PD: El capítulo contiene escenas para adultos.
Capítulo 5
Encuentro esperado
Bianca.
Encerrada en mi
habitación lamentaba ocasionar tantas molestias. No porque tenían que estar
pendiente de mí y mis necesidades y había trastornado la rutinaria calma de la
casa, sino porque Ron había tenido que buscar sangre en el hospital porque me
negaba cazar algún humano. Creía que jamás lograría tomarlo con
naturalidad a pesar de haber asesinado a un hombre en mis primeras horas
como vampiresa, pero era diferente planear una cacería como depredadora y
después seguir mi vida como si nada. “Aquello”, por llamarlo de alguna forma
había ocurrido casi sin darme cuenta y sin poder controlarlo.
Dije a Sebastien que
tenía temor de lastimar a mis primas y que no permitiera siquiera que ellas
rondaran cerca de la habitación, por lo menos no antes de transfundirme. Él
sonrió y acarició mi mejilla.
-No te preocupes
Bianca, deja todo en mis manos.
Ambos no habíamos
podido estar solos en la habitación y sacarnos las ganas acumuladas de tanto
tiempo y eso se debía que mi marido debía reponer energías. No quería pensar
cuanto tiempo había estado sin alimentarse bien y prácticamente sin dormir, pero
sus ojeras y el rostro demacrado me revelaban que desde mi desaparición su vida
se había convertido en un infierno. Quizás no era la que lo había pasado tal
mal después de todo… Él… él sufriendo mi ausencia sin saber que estaba viva…
Después que Charles y
Rose me ayudaron a transfundirme con la sangre donada por un pobre cristiano
pero que de todas formas caminaría vivo por ahí, me desperté de una siesta de
cuatro horas. Me sentía bien salvo por un malestar en el estómago que según
Scarlet se debería a no beber sangre de forma convencional. Así que decidí que
no me haría la próxima transfusión sino que descongelarían la sangre y me la
bebería.
Cuando Sebastien llegó
de cazar con Charles quedó satisfecho al verme el semblante. También pude ver
en su rostro pálido esos ojos gris plata con el brillo de fuerza y vida que lo
caracterizaba.
Lo miré desde un rincón
de la habitación junto a la ventana a la par que Sara aseaba la habitación. Él
cruzó una mirada conmigo y sonrió de lado.
-Sara… -murmuró.
Sara metió las sábanas
perfumadas bajo el colchón y se irguió para mirarlo.
-¿Sebastien?
Él no borró su sonrisa
pero bajó la vista y susurró.
-Me gustaría estar un
tiempo con mi mujer.
Sara se ruborizó.
-¡Ay, por supuesto!
¡Perdón! ¡Perdón!
Reí.
-No te preocupes, Sara.
Ve tranquila. Puedo hacer mi habitación. Me he convertido en vampiresa no en un
ser manco.
-¡Qué linda estás, Bianca!
–exclamó ella contemplándome dando palmas de alegría-. Estamos tan felices de…
-Sara… -repitió
Sebastien con tono impaciente- Ve y cierra la puerta al irte.
-¡Ay siii! ¡Perdón,
perdón!
Reí. Era tan fresca. En
verdad las tres empleadas de los Craig siempre habían sido tan amistosas y
amables aun cuando era humana, no me extrañaba que me adoraran con las nuevas
condiciones.
El sonido de la puerta
al cerrarse fue el preludio para tener a Sebastien a cinco centímetros de mí.
-Vaya, qué rápido es mi
vampiro –coquetee.
Su iris claro disparó a
mi boca.
-¿Tienes idea lo que he
extrañado esos labios?
Lo miré fijo mientras
mis dedos se apoyaban en sus pectorales a través de la camisa a rayas finas
color pastel. Le quedaba tan bella haciendo juego con sus pantalones gris humo.
Sonreí traviesa.
-¿Has extrañado mis
labios? ¿Mis labios sobre los tuyos?
Sus ojos ardieron de
deseo.
-Tus labios sobre cada
parte de mi cuerpo.
Mojé los labios con la
lengua y sentí la humedad en la piel suave provocando una respiración profunda
de Sebastien.
