PD: Prometo que tendrán noticias de Bernardo y sabremos que ha hecho Lenya en Drobak.
Besotes, los quiero.
Capítulo
33
Cada
vez más lejos.
Scarlet.
Apenas nos quedamos
solas con Anne, no sabía qué hacer para entablar una conversación. Desde ya
sabía que significaría un monólogo porque la hermana de Grigorii no articulaba
palabra. Al menos intentaría que se sintiera cómoda con mi presencia un poco
impuesta, si te ponías a pensar nadie le había preguntado si deseaba soportarme
un par de horas en su casa.
Con absoluto
atrevimiento y desparpajo, ya que para eso era mandada a hacer, arrastré una
mesita baja de madera de pino. Cogí uno de los almohadones floreados de los
sofás y coloqué dos en el piso cerca de la mesa baja. Después sin perder tiempo
antes que Anne reaccionara y hablara por primera vez solo para decirme, “¡loca
de mierda! ¿Qué revuelves en mi casa?”, abrí mi bolso y saqué dos bolígrafos y
el anotador. Arranqué dos hojas y ubiqué una de ellas con la pluma del otro
extremo de la mesa.
-Ven, siéntate aquí y
dibujemos –la invité.
Me miró un poco
asombrada con sus ojos redondos y grandes.
Sonreí.
Sinceramente si Anne le
gustaba pintar y se relacionaba mejor de esa forma allá íbamos hacia su mundo
cerrado e insociable.
Sin esperar su próxima
reacción. Me puse a dibujar mientras trataba de sonar normal.
-¿Qué dibujarás tú? Yo
dibujaré una montaña con cumbres con mucha nieve… Nieve cayendo. Me gusta el
invierno. ¿A ti te gusta el invierno?
No contestó. La miré de
reojo y su mirada seguía fija en la pantalla de TV.
Suspiré. ¡Vamos Scarlet
no te des por vencida!
-También haré un señor y
una señora de pie con una niña a su lado y… un rayo muy largo que cruce el
cielo…
Continué dibujando,
esmerándome porque mi dibujo saliera perfecto. No era buena dibujante, pero por
suerte Anne no me lo diría. No soportaría que alguien me dijera, “Scarlet que
mala eres en esto”.
Mis ojos rápidamente se
posaron en Anne para luego volver la vista al papel.
Ella observaba mis
trazos. Al fin había quitado la atención a la TV.
-¿Sabes que haré?
–continué-. ¡Unas florecitas! Ah… Pero… me faltarían colores. ¡Qué pena! ¿Tú
tienes colores para que yo pueda pintar?
No respondió como era
de esperar. Sin embargo se puso de pie y caminó hacia un armario de madera
oscura de seis puertas. Abrió una de ellas y quitó una paleta de acuarela, un
vasito de plástico, y un anotador grande con muchas hojas y anillado de
alambre. Sin decir una palabra se acercó a la mesa y depositó el material sobre
ella. Desapareció hacia la cocina llevando el vasito pequeño y regresó con el
recipiente lleno de agua. ¿Sería para beber? Sin embargo no se sentó en los
almohadones frente a mí. Se sentó en el sofá y quedó muy quieta observándome.
-¿De qué color pintaré
las flores? –pregunté sin esperar respuesta.
Cogí un pincel y lo
apoyé en el color rojo de la placa de acuarelas. Lo friccioné despacio y después
más fuerte, pero el color no teñía el pelo del pincel.
-No pinta, Anne.
Ella me miró preocupada
y arqueó levemente una ceja. Como si no entendiera porque no podía colorear.
Más tarde yo entendería que la expresión había sido por no comprender como era
tan tonta y desconocía que debía primero mojar el pincel en agua. Pensé otra
vez… ¡Menos mal no habla!
Cuando se levantó del
sofá, cogió con sus dedos delicados, femeninos, de uñas prolijas y recortadas,
uno de los pinceles. Mojó la punta en el agua y después deslizó varias veces el
pincel por el color, sólo que esta vez eligió el azul.
En pocos segundos pintó
una de las flores.
Titubee.
-¿El rojo no funciona?
