martes, 26 de mayo de 2015

¡Hola! No quería dejar que quedaran sin la escena que tanto esperan, ¿verdad? Para ustedes con cariño Capítulo 14.
Un beso enorme y gracias.

PD: El capítulo contiene lenguaje adulto y escenas de sexo.

Capítulo 14
Feliz cumpleaños Liz.

(Perspectiva de Lenya)

Llegamos a casa a la mañana muy temprano de ese domingo trece de mayo. Un domingo que jamás se borraría de mi memoria. Las sensaciones que sentí fueron varias, pero ninguna buena.

Apenas pisé la sala Bianca corrió a los brazos de Sebastien y Sara a los brazos de Rodion. No era que imaginaba que alguien podría recibirme con tanto amor, pero tampoco hubiera querido que Charles me viera entrar y en su cara se dibujara el “pobrecito que desgraciado eres”.

Obviando la lástima que sentiría por mí ya que en otro tiempo le hubiera dicho, “¡qué miras, vete a la mierda!” Pregunté si Liz estaba en su habitación. A lo que contestó con más pena aun, “lo siento Liz partió a Drobak”.

Mierda… El pecho se encogió y pareció que mi caja torácica quedaba estrecha para mi pobre corazón. Respiré repetidas veces tratando de tomar el aire que me faltaba de pronto.

-¿Liz, partió a Drobak? –balbucee.
-Sí, Lenya. Ayer, en horas del atardecer.
-Ayer…

Fue por eso que sentí esa desazón inexplicable. ¿Por qué diablos no me había materializado en la mansión y hubiera impedido que se fuera? ¿Y ahora? ¿A quién le pedía el paradero de Liz?

Miré a Bianca que subía la escalera de la mano de Sebastien.

-¡Bianca! –ella se detuvo y me miró- Discúlpame… Liz se ha ido… Yo… Necesito saber donde se encuentra. Me urge saber la dirección de su casa en Drobak. ¿Podrías facilitármela?

Mordió el labio inferior y miró a mi hermano unos segundos para después mirarme a los ojos.

-Lo siento Lenya. Sebastien… No te enfades conmigo… No se enojen ninguno de los dos. Pero no puedo dar la dirección si Liz no está de acuerdo. Prometo que le preguntaré y si ella lo acepta, te la daré con gusto.
-Olvídalo –murmuré.

Sabía que nunca aceptaría de buena gana darme la dirección. Después de todo estaba convencido que se había ido para huir de mí.

Subí a mi dormitorio para dejar mi maleta y darme un baño. Noté la cama vacía. En ese instante recordé que Natasha debería haber estado esperándome como me había dicho el viernes, por el móvil. Sinceramente, durante el viaje no había hecho nada más que pensar en ver a Liz y pedirle que se quedara, ni siquiera una sola vez Natasha se había cruzado por mi mente.

Me duché y me vestí con apatía. Cogí una de las camisetas blancas que tanto le gustaban a Liz que usara. No es que me lo hubiera confesado, se le veía en los ojos la lujuria cuando mis músculos se marcaban bajo el suave algodón. Me vestí con unos jeans y me sequé el cabello con una toalla pequeña. La luz del velador era tenue e iluminaba lo necesario. Mejor. No deseaba ver mi reflejo en el espejo ni de casualidad, de ese rostro decepcionado y triste ante la soledad que invadía la habitación y mis sentidos.

La soledad… Según el  periodista y escritor estadounidense, Tom Wolfe, siempre ha sido la experiencia central e inevitable del hombre. Pero como hacer frente a tanta angustia. ¿No debería saber de memoria como enfrentarme a ella? No… Está soledad dolía más que todas las soledades que había experimentado. Ignoraba el porqué. Quizás porque la vivía hoy y en este momento. A veces el dolor cuando es pasado no nos parece tan doloroso. El transcurso del tiempo te da ese regalo… Todo apacigua, todo lo empequeñece.

“Liz… Estás tan presente, mi amor… Sin embargo te escapaste del alcance de este loco. Este loco pero que te ama como nadie te amará. Mi corazón había estado perdido y errante hasta que te cruzaste en su camino… Liz, ahora como te encuentro si nadie me querrá dar tu paradero.”

Me acosté sobre la cama sin ganas de ir a cazar. Mejor dicho sin ganas de nada. Escuché tres golpes en la puerta y me incorporé sentado en la cama.

¿Liz? ¡Mierda, qué idiota! Liz estaba lejos de Kirkenes.

-Adelante.

Charles…

-¿Qué tal, querido? No preguntaré como estás de ánimo porque se nota en tu cara.

Bufé.

-Sí, el viaje fue incómodo –mentí-, estaba deseando llegar a casa.

