tonto. No a
todos los hombres les gusta. Es por prejuicio. Tenía que saber si tenías
reparos en entregarte a mí. Si quieres no lo vuelvo hacer.
-Sii, sii quiero –mi
respuesta automática llena de entusiasmo la hizo sonreír.
-Entonces, será parte
de nuestros juegos sexuales.
Encogí las piernas
apoyando los pies en el colchón. Con los antebrazos en las rodillas la seguí
hasta que desapareció por la puerta del baño.
Mi corazón volvía de a
poco a su ritmo normal. Mordí mi labio inferior tratando de recordar ese placer
sublime que me había volado la cabeza. De pronto observé la puerta abierta del
ropero… Tenía cuatro perchas colgadas. Dos camisas, un abrigo de lana, y un
vestido azul. Los estantes… vacíos, menos dos de ellos. Al parecer guardaba
doblados dos jeans y en el otro cinco o seis camisetas.
El corazón se me
estrujó…
Mi reina,.. Serás mi
reina…
Liz.
Cuando salí del baño ya
duchada y vestida, Lenya estaba sentado en la cama en la misma posición de
cuando lo dejé. Miraba la ventana como distraído. Aparentemente el sol se había
arrepentido y sería un día nublado. Sinceramente el clima era lo que menos me
importaba. Después de haber disfrutado el sexo con mi vampiro moreno, podían
caer piedras del cielo que no me inmutaría.
Lo observé a través del
pálido reflejo de la mañana…
Tenía un rostro
perfecto. Pestañas largas y labios carnosos y entreabiertos. La piel se veía
satinada con un toque aceitunado. Los hombros ligeramente encorvados a causa de
sus antebrazos apoyados en las rodillas y aún en descanso las venas podían
apreciarse. Las curvas masculinas tenían una terminación que estaba segura sólo
superarían los dioses griegos.
¿Era real que tenía ese
espécimen en mi cama totalmente desnudo? Pues sí.
Lenya estaba tan abstraído
que no se percató de mi presencia. Sólo cuando me interpuse entre él y la
ventana, desvió la mirada y me miró.
-Hola… -moví la mano en
señal de saludo-. ¿Estás aquí?
Sonrió.
-Sí, estoy aquí.
Cogí el cepillo de un
cajón y cepillé el cabello. Me senté en la cama y él se hizo a un lado para
acomodarse tras de mí.
-Yo lo haré por ti.
Dicho esto me quitó el
cepillo con delicadeza y comenzó a peinarme con cuidado.
Silencio…
-Regresaré temprano
–acoté.
-Por mí estará bien,
cariño.
-¿Estarás aquí cuando
regrese?
¿Podía ser posible que
a cada minuto dudara que mi felicidad fuera cierta?
-Por supuesto. ¿Por qué
lo preguntas? ¿Aún dudas de mi amor?
-No –me apresuré a
decir.
-¿Entonces?
-Podrías viajar a
Kirkenes o a la Isla del Oso por negocios.
-Cuando deba irme te lo
haré saber. Y ese día… no saldrás de la habitación en muchas horas.
Reí.
Silencio…
Sentí sus dedos hacer a
un lado mi cabello apartándolo de la nuca.
La piel se me erizó por
completo…
Dejé escapar un gemido
cuando dio tres besos detrás de la oreja.
-Eres tan hermosa, Liz.
Giré despacio la cabeza
hasta que pude mirarlo a los ojos.
-Te amo –dijo bajito.
-Yo también.
Nos besamos lentos y
apasionado. No deseaba irme, aprisionada entre sus brazos mientras sus manos
recorrían el contorno de mi cuerpo. Cuando atrapó mis pechos encerrándolos en
sus manos fuertes, supe que era ahora o nunca.
Me separé y reí.
-Me voy, me voy.
Me observó divertido.
-Cuando regreses tendré
preparada la comida y haré la cama.
Reí otra vez.
-Lo digo en serio.
-Okay, okay, veremos
cómo te va.
Bajé las escaleras y
cogí el bolso que estaba sobre el sofá.
