PD: El capi tiene contenido para adultos. (Como habrán imaginado)
Capítulo
53.
Reconciliación.
Lenya.
Cuando abrí la puerta
de vaivén del primer piso de terapia intensiva, pude verla en el otro extremo
del pasillo, de pie, más delgada que la última vez que nos habíamos visto. Su
cabello caía lacio hasta casi rozar su estrecha cintura. Tenía un suéter oscuro
de lana y unos jeans. Parecía estar pensando sumida en la tristeza. Mi rubita,
mi bella humana con ese gran corazón. ¡Cuánto la había extrañado! ¡Cuántas
veces paseaba por mi mente cuando lograba estar solo a escondidas de Natasha! Mi
amor… Liz... Mi gran amor…
Nos habíamos hecho
tanto daño. Por celos, por inexperiencia, por orgullo. Sin embargo aquí estaba,
a unos metros de ella sin saber aún sin Liz querría mirarme a los ojos,
abrazarme, y empezar de nuevo.
Sabía que su amigo la
necesitaba, pero él ya no era un impedimento. No… El motivo no era que él
estaba en una cama de un hospital sin poder competir conmigo, la razón era que
estaba dispuesto a luchar por ella y no abandonar la batalla. Así Drank se
recuperara y la quisiera para él. Ya no importaba cuán difícil se me haría
confesar mi amor y que me creyera. Una y mil veces se lo diría, “te amo Liz”,
“te amo”.
Más de tres meses
intentando arrancarla de mi corazón. Casi cien días para entender que Liz no
era un capricho pasajero. Que no tenerla significaría vagar por este mundo
sobreviviendo.
No sé en qué momento mi
boca dejó escapar unas frases. La llamé por el nombre y ella pareció no
escucharme.
¿Y si no quería
escucharme? No Lenya. No puedes salir corriendo como cobarde…
Volví a llamarla y le
dije que estaba allí, por ella…
Entonces, giró la
cabeza y me miró.
Temblé, juró que
temblé. El miedo corrió por mis venas como si tuviera que enfrentarme a un
poderoso enemigo. Pero era sólo amor a lo que me estaba enfrentando, nada más y
nada menos. Sin embargo, su presencia me hacía pequeñito como David frente a
Goliat, y su rechazo sería mi perdición.
Creo que leí mi nombre
entre sus labios tan deseados. “Lenya”, murmuró…
Avancé hacia ella
mientras Liz permanecía inmóvil mirándome como si yo fuera un fantasma. Cada
paso que daba acercándome el miedo crecía. ¿Me rechazaría Liz? ¿Me diría que le
atraía pero que su amor no era suficiente para borrar los hechos pasados y las
disputas entre nosotros?
El estómago se me hizo
un nudo, tragué saliva, y mis pies por un momento no respondieron. No podía
seguir sin que ella me diera una señal que estaba feliz de verme allí. Lo único
que hasta ahora podía observar eran sus ojos bien abiertos dejando escapar unas
lágrimas.
-Liz –murmuré-, te amo.
Dos segundos transcurrieron,
dos, tres, cuatro…
Entonces, corrió hacia
mí.
Cerré los ojos y mi
cuerpo se preparó para recibirla entre mis brazos. Liz…
No sé qué más dije,
juro que no recuerdo, pero ella había corrido hacia mí y yo la había recibido
entre mis brazos. Mi respiración no entró en los pulmones hasta que el contacto
de su cuerpo fue vívido y palpable.
En el instante que su
cuerpo chocó con el mío y las manos se aferraron a mi espalda, percibí el calor
de su pecho contra el mío. Liz… Liz… ¡Cómo la había extrañado!
Escuché que lloraba con
su cara escondida entre mis brazos que por fin habían reaccionado y la rodeaban
conteniéndola.
¡Cuánto estaba
sufriendo por su amigo! Quizás no sabía la dimensión de su tristeza y su
agotamiento, sólo entendí que no deseaba verla sufrir. Aunque esa pena no
naciera de la maldita distancia que habíamos mantenido y la razón fuera por
Drank. Entendí que bajo ningún concepto quería contemplarla llorar.
