domingo, 9 de agosto de 2015

¡Hola mis soles! Espero que estén muy bien. Esta vez subiré tres capis juntos. Recuerden tienen el 24, 25, y 26. Espero les guste y se emocionen al leerlos tanto como yo al escribirlos. Un beso, los quiero, muchas gracias por acompañar a los Craig..


Capítulo 24
Regalo de cumpleaños. (Segunda parte)


Svetlana.

Peinaba mi cabello largo frente al espejo mientras Scarlet asomada en la cuna que había comprado Ron para la beba cantaba un arrorró desafinado.

Sonreí.

-Ya se ha dormido, Scarlet. No hace falta que cantes más. Muchas gracias.

-Ah… Pero aprendí bien la letra, ¿verdad?

-Claro que sí.

Estudié por el reflejo la habitación redecorada con colores pastel. Un par de cuadros habían sido colocados en la pared cercana a la cuna. En uno de ellos, la imagen de Mickey Mouse junto a su novia Minie. En el otro, los sobrinos del Pato Donald, Hugo, Paco, y Luis, jugaban con una pelota de playa. No había podido comprar el cunero musical en esa oportunidad que fuimos al Centro Comercial, pero de cualquier forma Milenka tenía a su alrededor varios peluches muy tiernos a los pies de la cuna regalo de Scarlet y Bianca.

Mi cama era amplia. Caía un edredón de seda blanco rozando el parqué lustrado. El conjunto perfecto para los muebles laqueados. Consideré demasiado gasto para mi estadía. Pero Bianca me aseguró que le encantaría que pasara una buena temporada con los Craig, y ya que sus primas no vivirían en la mansión sería buena idea que le hiciera compañía a menudo, siempre y cuando mi trabajo me lo permitiera. La idea de estrechar vínculos con los Gólubev le fascinaba. Le habíamos caído muy bien a la dama de los Craig. Sinceramente era recíproco. Por suerte desempeñar mi carrera de Bellas Artes era independiente y no me sujetada a días y a horarios, aunque muy pronto debía poner manos a la obra y pintar nuevos cuadros para vender. No debía olvidar que tenía encargado dos retratos en óleo para terminar en el mes de julio, prometidos a una familia muy rica de París.

Miré por el espejo… Anouk continuó hojeando una revista sentada en mi cama con una pierna cruzada sobre la otra. Lucía un vestido de cóctel color champagne. De soslayo observé los movimientos perfectamente delicados y femeninos de sus dedos al pasar las hojas con suavidad. También no escapó de mi visión el ceño fruncido por el enojo.

Suspiré al tiempo que ajustaba el profundo escote del vestido color verde agua.

Giré sobre la silla y le hablé. No quería verla así, tan enfadada, aunque ignorando la verdad del padre de mi niña era lógico que se hubiera enojado conmigo.

-Anouk.

-¿Qué quieres?

-Anda, no estés enojada, pido disculpas si te he tratado mal. Estoy muy nerviosa últimamente.

Scarlet me miró y luego miró a Anouk. Se acercó a la ventana que daba a los fondos de la mansión apartándose para darnos espacio para conversar.

-Svetlana, comprendo que estés nerviosa por el maldito parto y cuarentena, pero no tienes derecho a gritarme frente a un empleado.

-Anouk, la cuarentena me ha durado diez días y estamos a 31 de mayo. Reitero mis disculpas.

-No, no quiero disculparte por ahora. Ya veré mañana.

Continuó hojeando la revista y agregó…

-Y ni pienses que te ayudaré con Milenka, ¡no señor! Cuando llore pide ayuda a ese guardaespaldas.

Scarlet que lucía un vestido tres cuartos, negro, ceñido al cuerpo, desvió la vista que mantenía hacia el exterior y me miró.

-¿Ron? –preguntó casi en un murmullo.

-No, Anthony –contesté.

Pronunciar su nombre me hacía temblar las piernas. Sonaba tan hermoso el nombre Anthony… Anthony, mi amor… Eso ojos negros con vetas en rojo púrpura. Los labios carnosos invitación a morderlos, a besarlos. Eso pétreos músculos y formas perfectas de sus hombros, antebrazos…

De pronto descubrí que me había abstraído completamente y que no había escuchado la última frase de Scarlet, porque cuando me miró arqueó una ceja esperando que dijera algo.

-Lo siento, no te he escuchado.

Scarlet se apartó de la ventana y se sentó en la cama.

-Preguntaba si le habrías comprado regalo a Anthony, en un rato tenemos que bajar a la sala y saludarlo. Estaremos todos para festejar su cumpleaños. Sebastien no va a estar, viajó a la Isla de Oso. Un día me gustaría ir. Pero como nunca me invita.

¿Por qué nunca te ha invitado? –preguntó Anouk.

