viernes, 1 de mayo de 2015

¡Hola tesoros! Dejo el capi 5 con una escena muy hot de amor y un encuentro muuuy esperado. Claudia, el reencuentro entre estos amigos, te lo dedico. En unas horas subiré capi 6 con matices de humor que tanto hace falta. Sin mucho que agregar, los quiero y muchas gracias.

PD: El capítulo contiene escenas para adultos.

Capítulo 5
Encuentro esperado

Bianca.

Encerrada en mi habitación lamentaba ocasionar tantas molestias. No porque tenían que estar pendiente de mí y mis necesidades y había trastornado la rutinaria calma de la casa, sino porque Ron había tenido que buscar sangre en el hospital porque me negaba cazar algún humano. Creía que jamás lograría tomarlo con naturalidad a pesar de haber asesinado a un hombre en mis primeras horas como vampiresa, pero era diferente planear una cacería como depredadora y después seguir mi vida como si nada. “Aquello”, por llamarlo de alguna forma había ocurrido casi sin darme cuenta y sin poder controlarlo.

Dije a Sebastien que tenía temor de lastimar a mis primas y que no permitiera siquiera que ellas rondaran cerca de la habitación, por lo menos no antes de transfundirme. Él sonrió y acarició mi mejilla.

-No te preocupes Bianca, deja todo en mis manos.

Ambos no habíamos podido estar solos en la habitación y sacarnos las ganas acumuladas de tanto tiempo y eso se debía que mi marido debía reponer energías. No quería pensar cuanto tiempo había estado sin alimentarse bien y prácticamente sin dormir, pero sus ojeras y el rostro demacrado me revelaban que desde mi desaparición su vida se había convertido en un infierno. Quizás no era la que lo había pasado tal mal después de todo… Él… él sufriendo mi ausencia sin saber que estaba viva…

Después que Charles y Rose me ayudaron a transfundirme con la sangre donada por un pobre cristiano pero que de todas formas caminaría vivo por ahí, me desperté de una siesta de cuatro horas. Me sentía bien salvo por un malestar en el estómago que según Scarlet se debería a no beber sangre de forma convencional. Así que decidí que no me haría la próxima transfusión sino que descongelarían la sangre y me la bebería.

Cuando Sebastien llegó de cazar con Charles quedó satisfecho al verme el semblante. También pude ver en su rostro pálido esos ojos gris plata con el brillo de fuerza y vida que lo caracterizaba.

Lo miré desde un rincón de la habitación junto a la ventana a la par que Sara aseaba la habitación. Él cruzó una mirada conmigo y sonrió de lado.

-Sara… -murmuró.

Sara metió las sábanas perfumadas bajo el colchón y se irguió para mirarlo.

-¿Sebastien?

Él no borró su sonrisa pero bajó la vista y susurró.

-Me gustaría estar un tiempo con mi mujer.

Sara se ruborizó.

-¡Ay, por supuesto! ¡Perdón! ¡Perdón!

Reí.

-No te preocupes, Sara. Ve tranquila. Puedo hacer mi habitación. Me he convertido en vampiresa no en un ser manco.
-¡Qué linda estás, Bianca! –exclamó ella contemplándome dando palmas de alegría-. Estamos tan felices de…
-Sara… -repitió Sebastien con tono impaciente- Ve y cierra la puerta al irte.
-¡Ay siii! ¡Perdón, perdón!

Reí. Era tan fresca. En verdad las tres empleadas de los Craig siempre habían sido tan amistosas y amables aun cuando era humana, no me extrañaba que me adoraran con las nuevas condiciones.

El sonido de la puerta al cerrarse fue el preludio para tener a Sebastien a cinco centímetros de mí.

-Vaya, qué rápido es mi vampiro –coquetee.

Su iris claro disparó a mi boca.

-¿Tienes idea lo que he extrañado esos labios?

Lo miré fijo mientras mis dedos se apoyaban en sus pectorales a través de la camisa a rayas finas color pastel. Le quedaba tan bella haciendo juego con sus pantalones gris humo.

