sábado, 12 de marzo de 2016

¡Hola chicos! Espero que les guste el capi. Tiene de todo condimento y alguna que otra lágrima también. No se asusten, no ha ocurrido nada irremediable. Ahora los dejo con Lenya y ese amor extraordinario que le tiene a su "rubita", capaz de hacerle olvidar los celos y el malhumor. El capi tiene contenido erótico. Saben que no pongo esas escenas sin sentido, y al ton ni son, pero creo que la relación lo vale. Disfrútenlo.
Besotes y gracias como siempre.


Capítulo 54.
A tu lado.

Lenya.

Mirarla dormir era un espectáculo digno de disfrutar, pero si además la tenía sobre mi pecho era sublime. Recostado en las almohadas no me cansaba de observarla. Sentir el respiro suave que salía de su nariz perfecta. Sus pestañas largas y rubicundas cubrían ese iris azulino que hacía más de una hora habían hervido de placer. Los labios rojos aún parecían estar hinchados de tantos besos, de mis besos.

Mi abdomen se deleitaba con el contacto de su piel tibia mientras su cuerpo seguía el compás de la respiración. Mi amor…

Incliné el rostro levemente para no despertarla y así poder admirar esos pechos de pezones pequeños y rosados. Los mismos que había mordisqueado y saboreado como un loco sediento. Aún tenía el sabor de las dulces protuberancias que endurecieron bajó el juego de mi lengua. Si hasta mi piel aún tenía la sensación de sus caricias.

Ella se movió unos centímetros para cambiar de posición. Aflojé los brazos que la mantenían atrapada y ella deslizó sus piernas largas entre las mías… Madre mía… Fue un movimiento si se quiere inocente, pero mi sexo se contrajo con esa mínima fricción.

Ella no se inmutó. Podía uno imaginarse lo agotada que estaba. Por supuesto que en su cansancio tomaba en cuenta las largas esperas en los pasillos del hospital haciendo guardia cerca de su amigo. El resto del cansancio… Me lo atribuía con orgullo y sin arrepentimiento.

Cuando ella me envío el mensaje de texto no había podido responderle porque estaba ocupado con algo sumamente importante. Llamé a mi hermano. ¿Qué si lo puse nervioso? Sí, creo que quedó más preocupado que yo. Es que transmitirle poco antes de acostarme con la hembra que amaba que tenía terror de asesinarla si salía de control, no es un aliciente para alguien que está a miles de kilómetros y sobre ese tema no puede hacer nada. ¿Qué podría hacer? Decirme, “tranquilo Lenya, llegado el momento podrás controlar tus colmillos”. Ni siquiera teniendo la experiencia de Sebastien podía adivinar como se desatarían los hechos.

Creo que cortar la comunicación no habrá sido ameno para él. De verdad lo sentía y estaba lejos de mí asustarlo a propósito, pero a quién podía haber acudido si no era a mi hermano.

Liz se movió otra vez. Su rodilla rozó mis testículos y me estremecí.

¿La despertaba? Un caballero la hubiera dejado descansar y guardar sus deseos carnales y desbordantes para más tarde, sin embargo yo no era un caballero.

La mano que reposaba en la piel suave de su espalda se deslizó hasta la cintura. La otra mano que tenía en mi abdomen se reunió con la de ella y acarició los dedos largos y femeninos…

Liz pestañeó y sonreí.

¿Me sentía un egoísta? Claro que sí, con todas las letras, y me encantaba.

Levantó la cabeza y me miró.

-Lenya… No fue un sueño dormir desnuda a tu lado.

Negué con la cabeza mientras soltaba su mano para tomarla de la barbilla.

-No mi amor. Y lo mejor de todo es que estoy aquí. No imaginas lo que es contemplarte dormida entre mis brazos.

Reptó somnolienta por mi cuerpo hasta subir a la altura de mi boca.

-¿De quién has heredado esa boca apetitosa?
-A mi madre, creo.

Ronroneó como un gato repartiendo besos pequeños en mis labios. Mordió el inferior y tironeó despacio.

Gruñí.

Una música estridente me quitó concentración justo cuando mi mano deseaba guiar la suya hasta mi sexo.

-¿Y eso qué es?

Liz rio y se estiró hacia la mesa de luz. Cogió el móvil y apagó la música.

-Mi despertador. Dangerous, de Cascada.
-¿Tan temprano?

Suspiró y volvió a dejar el móvil.

-Es que debo ir al hospital.
-Ah, okay…

Se acomodó entre mis brazos y me miró.

-De todas formas tengo una media hora antes de salir de casa. Es por el parte médico. En realidad el parte médico de cualquier paciente es al mediodía pero el doctor Rudi me hace esa distinción. Estoy muy ansiosa.
-Lo imagino.

Con las palmas de sus manos en mi pecho y apoyó la barbilla sobre sus dedos.

Hubo silencio mientras nos mirábamos. Había tanto amor flotando en la habitación que hasta se hubiera podido tocar.

La recorrí con la mirada y las yemas de los dedos acariciaron el contorno de su cara. Como si la dibujara, aunque imposible, yo no haría nunca un dibujo de facciones tan perfectas. ¿Estaba enamorado? Sí, perdidamente enamorado.

