¡Hola! Como prometí, capi 55. Agradezco a todas las lectoras que se toman la molestia de dejarme un comentario. De verdad me hace muy feliz saber sus opiniones. Recuerden para aquellos lectores que no han votado sigue vigente la encuesta de Drank. Gracias mis soles. Un beso enorme.
Capítulo
55
Bienvenido.
Marin.
Apenas llegué dormí
tres horas y me dirigí al hospital para cumplir mi turno nocturno. La noche fue
tranquila, salvo por un niño que entró a la guardia de urgencia por haberse
quemado con agua hirviendo. No podía creer que los padres no se dieran cuenta
que la cocina y sus alrededores deberían estar prohibidos para los niños de
corta edad. Sobre todo si no hay adultos vigilando. Por suerte Clarita, la
enfermera de pediatría, dijo que no era algo demasiado grave y que el niño no
corría peligro.
Antes de regresar al
hotel iría por un café de la máquina expendedora. Quizás Sabina necesitaba
ayuda y no me sentía cómoda acostándome a dormir como si nada me importara.
Ella había sido tan buena conmigo cobrándome muy poco de alquiler.
Al caminar por el
pasillo del ala izquierda del hospital, planta baja, una anciana de camisón
beige se asomó desde la puerta de la habitación.
-Enfermera –me llamó
con voz trémula.
Sonreí.
-Buenas noches, no soy
enfermera. Si necesita una avisaré de inmediato. ¿No funciona el botón junto a
su cama?
La anciana me miró con
ojos apagados.
-Oh sí, es que Richard
me dijo que jugaría a las damas como todas las noches, pero no vino.
-¿Richard? ¿El
enfermero? Hoy le toca descansar.
-Ah…
La anciana se aferró a
la puerta y me miró con decepción.
Iba por un café pero me
detuve.
-¿Tiene juegos de
damas?
-Sí. Me lo regalo mi
hijo…
Me acerqué.
-Yo sé jugar. Si no le
importa, puedo jugar con usted un rato.
Los ojos de la anciana
se iluminaron.
-¿De verdad?
-Por supuesto.
Ambas pasamos a la
habitación 17 y ayudé a la anciana a subir a la cama. Ella me señaló el cajón
de la mesita de luz para sacar el pequeño tablero y una bolsita con fichas
redondas blancas y negras.
Me senté en la cama y
acomodé el juego para comenzar.
-¿Cómo se llama?
–pregunté.
-Mi nombre es Tañia.
¿El suyo, enfermera?
La anciana acomodó las
fichas con sus dedos huesudos.
-Mi nombre es Marin
pero no soy enfermera. Soy la recepcionista.
La anciana juntó las
manos en el regazo sobre el edredón blanco y me miró.
-¿Qué hace una
recepcionista caminando por el pasillo?
-Pues, ya me iba a
casa.
-Oh… Estoy demorándola.
-No importa. No tengo
urgente que hacer aparte de dormir.
-Como yo…
-Muy bien, mueve usted.
Tiene las blancas.
-Cierto…
Apenas movió la primera
ficha observé el tablero. Había una jugada que sabía mi madre la cual siempre
la convertía en vencedora. De todas formas no tendría gracia ganarle a Tañia.
El objetivo era que pasara un rato ameno. Desistí deslizando la primera ficha
negra que se cruzó en mi cabeza.
-Tañia, ¿tienes un
hijo?
-Sí.
-Bien, mañana o pasado
cuando venga a verte le dirás que Marin la recepcionista te ha ganado todas las
partidas –sonreí con picardía.
Rio.
-¡Qué seguridad,
querida!
De pronto su risa se
apagó de un soplo.
Viéndola apenada
repliqué.
-Okay, quizás me ganes
algunas.
-Mi hijo no viene hace
mucho.
La miré fugazmente para
después contemplar su ficha deslizarse en diagonal.
-¿Cómo cuanto?
-Mucho… Tal vez un mes.
Arquee la ceja y moví
mi ficha.
-¿Vive muy lejos?
Ella no contestó de
inmediato. Se tomó su tiempo para estudiar mi movimiento.
-En el complejo de
cabañas viejas. Cerca de la costa del Mar de Barents.
-Ah… Eso es… Cerca…
Sacudió la cabeza
enérgicamente como negando.
-No, es que trabaja
mucho.
-¿Los fines de semana?
-No…
Movió la ficha y saltó
por encima de la mía comiendo la negra.
-Vaya Tañia, me
distraje. He empezado mal.
Sonrió aguardando mi
movimiento.
-¿Los fines de semana
tampoco viene a verte?
-Tiene mucho que hacer.
Atender su esposa y sus hijos. Tengo tres nietos.
-¿En serio? ¡Qué bien!
¿De qué edades?
-Loly tiene veinte, Ron
dieciséis, y Amalia es la más pequeña, tiene doce.
-Ah…
-¿Tus nietos y nuera no
vienen?
-Te toca, querida.
-Claro…
Moví casi sin pensar en
la estrategia. ¿Qué llevaba a las personas a abandonar a un ser querido?
Antes de mover la ficha
ella me sorprendió con la respuesta.
-Mi hijo trabaja mucho
y mi nuera es una profesional de prestigio, es abogada. Mis nietos estudian. Es
difícil dejar sus cosas y venir hasta aquí.
-Entiendo –moví la ficha.
Estaba segura que la
respuesta que me había dado a modo de excusa ni ella se lo tragaba.
Sonreí.
-Cierto –la consolé-, a
veces el tiempo no nos da.
La anciana bostezó.
-Creo que deberías
descansar.
-No tengo sueño…
¿Richard vendrá mañana?
Sonreí nuevamente.
-¿Estás insinuando que
soy mala jugadora?
Rio.
-No, no se trata de
eso. Es que Richard me cuenta sus cosas mientras jugamos y el tiempo vuela.
-¿Y qué deseas que te
cuente sobre mí?
-Pues no sé…
Tania movió en diagonal
la ficha blanca y comió dos de las mías.
-¡Sí que eres muy
buena, Tañia!
Batió palmas y rio como
si fuera una niña.
-Gracias, ahora
cuéntame de ti. ¿Tienes hermanos? Eres muy joven… ¿Algún prometido?
Rodee los ojos
provocando una sonrisa.
-Bueno… Tengo a mi
hermana Liz, mayor que yo. Otra hermana falleció, y en cuanto a prometido…
No
sé si llamarlo así. Estamos comenzando a conocernos.
La anciana me miró y
forcé una sonrisa.
-No creo que lleguen
muy lejos, querida.
Arquee la ceja.
-¿Eso por qué?
-Porque cuando uno está
enamorada con sólo nombrar la persona se iluminan nuestros ojos.
Bajé la vista.
-Cuéntame de tu
hermana. ¿Por qué falleció?
-Nosotros vivíamos en
Drobak…
La puerta se abrió.