Me puse de pie y recogí la toalla del suelo con la intención de ponerla en el recipiente de ropa sucia.

-¿Qué ocurre, Charles? ¿Natasha no está?
-Una de las razones por la que golpee esta puerta es para comentarte que Natasha tuvo que partir a Moscú por una llamada de su padre, y no dio explicación. Pero parecía preocupada.
-Vale, la llamaré. ¿Y la otra razón?
-La otra razón es por si quieres algún dato de Liz tengo la dirección de su amigo en Drobak. No sé si la quieres…

Lo miré confundido.

-No… Te explicaré. Es que Liz recibió una postal de cumpleaños y el remitente estaba escrito en el reverso del sobre. Tengo buena memoria, ¿nunca te lo he dicho?

Sonreí. Después mi rostro se tensó.

-¿Fue su cumpleaños y no la he saludado?
-Tranquilo, es mañana lunes, me lo dijo ella. ¿Quieres la dirección?

Quitó un papelito doblado en cuatro del bolsillo superior de su chaqueta negra.

Reí.

-¡Siii, claro que sí!

Antes de que mis dedos rozaran el papel lo retiró fuera de mi alcance.

-Aguarda, prométeme que no te mandarás alguna de las tuyas imponiéndote sobre ese muchacho, Drank. Así decía el remitente. Que tengas el poder de un vampiro no quiere decir que vayas ejecutando venganza por ahí.
-Charles, soy muy coherente con respecto a simular que no soy humano. Estoy acostumbrado y nunca fallé.
-OH siii, lo sé. Pero ahora hay una diferencia. Hay una hembra que te tiene loco. Entonces… Lo “coherente”, lo “estoy acostumbrado” y lo “nunca fallé”, no cuentan.
-No te preocupes.
-Bien, toma la dirección.

(Perspectiva de Liz)

Llegué a Drobak cerca de las seis y media de la mañana con un sol pálido entre los techos de las casas. En el aeropuerto estaba Drank y su padre esperándome. La verdad que después de llevar mi corazón roto paseándolo por toda la mansión de los Craig, necesitaba el abrazo sincero de mi mejor amigo.

Lo noté un poco más delgado después de meses de no verlo, y su semblante reflejaba el cansancio. Sin embargo su cuerpo mantenía esos músculos marcados y fibrosos de aquellas personas que se han dedicado a cargar peso la mayoría de los días de su vida. Desde que tenía uso de razón y éramos niños Drank siempre había trabajado junto a su padre ayudándolo. Sabía que le habría gustado continuar una carrera y recibirse en la Universidad. Pero su madre había fallecido cuando apenas él era un adolescente y la frase “todos los jóvenes tienen derecho a estudiar”, quedó sin sentido para él. Es que el Estado te otorga leyes muy bonitas y adornadas, sin embargo en la práctica era difícil si no tenías los medios necesarios para costearte una Universidad.

De todas formas Drank siempre resultó ser un hombre muy alegre y optimista. Sus cabellos rojizos y sus chispeantes ojos azules me encantaban. Creo que me conquistó su alegría de vivir y su fuerza para empezar cada día con una nueva esperanza. Yo era igual, muy alegre y divertida… Era… Porque en el presente Lenya me había quitado toda fe de poder recuperar mi felicidad. Dentro de mí sabía que no iba a olvidar nunca a mi vampiro moreno.

Con Drank fuimos amantes por dos años. Terminamos como terminan algunos hechos en la vida, sin darle mayor importancia. Una relación maravillosa, un ciclo cumplido, a otra cosa. Aunque no ignoraba que para Drank yo era muy importante, sin embargo deseaba con toda mi alma que fuera feliz con alguna mujer que lo amara como yo no había podido lograrlo.

Cuando llegó mi día de cumpleaños y vi todo el banquete en su casa que había preparado para el almuerzo, me sentí dichosa de que alguien además de mi hermana y Bianca me quisieran mimar tanto.

Drank había hecho con sus propias manos el almuerzo. Las kjottkaker, unas albóndigas fritas preparadas con carne de ternera, y unas patatas doradas al horno. De postre preparó un multekrem, un plato elaborado con moras de los pantanos y nata montada.

Varias veces durante el día tuve que enojarme con él. No dejaba de moverse y llevar cosas de aquí a allá. Su brazo no estaría en condiciones de hacer todo tipo de esfuerzos. Él sólo me sonreía y me pedía que no me enfadara. A él lo hacía muy feliz verme nuevamente viviendo en Drobak. Aunque hubiera querido enfadarme no hubiera podido. ¿Cómo te enfadarías con un ángel personificado en un leñador de un bosque encantado? No, no puedes.