Scarlet encogió los hombros.

-No sé, creo que no debo estar a la altura de las circus… circunstancias… Creo que se dice así.

-Quizás le guste resguardar la empresa y sus negocios para él sólo –contesté poniéndome de pie y alisando mí corto vestido vaporoso.

-Esa no es la razón –contestó Scarlet con una mueca de tristeza-. Lenya ya ha viajado con él. También Rodion, Numa, Douglas… No sé…

-Pero tú eres una Craig, deberías tener conocimiento de los negocios que atañen a la familia –dijo mi hermana.

Scarlet la miró fijo.

-¿Soy una Craig?

Rápidamente me senté junto a ella y le tomé la mano.

-¿Cómo dudas de ello? ¡Claro que eres una Craig! –protesté.

-Nuestro líder así lo dispuso y no es discutible –agregó Anouk.

-Sí, eso lo sé. Sin embargo en este supuesto no se trata de una orden.

-¿Y de qué sino? –pregunté.

-Se trata de que lo sientan así. No estamos hablando de una orden para ejecutar un trabajo u omitir una acción. No chicas… Que sea una Craig para el resto de los vampiros surge del corazón. O lo siente o no. Adrien nunca podría imponer sentimientos.

-Yo creo que Sebastien y Lenya te quieren.

-Sí, no dudo que me quieran. Lo que ocurre es que pueden quererme mucho y sin embargo no sentirme como una hermana. Bueno Lenya quizás sí… Pero no crean que no entiendo a Sebastien, quizás hubiera hecho lo mismo con un hermano adoptado, quien sabe.

De pronto su maravilloso iris violeta se clavó en mi falda.

-¡Oyeee, que corta está tu falda! –rio.

Me miré las rodillas desnudas y parte de mis piernas.

-¿Me queda mal?

-Nooo –se apresuró a decir Scarlet-, tienes unas bonitas piernas.

Mi hermana arqueó una ceja.

-Svetlana, no me espantaré a esta altura de tu atrevido atuendo porque siempre has vestido muy particular. Recuerdo el cumpleaños de Natasha, viajaste desde Paris ese verano con una vestimenta hippie que hizo que mamá por poco le diera un infarto.

Scarlet rio y yo sonreí.

Sí, era rebelde si nos poníamos a pensar a la edad que había decidido vivir sola y lejos de mis padres en París, además en mi forma de vida en general. Aunque amaba la libertad tampoco era una vampiresa en quien mi familia no podía confiar y navegara por los mares del libertinaje. Libertad y libertinaje no eran sinónimos. Con los machos nunca fui una hembra que iba de cama en cama. Había tenido experiencias con bellísimos vampiros y humanos. Lejos de enamorarme disfrutaba de esas pocas horas de sexo digamos que satisfactorio. Sin embargo… Desde que lo conocí esa noche cuando mis padres visitaron a Sebastien por motivo de uno de sus cumpleaños número ciento cincuenta y tres… Sí… desde esa noche jamás había podido olvidarme de Anthony. Yo había nacido en plena crisis del ´30, así que recuerdo haber tenido sólo dieciséis años cuando entré a la sala de la mansión con un vestido sencillo color mora y ese guardaespaldas de cuarenta años aunque detenido en los treinta, sombrío y de gesto antipático, fijó la vista en mí. Nunca había incursionado en el sexo, era joven aún y mi edad no se había estancado como lo haría al llegar a los veintiséis años. Lo miré a los ojos y después de unos segundos desvió la mirada. Pero Anthony me había marcado a fuego con ese iris oscuro como las noches eternas.

Anthony… Si supieras cuanto te amado desde esa noche. Si advirtieras sólo un poco de este enamoramiento que domina las mínimas partículas de mi ser. Él… tan elegante, firme en su porte, su gesto rígido y carácter retraído.

Nunca volví a sentir ese estremecimiento y la excitación por ningún macho como ocurrió esa noche en la mansión. Sin embargo él ni siquiera prestó atención. Después que Sebastien agradeciera y lo despidiera, Anthony inclinó la cabeza en señal de asentimiento y se perdió en los jardines. Lo hubiera seguido esa noche. Sí, si no hubiera tenido sólo dieciséis años lo hubiera seguido por el parque y acorralado contra un árbol. Siempre odié no tener el valor de acosarlo y que no fuera mi primer macho. Infinidad de veces imaginaba que era él que me tomaría entre los brazos y me enseñaría a besar. Que con esa sutil delicadeza que parecía carecer, me hiciera hembra por primera vez. Pero no… Anthony no fue mi primer macho… Ni siquiera recuerdo el nombre del vampiro que ocupó su lugar por escasos minutos.

