Capítulo 32
La visita.
Grigorii.
Bajé de la moto frente
a los portones de la mansión Craig. Por encima de los altos muros podía verse
el estilo arquitectónico de una construcción hecha hace una centena de años.
Según Scarlet su hermano la había comprado hace una par de décadas o un poco
más. Sebastien Craig debía tener un padre muy rico porque nadie amasa una
fortuna siendo tan joven. Yo le daba menos de cuarenta años al rubio teñido
ese… Sí, a mí no me engañaba ese engreído, estirado, y antipático, seguro ocultaría
sus canas tempranas con tintura de la más cara, pero podía notarse el color
artificial.
Me paré frente al
portero eléctrico pero antes de presionar el botón los portones se abrieron.
¿Qué tenían un mangrullo que servía como carajo de un barco que podían verme de
todas partes?
Al abrirse las dos
hojas los dos infaltables guardaespaldas vestidos de traje negro y camisa
blanca me observaron inmóviles a cada extremo de las puertas. Descansaban con
las piernas separadas, las manos unidas a la espalda, y gesto austero.
Sonreí.
Es que daba gracia que
me recibieran como si fuera enemigo público. Entendía que con la doctora no nos
habíamos llevado bien desde el principio y que amenazaba con llevarme raptada a
la princesa de los Craig pero de ahí a recibirme con ese evidente malestar para
mí era exagerado.
-Buenas tardes –saludé-,
tomando los papeles de la investigación bajo el brazo.
Ambos respondieron con
una inclinación de cabeza. Suponía que en el idioma de los millonarios querría
decir, “ah sí buenas tardes rata pobretona, ¡qué más remedio que decirte buenas
tardes!”
-Necesito ver a la
doctora McCarthy, por favor –dije avanzando hacia ellos.
-¿Ella lo espera?
–preguntó el más amistoso de los dos.
Bueno, amistoso no era
ninguno pero uno de ellos tenía el rostro tan pétreo que parecía de cemento.
-No… En realidad sí.
El más serio inclinó la
cabeza y arqueó la ceja.
El otro sonrió de lado.
-¿Y eso como se explica,
oficial Pretov?
¡Alelulla! Sabía mi
apellido. Quizás de escribirlo en una pared y tirar dardos al blanco.
-Eeh, lo que ocurre que
la doctora me pidió una información y le dije que le alcanzaría los datos el
martes.
El que había mencionado
mi apellido miró al otro y volvió a sonreír.
-¿Anthony, hoy es
martes?
-Pues no –dijo el otro
idiota-. Que yo sepa es viernes.
Me defendí dando
explicaciones las cuales consideré necesarias aunque ridículas. Intuía que si
saltaba sobre el cuello de alguno de los dos y comenzaba a repartir puñetazos a
diestra y siniestra no me dejarían ver a la custodiada doctora y señora Craig.
-La investigación que
me pidió la doctora tardó más de lo previsto. Pero cumplí. Aquí está. Además
–dije tomando valor y que se fuera todo a la mierda. Ya me tenían cansado-, la
doctora me lo pidió como favor. Estos datos corresponden a la policía no a una
forense.
-¡Qué atento! –se burló
el “pocas palabras”.
Un hombre mayor
apareció a espaldas de ellos.
-Buenas tardes oficial.
¿Algún problema? –sonrió amablemente.
Le hubiera contestado,
“siii tiene dos problemas, dos hombres de Cromañón que se han escapado de la
prehistoria y no conocen la cortesía”. Sin embargo callé mi pensamiento y
contesté.
-Me gustaría hablar con
la doctora McCarthy, ella necesita unos datos que pude averiguar el fin de
semana.
-¡OH! Es muy amable de
su parte molestarse hasta aquí. Por favor, ¿por qué no pasa a la sala? Me
ocuparé de avisarle.
-Muchas gracias.
Mientras yo avanzaba dejando
mi moto estacionada él giró para mirar a la cara a los guardaespaldas.