Sonreí traviesa.

-¿Has extrañado mis labios? ¿Mis labios sobre los tuyos?

Sus ojos ardieron de deseo.

-Tus labios sobre cada parte de mi cuerpo.

Mojé los labios con la lengua y sentí la humedad en la piel suave provocando una respiración profunda de Sebastien.

Percibí las manos recorrer mi espalda presionándome contra su pecho.

-¿Crees que nos escucharán en la mansión? Aun siendo vampiresa guardo un poco de recato.

Rio al tiempo que las manos bajaban a mis glúteos.

-¿Recato? ¿Alguna vez lo has tenido?

Pestañee jocosa.

-¡Qué atrevido! ¡Cómo puedes hablar así de la dama de los Craig!

-Es la verdad. Tu desenfado y falta de timidez es lo que me ha vuelto loco todo este tiempo –jadeó.
-Ya casi año y medio, ¿verdad?
-¿De qué? –susurró mordisqueando el lóbulo de la oreja.
-Qué nos conocimos.
-Cierto…

Arrastró la boca por mi cuello hacia uno de mis pechos y mi corazón cambio el ritmo.

-Nos queda mucho tiempo para amarnos, ¿verdad? –dije enredando mis dedos por ese cabello dorado de hebras finas y sedosas.

Los dedos largos y finos desprendieron los botones de mi pijama liberando mis pechos. Me miró por unos segundos y arrancó mi pantalón de un tirón.

Volvió a jadear.

-No te has puesto ropa interior…
-¿Hice mal? –pregunté tomándole cabello de la nuca y tirándole hacia atrás.
-No, está perfecto –alcanzó a decir instantes antes de alzarme para encajar mis piernas a su cintura.
¡Cuánto placer sentir la dureza de su entrepierna contra mi pubis!

Jadee.

-¿No te quitarás la ropa? –pregunté contra sus labios.
-Sí… Sólo quiero que sientas una milésima de deseo de lo que he sentido todas estas semanas.

Friccionó su miembro repetidas veces contra mí y gemí.

-¿Crees que no te extrañé?
-No sé. Dímelo tú –contestó sofocado, lamiendo con rapidez uno de mis pezones.
-Eres un maldito –sonreí.- Te demostraré todo lo que te he necesitado dentro de mí.

¡Qué maravilla sentirme tan poderosa! Lo suficiente para empujar a la cama a mi amado y arrancarle la camisa cuyos botones salieron volando por la habitación.

Al principio sus ojos me miraron asombrados pero poco a poco recuperó el gris de su mirada libidinosa.

-Esa es mi chica –susurró.

Tomé sus manos enredando mis dedos con los suyos y las subí a la altura de su cabeza. Subí a horcajadas montándolo y el contacto íntimo de nuestros cuerpos nos hizo vibrar.

-¿Así que dudas si te he extrañado como tú a mí? –protesté mordisqueando sus pezones pequeños y rosados. Tironee del izquierdo y chupé varias veces. Repetí la misma acción con el derecho.

El aire escapaba de su boca e inspiraba como si el oxígeno le faltara. El pecho subía y bajaba acorde a los jadeos que salían entre sus labios carnosos.

-Tienes una boca tan hermosa –gemí-, dime que siempre será mía y de nadie más.

Lo besé con un beso furioso sin separar mis manos de las suyas, presionándola a cada lado de su cabeza, contra el colchón, sujetándolo fuerte bajo mi cuerpo.

Con la lengua hurgando en su boca, acariciando la cavidad húmeda con un ligero sabor a goma de mascar de menta friccioné mi cuerpo contra su falo duro.

Despegó su boca de la mía buscando aire y se arqueó de placer.

-Creo que me has extrañado mucho –jadeó.

Estiré todo lo que pude para tener aferradas sus manos y a la vez mi boca lamiera el recorrido de su abdomen hasta llegar al bajo vientre donde su miembro ansiaba que lo humedeciera y aliviara.

-Me extrañaste mucho –afirmó sonriendo, sofocado por la excitación.