Nunca… Nunca, imaginé
que una frase tan simple la haría sonreír.
Cogió otro pincel y
repitió la operación pintando otra flor con el color rojo.
-¡Pues claro!
–exclamé-. ¡Qué tonta soy, Anne! El agua ablanda la pintura es por eso que no
me pintaba. Es que no he tenido una acuarela en mis manos en puta vida.
Sonrió otra vez sin
apartar la vista del dibujo.
Cuando completó la
segunda flor volvió a sentarse en el sofá.
Animo Scarlet, ten
paciencia….
Continué pintando unas
flores más de amarillo y rosa y el rayo de azul. Comencé a colorear la toga que
vestía la señora, y después la vestimenta del señor. Antes de pasar a pintar el
vestido de la niña, no sé qué me ocurrió… Quizás frente a Anne era como estar
sola y a la vez un ser estaba escuchándome. Era extraño sí… Lo cierto es que mi
corazón ahogado y cansado de tanta angustia y represión de sentimientos se
abrió y mis palabras salieron casi sin pensarlo.
-Ella es mi mamá,
Lucila. Murió hace unos meses.
Anne me miró y prestó
atención.
-Esta soy yo. ¿Te gusta
el color de mi vestido? ¿Quieres que me dibuje unos zapatos? Quedarían mejor,
¿verdad?
Despacio se levantó del
sofá y se sentó en un almohadón para ver más de cerca.
-Sí, le dibujaré
zapatos.
Tomé el bolígrafo y
garabatee una especie de zapatillas en los pies de la niña.
-¿Ha quedado bien?
No contestó. Su vista
estaba clavada en la figura del señor de toga.
-Ah, este es mi padre…
se llama Agravar…
Sin poder reaccionar
ella tomó el otro bolígrafo y tachó con una cruz el dibujo del hombre.
Mis ojos se apartaron
del papel y lentamente levanté la vista para mirarla. Su rostro dibujaba el
sufrimiento y la incomodidad.
Con el bolígrafo que
tenía en mi mano terminé de tacharlo completamente.
Ella no quería a su
padre. Era evidente.
La miré.
-Has hecho bien. Total,
Agravar nunca estuvo. Me abandonó de niña y nunca regresó.
Observé el dibujo y me
di cuenta de algo triste, horroroso. Mi madre tampoco estaba. No me había
abandonado, bueno… quizás sí. Por fuerza mayor, claro. La habían asesinado.
Pero en definitiva la niña que me representaba en el dibujo estaba sola. Sola
completamente.
Lentamente comencé a
tachar la imagen de mi madre para después contemplar mi obra maestra en
silencio.
Ver el dibujo de la
niña sola me trajo una tristeza profunda. ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Viviendo en una mansión que no era mi hogar después de todo, porque mi hogar
eran las cumbres. Pero es que no quedaba nada allí. Con una ex humana que me
adoraba, sin embargo no dejaba de ser
una amiga. Con dos hermanos que por más que se esforzaran, más Lenya que
Sebastien, debían soportar la decisión de un noble y líder vampiro que había decidido
adoptarme. ¿Cómo había llegado a cambiar mis vestidos y zapatos lujosos para
tratar de borrar un dolor que jamás arrancarían de mí? A veces me gustaba sentirme
libre, pero no por correr en el bosque, sino la libertad por expresar lo que
sentía en el fondo de mi corazón.
-Tuve un padre
adoptivo, pero también murió –murmuré sin apartar mis ojos del papel-. Él me
quería mucho, aunque sé que me tendría lástima. Me decía “mi princesa”.
La miré y ella estaba
observándome sin perder detalle y continué.
-A nadie permitiría que
me llamara “princesa”. Ese permiso sólo lo tenía él. Además… Nunca sonaría como
Adrien lo decía.
Al escuchar mis propias
palabras, hablar de un pasado, y comprender que Adrien jamás volvería, no pude
evitar que mis lágrimas resbalaran por mis mejillas.
Cuando iba a secarme la
cara con las manos me sorprendí ante el abrazo de Anne. Me rodeó con sus brazos
y palmeó mi espalda consolándome.
Sonreí.