Al atardecer, salimos al patio a tomar un aquavit, un licor a base de cereales o patatas aromatizado con hierbas como el anís o el hinojo. El sol había llegado al horizonte y permanecería allí con apenas un movimiento lento y horizontal marcando la estación primaveral calurosa pisándole los talones al verano. Me gustaba que la luz durara casi veinticuatro horas al día, pero debía confesar que amaba y extrañaba las noches eternas e invernales de Kirkenes. Quien sabe, quizás porque la noche me traía un perfume a mi vampiro.

El patio de Drank daba a una pequeña campiña salpicada por encinas y olmos, donde los distintos tonos de verde iban apagándose de a poco hasta convertirse en un color uniforme amarillento provocado por lo oblicuo de los rayos solares. El canto de las aves se escuchaba cada vez más débil y lejano. Pequeñas colonias volvían a sus nidos y convertían las últimas horas del día en un paisaje calmo y silencioso. Sentada en un sillón de mimbre al igual que Drank, el perfume de los tilos y avellanos cargados de semillas me llevó a muchos años atrás. Cuando siendo niña correteaba con mis hermanas recogiendo moras y setas silvestres del bosque. Regresábamos a casa con la cara teñida de violeta y mi madre reía… Mi madre… ¿Qué rayos le había pasado por la cabeza para dejarnos abandonadas?

-Tu madre las adoraba Liz.

La voz de Drank me sacó del pasado.

Sonreí.

-No sé como te la apañas para saber en qué pienso –contesté, tomando un trago de licor.

Me miró con esos ojos azules tan maravillosos y tiernos.

-No sé exactamente que piensas, Liz. Pero era algo triste. Y que yo sepa el tema de tu madre te apena demasiado y se refleja en tu mirada. Bueno, quizás haya alguna otra pena que no sé.

Sonreí.

-Tú sabes casi todo de mi vida.
-¿Casi todo?
-Una mujer debe guardar secretos. Ser misteriosa le brinda encantos –sonreí guiñándole un ojo.
-Tú eres encantadora con o sin misterios.
-Gracias amigo.

Drank se puso de pie y desapareció por la puerta abierta que daba a la cocina. Desde mi posición podía ver sus fuertes brazos y sus manos masculinas que sostenían un paño azul. Abrió el horno y sacó un pastel.

Reí y exclamé en voz alta.

-¡No digas que has hecho pastel de cumpleaños!

Contestó riendo.

-¡Obvio! ¿Crees que te ibas a salvar de pedir los deseos?
-Oh mi Dios…

Durante algunos minutos me quedé sola contemplando mi alrededor. Un roedor, un lemming, a varios metros de los fondos de la cabaña, roía las raíces de unos abetos muy altos y frondosos. Miré las copas de los árboles entre el espeso e impenetrable follaje y una sensación extraña se apoderó de mí. Parecía que alguien estaba vigilándome. Pero imposible… Ese “alguien”, el único capaz de esconderse a tanta altura, no sabía donde me encontraba. Bianca no se lo diría a no ser que yo le diera autorización. Y eso no iba a ocurrir. Él tenía su amor perfecto y bello justo para su linaje. Seguramente lo habría esperado y él se habría refugiado en sus brazos para después hacerle el amor.

Resoplé indignada.

Diablos, tenía que quitármelo de la cabeza.

En ese instante George rodeó la cabaña por uno de los costados desde los jardines que daban a la callejuela. Tenía su morral cruzado por el hombro y sonrió al verme.

-¡Querida Liz! ¡Felicidades! Debieras ver todos los que te enviaron saludos en la feria. Les dije que estabas viviendo otra vez aquí.
-¡Papá! No hables demás, quizás a Liz no le guste que todo Drobak sepa que está aquí.
-No me molesta. ¡Hola George! ¿Cómo te ha ido en la feria?
-Bien, las calles están agobiadas de turistas. Levanté mi tienda temprano porque es tu cumpleaños y quería festejar con Drank que estés aquí.
-Gracias George.
-¿Este muchacho te ha tratado bien?

Señaló a su hijo que traía el pastel entre sus manos.