Mordí la piel de alrededor de su ombligo perfecto mientras lo miraba desde mi posición.

Bajé mi cuerpo un poco más sin dejar de hundirme en ese iris cada vez más plata.

Estaba tan duro y firme que no necesitaba tomarlo entre mis manos para introducirlo en la boca. Estaba listo para deslizarse dentro de mí, mientras mis labios lo apretarían y mi lengua lo degustaría... Aun así lo hice sufrir. Se lo merecía por dudar.

-Bianca…
-¿Qué? –susurré mientras rozaba mi nariz a lo largo de su miembro.
-Eres mala.
-¿Qué quieres?
-Que la chupes.
-OH… ¿Así?

Los labios rodearon la cabeza hinchada y rojiza y lamí saboreando la gota de pre semen que brillaba en la cima.

-¡Bianca! ¡Chúpame de una buena vez!

Hice un puchero y afirmé.

-No sé… Tú no crees que te he extrañado mucho.
-¡Sí, sí creo!

Lamí lentamente el prepucio y lo metí entero en mi boca.

-Siiii. OH mierda, sigue por favor…

Lo saqué de mi boca lentamente y sonreí.

-No dudarás de mí nunca más, ¿verdad?

Gimió.

-Nunca.
-¿Lo juras?
-¡Siii, lo juro!

Bueno, tenía mi corazoncito tierno también, así que me compadecí de su tortura.

Acomodándome mejor sobre su cuerpo comencé a chuparlo lento pero fuerte. Llevándolo hasta el fondo de mi garganta donde mi lengua lo recorría hasta percibir la vena palpitante que lo atravesaba. El lloriqueo de su boca me puso al límite. Necesitaba tenerlo dentro de mí y que bañara mis entrañas mientras llegábamos los dos al más explosivo de los orgasmos. Los dos, juntos, por primera vez como vampiros. Sebastien tenía la cabeza ligeramente hacia atrás y sus caderas se movían al compás de mi boca. Los labios entreabiertos se humedecían con la punta de su rosada lengua y la mueca ficticia de dolor me anunciaba que mi Dios de Kirkenes no tardaría demasiado en liberarse.

Dejé mi deliciosa tarea para subir sobre su cuerpo y tomar su falo con firmeza.

-Te amo, Sebastien. Te he extrañado cada maldito segundo que he estado lejos de ti.
-Sí sí, lo sé –jadeó.

Me deslicé hacia abajo dejando que su sexo entrara dentro de mi cuerpo todo lo profundo que podía. Me quedé inmóvil. Muy quieta, con él, llenándome por completo.

-¿Ves lo que te he extrañado? –sonreí.

Sabía que estaba mojada y preparada desde que Sara había salido de la habitación. El aroma de su piel de por sí me excitaba sin necesidad de que moviera un pelo.

Me miró entre las pestañas y mordió el labio exasperado.

-Hasta aquí llegó mi paciencia, Bianca –sonrió, dejando ver las puntas de sus colmillos.

Lo que siguió casi no pude darme cuenta. Me vi de espalda al colchón con él sobre mí y nuestros sexos unidos.

Encajó ambas manos en mis caderas y comenzó a moverse cada vez más rápido y fuerte. Lo sentía profundo abriéndome por dentro y enviándome descargas eléctricas cada vez que rozaba mi punto G.
Di un quejido prolongado que ahogó con un beso voraz y salvaje. Con las lenguas enredadas, la respiración alterada, y nuestros cuerpos deseosos de liberarnos, llegamos juntos a tres orgasmos consecutivos sin lapso de descanso... Guauuuu.

Ese prolongado placer del que no tenía idea siendo humana, terminó por hacerme reconocer que no había cosa mejor en el mundo que ser un vampiro.

Sonreí agotada mientras le acariciaba los cabellos sudorosos.

-Mi amor… te amo tanto.
-Yo también mi dama de los Craig. Bienvenida a casa, bienvenida a mi cama nuevamente.
-Gracias -susurré.