-Gracias Anne,
necesitaba ese abrazo. Creo que seremos buenas amigas.
Ella no se movió. Continuó
acurrucándome por largos minutos hasta que la puerta de calle se abrió para dar
paso al hombre de mis sueños.
-¡Holaa mis chicas!
-¡Hola Grigorii!
–simulé alegría.
Anne regresó al sofá
pero antes cogió mi dibujo y lo retuvo en su regazo.
-¡Ah! ¿Han estado
dibujando? ¡Qué bien!
-Siiii. Anne me ha
prestado las acuarelas. Pero ahora que has regresado debo irme.
-Gracias por acompañar
a Anne. Quise ver si se llevaban bien y ahora debo regresar al trabajo, estamos
complicados –dijo, y sus ojos azules se hundieron en los míos húmedos.
Torció la cara y arqueó
la ceja.
Tomé mi bolso y
rápidamente saludé a Anne con un beso en la mejilla.
-Adiós Anne, volveré
una tarde.
-Te llevaré en moto. No
quiero dejarte sola. Tus hermanos no me lo perdonarían.
-No te preocupes, la
Jefatura queda a unas manzanas y ahora no anochece como en otoño.
-Uy, menos mal has
nombrado la Jefatura. Ha dicho el comisario que si no recordabas que tienes
cuarenta y ocho horas de descanso. Veinticuatro por cuarenta y ocho, cariño. No
entras hasta mañana a las ocho PM.
-¡Qué tonta! Mmm… Dime…
¿Con esa frase armoniosa te ha dicho nuestro jefe que no tocaba trabajar?
–sonreí.
Rio y negó con la
cabeza.
-No, en realidad dijo,
“¿qué tiene está chichilla en la cabeza que no recuerda ni el horario de
entrada?”
Reímos.
-Lo imaginé… Bueno me
iré a casa.
-¿Por qué no te quedas
a cenar? Prepararé algo cuando regrese del trabajo, estaré aquí para las once.
Juro que te llevaré a tu castillo cuando terminemos de cenar.
-Mmmm… -miré a Anne que
sonreía.
-Parece que a mi
hermana le has caído bien.
-Caigo bien a todo el
mundo –guiñé un ojo y rio.
-Estoy seguro de ello.
Bueno… ¿Te quedas?
-Vale, me quedo. Con la
condición que haré la cena.
-Bueno… No quiero que
te molestes.
-No es molestia.
Practicaré.
Rio con ganas.
-Ah, ¿practicarás
conmigo?
-Claro, no cocino a
menudo.
Rio otra vez. Mi mundo
se iluminaba cada vez que lo contemplaba reír.
-Vale, me ofreceré de
conejillo de Indias.
-No es para tanto
–simulé enojo-. Ya verás, Anne me ayudará.
………………………………………………………………………………………………
Okay, lo que se dice
ayudarme mucho no ayudó. Creo que Anne manipulaba pocas cosas en la cocina y
debía saber hacer muchos sándwiches, pero sólo eso. Así que me tuve que
arreglar sola. Recordando a duras penas lo que Margaret hacía esporádicamente
en la cocina, y seguida por Anne como una sombra, logré tirar el contenido de
un paquete de espaguetis a una olla de agua fría. Encendí la hornalla mientras
Anne no perdía detalles de mis movimientos.
-¿Estará bien así?
–pregunté cogiendo una cuchara grande para revolver.
Me miró por unos
segundos a la cara. No sabría cómo traducir su expresión… O por una frase como, “me parece que algo estás
haciendo mal”, u otra frase como, “Grigorii no cenará esta noche”.
-Bien… Esperemos que
salga algo comestible –contesté.
Sonrió.
Al cabo de diez minutos
el agua hacía globitos. Muchos… Estaba muy caliente y el vapor salía espeso y
blanquecino. Me asomé a la olla y los fideos parecían perfectos, sólo que
desprendía una capa de harina e iban pegoteándose unos con otros. Madre mía…
Anne se asomó a la olla
para ver y se mantuvo en silencio.
-¿Se ven mal?
Por primera vez movió
la cabeza asintiendo.
-¡Ufaaaaa! ¡Tengo ganas
de llorar! Grigorii no comerá si está feo.