Giré la cabeza sorprendida de notar como pasaba el tiempo cada vez que pensaba en Anthony. Anouk y Scarlet sobre la cama sonreían y hablaban animadamente inspeccionando una corbata en azul marino. Al costado una caja angosta y larga color negro.

Me acerqué a ellas y observé la corbata.

-Le regalarás una corbata, Scarlet.

-No, los Craig le hemos comprado un regalo muy importante.

-Fui yo –contestó mi hermana-. No se me ocurría que podía regalarle a un extraño. Ni siquiera siento un poco de afecto por él. No lo conozco.

-Anthony es un poco particular –contó Scarlet guardando la corbata en la caja. El sólo mencionarlo nuevamente se me erizaron los cabellos… Todos-. Él parece antipático y que lleva el mundo por delante, pero no. Cuando finalmente lo conoces es servicial y te ayuda… Mmm… Bueno a veces le gustaría oponerse hacerme un favor pero no lo hace, respeta a Sebastien.

-Pero claro cómo va a rechazar una orden de su amo –se extrañó mi hermana.

Scarlet rodó los ojos.

-Ay Anouk que ya te han dicho que no son súbditos ni sirvientes. Son amigos de la familia Craig desde hace tiempo.

-Bueno pero no es un Craig.
-No, cierto no lo es. Sin embargo fíjate que irónico. Yo sería una Craig sin embargo Sebastien pondría por delante de mí a Anthony sin lugar a duda.

-¡Qué horrror! –se espantó Anouk.

-Scarlet, no digas eso –reproché.

-De todas formas aprendí a apreciar a Anthony aunque es duro y recio y parecería que nada ni nadie lo haría ablandarse.

Sonreí para mis adentros.

Memorizaba muy bien esa noche del casamiento de Bianca que como respuesta a mi provocación me tiró de un brazo y terminamos revolcados en el asiento de atrás del BMW. ¿O era la limousine? Bah, ni recuerdo. Lo que nadie quitaría de mi mente sería el gesto de ese guardaespaldas que tanto aseguraban recio e insensible. Sus ojos hirviendo de placer mientras los entrecerraba enterrándose en mi cuerpo. Esos labios que casi nunca sonreían muriendo en esa mueca de satisfacción y placer. Sus manos a mis caderas, aferrado con suavidad mientras él envestía profundo y lento. Pero sobre todo… su gemido seguido del más dulce lloriqueo al derramarse dentro de mí totalmente a mi merced.

Estaba completamente excitada de sólo recordar esa noche del casamiento. Madre mía, que daría por volver a sentirlo profundo en mi cuerpo mientras su boca me comiera a besos.

-¿Estás bien? –preguntó Scarlet.

-Sí…

-Te has puesto del color de los tomates.

La niña se movió en la cuna y emitió varios quejidos.

¡Gracias Milenka!

Rápidamente la tomé entre mis brazos y la acuné.

-Voy a darle de mamar así puedo dejarla en otros brazos mientras saludo a…

Anouk me miró.

-¿Al guardaespaldas?

Me dediqué a sentarme en la cama y acomodarla para amamantarla.

-¿Lo saludarás como cualquier conocido? –insistió Anouk.

-¿Qué te ocurre? ¿Eres tonta o qué? Es su cumpleaños. ¿Cómo no voy a saludarlo?

-¿Qué le has comprado al guardaespaldas?

Guardé el secreto.

Nombrarlo con la frialdad que lo mencionaba mi hermana, me irritaba, me dolía. Tenía deseos de gritarle, “¡es el padre de Milenka, idiota!” Pero ella no tenía la culpa de ignorar lo que sentía mi corazón desde hace tanto tiempo y del secreto que guardaba los ojos de mi niña.

……………………………………………………………………………………………......

Cuando bajé la escalera la sala estaba totalmente iluminada. Las pesadas cortinas estaban corridas de tal forma que no podías ver el exterior de la mansión. El horizonte hubiera lucido el atardecer eterno de fin de mayo, pero los días nublados continuarían por el resto de la semana según había comentado Sara al escuchar las noticias de la TV.

Descendí con cuidado buscando en la sala en brazos de quién estaba mi hija. La encontré recostada entre varios almohadones de uno de los sofás, rodeada de las chicas, Rose, Sara, Scarlet, y Bianca. Margaret se dedicaba a servir unas bebidas ayudada por Charles. En un rincón, Lenya y Natasha, junto a las puertas del estudio de Sebastien. ¿Mi hermana había llegado para el cumpleaños de Anthony? Seguramente había conocido el dato por su prometido. ¡Qué suerte verla contenta y enamorada nada menos que de un hijo de Adrien! Ojalá tuviera suerte. Se lo merecía. Natasha siempre había sido muy centrada aunque un poco rebelde también. Sonreí mientras bajaba los últimos peldaños recordando lo confidente que era conmigo. Era sensata… Sí… Aunque últimamente no había seguido sus consejos.