Percibí las manos
recorrer mi espalda presionándome contra su pecho.
-¿Crees que nos
escucharán en la mansión? Aun siendo vampiresa guardo un poco de recato.
Rio al tiempo que las
manos bajaban a mis glúteos.
-¿Recato? ¿Alguna vez lo has
tenido?
Pestañee jocosa.
-¡Qué atrevido! ¡Cómo
puedes hablar así de la dama de los Craig!
-Es la verdad. Tu
desenfado y falta de timidez es lo que me ha vuelto loco todo este tiempo
–jadeó.
-Ya casi año y medio,
¿verdad?
-¿De qué? –susurró
mordisqueando el lóbulo de la oreja.
-Qué nos conocimos.
-Cierto…
Arrastró la boca por mi
cuello hacia uno de mis pechos y mi corazón cambio el ritmo.
-Nos queda mucho tiempo
para amarnos, ¿verdad? –dije enredando mis dedos por ese cabello dorado de
hebras finas y sedosas.
Los dedos largos y
finos desprendieron los botones de mi pijama liberando mis
pechos. Me miró por unos segundos y arrancó mi pantalón de un tirón.
Volvió a jadear.
-No te has puesto ropa
interior…
-¿Hice mal? –pregunté tomándole cabello de la nuca y tirándole hacia atrás.
-No, está perfecto
–alcanzó a decir instantes antes de alzarme para encajar mis piernas a su
cintura.
¡Cuánto placer sentir
la dureza de su entrepierna contra mi pubis!
Jadee.
-¿No te quitarás la
ropa? –pregunté contra sus labios.
-Sí… Sólo quiero que
sientas una milésima de deseo de lo que he sentido todas estas semanas.
Friccionó su miembro
repetidas veces contra mí y gemí.
-¿Crees que no te
extrañé?
-No sé. Dímelo tú
–contestó sofocado, lamiendo con rapidez uno de mis pezones.
-Eres un maldito
–sonreí.- Te demostraré todo lo que te he necesitado dentro de mí.
¡Qué maravilla sentirme
tan poderosa! Lo suficiente para empujar a la cama a mi amado y arrancarle la
camisa cuyos botones salieron volando por la habitación.
Al principio sus ojos
me miraron asombrados pero poco a poco recuperó el gris de su mirada
libidinosa.
-Esa es mi chica
–susurró.
Tomé sus manos
enredando mis dedos con los suyos y las subí a la altura de su cabeza. Subí a horcajadas
montándolo y el contacto íntimo de nuestros cuerpos nos hizo vibrar.
-¿Así que dudas si te
he extrañado como tú a mí? –protesté mordisqueando sus pezones pequeños y
rosados. Tironee del izquierdo y chupé varias veces. Repetí la misma acción con
el derecho.
El aire escapaba de su boca
e inspiraba como si el oxígeno le faltara. El pecho subía y bajaba acorde a los
jadeos que salían entre sus labios carnosos.
-Tienes una boca tan
hermosa –gemí-, dime que siempre será mía y de nadie más.
Lo besé con un beso
furioso sin separar mis manos de las suyas, presionándola a cada lado de su
cabeza, contra el colchón, sujetándolo fuerte bajo mi cuerpo.
Con la lengua hurgando
en su boca, acariciando la cavidad húmeda con un ligero sabor a goma de mascar
de menta friccioné mi cuerpo contra su falo duro.
Despegó su boca de la
mía buscando aire y se arqueó de placer.
-Creo que me has
extrañado mucho –jadeó.
Estiré todo lo que pude
para tener aferradas sus manos y a la vez mi boca lamiera el recorrido de su
abdomen hasta llegar al bajo vientre donde su miembro ansiaba que lo
humedeciera y aliviara.
-Me extrañaste mucho
–afirmó sonriendo, sofocado por la excitación.
Mordí la piel de
alrededor de su ombligo perfecto mientras lo miraba desde mi posición.
Bajé mi cuerpo un poco
más sin dejar de hundirme en ese iris cada vez más plata.