-Muchachos, lo hubieran
hecho pasar. ¿El oficial no dijo que necesitaba ver a Bianca?
Ambos se miraron
haciéndose los sorprendidos.
-Sinceramente no
entendí que era urgente, Charles –dijo el más hablador.
-No, me pareció
intrascendente la visita –contestó el “cara de piedra”.
El hombre mayor arqueó
una ceja y sonrió. Con una mano extendida delicadamente me indicó el camino.
-Pase, por favor.
-¿Puedo dejar la moto
fuera? –pregunté.
El llamado Anthony
sonrió.
-Por supuesto oficial,
seguro que su moto no la robará nadie.
El otro cretino rio
provocando que el hombre mayor echara una mirada de reproche a ambos que
callaron inmediatamente.
El jardín era muy
grande, decorado con jardineras y césped al mejor estilo de mansiones de
Hollywood. Un bosque de cipreses y pinos
espigados rodeaban la gran casona y se diseminaban formando un pequeño bosque a
la izquierda. Grandes ventanales tenían las cortinas cerradas y a cada lado de
la puerta principal dos macetas enormes decoraban el porche.
Ya en la sala los
simpáticos guardianes desaparecieron y el que se llamaba Charles me invitó a
tomar asiento mientras subía esa escalera lustrada color guinda. Los balaustres
destellaban por el brillo y la madera noble. Nada de revestimientos así nomás.
Arriba de la gran chimenea de piedra laja, un cuadro de dimensiones
considerable mostraba la imagen de una bellísima mujer. Cabellos negros, ojos
azules. ¿La dueña de todo esto?
Acomodé mi chaqueta de
cuero y alisé con disimulo mis jeans y camiseta blanca como si ese hecho me
hiciera sentirme acorde con tanto lujo de alrededor. No… Debía haber traído
smoking.
Eché un vistazo a uno
de los extremos de la sala. No pululaba un ápice de polvo. La alfombra tupida y
de colores vivos. La araña de luces en el centro del techo colgaba con miles de
lágrimas transparentes. Los pesados cortinados lucían limpios y hasta podría
jurar que despedían un perfume a lavanda del suavizante de ropa. ¡Mierda! ¿Cuántas
manos trabajarían en esta casona para mantenerla brillante?
Un piano llamó mi
atención. ¡Qué belleza! Esa madera negra sería ébano. Me levanté del sofá y me
acerqué a la pieza lujosa. Lentamente lo rodee maravillado de su forma y
lustre. Mis dedos se deslizaron despacio por la superficie encerada.
Un chasquido de abrir y
cerrar de puerta me detuvo, al mismo tiempo que una voz a mi espalda traspasó
mi cuerpo como navaja.
-Es un Arabesque, de Steinway… edición
limitada.
-Señor Craig. Buenas
tardes –saludé al dueño de casa.
-Buenas tardes,
oficial.
Me miró desde la puerta
por donde había salido con su impecable traje gris y ni siquiera se movió para
extender la mano. Recordaba que la última vez que lo había visto no había sido
trayendo buenas noticias. Ese detalle más el interés por su hermana, seguro me
odiaría.
-Por lo que apenas
escuché, ¿busca a mi mujer?
Demonios, ¡qué oído!
-Sí… Yo traje unos
datos de un profesional que trabaja con ella que está sospechado.
¿Qué mierda estaba
hablando? ¿Cuándo en mi vida había dado tantos datos a alguien que no le
incumbía? Este tipo me ponía un poco nerviosos cada vez que me miraba fijo.
Parecía que quisiera hacerme confesar cualquier error de mi vida por pequeño
que fuera.
-Sí lo sé. El forense
del hospital. Mi mujer me cuenta todo, no se preocupe si piensa que ha sido
indiscreto. Estoy al tanto.
La puta madre…
El tal Charles bajó la
escalera sin perder la sonrisa.
-Oficial. La señora
Craig estará con usted en unos minutos.
-Gracias.