Natasha besó a Lenya detrás de la oreja y me descubrió. Sus ojos brillaron de alegría después que echó un vistazo a mi vestido.

Se acercó con ese andar elegante y felino y extendió las dos manos para que se las tomara. El contacto de sus manos entre las mías me llenó de ternura. Una angustia particular subió por la faringe y apretó mi garganta. Sería el post parto que me convertía en una llorona.

Se acercó y me estrechó entre sus brazos.

-Hermanita.

-Natasha, ¡qué suerte estás aquí!

Me miró a los ojos conmovida.

-Svetlana… Pensé que te encontraría radiante. Cuando Lenya me contó que estabas quedándote en la casa de los Craig creí… -bajó la voz-. Creí que se lo habías dicho. Veo que no ha sido así. Svetlana, ¿qué esperas?

-Natasha… Sabes que no puedo. Mi miedo al rechazo es más grande que el amor que le tengo.

-Buenas tardes, Svetlana.

-Buenas tarde, Lenya.

-Muero de curiosidad por saber que hablaban las dos hermanitas. ¿Estás pasando queja de lo mal que te hemos tratado, Svetlana? –sonrió Lenya.

Sonreí.

-Sabes que no podría inventar tamaña mentira. No sé cómo agradecer tantas atenciones –me dirigí a Natasha-. Sebastien ha ordenado que acondicionen una habitación para mí y la beba. Ha sido muy gentil.

-Ya veo.

Lenya miró a mi hermana con un dejo de lujuria.

-¿No te pondrás celosa de tu hermana? Tú no tienes habitación en la mansión, pero creo que ello debe tener para ti algún beneficio.

Mi hermana rio ante la provocación.

-No tengas la menor duda. Amo ese beneficio.

-Lenya, ¿un coñac?

La aparición de Ron cortó nuestra jocosa charla. Extendió un vaso ovalado con líquido color caramelo.

-Vale, gracias. ¿Y Anthony? –Lenya giró para buscarlo por la sala, con la mirada.

El sólo escuchar su nombre me temblaron las piernas y apreté en mi puño izquierdo la cajita pequeña que contenía el regalo de cumpleaños.

Ron buscó a Anthony con la mirada hasta que golpeó el hombro de Lenya.

-¡Qué idiota soy! El cumpleañero está en garaje con Numa y Douglas. Le enseñarán a manejar la moto. ¿Vamos? No querrás perderte la escena.

Ambos se despidieron excusándose de nosotras. Mi hermana echó un vistazo al vestido nuevamente.

-¿No te ha alcanzado la tela para el largo, Svetlana?

Su risa cristalina me contagió y por unos instantes olvidé que estaba triste.

-Tú luces muy linda como siempre aunque informal para un cumpleaños.

Ella llevaba unos jeans de tela ajustada al cuerpo y una blusa roja desprendida en el escote.

-Tú sabes que no me gusta vestir demasiado femenina. Soy una guerrera por naturaleza. De todas formas, ¿crees que logré llamarle la atención al susodicho heredero de los Craig?

Reí.

-Natasha, a Lenya se le alargan los colmillos cada vez que sus ojos se posan en tu culo o en el escote. Lo tienes loco y comiendo de tu mano.

-Mmmm… te diré que puede ser que lo tenga un poco loquito. Ahora, comiendo de mi mano… Tengo mis dudas… Hay alguien que lo tiene comiendo de la mano aunque él lo disimule.

-¡Cuánto lo lamento hermana!



Anthony.

Reí mientras Douglas y Numa trataban de explicarme al mismo tiempo como manipular mi extraordinario regalo de los Craig, una Yamaha V- Max, negra. Eternamente agradecido a todos, aunque me jugaba las pelotas que la idea había partido de Sebastien o Lenya. Sin embargo no desconocía que todos los Craig habían estado entusiasmados con la idea.

Cuando vi esta mañana la moto en el garaje me pareció un sueño. Un vehículo propio, sólo para mí. Por supuesto que lo prestaría a mi mejor amigo Ron. Ron… Ron no perdió detalle de mi cara de felicidad y su rostro contagiado por la inmensa alegría fue mimetizándose con el mío. Se alegraba tanto como yo con cada maravilloso hecho que me sucedía. Lástima que como buen amigo también le apenaban mis tristezas. A decir verdad no tenía conflictos últimamente salvo la llegada de Svetlana y su beba recién nacida. Él sabía que hubiera dado mi vida porque el ángel rubio de los Gólubev se hubiera enamorado de mí. Recordar el casamiento de Sebastien y Bianca y la extraordinaria revolcada que nos dimos en el coche me ponía en un estado calamitoso, excitado, caliente, sobre todo al tenerla tan cerca y merodeando en la mansión.