Estaba tan duro y firme
que no necesitaba tomarlo entre mis manos para introducirlo en la boca. Estaba
listo para deslizarse dentro de mí, mientras mis labios lo apretarían y mi
lengua lo degustaría... Aun así lo hice sufrir. Se lo merecía por dudar.
-Bianca…
-¿Qué? –susurré
mientras rozaba mi nariz a lo largo de su miembro.
-Eres mala.
-¿Qué quieres?
-Que la chupes.
-OH… ¿Así?
Los labios rodearon la
cabeza hinchada y rojiza y lamí saboreando la gota de pre semen que brillaba en
la cima.
-¡Bianca! ¡Chúpame de
una buena vez!
Hice un puchero y
afirmé.
-No sé… Tú no crees que
te he extrañado mucho.
-¡Sí, sí creo!
Lamí lentamente el
prepucio y lo metí entero en mi boca.
-Siiii. OH mierda,
sigue por favor…
Lo saqué de mi boca lentamente y sonreí.
-No dudarás de mí nunca
más, ¿verdad?
Gimió.
-Nunca.
-¿Lo juras?
-¡Siii, lo juro!
Bueno, tenía mi
corazoncito tierno también, así que me compadecí de su tortura.
Acomodándome mejor
sobre su cuerpo comencé a chuparlo lento pero fuerte. Llevándolo hasta el fondo
de mi garganta donde mi lengua lo recorría hasta percibir la vena palpitante
que lo atravesaba. El lloriqueo de su boca
me puso al límite. Necesitaba tenerlo dentro de mí y que bañara mis entrañas
mientras llegábamos los dos al más explosivo de los orgasmos. Los dos, juntos,
por primera vez como vampiros. Sebastien tenía la
cabeza ligeramente hacia atrás y sus caderas se movían al compás de mi boca.
Los labios entreabiertos se humedecían con la punta de su rosada lengua y la
mueca ficticia de dolor me anunciaba que mi Dios de Kirkenes no tardaría
demasiado en liberarse.
Dejé mi deliciosa tarea
para subir sobre su cuerpo y tomar su falo con firmeza.
-Te amo, Sebastien. Te
he extrañado cada maldito segundo que he estado lejos de ti.
-Sí sí, lo sé –jadeó.
Me deslicé hacia abajo
dejando que su sexo entrara dentro de mi cuerpo todo lo profundo que podía. Me
quedé inmóvil. Muy quieta, con él, llenándome por completo.
-¿Ves lo que te he
extrañado? –sonreí.
Sabía que estaba mojada
y preparada desde que Sara había salido de la habitación. El aroma de su piel de por sí me excitaba sin necesidad de que moviera un pelo.
Me miró entre las
pestañas y mordió el labio exasperado.
-Hasta aquí llegó mi
paciencia, Bianca –sonrió, dejando ver las puntas de sus colmillos.
Lo que siguió casi no
pude darme cuenta. Me vi de espalda al colchón con él sobre mí y nuestros sexos
unidos.
Encajó ambas manos en
mis caderas y comenzó a moverse cada vez más rápido y fuerte. Lo sentía
profundo abriéndome por dentro y enviándome descargas eléctricas cada vez que
rozaba mi punto G.
Di un quejido
prolongado que ahogó con un beso voraz y salvaje. Con las lenguas enredadas, la
respiración alterada, y nuestros cuerpos deseosos de liberarnos, llegamos juntos
a tres orgasmos consecutivos sin lapso de descanso... Guauuuu.
Ese prolongado placer
del que no tenía idea siendo humana, terminó por hacerme reconocer que no había
cosa mejor en el mundo que ser un vampiro.
Sonreí agotada mientras
le acariciaba los cabellos sudorosos.
-Mi amor… te amo tanto.
-Yo también mi dama de
los Craig. Bienvenida a casa, bienvenida a mi cama nuevamente.
-Gracias -susurré.
Me cobijé entre sus
brazos y dormité. El me abrazó y besó mi coronilla mientras sus dedos acariciaban uno de mis brazos. Giró su cuerpo lentamente y apoyó su cabeza en mis pechos.
-Debo ir a la Isla
del Oso. Mi socio debe estar
preocupado. Las últimas semanas ni siquiera lo he llamado.
