Un beso enorme y gracias.
PD: El capítulo contiene lenguaje adulto y escenas de sexo.
Capítulo 14
Feliz cumpleaños Liz.
(Perspectiva de Lenya)
Llegamos a casa a la
mañana muy temprano de ese domingo trece de mayo. Un domingo que jamás se
borraría de mi memoria. Las sensaciones que sentí fueron varias, pero ninguna
buena.
Apenas pisé la sala
Bianca corrió a los brazos de Sebastien y Sara a los brazos de Rodion. No era
que imaginaba que alguien podría recibirme con tanto amor, pero tampoco hubiera
querido que Charles me viera entrar y en su cara se dibujara el “pobrecito que
desgraciado eres”.
Obviando la lástima que
sentiría por mí ya que en otro tiempo le hubiera dicho, “¡qué miras, vete a la
mierda!” Pregunté si Liz estaba en su habitación. A lo que contestó con más
pena aun, “lo siento Liz partió a Drobak”.
Mierda… El pecho se
encogió y pareció que mi caja torácica quedaba estrecha para mi pobre corazón.
Respiré repetidas veces tratando de tomar el aire que me faltaba de pronto.
-¿Liz, partió a Drobak?
–balbucee.
-Sí, Lenya. Ayer, en
horas del atardecer.
-Ayer…
Fue por eso que sentí
esa desazón inexplicable. ¿Por qué diablos no me había materializado en la
mansión y hubiera impedido que se fuera? ¿Y ahora? ¿A quién le pedía el
paradero de Liz?
Miré a Bianca que subía
la escalera de la mano de Sebastien.
-¡Bianca! –ella se
detuvo y me miró- Discúlpame… Liz se ha ido… Yo… Necesito saber donde se
encuentra. Me urge saber la dirección de su casa en Drobak. ¿Podrías
facilitármela?
Mordió el labio
inferior y miró a mi hermano unos segundos para después mirarme a los ojos.
-Lo siento Lenya. Sebastien…
No te enfades conmigo… No se enojen ninguno de los dos. Pero no puedo dar la
dirección si Liz no está de acuerdo. Prometo que le preguntaré y si ella lo
acepta, te la daré con gusto.
-Olvídalo –murmuré.
Sabía que nunca
aceptaría de buena gana darme la dirección. Después de todo estaba convencido
que se había ido para huir de mí.
Subí a mi dormitorio
para dejar mi maleta y darme un baño. Noté la cama vacía. En ese instante
recordé que Natasha debería haber estado esperándome como me había dicho el
viernes, por el móvil. Sinceramente, durante el viaje no había hecho nada más
que pensar en ver a Liz y pedirle que se quedara, ni siquiera una sola vez Natasha
se había cruzado por mi mente.
Me duché y me vestí con
apatía. Cogí una de las camisetas blancas que tanto le gustaban a Liz que
usara. No es que me lo hubiera confesado, se le veía en los ojos la lujuria
cuando mis músculos se marcaban bajo el suave algodón. Me vestí con unos jeans
y me sequé el cabello con una toalla pequeña. La luz del velador era tenue e
iluminaba lo necesario. Mejor. No deseaba ver mi reflejo en el espejo ni de
casualidad, de ese rostro decepcionado y triste ante la soledad que invadía la
habitación y mis sentidos.
La soledad… Según
el periodista y escritor estadounidense,
Tom Wolfe, siempre ha sido la experiencia central e inevitable del hombre. Pero
como hacer frente a tanta angustia. ¿No debería saber de memoria como
enfrentarme a ella? No… Está soledad dolía más que todas las soledades que
había experimentado. Ignoraba el porqué. Quizás porque la vivía hoy y en este
momento. A veces el dolor cuando es pasado no nos parece tan doloroso. El
transcurso del tiempo te da ese regalo… Todo apacigua, todo lo empequeñece.
“Liz… Estás tan
presente, mi amor… Sin embargo te escapaste del alcance de este loco. Este loco
pero que te ama como nadie te amará. Mi corazón había estado perdido y errante
hasta que te cruzaste en su camino… Liz, ahora como te encuentro si nadie me
querrá dar tu paradero.”
Me acosté sobre la cama
sin ganas de ir a cazar. Mejor dicho sin ganas de nada. Escuché tres golpes en
la puerta y me incorporé sentado en la cama.
¿Liz? ¡Mierda, qué
idiota! Liz estaba lejos de Kirkenes.
-Adelante.
Charles…
-¿Qué tal, querido? No
preguntaré como estás de ánimo porque se nota en tu cara.
Bufé.
-Sí, el viaje fue
incómodo –mentí-, estaba deseando llegar a casa.
Me puse de pie y recogí
la toalla del suelo con la intención de ponerla en el recipiente de ropa sucia.
-¿Qué ocurre, Charles?
¿Natasha no está?