Abrí la puerta y salí
al jardín.
A mi espalda la puerta
se había cerrado dejando una promesa de felicidad tras ella. Frente a mí,
Drobak se presentaba gris y silenciosa. La tristeza no tardó en ganar mi
corazón al pensar en mi amigo. Enfrentaría quizás hoy, quizás mañana, el dolor
que me producía una inminente y dolorosa despedida.
………………………………………………………………………………………………............
Llegué al hospital
caminando desde casa. Había olvidado el paraguas así que me alegré que no
comenzara a llover antes de pisar el suelo de la planta principal. En cuanto
alcancé el ascensor que me llevaría a terapia intensiva un relámpago iluminó
desde los cristales que rodeaban el hospital. Vaya… Había tenido suerte.
El trueno no tardó en
escucharse y la lluvia se desató torrencial. Las puertas del ascensor se
abrieron y entré junto a cinco personas que esperaban. Pulsé el número dos y
aguardé…
Clavé la vista en el
suelo y pensé en Lenya. ¿A mi regreso tendría comida preparada por él?
Sonreí.
Acerqué mi nariz al
dorso de mi mano para verificar si el aroma de él había quedado en mi piel.
Aunque me había bañado con el jabón de aroma cítrico tenía la sensación que
Lenya había dejado su olor en cada rincón de mi cuerpo.
-Señorita, ¿usted
presionó el dos?
Miré a la señora que
esperaba mi respuesta.
-Digo porque llegamos
al piso.
-Oh si, gracias.
Salí apresurada
prometiéndome que dejaría de pensar como idiota todo el tiempo en el macho de
mi vida sino podría terminar mal a causa de mi distracción. Estaba tan
enamorada… Si hubiera tenido una edad insensata, esas que gozan los
adolescentes, hubiera corrido al baño y con un bolígrafo hubiera escrito en las
puertas, “ LIZ AMA A LENYA”. Sí, y también un corazón, ¿por qué no?
Caminé por el pasillo
empujé la puerta de vaivén y continué avanzando por el segundo pasillo. Al
final de éste estaba terapia intensiva. Hubiera encontrado la puerta con los
ojos cerrados. ¿Cuántos meses habían pasado desde que había empezado esta
pesadilla y él había empeorado? Muchos…
Conté las baldosas
grises que me llevaban a Drank, una por una…
-Liz…
Levanté la vista.
Una enferma llamada
July salió de la sala de terapia.
Seguí caminando y
sonreí.
-Hola, buen día.
Pero ella no sonrió.
Me detuve en seco y la
miré.
Ella se acercó con el
rostro apenado.
Abrí la boca para
preguntar si había ocurrido algo malo con Drank sin embargo la voz no salió. En
cambio mis ojos se llenaron de lágrimas a la vez que un nudo amargo como hiel
apretaba la garganta.
Ella llegó hasta a mí.
Imposible que yo hubiera dado un paso hacia ella. Mis piernas no me hubieran
respondido.
Una lágrima corrió por
mi mejilla y ella se apresuró a abrazarme.
-No llores, él sólo
entró en coma. Está vivo… Aún…
-El aire escapó por mi
boca en forma de suspiro de alivio.
Ahora… ¿Estar en coma
en el caso de Drank era una situación tan distinta a la muerte? No, sólo era un
paso más para acercarse a ella.
-Escucha –me dijo July
tomándome del rostro-, el diagnóstico dio que no es un coma tres. Para que me
entiendas mejor. Él siente sensaciones y escucha. Aunque parezca que está
dormido. ¿Entiendes?
Asentí con la cabeza.
-Ahora, ve. Siéntate
cerca de él y háblale. Cuéntale cosas bonitas. Que Drank sepa que no está sólo.
-Sí, sí…
-Vale. Te dejaré todo
el tiempo que quieras o puedas. Ya sabes que en estas ocasiones el doctor no
impide que no nos ajustemos al horario de visita.
-Okay, gracias.
July me dio un beso y
se retiró por el pasillo.
Caminé hacia la puerta
y la abrí despacio.