-Señora Gutemberg, ¿no
debería estar durmiendo? Hola Marin.
-Hola Lila. Sí… Yo ya
me iba…
-¿Regresarás?
-Claro, cuando no esté
Richard, vendré a jugar. Y la próxima vez será en serio.
Tañia rio.
-Gracias, querida.
Caminé por la vereda
con mi pequeño bolso al hombro tomando cada tanto un trago de café caliente
mientras veía la pequeña ciudad de Kirkenes despertarse con el bullicio común
de la rutina.
El clima en esta zona
de Noruega era más riguroso que en Drobak, a veces se me hacía insoportable. A
Signy le hubiera gustado vivir aquí. Amaba el frío… Y a mi madre… Mi madre por
empezar se hubiera asombrado de ver que podía mantenerme sola. Era tan estúpida
y mimada antes. ¡Cuánto ignoraba de la vida hace un par de años! Imaginaba que
entraría a la Universidad solventada por mi familia y que no tendría que
trabajar hasta que me graduara. Mi anhelo era encontrar un hombre y formar una
familia con muchos niños y repartir mi tiempo entre mi trabajo al que adoraría
y mi hogar que sería mi refugio.
Nada de eso pienso hoy
por hoy. De mi vocación por la carrera casi no recuerdo. Debía trabajar para
sostenerme cuestión que no me era desagradable. El hogar que sería mi refugio
ni vislumbraba, y en cuanto al hombre que soñé… Bueno mejor no pensarlo.
De pronto recordé… ¿Por
qué Lenya me habría preguntado por mi madre? Bastante entrometido había
resultado mi futuro cuñado. No sé si me gustaría un encuentro con mi madre en
este momento. Creo que sentía por ella una mezcla de sentimientos. Rabia,
dolor, confusión, aunque sí… la extrañaba. Mi sueño hubiera sido que ella
regresara a Drobak arrepentida pidiendo disculpas por su abandono. Pero eso
nunca sucedió. El hecho me demostraba que había estado muy segura de escapar
con mi tío y que no había sido un arrebato de locura por amor. También era
cierto que ella nunca se enteró de nuestras desgracias y padecimientos. Signy
estaba viva y trabajaba como Liz. ¿Por qué no irse a vivir la vida con su gran
amor? Hasta en el fondo de mi alma podía encontrar una pizca de comprensión
hacia ella. Claro que Liz… No, Liz no se lo perdonaría nunca.
Una bocina de un coche
me sobresaltó. Estaba a punto de cruzar la calle en pleno semáforo rojo.
Bebí lo último de mi
café y me acerqué a un contenedor de basura para tirar el vaso descartable.
Caminé unos pasos y una señora me detuvo.
-Señorita, ¿podría
decirme la hora?
-Claro…
Miré el reloj pulsera.
-Las ocho y media.
-Gracias.
Doblé la esquina y el
portal del hotel “La manada” se mostró ante mis ojos. Al subir el desnivel de
la explanada las puertas corredizas se abrieron y el hall iluminado se abrió
paso a medida que avanzaba. Habría tres personas sentadas en los sofás leyendo
y un par revisando unos esquíes. Dentro de poco comenzaba la época de esquiar y
habría un poco más de turistas dando vueltas por Kirkenes y alrededores.
Busqué con la mirada a
Sabina. Quizás hoy se quedaría a descansar en su casa. Lucía una panza bastante
grande y al parecer el bebé por venir tendría al menos tres kilos y medio o
más. No tenía experiencia en ello en realidad sin embargo de tanto escuchar a
las viejas comadronas del pueblo algo entendía. Me acerqué a la mesa de
entradas para hablar con Camile, una de las empleadas de Sabina. La chica de
cabello dorado y ojos miel levantó la vista de unos papeles y colgó el teléfono
en cuanto me vio.
-Buenos días, sigue
trabajando. No quiero interrumpirte.
-¡Hola Marin! No me
interrumpes. Estaba llamando a la compañía de gas porque Sabina quiere reforzar
las instalaciones ahora que se acerca el frio. Ya volveré a llamar. ¿Tú cómo
estás? ¿Has tenido buen viaje a Drobak?
-Sí, gracias.
Un cliente se acercó al
mostrador.
-Disculpe señorita, me
han dicho que hay una buena empresa de turismo en este hotel para armar viajes
hacia las cumbres. ¿Podría contratarla?
-No –contestó Camile
con gesto de resignación-, nosotros sólo realizamos viajes por la ciudad de
Kirkenes y por los bosques. Algunos lugares que tienen pista de esquí también…
Pero a las cumbres no. Esa empresa está contratada por el hotel Thon. Si usted
quiere podemos contactarlo con la empresa que trabaja con nosotros. Hay bellos
lugares en los bosques y…
-No está bien, gracias
de todos modos.
Miré a Camile y se
encogió de hombros y sonrió. Habló en voz muy baja…
-Si supiera cuan
peligrosas eran las cumbres o quizás lo sean todavía –sonrió.
-¿Lo sabes? –pregunté
con temor.
Me miró y rio.
-Marin, soy una loba.
¿Cómo no saber sobre los Craig?
-Ah, claro.
-Señorita, dice mi mamá
si el comedor ya está abierto al público para desayunar.
Un niño alrededor de
once años se apoyó en la mesa de recepción con rostro impaciente.
-Dile a tu madre que el
comedor del hotel hace una hora está abierto al público y que la gente del
hotel está trabajando desde muy temprano. Pueden desayunar cuando lo deseen.
-Gracias.
Cuando el chico se
retiró Camile me miró divertida.
-Los niños son
terribles, no sabes lo que es soportarlos en este hotel. Si te descuidas rompen
todo. Y los padres son peor. Fíjate que hay un cartel que dice “COMEDOR”, y
preguntan todo el tiempo, “¿dónde se desayuna?” ¡Son idiotas!
Sonreí.
-Bueno, me voy a
dormir. Que se te haga el día leve. Al menos si viene Sabina te entretendrás,
porque no creo que puedas charlar con los empleados. Por lo visto hay mucha
gente alquilando esta semana.
-Sí, cierto, Ah, pero
Sabina no vendrá. Llamó su marido. Ha comenzado con el trabajo de parto.
-¿Qué? Falta un mes.
-Pues eso dijo él.
-Gracia Camile, iré al
hospital o a la a mansión quizás Douglas sepa algo.
-Douglas no debe saber
más que nosotras. Está en la Isla de Oso con su padre.
La miré. ¡Qué informada
estaba!
-No me mires así, no
soy adivina. Él mismo me dijo que viajaría. Antes de irse se despidió de mí
–sonrió-, tú sabes.
-Sí claro, entiendo.
-De todas formas puedo
llamarlo con el móvil, tengo su número por supuesto. Él me lo dio. ¿Tú no lo
tienes?