Estiró el cuello y pegó los labios a los míos. Habló sin separarse, con nuestras bocas unidas.

-Eres tan bello Lenya Craig. ¿Qué hice en la vida para merecerme tu atención?

Separé los labios e incliné el rostro. Mis ojos quedaron entrecerrados… como rogando un beso.

La tomé de la nuca y la forcé a que abriera la boca con mi lengua.

-Uhmm… -gemí al sentir la lengua acariciar la mía.

Ella deslizó una mano hasta encontrar la tetilla y pellizcar.

Volví a gruñir.

Las caricias de sus dedos sobre el botón oscuro y duro le siguieron el juego erótico de su boca, lamiendo y mordiendo cada centímetro de los pectorales.

-Uhmm… Tú sí que sabes usar la boca.

Me miró entre las pestañas sin dejar de besar y chupar mi piel que ya comenzaba a arder.

-Nena…

Dejó la tarea y me miró sonriendo.

-¿Quieres que me detenga?
-Ni se te ocurra –sonreí-. Pero…
-¿Pero? –preguntó con picardía.
-Me gustaría que ambos disfrutemos de este momento al mismo tiempo.
-Lo estoy disfrutando. Salvo que te ocurra algo mejor.

Sonreí mientras introducía lentamente el dedo mayor dentro de su boca.

-¿Qué tal si cambiamos de posición?
-¿Te refieres a un 69?

Arquee la ceja y reí.

-Pues no sabía que tenía nombre.
-Sí. Se llama así porque, mmm, ¿cómo explicarte?
-No no–reí- me doy una idea, ya, ya.

Reímos.

Con un movimiento rápido giró su cuerpo y subió a horcajadas.

Madre mía, tenía esa visión perfecta de su trasero y demás. Si moría algún día, por favor, que llevara en las pupilas esa imagen.

La atraje hacia mi rostro con las piernas abiertas y ese culo perfecto casi rozando mi cara.

De pronto recordé…

-Liz…

Ella giró la cabeza y me miró de perfil.

-Por favor, recuerda… no perdamos el control al mismo tiempo.
-Lo recuerdo amor… Ahora si me permites… Estoy hambrienta de ti.

Sonreí.

Al sentir la lengua lamiendo desde la base hasta la punta, los músculos de mi cuerpo se contrajeron.

La luz de la habitación, ahora apagada, permitía que la penumbra natural del inicio del amanecer, pintara claros y oscuros. No había demasiados muebles, estaba casi vacía. Sin embargo a ella no parecía importarle vivir así, sin lujos. Pero conmigo sería una reina. Todo le entregaría. Tanto lo material como mi alma misma. Quería que Liz fuera dueña absoluta de cada cosa que me pertenecía y de la misma forma que estaba poseyendo mi cuerpo.

Cerré los ojos disfrutando por unos instantes de esa boca caliente que ahora bajaba y subía por el miembro en un ritmo constante.

-OohLiiiiz…

Comenzó a gemir mientras chupaba fuerte masajeando con el puño cerrado. Una y otra vez…

Metí la cabeza entre sus piernas y con los dedos la abrí para devorarla.

Al primer contacto de mis labios y lengua en esa zona tan sensible, dio un respingo.

Sonreí.

-¿Te hice cosquillas?

Jadeó mientras besaba sus muslos.

-Yo… Yo no lo llamaría… cosquillas… -respiró con dificultad.

Volví a intentarlo más despacio, acostumbrándola a la sensación de la invasión de mi lengua.

Cuando noté que se relajaba deslicé mi boca lentamente succionando el clítoris. Dos de mis dedos se introdujeron profundo, poco a poco, gozando de la estreches húmeda y resbaladiza.

Amaba amarla de todas las formas posibles. Disfrutaba tanto el sexo oral como penetrarla envistiendo mis caderas contra ella.

Sí… Esto era el paraíso.

Aceleré el movimiento de los dedos y chupé con ansias arrancándole gemidos cada vez más fuertes. En un momento que su boca se apartó de mi sexo para tomar aire supe que estaba llegando al orgasmo.

-Uhmmm… rubita… Córrete para mí…

Sus caderas comenzaron a golpear contra mi boca provocando que hundiera mi lengua en lo más profundo. Dio un grito y quedó inmóvil… Después, susurró agitada.

-Lenya…

Continué mi tarea de darle placer hasta que ella aflojó su cuerpo jadeando. La besé despacio una y otra vez en esa piel delicada y sensible. Mi sexo palpitaba. Moría por meterme en su boca otra vez y me hiciera llegar al éxtasis como yo lo había hecho.

Pareció adivinar mis pensamientos, o simplemente porque mis necesidades importaban para ella.

Se acomodó para engullirme entero y tiré la cabeza hacia atrás.

¿Cómo podía ser posible no estallar de felicidad cuando uno estaba enamorado y compartía la cama? ¿Acaso había algo mejor que la unión de los cuerpos cuando dos almas también eran parte de una sola? Es que yo daba la vida por Liz. Bajo ningún concepto permitiría que sufriera si estaba a mi alcance. Pensé por unos segundos imaginando el futuro con ella… ¿Viviríamos para hacernos el amor todos los días y a toda hora? Sonreí… Éramos tan apasionados. No ignoraba que tendríamos nuestras fuertes peleas. El carácter lo llevábamos muy adentro, sin embargo en ella estaba seguro que la había salvado de muchas situaciones horribles que había sufrido… Y las desgraciadamente tendría que sufrir.