-Una de las razones por
la que golpee esta puerta es para comentarte que Natasha tuvo que partir a
Moscú por una llamada de su padre, y no dio explicación. Pero parecía
preocupada.
-Vale, la llamaré. ¿Y
la otra razón?
-La otra razón es por
si quieres algún dato de Liz tengo la dirección de su amigo en Drobak. No sé si
la quieres…
Lo miré confundido.
-No… Te explicaré. Es
que Liz recibió una postal de cumpleaños y el remitente estaba escrito en el
reverso del sobre. Tengo buena memoria, ¿nunca te lo he dicho?
Sonreí. Después mi
rostro se tensó.
-¿Fue su cumpleaños y
no la he saludado?
-Tranquilo, es mañana
lunes, me lo dijo ella. ¿Quieres la dirección?
Quitó un papelito
doblado en cuatro del bolsillo superior de su chaqueta negra.
Reí.
-¡Siii, claro que sí!
Antes de que mis dedos
rozaran el papel lo retiró fuera de mi alcance.
-Aguarda, prométeme que
no te mandarás alguna de las tuyas imponiéndote sobre ese muchacho, Drank. Así
decía el remitente. Que tengas el poder de un vampiro no quiere decir que vayas
ejecutando venganza por ahí.
-Charles, soy muy
coherente con respecto a simular que no soy humano. Estoy acostumbrado y nunca
fallé.
-OH siii, lo sé. Pero
ahora hay una diferencia. Hay una hembra que te tiene loco. Entonces… Lo
“coherente”, lo “estoy acostumbrado” y lo “nunca fallé”, no cuentan.
-No te preocupes.
-Bien, toma la
dirección.
(Perspectiva de Liz)
Llegué a Drobak cerca
de las seis y media de la mañana con un sol pálido entre los techos de las
casas. En el aeropuerto estaba Drank y su padre esperándome. La verdad que
después de llevar mi corazón roto paseándolo por toda la mansión de los Craig,
necesitaba el abrazo sincero de mi mejor amigo.
Lo noté un poco más
delgado después de meses de no verlo, y su semblante reflejaba el cansancio.
Sin embargo su cuerpo mantenía esos músculos marcados y fibrosos de aquellas
personas que se han dedicado a cargar peso la mayoría de los días de su vida.
Desde que tenía uso de razón y éramos niños Drank siempre había trabajado junto
a su padre ayudándolo. Sabía que le habría gustado continuar una carrera y
recibirse en la Universidad. Pero su madre había fallecido cuando apenas él era
un adolescente y la frase “todos los jóvenes tienen derecho a estudiar”, quedó
sin sentido para él. Es que el Estado te otorga leyes muy bonitas y adornadas,
sin embargo en la práctica era difícil si no tenías los medios necesarios para
costearte una Universidad.
De todas formas Drank
siempre resultó ser un hombre muy alegre y optimista. Sus cabellos rojizos y
sus chispeantes ojos azules me encantaban. Creo que me conquistó su alegría de
vivir y su fuerza para empezar cada día con una nueva esperanza. Yo era igual,
muy alegre y divertida… Era… Porque en el presente Lenya me había quitado toda
fe de poder recuperar mi felicidad. Dentro de mí sabía que no iba a olvidar nunca
a mi vampiro moreno.
Con Drank fuimos
amantes por dos años. Terminamos como terminan algunos hechos en la vida, sin
darle mayor importancia. Una relación maravillosa, un ciclo cumplido, a otra
cosa. Aunque no ignoraba que para Drank yo era muy importante, sin embargo
deseaba con toda mi alma que fuera feliz con alguna mujer que lo amara como yo
no había podido lograrlo.
Cuando llegó mi día de cumpleaños y vi todo el
banquete en su casa que había preparado para el almuerzo, me sentí dichosa de
que alguien además de mi hermana y Bianca me quisieran mimar tanto.
Drank había hecho con
sus propias manos el almuerzo. Las kjottkaker, unas albóndigas fritas
preparadas con carne de ternera, y unas patatas doradas al horno. De postre
preparó un multekrem, un plato elaborado con moras de los pantanos y nata
montada.
Varias veces durante el
día tuve que enojarme con él. No dejaba de moverse y llevar cosas de aquí a
allá. Su brazo no estaría en condiciones de hacer todo tipo de esfuerzos. Él
sólo me sonreía y me pedía que no me enfadara. A él lo hacía muy feliz verme
nuevamente viviendo en Drobak. Aunque hubiera querido enfadarme no hubiera
podido. ¿Cómo te enfadarías con un ángel personificado en un leñador de un
bosque encantado? No, no puedes.