Terapia intensiva del
hospital de Drobak no era una sala amplia. Ocuparía entre todos los boxes y
camas, unos doce metros por siete. En un rincón había un pequeño hall que daba
a un box apartado equipado con máquinas que constantemente mostraban datos que
no entendía y un pequeño escritorio con una silla. Vi un enfermero llenando una
planilla que apenas levantó la vista e inclinó la cabeza como saludo. Quizás
era nuevo en el hospital ya que a esta altura me conocía a todos los
profesionales del piso dos.
El móvil sonó en mi
bolsillo…
Era un mensaje de
texto.
Me fijé en el emisor…
Lenya.
Leí…
“Hola amor, ¿te atrapó
la tormenta?”
Sonreí.
Contesté…
“No amor, gracias. Te
amo”.
Envié y aguardé la
contestación…
“Yo también, Liz. No
tardes mucho. Te extraño.”
Guardé el móvil y
levanté la vista. Avancé hasta el último box mano derecha. Allí estaba Drank…
Al caminar pude
comprobar que dos de los pacientes que siempre veía en tratamiento, ya no
estaban. Las camas estaban vacías y las máquinas que marcaban el ritmo del
corazón estaban apagadas. En el box contiguo al de Drank vi una señora y dos
camilleros. Trasladaban a un caballero de mediana edad. Estaba consciente y
conversaba con ellos. Evidentemente lo pasarían a sala.
Era las contradicciones
de la vida. La muerte o escapar de ella.
Llegué al box de mi
amigo. Hice a un lado un poco más las gruesas cortinas blancas. El sonido de la
máquina hizo estremecer mi corazón. Era un alivio escuchar el pitido constante
y repetitivo. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabía.
Me senté en la cama lo
más cerca que podía. Acaricié lentamente uno de sus brazos.
-Hola Drank.
Hice a un lado varios
mechones que caían en su frente. Su abdomen subía y bajaba lento, una y otra
vez. Sus párpados cerrados simulaban un sueño tranquilo. Yo sabía que no
significaba nada parecido a estar dormido plácidamente. Por lo menos no
sentiría dolor.
-¿Sabes qué? –comencé a
hablarle-. Llueve torrencial. ¡Quién diría! Ayer fue un día bonito. Pero
últimamente no se sabe que depara el clima… Por suerte no me mojé…
Respiré profundo y lo
miré.
Era increíble que la
cruel enfermedad no le había quitado la belleza. Lucía demacrado, con ojeras y
un blanco lívido. Sin embargo aun así era hermoso. Sus labios de forma de
corazón tenían un color rosado muy pálido. Podía verse sus facciones perfectas
aunque tenía la máscara de oxígeno puesta.
-Hoy no me he cruzado
con George. Sé que se queda todas las noches contigo… Lo veo bien… No te
preocupes.
Crucé las piernas y mis
ojos se clavaron en la máquina del “bip”.
-Parece el
“correcamino” venido a menos –bromee en voz alta.
Silencio…
Mi mano acarició un
brazo desde las manos hasta los hombros. Esos hombros que un tiempo atrás eran
el delirio de las mujeres. Drank tenía un físico extraordinario. Me enamoré de
él en cuanto lo vi entrar al instituto con aquella camisa leñadora. Yo era
atractiva y segura de mí misma pero en ese instante creí que tendría mucha
competencia entre las mujeres que lo rodeaban. Sin embargo él reparó en mí y
fue capaz de tirarse al río para llamar mi atención, bueno… se había caído al
río en realidad con tal de que lo mirara.
Reí.
-Pienso la vez que te
hiciste ver, Drank… ¿Recuerdas? Te sacó un profesor antes de que te ahogaras.
Volví a reír.
-¿Y cuándo me quedé en
tu casa toda la tarde haciendo el amor? No fuimos al instituto esa tarde. Pero
Signy me descubrió y le contó a mi madre –sonreí-. Tu padre casi te mata cuando
llegó de trabajar, y mi madre me dio una bofetada… Pero no nos importaba,
¿verdad? Fue un amor fresco y apasionado… Hace tanto tiempo Drank…
Lo observé
detenidamente…
Ni un gesto de
aprobación, ni una sonrisa, ni un movimiento mínimo de tu cuerpo…
Mis ojos se llenaron de
lágrimas…
-¿Dónde estás Drank?