Me cobijé entre sus brazos y dormité. El me abrazó y besó mi coronilla mientras sus dedos acariciaban uno de mis brazos. Giró su cuerpo lentamente y apoyó su cabeza en mis pechos.

-Debo ir a la Isla del Oso. Mi socio debe estar preocupado. Las últimas semanas ni siquiera lo he llamado.
-Sí cariño. ¿Podré ir contigo?
-Este viaje lo haré sólo. Pero prometo que cuando esté seguro que te encuentras en condiciones de pasear entre los humanos iremos siempre juntos.

Respiré profundo y lo largué con el temor de escuchar un “no” como respuesta. Esa idea que tenía dándome vueltas desde que había llegado a la mansión.

-Sebastien… Necesito ver a mi amigo.

Se incorporó y me miró a los ojos.

-¿Puedes entenderme? Necesito tenerlo frente a mí, decirle que estoy bien, abrazarlo fuerte.
-Es un lobo… -murmuró, como si él mismo se preguntara que sería de mí y de él si nos veíamos sin estar preparados.
-Por favor. Necesito encontrarme con mi amigo.

Lo pensó por un eterno minuto. Asintió con la cabeza y beso mi frente.

-Sí cariño. Te acompañaré.

Bernardo.

La noche que Sabina se acercó nerviosa y titubeando la recordaría cada día de mi vida. Estaba leyendo el periódico en la cama y ella llevaba puesto ese camisón celeste que le marcaba la diminuta panza del embarazo y que le quedaba tan hermoso. Mantenía el móvil en una mano y con la otra se alisaba el cabello lentamente. Caminó despacio y se sentó en la cama.

-Douglas acaba de llamar.

Mis ojos se fijaron en el móvil encerrado en un puño.

Hice el periódico a un lado y me senté en la cama.

-¿Se sabe algo de Bianca?

Asintió con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Mi corazón golpeó el pecho y tragué saliva.

-Mi amor… Debes se fuerte.
-No me pidas eso si se trata de ella –murmuré–, y dime que sabes de Bianca.
-Unos oficiales llegaron a la mansión con…
-¿Con qué, Sabina?
-La matrícula de la limousine. Charles y Bianca habían salido con el chofer a buscar a Sebastien al aeropuerto cuando los agarró la inundación.

Mis oídos receptaron las frases pero mi cerebro no quiso incorporarlas, asumirlas, u ordenarlas, de tal forma que reconociera que hallar la matrícula sin más novedades de ellos no era para tener esperanzas. Me quedé en silencio unos instantes. Ella bajó la vista y se mantuvo inmóvil con las manos unidas en el regazo.

-Ellos deben haber abandonado el coche y escapar de la crecida –murmuré.

Me recosté en la almohada y cogí el periódico.

-Bernardo… -susurró.
-Sólo hay que esperar noticias, Sabina –interrumpí.

El silencio llenó la pequeña habitación que mi mujer había amueblado con muebles cálidos y acogedores y alfombras tupidas. Sin embargo el aire de alrededor... me congeló.

-Son muchos días, Bernardo…

Busqué el artículo de compra y venta de automotores e intenté seguir la lista de precios con mi dedo índice.

Ella respiró profundo y se puso de pie.

-¿Gloria duerme?

Giró para mirarme antes de rodear la cama para acostarse, confundida por mi pregunta.

-Sí. Le he contado un cuento de hadas. Son sus favoritos.
-¡Qué suerte! Mira que ha estado acostándose tarde y ahora debe empezar a madrugar.
-Cierto, el horario de verano es una hora antes.

Fije mi vista en las figuras en blanco y negro de algunos modelos de furgonetas. Deseaba cambiar el modelo por uno nuevo que le gustara a mis chicas, pero lo cierto es que mi mente no se concentraba en lo que tenía delante de mis ojos. Mi cerebro intentaba viajar tiempo atrás cuando una señorita de cabellos negros de ojos azules, en ese hospital de Oslo, se había acercado a saludarme por primera vez.

“Hola, soy Bianca”.
“Hola, soy Bernardo”.