Coloqué los papeles
bajo el brazo y estiré los hombros por la contractura a causa de los nervios y
la incomodidad.
-¿Desea algo de tomar?
–preguntó gentilmente el mayordomo.
Sebastien Craig se
adelantó a responder.
-No te preocupes
Charles, el oficial tendrá que hacer. No podrá quedarse mucho tiempo. ¿No es
así Pretov?
-Sí… -murmuré.
-Oficial Pretov, buenas
tardes –saludó la doctora recorriendo el pasillo superior.
Descendió las escaleras
bajo la atenta mirada de su marido.
-Buenas tardes,
doctora.
Extendió la mano la
cual apreté cordialmente.
-Tome asiento, por
favor.
Señaló los sofás cerca
de la chimenea.
-Gracias, le traje
algunos datos que salieron a la luz.
-Es muy amable. ¿Le han
ofrecido algo de tomar?
Miró a su marido que
permanecía inmóvil en el mismo sitio.
-No se preocupe –me
adelanté-. Debo regresar pronto con mi hermana. Ha quedado sola y aún tiene un
poco de fiebre, después tengo que trabajar.
-¿Su hermana? ¿Sola?
Scarlet me ha hablado de… ¿Anne? ¿Es así cómo se llama?
Sonreí.
-Sí, su nombre es Anne.
-De todas formas acompáñeme
con un café. Tardará el mismo tiempo. ¿No es cierto, querido? –preguntó,
mirando hacia la puerta donde se hallaba él.
-Claro. Le avisaré a
Charles –dijo el millonario.
Iba a protestar pero
tomé asiento y ordené los papeles entre mis manos.
El desapareció por una
puerta más alejada y respiré hondo. Sinceramente la tensión que había entre
nosotros dos provocaba que me hiciera sentir muy incómodo. Que no era bien
recibido era obvio. Sin embargo, ella me miró y sonrió.
-No se incomode si nota
algún reparo por parte de mi marido. No es una persona mala. Sólo que es muy
celoso de su hogar y su familia. No estamos acostumbrados a recibir extraños.
-Entiendo, no se
preocupe.
Miré los papeles entre
mis manos y tomé la primera hoja extendiéndola para que la cogiera y leyera.
-Estos son datos de
antecedentes de Helgason.
Comenzó a leer muy
atenta mientras le explicaba algunos detalles menos importantes que no
encontraría en los informes.
-Su nombre es Alfarinn
Helgason. Nació el 13 de octubre de 1977.
Tiene actualmente treinta ocho años. Estudió en la universidad de Oslo entre
los años 1997 y 2008. Estuvo enfermo de depresión y bajo tratamiento durante un
año. Se recibió de médico forense en el 2009 y el mismo año contrajo matrimonio
con Senta Aigner, una joven alemana dedicada al comercio. Ella estaba
embarazada…
La doctora pasó las
primeras tres hojas con rapidez.
-Tuvieron la niña y se
radicaron en Kirkenes hace diez meses –agregó ella repasando las líneas del
informe.
-Veo que lee con
rapidez, doctora.
-Sí…
-Aquí está su café.
Sebastien Craig avanzó desde
la supuesta puerta que daría a la cocina trayendo un pocillo con su respectivo
plato y me lo ofreció.
-Tiene azúcar, dos
cucharaditas. Si lo toma amargo, Charles le preparará otro.
-Gracias. No es
necesario.
-Bianca, quieres un
café, cariño.
-No querido, gracias.
Ella se puso de pie con
la mirada atenta al informe.
-Yo estaré en el
estudio. Que encuentren lo que buscan, permiso.
Dicho esto se retiró
por la puerta del extremo izquierdo por donde había aparecido cuando me había
sorprendido tocando el piano. La mansión debía ser un laberinto. ¿Dónde estaría
Scarlet?
McCarthy me miró.
-Así que él denunció el
abandono del hogar por parte de su mujer hace tres meses.
-Sí. Hay una denuncia
asentada. Parece que su mujer se fue y lo abandonó dejándole la niña a su
cuidado.