Al atardecer, salimos
al patio a tomar un aquavit, un licor a base de cereales o patatas aromatizado
con hierbas como el anís o el hinojo. El sol había llegado al horizonte y
permanecería allí con apenas un movimiento lento y horizontal marcando la
estación primaveral calurosa pisándole los talones al verano. Me gustaba que la
luz durara casi veinticuatro horas al día, pero debía confesar que amaba y
extrañaba las noches eternas e invernales de Kirkenes. Quien sabe, quizás
porque la noche me traía un perfume a mi vampiro.
El patio de Drank daba
a una pequeña campiña salpicada por encinas y olmos, donde los distintos tonos
de verde iban apagándose de a poco hasta convertirse en un color uniforme
amarillento provocado por lo oblicuo de los rayos solares. El canto de las aves
se escuchaba cada vez más débil y lejano. Pequeñas colonias volvían a sus nidos
y convertían las últimas horas del día en un paisaje calmo y silencioso.
Sentada en un sillón de mimbre al igual que Drank, el perfume de los tilos y
avellanos cargados de semillas me llevó a muchos años atrás. Cuando siendo niña
correteaba con mis hermanas recogiendo moras y setas silvestres del bosque.
Regresábamos a casa con la cara teñida de violeta y mi madre reía… Mi madre…
¿Qué rayos le había pasado por la cabeza para dejarnos abandonadas?
-Tu madre las adoraba
Liz.
La voz de Drank me sacó
del pasado.
Sonreí.
-No sé como te la
apañas para saber en qué pienso –contesté, tomando un trago de licor.
Me miró con esos ojos
azules tan maravillosos y tiernos.
-No sé exactamente que
piensas, Liz. Pero era algo triste. Y que yo sepa el tema de tu madre te apena
demasiado y se refleja en tu mirada. Bueno, quizás haya alguna otra pena que no
sé.
Sonreí.
-Tú sabes casi todo de
mi vida.
-¿Casi todo?
-Una mujer debe guardar
secretos. Ser misteriosa le brinda encantos –sonreí guiñándole un ojo.
-Tú eres encantadora
con o sin misterios.
-Gracias amigo.
Drank se puso de pie y
desapareció por la puerta abierta que daba a la cocina. Desde mi posición podía
ver sus fuertes brazos y sus manos masculinas que sostenían un paño azul. Abrió
el horno y sacó un pastel.
Reí y exclamé en voz
alta.
-¡No digas que has
hecho pastel de cumpleaños!
Contestó riendo.
-¡Obvio! ¿Crees que te
ibas a salvar de pedir los deseos?
-Oh mi Dios…
Durante algunos minutos
me quedé sola contemplando mi alrededor. Un roedor, un lemming, a varios metros
de los fondos de la cabaña, roía las raíces de unos abetos muy altos y
frondosos. Miré las copas de los árboles entre el espeso e impenetrable follaje
y una sensación extraña se apoderó de mí. Parecía que alguien estaba
vigilándome. Pero imposible… Ese “alguien”, el único capaz de esconderse a
tanta altura, no sabía donde me encontraba. Bianca no se lo diría a no ser que
yo le diera autorización. Y eso no iba a ocurrir. Él tenía su amor perfecto y
bello justo para su linaje. Seguramente lo habría esperado y él se habría
refugiado en sus brazos para después hacerle el amor.
Resoplé indignada.
Diablos, tenía que
quitármelo de la cabeza.
En ese instante George
rodeó la cabaña por uno de los costados desde los jardines que daban a la
callejuela. Tenía su morral cruzado por el hombro y sonrió al verme.
-¡Querida Liz! ¡Felicidades! Debieras
ver todos los que te enviaron saludos en la feria. Les dije que estabas
viviendo otra vez aquí.
-¡Papá! No hables
demás, quizás a Liz no le guste que todo Drobak sepa que está aquí.
-No me molesta. ¡Hola
George! ¿Cómo te ha ido en la feria?
-Bien, las calles están
agobiadas de turistas. Levanté mi tienda temprano porque es tu cumpleaños y
quería festejar con Drank que estés aquí.
-Gracias George.
-¿Este muchacho te ha tratado
bien?
Señaló a su hijo que
traía el pastel entre sus manos.
-George, por Dios. No
sé como agradecer lo que han hecho por mí. Limpiar y airear la casa todo este
tiempo que no hemos estado Marin y yo. Es una suerte que ningún comprador la
haya querido. De lo contrario hubiera tenido que parar en un hotel. Además,
esta hermosa y cálida bienvenida.
-¡Estás loca chiquilla!
Si aquí tenemos tres habitaciones. Hubieras podido quedarte con nosotros. Después
de todo casi terminamos siendo familia. La gente lo vería normal.
-Papá, guarda silencio
por favor, te lo suplico. Liz se pondrá incómoda con tus comentarios.
-Déjalo. Es cierto todo
lo que dice. Además ustedes saben, jamás me ha importado lo que la gente hable
de mí.
-¿Le has contado ya lo
de los muebles? –preguntó George.
-¿Qué muebles?
