domingo, 6 de septiembre de 2015

¡Hola tesoros! Como irán notando la brecha entre Scarlet y Sebastien se profundiza más. Quizás ese detalle sea muy importante si sabemos que hay alguien dando vueltas por Kirkenes interesado en destruir a los Craig. Veremos que ocurre. Aunque este capi no le faltarán alguna que otra sonrisa.
PD: Prometo que tendrán noticias de Bernardo y sabremos que ha hecho Lenya en Drobak.
Besotes, los quiero.


Capítulo 33

Cada vez más lejos.

Scarlet.

Apenas nos quedamos solas con Anne, no sabía qué hacer para entablar una conversación. Desde ya sabía que significaría un monólogo porque la hermana de Grigorii no articulaba palabra. Al menos intentaría que se sintiera cómoda con mi presencia un poco impuesta, si te ponías a pensar nadie le había preguntado si deseaba soportarme un par de horas en su casa.

Con absoluto atrevimiento y desparpajo, ya que para eso era mandada a hacer, arrastré una mesita baja de madera de pino. Cogí uno de los almohadones floreados de los sofás y coloqué dos en el piso cerca de la mesa baja. Después sin perder tiempo antes que Anne reaccionara y hablara por primera vez solo para decirme, “¡loca de mierda! ¿Qué revuelves en mi casa?”, abrí mi bolso y saqué dos bolígrafos y el anotador. Arranqué dos hojas y ubiqué una de ellas con la pluma del otro extremo de la mesa.

-Ven, siéntate aquí y dibujemos –la invité.

Me miró un poco asombrada con sus ojos redondos y grandes.

Sonreí.

Sinceramente si Anne le gustaba pintar y se relacionaba mejor de esa forma allá íbamos hacia su mundo cerrado e insociable.

Sin esperar su próxima reacción. Me puse a dibujar mientras trataba de sonar normal.

-¿Qué dibujarás tú? Yo dibujaré una montaña con cumbres con mucha nieve… Nieve cayendo. Me gusta el invierno. ¿A ti te gusta el invierno?

No contestó. La miré de reojo y su mirada seguía fija en la pantalla de TV.

Suspiré. ¡Vamos Scarlet no te des por vencida!

-También haré un señor y una señora de pie con una niña a su lado y… un rayo muy largo que cruce el cielo…

Continué dibujando, esmerándome porque mi dibujo saliera perfecto. No era buena dibujante, pero por suerte Anne no me lo diría. No soportaría que alguien me dijera, “Scarlet que mala eres en esto”.

Mis ojos rápidamente se posaron en Anne para luego volver la vista al papel.

Ella observaba mis trazos. Al fin había quitado la atención a la TV.

-¿Sabes que haré? –continué-. ¡Unas florecitas! Ah… Pero… me faltarían colores. ¡Qué pena! ¿Tú tienes colores para que yo pueda pintar?

No respondió como era de esperar. Sin embargo se puso de pie y caminó hacia un armario de madera oscura de seis puertas. Abrió una de ellas y quitó una paleta de acuarela, un vasito de plástico, y un anotador grande con muchas hojas y anillado de alambre. Sin decir una palabra se acercó a la mesa y depositó el material sobre ella. Desapareció hacia la cocina llevando el vasito pequeño y regresó con el recipiente lleno de agua. ¿Sería para beber? Sin embargo no se sentó en los almohadones frente a mí. Se sentó en el sofá y quedó muy quieta observándome.

-¿De qué color pintaré las flores? –pregunté sin esperar respuesta.

Cogí un pincel y lo apoyé en el color rojo de la placa de acuarelas. Lo friccioné despacio y después más fuerte, pero el color no teñía el pelo del pincel.

-No pinta, Anne.

Ella me miró preocupada y arqueó levemente una ceja. Como si no entendiera porque no podía colorear. Más tarde yo entendería que la expresión había sido por no comprender como era tan tonta y desconocía que debía primero mojar el pincel en agua. Pensé otra vez… ¡Menos mal no habla!