Probé el café, estaba
delicioso.
-¿Hay denuncias de
maltrato o mala atención a la niña cuando la madre vivía con ellos?
-No.
-Es extraño, ¿verdad?
No hay maltrato ni falta de atención sin embargo la abandona.
-Sí. Además hablé con
los vecinos. Ellos quedaron impactados al ver la policía registrando la casa.
Según dicen era una familia muy feliz. Se mostraban alegres al público
–agregué.
-¿Ya ha averiguado con
los vecinos? –preguntó.
-Sí, antes de ayer.
Sonrió.
-Lo felicito Pretov, no
deja cabo sin indagar.
-No soy un genio, es lo
que todo investigador hace. Sobre todo al enterarme que la madre de la niña
desapareció. Nadie sabe de ella.
Me miró fijo y con
gesto preocupado.
-¿Cree que pudo haberla
matado?
Encogí de hombros.
-No lo sé, es una
posibilidad... Y hay algo más.
Me miró fijo con ese
tono de iris de color extraño. Juraría que era un azul intenso tirando a un
rosa. Casi lila.
Señalé uno de los
papeles que la doctora tenía en sus manos.
-Ella pagaba un seguro
de vida. Le correspondía cobrar a él un 25 % de la póliza –contesté.
-¿Y el resto?
-A la niña.
Volvió la vista al
informe y negó con la cabeza.
-¿Qué sigue después de
esto, Pretov?
-Él no podrá salir en
libertad. Está bajo sospecha.
-Lo sé. El laboratorio
arrojó sus huellas en el vaso, a pesar que intentó lavarlo y borrar la
evidencia.
-Se contradijo en todo.
Será difícil que salga impune –agregué.
-¿Y ella? ¿Estará viva?
–preguntó un tanto angustiada.
-No lo creo. Pero no me
haga caso. Son suposiciones que me llevan los hechos.
-¿Irá preso por el
homicidio de la niña?
Tomé un trago del
líquido delicioso.
-Casi seguro, su
coartada falló. Sería más rápido si confesara, pero aun así las pruebas lo
condenan, tarde o temprano quedará encerrado por muchos años.
-Seguirá con el caso
–preguntó-. Digo… por la madre…
-Sí. Aunque no soy sólo
yo. Es toda la jefatura. No sé si me asignarán el caso de la señora
desaparecida. De todas formas hay muy buenos oficiales que llevarán el caso tan
bien como yo.
-Lo dudo –contestó.
Sonreí.
-Tampoco creo que lo
hubiéramos descubierto sin sus visiones. Hasta ahora la niña estaría enterrada
y con una autopsia falsa.
-Cierto.
Sonreí nuevamente.
-Nos sería muy útil en
la jefatura, doctora.
Rio mientras yo tomaba
el café.
-Lo mío es la morgue, o
si lo quiere llamar de otra forma, lo mío es la muerte.
No sé qué había querido
decir. Pero me dio la sensación que había una explicación escondida en esa
frase.
-¿Sus visiones como
surgen, doctora?
-¿Las suyas? –sonrió.
Reí.
-Okay… Las mías son
sueños extraños que se cumplen. No siempre sueño.
-¿Cuándo fue la última
vez y qué soñó? –preguntó interesada.
-¿Después piensa que no
sería buena investigadora? –sonreí nuevamente.
Rio.
-Es curiosidad de
mujer.
Pensativo, bajé la
cabeza.
-El que recuerdo
últimamente es un sueño extraño con el hermano de Scarlet, caía en un pozo
oscuro. Pero no hubo consecuencias. Al menos tengo entendido por Scarlet que él
está bien.
-¿Lenya?
-Sí.
-¿Y cuándo fue que ha
soñado con él?
Me quedé unos segundos
haciendo memoria mientras ella se movía inquieta en el sofá.
-Creo que hará dos
meses, algo así.
MacCarthy quedó
pensativa. Después volvió a sonreír.