No era un buen momento para pensar en Drank, menos después que la pregunta de sus labios me descolocó.

-¿Dijiste que eras todo mío?
-Sí… -respondí sin levantar la cabeza.

A la pregunta siguió la orden.

-Abre las piernas.

Dudé.

-Ya las tengo abiertas.
-Más –murmuró contra la punta de mi falo.

Lo hice… Me sentía en cierto modo expuesto, tal como se siente aquel desarmado frente al enemigo con un arma.

Una de sus manos continuó masajeando el miembro mientras la otra acariciaba delicadamente los testículos. Levanté la cabeza para no perderme nada. Mi pecho subía y bajaba por el placer pero también por la excitación de la expectativa. ¿Qué iría hacer conmigo?

Cuando percibí su boca húmeda saborear casa rincón de la entrepierna recosté la cabeza en la almohada y me abandoné a la experiencia de sus labios sabios…

Me besó y saboreó como si degustara un manjar, volví a sonreír envuelto en ese goce perfecto sintiendo la lengua atrevida lamer el perineo…

Ella escurrió uno de sus dedos y acarició más allá de lo imaginable. Nunca una hembra había ido tan lejos para darme placer, y reaccioné ante lo desconocido.

-¿Qué…? ¿Qué haces? –jadee levantando la cabeza.

Separó su boca del contacto de mi piel para hacerme callar.

-Ssssh, dijiste que eras todo mío.

Recosté la cabeza en la almohada preguntándome si sería capaz de negarle algo. La respuesta me dio un poco de temor. Ante Liz mi voluntad quedaba reducida a lo mínimo. Era totalmente suyo…

El instante en que uno de sus dedos se introdujo en mi cuerpo abrí la boca para protestar, pero me fue imposible. Me arquee y dejé escapar un gemido ronco desde el fondo de mi pecho. La sensación fue extraña sin embargo lejos de sentir rechazo un placer fue ganando espacio en cada una de mis células…

No supe que fue exactamente lo que hizo, sólo sé que algo rozó con firmeza en lo profundo de mi cuerpo y una corriente de mil voltios lo sacudió.

-¡Jodeeeer! –grité.

El placer ganó cada una de mis entrañas y creí que estallaría en mil pedazos por el goce. Demonios… Demonios… Esto era increíble y nuevo para mí.

Yo que me creía el Dios de las sábanas… Ahora ella me había llevado a terrenos que jamás hubiera pensado que existirían. Liz…

El extraordinario goce duró varios segundos, diez, veinte, que mierda me importaba… Lo cierto que quedé sintiendo que los músculos de las piernas me abandonaban. Los brazos que habían sujetado las caderas de Liz cayeron laxos a cada lado de mi cuerpo. Gemí respirando con dificultad. Los párpados me pesaron y cerré los ojos.

Los abrí cuando los movimientos en el colchón me indicaron que Liz abandonaba la cama.

Me incorporé con esfuerzo y cogí su brazo.

-Oye… No te vayas todavía.

Sonrió y se acercó besando mis labios. Pasé la lengua para humedecerlos y susurré la pregunta aunque esta sonara de ignorante.

-¿Qué fue eso?

Ella se separó y fue hasta el ropero con una sonrisa.

-¿Eso?
-Sí… Nunca… Nunca sentí esa electricidad que me sacudiera de pies a cabeza.

Giró con unos jeans y camiseta entre sus manos.

-Es tu punto G, cariño.

Abrí los ojos y arquee la ceja mientras me sentaba en la cama.

-¿Los machos tienen punto G?

Le arranque una risa que al principio siendo honesto me molesto un poco.

¿Era ignorante frente a ella?

Rápidamente supo de mi incomodidad y después de coger de la cajonera unas prendas, se acercó a mí.

Se sentó a mi lado y me acarició la mejilla. Listo, ahora sí parecía un pobre infeliz al que le tenían compasión.

-No seas tonto. No a todos los hombres les gusta. Es por prejuicio. Tenía que saber si tenías reparos en entregarte a mí. Si quieres no lo vuelvo hacer.
-Sii, sii quiero –mi respuesta automática llena de entusiasmo la hizo sonreír.
-Entonces, será parte de nuestros juegos sexuales.

Encogí las piernas apoyando los pies en el colchón. Con los antebrazos en las rodillas la seguí hasta que desapareció por la puerta del baño.

Mi corazón volvía de a poco a su ritmo normal. Mordí mi labio inferior tratando de recordar ese placer sublime que me había volado la cabeza. De pronto observé la puerta abierta del ropero… Tenía cuatro perchas colgadas. Dos camisas, un abrigo de lana, y un vestido azul. Los estantes… vacíos, menos dos de ellos. Al parecer guardaba doblados dos jeans y en el otro cinco o seis camisetas.

El corazón se me estrujó…

Volví a mirar el vestido azul…

Mi reina,.. Serás mi reina…

Liz.