-Sí cariño. ¿Podré ir
contigo?
-Este viaje lo haré
sólo. Pero prometo que cuando esté seguro que te encuentras en condiciones de
pasear entre los humanos iremos siempre juntos.
Respiré profundo y lo
largué con el temor de escuchar un “no” como respuesta. Esa idea que tenía
dándome vueltas desde que había llegado a la mansión.
-Sebastien… Necesito
ver a mi amigo.
Se incorporó y me miró
a los ojos.
-¿Puedes entenderme?
Necesito tenerlo frente a mí, decirle que estoy bien, abrazarlo fuerte.
-Es un lobo… -murmuró,
como si él mismo se preguntara que sería de mí y de él si nos veíamos sin estar
preparados.
-Por favor. Necesito
encontrarme con mi amigo.
Lo pensó por un eterno
minuto. Asintió con la cabeza y beso mi frente.
-Sí cariño. Te
acompañaré.
Bernardo.
La noche que Sabina se
acercó nerviosa y titubeando la recordaría cada día de mi vida. Estaba
leyendo el periódico en la cama y ella llevaba puesto ese camisón celeste que
le marcaba la diminuta panza del embarazo y que le quedaba tan hermoso.
Mantenía el móvil en una mano y con la otra se alisaba el cabello lentamente.
Caminó despacio y se sentó en la cama.
-Douglas acaba de
llamar.
Mis ojos se fijaron en
el móvil encerrado en un puño.
Hice el periódico a un
lado y me senté en la cama.
-¿Se sabe algo de
Bianca?
Asintió con la cabeza y
sus ojos se llenaron de lágrimas.
Mi corazón golpeó el
pecho y tragué saliva.
-Mi amor… Debes se
fuerte.
-No me pidas eso si se
trata de ella –murmuré–, y dime que sabes de Bianca.
-Unos oficiales
llegaron a la mansión con…
-¿Con qué, Sabina?
-La matrícula de la
limousine. Charles y Bianca habían salido con el chofer a buscar a Sebastien al
aeropuerto cuando los agarró la inundación.
Mis oídos receptaron
las frases pero mi cerebro no quiso incorporarlas, asumirlas, u ordenarlas, de
tal forma que reconociera que hallar la matrícula sin más novedades de ellos no
era para tener esperanzas. Me quedé en silencio
unos instantes. Ella bajó la vista y se mantuvo inmóvil con las manos unidas en
el regazo.
-Ellos deben haber
abandonado el coche y escapar de la crecida –murmuré.
Me recosté en la
almohada y cogí el periódico.
-Bernardo… -susurró.
-Sólo hay que esperar
noticias, Sabina –interrumpí.
El silencio llenó la
pequeña habitación que mi mujer había amueblado con muebles cálidos y
acogedores y alfombras tupidas. Sin embargo el aire de alrededor... me congeló.
-Son muchos días,
Bernardo…
Busqué el artículo de
compra y venta de automotores e intenté seguir la lista de precios con mi dedo
índice.
Ella respiró profundo y
se puso de pie.
-¿Gloria duerme?
Giró para mirarme antes
de rodear la cama para acostarse, confundida por mi pregunta.
-Sí. Le he contado un
cuento de hadas. Son sus favoritos.
-¡Qué suerte! Mira que ha estado acostándose tarde y ahora debe empezar a madrugar.
-Cierto, el horario de
verano es una hora antes.
Fije mi vista en las
figuras en blanco y negro de algunos modelos de furgonetas. Deseaba cambiar el
modelo por uno nuevo que le gustara a mis chicas, pero lo cierto es que mi
mente no se concentraba en lo que tenía delante de mis ojos. Mi cerebro
intentaba viajar tiempo atrás cuando una señorita de cabellos negros de ojos azules, en
ese hospital de Oslo, se había acercado a saludarme por primera vez.
“Hola, soy Bianca”.
“Hola, soy Bernardo”.