Lo que me hubiera
gustado tener en ese momento es su cabeza en la pila de la guillotina. ¡Qué
furia tenía! Por Dios…
La rabia por los celos
comenzó a correr por mis venas…
Contesté enfadada.
-¿Por qué tendría que
tener su número? No tengo nada con él.
Rodó los ojos mientras
caminábamos hacia la puerta.
-Eso ya lo sé. Él me lo
dijo cuando le pregunté. Perdón –juntó las manos como pidiendo disculpas-, es
que te tenía celos, eres tan linda, Marin. Me refiero, como eres la prima de
Bianca McCarthy y ella es su madrastra bueno… eres familiar de él también.
Podrías tener su número de móvil.
-Por empezar Bianca no
es su madrastra. Douglas tiene madre y está viva. Bianca es la mujer de su
padre.
-Da igual.
-Y en cuanto a tener su
número no lo creo necesario. Tengo poco trato con él.
-Te repito, como
visitas la mansión…
-Me voy, Camile. En el
hospital seguro sabrán algo.
-Sé buena, ¿me avisas?
Estuve a punto de
decirle, ¡qué te avise tu galán! Pero no era educado de mi parte.
-Okay.
-¡Gracias Marin!
………………………………………………………………………………………............................
Bien… Nuevamente me
encontraba caminando por los pasillos del hospital de Kirkenes, sólo que esta
vez no en calidad de empleada sino de visita. Había consultado si Sabina Quisling
había ingresado como paciente y me lo habían confirmado. Debía subir hasta el
segundo piso donde estaba “Maternidad”. Cogí el ascensor después de esperar
unos cuantos minutos que estuviera disponible. No podía dejar de pensar en lo
que había dicho Camile… “Tengo su número por supuesto, él me lo dio”. ¡Imbécil!
Apenas pise el pasillo
lo vi…
Douglas estaba
recostado a la pared cerca de las puertas que daban a sala de parto. Tenía la
vista clavada en el suelo pero en cuanto fui avanzando por el pasillo levantó
la vista y me miró. No sonrió como lo haría cualquier conocido al menos. No… Me
estudió de arriba abajo sin perder detalle de mis jeans claros y suéter rojo
borgoña. La verdad que no me sentía demasiado a gusto usando algo tan justo al
cuerpo. Hasta hace poco vestía como una monja de las “Carmelitas”. Por obra de
Scarlet había cambiado muchas cosas aunque no sabía si realmente ser seductora
me serviría con Douglas, es más… a veces pensaba que no valía la pena hacerlo
por él.
Mis pechos se movieron
en un suave vaivén al caminar arriba de los tacones de las botas. Juro que no
hacía nada porque mis caderas fueran el objeto de la vista, pero si alguien
hubiera contemplado la escena hubiera asegurado que a Douglas se le había
perdido algo minucioso alrededor de mi ombligo y lo estaba buscando.
Faltaban dos o tres
metros para llegar hasta él cuando se dignó a mirarme a los ojos.
¡Qué mirada penetrante!
Suerte que caminaba porque si estaba de pie mis piernas hubieran aflojado.
-Buenos días, ¿se sabe
algo de Sabina? –pregunté.
Me miró fijo y arqueó
la ceja.
Mantuve su mirada con
firmeza.
Se incorporó ya que
estaba apoyado en la pared y sonrió.
-Buenos días. No… Aún
no se sabe nada.
-¿Bernardo?
-Está con ella en sala
de parto.
Busqué con los ojos una
silla vacía para sentarme y esperar cómoda. Miento… Busqué una silla vacía para
sentarme y escapar de él.
Una fila de sillas
vacías esperaban por mí. No había nadie en sala de espera. Avancé rápidamente y
me senté. Acomodé el bolso sobre mi falda y uní mis manos sobre la parte de
adelante. Como si alguien pudiera llegar y arrebatármelo.
Mi corazón comenzó a
latir más rápido. Sentí las manos transpirar… La puta madre…
Escuché como se
acercaba lentamente y de soslayo lo vi sentarse a mi lado…
El perfume…Clive
Christian… El que le había regalado en su cumpleaños…
Miré el techo
estudiando las inexistentes telarañas de los rincones. ¿Qué diablos podía
hablar para romper ese silencio incómodo?
Él me estaba mirando…
Abierto de piernas había apoyado sus antebrazos en las rodillas en actitud
descansada y girado la cabeza hacia mí. Es decir, mientras yo con todos los
nervios del mundo trataba que la tierra me tragara, el príncipe de los Craig se
dedicaba a comerme con los ojos. Si hubiera sido Liz lo hubiera mirado fijo,
tomado de la barbilla, acercando mi boca, y hubiera plantado un señor beso. De
esos que jamás olvidaría ni él ni yo. Pero yo no era Liz, y por poco me largo a
llorar de los nervios.
Di algo Marin… Di algo,
lo que sea…
-Me preocupa que el
bebé quiera nacer antes de tiempo –largué la frase rápida y sin mirarlo.
-No te preocupes. Está
formado sólo le falta desarrollarse y crecer más. Tengo fe que todo saldrá
bien.
Continué observando la
puerta de vaivén de mitad del pasillo donde un cartel tenía escrito “quirófano”
por la cual salió una enfermera y aparentemente un médico.
-¿Se sabrá algo?
–pregunté sin mirarlo.
-No lo creo –murmuró.
Tanto el médico como la
enfermera no entraron a sala de parto sino que se dirigieron al ascensor.
Poco a poco me animé a
mirar su perfil. Ahora él estaba con la vista clavada en las baldosas… Debía
aprovechar…
Las ondas ensortijadas
de su cabello corto rozaban la oreja… Las pestañas eran largas y espesas… Su
boca cerrada incluso invitaba a besar. Esos labios sedosos y carnosos… Mierda…
Imaginé repartiendo besos por su cara hasta llegar a su boca… Después… el
lóbulo de la oreja… ¡Qué buen mordisco le hubiera dado! Sí… Hasta hacerlo
gemir…
Mi hermana siempre
decía que hay puntos sensibles en el hombre los cuales lo vuelven loco… La
oreja… La nuca…
De pronto giró la
cabeza y nuestros ojos se encontraron. Tragué saliva…
-Me gusta cómo me miras
–susurró.
Lo ideal hubiera sido
decirle con voz seductora, “¿y cómo te miro?” Pero no… No dije palabra…
Menos
cuando me di cuenta que su iris caramelo resbalaba hasta mi boca como pidiendo
un beso.
La imagen de la
recepcionista del hotel se cruzó fugaz en la mente.
Su lengua era la que lo
recorrería y lo haría gemir, lamiéndolo, besándolo, y seguramente más allá de
la oreja y los labios.
Me puse de pie de un
brinco sobresaltándolo.
-Tardan mucho, ¿no
crees? –dije mientras me acercaba a las puertas de la sala de parto.