¿Dónde te has ido?
La palma de mi mano cubrió
su mano. Las tenía anchas y fuertes aunque ahora lucían huesudas. Mi pulgar
dibujó círculos en el dorso de la mano.
-Lo que te conté de…
del vampiro… Es verdad, Drank. No te he mentido. Tampoco… Tampoco he divagado…
No sé cómo comenzar a contarte la historia. Sé que escuchas. También sé que no
me enteraré si apruebas o no lo que hice… Deja… En otro momento… Hablaremos tú
y yo… ¿Verdad?
Me puse de pie y me
acerqué a una pequeña ventana sin cortinas. Terapia intensiva parecía dar al
parque trasero. No reconocía los montículos de tierra y material que había en
varios espacios del terreno. Quizás pronto ampliarían el edificio del hospital.
La lluvia caía furiosa
mojando los materiales y lavando restos de arena y partes de ladrillos. El
cielo totalmente encapotado descargaba lo que parecía ser un diluvio. Un rayo
iluminó el espacio y su color azul eléctrico corrió en forma horizontal detrás
de un par de tejados de unas casas. A pesar del trueno que hizo cimbrar las
paredes, el sonido del “bip” de la máquina continuaba resonando constante en mi
oído.
Cruce los brazos a la
altura del pecho y recosté la cabeza en el marco despintado de la ventana. Dos
señoras con paraguas de colores corrían por la calle trasera para guarecerse de
la tormenta. Por los grandes portones entraba una ambulancia sin sirena. Un
grupo de médicos guarecido bajo un
pequeño techo en las proximidades, parecían conversar y reír animados.
Miré de reojo a Drank,
inmóvil. Me mantuve con la vista fija en su abdomen… No parecía subir ni bajar.
Me acerqué inquieta y
tomé su mano.
Mis ojos dispararon una
mirada furtiva a la pantalla de monitoreo… Una línea verde levemente quebrada
se unía a otra línea casi horizontal. ¿No se veía más quebrada hasta hace un
rato? ¿Y el “bip”, estaba sonando más espaciado?
Mis manos comenzaron a
transpirar y la boca se me secó.
Me dispuse a llamar al
enfermero de guardia rápidamente. Comenzaba asustarme.
De pronto, el pitido
sonó muy diferente y corrí hacia la cama.
-¿Drank? ¡Drank!
¡Drank! ¡Mierda! Por los nervios y por el apuro giré para correr buscando
auxilio y mi pie engancho en la pata de la cama. Caí de bruces aunque alcancé a
apoyar las manos para no romperme la cara. De todas formas poco hubiera
importado. Algo andaba muy mal…
Mi móvil voló lejos con
la caída y la batería saltó al romperse la tapa. Gatee por el piso hasta que me
puse de pie, gritando, llorando. Cuando corrí hacia el enfermero éste venía
contrario a mi dirección.
-He visto la alarma del
monitor, señorita. Salga de terapia ahora. Yo me encargo.
Negué con la cabeza
repetidas veces como si estuviera loca.
-No, no, yo no me iré
de aquí.
El enfermero hablo por
una radio…
-Doctor Faight, por
favor lo necesito en terapia. Tenemos un cuadro tres en la cama ocho.
Mis piernas temblaron.
De pie, lo miré mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas. Creo que estaba
alterada porque de lo contrario hubiera pensado que no era buen momento para
discutir.
-¿Caso tres, cama ocho?
-exclamé frente al enfermero-. ¡No es caso tres cama ocho! Es mi amigo, su
nombre es Drank está muriéndose!
-Salga de terapia
señorita, ¡ahora mismo!
En ese instante el
doctor Rudi entró como vendaval seguido de la enfermera que había visto esta
mañana.
-Liz, sal de terapia.