Desde ese día no nos
separamos. Nos convertimos en amigos, de esos que se encuentran cada tanto. De esos
amigos que no necesitan hablar para saber como se siente cada uno. Sólo falta
una mirada para entenderse…
Sabina hizo a un lado el
edredón canela y se deslizó entre las sábanas. Se acurrucó a mi lado y sentí su
sollozo ahogado. El nudo en mi garganta apretó como si quisiera ahorcarme y
arrancarme la vida.
Tiré el periódico sobre
la alfombra y apagué la bombilla de la mesa de luz.
La penumbra de la
habitación se cortaba apenas por la luna, que colaba su blancura redonda a
través de las cortinas de tul. Afuera, la noche primaveral llevaría el perfume
de las acacias y las hojas de castaños de un lado a otro ayudada por la suave
brisa. Adentro, la tristeza había dominado cada molécula de la habitación y la
volvía irrespirable.
Cerré los ojos y a mi
mente golpearon uno a uno los recuerdos…
“Bernardo, ¡hablemos en
serio! ¡Estos tatuajes no tienen colmillos!”
Su voz iba y venía en
mi memoria junto con los recuerdos… También mi voz hablándole en varias
ocasiones…
“Bianca, ¡son
vampiros!”
Sonreí.
Las tardes comiendo
pizza tirados en la alfombra…. Las noches en vela hablando sobre nuestros
amores… Mis amores… Y su Dios de Kirkenes…
-Qué voy a hacer sin
ella, Sabina –susurré-. ¿Cómo se sigue la vida cuando un amigo te faltará para
siempre?
-No lo sé, cielo –dijo
con un hilo de voz.
Me abrazó y esa noche
pude llorar en silencio. Sin que Gloria me escuchara, sin que nadie lo supiera,
sólo Sabina.
No pude dormir más de
dos horas, ni esa noche ni las siguientes. Menos al descubrir una ilustración
de Gloria en el cual parecía haber dibujado una mujer con características
similares a Bianca y alrededor todo pintado con color rojo.
El dibujo me impactó. ¿Cómo
había muerto mi amiga? ¿Desangrada? Dios… Por favor, que en su muerte no haya
sufrido.
Un par de días después,
aún sin ganas de trabajar en la construcción de nuevas cabañas, y caminando
como zombi, Sabina decidió pasar el día en el hotel de “La manada” junto a
Gloria, por arreglos que debía hacer por el turismo que se avecinaba. La
inundación había dejado la planta baja en horrorosas condiciones y aunque ella
no debía hacer esfuerzos tenía que estar como dueña del hotel para dirigir las
obras. Me reuniría con ella en la corta noche primaveral y vendríamos juntos a casa. Después
que habíamos podido recuperar el hotel con dinero ahorrado era su mayor
fantasía poder ponerlo en marcha.
Antes de regresar
quedamos en pasar por la mansión de los Craig. En realidad mi deber hubiera
sido acercarme la misma noche que Sabina había tenido noticias, pero fui quien me negué rotundamente a contemplar el frente de esa casa imponente sin
que atravesara el parque corriendo mi amiga, como tantas veces para saludarme.
Me levanté y me hice un
café cargado. Las ocho de la noche y debía partir a la ciudad para recoger a
Gloria y a mi mujer. Al quitar un tazón de la alacena descubrí el móvil de
Sabina sobre la repisa. Lo había olvidado.
Lo cogí y lo llevé a la
habitación depositándolo en la cajonera bajo la ventana. Llamó la atención las
cinco llamadas perdidas de Douglas a su madre. En realidad era razonable que su
hijo quisiera comunicarse e insistiera ante los llamados en vano, pero
verdaderamente creía que Douglas estaría muy triste sin ganas de nada después
de lo de Bianca. Sabía que la adoraba como una madre. ¿Y Sebastien? ¿Cómo
estaría Sebastien? Pobre de él… Y pobre de mí…
-¡Bernardo!
Alguien llamó del otro
lado de la ventana.
Me quedé quieto
tratando de adivinar de quien sería la voz familiar.
-¡Bernardo! Soy Tim.
Sal a la puerta.
Apresurado avancé
atravesando el comedor y en tres zancadas estuve en el portal.
-Tim, ¿qué ocurre?
Él se hizo a un lado
para que tuviera una mejor visión del bosque.