No contestó. Yo estaba
de espaldas a él así que no podía imaginarme que hacía, sin embargo la rubia
del hotel me torturaba imaginándola con él.
Escuché que se ponía de
pie.
Dios…
El perfume otra vez me
invadió. Estaba muy cerca…
Sus pasos se
detuvieron…
Al percibir su mano en
la cintura mi cuerpo tembló. No tuve tiempo de huir. Me giró entre sus brazos y
nos quedamos frente a frente con nuestras bocas muy próximas. Intenté poner mi
bolso entre los dos como defensa pero era tan rápido cuando se lo proponía.
Me aprisionó contra él
y el bolso cayó al piso. Inclinó el rostro y lo siguiente que sentí fueron mis
pies despegarse del suelo por un beso demoledor. La lengua hurgó en mi boca y
sólo atiné a darle la bienvenida abriendo mi boca para él. Me aprisionó dejando
resbalar las manos por mi espalda…
Incliné el rostro hacia el lado contrario
mientras su lengua comenzaba a girar lentamente… Sentí el aire caliente salir
por su nariz y el primer gemido que salió de mi garganta hizo darme cuenta que
estaba en problemas… El calor en mi cuerpo que al principio era una suave calidez
que nacía en mis entrañas fue convirtiéndose en fuego que hacía arder y
acelerar el pulso.
Atrapó mi lengua y la
chupó… Temblé de pies a cabeza y el estómago se retorció con un hormigueo
placentero. Nunca Carl me había hecho sentir así cada vez que me había besado. Sólo
él… Dios mío… ¡Cuánto placer!
Percibí la humedad en
mi entrepierna. Estaba completamente excitada y sólo estaba besándome…
El momento más crítico
fue cuando me apoyó en la pared y sus caderas se pegaron a las mías. ¡Hijo de
tu madre! La tenía dura como piedra. Para colmo tuvo la inconsciencia de
presionar su miembro y friccionar con disimulo. ¿No le importaba estar en un
pasillo del hospital con el riesgo de que alguien nos viera? No, claro que no,
a él eso no le importaba. Hacía lo que se le cantaba donde fuera. Y yo… Yo
estaba complaciéndolo como si fuera un rey o mi amo.
Gimió mientras su mano
apretó una de mis nalgas. Sofocado interrumpió el beso y me miró jadeando.
-No entiendo porque no
lo hacemos si tanto nos gusta –susurró pegado a mis labios.
Puse mis manos contra
su pecho para intentar alejarlo. Lo miré a los ojos…
-Porque no quiero ser
una más de tu colección, calentarte la cama y que me deseches como basura.
Acarició mi mejilla al
tiempo que me revolvía entre sus brazos. Era tan fuerte que admití que si él no
aflojaba el amarre no podría salir entre sus brazos por mi voluntad.
-¿Por qué no sólo
disfrutas el momento, Marin? Pareces del siglo XIX.
Me enfadé.
Empujé contra él para
alejarlo. Intento vano, por supuesto.
-No te resistas. Los
dos deseamos revolcarnos en la cama. Muero por estar dentro de ti. No seas
tonta.
-Sueltame…
Creo que mi orden sonó
llena de furia porque de hecho aflojó sus brazos y se apartó.
Acomodé mi suéter y mi
cabello. Podía sentir la dureza de mis pezones contra mi camiseta de algodón
por el deseo frustrado de ese “Don Juan”.
Me miró y lo miré…
-Nunca más vuelvas a besarme
si no es para tomarme en serio, ¿escuchaste?
Frunció el entrecejo.
-¿Estás loca? ¿Y qué
quieres un anillo de compromiso por tener sexo?
Me dolió… Mucho…
Mis ojos se llenaron de
lágrimas. Él se dio cuenta y creo que se arrepintió al instante. Dio dos pasos
hacia mí y yo retrocedí. Levanté el bolso del suelo y lo colgué en mi hombro.
-Escucha Marin. No soy
un mal tipo. Pero no puedo mentirte. Mi padre siempre dice que no debo crear
falsas expectativas en una mujer. Eso estoy haciendo. No puedo prometerte otra
cosa que no sea una noche de sexo.
-¡Entonces déjame en
paz! –grité.
-¡Por favor, pueden
callarse!
Una enfermera se asomó
por la puerta de daba al quirófano.
-Lo siento –dijimos al
unísono.
-¿Qué hacen aquí?
–preguntó la enfermera acercándose.
-Estamos esperando a
una paciente que va a dar a luz –balbucee presa de rabia y dolor.
-¿Son familiares?
-Mi madre –contestó
Douglas.
-Si quieren continuar
en esta sala de espera háganlo con discreción. Allí -dijo señalando las puertas
a mi izquierda-, es una sala de parto. Y allí, por si no lo saben –dijo
señalando las puertas de vaivén por donde había salido-, es un quirófano. En
poco traerán un paciente para intervenir. Así que ya lo saben, hagan silencio o
les pediré que se vayan.
-Lo siento, no volverá
a repetirse –se disculpó.
-Perdón –agregué.
De pronto el ascensor
se abrió y salió Carl apresurado.
-Marin, cariño.
Douglas me miró.
-Ahí llegó tu futuro
maridito.
Ignoré la frase
maliciosa y salí al encuentro de Carl.
Él me abrazó con
ternura y después me apartó para mirarme.
-¡Madre mía qué cara de
cansada!
-Sonreí y bajé la
vista.
-Sí… Pero quería estar
aquí cerca de Sabina.
-Me parece bien.
Su nariz se arrugó
levemente al darme un beso en los labios…
El perfume de Douglas
lo sentiría en cada centímetro de mi rostro…
Levantó la vista y lo
miró.
-Douglas…
-Hola.
Se acercó a él y extendió
la mano. Douglas la estrechó desganado.
-Así que pronto tendrás
a tu hermanito. Será un varón, ¿verdad?
-Sí, eso parece ser en
la ecografía.
El llanto de un bebé se
escuchó.
Sonreí y miré a Carl.
-Oyeee, ese debe ser
Yako –dije entusiasmada.
-¡Claro cariño! Ven
sentémonos a esperar que salga alguien y nos dé la noticia.
Douglas se apartó.
Recostó el cuerpo de perfil a la pared dando la espalda.
Supe que no estaba
cerca de nosotros pero escuchaba perfectamente la conversación de Carl.
-Marin, cariño… ¿Sabes
qué haré?
-No.
Me tomó la mano.
-Tienes un olor muy
fuerte a perfume.
Tragué saliva.
Douglas giró para verlo
a la cara.
-Es el mío.
Sentí a Carl
tensionarse. Y yo quise morir…
Douglas caminó hasta él
y sonrió.
-Es un perfume costoso,
debo haber invadido todo el pasillo. Lo siento.
Carl se mantuvo en
silencio mirándolo fijo y Douglas le mantuvo la mirada.