-Pues sí. Él está en
perfectas condiciones. ¿Ha soñado con alguno más de nuestra familia?
Dudé si abrir la boca…
Finalmente me atreví a
confesar las visiones de Scarlet.
-No sé si me creerá
–volví a dudar.
-Haga la prueba. Le
aseguro que soy muy amplia de mente. Ahora…
-¿Ahora? –pregunté.
Cortó la conversación.
-Tomé su café. Se enfriará.
Y soy todos oídos. Cuénteme. ¿Qué sueño ha tenido que no sería capaz de
creerle?
Respiré hondo y tomé un
trago de café.
-Supe de Scarlet antes
de verla por primera vez.
Arqueó una ceja.
-No entiendo.
-La veía en mis sueños.
Como si ella estuviera predestinada a mí. Cuando la vi por primera vez en aquel
restaurante…
-Vaya, debió
impresionarlo –interrumpió.
-Sí. Aunque ya estaba
acostumbrado a tener visiones del futuro.
-Maravilloso –susurró.
-No se crea. He perdido
el trabajo por seguir mis premoniciones. Específicamente cuando trabajé para el
FBI.
-¿No diga?
Tomé otro trago de
café.
-Sí, doctora. ¿Cómo
explicaría usted haber adivinado que el padre de la niña era el asesino? Pasé
por algo parecido. Mis compañeros y jefe no creyeron. Pensaron que me guardaba
información.
-Por supuesto, no tuvo
con quien contar… Así como he tenido yo con usted, ¿no así Pretov?
Asentí con la cabeza y
tomé el último trago de café.
-Gracias. Por creerme y
colaborar –dijo con una sonrisa sincera.
Bajé la cabeza
nuevamente y me animé a largarle algo que me daba vueltas hace tiempo.
-Doctora, ¿por qué no
efectuó la autopsia de Samanta Boss como era debido?
En ese instante el
mayordomo y Sebastien Craig entraron al mismo tiempo a la sala. Ella se puso de
pie y yo la imité.
-Querida, ¿por qué no
descansas? En unas horas regresarás al hospital –dijo el simpático del marido.
-¿Ha sido de su agrado
el café? –preguntó el mayordomo.
-Sí, muchas gracias.
Bueno… Me voy.
-Gracias Pretov –dijo
la doctora, extendiéndome los informes.
-¡Espera Grigorii!
La voz de Scarlet hizo
saltar mi corazón. Bajó la escalera vestida de jeans y un suéter liviano color
negro. Llevaba un bolso oscuro, pequeño, del mismo material que sus zapatos.
-Grigorii, Sí no te
molesta quisiera visitar a Anne.
Miré a su hermano que
frunció el ceño inmediatamente.
-Por supuesto. Ella no
tiene visitas de chicas, le encantará conocerte.
-La he visto en una
oportunidad pero fueron minutos –contestó mientras su delicioso andar felino se
acercaba a mí.
-No creo que sea buena idea,
Scarlet. –protestó Sebastien Craig.
Ella se giró y lo miró
fijo.
-Iré de todas formas
aunque te parezca que no es buena idea. Ahórrate el consejo. Grigorii es el
único que podría decirme si molesto visitando a su hermana. ¿Molesto Grigorii?
–preguntó mirándome con una sonrisa que me desarmaba.
Dios que no me
temblaran las piernas en el medio de la sala y con esta gente presente…
-No. Sería un placer
que vinieras.
-Aprovechemos entonces
que tengo mi tarde libre. Hasta mañana no debo entrar a trabajar.
-Debo seguir la
recorrida a la noche. Stewart está enfermo y debo cubrirlo –informé.
-¡Vale! Puedo hacerle
compañía. Sobre todo si no se encuentra bien, como has dicho ayer.
-Ah sí. Ella sigue con
un poco de fiebre y resfrío.
-¿Vamos, entonces?
-Claro. Sí… Buenas
tardes a todos.
-Buenas tardes
–respondieron al unísono.