Ahora estaba aquí,
frente a ella. Mi deber sería hacerle las cosas más llevaderas, no importaba en
qué lugar quedara yo. ¿Eso era amor? Sí…
Sentí sus manos delgadas
resbalar por la espalda y rodear mi cintura. Apoyé la barbilla en la cabeza de
ella y guardé silencio. Moría por repetir lo que sin querer se había escapado
de mis labios hace instantes. “Te amo Liz”, te amo”. Sin embargo callé porque
la protagonista era ella. No tenía importancia si había muerto de amor todo
este tiempo. No interesaba si con Natasha nunca había sentido el placer que
sentía con ella tan sólo al acariciarla o besarla. No… Yo sólo quería que mis
brazos la contuvieran y Liz pudiera desahogarse como no había podido hacerlo
con nadie.
No tengo noción de
cuanto pasó mientras ella sollozaba y yo la rodeaba con mis brazos. No lo sé…
Porque el tiempo al lado de quien amas aunque no sea el mejor momento no lo
puedes medir con el reloj. La tenía entre mis brazos, sujeta a mi cuerpo, cerca
de mi corazón Ese músculo que latía y que muchas veces sentía que no me
pertenecía porque había quedado con ella en Drobak.
Sus manos volvieron a
apoyarse en mi espalda… El llanto desconsolado fue apagándose de a poco… Como
si hubiera podido transmitirme esa gran tristeza y el dolor dentro de ella
fuera perdiendo fuerza...
Suspiró, pero no apartó
el rostro y lo mantuvo escondido entre mis brazos. Al fin susurró…
-Lenya, estás aquí…
Lenya… Mi amor…
No podría explicar el
júbilo que sentí en cada célula de mi cuerpo. Mis oídos habían captado mi
nombre de sus labios y no sólo eso… me había dicho “mi amor”.
Sí, estaba entre mis
brazos poderosos que la aferraban y que no la dejarían escapar nunca más.
Acaricié su cabeza de
hebras finas y sedosas. Me separé unos centímetros y la tomé de la barbilla
para que me mirara a los ojos. Ella no se resistió, aunque los segundos que
pasaron mientras sus párpados cerrados dejaran al descubierto esos ojos azules
increíbles, para mí fue una eternidad.
Limpié sus lágrimas de
las mejillas y sonreí.
-Te extrañé “rubita”.
¿Tú? ¿Me has extrañado?
No respondió
inmediatamente. Recorrió mi rostro con esa mirada llena de amor. Mordió el
labio inferior y balbuceó.
-Estar lejos de ti fue
muy difícil para mí. Yo… nunca pude lograr apartar mis pensamientos de tu
imagen, de tus besos… Eso que… he pasado horribles momentos…
Rompió a llorar y la
abracé acunándola en mis brazos.
-No quiero que llores
más, amor.
Incliné el rostro y
besé los labios con ternura. Yo… que las únicas veces que me había acercado tan
íntimamente a una hembra sólo era para saciar mi apetito sexual. Todo era
diferente con ella.
-He estado tan sola.
Confesar que la chica
poderosa que trataba de mostrar al mundo su fortaleza había sufrido tanta
soledad, me dolió.
-Estoy aquí, Liz.
-Pero… -me miró a los
ojos-. Te irás en algún momento. Tú regresarás a la mansión o a donde sea para
seguir tu vida y yo… Y yo tendré que armarme por pedazos nuevamente.
-No voy a ir a ningún
lado salvo por trabajo. Mi lugar en el mundo es junto a ti.
Nos miramos a los ojos…
-¿Lo dices en serio?
-Sí.
-Yo… Debería quedarme
para saber cómo reacciona Drank con la droga. Si puede dormirse profundamente
al menos podré irme tranquila.
-No te preocupes. Tú
quédate con Drank lo que necesites. Te esperaré en tu casa.
-¿En serio?
-Sí, mi amor.
-Lenya… Si esto es un
sueño no quiero despertar.
-No es un sueño. Te amo
y regresé por ti.
Marin.
Lenya había subido a la
habitación de Liz con su bolso de equipaje. Cuando abrí la puerta y lo vi de
pie en el portal, casi me desmayo. No sabía que intenciones tenía al visitar a
mi hermana pero después de la carta de amor que había leído no estaba demasiado
preocupada. Él la amaba. La cuestión era que ambos tenían un carácter de los
mil demonios y sumado al orgullo que usaban de baluarte por la vida no sabía
cuánto tiempo resistirían juntos sin tener una buena agarrada.