-Iré por un café con
leche y un sándwich para ti. No tienes buena cara –dijo sonriéndome-. Apuesto
que has dormido apenas y no has comido bien.
-No te preocupes. Estoy
bien.
Hubo silencio por unos
quince minutos… Silencio que odié.
Las puertas de vaivén
se abrieron de par en par y Bernardo apareció con una sonrisa de oreja a oreja.
¡Por fin!
-¡Yako nació!
-¡Bien! –aplaudimos.
Fue quitándose la bata
verde manzana con restos de sangre y otras manchas.
-¡Estoy feliz!
-¡Nosotros también!
–exclamé.
Lo abracé y Douglas se
acercó sonriendo.
Ambos se abrazaron
riendo.
De pronto Bernardo
tartamudeó.
-Ay…
-¿Qué ocurre? –preguntó
Douglas.
-Me siento mal… Creo…
Dio vuelta los ojos y
cayó desplomándose a nuestros pies.
Douglas se hincó en el
suelo junto a Carl tratando de reanimarlo y yo salí corriendo buscando a la
enfermera.
………………………………………………………………………………………………................
En la habitación 205,
Sabina estaba radiante. En su cunita el bebé dormía plácidamente después de
haberse alimentado con la leche sustanciosa de la madre. Douglas permanecía
apoyado sobre el fino caño metálico que rodeaba la cuna. Estaba adornada con un
moño celeste y vestida con sábanas blancas. El nieto de Adrien Craig contemplaba
a su pequeño hermano mientras una sonrisa estaba instalada en sus labios.
Douglas era hermoso
cuando sonreía desde el corazón. Era una lástima que en contadas ocasiones me
había dirigido esa clase de sonrisas. Yo estaba sentada a los pies de la cama
de Sabina que trataba de responder y saciar mi curiosidad sobre el parto.
Varias veces tuve que pedir que repitiera parte de su relato ya que las risas del
grupo de hombres cerca de la ventana llevaban toda la atención. Es que ni Carl,
ni Look, ni otros dos lobos que no conocía cesaban de gastarle la broma a
Bernardo tratándolo de flojito. Recordé el susto que nos había dado al
desmayarse al salir de la sala de parto. Pobre Berny. Él aseguraba que no había
sido impresionable por la sangre ni el parto en sí sino toda la tensión que
sufrió antes de ver a su bebé en buen estado. Al aflojar los nervios le había
bajado la presión. Por supuesto que por lo que escuchaba tardarían en creerle y
gozaban haciéndolo rabiar.
Gloria abría los
paquetes de regalos que había recibido su hermanito, tal como ositos de
peluches de varios tamaños, ropita de color celeste y alguna en amarillo, y dos
pares de zapatitos de badana en color blanco. La niña pelirroja se entretenía
en ordenar los regalitos sobre la repisa y doblaba los papeles de envoltorio de
forma prolija y dedicada. Seguramente su cabecita estaba distraída pero dentro
de su corazón sentiría los celos normales de cualquier niño. Sabina que no
perdía detalle de sus movimientos, la llamó.
-Gloria, cariño… Ven.
La niña la miró
sonriente y señaló un osito de peluche.
-Mira mamá Sabina. Es
parecido al que tengo.
-Es verdad. Ven… Aquí
-palmeó la cama-, conmigo.
La niña se acercó con
el oso entre los brazos.
Rápidamente la ayudé a
sentarse en la cama junto a Sabina. Ella pasó su brazo por la espalda de la
niña y la acurrucó.
-¿Sabes, Gloria? Voy a
necesitar tu ayuda.
-¿Sí?
-Claro… ¿Te gustaría
ayudarme con tu hermanito?
-Soy pequeña, no sé si
podría.
Sonreí.
-Te enseñaré a darle el
biberón cuando comience a tomar leche de vaca. Y también a cambiar los pañales.
-Me gustará darle el
biberón pero cambiar los pañales…
Reímos.
-Mira, tu hermanito es
muy pequeño y necesita que alguien lo proteja. Creo que tú serás ideal.
-¿Tú crees?
-Estoy segura.
-¡Mamá Sabina! No
sabemos canciones de cuna para dormirlo. Habrá que aprender.
-Oh siii tienes razón.
Uf, será latoso el trabajo que dará Yako, que suerte que ya no eres bebé y
podemos conversar de muchas cosas. Él no puede entender lo que hablo por ahora.
-Sí…
-¿Te gusta el oso?
-Sí… Pero es de Yako.
-Bueno pero Yako no
podrá jugar con él por un tiempo. Es genial que puedas usarlo tú mientras, así
el oso no se sentirá abandonado.
La niña rio.
-Mamá Sabina, los
muñecos no pueden sentirse abandonados porque no son como nosotros.
-Mmm… ¿estás segura?
Ambas se miraron.
Gloria arqueó la ceja y
puso un dedo sobre los labios.
-No sé…
-¿Has visto? Nadie sabe
si es así. Muchos dicen que a la noche los juguetes cobran vida y juegan entre
ellos.
-¡Cierto! Como “Play
story”.
-¿Lo ves?
-¿Y qué nombre le
pondremos al oso? Yako no sabe hablar.
-Pues entonces debes
elegir uno tú. Piensa que nombre quieres ponerle.
-Mmm… ¿Puedo ponerle el
nombre de papá?
Sabina rio.
-¿Bernardo?
-No… Tomy, como mi papá
que se fue al cielo.
-Ah, tienes razón…
Claro… Tomy me encanta.
En ese instante la
puerta se abrió y Bianca seguida de Sebastien entraron a la habitación.
-Holaaaa, ¡felicidades!
–exclamó Bianca con un paquete en las manos.
-Gracias -rio Sabina.
Bernardo se apartó del
grupo y abrazó a su amiga. Bianca emocionada correspondió al abrazo y corrió a
darle un beso a Sabina.
Sebastien se acercó a
saludar a Bernardo para después hacerlo con Sabina. Le entregó un ramo de rosas
blancas muy bonitas.
-¡Gracias!
A los segundos tanto
Bianca como Sebastien se acercaron a la cuna del bebé.
-Oyeeee, ¡que gordito
es! –exclamó Bianca.
Después ambos saludaron
a Douglas que había permanecido inmóvil junto a la cuna.
Me puse de pie y cogí
mi bolso sobre los pies de la cama.
-Lamento no verlo
despierto pero debo ir a dormir unas horas.
-Por supuesto querida,
gracias por estar aquí. Dile a Camile que no se preocupe, si hay un problema
que llame a Bernardo por el móvil.
-Sí, lo haré.
El nombre de Camile
provocó que recordara lo que había pasado en el pasillo. ¡Qué fácil conquistaba
Douglas a las mujeres! Debería tener una colección.
El quejido del bebé se
escuchó apenas.
-Oooh, ¿se ha
despertado ese dormilón? –dijo Carl acercándose a la cuna.