-Douglas, por los infiernos, bájate de la moto y déjalo a él –protestó Rodion cruzado de brazos.

Sonreí.

-¿Es que no ves que estoy indicándole el arranque?

Numa sacudió la moto para bajarlo.

-Anda, eres un pesado. Que tampoco tiene que tener diploma de ciencia para hacer arrancar una moto.

-Tú también le has dicho un par de cosas y eso que no tienes moto –protestó Douglas.

-Eso no significa que nunca he usado una, ¡diablos Douglas! ¡Sé cómo funciona!

-¿A ver qué ocurre aquí?

Lenya surgió avanzando hacia nosotros junto a mi amigo Ron.

-Nada, que este plomazo no le da la moto al dueño. Para mí le ha gustado más que la suya.

Ron rio.

-Uuuy te cuidado Anthony, querrá cambiártela.

Me acerqué a la moto y sonreí.

-Creo que podré manejarla.

-Que les parece si mientras Anthony practica en el jardín vamos a ayudar a Charles. Es el único macho entre tantas hembras y está perdiendo una discusión por no tener adeptos –informó Lenya.

-¡Vamos! –se entusiasmó Rodion.

-¿De qué trata la discusión? -se interesó Numa.

-Pues, las hembras dicen que los machos no sabemos hacer nada de los quehaceres sin ellas.

-¡Eso es una infamia! –aseguró Rodion, alcanzando al grupo que se retiraba por la puerta ancha- ¡Sé muy bien limpiar una casa sin ayuda!

Me quedé en silencio observando el regalo. Era tan bella y parecía muy potente. Con un movimiento subí a la moto y mis manos apretaron ambos lados del manubrio. Nunca había sido poseedor de un obsequio así. Quizás con mis ahorros la hubiera podido comprar pero es que nunca había pensado en tener algo tan valioso. No llevaba una vida de aventuras. Siempre había permanecido en la mansión salvo en el pasado cuando acompañábamos a Sebastien por distintos países del norte. También salíamos a divertirnos con Ron por el centro de Kirkenes o a las cumbres. Por supuesto siendo vampiros no era imprescindible una moto o un coche de nuestra propiedad, sin embargo el regalo me ilusionó mucho.

Un leve carraspeo hizo que levantara la vista hacia la puerta del garaje.

Allí estaba ella. Madre mía… De pie en la puerta con sus pies juntos, arriba de esos altos stiletto, con ese vestidito verde claro cuya tela hubiera alcanzado para hacerme una bufanda… Bueno exageraba un poco, quizás no tanto. Lo cierto que era corto, y podía apreciarse la mitad de sus muslos y sus perfectas rodillas.

-¡Qué bonito regalo! –sonrió y caminó con el andar elegante de los Gólubev.

Bajé de la moto y me quedé de pie junto a mi regalo.

Observé rápidamente si estaba presentable para ella… Oh Oh…

Jeans gastado, camisa blanca azul remangada, zapatos negros, al menos lustrados…

-Señorita.

Ella se detuvo a mitad de camino. Agradecí el detalle de darme tiempo a que mi respiración volviera a la normalidad, claro que por poco tiempo.

-Anthony, quería desearte feliz cumpleaños y darte mi regalo.

-No se hubiera molestado, señorita.

Noté que rodaba los ojos. Avanzó hasta llegar a mí.

Esos ojos verdosos con vetas rojizas, esa boca tan apetitosa. Eché un mirada rápidamente a esos pechos llenos y turgentes. Mi boca se secó…

-Señorita Gólubev, ¿necesita que la lleve algún lado?

Me miró a los ojos y presentí que temblaba por unos instantes. Se acercó más y depositó una pequeña cajita blanca de cartón sobre el asiento de la moto. Giró sobre sus pasos pero lejos de abandonar el garaje llegó hasta el BMW, abrió la puerta trasera, y se metió. Antes de cerrar la puerta la escuché claramente.

-Sí, al paraíso.

¿Qué había dicho? ¿Qué la llevara al paraíso?

Incliné mi cabeza de modo que pude verla sentada en la parte trasera esperando por mí. Eso definitivamente me enojó. ¿Quién se creía que era yo? ¿Un semental? ¿Qué podía usarme, sacarse las ganas, y desecharme?

Caminé rápidamente hasta el coche y con mi mano en la puerta abierta la invité a retirarse.

-Señorita, salga del coche, por favor.

Su voz se escuchó angustiada.

-¿Ya no me deseas, Anthony?

-Señorita, salga del coche y retírese –repetí.

De pronto asomó la cabeza sin salir del BMW.

-¡Estoy harta que después de habernos revolcados desnudos y te he tenido dentro de mí gimiendo de placer, sigas llamándome señorita!