Negué con la cabeza una
y otra vez y lo seguí hasta el box tras la enfermera.
-No, no me moveré de
aquí.
-Doctor, la señorita
puede estorbar, por favor –dijo el enfermero.
-¡Usted es el que
estorba!¡Se hubiera dado cuenta que algo no estaba bien, fui yo la primera que
lo noté! –grité fuera de control.
Me retiré unos pasos
para no perjudicar el trabajo de los profesionales. Mi corazón latía fuerte…
El odioso enfermero
regresó con una mesa con instrumentos y frascos de todos los tamaños.
El doctor estaba de
espaldas a mí sobre Drank. No podía distinguir cada movimiento, pero en cuanto
el enfermero acercó la mesa con rueditas la enfermera tomó una jeringa con una
aguja muy larga.
Sollocé…
Por favor… por favor…
Resiste…
Aparentemente el doctor
la clavó a la altura del pecho. Me dolió a mí…
Miré de reojo el
monitor… El “bip” continuaba espaciado… Muy espaciado….
No escuché que hablaban
entre ellos ni que ordenó el doctor al enfermero pero éste comenzó a preparar
unas planchas pequeñas… Las había visto en las películas… Descargarían voltios
sobre él.
Estallé en llanto.
Cerré los ojos, fuerte. Quería imaginar cualquier tarde del pasado de picnic
con Drank. Tardes veraniegas, parques verdes, rio manso y cristalino, sus
besos… Sin embargo el maldito sonido del choque eléctrico tapaba toda
imaginación de ensueño y felicidad.
La angustia acaparó mi
corazón y lo hizo añicos.
Abrí los ojos justo
cuando el cuerpo de Drank se arqueaba.
Me recosté en la pared…
Todo a mí alrededor estaba oscureciéndose de a poco.
Dios mío… Que no sufra
más…
Antes que mis oídos
perdieran audición por la baja presión. Pude escuchar el sonido del “bip”
haciéndose constante y repetitivo.
Miré a la enfermera que
guardaba un frasco pequeño en la bandeja. Me miró y sonrió.
Pidió permiso al doctor
y se acercó a mí.
-Liz… Tranquila, lo
estabilizamos.
Asentí secándome las
lágrimas.
-Vamos cariño. Baja a
cafetería y tómate algo. Las dos primeras horas serán decisivas por si hay otra
descompensación pero estaré aquí vigilando expresamente.
-Gracias… Pero,
¿molestaría si me quedo esas horas aquí?
-Claro que no.
El doctor Rudi se
acercó.
-Avisaré a George de lo
que ocurrió. Es mi deber tenerlo al tanto.
Se retiró cabizbajo. La
enfermera tomó el lugar del enfermero en el espacio donde se encontraban varios
monitores.
El enfermero iba a
retirarse y me miró.
-Ya me voy a casa, pero
antes puedo ir por un café para ti.
-Gracias. Y… Lamento la
escena.
-No te preocupes.
Entiendo.
Me acerqué a la cama de
Drank… Me senté despacio notando unas marcas feas en el pecho. Le tomé la mano
y la acaricié.
Por primera vez tuve
temor de pensar algo que ya merodeaba dentro de mí…
¿Deseaba seguir
contemplando a Drank sufriendo por mantenerlo con vida? ¿O sólo quería que
partiera y descansara en paz?
………………………………………………………………………………………………..............
Era media tarde cuando
abandoné el hospital bajo una llovizna fina. Drank estaba compensado bajo los
efectos de un coma inducido. La enfermera me había hecho compañía y había
insistido en que comiera unas galletas de salvado que había traído de su casa.
El café me reanimó, físicamente claro. Porque en mi psiquis no podía decir que
me encontraba fuera de peligro. A veces pensaba que iba a enloquecer. ¿Cómo
había llegado hasta aquí? ¿Cuántos sucesos horribles últimamente me habían
ocurrido sin darme tregua?
Si tuviera que elegir
quedarme en alguna etapa de mi vida, ¿qué elegiría? ¿La infancia? ¿Dónde mi
abuela tenía hambre y mi madre protestaba porque la comida aún no estaba lista?