Cuando se levantó del sofá, cogió con sus dedos delicados, femeninos, de uñas prolijas y recortadas, uno de los pinceles. Mojó la punta en el agua y después deslizó varias veces el pincel por el color, sólo que esta vez eligió el azul.

En pocos segundos pintó una de las flores.

Titubee.

-¿El rojo no funciona?

Nunca… Nunca, imaginé que una frase tan simple la haría sonreír.

Cogió otro pincel y repitió la operación pintando otra flor con el color rojo.

-¡Pues claro! –exclamé-. ¡Qué tonta soy, Anne! El agua ablanda la pintura es por eso que no me pintaba. Es que no he tenido una acuarela en mis manos en puta vida.

Sonrió otra vez sin apartar la vista del dibujo.

Cuando completó la segunda flor volvió a sentarse en el sofá.

Animo Scarlet, ten paciencia….

Continué pintando unas flores más de amarillo y rosa y el rayo de azul. Comencé a colorear la toga que vestía la señora, y después la vestimenta del señor. Antes de pasar a pintar el vestido de la niña, no sé qué me ocurrió… Quizás frente a Anne era como estar sola y a la vez un ser estaba escuchándome. Era extraño sí… Lo cierto es que mi corazón ahogado y cansado de tanta angustia y represión de sentimientos se abrió y mis palabras salieron casi sin pensarlo.

-Ella es mi mamá, Lucila. Murió hace unos meses.

Anne me miró y prestó atención.

-Esta soy yo. ¿Te gusta el color de mi vestido? ¿Quieres que me dibuje unos zapatos? Quedarían mejor, ¿verdad?

Despacio se levantó del sofá y se sentó en un almohadón para ver más de cerca.

-Sí, le dibujaré zapatos.

Tomé el bolígrafo y garabatee una especie de zapatillas en los pies de la niña.

-¿Ha quedado bien?

No contestó. Su vista estaba clavada en la figura del señor de toga.

-Ah, este es mi padre… se llama Agravar…

Sin poder reaccionar ella tomó el otro bolígrafo y tachó con una cruz el dibujo del hombre.

Mis ojos se apartaron del papel y lentamente levanté la vista para mirarla. Su rostro dibujaba el sufrimiento y la incomodidad.

Con el bolígrafo que tenía en mi mano terminé de tacharlo completamente.

Ella no quería a su padre. Era evidente.

La miré.

-Has hecho bien. Total, Agravar nunca estuvo. Me abandonó de niña y nunca regresó.

Observé el dibujo y me di cuenta de algo triste, horroroso. Mi madre tampoco estaba. No me había abandonado, bueno… quizás sí. Por fuerza mayor, claro. La habían asesinado. Pero en definitiva la niña que me representaba en el dibujo estaba sola. Sola completamente.

Lentamente comencé a tachar la imagen de mi madre para después contemplar mi obra maestra en silencio.

Ver el dibujo de la niña sola me trajo una tristeza profunda. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Viviendo en una mansión que no era mi hogar después de todo, porque mi hogar eran las cumbres. Pero es que no quedaba nada allí. Con una ex humana que me adoraba, sin embargo  no dejaba de ser una amiga. Con dos hermanos que por más que se esforzaran, más Lenya que Sebastien, debían soportar la decisión de un noble y líder vampiro que había decidido adoptarme. ¿Cómo había llegado a cambiar mis vestidos y zapatos lujosos para tratar de borrar un dolor que jamás arrancarían de mí? A veces me gustaba sentirme libre, pero no por correr en el bosque, sino la libertad por expresar lo que sentía en el fondo de mi corazón.

-Tuve un padre adoptivo, pero también murió –murmuré sin apartar mis ojos del papel-. Él me quería mucho, aunque sé que me tendría lástima. Me decía “mi princesa”.

La miré y ella estaba observándome sin perder detalle y continué.

-A nadie permitiría que me llamara “princesa”. Ese permiso sólo lo tenía él. Además… Nunca sonaría como Adrien lo decía.

Al escuchar mis propias palabras, hablar de un pasado, y comprender que Adrien jamás volvería, no pude evitar que mis lágrimas resbalaran por mis mejillas.