Rápidamente Anne corrió
al freezer y cogió un paquete de jamón y otro de queso. Después mientras yo
intentaba despegar los fideos con la cuchara, casi una misión imposible, ella
armó unos sándwiches con la bolsa de pan de la encimera.
La miré.
-Me parece bien Anne
porque quizás a Grigorii no le gusten mis espaguetis.
Me miró con pena.
Creo que habrá pensado,
“nooo, mi hermano no comerá esa cosa horrible y pegoteada”.
-Yo creo que ya están
–dije más de atrevida que por saber los minutos de cocción. Anne se encogió de
hombros mientras llevaba un plato rebosante de sándwiches a la mesa.
-¡Anneee! –grité
desesperada.
Ella corrió a mi lado
asustada.
-¿Sabes qué? ¡Bianca y
Margaret le ponen una cosa roja llamada salsa por encima y yo no sé prepararla!
¿Qué hago?
Anne se abalanzó hacia
el freezer y sacó un paquete que decía “MANTECA”, y otro más pequeño que decía “QUESO”.
-¿Le pondremos eso?
–pregunté.
Ella volvió a asentir
en silencio y me dio un recipiente hondo con un montón de agujeritos. ¿Para qué
serviría, puta madre? Para escurrir el agua de los fideos, sí. Otra cosa no se
me ocurría.
Anne lo depositó en una
de las piletas de cocina bajo el grifo cerrado. Llevé la olla hasta allí y
volqué todo el contenido en silencio, expectante. Creo que si los fideos
supieran hablar hubieran gritado “¡auxilioooo!” Okay, ya me saldría mejor más
adelante.
Después que observé la
pelota de masa en la especie de colador, Anne alcanzó una fuente del armario.
Adiviné que debía pasar los fideos allí y seguramente agregarle manteca y
queso. ¡Qué fácil!
Las dos nos quedamos
mirando la llamada manteca derretirse entre los fideos junto al queso de rallar
mezclándose entre los espaguetis.
La hermana de Grigorii
se dispuso a poner la mesa en la cocina. Sacó platos, cubiertos, servilletas, y
vasos. Yo aporté la botella de jugo de la nevera y la fuente con mi
experimento.
Nos sentamos en las
sillas a esperar. Había cuatro sitios nada más… Pero eran suficientes, con
Grigorii seríamos tres.
Al cabo de unos
minutos, quizás quince o veinte, los cuales no dejé de comentarle a Anne lo
preocupada que estaba por mis espaguetis, Grigorii abrió la puerta.
Tierra trágame…
-¡Hola chicas!
Anne miró hacia la
puerta y después me miró con ojos grandes y cejas levantadas. No hablaba,
cierto, pero ya había aprendido a interpretar algunos gestos.
Grigorii colgó la
chaqueta de cuero en una silla.
Voy a lavarme las
manos, ¿me esperan o tienen mucha hambre?
Yo murmuré un,” nunca
ceno” y Anne negó rotundamente con la cabeza.
Cuando Grigorii regresó
ninguna de las dos había atinado a mover un músculo.
Miró de reojo la fuente
y sonrió.
-Yo serviré –dijo
alegremente.
Anne tomó el jugo y
llenó los vasos. Después con disimulo echó un vistazo al plato de sándwiches.
Como diciendo… “menos mal que tenemos otra opción”.
Después que Grigorii
con la mayor diligencia y caballerosidad sirvió el mazacote de fideos en cada
plato miré a Anne y negó con la cabeza lentamente. ¡Por supuesto que no iba
aprobar la jovencita! Tenía un problema psicológico pero no era idiota.
Nadie hubiera apostado
que mi amorcito comiera de ese experimento, pero no sólo lo probó sino que
comió varios bocados. Lo observé mientras tomaba de mi jugo y él masticaba
lento, muy lento. Pienso que cuando tragó se le llenaron los ojos de lágrimas.
No podía dejar que continuara con el sacrificio.
-¡¡Basta Grigorii! Los
espaguetis me han salido como el culo. Te agradezco tus buenas intenciones y no
querer lastimarme. De verdad que no me ofende ni me siento mal… Bueno quizás me
sienta un poco mal…
Grigorii tomó varios
tragos de jugo, supongo que para quitarse el sabor de la masa cruda y me miró.