-George, por Dios. No sé como agradecer lo que han hecho por mí. Limpiar y airear la casa todo este tiempo que no hemos estado Marin y yo. Es una suerte que ningún comprador la haya querido. De lo contrario hubiera tenido que parar en un hotel. Además, esta hermosa y cálida bienvenida.
-¡Estás loca chiquilla! Si aquí tenemos tres habitaciones. Hubieras podido quedarte con nosotros. Después de todo casi terminamos siendo familia. La gente lo vería normal.
-Papá, guarda silencio por favor, te lo suplico. Liz se pondrá incómoda con tus comentarios.
-Déjalo. Es cierto todo lo que dice. Además ustedes saben, jamás me ha importado lo que la gente hable de mí.
-¿Le has contado ya lo de los muebles? –preguntó George.
-¿Qué muebles? –pregunté enderezando el número veintiséis del centro del pastel.
-Ah pues no, no se lo he dicho –contestó Drank.
-¿Qué muebles Drank? Dime –reí.
-Unos muebles, pocos. Con papá conseguimos madera de pino muy buena y fuerte. Construimos una mesa y cuatro sillas. También una mesa de luz para tu alcoba. Ya que sólo habías conservado las camas. Has vendido todo.
-¡Dios, chicos! No vi nada es que me tiré en mi cama y dormí veinte horas. Perdón. ¡Cuántas molestias he ocasionado!
-¡Qué dices muchacha! Ha sido un placer y el regalo de cumpleaños.
-No te preocupes, Liz. El chico del aserradero me prestó las herramientas.
-¡Espera! ¿Vas a decirme cómo es que trabajaste la madera con el brazo enyesado?

George carraspeó.

Drank abrió la boca y la cerró.

-¡Lo sabía! ¡No has hecho reposo! –protesté.
-Calma Liz. No te preocupes. ¿Ves que estoy mejor?
-No sé. Eso lo sabría si te hubieras hecho una radiografía. Pero según me adelantó tu padre no has querido regresar al hospital.
-Liz, no sabes lo que ese olor a éter por todos lados, camillas y sábanas blancas, caras de sufrimiento. No Liz, déjame que me deprime pisar esos lugares.

Negué con la cabeza repetidas veces pero finalmente sonreí.

-No puedes hacerme enojar. Me rindo. Sin embargo ahora que estoy aquí te seguiré de cerca.

Rio.

-¡Qué dulce tortura!

Las miradas cómplices entre padre e hijo no pasaron desapercibidas por mí.

Drank era maravilloso. El hombre que toda mujer soñaría con tener a su lado para siempre. Pero para ser feliz en mi caso, aunque no me correspondiera, “mi hombre soñado” era un “vampiro”, y mi “para siempre” era un “para toda la eternidad”.

Después de soplar las mechas encendidas de los números de cebo y probar el pastel de arándanos que había hecho con tanto cariño Drank, me dispuse a regresar a casa. Un regreso que hace tiempo quizás mi ciudad esperaba. Yo… Pues no. En el último tiempo no imaginaba volver y desempolvar el pasado. Me había soñado viviendo en la mansión de los Craig emparejada con un poderoso vampiro. ¿Por qué negarlo? Lo había soñado muchas veces.

El fresco con el avance de las horas aumentó. Había traído abrigo pero estaba en mi maleta y la pereza me ganaba. De cualquier forma Drank me llevaría hasta casa en la furgoneta así que no sufriría el frío.

Las aguas del lago reflejaban los tenues rayos de sol y a la distancia parecía un espejo roto en miles de pedacitos, como mi corazón. La arboleda bordeaba el sendero asfaltado que serpenteaba metiéndose entre  el frondoso bosque. Los gritos y algarabía tan comunes en los niños que jugaban cerca del lago, hoy habían enmudecido. Seguramente por ser lunes la multitud de los campings y los picnics regresarían el próximo fin de semana.

A través de la ventanilla abierta el aire acariciaba mi cara. El graznido de unos cuervos rompieron el silencio y Drank desvió la vista hacia el bosque.

-Debe haber un reno muerto. Algún cazador furtivo.
-No es época de cazar.
-Tú sabes siempre hay personas sin escrúpulos que matan sin respeto y por placer.

La imagen de los Craig se interpuso en mi mente…

Matar sin respeto y por placer.

No diría que los vampiros  mataban sin respeto y por placer. Ignoraba que técnica seguía Sebastien y su aquelarre al buscar víctimas, en cuanto al placer… No. Ellos mataban para alimentarse.

-¿En qué piensas, Liz?

Sonreí a Drank.

-En la forma que podría pagarte todo lo que haces por mí.
-Calla, es un placer. Eres mi mejor amiga.

Volví a sonreír.

-¿Quieres ir de picnic, mañana? –preguntó, mientras tomaba la última curva hacia mi cabaña.
-Gracias, me encantaría. Pero debo encontrar trabajo. Mis ahorros son suficientes pero no durarán semanas.
-Tranquila. Por la mañana debo ayudar a mi padre en la feria. El cargamento de cangrejos llegará muy temprano. Papá tomó un par de colaboradores desde que me accidenté pero ya estoy mejor y puedo vender con él en la feria. Sé que a uno de los restaurantes que proveemos le falta personal. ¿Quieres que pregunte por si pueden tomarte en la cocina?

Reí.

-Drank, no sé como cocinar para un gran número. Preferiría mesera. Podría servir los platos.
-¡Estás loca! ¿Mesera? Podría haber algún vivo que se sobrepase. Eres muy bella, Liz. No querrás que comience a los golpes con los turistas, ¿verdad?