Cuando iba a secarme la cara con las manos me sorprendí ante el abrazo de Anne. Me rodeó con sus brazos y palmeó mi espalda consolándome.

Sonreí.

-Gracias Anne, necesitaba ese abrazo. Creo que seremos buenas amigas.

Ella no se movió. Continuó acurrucándome por largos minutos hasta que la puerta de calle se abrió para dar paso al hombre de mis sueños.

-¡Holaa mis chicas!

-¡Hola Grigorii! –simulé alegría.

Anne regresó al sofá pero antes cogió mi dibujo y lo retuvo en su regazo.

-¡Ah! ¿Han estado dibujando? ¡Qué bien!

-Siiii. Anne me ha prestado las acuarelas. Pero ahora que has regresado debo irme.

-Gracias por acompañar a Anne. Quise ver si se llevaban bien y ahora debo regresar al trabajo, estamos complicados –dijo, y sus ojos azules se hundieron en los míos húmedos.

Torció la cara y arqueó la ceja.

Tomé mi bolso y rápidamente saludé a Anne con un beso en la mejilla.

-Adiós Anne, volveré una tarde.

-Te llevaré en moto. No quiero dejarte sola. Tus hermanos no me lo perdonarían.

-No te preocupes, la Jefatura queda a unas manzanas y ahora no anochece como en otoño.

-Uy, menos mal has nombrado la Jefatura. Ha dicho el comisario que si no recordabas que tienes cuarenta y ocho horas de descanso. Veinticuatro por cuarenta y ocho, cariño. No entras hasta mañana a las ocho PM.

-¡Qué tonta! Mmm… Dime… ¿Con esa frase armoniosa te ha dicho nuestro jefe que no tocaba trabajar? –sonreí.

Rio y negó con la cabeza.

-No, en realidad dijo, “¿qué tiene está chichilla en la cabeza que no recuerda ni el horario de entrada?”

Reímos.

-Lo imaginé… Bueno me iré a casa.

-¿Por qué no te quedas a cenar? Prepararé algo cuando regrese del trabajo, estaré aquí para las once. Juro que te llevaré a tu castillo cuando terminemos de cenar.

-Mmmm… -miré a Anne que sonreía.

-Parece que a mi hermana le has caído bien.

-Caigo bien a todo el mundo –guiñé un ojo y rio.

-Estoy seguro de ello. Bueno… ¿Te quedas?

-Vale, me quedo. Con la condición que haré la cena.

-Bueno… No quiero que te molestes.

-No es molestia. Practicaré.

Rio con ganas.

-Ah, ¿practicarás conmigo?

-Claro, no cocino a menudo.

Rio otra vez. Mi mundo se iluminaba cada vez que lo contemplaba reír.

-Vale, me ofreceré de conejillo de Indias.

-No es para tanto –simulé enojo-. Ya verás, Anne me ayudará.

………………………………………………………………………………………………

Okay, lo que se dice ayudarme mucho no ayudó. Creo que Anne manipulaba pocas cosas en la cocina y debía saber hacer muchos sándwiches, pero sólo eso. Así que me tuve que arreglar sola. Recordando a duras penas lo que Margaret hacía esporádicamente en la cocina, y seguida por Anne como una sombra, logré tirar el contenido de un paquete de espaguetis a una olla de agua fría. Encendí la hornalla mientras Anne no perdía detalles de mis movimientos.

-¿Estará bien así? –pregunté cogiendo una cuchara grande para revolver.

Me miró por unos segundos a la cara. No sabría cómo traducir su expresión… O por  una frase como, “me parece que algo estás haciendo mal”, u otra frase como, “Grigorii no cenará esta noche”.

-Bien… Esperemos que salga algo comestible –contesté.

Sonrió.

Al cabo de diez minutos el agua hacía globitos. Muchos… Estaba muy caliente y el vapor salía espeso y blanquecino. Me asomé a la olla y los fideos parecían perfectos, sólo que desprendía una capa de harina e iban pegoteándose unos con otros. Madre mía…

Anne se asomó a la olla para ver y se mantuvo en silencio.