-Mira… Dos vampiros se
acercan.
Salí de casa y abandoné
el jardín. Caminé hacia el sendero que serpenteaba suavemente hasta adentrarse
entre las coníferas.
Sí… Eran dos vampiros
que corrían entre las copas de los árboles. La luz violeta irradiaba como si
fueran linternas y zigzagueaban a toda velocidad.
Algunos segundos
bastaron para que la luz de uno de ellos se detuviera. El otro continuó la
carrera hasta que sólo me separó de él menos de un kilómetro.
Di varios pasos y la
luz de la luna iluminó el rostro de Sebastien.
-Sebastien… -murmuré.
Él caminó lento hacia
mí con el pecho agitado.
¿Qué debía decirle? “¿Lo
siento, Sebastien?” No… Porque el pésame se da cuando estás alejado del dolor
que siente el otro. Éste no era el ejemplo… Ambos padecíamos casi el mismo
dolor. Casi, porque el dolor de la pérdida del ser amado debía ser enorme,
¿pero la mía? ¿La pérdida de un amigo podía ser comparable? Sí, me sabía
egoísta. Pero así lo sentía. Nadie iba a extrañar a Bianca como yo.
-Bernardo –dijo él
respirado hondo-, quiero que sepas que sé que no es lo que hubieras deseado
para ella. Pero juro que Charles hizo todo lo que pudo. Te lo aseguro.
Tragué saliva con el
corazón en un puño.
-Gracias, pero nada me
aliviara el dolor. Ni siquiera que te hayas molestado hasta aquí a darme
explicaciones.
Me miró fijo, y una
sonrisa ladeada surgió en su rostro.
¿Había enloquecido?
No…
Se hizo a un lado y
giró para contemplar al otro vampiro que se había mantenido a la distancia.
Después volvió a
mirarme.
-¿Ni siquiera ella?
Lo contemplé sin
entender, por unos instantes quizás. Cuando la luz violeta se movió ágil por el
sendero hacia mí, la luna fue mostrando la silueta de mi amiga corriendo a mi
encuentro.
-Bianca –susurré casi
sin voz–, estás viva.
Comencé a correr con
todas mis fuerzas para que esos segundos que faltaban para el abrazo tan
soñado se hicieran más breves, para que ese camino que nos distanciaba
físicamente, se hiciera más corto. Y sí… todo llega.
Cuando su cuerpo se
estrelló contra mí supe que su fuerza y velocidad jamás sería las de antes. Pero
no importaba. Daba igual que fuera humana o vampiresa. La tenía de nuevo junto
a mí, para compartir cada día de mi existencia como los grandes amigos que
éramos.
Hola Lou... Un capítulo precioso, emotivo y genial
ResponderEliminarMe ha encantado la escena de amor entre Sebastien y Bianca... los dos lo estaban deseando y se han desahogado bien ;-) Además será un momento memorable... es la primera vez que se aman siendo vampiros los dos
Me ha dado mucha pena la tristeza de Bernardo... pero, bueno, el encuentro se ha producido
Bernardo ya tiene una amiga vampiresa ;-)
Lo cierto es que estos protagonistas tuyos también son encantadores, Lou
Ha sido un placer como siempre
Besos
Uuff q capitulo mas hot!!!...super recontra bueno jeje, q bueno es leer sobre Bianca y Sebastian q ya estan juntos y gozando de su inmortalidad, y tambien para Bernardo ver a su amiga despues de creerla muerta fue una gran alegria q dicha para ellos, muchas gracias x el capitulo Lou!!!
ResponderEliminarla amistad un tesoro que se debe conservar de por vida,,,,vale la pena,,,saludos.-
ResponderEliminarla amistad un tesoro que se debe conservar de por vida,,,,vale la pena,,,saludos.-
ResponderEliminarCada uno muestra lo que es en los amigos que tiene... La relación entre Bernardo y Bianca vale su peso en oro. Muy bien llevado todo el proceso: la pérdida, el duelo y el reencuentro. Amigos como esos los puedes contar con los dedos de una mano, y todavía sobrarian dedos. Gracias por compartir <3
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