Tragué saliva. Miré hacia la puerta del garaje… Nadie… Diablos, era una suerte.

Ya fuera de sí, enfadado por su caprichoso pedido la saqué de un brazo y la miré fijo en cuanto la tuve frente a frente.

-¡Te crees que por ser una Gólubev me usarás cómo has hecho con el padre de tu hija!  Debes tener colección de machos muertos por ti pero conmigo no cuentes.

Los cinco dedos de Svetlana se estrellaron con furia sobre mi mejilla izquierda y tuve que llevar mi mano a la zona para calmar el ardor.

-¡Nunca vuelvas a tratarme como una cualquiera!

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ay no, no… No quería verla llorar. ¡Qué estúpido eres Anthony! Me dije a mi mismo.

Ella se giró para salir de allí mientras su sollozo hacía encoger mi frío corazón. Sin pensarlo corrí y la intercepté abrazándola para evitar que escapara.

Golpeó sus puños contra mi pecho con rabia.

-¡Suéltame, eres un maldito! ¡Suéltame!

-No… No… -la abracé más fuerte contra mi pecho-. Perdón… Perdóname Svetlana… No pienso que eres una cualquiera… Perdón… Yo… no me siento bien con tu presencia…

Ella estaba rígida con ambos brazos al costado de su cuerpo, pero poco a poco con el correr de los segundos, sentí como aflojaba los músculos y se abandonaba a mi abrazo.

-¿Por qué no te gusto? –preguntó tímidamente.

-Sí, me gustas.

-¿No me mientes?

Aunque seguía encerrada entre mis brazos, separé el rostro para poder verla a los ojos.

Hubiera dicho tantas cosas… Desde, “me tienes loco”, hasta “eres la hembra de mi vida”. Pero no, no podía quedar en ridículo frente a los poderosos Gólubev. Al fin y al cabo a Svetlana le atraía un macho como yo, y eso no era un pecado. Sólo era instinto sexual.

Nos miramos por unos segundos, sin hablarnos…

El fuego crecía en mí y recorría el cuerpo como lava de un volcán. El contacto visual de esa hembra caliente disfrazada de ángel que requería mi atención, estaba volviéndome loco. Sus cabellos sedosos que caían hasta la cintura y hacían cosquillas en mis manos aumentaban mis pulsaciones.  Sus labios entreabiertos pidieron a gritos silenciosos un beso, o quizás muchos más.

-Bésame Anthony –susurró-. Bésame y hazme tuya como en agosto…

¿Cómo negarme a tamaño pedido? Si moría por hacerla mía entre mis brazos.

Incliné el rostro acercándome a su boca, ella enredó sus dedos en mi cabello y me forzó a rozar sus labios con los míos.  Eso fue suficiente para arrastrarla contra el capot del coche y sentarla encima mientras nos besábamos con las ganas acumuladas de varios días. Sí… Desde que había pisado la mansión, Svetlana me traía caliente y desesperado por hundirme en ella, por liberarme una y otra vez hasta saciar mi sed. Aunque nunca me saciaría de ella.

Nuestras lenguas se palparon hasta encontrarse y en ese momento surgió la lucha por la hegemonía. Los cabellos se erizaron y la entrepierna endureció como piedra. Quería chupar, saborear cada rincón de su boca, jugar con la lengua incluso hasta cuando la tenía atrapada por la boca de ella. Ambos deseábamos el contacto íntimo y húmedo de nuestros apasionados besos.

Ay siii Svetlana sigue besándome así. Pensé para mis adentros. Sigue mi amor… Siente todo lo que te deseo en estos besos.

Ella gimió dentro de mi boca y la excitación llegó a un punto crítico. Los testículos se tensaron mientras fricciona mi sexo entre sus piernas.

Me separé para tomar aire por la boca y ella aprovechó a quitarse las diminutas bragas con un movimiento sutil. La prenda cayó al suelo y desprendí los botones de mi camisa bajando la cremallera de los jeans. Ardía no estar dentro de ella…

Recogió su vestido hasta la cintura sin dejar de mirarme a los ojos. Por su escote surgieron sus pechos grandes y blancos como espuma.

-Anthony –murmuró.

No pude nombrarla. Mi corazón galopaba como un caballo salvaje y mi sexo palpitaba clamando liberación. Una vez que mi camisa se abrió dejando ver mi pecho sudoroso y agitado la abracé colocando las manos bajo sus muslos. Ella ayudó para encajar las piernas alrededor de la cintura. Con una mano bajé lo suficiente mis bóxers y guie el miembro a su centro empapado.

Ay mi amor… Mi amor… Si supieras todas las sensaciones en este momento…

Svetlana se aferró con fuerza y atrapó mi boca comiéndola con desesperación. Mordí sus labios lamí y chupé hasta sentir los filosos colmillos abrir mis encías.