–pregunté enderezando el número veintiséis del centro del pastel.
-Ah pues no, no se lo
he dicho –contestó Drank.
-¿Qué muebles Drank?
Dime –reí.
-Unos muebles, pocos.
Con papá conseguimos madera de pino muy buena y fuerte. Construimos una mesa y
cuatro sillas. También una mesa de luz para tu alcoba. Ya que sólo habías
conservado las camas. Has vendido todo.
-¡Dios, chicos! No vi nada es que me tiré en mi cama y dormí veinte horas. Perdón. ¡Cuántas molestias he ocasionado!
-¡Qué dices muchacha!
Ha sido un placer y el regalo de cumpleaños.
-No te preocupes, Liz. El
chico del aserradero me prestó las herramientas.
-¡Espera! ¿Vas a
decirme cómo es que trabajaste la madera con el brazo enyesado?
George carraspeó.
Drank abrió la boca y
la cerró.
-¡Lo sabía! ¡No has
hecho reposo! –protesté.
-Calma Liz. No te
preocupes. ¿Ves que estoy mejor?
-No sé. Eso lo sabría
si te hubieras hecho una radiografía. Pero según me adelantó tu padre no has
querido regresar al hospital.
-Liz, no sabes lo que
ese olor a éter por todos lados, camillas y sábanas blancas, caras de
sufrimiento. No Liz, déjame que me deprime pisar esos lugares.
Negué con la cabeza
repetidas veces pero finalmente sonreí.
-No puedes hacerme
enojar. Me rindo. Sin embargo ahora que estoy aquí te seguiré de cerca.
Rio.
-¡Qué dulce tortura!
Las miradas cómplices
entre padre e hijo no pasaron desapercibidas por mí.
Drank era maravilloso.
El hombre que toda mujer soñaría con tener a su lado para siempre. Pero para
ser feliz en mi caso, aunque no me correspondiera, “mi hombre soñado” era un “vampiro”,
y mi “para siempre” era un “para toda la eternidad”.
Después de soplar las
mechas encendidas de los números de cebo y probar el pastel de arándanos que
había hecho con tanto cariño Drank, me dispuse a regresar a casa. Un regreso
que hace tiempo quizás mi ciudad esperaba. Yo… Pues no. En el último tiempo no
imaginaba volver y desempolvar el pasado. Me había soñado viviendo en la
mansión de los Craig emparejada con un poderoso vampiro. ¿Por qué negarlo? Lo
había soñado muchas veces.
El fresco con el avance
de las horas aumentó. Había traído abrigo pero estaba en mi maleta y la pereza
me ganaba. De cualquier forma Drank me llevaría hasta casa en la furgoneta así
que no sufriría el frío.
Las aguas del lago reflejaban
los tenues rayos de sol y a la distancia parecía un espejo roto en miles de
pedacitos, como mi corazón. La arboleda bordeaba el sendero asfaltado que
serpenteaba metiéndose entre el frondoso
bosque. Los gritos y algarabía tan comunes en los niños que jugaban cerca del
lago, hoy habían enmudecido. Seguramente por ser lunes la multitud de los
campings y los picnics regresarían el próximo fin de semana.
A través de la
ventanilla abierta el aire acariciaba mi cara. El graznido de unos cuervos
rompieron el silencio y Drank desvió la vista hacia el bosque.
-Debe haber un reno
muerto. Algún cazador furtivo.
-No es época de cazar.
-Tú sabes siempre hay
personas sin escrúpulos que matan sin respeto y por placer.
La imagen de los Craig
se interpuso en mi mente…
Matar sin respeto y por
placer.
No diría que los
vampiros mataban sin respeto y por
placer. Ignoraba que técnica seguía Sebastien y su aquelarre al buscar
víctimas, en cuanto al placer… No. Ellos mataban para alimentarse.
-¿En qué piensas, Liz?
Sonreí a Drank.
-En la forma que podría
pagarte todo lo que haces por mí.
-Calla, es un placer.
Eres mi mejor amiga.
Volví a sonreír.
-¿Quieres ir de picnic,
mañana? –preguntó, mientras tomaba la última curva hacia mi cabaña.
-Gracias, me
encantaría. Pero debo encontrar trabajo. Mis ahorros son suficientes pero no
durarán semanas.
-Tranquila. Por la
mañana debo ayudar a mi padre en la feria. El cargamento de cangrejos llegará
muy temprano. Papá tomó un par de colaboradores desde que me accidenté pero ya estoy
mejor y puedo vender con él en la feria. Sé que a uno de los restaurantes que
proveemos le falta personal. ¿Quieres que pregunte por si pueden tomarte en la
cocina?
Reí.
-Drank, no sé como
cocinar para un gran número. Preferiría mesera. Podría servir los platos.
-¡Estás loca! ¿Mesera?