Arquee una ceja.

¡Qué bien! Fuera donde fuera estaba rodeada de machos celosos. El precio de ser atractiva…

-Anda, Liz. No te preocupes conseguiremos un empleo digno de ti.
-Drank, sé que me tienes como una diosa pero cualquier empleo es digno.
-Lo sé… Lo importante es que estás aquí.
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Drank no se quedó mucho tiempo, debía madrugar y además el respeto por las damas brotaba por sus poros. Jamás hubiera pedido quedarse a pasar la noche conmigo. Lo vería como un cambio de favores y no era su estilo.

La cabaña limpia, ni un ápice de polvo. Los vidrios brillaban, el piso de parqué lustrado, al igual que la escalera que iba a las habitaciones. Incluso noté una pequeña alfombra nueva a la entrada, en el portal de la cabaña. Dios… Drank se había entusiasmado en que me sintiera otra vez como en casa. Difícil, por más que se esforzara, en mi cabaña ya no se escuchaba conversaciones alegres por los rincones y ruidos cotidianos. Sólo había ecos fantasmales de un pasado que alguna vez intentó hacerme feliz.

Después de darme una ducha con un jabón a estrenar, ovalado, con un profundo aroma a citrus, busqué una camiseta a rayas con colores fuertes y mis bragas azules. Dicen que si estás triste hay que evitar vestirse con colores apagados para contrarrestar tu ánimo. Creo que ni el mismísimo arcoíris en la mitad de mi habitación hubiera hecho efecto a la melancolía que me embargaba. No era sólo Lenya… Era enfrentar las paredes que me habían visto crecer ahora vacías y sin adornos de ningún tipo. No podía pedirle tanto a mi amigo. Ese detalle había pasado desapercibido. Era hombre al fin y al cabo. Había cierta sensibilidad que sólo teníamos las mujeres.

La marca de aquel cuadro con un paisaje nevado que había colgado en la pared del pasillo me recordó cuantos objetos de la casa había vendido para poder enfrentar las deudas y comer. Bajé a la cocina y encendí la luz. El sol que dormía en el horizonte no era suficiente para iluminar todos los rincones de la cabaña. Abrí la alacena. Café instantáneo, té, azúcar. Unas latas de choclo y tomate, otras de espinaca, y un trozo de queso gruyere. Sobre la encimera había una bolsa de pan rebanado, fresco. Drank… Querido amigo… No se te había olvidado nada de lo imprescindible.

En la heladera había media docena de huevos, una botella de agua mineral, y una de jugo de naranja. En el segundo estante una vianda cerrada con pescado. En los cajones inferiores hortalizas varias.

Cerré la heladera y cogí una taza blanca con ribetes dorados de la parte inferior de la alacena. La reconocí. Era del juego de vajilla que tenía el padre de Drank. También había tres platos hondos del mismo juego.

Abrí la cajonera de los cubiertos y cogí una cucharita pequeña. Me haría un café instantáneo bien dulce. Hambre imposible de tener. Había comido demasiado desde la mañana con el banquete con que me esperaron.

En un jarrito de aluminio herví el agua y la volqué en la taza después de batir el café con el azúcar.

La cocina era la única ventana que no tenía cortinas. Seguramente Drank no había conseguido una medida tan pequeña. Recuerdo que mi abuela las confeccionaba a medida. Los postigos estaban abiertos. Miré hacia los fondos de la cabaña donde una suave brisa balanceaba las hojas de los castaños. Abrí los cristales y aspiré el olor de la tierra mojada. Posiblemente en alguna parte no muy lejana llovería. Mañana tendríamos lluvia quizás y el día se pondría de acuerdo para acrecentar mi melancolía.

Tome un trago de café…

¿Qué estarían haciendo en la mansión? No tenía el móvil a mano pero calculaba que serían las nueve y pico de la noche. Aunque en Kirkenes como aquí el sol no se escondería. Douglas habría salido al centro a festejar el triunfo del examen con su amigo Numa. Marin se habría marchado a su trabajo. Scarlet regresaría del suyo. Charles estaría entretenido en algún quehacer nocturno, Ron y Anthony rondando el parque, Margaret, Rose, y Sara, correrían atareadas ya que el dueño de casa, Sebastien ya habría regresado a su hogar. Bianca debía estar feliz. Me alegraba por ella. Se lo merecía. ¿Y yo? ¿Merecía vivir sin amor? Aparentemente sí, me lo merecía. ¿Tanto había jugado con el amor de otros que me adoraron, que ahora era un especie de castigo de la vida?