Me miró sonriendo y me
guiñó un ojo.
-Marin, ven. Antes de
irte mira qué bonito es.
Me acerqué sonriendo.
Aunque sabía que contemplar al bebé significaba estar más próxima a Douglas.
Aun así no podía negarme. Colgué el bolso en mi hombro cuestión que cualquier
frase o incomodidad pudiera correr hacia la puerta y salir del hospital en
menos que cantara un gallo.
El perfume de Douglas
me rodeó otra vez… Él no me miró contempló al bebé mientras le acariciaba una
mejilla regordeta.
-Es hermoso –murmuré.
-Sí, pero el nuestro
será más lindo, verás.
Creo que una bomba
atómica hubiera hecho menos conmoción que la frase de Carl frente a Douglas.
Noté sus puños cerrarse
con fuerza en el caño de la cuna y soltó el aire con fuerza por la boca.
Sebastien se acercó a la
cuna al escuchar los sonidos guturales de protesta de Yako que comenzaba a
convertirse en llanto.
Por suerte cambió el
ambiente tenso con su relato.
-Douglas, tú eras más
protestón así que no te alarmes.
-¿De verdad? -sonrió
Douglas mirándolo a los ojos.
-¡Pregúntale a Charles!
Me has dejado sin dormir noches enteras.
Douglas rio.
¡Qué bello era cuando
sonreía! Mejor dicho, más bello.
Bernardo conversaba con
Bianca cerca de la ventana contándole los pormenores de las horas antes de
llegar al hospital. Mi prima reía y de vez en cuando miraba a Sabina para
corroborar que Berny no exageraba en nada.
De pronto el bebé se
quejó y en pocos segundos lo que fue una protesta discreta se convirtió en el
caos del llanto.
Sabina se incorporó y
extendió los brazos.
-Por favor Sebastien,
si te animas tráelo. Seguro ya tiene hambre.
-¿Yo? –preguntó el
líder de los vampiros sonriendo.
-Síii, andas no seas
cobarde.
-Es que me he olvidado
como se hace.
De inmediato sus manos
anchas y fuertes lo cogieron con delicadeza y girándolo con cuidado lo acomodó
en brazos. Caminó hacia la cama contemplando la carita del bebé.
-Es hermoso Sabina.
-Gracias Sebastien.
Se notaba que el marido
de mi prima parecía disfrutar del momento de acunar al bebé, hasta que pude
observar que su rostro quedaba pálido y la sonrisa iba desapareciendo dejando
un rictus de angustia.
Lo sostuvo unos
instantes junto a la cama de Sabina.
Al principio no entendí
que estaba ocurriendo pero después recordé lo que en una oportunidad me había
contado Bianca sobre el nacimiento de Douglas. Sebastien le había arrebatado al
niño y ella creyéndolo muerto no había sabido más de él. Incluso no había
podido llorarlo en una tumba ya que siendo hijo de un vampiro los lobos no
aceptaron su cuerpo en tierras de la reserva. Todo por culpa de un hermano, un
tal… no recordaba el nombre.
-Sebastien… -la voz de
Sabina sonó dulce y pausada-. Fue hace mucho tiempo…
Él tragó saliva y la
miró a los ojos…
Ella cogió al bebé que
lloraba y le sonrió.
-Es pasado, Sebastien…
-murmuró-. Vamos, sonríe, está todo bien.
Él asintió con la
cabeza, entristecido. Colocó las manos en los bolsillos de sus jeans y
contempló al niño en brazos de su madre.
Agudicé el oído
tratando de escuchar la conversación entre los dos, a pesar que Carl y Douglas
intercambiaban unas palabras y hablaban sobre el origen del nombre del bebé.
Sabina acomodó a Yako
para darle de mamar y Sebastien dijo algo como, “no sé si alguna día podrás
perdonarme”.
Ella lo miró mientras
el bebé se prendía al pezón con fuerza.
-Ya lo hice hace
tiempo.
Ambos sonrieron.
Bernardo y Bianca se
acercaron hablando sobre el peso del bebé y lo comilón que era.
Gloria abría el regalo
de Bianca entusiasmada. Era una caja con perfume talco y sonajeros.
Suspiré y me disculpé.
-Lo siento, Sabina. No tuve
tiempo de comprar un obsequio.
-Marin, por favor. No
tienes que hacerlo. Demasiado que me ayudas tanto en el hotel.
-Me voy, mamá.
La voz de Douglas me
estremeció sobre todo porque el aliento tibio rozó mi oreja.
Este chico me ponía la
piel de gallina con su cercanía y su aroma. Otra vez ese perfume que si no
hubiera sido caro lo hubiera comprado para bañar mis sábanas y almohada.
-¿Te vas? –preguntó su
madre-. Oh cariño, quédate un poco más.
Él se acercó a la cama
y le dio un beso en la frente. Acarició la mejilla del bebé y repitió.
-Debo irme, mamá. Hay
una tesis que debo terminar para el doctorado.
-Si es por eso entonces
vete y estudia mucho –sonrió.
-Adiós Bernardo,
felicidades.
-Gracias Douglas.
-Papá, Bianca, los veo
en casa.
Se retiró sin decir una
palabra más. Obviando el resto de amigos de Bernardo, por supuesto a Carl ni lo
miró. Y a mí… A mí me ignoró rompiéndome una vez más el corazón.
Scarlet.
Me quité los zapatos de
tacones que me había puesto mientras jugaba a disfrazarme con Anne. Ambas
habíamos abierto un pequeño baúl que al parecer sería de su madre. Por un rato
nos divertimos con una caja de maquillaje vieja y vestidos coloridos de no sé
qué año.
-Lástima que no
tengamos esos juegos de té que usan las niñas –protesté.
Anne corrió a la
concina y la seguí descalza aún con el vestido estampado de margaritas.
Me señaló la caja de té
y sacó dos tazas de la alacena. Apenas la vi dispuesta a calentar agua la
detuve.
-No, no. Creo que no
has comido nada en todo el día. El tiempo se ha pasado volando. Deberías comer.
“¿Y tú?” Me hizo seña
sonriendo.
-No, yo estoy a dieta.
Pero tú debes alimentarte.
Quedó inmóvil mirándome
sorprendida.
-¿Sabes qué haré?
Negó con la cabeza.
-Iré por una pizza.
Además así Grigorii cuando regrese tendrá algo para comer.
-¿Te portarás bien
hasta que regrese?
Rio.
Se sabía que Anne
estaba acostumbrada a quedarse sola pero el hecho que la tratara como niña la
hacía sentir feliz.
Me quité el vestido y
volví a la habitación de Anne para cambiarme y ponerme mis jeans y suéter.
Calcé mis botas mientras estiraba el cuello para ver que hacía Anne.
Se había sentado en el
suelo y dibujaba en las hojas blancas que tenía sobre la mesa ratona del
living. Había encendido la tv en Disney Chanel y la voz del pato Lucas tan
reconocida llegó hasta mi oído.