Podría haber algún vivo que se sobrepase. Eres muy bella, Liz. No querrás que
comience a los golpes con los turistas, ¿verdad?
Arquee una ceja.
¡Qué bien! Fuera donde
fuera estaba rodeada de machos celosos. El precio de ser atractiva…
-Anda, Liz. No te
preocupes conseguiremos un empleo digno de ti.
-Drank, sé que me
tienes como una diosa pero cualquier empleo es digno.
-Lo sé… Lo importante
es que estás aquí.
……………………………………………………………………………………………….............
Drank no se quedó mucho
tiempo, debía madrugar y además el respeto por las damas brotaba por sus poros.
Jamás hubiera pedido quedarse a pasar la noche conmigo. Lo vería como un cambio
de favores y no era su estilo.
La cabaña limpia, ni un
ápice de polvo. Los vidrios brillaban, el piso de parqué lustrado, al igual que
la escalera que iba a las habitaciones. Incluso noté una pequeña alfombra nueva
a la entrada, en el portal de la cabaña. Dios… Drank se había entusiasmado en
que me sintiera otra vez como en casa. Difícil, por más que se esforzara, en mi
cabaña ya no se escuchaba conversaciones alegres por los rincones y ruidos
cotidianos. Sólo había ecos fantasmales de un pasado que alguna vez intentó
hacerme feliz.
Después de darme una
ducha con un jabón a estrenar, ovalado, con un profundo aroma a citrus, busqué
una camiseta a rayas con colores fuertes y mis bragas azules. Dicen que si
estás triste hay que evitar vestirse con colores apagados para contrarrestar tu
ánimo. Creo que ni el mismísimo arcoíris en la mitad de mi habitación hubiera
hecho efecto a la melancolía que me embargaba. No era sólo Lenya… Era enfrentar
las paredes que me habían visto crecer ahora vacías y sin adornos de ningún
tipo. No podía pedirle tanto a mi amigo. Ese detalle había pasado
desapercibido. Era hombre al fin y al cabo. Había cierta sensibilidad que sólo
teníamos las mujeres.
La marca de aquel
cuadro con un paisaje nevado que había colgado en la pared del pasillo me
recordó cuantos objetos de la casa había vendido para poder enfrentar las
deudas y comer. Bajé a la cocina y encendí la luz. El sol que dormía en el
horizonte no era suficiente para iluminar todos los rincones de la cabaña. Abrí
la alacena. Café instantáneo, té, azúcar. Unas latas de choclo y tomate, otras
de espinaca, y un trozo de queso gruyere. Sobre la encimera había una bolsa de
pan rebanado, fresco. Drank… Querido amigo… No se te había olvidado nada de lo
imprescindible.
En la heladera había
media docena de huevos, una botella de agua mineral, y una de jugo de naranja.
En el segundo estante una vianda cerrada con pescado. En los cajones inferiores
hortalizas varias.
Cerré la heladera y
cogí una taza blanca con ribetes dorados de la parte inferior de la alacena. La
reconocí. Era del juego de vajilla que tenía el padre de Drank. También había
tres platos hondos del mismo juego.
Abrí la cajonera de los
cubiertos y cogí una cucharita pequeña. Me haría un café instantáneo bien
dulce. Hambre imposible de tener. Había comido demasiado desde la mañana con el
banquete con que me esperaron.
En un jarrito de
aluminio herví el agua y la volqué en la taza después de batir el café con el
azúcar.
La cocina era la única
ventana que no tenía cortinas. Seguramente Drank no había conseguido una medida
tan pequeña. Recuerdo que mi abuela las confeccionaba a medida. Los postigos
estaban abiertos. Miré hacia los fondos de la cabaña donde una suave brisa
balanceaba las hojas de los castaños. Abrí los cristales y aspiré el olor de la
tierra mojada. Posiblemente en alguna parte no muy lejana llovería. Mañana
tendríamos lluvia quizás y el día se pondría de acuerdo para acrecentar mi
melancolía.
Tome un trago de café…
¿Qué estarían haciendo
en la mansión? No tenía el móvil a mano pero calculaba que serían las nueve y
pico de la noche. Aunque en Kirkenes como aquí el sol no se escondería. Douglas
habría salido al centro a festejar el triunfo del examen con su amigo Numa. Marin
se habría marchado a su trabajo. Scarlet regresaría del suyo. Charles estaría entretenido
en algún quehacer nocturno, Ron y Anthony rondando el parque, Margaret, Rose, y
Sara, correrían atareadas ya que el dueño de casa, Sebastien ya habría
regresado a su hogar. Bianca debía estar feliz. Me alegraba por ella. Se lo
merecía. ¿Y yo? ¿Merecía vivir sin amor? Aparentemente sí, me lo merecía.
¿Tanto había jugado con el amor de otros que me adoraron, que ahora era un
especie de castigo de la vida?