-¿Se ven mal?

Por primera vez movió la cabeza asintiendo.

-¡Ufaaaaa! ¡Tengo ganas de llorar! Grigorii no comerá si está feo.

Rápidamente Anne corrió al freezer y cogió un paquete de jamón y otro de queso. Después mientras yo intentaba despegar los fideos con la cuchara, casi una misión imposible, ella armó unos sándwiches con la bolsa de pan de la encimera.

La miré.

-Me parece bien Anne porque quizás a Grigorii no le gusten mis espaguetis.

Me miró con pena.

Creo que habrá pensado, “nooo, mi hermano no comerá esa cosa horrible y pegoteada”.

-Yo creo que ya están –dije más de atrevida que por saber los minutos de cocción. Anne se encogió de hombros mientras llevaba un plato rebosante de sándwiches a la mesa.

-¡Anneee! –grité desesperada.

Ella corrió a mi lado asustada.

-¿Sabes qué? ¡Bianca y Margaret le ponen una cosa roja llamada salsa por encima y yo no sé prepararla! ¿Qué hago?

Anne se abalanzó hacia el freezer y sacó un paquete que decía “MANTECA”, y otro más pequeño que decía “QUESO”.

-¿Le pondremos eso? –pregunté.

Ella volvió a asentir en silencio y me dio un recipiente hondo con un montón de agujeritos. ¿Para qué serviría, puta madre? Para escurrir el agua de los fideos, sí. Otra cosa no se me ocurría.

Anne lo depositó en una de las piletas de cocina bajo el grifo cerrado. Llevé la olla hasta allí y volqué todo el contenido en silencio, expectante. Creo que si los fideos supieran hablar hubieran gritado “¡auxilioooo!” Okay, ya me saldría mejor más adelante.

Después que observé la pelota de masa en la especie de colador, Anne alcanzó una fuente del armario. Adiviné que debía pasar los fideos allí y seguramente agregarle manteca y queso. ¡Qué fácil!

Las dos nos quedamos mirando la llamada manteca derretirse entre los fideos junto al queso de rallar mezclándose entre los espaguetis.

La hermana de Grigorii se dispuso a poner la mesa en la cocina. Sacó platos, cubiertos, servilletas, y vasos. Yo aporté la botella de jugo de la nevera y la fuente con mi experimento.

Nos sentamos en las sillas a esperar. Había cuatro sitios nada más… Pero eran suficientes, con Grigorii seríamos tres.

Al cabo de unos minutos, quizás quince o veinte, los cuales no dejé de comentarle a Anne lo preocupada que estaba por mis espaguetis, Grigorii abrió la puerta.

Tierra trágame…

-¡Hola chicas!

Anne miró hacia la puerta y después me miró con ojos grandes y cejas levantadas. No hablaba, cierto, pero ya había aprendido a interpretar algunos gestos.

Grigorii colgó la chaqueta de cuero en una silla.

Voy a lavarme las manos, ¿me esperan o tienen mucha hambre?

Yo murmuré un,” nunca ceno” y Anne negó rotundamente con la cabeza.

Cuando Grigorii regresó ninguna de las dos había atinado a mover un músculo.

Miró de reojo la fuente y sonrió.

-Yo serviré –dijo alegremente.

Anne tomó el jugo y llenó los vasos. Después con disimulo echó un vistazo al plato de sándwiches. Como diciendo… “menos mal que tenemos otra opción”.

Después que Grigorii con la mayor diligencia y caballerosidad sirvió el mazacote de fideos en cada plato miré a Anne y negó con la cabeza lentamente. ¡Por supuesto que no iba aprobar la jovencita! Tenía un problema psicológico pero no era idiota.

Nadie hubiera apostado que mi amorcito comiera de ese experimento, pero no sólo lo probó sino que comió varios bocados. Lo observé mientras tomaba de mi jugo y él masticaba lento, muy lento. Pienso que cuando tragó se le llenaron los ojos de lágrimas. No podía dejar que continuara con el sacrificio.