-Scarlet, he comido
comida horrible en mi vida. No te preocupes, tus espaguetis no son de los
mejores pero se dejan comer.
Me tomó la mano sobre
la mesa, la llevó a los labios, y le dio un pequeño beso. Anne deslizó el plato
de sándwiches con una leve sonrisa.
Miré a los dos y me
tenté.
-Están horribles los
fideos, jajajaja.
Grigorii estalló en una
risa contagiosa y le siguió Anne. Los tres reímos por un buen rato mientras
contaba a Grigorii mis peripecias con la cena improvisada.
-No te preocupes,
Scarlet. Mi amor por ti no cambiará por un plato de fideos.
Sonreí y bajé la vista.
De pronto Anne escuchó
una melodía agradable y se puso de pie abandonando la cocina.
-Creo que comienza un
programa que le gusta.
-Ah… Más espaguetis
para nosotros –susurré.
-Ambos reímos.
-Gracias.
-¿De qué?
-Por quedarte con mi
hermana e intentar hacer la cena. No estás obligada, menos llevando la vida cómoda
que llevas. No tendrías que sacrificarte y pasar penurias.
Lo observé. Lo miré a
los ojos. Realmente estaba apenado por brindarme tan poco en su humilde casa.
-Bianca siempre me dice
que el dinero no hace la felicidad. La familia, los amigos, tus amores, ellos
hacen tu felicidad. Creo que tiene razón. Nunca me he sentido tan útil como
aquí a pesar de tenerlo todo en la mansión.
-Vaya, ¿la doctora?
¡Quién lo diría! Pensé que su matrimonio con el potentado de tu hermano tenía
un cierto interés.
-No. Ella lo ama. Se
enamoró a primera vista. Eso lo sé. No la traté bien cuando la conocí. No fue
bien recibida. Era tan distinta a nosotros. Sin embargo no le importó. Su amor
por Sebastien inclusive le bastaba para soportarme.
-¿Eras tan difícil de
tratar?
-Uf, mucho.
-Para mí eres
encantadora.
-No me conoces
demasiado Grigorii, quizás si supieras cosas de mí ya no te gustaría.
-¿Muchas cosas no sé de
ti? –preguntó con voz seductora.
Encogí mis hombros.
-No tantas. Pero
algunas… Algunas quizás no te agradarían.
……………………………………………………………………………………………
Grigorii me acompañó
con la moto hasta los portones de la mansión. Bajé y acomodé mi cabello que se
había despeinado por el viento. Él sorpresivamente me tomó de la cintura y me
dio un beso de esos demoledores. ¡Guauuu! De esos los cuales, tu estomago hace
cosquillas y tus pies se separan de la tierra.
Me costó dar por
terminado el beso y acercarme a los portones de hierro. No deseaba separarme de
Grigorii y regresar a mi habitación en soledad. Quizás hablaría con Bianca un
rato o con las chicas para distraerme. Pensar que mi rubio oficial nunca podría
saber mi secreto era comprender que nuestra relación tendría un final tarde o
temprano. No podía proyectar con él una vida futura. No ignoraba que Sebastien
tenía razón. Grigorii era “la ley” y no sabría en qué posición estaríamos los
vampiros para él. Si simples seres distintos de los humanos que se alimentaba
de sangre porque no tenían otro remedio, o delincuentes peligrosos que no
tenían corazón.
Al entrar a la sala
Lenya hablaba con Rodion sentados frente a la chimenea. Creo que Rodion le
reprochaba alguna conducta, pero no llegué a escuchar muy bien. Me miró y
sonreí.
-Vaya, vaya, vaya… La
niña de la casa ha regresado. ¿Dónde ha estado mi adorada hermanita?
Caminé hacia el sofá y
de un salto me tiré quedando sentada entre los dos. Dejé el bolso en el suelo y
contesté arqueando la ceja.
-Vamos Lenya, ¿no has
escuchado la moto de Grigorii? ¡Di qué no, tramposo!