Quité la tarta de
choclo que había horneado en el horno y me senté con un café en el taburete
junto a la encimera. Desde que había preparado el relleno, encendido la cocina,
y preparado el café, el lobo me había llamado a mi móvil varias veces. Decía
que me extrañaba… Sí… Le dije “yo también”. ¡Qué mentirosa! Si hubiera sido
Douglas creo que hubiera salido corriendo desnuda por el jardín gritando de
felicidad.
Sonreí.
Marin, tú no eres así.
Pero sí me hubiera sentido plena y dichosa.
Miré mi reloj pulsera.
Liz no tardaría en llegar. Su adorado tormento me había dicho que ambos habían
hablado en el hospital y que Liz había dado el visto bueno para que golpeara mi
casa y esperara su regreso. Yo deseaba poder coger el avión de las ocho y
treinta porque quedarme entre esas paredes escuchando quien sabe cuántos
gemidos no era bueno para mi salud. Sobre todo si me ponía a pensar que venía
dilatando el momento de tener sexo con el lobo. Una era de carne y hueso
después de todo. Además Liz ya estaría acompañada… Muy bien acompañada. El
problema que no sabía hasta cuándo.
Lenya apareció por la
puerta de la cocina y quedó inmóvil.
-¿Quieres café?
–pregunté.
Asintió con la cabeza y
se acercó para sentarse frente a mí en otro taburete. Cabizbajo y en silencio
esperó que le sirviera una taza del líquido humeante y delicioso.
-¿Dulce?
-No, gracias.
Deslicé el pocillo
sobre la mesa con cuidado de no volcar y él se apresuró a tomarlo con ambas
manos. Bebió un sorbo sin mirarme a los ojos.
-¿Sabe bien?
Asintió otra vez en
silencio.
Bebí un trago largo y
deposité la taza en la encimera que servía de mesa.
Me crucé de brazos y lo
miré.
-¿Por qué estás aquí?
Mi pregunta no lo
sorprendió.
-Porque amo a Liz.
-Ah…
Silencio…
Bebió otro trago y al
fin me miró a la cara.
-No te gusta que haya
venido, ¿verdad?
Me encogí de hombros.
-Depende.
-¿Depende de qué?
-De que tu estadía sea
momentánea o para siempre.
-¿Qué preferirías?
-Que sea para siempre.
Sonrió pero yo no.
-Amo a tu hermana.
-¿Cómo cuánto? Porque
muchos dicen amar y ni siquiera saben que es sacrificarse por el otro.
-Lo suficiente para no
irme de su lado jamás. Claro, si ella lo desea.
-Ella lo desea
–contesté.
Sonrió y bebió otro
trago.
-¿Qué hay de Natasha
Gólubev?
Me miró serio y
depositó el pocillo en la encimera.
-Terminamos.
-¿En serio? ¿Debería
creerte?
-Tienes que creerme. No
miento.
Bajé la cabeza y
medité…
Silencio…
Yo era la menor de las
dos pero de pronto sentí una gran responsabilidad por intervenir por la
felicidad de mi hermana.
-Escucha, Liz ha
sufrido horrores sola. Ella es fuerte ante miles de adversidades, sin embargo
hay algo que la vuelve vulnerable, frágil. Ese eres tú. No voy a permitir que
le hagas daño ni te burles de su amor.
-Nunca lo haría.
-Pues lo hiciste.
Déjame recordarte que jugaste con dos hembras a la vez.
-Eso es pasado y yo… Yo
no sabía que la amaba de la forma que la amo.
-¿Y cómo es tu forma
Lenya Craig?
Bajó la vista con un
dejo de tristeza.
-Sé que no debo ser
santo de tu devoción. Sé que has visto sufrir a tu hermana por mi culpa. Ella
también… No deja, no es de caballeros hablar mal de la dama.
-Que tiene carácter
difícil no es novedad. A lo que voy que con su forma de ser ella se enamoró de
ti. No quiero que la hagas llorar. Porque ese día Lenya Craig… Ese día, aunque
seas el vampiro poderoso hijo de Adrien, juro que aunque muera en el intento te
haré pagar cada lágrima de mi hermana.
Sonrió.
-La valentía no es sólo
una virtud de Liz. ¿Viene de familia?
-Puede ser –contesté-,
aunque mi madre no nos enfrentó con la verdad.
-¿Qué te ocurre?
-Nada… ¿Tardará mucho,
Liz?