-¡¡Basta Grigorii! Los espaguetis me han salido como el culo. Te agradezco tus buenas intenciones y no querer lastimarme. De verdad que no me ofende ni me siento mal… Bueno quizás me sienta un poco mal…

Grigorii tomó varios tragos de jugo, supongo que para quitarse el sabor de la masa cruda y me miró.

-Scarlet, he comido comida horrible en mi vida. No te preocupes, tus espaguetis no son de los mejores pero se dejan comer.

Me tomó la mano sobre la mesa, la llevó a los labios, y le dio un pequeño beso. Anne deslizó el plato de sándwiches con una leve sonrisa.

Miré a los dos y me tenté.

-Están horribles los fideos, jajajaja.

Grigorii estalló en una risa contagiosa y le siguió Anne. Los tres reímos por un buen rato mientras contaba a Grigorii mis peripecias con la cena improvisada.

-No te preocupes, Scarlet. Mi amor por ti no cambiará por un plato de fideos.

Sonreí y bajé la vista.

De pronto Anne escuchó una melodía agradable y se puso de pie abandonando la cocina.

-Creo que comienza un programa que le gusta.

-Ah… Más espaguetis para nosotros –susurré.

-Ambos reímos.

-Gracias.

-¿De qué?

-Por quedarte con mi hermana e intentar hacer la cena. No estás obligada, menos llevando la vida cómoda que llevas. No tendrías que sacrificarte y pasar penurias.

Lo observé. Lo miré a los ojos. Realmente estaba apenado por brindarme tan poco en su humilde casa.

-Bianca siempre me dice que el dinero no hace la felicidad. La familia, los amigos, tus amores, ellos hacen tu felicidad. Creo que tiene razón. Nunca me he sentido tan útil como aquí a pesar de tenerlo todo en la mansión.

-Vaya, ¿la doctora? ¡Quién lo diría! Pensé que su matrimonio con el potentado de tu hermano tenía un cierto interés.

-No. Ella lo ama. Se enamoró a primera vista. Eso lo sé. No la traté bien cuando la conocí. No fue bien recibida. Era tan distinta a nosotros. Sin embargo no le importó. Su amor por Sebastien inclusive le bastaba para soportarme.

-¿Eras tan difícil de tratar?

-Uf, mucho.

-Para mí eres encantadora.

-No me conoces demasiado Grigorii, quizás si supieras cosas de mí ya no te gustaría.

-¿Muchas cosas no sé de ti? –preguntó con voz seductora.

Encogí mis hombros.

-No tantas. Pero algunas… Algunas quizás no te agradarían.

……………………………………………………………………………………………

Grigorii me acompañó con la moto hasta los portones de la mansión. Bajé y acomodé mi cabello que se había despeinado por el viento. Él sorpresivamente me tomó de la cintura y me dio un beso de esos demoledores. ¡Guauuu! De esos los cuales, tu estomago hace cosquillas y tus pies se separan de la tierra.

Me costó dar por terminado el beso y acercarme a los portones de hierro. No deseaba separarme de Grigorii y regresar a mi habitación en soledad. Quizás hablaría con Bianca un rato o con las chicas para distraerme. Pensar que mi rubio oficial nunca podría saber mi secreto era comprender que nuestra relación tendría un final tarde o temprano. No podía proyectar con él una vida futura. No ignoraba que Sebastien tenía razón. Grigorii era “la ley” y no sabría en qué posición estaríamos los vampiros para él. Si simples seres distintos de los humanos que se alimentaba de sangre porque no tenían otro remedio, o delincuentes peligrosos que no tenían corazón.

Al entrar a la sala Lenya hablaba con Rodion sentados frente a la chimenea. Creo que Rodion le reprochaba alguna conducta, pero no llegué a escuchar muy bien. Me miró y sonreí.

-Vaya, vaya, vaya… La niña de la casa ha regresado. ¿Dónde ha estado mi adorada hermanita?

Caminé hacia el sofá y de un salto me tiré quedando sentada entre los dos. Dejé el bolso en el suelo y contesté arqueando la ceja.

-Vamos Lenya, ¿no has escuchado la moto de Grigorii? ¡Di qué no, tramposo!