Rugí al mismo tiempo que me hundía en ella.

Diablos… Nos escucharían en toda la mansión… Aunque hubiera música de fondo no estaba seguro de poder contenerme y continuar callado y contenido. Ella besó mi cuello y mordisqueó arrastrando sus colmillos. Entonces, comencé a moverme lento y profundo. ¿Mierda no le haría daño después de un parto reciente? Sigue Anthony…  Los vampiros cicatrizamos en segundos…

Así iban y venían mis pensamientos mezclados con la excitación desbordada.

Svetlana susurró en mi oído al acompañar el movimiento de mis caderas.

-Anthony, es maravilloso tenerte así… Dentro de mí… Diablos… ¡Qué caliente y duro estás, cariño! Lame mis pechos, chúpalos, arremete bien profundo… No me tengas piedad… ¡Anthony! Aaah aaah, sigueee. ¡Fuerte! ¡Oh siii! –gimió.

¿Quería matarme? No tenía dudas.

Apretando sus muslos contra mí, mi boca se adueñó de uno de sus pezones duros y redondos y un sabor dulce llenó mi boca. Ella dio un quejido que hizo temblar mi cuerpo.

Me relamí y busqué sus labios para besarla.

Svetlana… Te amo… te amo amor…

Eso debía haberle dicho. ¿Pero si sólo me usaba por un rato? Entonces callé…

Iba a liberarme, a derramarme hasta la última gota dentro de ella. Lo sabía… Y lo deseaba. Como ese macho desconocido que había engendrado a la beba. Joder… No debía pensar en ello ahora. Ahora era mía, aunque fuera instantes.

Cuando por fin estallé, tiré mi cabeza hacia atrás y la cosquilla atravesó la columna vertebral de punta a punta. Dejé escapar un quejido lastimero y contraje cada uno de mis músculos. Mis labios sin querer sonrieron, casi sin pensarlo. Fue tanto el placer vivido en esos instantes y hubiera querido morir de esa forma si algún día me tocara dejar de existir.

A medida que me vaciaba profundo Svetlana se rendía al orgasmo con sus labios pegados a mi cuello expuesto.

-Anthony…

Al fin entre suspiros y jadeos por el agotamiento la nombré…

-Mi amor…

Svetlana me abrazó y me retuvo dentro de su cuerpo. Quedó inmóvil quizás por la frase que sin querer mi boca había dejado escapar. Mi boca no, mi corazón. Maldita sea, la amaba con todas mis fuerzas, con mi pobre y sencilla existencia. Esa que jamás le daría el prestigio que una Gólubev se merecía.

Las risas de Douglas y Numa se escucharon en el parque, cada vez más cercanas. La aparté delicadamente por temor a que la descubrieran teniendo sexo nada menos que con un guardaespaldas. No deseaba que quedara expuesta a pesar de todo. Aunque Svetlana sólo me hubiera estado usando y sacándose las ganas. Una hembra como ella no se lo merecía.

Acomodamos nuestras prendas en silencio sin mirarnos siquiera. Svetlana se retiró apresurada y yo me quedé recostado en la puerta del coche oliendo su perfume en mi piel transpirada.

¿Qué dirían los Gólubev si supieran que Svetlana andaba enredada en aventuras con Anthony Haraldson? ¿Y quién era Anthony Haraldson? Nadie importante. Sólo el único hijo del gran guerrero Harald y la bella vikinga Sigurddottir. Adrien había conocido a mi padre en el año 1263 cuando el rey escoces Alejandro III había derrotado a los vikingos en la batalla de Largs, Escocia. Mi padre, un guerrero vikingo, salvaje, se compadeció de unos niños antes de darles muerte. Adrien, cuyo nombre en sus orígenes era Thor, vio su gran corazón y decidió que debía engrosar sus filas de seguidores vampiros. Así fue como mi padre fue convertido y pasó a ser el fiel amigo del líder de los vampiros. Pero hoy por hoy, para el caso no tenía importancia. No hacía falta la fidelidad de un guerrero valiente, capaz de dar la vida por quien era su líder y amigo. No… Quizás para Sebastien y su aquelarre mi ascendencia tenía valor, pero no para los Gólubev. Cierto que no los conocía fehacientemente, apenas había escuchado sobre ellos. Parecían ser amables, cordiales diría yo pero de ahí a darte la bienvenida como un Gólubev más, tenía serias dudas.

-¡Anthony!

Bianca…

Me erguí echando un vistazo a mi camisa por si estaba en condiciones.

-Anthony, me preguntaba si habías desaparecido de la mansión. No se me ha ocurrido que podías estar con tu regalo. ¿Te ha gustado?