¿O cuando armábamos los muñecos de nieve en el jardín en pleno invierno? Quizás
cuando ¿Drank y yo habíamos terminado pero seguíamos siendo amigos? Sí, era una
linda época. Yo tenía mi familia feliz esperándome cada tarde que regresaba de
la universidad, y él… él gozaba de buena salud.
Una brisa fría coló los
huesos apenas dejé atrás la plaza de Drobak. Había cesado de lloviznar pero se
notaba que estaba mucho más fresco. Había sido una inconsciente al caminar bajo
la lluvia. Podría enfermar, ¿y quién cuidaría a Drank?
Giré la cabeza hacia
atrás. El autobús ni se veía al final de la calle. De todas formas quedaba muy
poco camino para llegar a mi hogar.
El móvil sonó con mi
música favorita por un mensaje de texto. Rápidamente quité el aparato del
bolsillo y me fije el emisor…
Lenya…
“Oye rubita, hice un
omelette”
Sonreí.
Contesté con las manos
húmedas.
“Genial, tengo hambre”.
Tras mi frase envié un
corazoncito.
Llegué a casa cuando el
atardecer echaba al sol del horizonte. Abrí la puerta y leve olorcito a
frituras hizo que mi estómago sintiera la languidez.
Cerré la puerta y
caminé lentamente pisando unos papeles de embalaje color madera. ¿Qué era esto?
El calor de los leños encendidos me reconfortó al mismo tiempo que descubría
una mesa ratona nueva y sobre ella un Led 42´pulgadas.
La voz de Lenya llegó
desde planta alta. Estaba asomado apoyado en la barandilla.
-Lo compré para
nosotros… La mesa también.
Sonreí mientras
caminaba hacia la escalera.
De pronto vio mi
estado. Abrió los ojos, frunció el ceño y desapareció. A los segundos regresó
con una toalla grande, celeste, y bajó la escalera apresurado.
-Liz… Puedes enfermar.
Estás empapada.
Me quitó la ropa en un
abrir y cerrar de ojos. Después me envolvió en la toalla con gesto preocupado.
-Liz… ¿Por qué no
cogiste un taxi?
-Yo… tenía ganas de
caminar.
-¡Qué tal si la próxima
vez lo haces con un día soleado! ¿Y ahora si te enfermas grave? ¿Quieres
ponerme triste?
Sonreí mientras
friccionaba mi piel.
-¡Aaauh! –me quejé.
-Lo siento, lo siento. Casi
siempre no mido la fuerza.
Sonreí con picardía
mirándolo a los ojos.
-A veces no quiero que
la midas.
Sonrió.
Acto seguido arrastró
el sofá cerca de la estufa a leños. Regresó por mí y me cargó en brazos. Me
sentó en sus piernas y me abrazó.
-¡Mira como estas,
empapada!
Se dedicó a secarme el
cabello con un extremo de la toalla hasta que se se dio cuenta que lo miraba
fijo.
-¿Qué? –preguntó.
-Nada, que te amo…
Sonrió y me besó en los
labios.
-También yo, Liz… ¿Cómo
te fue hoy con tu amigo?
-Pasé un momento
horrible, Drank se descompensó… Ahora está estable…
Bajó la vista.
Lo tomé de la barbilla
y lo obligué a mirarme.
-Lenya, sé que te
cuesta hablar de él. Hagamos de cuenta que sólo existimos tú y yo cada vez que
llegue a casa.
Negó con la cabeza con
un dejo de tristeza en su mirada.
-Nunca podrá ocurrir
eso, Liz. Porque tu amigo te preocupa y sé que es parte de tu vida. Y tú eres
mi vida. Imposible apartar tus problemas de nosotros. Tu tristeza siempre será
la mía. Aunque el motivo sea por mi rival. Tu pena es como un cuchillo afilado
que entra en mi corazón y lo desangra, y no es una frase hecha. Así siento.
-Te amo tanto –susurré.