-Pues, me pareció escuchar un motor, sí. Pero como estaba de gran charla con mi amigo Rodion no presté atención.

Reí.

-¿No digas? ¿Quién me ha abierto el portón desde los controles? –señalé el pequeño panel cerca de la puerta.

-Pues… No sé, quizás Charles.

Giré la cabeza de izquierda a derecha.

-Yo no veo a Charles.

-Se habrá ido a la cocina.

-Ajaaa.

-Aparte jovencita no cambies conversación. ¿Qué hacías tan tarde con Grigorii?

Sebastien abrió la puerta del estudio y se acercó.

-¿Todo bien Scarlet?

No lo miré. Mi vista se clavó en los leños apagados de la estufa.

-Todo bien. Sí…

-No te vayas por la tangente, Scarlet –protestó Lenya.

-¡Qué latoso eres! –reí- Okay, como te quiero mucho te contaré que estuve con su hermana, se llama Anne. Me porté bien. Ella no habla. Tiene un problema psicológico. No traté de curarla porque no hubiera podido, además hubiera levantado sospechas.

-¿Y estás segura que no has sembrado la duda en ese policía? –preguntó Sebastien.

Esta vez lo miré a los ojos.

-Es lo único que te preocupa, ¿verdad?

-¿Debería preocuparme otra cosa cuando estás coqueteando con un oficial de policía?

-Sí, por ejemplo si lo he pasado bien.

Sebastien calló. Se irguió y avanzó hacia el estudio.

-Cuando termines de cuchichear con Lenya ya que te llevas tan bien, acércate al estudio. Necesito hablar contigo.

-Vale –susurré con rabia.

Apenas cerró la puerta Lenya arqueó una ceja, risueño.

-¿Nuestro hermanito está celoso porque no le prestas atención? ¿No lo quieres como a mí?

Rodion rio.

Me encogí de hombros y recogí el bolso del suelo.

-No, a él no le interesa que te quiera, sólo que siempre quiere molestarme. Es por eso.

-Mmmm… No sé no estaría tan seguro.

Me alejé hacia el estudio.

-¡Ey! ¡Mira cómo te escapas! –exclamó tirándome un almohadón que voló sobre mi cabeza.

Reí y le tiré un beso.

-¿No ves que el líder de los vampiros me llama? –bromee.

Al entrar y cerrar la puerta del estudio vi a Sebastien sentado frente al escritorio. A su lado tenía el móvil y una agenda. Diseminados sobre la mesa montones de papeles y carpetas. No debía ser fácil mantener la fortuna Craig y no desconocía que el mayor peso caía sobre los hombros de él. Me dio pena verlo con cara de agotado, pero mi sentimiento duró lo que canta un gallo.

-Siéntate, Scarlet.

Me senté en silencio.

Guardó unas hojas que parecían recibos o facturas y levantó la vista para mirarme fijo.

-No vuelvas a bromear sobre mí delante de otros. No me gusta y no lo voy a permitir. Lo de líder vampiro estuvo demás.

Callé la boca.

-¿Has escuchado?

-Sí.

-Te llamé para aclarar unas cuentas que necesito que queden finiquitadas.

-¿Qué cuentas?

-Compré el hotel Thor y será una buena inversión. ¿Sabes qué significa?

-Sí.

-¿Qué significa? –insistió.

Respiré hondo.

-Qué el negocio dará más pérdidas que ganancias, ¡no perdón! Al revés.

-Exacto. Y como el dinero ha salido de las arcas de mi padre te corresponderá un tercio, como Lenya. La ganancia será entre tres. Tendrás como corresponde la rendición de cuentas del dinero.

Ubicó una hoja parecido a un balance como los que había visto al rendir contabilidad. Lo observé detenidamente… ¡Cuántos ceros! Sin embargo, no había mucho que pensar.

Las yemas de los dedos de la mano derecha se apoyaron en el papel y lo deslicé sobre la mesa hacia él.

Mientras enviaba un aparente mensaje de texto en el móvil alzó la vista.

-¿Qué ocurre? –preguntó.