Cuando salí del baño ya duchada y vestida, Lenya estaba sentado en la cama en la misma posición de cuando lo dejé. Miraba la ventana como distraído. Aparentemente el sol se había arrepentido y sería un día nublado. Sinceramente el clima era lo que menos me importaba. Después de haber disfrutado el sexo con mi vampiro moreno, podían caer piedras del cielo que no me inmutaría.

Lo observé a través del pálido reflejo de la mañana…

Tenía un rostro perfecto. Pestañas largas y labios carnosos y entreabiertos. La piel se veía satinada con un toque aceitunado. Los hombros ligeramente encorvados a causa de sus antebrazos apoyados en las rodillas y aún en descanso las venas podían apreciarse. Las curvas masculinas tenían una terminación que estaba segura sólo superarían los dioses griegos.

¿Era real que tenía ese espécimen en mi cama totalmente desnudo? Pues sí.

Lenya estaba tan abstraído que no se percató de mi presencia. Sólo cuando me interpuse entre él y la ventana, desvió la mirada y me miró.

-Hola… -moví la mano en señal de saludo-. ¿Estás aquí?

Sonrió.

-Sí, estoy aquí.

Cogí el cepillo de un cajón y cepillé el cabello. Me senté en la cama y él se hizo a un lado para acomodarse tras de mí.

-Yo lo haré por ti.

Dicho esto me quitó el cepillo con delicadeza y comenzó a peinarme con cuidado.

Silencio…

-Regresaré temprano –acoté.
-Por mí estará bien, cariño.
-¿Estarás aquí cuando regrese?
¿Podía ser posible que a cada minuto dudara que mi felicidad fuera cierta?
-Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas? ¿Aún dudas de mi amor?
-No –me apresuré a decir.
-¿Entonces?
-Podrías viajar a Kirkenes o a la Isla del Oso por negocios.
-Cuando deba irme te lo haré saber. Y ese día… no saldrás de la habitación en muchas horas.

Reí.

Silencio…

Sentí sus dedos hacer a un lado mi cabello apartándolo de la nuca.

La piel se me erizó por completo…

Dejé escapar un gemido cuando dio tres besos detrás de la oreja.

-Eres tan hermosa, Liz.

Giré despacio la cabeza hasta que pude mirarlo a los ojos.

-Te amo –dijo bajito.
-Yo también.

Nos besamos lentos y apasionado. No deseaba irme, aprisionada entre sus brazos mientras sus manos recorrían el contorno de mi cuerpo. Cuando atrapó mis pechos encerrándolos en sus manos fuertes, supe que era ahora o nunca.

Me separé y reí.
-Me voy, me voy.

Me observó divertido.

-Cuando regreses tendré preparada la comida y haré la cama.

Reí otra vez.

-Lo digo en serio.
-Okay, okay, veremos cómo te va.

Bajé las escaleras y cogí el bolso que estaba sobre el sofá.

Abrí la puerta y salí al jardín.

A mi espalda la puerta se había cerrado dejando una promesa de felicidad tras ella. Frente a mí, Drobak se presentaba gris y silenciosa. La tristeza no tardó en ganar mi corazón al pensar en mi amigo. Enfrentaría quizás hoy, quizás mañana, el dolor que me producía una inminente y dolorosa despedida.

………………………………………………………………………………………………............


Llegué al hospital caminando desde casa. Había olvidado el paraguas así que me alegré que no comenzara a llover antes de pisar el suelo de la planta principal. En cuanto alcancé el ascensor que me llevaría a terapia intensiva un relámpago iluminó desde los cristales que rodeaban el hospital. Vaya… Había tenido suerte.

El trueno no tardó en escucharse y la lluvia se desató torrencial. Las puertas del ascensor se abrieron y entré junto a cinco personas que esperaban. Pulsé el número dos y aguardé…

Clavé la vista en el suelo y pensé en Lenya. ¿A mi regreso tendría comida preparada por él?

Sonreí.

Acerqué mi nariz al dorso de mi mano para verificar si el aroma de él había quedado en mi piel. Aunque me había bañado con el jabón de aroma cítrico tenía la sensación que Lenya había dejado su olor en cada rincón de mi cuerpo.

-Señorita, ¿usted presionó el dos?

Miré a la señora que esperaba mi respuesta.

-Digo porque llegamos al piso.
-Oh si, gracias.

Salí apresurada prometiéndome que dejaría de pensar como idiota todo el tiempo en el macho de mi vida sino podría terminar mal a causa de mi distracción. Estaba tan enamorada… Si hubiera tenido una edad insensata, esas que gozan los adolescentes, hubiera corrido al baño y con un bolígrafo hubiera escrito en las puertas, “ LIZ AMA A LENYA”. Sí, y también un corazón, ¿por qué no?

Caminé por el pasillo empujé la puerta de vaivén y continué avanzando por el segundo pasillo. Al final de éste estaba terapia intensiva. Hubiera encontrado la puerta con los ojos cerrados. ¿Cuántos meses habían pasado desde que había empezado esta pesadilla y él había empeorado? Muchos…

Conté las baldosas grises que me llevaban a Drank, una por una…

-Liz…

Levanté la vista.

Una enferma llamada July salió de la sala de terapia.

Seguí caminando y sonreí.

-Hola, buen día.

Pero ella no sonrió.

Me detuve en seco y la miré.

Ella se acercó con el rostro apenado.