Desde ese día no nos separamos. Nos convertimos en amigos, de esos que se encuentran cada tanto. De esos amigos que no necesitan hablar para saber como se siente cada uno. Sólo falta una mirada para entenderse…

Sabina hizo a un lado el edredón canela y se deslizó entre las sábanas. Se acurrucó a mi lado y sentí su sollozo ahogado. El nudo en mi garganta apretó como si quisiera ahorcarme y arrancarme la vida.

Tiré el periódico sobre la alfombra y apagué la bombilla de la mesa de luz.

La penumbra de la habitación se cortaba apenas por la luna, que colaba su blancura redonda a través de las cortinas de tul. Afuera, la noche primaveral llevaría el perfume de las acacias y las hojas de castaños de un lado a otro ayudada por la suave brisa. Adentro, la tristeza había dominado cada molécula de la habitación y la volvía irrespirable.

Cerré los ojos y a mi mente golpearon uno a uno los recuerdos…

“Bernardo, ¡hablemos en serio! ¡Estos tatuajes no tienen colmillos!”

Su voz iba y venía en mi memoria junto con los recuerdos… También mi voz hablándole en varias ocasiones…

“Bianca, ¡son vampiros!”

Sonreí.

Las tardes comiendo pizza tirados en la alfombra…. Las noches en vela hablando sobre nuestros amores… Mis amores… Y su Dios de Kirkenes…

-Qué voy a hacer sin ella, Sabina –susurré-. ¿Cómo se sigue la vida cuando un amigo te faltará para siempre?
-No lo sé, cielo –dijo con un hilo de voz.

Me abrazó y esa noche pude llorar en silencio. Sin que Gloria me escuchara, sin que nadie lo supiera, sólo Sabina.

No pude dormir más de dos horas, ni esa noche ni las siguientes. Menos al descubrir una ilustración de Gloria en el cual parecía haber dibujado una mujer con características similares a Bianca y alrededor todo pintado con color rojo.

El dibujo me impactó. ¿Cómo había muerto mi amiga? ¿Desangrada? Dios… Por favor, que en su muerte no haya sufrido.

Un par de días después, aún sin ganas de trabajar en la construcción de nuevas cabañas, y caminando como zombi, Sabina decidió pasar el día en el hotel de “La manada” junto a Gloria, por arreglos que debía hacer por el turismo que se avecinaba. La inundación había dejado la planta baja en horrorosas condiciones y aunque ella no debía hacer esfuerzos tenía que estar como dueña del hotel para dirigir las obras. Me reuniría con ella en la corta noche primaveral y vendríamos juntos a casa. Después que habíamos podido recuperar el hotel con dinero ahorrado era su mayor fantasía poder ponerlo en marcha.

Antes de regresar quedamos en pasar por la mansión de los Craig. En realidad mi deber hubiera sido acercarme la misma noche que Sabina había tenido noticias, pero fui quien me negué rotundamente a contemplar el frente de esa casa imponente sin que atravesara el parque corriendo mi amiga, como tantas veces para saludarme.

Me levanté y me hice un café cargado. Las ocho de la noche y debía partir a la ciudad para recoger a Gloria y a mi mujer. Al quitar un tazón de la alacena descubrí el móvil de Sabina sobre la repisa. Lo había olvidado.

Lo cogí y lo llevé a la habitación depositándolo en la cajonera bajo la ventana. Llamó la atención las cinco llamadas perdidas de Douglas a su madre. En realidad era razonable que su hijo quisiera comunicarse e insistiera ante los llamados en vano, pero verdaderamente creía que Douglas estaría muy triste sin ganas de nada después de lo de Bianca. Sabía que la adoraba como una madre. ¿Y Sebastien? ¿Cómo estaría Sebastien? Pobre de él… Y pobre de mí…

-¡Bernardo!

Alguien llamó del otro lado de la ventana.

Me quedé quieto tratando de adivinar de quien sería la voz familiar.

-¡Bernardo! Soy Tim. Sal a la puerta.

Apresurado avancé atravesando el comedor y en tres zancadas estuve en el portal.

-Tim, ¿qué ocurre?