-Ocurre que no quiero nada de “tu padre” -hice comillas en el aire al mencionar “tu padre”-. Lo que me ha dado “tu padre”, amor y afecto, ya no podrá dármelo porque murió. Su dinero no me interesa. Haz con mi parte lo que se te ocurra.

Escondió la cabeza entre las manos.

-Scarlet, me haces perder la paciencia. ¿Por qué me haces esto? Es tu dinero también. ¡Basta de niñerías!

-No quiero el dinero de “tu padre” –volví a repetir-, y si es sólo eso supongo ya me puedo retirar.

Se puso de pie de un salto cuestión que me asusté.

-¡Mira mocosa rebelde! ¡Si juegas a tener orgullo hazlo bien! Estás viviendo en esta mansión, ¿eso no te molesta?

Al escucharlo se me encogió el corazón… Sí, lo había provocado pero de ahí a decirme…

Mis ojos se dirigieron a la ventana, donde un paisaje quieto y solitario murmuraba en un lenguaje que sólo yo escuchaba… ”Scarlet, no tiene nada tuyo aquí”.

Me puse de pie.

-Escucha Scarlet… Por favor –suplicó.

-Tienes razón –lo interrumpí- debería buscar otro lugar para vivir. Un sitio que no dependa de nadie sólo de mí. Buscaré en estos días como solucionarlo.

Caminé hacia la puerta. La abrí y antes de cerrarla reafirmé.

-Creo que hace tiempo nos hemos dicho todo.

-Todo no… -susurró él con tristeza.

Pero yo cerré la puerta y subí las escaleras hacia mi habitación. Al llegar a la mitad me detuve. Giré la cabeza para ver si había algún movimiento que me indicara que Sebastien se había arrepentido de lo dicho. Sin embargo sabía de memoria que los dos éramos orgullosos, nos parecíamos demasiado. Por lo tanto, los pocos segundos que permanecí esperando que la puerta del estudio se abriera, fueron en vano. Nadie salió del estudio a pedir disculpas o tratar de recomponer la situación. El resto del camino hacia mi alcoba lo hice con mi corazón en mil pedazos. ¿Por qué no había salido tras de mí? Porque estaba claro que no me sentía como su hermana. Y yo, ¿Por qué lo herí dejando escapar tanta rabia y dolor? Porque tampoco creía en el fondo que Scarlet era una Craig, era la hija de un padre abandónico llamado Agravar.

 

 

5 comentarios:

  1. Hola Lourdes, muy bonito capítulo, gracias por compartirlo; me gusta mucho cómo has desarrollado el personaje de Scarlett, cómo la hemos visto crecer, madurar, y arrastrar esos demonios internos que todos tenemos, lo mismo que su relación con todos los que la rodean. Espero que algún día ella y Sebastien puedan abrirse lo suficiente, porque es obvio que se quieren mucho.

    Besos.

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  2. Vaya que mal que ellos que son hermanos todavía no se lleven bien, hay un rose que no los deja llevarse bien, se tienen a abrir para poder estar mejor pero parece que el orgullo gana, me encanto ver a Anne con Scarltet pasándola bien, gracias por el capitulo!!!

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  3. Nos hemos perdido un montón de capítulos, supongo que habrá que ponerse al día. Un saludo.

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  4. Hola Lou... Creo que Scarlet sabrá como ganarse a Anne
    Ha sido muy buena idea dibujar y pintar
    Anne ha sonreído, también ha asentido... y ha ayudado en la cocina
    jajaja... Qué lío con los espaguetis
    Siento el desencuentro entre Sebastien y Scarlet... yo entiendo a Scarlet... y, desde luego, demuestra no estar interesada por el dinero
    Ella no se siente totalmente Craig
    No sé, me da la impresión de que podría tomar la decisión de abandonar la mansión... y todos la echarían mucho de menos
    Precioso capítulo... enhorabuena
    Besos

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  5. Lou, tienes la seducción perfecta para manejar tus personajes y ademas involucrarnos a nosotros en tu historia, gracias me gustó tu capítulo,,,saludos

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