Abrí la boca para preguntar si había ocurrido algo malo con Drank sin embargo la voz no salió. En cambio mis ojos se llenaron de lágrimas a la vez que un nudo amargo como hiel apretaba la garganta.
Ella llegó hasta a mí. Imposible que yo hubiera dado un paso hacia ella. Mis piernas no me hubieran respondido.

Una lágrima corrió por mi mejilla y ella se apresuró a abrazarme.

-No llores, él sólo entró en coma. Está vivo… Aún…
-El aire escapó por mi boca en forma de suspiro de alivio.

Ahora… ¿Estar en coma en el caso de Drank era una situación tan distinta a la muerte? No, sólo era un paso más para acercarse a ella.

-Escucha –me dijo July tomándome del rostro-, el diagnóstico dio que no es un coma tres. Para que me entiendas mejor. Él siente sensaciones y escucha. Aunque parezca que está dormido. ¿Entiendes?

Asentí con la cabeza.

-Ahora, ve. Siéntate cerca de él y háblale. Cuéntale cosas bonitas. Que Drank sepa que no está sólo.
-Sí, sí…
-Vale. Te dejaré todo el tiempo que quieras o puedas. Ya sabes que en estas ocasiones el doctor no impide que no nos ajustemos al horario de visita.
-Okay, gracias.

July me dio un beso y se retiró por el pasillo.

Caminé hacia la puerta y la abrí despacio.

Terapia intensiva del hospital de Drobak no era una sala amplia. Ocuparía entre todos los boxes y camas, unos doce metros por siete. En un rincón había un pequeño hall que daba a un box apartado equipado con máquinas que constantemente mostraban datos que no entendía y un pequeño escritorio con una silla. Vi un enfermero llenando una planilla que apenas levantó la vista e inclinó la cabeza como saludo. Quizás era nuevo en el hospital ya que a esta altura me conocía a todos los profesionales del piso dos.

El móvil sonó en mi bolsillo…

Era un mensaje de texto.

Me fijé en el emisor… Lenya.

Leí…

“Hola amor, ¿te atrapó la tormenta?”

Sonreí.

Contesté…

“No amor, gracias. Te amo”.

Envié y aguardé la contestación…

“Yo también, Liz. No tardes mucho. Te extraño.”

Guardé el móvil y levanté la vista. Avancé hasta el último box mano derecha. Allí estaba Drank…

Al caminar pude comprobar que dos de los pacientes que siempre veía en tratamiento, ya no estaban. Las camas estaban vacías y las máquinas que marcaban el ritmo del corazón estaban apagadas. En el box contiguo al de Drank vi una señora y dos camilleros. Trasladaban a un caballero de mediana edad. Estaba consciente y conversaba con ellos. Evidentemente lo pasarían a sala.

Era las contradicciones de la vida. La muerte o escapar de ella.

Llegué al box de mi amigo. Hice a un lado un poco más las gruesas cortinas blancas. El sonido de la máquina hizo estremecer mi corazón. Era un alivio escuchar el pitido constante y repetitivo. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabía.

Me senté en la cama lo más cerca que podía. Acaricié lentamente uno de sus brazos.

-Hola Drank.

Hice a un lado varios mechones que caían en su frente. Su abdomen subía y bajaba lento, una y otra vez. Sus párpados cerrados simulaban un sueño tranquilo. Yo sabía que no significaba nada parecido a estar dormido plácidamente. Por lo menos no sentiría dolor.

-¿Sabes qué? –comencé a hablarle-. Llueve torrencial. ¡Quién diría! Ayer fue un día bonito. Pero últimamente no se sabe que depara el clima… Por suerte no me mojé…

Respiré profundo y lo miré.

Era increíble que la cruel enfermedad no le había quitado la belleza. Lucía demacrado, con ojeras y un blanco lívido. Sin embargo aun así era hermoso. Sus labios de forma de corazón tenían un color rosado muy pálido. Podía verse sus facciones perfectas aunque tenía la máscara de oxígeno puesta.

-Hoy no me he cruzado con George. Sé que se queda todas las noches contigo… Lo veo bien… No te preocupes.

Crucé las piernas y mis ojos se clavaron en la máquina del “bip”.

-Parece el “correcamino” venido a menos –bromee en voz alta.

Silencio…

Mi mano acarició un brazo desde las manos hasta los hombros. Esos hombros que un tiempo atrás eran el delirio de las mujeres. Drank tenía un físico extraordinario. Me enamoré de él en cuanto lo vi entrar al instituto con aquella camisa leñadora. Yo era atractiva y segura de mí misma pero en ese instante creí que tendría mucha competencia entre las mujeres que lo rodeaban. Sin embargo él reparó en mí y fue capaz de tirarse al río para llamar mi atención, bueno… se había caído al río en realidad con tal de que lo mirara.

Reí.

-Pienso la vez que te hiciste ver, Drank… ¿Recuerdas? Te sacó un profesor antes de que te ahogaras.

Volví a reír.

-¿Y cuándo me quedé en tu casa toda la tarde haciendo el amor? No fuimos al instituto esa tarde. Pero Signy me descubrió y le contó a mi madre –sonreí-. Tu padre casi te mata cuando llegó de trabajar, y mi madre me dio una bofetada… Pero no nos importaba, ¿verdad? Fue un amor fresco y apasionado… Hace tanto tiempo Drank…

Lo observé detenidamente…

Ni un gesto de aprobación, ni una sonrisa, ni un movimiento mínimo de tu cuerpo…

Mis ojos se llenaron de lágrimas…

-¿Dónde estás Drank? ¿Dónde te has ido?