Un ruido que provino de
planta alta me sobresaltó… ¿Qué había sido eso? ¿Una puerta cerrándose? No…
¿Una ventana abriéndose? Algo así…
Tomé un trago de café y
abandoné la taza sobre el mármol de la encimera. Ahora ni siquiera tenía un
arma para defenderme de los lobos. Aunque no era época de alimañas y fieras
rondando casas… Pero algo había provocado ese ruido y no podía ser la brisa.
Subí la escalera en
penumbras iluminada apenas con esa luz débil artificial que se colaba a través
de las cortinas. Intenté no hacer ruido en el ascenso pero imposible. El
rechinar de los viejos escalones iba marcando mis pasos por más cuidado que
pusiera.
Caminé por el pasillo
retornando a mi habitación.
Abrí la puerta
lentamente y me asomé.
El ambiente estaba tal
cual lo había dejado antes de bajar por un café. El ropero con las puertas
abiertas y pocas prendas que había comenzado a guardar en los estantes. La
maleta en el suelo, abierta de par en par, con ropa revuelta. Mi cama aún sin
deshacer. Las pisadas de mis pies mojados saliendo de la ducha. Las cortinas
meciéndose suavemente por la brisa del exterior… Entonces… Las ventanas estaban
abiertas… ¿Estaban cerradas cuando había salido del baño?
Avancé hacia las
ventanas y las cerré sin pensarlo dos veces. Con la vista hacia los jardines de
mi casa, el aire cálido propio del encierro que debería haber percibido, brilló
por su ausencia… Y una corriente de aire frío envolvió la habitación.
El oxígeno escapó por
mi boca mientras dos manos heladas me tomaban por la cintura, y una voz
increíblemente seductora me sopló en el oído.
-Feliz cumpleaños Liz.
Lenya…
Cerré los ojos y me
abandoné a la sensación de tener su pecho pegado a mi espalda y sus manos
poderosas sujetando mis caderas.
Despegué los labios
para emitir una palabra pero no pude. El corazón comenzó a latir fuerte y la
garganta se me secó.
-Perdóname por entrar
sin tu permiso. No podía dejar de saludarte.
Parpadee…
¿Estaba soñando? ¿O
tenía a mi vampiro moreno pegado a mí?
Por fin mi cerebro
reaccionó y recuperó el don del habla.
-Lenya… ¿Cómo llegaste
aquí?
Sus brazos me rodearon
y sus manos se entrelazaron por delante, bajo mis pechos. Sentí sus labios
apoyarse suavemente en uno de mis hombros.
-No importa como llegué
hasta aquí. Sólo dime si estás feliz de que haya sido así.
Guardé silencio.
¿Acaso no sabía leer mi
cuerpo? Todo en mí gritaba de felicidad y de dicha. Estaba aquí, conmigo. Mi
vampiro moreno estaba junto a mí.
Intenté girarme entre
sus brazos. Él adivinó mi intención y aflojó el amarre para ubicarme cara a
cara.
¡Cómo había extrañado
esos rasgos perfectos! Esa boca en forma de corazón con esa pequeña hendidura
en el labio inferior que los hacía más comestibles. Esos ojos gris oscuro como
las nubes de tormenta. Su piel blanca y satinada. La barbilla con esa pelusa de
vello oscuro teñido e incipiente que lo hacía más agresivo.
Los dedos de una de mis
manos volaron a sus labios. Los deslicé percibiendo la suavidad de la piel de
las comisuras. Entreabrió sus labios rojos y atrapó mi dedo índice en su boca.
-¿Puedo tomarlo como un
sí? –preguntó.
Asentí en silencio
mientras acariciaba su rostro.
De pronto cerré los
ojos. Su boca, arcana del placer, atrapó mi boca sin ninguna consideración. En
punta de pie lo rodee por el cuello y mi lengua salió a recibir esos besos
apasionados que sólo sabía dar él. Palpé cada rincón, succioné la lengua, y no
tardó en gemir. Con la rapidez de un vampiro, noté la espalda contra el colchón de la cama. Los movimientos
de nuestras bocas parecían no lograr saciarse de los besos. Querían más.
Queríamos bebernos por completo. Deseábamos apagar el fuego que en segundos se
había propagado como yesca con una chispa casual.
Separé las manos de su
cabello y me arquee para él. Levanté mis brazos aferrándome a la almohada
abandonándome íntegramente a su merced. Que hiciera lo que quisiera conmigo. No
me importaba nada ni nadie. Si moría entre sus brazos en medio de un orgasmo la
muerte había valido la pena.
Separó sus labios de
los míos y me miró a los ojos. Sin perder contacto visual una mano se metió por
debajo de mi camiseta hasta encontrar mis pechos.
Gemí ante la delicia de
sus primeras caricias íntimas. Nunca habíamos llegado a tanto… Dios… Que no
fuera un sueño, por favor.