Sonreí.
Rose me había contado
que antes los dibujos animados se hacían a mano, uno por uno. Y que para hacer
cada movimiento debían dibujar miles. Ahora todo era computarizado. Mi
personaje preferido era el gato Silvestre. Era muy gracioso cuando trataba de
atrapar al pajarito amarillo… ¿Cómo era? Ah sí, era un canario según Rose.
Ya lista me despedí de
Anne que seguía ensimismada dibujando. Tenía una amplia gama de colores sobre
la mesa y la mayoría de lápices casi sin punta.
-Cuando regrese te
ayudaré a sacar punta.
Me miró y sonrió.
-Iré por la pizza.
Asintió con la cabeza y
fijó la vista nuevamente en su dibujo.
………………………………………………………………………………………………................
Bajé la escalera y salí
a la calle. Una noche muy fresca anunciaba que el invierno quizás se
adelantara. El cielo lucía estrellado y una luna creciente parecía una tajada
de sandía de color blanco bordada en paño azul. Las veredas alfombradas de
hojas secas y amarillentas eran un claro indicio que parte del follaje de
Kirkenes comenzaba a morir. Serían alrededor de las diez de la noche y pocos
negocios mantenían sus puertas abiertas al público. Quizás algún que otro pub y
por supuesto la pizzería donde me dirigía.
En la plaza un grupo de
tres jóvenes conversaban con latas de cervezas en las manos. Uno de ellos
reparó en mí y dio un silbido agudo como halagando mi figura. Por supuesto no
presté atención a la serie de frases subidas de tono que vociferaron. ¡Si supieran!
En minutos no quedaría nada de ellos si me lo proponía, pero imposible,
Sebastien me colgaría de un ciprés si llamaba la atención.
Tomé la calle principal
y uní las solapas de mi cazadora de cuero. Sentí frío a pesar que no debería
tenerlo. Una extraña sensación fue creciendo a medida que caminaba hacia las
pocas luces del negocio… Una sensación como si alguien estuviera vigilándome.
Caminé apresurada, no
por tener miedo. Ningún humano sería más fuerte que yo. Sin embargo el temor
hacía que mi estómago se contrajera… Sí, alguien estaba vigilándome…
Agudicé el oído a pocos
metros de llegar a la pizzería… Eran pasos… Tras de mí… Muy cerca…
Me detuve de inmediato
y giré a mis espaldas…
La calle vacía,
desolada…
Observé dando un
vistazo panorámico la esquina donde varios árboles se mecían suavemente por la
brisa.
Nadie…
Retomé el camino y al
fin entré en el negocio. Al abrir la puerta un perfume a pan horneado impregnó
mis pulmones. El aroma a masa y levadura no me era desagradable aunque no me
abriera el apetito.
Uno de los chicos que
siempre atendían el negocio, saludó.
-Buenas noches.
-Hola, buenas noches.
Llevaré una pizza, si es posible doble muzzarella.
-¡Enseguida!
Apoyé los antebrazos en
el mostrador y aguardé mientras él se perdía tras una cortina amarillenta.
Giré la cabeza hacia mi
espalda para contemplar la calle a través de la puerta de cristal.
Nadie…
Volví la vista al
mostrador y observé con detalle la madera que lo revestía. Había dibujos
improvisados, seguramente los clientes se entretenían con sus uñas mientras
esperaban el pedido. Había corazones mal dibujados, nombres, y también palabras
groseras.
Esperé unos diez
minutos hasta que me sobresalté por el sonido de la puerta al abrirse.
Era una pareja…
-Aquí está la pizza.
El chico me sonrió al
tiempo que armaba la caja de cartón y ponía la pizza dentro de ella.
Saqué dinero de mi
bolsillo y lo conté…
Grigorii siempre
compraba aquí y yo lo acompañaba así que fue muy fácil pagar.
Cogí la caja sintiendo
el calor que comenzaba a traspasar el cartón. Debía apresurarme. Anne no podía
comerla fría. A ella le gustaba cuando el queso se derretía mientras mordía.
Sonreí y salí a la
calle.
Antes de doblar la
esquina nuevamente la sensación me cubrió el cuerpo…
Mi oído sólo escuchaba
mis tacones en la vereda, sin embargo… si agudizaba mi sentido… no… alguien
venía tras de mí.
Yo no era una jovencita
sin defensa alguna así que tomé valor y giré de pronto para sorprender a quien
vendría siguiéndome.
Fue entonces cuando lo
vi…
Un hombre alto y
fornido se detuvo a diez metros de mí. Estaba envuelto en un abrigo largo y
grueso con una capucha que cubría su cabeza. Los rasgos de su rostro iluminados
por las farolas de la calle era marcados y fuertes, pero bellos para un hombre
de su edad.
Pero eso no fue lo que llamó
mi atención, hacía frío, cualquiera hubiera vestido así. Sin embargo no
cualquiera luciría cabello largo y canoso cuyas hebras finas se escapaban de la
capucha y danzaban con la briza, no cualquiera tenía los ojos de color extraño…
Era un vampiro.
Me quedé inmóvil sin
poder articular palabra. ¿De dónde venía? Nunca lo había visto en Kirkenes ni
siquiera en las cumbres…
Él sonrió y fue
acercándose, cauteloso, como si me tuviera temor.
Sólo quedaban tres o
cuatro metros cuando se detuvo. Su voz grave y profunda me atravesó el corazón.
-¡Qué bella eres
Scarlet!
Parpadee pero traté de
reponerme.
-¿De dónde eres?
–pregunté.
Él se acercó más…
Entonces contemplé sus ojos violetas… tan iguales a los míos…
-Scarlet, hija mía… Por
fin tú y yo, juntos.
Di varios pasos atrás
mientras la caja de pizza caía al suelo. ¿Echaba a correr? No, de que serviría.
Mis cuerdas vocales
perdieron la virtud de hablar y me quedé inmóvil, temblando.
-No me temas, hija –sus
ojos se llenaron de lágrimas-. No sabes el tiempo que he esperado este momento.
-¡Me abandonaste!
Mi grito salió del
fondo del pecho casi sin pensarlo. Con esa furia e impotencia que acumulas con
los años.
Él cubrió su rostro con
ambas manos y sollozó.
-Oh, rayos. ¡Cómo te
han mentido! Eso no es verdad, Scarlet.
Cayó arrodillado a mis
pies y tuve que retroceder dos pasos para que no me rozara.
-Sí –murmuré-, me
abandonaste porque no era el hijo macho que esperabas.
Contemplé como lloraba lamentándose
según él de tantas mentiras.
Levantó la vista bañada
en lágrimas y suplicó.
-Scarlet… Escúchame,
dame una oportunidad. No te abandoné. Adrien me echó y se quedó contigo y con
tu madre. ¡Oh Lucila! Cómo sufrí por separarme de ella. Dime… Dime cómo está.