-Nuevamente gracias,
Pretov. Y manténgame al tanto.
-Por supuesto.
Scarlet.
Caminé por el sendero
junto a Grigorii hacia los portones después de coger el control sobre la repisa
junto a la puerta. Ron y Anthony me vieron avanzar y se hicieron a un lado en
cuanto presioné el comando. Una vez abiertas las dos hojas forjadas de hierro
giré y lancé el control que fue atajado en el aire por Ron.
Grigorii murmuró un
“buenas tardes” y me acerqué a la moto. Extendió su casco y me dijo que me lo
colocara.
Antes de cerrarse los
portones Ron se acercó.
-¿Te irás en moto?
Lo miré.
-Sí Ron. No te pongas
latoso como Sebastien. Ya soy grandecita y voy donde quiero y como quiero.
-No. Sólo que vayan con
cuidado.
-No te preocupes –dijo
Grigorii subiendo a la moto y dándole arranque.
Sabía que Ron moría por
preguntarme a dónde iría. Pero también sabía que me conocía y no querría pasar
un mal momento cuando lo pusiera en su lugar. Lamentaba que se preocupara demasiado
por mí por el hecho de estar tras de mí, hubiera preferido que se interesara
sólo por ser un gran amigo. Por ahora, ese deseo… era una ilusión. Confiaba que
algún día se enamorara por fin de una hembra y me mirara con otros ojos. Por
ejemplo Anouk… ¿Harían buena pareja? Mmm… No… Mejor no.
………………………………………………………………………………………………..
Al entrar al
apartamento de Grigorii intenté disimular la impresión de ver tantas carencias.
Creo que lo logré porque Grigorii estaba feliz de que hubiera ido a visitar a
Anne.
La joven de cabellos
rubios y ojos celestes estaba sentada en un sofá un tanto descolorido frente al
televisor. Los muebles eran escasos y viejos, pero el ambiente olía a limpio y
ventilado. Cuando Grigorii me presentó me acerqué y le di un beso en la mejilla.
Ella sólo me miró con sus bellos ojos pero no dijo nada.
-No habla –susurró su
hermano-, desde hace años.
-No importa –me encogí
de hombros-. Yo hablo por ella y mucho más –sonreí.
-Prepararé algo de
comer y traeré un jugo de naranja. Siéntate y ponte cómodoa.
-No te preocupes por
ese “algo de comer”, ya comí suficiente. Te aceptaré el jugo.
-Vale. Anne, tú sí
debes comer, te toca tomar el ibuprofeno.
Ella lo miró pero se
mantuvo impávida. Grigorii se acercó y tocó su frente.
-Cariño, tiene un poco
de temperatura. ¿No te has desabrigado? Tendrías que haber guardado cama hoy
también.
No contestó.
-Es que debe aburrirse
en la cama, Grigorii. La TV entretiene mucho –agregué.
Sonrió.
-¿Oye, quieres ayudarme
con el jugo? –preguntó quitando su chaqueta para colgarla en una silla.
-Por supuesto
–contesté.
Me puse de pie y lo
seguí hasta una pequeña cocina. Todo lucía pulcro y ordenado. Las canillas
cromadas parecían recién pulidas. El lavavajilla contenía dos platos y
cubiertos relucientes. La pileta estaba vacía y no había nada que lavar. Sobre
la encimera un exprimidor y un frutero con naranjas y paltas. Sabía por
Margaret que esa clase de frutas como las paltas costaban dinero ya que se
importaban a Noruega. Se notaba que Grigorii hacía un gran sacrificio por
mantener bien alimentada a su hermana. Cada vez me tenía más enamorada…
Cuando giró y tomó dos
vasos del armario su culo perfecto fue la perspectiva de mis ojos.
Vaya…
Enchufó el exprimidor
cortó varias naranjas con rapidez. Cuando quise darme cuenta dos vasos llenos
de jugo reposaban en la encimera. Arrancó dos servilletas de papel del rollo de
cocina y me miró.