Subió con sus manos,
lentamente, mi prenda de colores alegres, y sonrió al ver expuesto mis pechos.
Acercó los labios a uno de mis pezones y jugó acariciándolo. El aliento entre
cálido y frío me estremeció con una sensación placentera, única.
-Por favor… -susurré.
Entendiendo mi súplica,
la lengua lamió la protuberancia dura e hinchada por el deseo, una y otra vez,
mientras acariciaba y pellizcaba el otro con sus dedos maravillosos. Me arquee
más, ofreciéndome toda. Percibir como
chupaba y lamía mis pechos, hambriento de mí, no fue nada comparable como
sentir una de sus manos deslizarse hasta el centro de mis bragas.
Nunca había sentido
así, el fuego entre mis piernas. Era un ardor necesitado de caricias y de
besos.
-Mierda… -susurré.
Lo sentí sonreír contra
mi piel.
Abrí los ojos para no
perderme detalle de ese iris febril de pasión, él repartía besos sobre mi piel
caliente y se deslizaba por mi cuerpo hacia mis piernas.
No tuvo que separarlas…
Yo era toda de él y para él… Que me tomara… De la forma que quisiera.
Escuché el rasgar de la
tela de mis bragas y en segundos sus dedos acariciaron el monte de Venus.
-No sabes lo que desee
tenerte desnuda para mí –su voz ronca sólo sirvió para encenderme más.
¿Qué mujer no se excita
ante tremendo macho que la desea?
Con suaves movimientos
circulares friccionó mi sexo mientras la dureza de su miembro apoyado entre mis
piernas clamaba por atención urgente.
Estaba tan duro, como
yo… tan mojada. Éramos perfecto en la cama. Tal para cual. Fogosos,
apasionados, hambrientos de sexo. ¿Y amor? ¿Amor habría? Quería creer que sí.
Sus caricias me
hicieron llegar al clímax. Tenía tanto deseos guardados, que el roce de su
dedos fueron magia para encontrar el máximo placer en segundos.
Sonrió contra mi boca.
Satisfecho. Como el macho que era. Orgulloso de saberse incomparable en la
cama.
-Mi Liz… Feliz
cumpleaños…
Cuando sus labios
carnosos se entreabrieron y la lengua degustó mi sexo empapado escuché los más
dulces gemidos que había escuchado escapar de la garganta de un hombre. Podía
notarse que me deseaba con todo tu ser. Podía adivinarse las ansias de comerme
y sentir que le pertenecía.
-Cariño… Eres… Tan
perfecta… Me gustas depilada… y con ese aroma a limón…
No dejó rincón por
lamer y saborear, despacio, con una delicadeza que jamás hubiera imaginado que
tendría. Me abrió con los pulgares y antes de prepararse para lo que venía me
dio una mirada llena de pasión. Cuando
su lengua me penetró profundamente mis dedos crispados se enredaron en su
cabello y dejé escapar su nombre. Lenya… Lenya… ¡Cuánto te deseaba!
Él comenzó a trabajar en
mi sexo con esa boca maravillosa creada para hacerme gozar. Boca tan sabia… tan
demoledora.
Cuando el segundo
orgasmo me llegó, la habitación giró sobre sí misma. Mi cuerpo contrajo los
músculos por las altas vibraciones de placer y recorrió desde la columna hasta
las falanges de los pies. Creo que grité varias veces mientras me retorcía
sujetada por sus manos. Creo… Porque no tuve noción exactamente de lo que
hacía.
Abrí mis ojos y lo
miré. Su iris lucía un gris plata brillante.
-¿Notas como estoy por
ti?
Su mano tomó mi mano y
la llevó al bulto de su entrepierna.
Madre mía…
Me incorporé con las
mejillas encendidas del placer gozado hace instantes.
-Quiero aliviarte antes
que me hagas el amor –susurré.
Desprendió el botón de
sus jeans y quitó la camiseta negra.
Quedé extasiada de
volver a contemplar sus músculos. Sus brazos y abdomen lucían marcados y la
piel que los cubría era satinada, sin imperfecciones.
-Hasta el ombligo
tienes perfecto –reí.
Él sonrió y guió mis
manos a lo largo y ancho de sus hombros, sus antebrazos, su pecho tan masculino
y pétreo. Mi vampiro moreno era perfecto.
Él se recostó y yo subí
encima a horcajadas. Acaricié cada centímetro de su musculatura. Deleitándome
al deslizar mis manos por ese cuerpo de Dios griego.
-Eres mío –murmuré.
-Sí… Soy tuyo Liz.
Incliné el rostro y me
acerqué hasta comerle la boca. Uno a uno los besos me encendieron enredando
nuestras lenguas como si nunca nos hubieras besado. La misma hambre, la misma
ansias de los dos de convertirnos en uno sólo.