La palma de mi mano cubrió su mano. Las tenía anchas y fuertes aunque ahora lucían huesudas. Mi pulgar dibujó círculos en el dorso de la mano.

-Lo que te conté de… del vampiro… Es verdad, Drank. No te he mentido. Tampoco… Tampoco he divagado… No sé cómo comenzar a contarte la historia. Sé que escuchas. También sé que no me enteraré si apruebas o no lo que hice… Deja… En otro momento… Hablaremos tú y yo… ¿Verdad?

Me puse de pie y me acerqué a una pequeña ventana sin cortinas. Terapia intensiva parecía dar al parque trasero. No reconocía los montículos de tierra y material que había en varios espacios del terreno. Quizás pronto ampliarían el edificio del hospital.

La lluvia caía furiosa mojando los materiales y lavando restos de arena y partes de ladrillos. El cielo totalmente encapotado descargaba lo que parecía ser un diluvio. Un rayo iluminó el espacio y su color azul eléctrico corrió en forma horizontal detrás de un par de tejados de unas casas. A pesar del trueno que hizo cimbrar las paredes, el sonido del “bip” de la máquina continuaba resonando constante en mi oído.

Cruce los brazos a la altura del pecho y recosté la cabeza en el marco despintado de la ventana. Dos señoras con paraguas de colores corrían por la calle trasera para guarecerse de la tormenta. Por los grandes portones entraba una ambulancia sin sirena. Un grupo de médicos  guarecido bajo un pequeño techo en las proximidades, parecían conversar y reír animados.

Miré de reojo a Drank, inmóvil. Me mantuve con la vista fija en su abdomen… No parecía subir ni bajar.

Me acerqué inquieta y tomé su mano.

Mis ojos dispararon una mirada furtiva a la pantalla de monitoreo… Una línea verde levemente quebrada se unía a otra línea casi horizontal. ¿No se veía más quebrada hasta hace un rato? ¿Y el “bip”, estaba sonando más espaciado?

Mis manos comenzaron a transpirar y la boca se me secó.

Me dispuse a llamar al enfermero de guardia rápidamente. Comenzaba asustarme.

De pronto, el pitido sonó muy diferente y corrí hacia la cama.

-¿Drank? ¡Drank! ¡Drank! ¡Mierda! Por los nervios y por el apuro giré para correr buscando auxilio y mi pie engancho en la pata de la cama. Caí de bruces aunque alcancé a apoyar las manos para no romperme la cara. De todas formas poco hubiera importado. Algo andaba muy mal…

Mi móvil voló lejos con la caída y la batería saltó al romperse la tapa. Gatee por el piso hasta que me puse de pie, gritando, llorando. Cuando corrí hacia el enfermero éste venía contrario a mi dirección.

-He visto la alarma del monitor, señorita. Salga de terapia ahora. Yo me encargo.

Negué con la cabeza repetidas veces como si estuviera loca.

-No, no, yo no me iré de aquí.

El enfermero hablo por una radio…

-Doctor Faight, por favor lo necesito en terapia. Tenemos un cuadro tres en la cama ocho.

Mis piernas temblaron. De pie, lo miré mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas. Creo que estaba alterada porque de lo contrario hubiera pensado que no era buen momento para discutir.

-¿Caso tres, cama ocho? -exclamé frente al enfermero-. ¡No es caso tres cama ocho! Es mi amigo, su nombre es Drank está muriéndose!
-Salga de terapia señorita, ¡ahora mismo!

En ese instante el doctor Rudi entró como vendaval seguido de la enfermera que había visto esta mañana.

-Liz, sal de terapia.

Negué con la cabeza una y otra vez y lo seguí hasta el box tras la enfermera.

-No, no me moveré de aquí.
-Doctor, la señorita puede estorbar, por favor –dijo el enfermero.
-¡Usted es el que estorba!¡Se hubiera dado cuenta que algo no estaba bien, fui yo la primera que lo noté! –grité fuera de control.

De pronto recordé que estaba en terapia intensiva, con mi amigo que luchaba por vivir… Me sentí avergonzada.

Me retiré unos pasos para no perjudicar el trabajo de los profesionales. Mi corazón latía fuerte…

El odioso enfermero regresó con una mesa con instrumentos y frascos de todos los tamaños.

El doctor estaba de espaldas a mí sobre Drank. No podía distinguir cada movimiento, pero en cuanto el enfermero acercó la mesa con rueditas la enfermera tomó una jeringa con una aguja muy larga.

Sollocé…

Por favor… por favor… Resiste…

Aparentemente el doctor la clavó a la altura del pecho. Me dolió a mí…

Miré de reojo el monitor… El “bip” continuaba espaciado… Muy espaciado….

No escuché que hablaban entre ellos ni que ordenó el doctor al enfermero pero éste comenzó a preparar unas planchas pequeñas… Las había visto en las películas… Descargarían voltios sobre él.