-No lo creo. Toma el
café, se enfriará.
Retiré mi taza y la
puse bajo el grifo para enjuagar.
De espaldas a él
escuché la pregunta que me hizo temblar el cuerpo.
-¿Te gustaría ver a tu
madre?
Giré para mirarlo
sorprendida.
-Es una pregunta
íntima.
-Seré parte de tu
familia. Tu cuñado, aunque no lo creas… Y quizás… Mi sobrina política.
Lo miré con el
entrecejo fruncido.
-Olvídalo.
-Oh… ¿Douglas y tú
terminaron?
-Nunca empezamos.
-Ah… Pues a mí me
parecía que había química entre ustedes.
-Te ha parecido mal.
-Okay.
-¿Y sabes qué? Eres un
metiche.
Rio. Después se puso
serio.
-Mi sobrino es un buen
chico. Sólo que está un poco perdido.
-Pues que lo ayuden
otras.
Rio otra vez. Esta vez
me enfadé.
-¡Escúchame bien!
En ese instante la
puerta de calle se escuchó y en dos minutos Liz apareció en la cocina.
-¿Adivinen qué?
-¿Qué cariño?
El “que cariño”
dirigido a mi hermana con ese toque de ternura me encantó.
-La noche está
preciosa. Vine caminando.
-¿Las ocho manzanas?
–pregunté.
-Sí.
-¿Novedades de tu
amigo? –preguntó Lenya.
-No… Pero al menos lo
dejé descansando. El dolor ya pasó.
-Me alegro- murmuró él.
Miré a uno y a otro
estudiando las miradas entre ellos…
Se amaban sí… Liz
apenas entró y lo vio sentado se le iluminó la cara y a él también. Sentí que
Lenya preguntaba con sinceridad sobre Drank y no como burla. Debería ser un
paso importante para él, heredero nada más y nada menos que del imperio
poderoso de los Craig. Donde las hembras del mundo por cualquiera de esos
machos podrían volverse locas. Sí, él estaba aquí porque la amaba.
Al sentir el aroma de
la tarta Liz preguntó.
-¿Qué has hecho de
cenar?
-Tarta de choclo. En
realidad es una receta fácil que me ha enseñado Sabina –callé.
Sinceramente ninguno de
los dos me escuchaba. Estaban perdidos en sus respectivas miradas y rodé los
ojos aunque sonreí.
-Tomaré el avión de las
nueve de la noche.
Liz me miró.
-Oh no, Marin. No
tienes porque irte.
-Sí que sí –protesté.
-Marin…
-Escucha Liz, ahora
tienes compañía y de la buena –guiñé un ojo-, además tengo cosas que hacer.
Prometí a Sabina que la ayudaría con el ajuar del bebé. Vamos a armar la
habitación en su cabaña.
-¡Qué emoción, debe
estar feliz!
-Sí. Sobre todo porque
no ha podido disfrutar a Douglas.
-Cierto.
-Mi hermano lo hizo
teniendo sus razones.
Lenya defendió a
Sebastien.
Liz se acercó y apoyó
una mano en su hombro.
-Me gusta que defiendas
a tu hermano.
Sus ojos se clavaron en
los labios de Lenya y éste pasó la lengua lentamente por ellos.
Oh oh… Marin apresúrate
a desaparecer que estos dos están como dinamita.
Carraspee.
-Perdón siento
interrumpir el idílico momento. Iré a guardar mis prendas en el bolso y pueden
probar la tarta, huele genial.
Avancé hasta la puerta
y giré para mirar a Lenya.
-Bueno tú no. La tarta
no creo sea de tu gusto.
-Ya que eres tan
gentil, te llevaré yo al aeropuerto –dijo Lenya poniéndose de pie.
-¿Eres dueño de un
taxi?
Sonrió y guiñó un ojo.
-No. Me materializaré
contigo y te dejaré en el parque frente al aeropuerto.
-¿Estás loco?
-¿Por qué no? Bien, ya
sé que no soy Douglas en su moto pero te sacaré del apuro de perder el avión.
-¿Eres gracioso de
nacimiento o te haces?
Liz simuló una sonrisa.
-Vamos Marin confía en
tu cuñado. ¿Verdad “Rubita”?
-De ninguna forma me
desintegraré de tu mano. ¿Estás totalmente chiflado? ¡No, no lo haré!
Liz.