Me pasé la mano por el cabello. Estaba nervioso.

-Sí, señora Craig.

Se detuvo a mitad de camino.

-¿Señora Craig? –sonrió.

-Perdón, Bianca, sí…

Me aparté del coche y caminé unos pasos hasta la flamante moto.

-Es increíble, gracias por el regalo.

-Fue un placer, Anthony. Lamento no haber colaborado en elegirla, ¿pero te imaginas? Sé de motos lo que Douglas sabe de forense.

Reí.

-Gracias, de verdad.

De pronto sus ojos borgoña se fijaron en la cajita de cartón apoyada en el asiento.

-¿Otro regalo?

Miré la pequeña caja y la tomé entre mis manos.

-¡Ah sí! La señorita Gólubev me la obsequió por mi cumpleaños.

-¿Anouk?

-No no, la señorita Svetlana.

-¡Ah! –rio-. Debí imaginarlo. No puedo visualizar a Anouk con un regalo tan… ¿Cómo decirlo? No parece ostentoso, más bien es sencillo. Son los mejores regalos Anthony, créeme.

-¡Por supuesto! –contesté.

-¿Y qué te ha regalado? Perdón, ¿Soy indiscreta?

-¡No! Yo… Es que no abrí la caja.

-Ay Anthony, debes abrir los regalos en presencia de la dama.

-Sí, yo porque… Estuvimos hablando de otras cosas y… Se me pasó…

Rápidamente abrí la cajita y estudié el objeto entre algodones blancos.

-Eh… Es una ramita seca. Como disecada. Seguro es de algún viaje de la señorita…

-¿Ramita? –interrumpió-. ¿Ramita de un árbol?

-Eso parece.

Rio.

-Nooo, Anthony esto es un cordón umbilical seco. Muchas madres lo guardan de recuerdo cuando a sus hijos se le cae el ombligo a los ocho días, más o menos, quizás quinto día.

-Ah…

-Anthony, de verdad que es un regalo muy particular, ¿no crees?

-Sí…

-Es muy tierno de su parte obsequiarte el ombligo de Milenka. Porque supongo que de ella debe ser.

-Claro…

Me miró a los ojos y sentí mis mejillas encenderse. Por todos los demonios parecía una colegiala.

La llegada de Ron cortó el momento incómodo que estaba sufriendo frente a la dama de los Craig. Me tranquilicé ya que ella se excusó y se retiró discreta, pero no por mucho tiempo. La cara de mi amigo me dijo que no había llegado hasta el garaje con buenas noticias.

-Ron, ¿qué ocurre? ¿Por qué esa cara?

Bajó la vista con los brazos en jarro. Como si meditara unos segundos, quedó pensativo. Después levantó la vista y me miró con una mezcla de rabia y tristeza.

-Anthony, acabo de escuchar una conversación entre Anouk y Svetlana.

-Oh… Si se trata de lo que ocurrió en el garaje hace unos momentos, sé que no debí ceder, pero…

-No se trata de eso.

-¿Entonces?

-Entonces, me temo que lo que voy a decirte no te gustará. No voy a dar vueltas porque esto no es un culebrón de novela. Soy tu amigo por sobre todas las cosas. Quiero que sepas que aquí me tienes y me tendrás siempre.

-Ron… Estás asustándome.

Respiró profundo y lo largó…

-Milenka es tu hija.

3 comentarios:

  1. ¡Vaya! Qué capítulo más intenso, como nos tienes acostumbrados. Me gustó saber un poquito más de Anthony, es un personaje muy interesante y su historia me parece que le hace honores; el encuentro con Svetlana, espectacular, claro, y qué buen oído tiene Ron. Ahora se viene tremendo lío, supongo, de hecho que es una bomba y me pregunto cómo lo tomarán todos si es que se sabe ya. Gracias por el capítulo, amiga.

    Besos.

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  2. Oh oh ahora si Anthony sabe la verdad sobre la bebe, que ira a pasar me deja con mucha intiga y bueno ese momento de pasión no hay duda que los disfrutaron jeje, gracias Lou!!!

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  3. Hola Lou... De nuevo por aquí persiguiéndote ;-)
    Que a Svetlana le tiemblen las piernas cuando pronuncia el nombre de Anthony demuestra que está enamorada sin remedio ;-)
    Natasha ya sabe que Anthony es el padre de Milenka... pero, lamentablemente, Svetlana sigue teniendo miedo al rechazo
    Anthony estaba muy contento con su moto... pero, sin duda, los mejores regalos han sido los de Svetlana... el regalo apasionado y el cordón umbilical
    Pero ha sido Ron quien le ha dicho a Anthony que él es el padre de Milenka
    Muy, muy interesante
    Y un verdadero placer leer tu extraordinaria novela
    Besos

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