-Murió –susurré.
Él pareció enloquecer.
Se puso de pie y apretó los puños.
-Debí regresar antes,
maldita sea. ¡Cómo pude ser tan cobarde! ¡Perdón, perdón hija mía!
-No quiero verte,
Agravar. Lárgate de aquí.
Volvió a llorar
desconsolado.
-¿Agravar me dices?
Claro… Si para ti no soy tu padre… -cerró los ojos con fuerza-. Por favor
Scarlet! Te lo suplico, sólo escucha mi versión. Es la única verdad, el resto
fue un engaño para despojarme de todo.
-No me hables de Adrien
–contesté con furia.
-Está bien… Está bien.
Vete si no quieres escucharme, pero te quedarás sin saber la verdad de lo que
ocurrió esa noche que me echaron de las cumbres para quedarse con todo lo que
era mío.
-Basta… -murmuré sin
fuerzas-. Basta, ya es tarde.
Se adelantó sin que
pudiera reaccionar y encerró mi mano entre las suyas, tan heladas.
-No cariño, por favor.
Sólo escúchame y después si no quieres volver a verme lo respetaré.
Retiré mi mano de un
movimiento brusco.
-No me toques.
La briza fría envolvió
mi cuerpo y cerré los ojos.
-Por favor Scarlet… No
me rechaces… Yo… Sí tú no quieres escucharme me suicidaré, moriré de hambre. Lo
único que me ha mantenido vivo fue el deseo de poder verte y hablar sobre el
pasado.
Abrí mis ojos y lo vi.
Parecía abatido…
No supe si era mi gran
necesidad de buscar una respuesta a tanto abandono. No supe si esa fue la razón
por la que decidí darle la oportunidad de escucharlo, aunque fuera la última
vez.
Me dio mucha pena Marin Douglas aveces es un idiota. Lo dejaste muy interesante que contará Adrian a Scarlett y cómo afectará al resto? Te mando un beso y te me cuidas.
ResponderEliminar¡Hola mi cielo! No es Adrien quien apareció frente a Scarlet, sino Agravar, su padre biológico. Ojalá fuera Adrien porque Agravar odia alos Craig y los desea ver destruidos. Para saber de Agraver debes recordar el segundo libro donde aparece por primera vez ocasionando las tormentas. Un beso grande corazón y disfruta esta semana santa.
ResponderEliminarYo creo que Marin debe darse su lugar y que no sea juguete de nadie, si Douglas quiere algo con ella que sea serio no un de un momento y te vi, que ella se ponga firme en eso, Agravar que le dira a Scarlet me dejo con una gran duda!!!, gracias por un capitulo tan bueno!
ResponderEliminar¡Hola Lau! Quizás a Marin lo que tu dices le sea difícil, es la antítesis de Liz. Lo que es peor, esta enamorada. No la justifico sino que trato de comprenderla ante la desesperación de tener a Douglas a su lado. Por otra parte Douglas, bueno... viene de una historia fuerte. Clelia por más que nos pese ha jugado con él y lo ha hecho sufrir. Creo que aún no está dispuesto a jugársela, tal vez lo haga pero no es el momento. Creo que reacciona con la impotencia propia de alguien que quiere tener a esa persona pero a la vez no quiere salir herido. Debe volver a creer en el amor. Supongo que será cuestión de tiempo. Veremos si Marin no lo cambia por otro. En cuanto a Agravar, ya de saber que es malvado y tiene el mismo poder de Adrien yo estaría con temor. Todo quedará en manos de Scarlet. Habrá que confiar en ella. Gracias cariño por tu comentario, besotes enormes.
EliminarEs cierto Lou al estar enamorada uno no piensa, ojala que ella sea fuerte en ese aspecto veremos que pasa, eso si los 2 no la han pasado nada bien en el amor....
EliminarCierto Laura. Ojalá Douglas venza el miedo a enamorarse. Un beso grande tesoro.
Eliminarhola Lou,,me agrado tu nuevo capítulo, lleno de sorpresas como todos los demás, gracias por tu inspiración,,,saludos
ResponderEliminar¡Hola Lobo! Muchas gracias por pasarte. devolveré tu visita a tu magnífico blog. Gracias y saludos desde Argentina.
EliminarHola amiga, ¿cómo estás? Me ha dado gusto ver el aviso del nuevo capi y me alegra que tengamos algo de Marin y Douglas, que como pareja me gustan mucho, aunque mi querido a veces me provoque tirarle de las orejas... Y quedo muy intrigada con este arco de Scarlet y Agravar, me parece que puede traer muchos problemas para todos estos queridos personajes; gracias por compartir tu historia.
ResponderEliminarUn besazo.
¡Hola Claudia! Sí tienes razón en todo. En cuanto a Agravar que te preocupa y a ese tirón de orejas que le daría a Douglas. Tendrá que ceder si quiere a Marin, la cuestión que creo que ni él lo sabe. Habrá que esperar querida amiga. Vienen momentos muy difíciles para los Craig donde la unión quizás sea la única salida y en Scarlet estará la clave. Un besazo y miles de gracias nena.
EliminarUy se vienen problemas
ResponderEliminar¡Holaa! Esperemos que Scarlet sepa hacer lo correcto. Un besote mi niña.
EliminarUn capítulo que tiene mucho de todo y bueno... Enhorabuena, Lou
ResponderEliminarMe ha encantado lo buena persona que es Marin jugando con la anciana Tania a las damas... por cierto, se me da muy bien este juego ;-)
Que Camile tenga el número de móvil de Douglas ha provocado muchos celos en Marin... pero tengo muy claro que a Douglas tampoco le gusta Carl ;-)
Bueno, pues Bernardo y Sabina tienen un nuevo hijo... y creo que Sabina ha hecho muy bien intentando que la pequeña Gloria no se sienta desplazada
Me encanta lo bien que se llevan Scarlet y Anne... creo que Scarlet la está ayudando mucho
No me gusta Agravar... creo que solo va a traer problemas... ya veremos si Scarlet se da cuenta y no se deja engañar... difícil su situación
Ha sido un placer leer este capítulo... ahora me voy a comer ;-)
Besos
¿Hola Mela! Muchas gracias. Marin es una dulce e igual que Liz son muy solidarias, aunque sus caracteres difieran. Carl y Camile serán rivales de este par de personajes tan queridos y le darán la sal a la novela.
EliminarAnne y Scarlet se adoran. Habrá que ver en el próximo capi si Scarlet decide contarle la verdad a su amiga.
Agravar... haces muy bien en que no te guste. Hasta yo le temo. Es malvado, odia los Craig, una combinación perfecta para el desastre.
Aguardemos a ver que ocurre y logra salirse con la suya. Sólo te adelantaré que no está solo en su venganza.
Un besote grande y gracias como siempre.