Lenya había llevado a
Marin al aeropuerto materializándose con ese don maravilloso que tenía. Al
principio la cara de mi hermana reflejó la duda, pero era cierto que de ninguna
forma llegaría si quería coger el avión de las nueve.
Me senté en el único
sofá que había quedado en la sala después que había tenido que vender la
mayoría de los muebles. El silencio me rodeó. Ni siquiera era un anochecer con
lluvia en la cual podría distraerme con el sonido de las gotas al caer o algún
que otro trueno. No, era una noche otoñal, fresca, pero maravillosa. Me sentía
extraña. Aún no podía creer que Lenya y yo comenzaríamos de nuevo una relación
y esta vez sería distinto. Sin embargo, a la vez, no podía estallar de
felicidad. Mi gran amigo estaba grave. Sentía que no gozaba de ese derecho de
la dicha aunque hubiera hecho todo por hacerlo sentir mejor y no abandonarlo.
Saqué mi móvil del
bolsillo de los jeans y llamé al hospital…
-Hola Elizabeth. Soy
Liz.
“Liz, corazón. ¿Llamas
para saber de tu amigo Drank?”
-Sí… ¿Hubo novedades?
“No querida. No te
preocupes. Te llamaré si es así.”
-Segura, ¿tienes bien
mi número de móvil?
“Si Liz.”
-Okay. Buenas noches.
“Buenas noches,
corazón.”
En ese instante
golpearon la puerta…
Me puse de pie y caminé
para abrir aunque me sonó extraño que alguien viniera a esta hora.
Al abrir la puerta me
quedé extasiada con el bello ejemplar que apoyado en la pared me miraba con
sonrisa pícara.
Iba a hacerme a un lado
para que Lenya pasara pero me sorprendió y me quedé inmóvil.
-Buenas noches,
disculpe la molestia. Soy nuevo en la ciudad.
Recordé que ambos
habíamos quedado que empezábamos de cero pero no había imaginado que hasta tal
punto.
Sonreí.
-Tú dirás que necesitas
–seguí el juego.
-Bueno, primero me
presento –extendió la mano derecha-. Soy Lenya y acabo de llegar a Drobak.
-Oh –estreché su mano
mientras reía de los nervios-. Yo soy Liz, y viví en Drobak desde que nací así
que sí… dime en qué puedo ayudarte.
Coloqué un mechón tras la
oreja y él sonrió.
¡Qué lindo estaba con
esa camiseta blanca y esos jeans gastados a las caderas. Creo que no lo había
podido apreciar antes por todo lo que significó verlo después de tanto tiempo.
Sin embargo ahora que estábamos dispuestos a dedicarnos tiempo lejos de todos
era mi momento para deleitarme con esa estampa de macho seductor.
-Pues verás, me
gustaría dar un paseo por la ciudad. No sé… conocer la plaza, algún que otro
negocio o bar.
-Ah, okay. Lo que
ocurre es que ya deben ser cerca de las nueve y… no sé si debería ir por ahí.
Sonreí. No se la iba a
hacer fácil.
-Entiendo… ¡Qué pena!
De verdad me gustaría conocer un poco antes de buscar posada por ahí.
-¿Posada? –pregunté.
Ah… El juego iba en serio.
-Por supuesto. Me
quedaré un tiempo.
-Bueno… Podría
mostrarte aunque sea algunos lugares ya que no conoces… Me esperas aquí. Voy a
buscar algo liviano. Está refrescando.
-Oh, claro. Te espero
aquí. Gracias.
Cerré despacio la
puerta mientras sus ojos y mis ojos se miraban con diversión.
Ojos grises… ¡Cómo
había extrañado esos ojos grises!
Subí rápidamente la
escalera y corrí a mi habitación. Quité varias prendas del ropero
esparciéndolas por el suelo. Estaba nerviosa como si fuera mi primera cita con
él. Lenya había logrado que sintiera esa agradable sensación que sientes cuando
gustas de alguien y éste te invita a
salir.
Finalmente recordé…
-Había dejado mi suéter
de abrigo sobre el sofá apenas había llegado del hospital.
Reí. Estaba tan
nerviosa.
Bajé corriendo las
escaleras y cogí el abrigo. ¿No me había maquillado ni un poquito? ¡Qué horror
a cara lavada!
Ay mierda… No, mejor no
perdía más tiempo. Sólo acomodé mi cabello con los dedos y me abalancé hacia la
puerta.