Él se hizo a un lado para que tuviera una mejor visión del bosque.

-Mira… Dos vampiros se acercan.

Salí de casa y abandoné el jardín. Caminé hacia el sendero que serpenteaba suavemente hasta adentrarse entre las coníferas.

Sí… Eran dos vampiros que corrían entre las copas de los árboles. La luz violeta irradiaba como si fueran linternas y zigzagueaban a toda velocidad.

Algunos segundos bastaron para que la luz de uno de ellos se detuviera. El otro continuó la carrera hasta que sólo me separó de él menos de un kilómetro.

Di varios pasos y la luz de la luna iluminó el rostro de Sebastien.

-Sebastien… -murmuré.

Él caminó lento hacia mí con el pecho agitado.

¿Qué debía decirle? “¿Lo siento, Sebastien?” No… Porque el pésame se da cuando estás alejado del dolor que siente el otro. Éste no era el ejemplo… Ambos padecíamos casi el mismo dolor. Casi, porque el dolor de la pérdida del ser amado debía ser enorme, ¿pero la mía? ¿La pérdida de un amigo podía ser comparable? Sí, me sabía egoísta. Pero así lo sentía. Nadie iba a extrañar a Bianca como yo.

-Bernardo –dijo él respirado hondo-, quiero que sepas que sé que no es lo que hubieras deseado para ella. Pero juro que Charles hizo todo lo que pudo. Te lo aseguro.

Tragué saliva con el corazón en un puño.

-Gracias, pero nada me aliviara el dolor. Ni siquiera que te hayas molestado hasta aquí a darme explicaciones.

Me miró fijo, y una sonrisa ladeada surgió en su rostro.

¿Había enloquecido?

No…

Se hizo a un lado y giró para contemplar al otro vampiro que se había mantenido a la distancia.
Después volvió a mirarme.

-¿Ni siquiera ella?

Lo contemplé sin entender, por unos instantes quizás. Cuando la luz violeta se movió ágil por el sendero hacia mí, la luna fue mostrando la silueta de mi amiga corriendo a mi encuentro.

-Bianca –susurré casi sin voz–, estás viva.

Comencé a correr con todas mis fuerzas para que esos segundos que faltaban para el abrazo tan soñado se hicieran más breves, para que ese camino que nos distanciaba físicamente, se hiciera más corto. Y sí… todo llega.

Cuando su cuerpo se estrelló contra mí supe que su fuerza y velocidad jamás sería las de antes. Pero no importaba. Daba igual que fuera humana o vampiresa. La tenía de nuevo junto a mí, para compartir cada día de mi existencia como los grandes amigos que éramos.







5 comentarios:

  1. Hola Lou... Un capítulo precioso, emotivo y genial
    Me ha encantado la escena de amor entre Sebastien y Bianca... los dos lo estaban deseando y se han desahogado bien ;-) Además será un momento memorable... es la primera vez que se aman siendo vampiros los dos
    Me ha dado mucha pena la tristeza de Bernardo... pero, bueno, el encuentro se ha producido
    Bernardo ya tiene una amiga vampiresa ;-)
    Lo cierto es que estos protagonistas tuyos también son encantadores, Lou
    Ha sido un placer como siempre
    Besos

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  2. Uuff q capitulo mas hot!!!...super recontra bueno jeje, q bueno es leer sobre Bianca y Sebastian q ya estan juntos y gozando de su inmortalidad, y tambien para Bernardo ver a su amiga despues de creerla muerta fue una gran alegria q dicha para ellos, muchas gracias x el capitulo Lou!!!

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  3. la amistad un tesoro que se debe conservar de por vida,,,,vale la pena,,,saludos.-

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  4. la amistad un tesoro que se debe conservar de por vida,,,,vale la pena,,,saludos.-

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  5. Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene... La relación entre Bernardo y Bianca vale su peso en oro. Muy bien llevado todo el proceso: la pérdida, el duelo y el reencuentro. Amigos como esos los puedes contar con los dedos de una mano, y todavía sobrarian dedos. Gracias por compartir <3

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