Estallé en llanto. Cerré los ojos, fuerte. Quería imaginar cualquier tarde del pasado de picnic con Drank. Tardes veraniegas, parques verdes, rio manso y cristalino, sus besos… Sin embargo el maldito sonido del choque eléctrico tapaba toda imaginación de ensueño y felicidad.

La angustia acaparó mi corazón y lo hizo añicos.

Abrí los ojos justo cuando el cuerpo de Drank se arqueaba.

Me recosté en la pared… Todo a mí alrededor estaba oscureciéndose de a poco.

Dios mío… Que no sufra más…

Antes que mis oídos perdieran audición por la baja presión. Pude escuchar el sonido del “bip” haciéndose constante y repetitivo.

Miré a la enfermera que guardaba un frasco pequeño en la bandeja. Me miró y sonrió.

Pidió permiso al doctor y se acercó a mí.

-Liz… Tranquila, lo estabilizamos.

Asentí secándome las lágrimas.

-Vamos cariño. Baja a cafetería y tómate algo. Las dos primeras horas serán decisivas por si hay otra descompensación pero estaré aquí vigilando expresamente.

-Gracias… Pero, ¿molestaría si me quedo esas horas aquí?
-Claro que no.

El doctor Rudi se acercó.

-Avisaré a George de lo que ocurrió. Es mi deber tenerlo al tanto.

Se retiró cabizbajo. La enfermera tomó el lugar del enfermero en el espacio donde se encontraban varios monitores.

El enfermero iba a retirarse y me miró.

-Ya me voy a casa, pero antes puedo ir por un café para ti.
-Gracias. Y… Lamento la escena.
-No te preocupes. Entiendo.

Me acerqué a la cama de Drank… Me senté despacio notando unas marcas feas en el pecho. Le tomé la mano y la acaricié.

Por primera vez tuve temor de pensar algo que ya merodeaba dentro de mí…

¿Deseaba seguir contemplando a Drank sufriendo por mantenerlo con vida? ¿O sólo quería que partiera y descansara en paz?

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Era media tarde cuando abandoné el hospital bajo una llovizna fina. Drank estaba compensado bajo los efectos de un coma inducido. La enfermera me había hecho compañía y había insistido en que comiera unas galletas de salvado que había traído de su casa. El café me reanimó, físicamente claro. Porque en mi psiquis no podía decir que me encontraba fuera de peligro. A veces pensaba que iba a enloquecer. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cuántos sucesos horribles últimamente me habían ocurrido sin darme tregua?

Si tuviera que elegir quedarme en alguna etapa de mi vida, ¿qué elegiría? ¿La infancia? ¿Dónde mi abuela tenía hambre y mi madre protestaba porque la comida aún no estaba lista? ¿O cuando armábamos los muñecos de nieve en el jardín en pleno invierno? Quizás cuando ¿Drank y yo habíamos terminado pero seguíamos siendo amigos? Sí, era una linda época. Yo tenía mi familia feliz esperándome cada tarde que regresaba de la universidad, y él… él gozaba de buena salud.

Una brisa fría coló los huesos apenas dejé atrás la plaza de Drobak. Había cesado de lloviznar pero se notaba que estaba mucho más fresco. Había sido una inconsciente al caminar bajo la lluvia. Podría enfermar, ¿y quién cuidaría a Drank?

Giré la cabeza hacia atrás. El autobús ni se veía al final de la calle. De todas formas quedaba muy poco camino para llegar a mi hogar.

El móvil sonó con mi música favorita por un mensaje de texto. Rápidamente quité el aparato del bolsillo y me fije el emisor…

Lenya…

“Oye rubita, hice un omelette”

Sonreí.

Contesté con las manos húmedas.

“Genial, tengo hambre”.

Tras mi frase envié un corazoncito.

Llegué a casa cuando el atardecer echaba al sol del horizonte. Abrí la puerta y leve olorcito a frituras hizo que mi estómago sintiera la languidez.

Cerré la puerta y caminé lentamente pisando unos papeles de embalaje color madera. ¿Qué era esto? El calor de los leños encendidos me reconfortó al mismo tiempo que descubría una mesa ratona nueva y sobre ella un Led 42´pulgadas.

La voz de Lenya llegó desde planta alta. Estaba asomado apoyado en la barandilla.

-Lo compré para nosotros… La mesa también.

Sonreí mientras caminaba hacia la escalera.

De pronto vio mi estado. Abrió los ojos, frunció el ceño y desapareció. A los segundos regresó con una toalla grande, celeste, y bajó la escalera apresurado.

-Liz… Puedes enfermar. Estás empapada.

Me quitó la ropa en un abrir y cerrar de ojos. Después me envolvió en la toalla con gesto preocupado.

-Liz… ¿Por qué no cogiste un taxi?
-Yo… tenía ganas de caminar.
-¡Qué tal si la próxima vez lo haces con un día soleado! ¿Y ahora si te enfermas grave? ¿Quieres ponerme triste?

Sonreí mientras friccionaba mi piel.

-¡Aaauh! –me quejé.
-Lo siento, lo siento. Casi siempre no mido la fuerza.

Sonreí con picardía mirándolo a los ojos.

-A veces no quiero que la midas.

Sonrió.

Acto seguido arrastró el sofá cerca de la estufa a leños. Regresó por mí y me cargó en brazos. Me sentó en sus piernas y me abrazó.