Él estaba observando
las flores del lado izquierdo del jardín Giró al escuchar la puerta y me miró
con esas sonrisas que parten al medio.
-Hola, ya estoy lista.
-Muy bien –dijo casi en
un murmullo y me miró de pies a cabeza. Sonrió y aguardó que me acercara.
-¿Te gustan las flores?
–preguntó.
-Ehm, sí. Las rosas
mucho más pero no brotaron. Compré unas semillas hace tres meses. Creo que los
rosales son difíciles de prender o germinar.
-Ah, ¡qué pena! De
cualquier forma tienes unas bellas flores.
-Son geranios… Esos de
allí –dije señalando a la derecha-. Y esas de allí son violetas.
-Oh…
-¿Qué te parece si
caminamos unas manzanas hasta la plaza?
-Me encantaría
–contestó.
Se detuvo y giré para
ver que hacía.
Encendió un cigarrillo
mientras yo cerraba la puerta de calle y echaba a andar.
-¿Quieres un
cigarrillo?
-Tengo, gracias.
Quité mi cajilla del
bolsillo derecho de mi suéter y tantee mis jeans buscando el encendedor.
Se acercó con la llama
encendida sin esperar que lo hallara.
Nunca imaginé que los
latidos de mi corazón podían contarse uno por uno. Que golpearían fuerte mi
pecho acelerando el pulso de tal forma que mis dedos comenzaron a temblar. La
cercanía de esa boca de labios carnosos sosteniendo el cigarrillo, el roce
electrificante en mi mano cuando sus dedos acariciaron la piel de casualidad al
encender mi cigarro como un buen caballero. ¿Casualidad? ¿Podía llamarse
casualidad a todo lo que me había sucedido? Quedar en la pobreza y
desesperación, viajar y vivir en Kirkenes, conocerlo esa noche mágica, pero
sobre todo mi amor por los vampiros. Mi alma inquieta y fantasiosa siempre deseaba
hallarlos alguna noche. Y los hallé… Mis adorados vampiros cuyos autores me
tenían extasiada en la lectura. Y encontré el mejor, el más bello, el más
apasionado y perfecto, mi vampiro moreno.
Comenzamos a caminar
rumbo a la plaza. Lenya a mi lado se mantenía como si de verdad fuera un
turista desconocido. Observaba a cada lado del camino, a la derecha el río con
el muelle, a la izquierda las casitas de madera pintadas de colores vivos, y un
kilómetro más adelante las luces brillantes de la plaza que lograban
confundirse con un retazo de cielo estrellado.
-¿Aquí puede verse la
aurora boreal?
Lo miré.
Sonreí y seguí el
juego.
-Oh siii, pero no es la
época. Debes esperar un poco más… Y tú, ¿de dónde eres?
Me miró y aspiro el
cigarrillo.
No contestó inmediatamente,
se tomó el tiempo mientras me miraba haciendo temblar mis rodillas.
-De Rusia, Mursmark.
-Ah… ¿Y tienes familia?
Me miró y sonrió.
-En Kirkenes. ¿Conoces
Kirkenes?
-Sí, por un tiempo viví
allí.
-¿Y qué te llevó
abandonar esta hermosa ciudad?
Lo miré.
Comprendí que Lenya no
desconocía mi pasado, pero esta vez quería escucharlo de mi boca. Y eso me
encantó.
-Bueno… Yo… Mi madre
nos dejó por un hombre, mi tío. Después de un tiempo perdí el trabajo y mi
hermana Signy murió. Me pasaron muchos hechos horribles.
-Lo lamento –murmuró.
-Después nos quedamos
sin cosas para vender… Y… Nada pues… No había mucha comida. Vendimos todo lo de
valor. Aunque… Hay dos cosas que tengo en mi poder y que nunca vendería.
-¿Qué cosas? –susurró
apenado por escuchar mi tristeza.
-Uno de ellos es un
libro de vampiros que recuperé. Yo lo había vendido y mi amigo lo recupero
después. Lo compró y me lo regaló.
-¿Ah sí?
Necesitaba decirle la
verdad. Que estuviera seguro de mi amor y quitarle el miedo. Aunque fuera con
palabras en un juego de seducción.
-Sí… Es un buen amigo
–lo miré a los ojos desnudando el corazón-. Él siempre me quiso pero yo no pude
nunca corresponderle como esperaba.