Un ruido que provino de planta alta me sobresaltó… ¿Qué había sido eso? ¿Una puerta cerrándose? No… ¿Una ventana abriéndose? Algo así…

Tomé un trago de café y abandoné la taza sobre el mármol de la encimera. Ahora ni siquiera tenía un arma para defenderme de los lobos. Aunque no era época de alimañas y fieras rondando casas… Pero algo había provocado ese ruido y no podía ser la brisa.

Subí la escalera en penumbras iluminada apenas con esa luz débil artificial que se colaba a través de las cortinas. Intenté no hacer ruido en el ascenso pero imposible. El rechinar de los viejos escalones iba marcando mis pasos por más cuidado que pusiera.

Caminé por el pasillo retornando a mi habitación.

Abrí la puerta lentamente y me asomé.

El ambiente estaba tal cual lo había dejado antes de bajar por un café. El ropero con las puertas abiertas y pocas prendas que había comenzado a guardar en los estantes. La maleta en el suelo, abierta de par en par, con ropa revuelta. Mi cama aún sin deshacer. Las pisadas de mis pies mojados saliendo de la ducha. Las cortinas meciéndose suavemente por la brisa del exterior… Entonces… Las ventanas estaban abiertas… ¿Estaban cerradas cuando había salido del baño?

Avancé hacia las ventanas y las cerré sin pensarlo dos veces. Con la vista hacia los jardines de mi casa, el aire cálido propio del encierro que debería haber percibido, brilló por su ausencia… Y una corriente de aire frío envolvió la habitación.

El oxígeno escapó por mi boca mientras dos manos heladas me tomaban por la cintura, y una voz increíblemente seductora me sopló en el oído.

-Feliz cumpleaños Liz.

Lenya…

Cerré los ojos y me abandoné a la sensación de tener su pecho pegado a mi espalda y sus manos poderosas sujetando mis caderas.

Despegué los labios para emitir una palabra pero no pude. El corazón comenzó a latir fuerte y la garganta se me secó.

-Perdóname por entrar sin tu permiso. No podía dejar de saludarte.

Parpadee…

¿Estaba soñando? ¿O tenía a mi vampiro moreno pegado a mí?

Por fin mi cerebro reaccionó y recuperó el don del habla.

-Lenya… ¿Cómo llegaste aquí?

Sus brazos me rodearon y sus manos se entrelazaron por delante, bajo mis pechos. Sentí sus labios apoyarse suavemente en uno de mis hombros.

-No importa como llegué hasta aquí. Sólo dime si estás feliz de que haya sido así.

Guardé silencio.

¿Acaso no sabía leer mi cuerpo? Todo en mí gritaba de felicidad y de dicha. Estaba aquí, conmigo. Mi vampiro moreno estaba junto a mí.

Intenté girarme entre sus brazos. Él adivinó mi intención y aflojó el amarre para ubicarme cara a cara.
¡Cómo había extrañado esos rasgos perfectos! Esa boca en forma de corazón con esa pequeña hendidura en el labio inferior que los hacía más comestibles. Esos ojos gris oscuro como las nubes de tormenta. Su piel blanca y satinada. La barbilla con esa pelusa de vello oscuro teñido e incipiente que lo hacía más agresivo.

Los dedos de una de mis manos volaron a sus labios. Los deslicé percibiendo la suavidad de la piel de las comisuras. Entreabrió sus labios rojos y atrapó mi dedo índice en su boca.

-¿Puedo tomarlo como un sí? –preguntó.

Asentí en silencio mientras acariciaba su rostro.

De pronto cerré los ojos. Su boca, arcana del placer, atrapó mi boca sin ninguna consideración. En punta de pie lo rodee por el cuello y mi lengua salió a recibir esos besos apasionados que sólo sabía dar él. Palpé cada rincón, succioné la lengua, y no tardó en gemir. Con la rapidez de un vampiro, noté la espalda contra el colchón de la cama. Los movimientos de nuestras bocas parecían no lograr saciarse de los besos. Querían más. Queríamos bebernos por completo. Deseábamos apagar el fuego que en segundos se había propagado como yesca con una chispa casual.

Separé las manos de su cabello y me arquee para él. Levanté mis brazos aferrándome a la almohada abandonándome íntegramente a su merced. Que hiciera lo que quisiera conmigo. No me importaba nada ni nadie. Si moría entre sus brazos en medio de un orgasmo la muerte había valido la pena.

Separó sus labios de los míos y me miró a los ojos. Sin perder contacto visual una mano se metió por debajo de mi camiseta hasta encontrar mis pechos.

Gemí ante la delicia de sus primeras caricias íntimas. Nunca habíamos llegado a tanto… Dios… Que no fuera un sueño, por favor.