-¿Tienes hambre?
–sonrió.
-Siii, ¿qué tal el omelette?
-Ehm… se quemó.
Sonreí.
-No te preocupes,
rasparemos la parte de arriba y la comeremos.
-Se ha quemado también
la parte de arriba.
Reí con ganas.
-No te rías de mí
–fingió enojo.
-No, no –reí-, perdón.
-Para que sepas he
pensado en ti y pedí “delivery” de pizza.
-¡Qué bien! ¿Crees que
llegará en poco tiempo? De lo contrario te morderé.
Rio.
-Yo te morderé en
cualquier momento.
-Ojala… ¿Te gustaría
que estuviera para siempre junto a ti convertida en vampiresa?
Dudó para molestarme.
-Mmm… no sé… Sabes lo
que significa tener una hembra a tu lado diciendo lo que debes hacer y…
¡Ey! –reí.
Él se acercó con los
labios entreabiertos.
-¿Tú vampiresa viviendo
para siempre junto a mí? Creo que es el mejor anhelo de mi vida.
Nos besamos… Lento,
profundo, con las caricias como marco de la escena. Pero
no ardíamos de ganas de arrancarnos las prendas y revolcarnos como locos por el
deseo. Ese beso que duró varios minutos y del cual disfrutamos con cada célula
del cuerpo no era lujuria. No… Era diferente… No era sólo pasión que nos unía.
Era amor.
NOTA: ¿Querían Lenya? Pues tienen Lenya, Jajajaja.
Vaya pobre Drank esta bien grave, que gran susto se a llevado Liz cuando se puso muy mal, hay que esperar para ver que pasa con él espero que se recupere, y Lenya es un amor de hombre el amor lo a hecho de lo mas dulce, super lindo el capitulo gracias!!!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Sí pobre Drank, aquí sufrimos todos. La autora también. Lenya ha conocido el amor verdadero y lo que significa sacrificarse por el otro. Gracias a ti por comentar cariño.
EliminarHola amiga, qué buen capítulo, tenía muchas ganas de que llegara este punto, aunque imaginaba que habrían razones para sufrir, es que no puede ser de otra forma, parece como si esta pareja tuviera mil piedras en el camino, y Drank me da una pena tremenda :( Pero sigo confiada en que todo saldrá bien, o al menos tanto como es posible en la vida. Gracias por compartir tu historia con nosotros.
ResponderEliminarBesotes.
¡Hola Claudia! Haces bien amiga tú confía en mí, no las voy a defraudar. Mucho no puedo contar ya que pierde el sentido. Tú tranquila y paciencia. Besos y gracias cielo
EliminarHola, Lou... Pues me parece que a Liz le viene muy bien la compañía de Lenya
ResponderEliminarCon lo mal que lo está pasando por causa de su amigo Drank... tener a Lenya a su lado es casi devolverle la vida a ella
Ha sido un capítulo precioso y feliz... y muy triste por otra parte
Drank lo está pasando realmente mal... detesto las enfermedades pero la realidad es que están ahí
Cualquier día ya tenemos a Liz convertida en vampiresa ;-)
Me ha encantado como de costumbre
Besos
¡Hola querida Mela1 Tienes razón el capi ha tenido de todo y es parte de la vida. Veremos si como ha veces también en ocurre en la realidad el final es un final feliz. Paciencia.
EliminarLiz creo que tiene unas ganas bárbaras de ser vampiresa, pero el que la convierta deberá tener cuidado. ojalá todo se solucione con ellos y Drank.
Beso cariño y gracias como siempre.
Uy que capi , me hiciste suspirar. Por fin Lenya y Liz estan juntos y fue perfecto adore el capítulo te mando un beso y te me cuidas mucho.
ResponderEliminar¡Hola Ju! Me alegro que te haya entretenido, es el fin. Lenya y Liz juntos y creo que no tendrán mayores problemas entre ellos. Creo...
ResponderEliminarUn besazo y te me cuidas amiga. Gracias como siempre
cuídate Lou, así tendremos oportunidad de leerte,,,saludos
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