-Comprendo.
-Ahora él… No está bien
de salud… Morirá…
-Lo siento.
Caminé cabizbaja pero
me tomó del brazo y me detuvo para poder hablarme cara a cara.
-De verdad lo siento…
-Lo sé.
Continuamos el camino
que se abría en dos diagonales encerrando a la bella plaza de Drobak.
-Llegamos –informé.
-Y… ¿la otra cosa que
no has querido vender?
Salté ágilmente
esquivando un par de huellas de neumáticos y continué a su lado caminando.
-La otra cosa es un
vestido azul.
Arqueó la ceja.
-¿Un vestido azul? ¿Qué
tiene de particular un vestido azul?
Poco a poco fue
sonriendo.
-Con ese vestido lo
conocí a él.
-¿A él?
-A mi gran y único
amor.
Nos detuvimos para
mirarnos a los ojos. Pensé por un momento que me abrazaría y me comería la
boca, sin embargo continuó caminando para que lo siguiera.
-¡Qué afortunado debe
ser!
Sonreí.
-No sé. Soy bastante
caprichosa y tengo mis locuras y un carácter de los mil demonios.
-Vaya –rio-, con esa
publicidad saldré corriendo.
Reí.
-¿Y tú Lenya?
-Yo… tuve una sola
relación seria, formal, pero no era el amor verdadero.
-¿Te diste cuenta y
rompiste?
Negó con la cabeza.
-No, eso es lo más
triste. Ella me hizo ver lo equivocado que estaba tratando de olvidar a la
dueña de mi corazón. Debí ser yo el que largara todo al diablo y reconocer que
no viviría feliz jamás sin ella.
-Bueno, lo importante
es que ahora estás libre para recuperarla.
-Sí.
Se detuvo y me miró.
-Tengo muchas ilusiones
con ella. Quiero vivir para siempre a su lado, poder contemplarla cada una de
mis noches y cada mañana de mi vida, y quiero tener hijos.
Mi corazón volvió a
latir fuerte.
-Creo que a ella le
encantará que se lo digas –murmuré.
De pronto su mirada se
perdió en algún punto de la plaza…
-Espérame aquí.
Me quedé parada
observando cómo avanzaba apresurado hacia unas mesas y estantes improvisados.
Muchos de los feriantes ya habían retirado sus posesiones.
¿Qué quería comprar?
Observé alrededor y me
senté en una jardinera de ladrillos.
Las calles que rodeaban
la plaza lucían prácticamente solitarias. Sólo algún que otro transeúnte que
iría a su casa después de la jornada laboral. Los toldos de colores de los
feriantes habían sido retirados por sus dueños y ya no se escuchaba como
acostumbraban a vociferar en el día hasta el atardecer.
Vi a Lenya avanzar
hacia mí con… ¿un ramo de rosas rojas?
Sonreí y me puse de
pie.
Llegó hasta mí y su
sonrisa iluminó mí alrededor.
-Dijiste que te
gustaban las rosas así que… Aquí tienes.
Cogí el ramo con el
papel plateado de celofán. Ocho… Diez, once, doce rosas.
-Gracias. Eres todo un
caballero.
-De nada. Gracias a ti
por mostrarle a un forastero como yo parte de la ciudad.
Hundí la nariz y el
perfume me encantó. Eran rosas frescas y aún tenían sus pétalos mojados de
rocío.
-Ten cuidado con las
espinas.
Acerqué el ramo a mi
pecho y lo miré.
-Gracias. ¿Puedo darte
un beso?
Me miró y sus labios
dibujaron una sonrisa depredadora.
-Por supuesto.
Di tres pasos que me
separaban de él. Me puse en puntillas de pie y mi boca se preparó para
depositar ese beso en una de sus mejillas. Él se inclinó para facilitarme la
tarea pero a último momento desvió el rostro y sus labios se pegaron a los míos.
¡Qué labios tentadores!
¡Qué ganas de morderlos y tironear suavemente con mis dientes!
Lenya se separó y sus
ojos brillaron de lujuria.
Carraspee.
-Ehm… ¿Qué te parece si
tomamos algo en el pub de la esquina? Debe ser el único abierto.
-Me parece bien.
Abracé mis flores y
atravesamos la plaza.