Subió con sus manos, lentamente, mi prenda de colores alegres, y sonrió al ver expuesto mis pechos. Acercó los labios a uno de mis pezones y jugó acariciándolo. El aliento entre cálido y frío me estremeció con una sensación placentera, única.

-Por favor… -susurré.

Entendiendo mi súplica, la lengua lamió la protuberancia dura e hinchada por el deseo, una y otra vez, mientras acariciaba y pellizcaba el otro con sus dedos maravillosos. Me arquee más, ofreciéndome toda. Percibir  como chupaba y lamía mis pechos, hambriento de mí, no fue nada comparable como sentir una de sus manos deslizarse hasta el centro de mis bragas.

Nunca había sentido así, el fuego entre mis piernas. Era un ardor necesitado de caricias y de besos.

-Mierda…  -susurré.

Lo sentí sonreír contra mi piel.

Abrí los ojos para no perderme detalle de ese iris febril de pasión, él repartía besos sobre mi piel caliente y se deslizaba por mi cuerpo hacia mis piernas.

No tuvo que separarlas… Yo era toda de él y para él… Que me tomara… De la forma que quisiera.

Escuché el rasgar de la tela de mis bragas y en segundos sus dedos acariciaron el monte de Venus.

-No sabes lo que desee tenerte desnuda para mí –su voz ronca sólo sirvió para encenderme más.

¿Qué mujer no se excita ante tremendo macho que la desea?

Con suaves movimientos circulares friccionó mi sexo mientras la dureza de su miembro apoyado entre mis piernas clamaba por atención urgente.

Estaba tan duro, como yo… tan mojada. Éramos perfecto en la cama. Tal para cual. Fogosos, apasionados, hambrientos de sexo. ¿Y amor? ¿Amor habría? Quería creer que sí.

Sus caricias me hicieron llegar al clímax. Tenía tanto deseos guardados, que el roce de su dedos fueron magia para encontrar el máximo placer en segundos.

Sonrió contra mi boca. Satisfecho. Como el macho que era. Orgulloso de saberse incomparable en la cama.

-Mi Liz… Feliz cumpleaños…

Se deslizó entre mis piernas sin perder el contacto visual de nuestras miradas.

Cuando sus labios carnosos se entreabrieron y la lengua degustó mi sexo empapado escuché los más dulces gemidos que había escuchado escapar de la garganta de un hombre. Podía notarse que me deseaba con todo tu ser. Podía adivinarse las ansias de comerme y sentir que le pertenecía.

-Cariño… Eres… Tan perfecta… Me gustas depilada… y con ese aroma a limón…

No dejó rincón por lamer y saborear, despacio, con una delicadeza que jamás hubiera imaginado que tendría. Me abrió con los pulgares y antes de prepararse para lo que venía me dio una mirada llena de pasión.  Cuando su lengua me penetró profundamente mis dedos crispados se enredaron en su cabello y dejé escapar su nombre. Lenya… Lenya… ¡Cuánto te deseaba!

Él comenzó a trabajar en mi sexo con esa boca maravillosa creada para hacerme gozar. Boca tan sabia… tan demoledora.

Cuando el segundo orgasmo me llegó, la habitación giró sobre sí misma. Mi cuerpo contrajo los músculos por las altas vibraciones de placer y recorrió desde la columna hasta las falanges de los pies. Creo que grité varias veces mientras me retorcía sujetada por sus manos. Creo… Porque no tuve noción exactamente de lo que hacía.

Abrí mis ojos y lo miré. Su iris lucía un gris plata brillante.

-¿Notas como estoy por ti?

Su mano tomó mi mano y la llevó al bulto de su entrepierna.

Madre mía…

Me incorporé con las mejillas encendidas del placer gozado hace instantes.

-Quiero aliviarte antes que me hagas el amor –susurré.

Desprendió el botón de sus jeans y quitó la camiseta negra.

Quedé extasiada de volver a contemplar sus músculos. Sus brazos y abdomen lucían marcados y la piel que los cubría era satinada, sin imperfecciones.

-Hasta el ombligo tienes perfecto –reí.

Él sonrió y guió mis manos a lo largo y ancho de sus hombros, sus antebrazos, su pecho tan masculino y pétreo. Mi vampiro moreno era perfecto.

Él se recostó y yo subí encima a horcajadas. Acaricié cada centímetro de su musculatura. Deleitándome al deslizar mis manos por ese cuerpo de Dios griego.

-Eres mío –murmuré.
-Sí… Soy tuyo Liz.

Incliné el rostro y me acerqué hasta comerle la boca. Uno a uno los besos me encendieron enredando nuestras lenguas como si nunca nos hubieras besado. La misma hambre, la misma ansias de los dos de convertirnos en uno sólo.