-Pues, me pareció
escuchar un motor, sí. Pero como estaba de gran charla con mi amigo Rodion no
presté atención.
Reí.
-¿No digas? ¿Quién me
ha abierto el portón desde los controles? –señalé el pequeño panel cerca de la
puerta.
-Pues… No sé, quizás
Charles.
Giré la cabeza de
izquierda a derecha.
-Yo no veo a Charles.
-Se habrá ido a la
cocina.
-Ajaaa.
-Aparte jovencita no
cambies conversación. ¿Qué hacías tan tarde con Grigorii?
Sebastien abrió la
puerta del estudio y se acercó.
-¿Todo bien Scarlet?
No lo miré. Mi vista se
clavó en los leños apagados de la estufa.
-Todo bien. Sí…
-No te vayas por la
tangente, Scarlet –protestó Lenya.
-¡Qué latoso eres!
–reí- Okay, como te quiero mucho te contaré que estuve con su hermana, se llama
Anne. Me porté bien. Ella no habla. Tiene un problema psicológico. No traté de
curarla porque no hubiera podido, además hubiera levantado sospechas.
-¿Y estás segura que no
has sembrado la duda en ese policía? –preguntó Sebastien.
Esta vez lo miré a los
ojos.
-Es lo único que te
preocupa, ¿verdad?
-¿Debería preocuparme
otra cosa cuando estás coqueteando con un oficial de policía?
-Sí, por ejemplo si lo
he pasado bien.
Sebastien calló. Se
irguió y avanzó hacia el estudio.
-Cuando termines de
cuchichear con Lenya ya que te llevas tan bien, acércate al estudio. Necesito
hablar contigo.
-Vale –susurré con
rabia.
Apenas cerró la puerta
Lenya arqueó una ceja, risueño.
-¿Nuestro hermanito
está celoso porque no le prestas atención? ¿No lo quieres como a mí?
Rodion rio.
Me encogí de hombros y
recogí el bolso del suelo.
-No, a él no le
interesa que te quiera, sólo que siempre quiere molestarme. Es por eso.
-Mmmm… No sé no estaría
tan seguro.
Me
alejé hacia el estudio.
-¡Ey! ¡Mira cómo te
escapas! –exclamó tirándome un almohadón que voló sobre mi cabeza.
Reí y le tiré un beso.
-¿No ves que el líder
de los vampiros me llama? –bromee.
Al entrar y cerrar la
puerta del estudio vi a Sebastien sentado frente al escritorio. A su lado tenía
el móvil y una agenda. Diseminados sobre la mesa montones de papeles y
carpetas. No debía ser fácil mantener la fortuna Craig y no desconocía que el
mayor peso caía sobre los hombros de él. Me dio pena verlo con cara de agotado,
pero mi sentimiento duró lo que canta un gallo.
-Siéntate, Scarlet.
Me senté en silencio.
Guardó unas hojas que
parecían recibos o facturas y levantó la vista para mirarme fijo.
-No vuelvas a bromear
sobre mí delante de otros. No me gusta y no lo voy a permitir. Lo de líder
vampiro estuvo demás.
Callé la boca.
-¿Has escuchado?
-Sí.
-Te llamé para aclarar
unas cuentas que necesito que queden finiquitadas.
-¿Qué cuentas?
-Compré el hotel Thor y
será una buena inversión. ¿Sabes qué significa?
-Sí.
-¿Qué significa?
–insistió.
Respiré hondo.
-Qué el negocio dará
más pérdidas que ganancias, ¡no perdón! Al revés.
-Exacto. Y como el
dinero ha salido de las arcas de mi padre te corresponderá un tercio, como
Lenya. La ganancia será entre tres. Tendrás como corresponde la rendición de
cuentas del dinero.
Ubicó una hoja parecido
a un balance como los que había visto al rendir contabilidad. Lo observé detenidamente…
¡Cuántos ceros! Sin embargo, no había mucho que pensar.
Las yemas de los dedos
de la mano derecha se apoyaron en el papel y lo deslicé sobre la mesa hacia él.
Mientras enviaba un
aparente mensaje de texto en el móvil alzó la vista.