-¡Mira como estas, empapada!

Se dedicó a secarme el cabello con un extremo de la toalla hasta que se se dio cuenta que lo miraba fijo.

-¿Qué? –preguntó.
-Nada, que te amo…

Sonrió y me besó en los labios.

-También yo, Liz… ¿Cómo te fue hoy con tu amigo?
-Pasé un momento horrible, Drank se descompensó… Ahora está estable…

Bajó la vista.

Lo tomé de la barbilla y lo obligué a mirarme.

-Lenya, sé que te cuesta hablar de él. Hagamos de cuenta que sólo existimos tú y yo cada vez que llegue a casa.

Negó con la cabeza con un dejo de tristeza en su mirada.

-Nunca podrá ocurrir eso, Liz. Porque tu amigo te preocupa y sé que es parte de tu vida. Y tú eres mi vida. Imposible apartar tus problemas de nosotros. Tu tristeza siempre será la mía. Aunque el motivo sea por mi rival. Tu pena es como un cuchillo afilado que entra en mi corazón y lo desangra, y no es una frase hecha. Así siento.

-Te amo tanto –susurré.
-¿Tienes hambre? –sonrió.
 -Siii, ¿qué tal el omelette?
-Ehm… se quemó.

Sonreí.

-No te preocupes, rasparemos la parte de arriba y la comeremos.
-Se ha quemado también la parte de arriba.

Reí con ganas.

-No te rías de mí –fingió enojo.
-No, no –reí-, perdón.
-Para que sepas he pensado en ti y pedí “delivery” de pizza.
-¡Qué bien! ¿Crees que llegará en poco tiempo? De lo contrario te morderé.

Rio.

-Yo te morderé en cualquier momento.
-Ojala… ¿Te gustaría que estuviera para siempre junto a ti convertida en vampiresa?

Dudó para molestarme.

-Mmm… no sé… Sabes lo que significa tener una hembra a tu lado diciendo lo que debes hacer y…
¡Ey! –reí.

Él se acercó con los labios entreabiertos.

-¿Tú vampiresa viviendo para siempre junto a mí? Creo que es el mejor anhelo de mi vida.

Nos besamos… Lento, profundo, con las caricias como marco de la escena. Pero no ardíamos de ganas de arrancarnos las prendas y revolcarnos como locos por el deseo. Ese beso que duró varios minutos y del cual disfrutamos con cada célula del cuerpo no era lujuria. No… Era diferente… No era sólo pasión que nos unía. Era amor.


NOTA: ¿Querían Lenya? Pues tienen Lenya,  Jajajaja.



































9 comentarios:

  1. Vaya pobre Drank esta bien grave, que gran susto se a llevado Liz cuando se puso muy mal, hay que esperar para ver que pasa con él espero que se recupere, y Lenya es un amor de hombre el amor lo a hecho de lo mas dulce, super lindo el capitulo gracias!!!

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    1. ¡Hola Lau! Sí pobre Drank, aquí sufrimos todos. La autora también. Lenya ha conocido el amor verdadero y lo que significa sacrificarse por el otro. Gracias a ti por comentar cariño.

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  2. Hola amiga, qué buen capítulo, tenía muchas ganas de que llegara este punto, aunque imaginaba que habrían razones para sufrir, es que no puede ser de otra forma, parece como si esta pareja tuviera mil piedras en el camino, y Drank me da una pena tremenda :( Pero sigo confiada en que todo saldrá bien, o al menos tanto como es posible en la vida. Gracias por compartir tu historia con nosotros.

    Besotes.

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    1. ¡Hola Claudia! Haces bien amiga tú confía en mí, no las voy a defraudar. Mucho no puedo contar ya que pierde el sentido. Tú tranquila y paciencia. Besos y gracias cielo

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  3. Hola, Lou... Pues me parece que a Liz le viene muy bien la compañía de Lenya
    Con lo mal que lo está pasando por causa de su amigo Drank... tener a Lenya a su lado es casi devolverle la vida a ella
    Ha sido un capítulo precioso y feliz... y muy triste por otra parte
    Drank lo está pasando realmente mal... detesto las enfermedades pero la realidad es que están ahí
    Cualquier día ya tenemos a Liz convertida en vampiresa ;-)
    Me ha encantado como de costumbre
    Besos

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    1. ¡Hola querida Mela1 Tienes razón el capi ha tenido de todo y es parte de la vida. Veremos si como ha veces también en ocurre en la realidad el final es un final feliz. Paciencia.
      Liz creo que tiene unas ganas bárbaras de ser vampiresa, pero el que la convierta deberá tener cuidado. ojalá todo se solucione con ellos y Drank.
      Beso cariño y gracias como siempre.

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  4. Uy que capi , me hiciste suspirar. Por fin Lenya y Liz estan juntos y fue perfecto adore el capítulo te mando un beso y te me cuidas mucho.

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  5. ¡Hola Ju! Me alegro que te haya entretenido, es el fin. Lenya y Liz juntos y creo que no tendrán mayores problemas entre ellos. Creo...
    Un besazo y te me cuidas amiga. Gracias como siempre

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  6. cuídate Lou, así tendremos oportunidad de leerte,,,saludos

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