Todo hubiera sido perfecto… Hubiera sido… Salvo por mi desconfianza de mujer enamorada y posesiva…

Al recorrer su pecho noté que la marca de Natasha ya no estaba. ¿Pero ella? ¿Había desaparecido de su vida como esa mordida en su pectoral?

Besé su cuello repetidas veces y susurré.

-¿Seguro que eres sólo mío?
-Esta vez dudó unos segundos…

Segundos fatales.

Me incorporé aún a horcajadas sobre su cuerpo.

-Lenya…

Arqueó una ceja y pasó la lengua por sus labios hinchados y enrojecidos por los besos.

-Yo… Tengo que hablar con ella.

Me senté en la cama.

-¿Ella no sabe que estás aquí por mí?
-No pude hablar con ella. Cuando llegué estaba en Moscú.
-¡Lenya! No me mientas. Odio la mentira. Yo misma la escuché. Iba a esperar a que volvieras de la Isla del Oso.
-¡No! No la he cruzado.

Me puse de pie y recogí mi ropa. Salvo mis bragas rotas.

-¡Vete! Otra vez caí en tu trampa.

Se incorporó furioso.

-¿No me crees? He viajado por ti para verte y decirte…
-¿Decirme qué? ¿Qué me amas?
-¡Liz! Escúchame…
-¡No tú escúchame a mí! Tú crees que no tengo experiencia en hombres. Pues fíjate que sí, me sé todos los versos habidos y por haber. Quieres tenernos a las dos como buen macho orgulloso.
-¡Estás equivocada!
-¡Vete Lenya! Regresa cuando aclares tu situación con esa vampiresa, si es que no llegas demasiado tarde.

Me miró frunciendo el ceño y se levantó de un salto. Recogió su camiseta y me miró con rabia.

-¡Te odio! No crees en mi palabra. ¡No me quieres! ¡Tú eres la incapaz de amar a alguien!
-¡Lenya Craig! –exclamé indignada.

¿Acaso no tenía razón en no aceptar ser la segundona de nadie?

-¡Qué termines bien tu puto cumpleaños!

Eso dijo… Después… Desapareció en el aire dejándome sola y desconcertada.








10 comentarios:

  1. Uy con lo bien que iban las cosas y se pelearon. Veamos que pasa. Te mando un abrazo y te deseo una linda noche

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    1. ¡Hola Citu! Es cierto, pero todo lleva al gran amor y celos que se tienen. Besotes reina y muchas gracias.

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  2. Definitivamente este par son dinamita pura, casi me da miedo cuando empiezan a pelear, son tremendos y tan bien que iba todo... en fin, este no deja de ser un acontecimiento muy especial para ambos y espero que les dé la sacudida que necesitan para obrar con sensatez. Gracias por el capi, Lourdes, te quedó genial.

    Besos.

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    1. ¡Hola Claudia! Es el comienzo corazón. Así que prepárate para esta guerra de amor. El amor lo vence todo, hasta los malos entendidos.
      Un beso grande y gracias tesoro.

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  3. Ahh Lou eres un sol gracias x poner hoy el capitulo no me dejaste con tantos dias de espera jajaja, y bueno no puedo negar q Lenya yLliz son pura dinamita pero si estoy de acuerdo con ella q mejor el arregle primero el asunto con Natasha y despues puede estar con Liz xq asi todos pueden salir heridos, y cosa aparte Drank es taaan bueno jeje, gracias y saludos Lou!!

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    1. ¡Hola Laura! Un sol eres tú siempre pendiente del nuevo capi. Gracias de verdad.
      Los dos Lenya y Liz tienen mucho carácter y orgullo pero tranquila el amor lo vencerá. Un besote grande y muchas gracias.

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  4. Hola Lou... Un capítulo fogoso de verdad ;-)
    Me ha dado pena Lenya cuando al regresar a la mansión no ha encontrado a Liz
    Me ha dado pena Liz... se notaba lo mucho que lo extrañaba
    Y me ha dado pena Drank porque se le ve muy buena persona
    Me han encantado las descripciones que has hecho, las he disfrutado y he imaginado cada lugar
    El encuentro entre Lenya y Liz ha sido muy apasionado
    Y me he reído con su riña... jajaja... Todo iba demasiado bien
    Le deseo un muy feliz cumpleaños a Liz ;-)
    Y te felicito por este precioso y apasionado capítulo
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Siii muy fogoso. Fue una pena que Lenya no la encontrara pero Liz se habrá quedado feliz a pesar de todo que él haya ido por ella. Sólo tendrá que calmar los celos y el ánimo. Veremos si puede hacerlo pronto. Me alegro que te haya gustado y hecho reír tesoro. Un beso enorme y muchas gracias por el comentario.

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  5. un capítulo de,,,,tal para cual,,,saludos.-

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    1. ¡Hola Lobo! Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo!!

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