Todo hubiera sido
perfecto… Hubiera sido… Salvo por mi desconfianza de mujer enamorada y
posesiva…
Al recorrer su pecho
noté que la marca de Natasha ya no estaba. ¿Pero ella? ¿Había desaparecido de
su vida como esa mordida en su pectoral?
Besé su cuello
repetidas veces y susurré.
-¿Seguro que eres sólo
mío?
-Esta vez dudó unos segundos…
Segundos fatales.
Me incorporé aún a
horcajadas sobre su cuerpo.
-Lenya…
Arqueó una ceja y pasó
la lengua por sus labios hinchados y enrojecidos por los besos.
-Yo… Tengo que hablar
con ella.
Me senté en la cama.
-¿Ella no sabe que
estás aquí por mí?
-No pude hablar con
ella. Cuando llegué estaba en Moscú.
-¡Lenya! No me mientas.
Odio la mentira. Yo misma la escuché. Iba a esperar a que volvieras de la Isla
del Oso.
-¡No! No la he cruzado.
Me puse de pie y recogí
mi ropa. Salvo mis bragas rotas.
-¡Vete! Otra vez caí en
tu trampa.
Se incorporó furioso.
-¿No me crees? He
viajado por ti para verte y decirte…
-¿Decirme qué? ¿Qué me
amas?
-¡Liz! Escúchame…
-¡No tú escúchame a mí!
Tú crees que no tengo experiencia en hombres. Pues fíjate que sí, me sé todos
los versos habidos y por haber. Quieres tenernos a las dos como buen macho
orgulloso.
-¡Estás equivocada!
-¡Vete Lenya! Regresa
cuando aclares tu situación con esa vampiresa, si es que no llegas demasiado
tarde.
Me miró frunciendo el
ceño y se levantó de un salto. Recogió su camiseta y me miró con rabia.
-¡Te odio! No crees en
mi palabra. ¡No me quieres! ¡Tú eres la incapaz de amar a alguien!
-¡Lenya Craig! –exclamé
indignada.
¿Acaso no tenía razón
en no aceptar ser la segundona de nadie?
-¡Qué termines bien tu
puto cumpleaños!
Eso dijo… Después…
Desapareció en el aire dejándome sola y desconcertada.
Uy con lo bien que iban las cosas y se pelearon. Veamos que pasa. Te mando un abrazo y te deseo una linda noche
ResponderEliminar¡Hola Citu! Es cierto, pero todo lleva al gran amor y celos que se tienen. Besotes reina y muchas gracias.
EliminarDefinitivamente este par son dinamita pura, casi me da miedo cuando empiezan a pelear, son tremendos y tan bien que iba todo... en fin, este no deja de ser un acontecimiento muy especial para ambos y espero que les dé la sacudida que necesitan para obrar con sensatez. Gracias por el capi, Lourdes, te quedó genial.
ResponderEliminarBesos.
¡Hola Claudia! Es el comienzo corazón. Así que prepárate para esta guerra de amor. El amor lo vence todo, hasta los malos entendidos.
EliminarUn beso grande y gracias tesoro.
Ahh Lou eres un sol gracias x poner hoy el capitulo no me dejaste con tantos dias de espera jajaja, y bueno no puedo negar q Lenya yLliz son pura dinamita pero si estoy de acuerdo con ella q mejor el arregle primero el asunto con Natasha y despues puede estar con Liz xq asi todos pueden salir heridos, y cosa aparte Drank es taaan bueno jeje, gracias y saludos Lou!!
ResponderEliminar¡Hola Laura! Un sol eres tú siempre pendiente del nuevo capi. Gracias de verdad.
EliminarLos dos Lenya y Liz tienen mucho carácter y orgullo pero tranquila el amor lo vencerá. Un besote grande y muchas gracias.
Hola Lou... Un capítulo fogoso de verdad ;-)
ResponderEliminarMe ha dado pena Lenya cuando al regresar a la mansión no ha encontrado a Liz
Me ha dado pena Liz... se notaba lo mucho que lo extrañaba
Y me ha dado pena Drank porque se le ve muy buena persona
Me han encantado las descripciones que has hecho, las he disfrutado y he imaginado cada lugar
El encuentro entre Lenya y Liz ha sido muy apasionado
Y me he reído con su riña... jajaja... Todo iba demasiado bien
Le deseo un muy feliz cumpleaños a Liz ;-)
Y te felicito por este precioso y apasionado capítulo
Besos
¡Hola Mela! Siii muy fogoso. Fue una pena que Lenya no la encontrara pero Liz se habrá quedado feliz a pesar de todo que él haya ido por ella. Sólo tendrá que calmar los celos y el ánimo. Veremos si puede hacerlo pronto. Me alegro que te haya gustado y hecho reír tesoro. Un beso enorme y muchas gracias por el comentario.
Eliminarun capítulo de,,,,tal para cual,,,saludos.-
ResponderEliminar¡Hola Lobo! Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo!!
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