-Listo.
Reí.
-Eres muy rápido.
Sonrió.
-Depende. Para algunas
cosas me gusta tomarme mi tiempo.
Recogí mi cabello e
hice un moño en lo alto de la cabeza. Él aprovechó y avanzó tomándome de la
cintura con las manos.
Nos miramos y bajé los
brazos alrededor de su cuello.
-¿Vas a besarme?
–pregunté.
Miró mis labios.
-Si tú quieres.
-Me gustaría tantas
cosas de ti –susurré acercándome a su boca.
-A mí también… Pero
aprovecharme de ti con la excusa de que vieras a mi hermana no es de
caballeros.
-Bésame –susurré.
Inclinó el rostro
mientras yo acariciaba su nuca de cabello corto y sedoso.
Nuestros labios
entreabiertos se encontraron. Sin esperar que tomara la iniciativa hundí la
lengua tanteando la suya y dejó escapar el aire por la nariz. Sus manos
acariciaron la espalda lentamente al ritmo de ese beso en cámara lenta pero
apasionado. Entreabrí los ojos y comprobé que tenía los ojos cerrados, concentrado
en darme el mejor beso de amor. Sí, yo sabía que él gustaba de mí, que lo
volvía loco, pero además que su corazón me pertenecía. Desconocía la forma que
una mujer se daría cuenta, sin embargo me hubiera jugado la cabeza que nadie en
el mundo lo hacía sentir así, tan feliz.
Separó un poco los
labios sólo para encontrar mejor posición y profundizar el beso. Mi boca se
movió como si lo comiera, saboreándolo, enredando su lengua y la mía. Grigorii
gimió y el miedo se apoderó de mí. Sentí al encenderme que era el momento para
decir basta. No deseaba que me descubriera y todo estaba en mi contra. La luz
del día por la ventana de la cocina, no estábamos solos, no me sentía capaz de
dominar mi fuerza para que no se diera cuenta del monstruo que era, y lo más
importante… Mis colmillos luchaban por salir.
Scarlet quiere hincarle el diente a Grigorii jajajaja, estuvo fogoso el beso que aproveche!!!
ResponderEliminary que se mejore rápido la hermana de él, ja estos guardaespaldas son tremendos todos serios jajaja, y que ese tipo que mato a la niña pague, ojala que la mamá la encuentren viva, muchas gracias Lou por el capitulo!!!
¡Hola Laura! Mil disculpas que no había contestado tu comentario.
EliminarAnne ya entró en escena y la verdad que muero por saber que piensan mis lectores. ¿Se enamorará de alguien y recuperara una vida normal? ¿Tú que dices?
Mmmm... Creo que lo de la madre de la niña será complicado. A veces se llega tarde.
Un beso enorme y gracias por acompañarme.
Hola Lou no te preocupes!!!
Eliminarsobre Anne espero que vuelva hablar y quien quita llegue un enamorado muy especial, ella se lo merece por que es un angel, tiene un gran hermano y cosa aparte me parece que la madre de la niña no van hacer buenas noticias, saludos!!
Hola Lou, permíteme saludarte y luego decirte que me agrada lo que escribes,,,,
ResponderEliminarHola Lou... Ron y Anthony se han comportado bastante mal con Grigirii... pero, bueno, no debe ser fácil para Ron debido a lo que siente por Scarlet
ResponderEliminarLa verdad es que Sebastien tampoco lo ha tratado muy bien ;-)
Es horrible lo que hizo Alfarinn Helgason... y me temo que la madre también esté muerta
Y creo que el motivo será el seguro de vida de la madre
Veo que Grigorii sigue pensando en Samanta Boos
¡Pobre Anne! A mí también me gustaría que volviera a hablar... y no estaría mal que Ron y ella se enamorasen ;-)
Lo has dejado muy interesante con ese beso apasionado que Scarlet debe finalizar cuanto antes... menudo problema
Una maravilla de capítulo, me ha encantado
Besos