-¿Qué ocurre?
–preguntó.
-Ocurre que no quiero
nada de “tu padre” -hice comillas en el aire al mencionar “tu padre”-. Lo que
me ha dado “tu padre”, amor y afecto, ya no podrá dármelo porque murió. Su
dinero no me interesa. Haz con mi parte lo que se te ocurra.
Escondió la cabeza
entre las manos.
-Scarlet, me haces
perder la paciencia. ¿Por qué me haces esto? Es tu dinero también. ¡Basta de
niñerías!
-No quiero el dinero de
“tu padre” –volví a repetir-, y si es sólo eso supongo ya me puedo retirar.
Se puso de pie de un salto
cuestión que me asusté.
-¡Mira mocosa rebelde!
¡Si juegas a tener orgullo hazlo bien! Estás viviendo en esta mansión, ¿eso no
te molesta?
Al escucharlo se me
encogió el corazón… Sí, lo había provocado pero de ahí a decirme…
Mis ojos se dirigieron
a la ventana, donde un paisaje quieto y solitario murmuraba en un lenguaje que
sólo yo escuchaba… ”Scarlet, no tiene nada tuyo aquí”.
Me puse de pie.
-Escucha Scarlet… Por
favor –suplicó.
-Tienes razón –lo
interrumpí- debería buscar otro lugar para vivir. Un sitio que no dependa de
nadie sólo de mí. Buscaré en estos días como solucionarlo.
Caminé hacia la puerta.
La abrí y antes de cerrarla reafirmé.
-Creo que hace tiempo
nos hemos dicho todo.
-Todo no… -susurró él
con tristeza.
Pero yo cerré la puerta
y subí las escaleras hacia mi habitación. Al llegar a la mitad me detuve. Giré
la cabeza para ver si había algún movimiento que me indicara que Sebastien se
había arrepentido de lo dicho. Sin embargo sabía de memoria que los dos éramos
orgullosos, nos parecíamos demasiado. Por lo tanto, los pocos segundos que
permanecí esperando que la puerta del estudio se abriera, fueron en vano. Nadie
salió del estudio a pedir disculpas o tratar de recomponer la situación. El
resto del camino hacia mi alcoba lo hice con mi corazón en mil pedazos. ¿Por
qué no había salido tras de mí? Porque estaba claro que no me sentía como su
hermana. Y yo, ¿Por qué lo herí dejando escapar tanta rabia y dolor? Porque
tampoco creía en el fondo que Scarlet era una Craig, era la hija de un padre
abandónico llamado Agravar.
Hola Lourdes, muy bonito capítulo, gracias por compartirlo; me gusta mucho cómo has desarrollado el personaje de Scarlett, cómo la hemos visto crecer, madurar, y arrastrar esos demonios internos que todos tenemos, lo mismo que su relación con todos los que la rodean. Espero que algún día ella y Sebastien puedan abrirse lo suficiente, porque es obvio que se quieren mucho.
ResponderEliminarBesos.
Vaya que mal que ellos que son hermanos todavía no se lleven bien, hay un rose que no los deja llevarse bien, se tienen a abrir para poder estar mejor pero parece que el orgullo gana, me encanto ver a Anne con Scarltet pasándola bien, gracias por el capitulo!!!
ResponderEliminarNos hemos perdido un montón de capítulos, supongo que habrá que ponerse al día. Un saludo.
ResponderEliminarHola Lou... Creo que Scarlet sabrá como ganarse a Anne
ResponderEliminarHa sido muy buena idea dibujar y pintar
Anne ha sonreído, también ha asentido... y ha ayudado en la cocina
jajaja... Qué lío con los espaguetis
Siento el desencuentro entre Sebastien y Scarlet... yo entiendo a Scarlet... y, desde luego, demuestra no estar interesada por el dinero
Ella no se siente totalmente Craig
No sé, me da la impresión de que podría tomar la decisión de abandonar la mansión... y todos la echarían mucho de menos
Precioso capítulo... enhorabuena
Besos
Lou, tienes la seducción perfecta para manejar tus personajes y ademas involucrarnos a nosotros en tu historia, gracias me gustó tu capítulo,,,saludos
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