Moría por cogerlo de la
mano como hacen todos los novios enamorados pero claro no sería correcto si lo
había conocido hacía una hora.
Caminamos despacio
disfrutando de la noche. Una noche pacífica y serena pero que traía una promesa
camuflada, estar entre los brazos de Lenya Craig.
El pub estaba vacío.
Una pareja cenaba en el ala izquierda. Dos mozos y una mesera conversaban entre ellos. Uno apoyado
en el mostrador conversaba con una mesera rubia. Ella nos miró y clavó la
mirada en Lenya. Lo siguió hasta que llegamos a la mesa junto a la ventana. Nos
sentamos frente a frente. De soslayo la vi que dejaba una bandeja y caminaba
hacia nosotros balanceado las caderas.
Lenya ni siquiera la
miró. Clavé la vista en su cara muy maquillada para que en el momento que me
mirara, si se dignaba a hacerlo, supiera que no iba a permitir que coqueteara
con mi macho.
Cuando llegó a nosotros
deposité el ramo en la silla vacía junto a mí, me quité el suéter, y mis manos
descansaron sobre la mesa. La miré mientras ella abría el anotador y apoyaba la
punta del bolígrafo sobre el papel, pero me ignoró totalmente.
-Señor, ¿qué desean tomar?
Lenya que terminaba de
acomodarse en la silla la miró fugazmente y sus ojos se encontraron con los
míos.
-Pregúntele a la
señorita, tomaré lo que ella quiera.
Por poco reí a
carcajadas. La cara de decepción de la chica fue tal que era para haber sacado
una foto.
Me miró con desgano y
susurró.
-Señorita, ¿qué desean
tomar?
Apoyé un codo en la
mesa y el dedo índice en mis labios como si pensara una cuenta matemática.
-Ehm… Déjame pensar.
Lenya deslizó su mano
sobre la mesa hasta que se encontró con mi mano. La atrapó con delicadeza y la
acarició.
Creí que me derretía
ahí mismo…
-¿Qué te parece si
tomamos un capuccino, cariño?
Sonreí y asentí.
-Perfecto.
-¿Dos capuccinos?
–preguntó la resbalosa.
Lenya contestó sin
mirarla.
-Por favor, dos
capuccinos. Ah, y para mi chica un tostado de jamón y queso.
Cuando giró sobre sí
misma y desapareció, reí.
-Eres bastante
atrevido. Me has tratado como tu chica sin mi autorización.
-Tienes razón –guiñó el
ojo-, pero sospecho que no te ha molestado en absoluto.
-Cierto –sonreí-, buena
idea para sacar a la cargosa.
Los minutos que
siguieron estuvieron alternados de silencios y miradas. Alguna que otra
conversación breve sobre el clima de Drobak y las auroras boreales.
Los capuccinos llegaron
junto a un gran tostado que olía delicioso. No había cenado y me venía muy bien
comer algo sólido. Es que a veces me olvidaba de mí misma mientras permanecía
sentada en el pasillo del hospital. A veces no, la mayoría de las veces.
Lenya entregó un
billete suficiente para que la mesera se cobrara y sobrara para un capuccino
más.
-Quédate con el vuelto.
-Gracias –murmuró la
descarada.
De esa forma la mesera
no tenía que volver para cobrar después y nos dejaría solos.
Lenya bebió un trago de
capuccino. Yo agregué un sobrecito de azúcar y revolví mientras masticaba el
crocante tostado. Levanté la vista de la taza y él me miraba embelesado.
Sonreí.
La mirada de Lenya me
ponía nerviosa. Era como traspasarme y jugar con cada una de mis células
erotizando mis terminaciones nerviosas. Necesitaba irme de allí. Necesitaba
llegar a casa y aunque fingiéramos ser desconocidos, llevármelo a la cama como
una buena casquivana.
-¿Estudias? –preguntó
llevándose la taza de café a los labios.
Cierto, éramos dos
desconocidos…
-Ehm… No. Terminé el
nivel superior y comencé a trabajar. Quería ser bibliotecaria pero en casa
había que colaborar.
-¿Bibliotecaria? ¿Te
gusta leer?
-Sí. Leo de todo un
poco pero mis favoritos son los libros de historias paranormales.
Me miró por encima de
la taza mientras tomaba un sorbo y sus ojos grises lanzaron chispas de
diversión. Creo que me subieron los colores. Cielos, ¿que estaba ocurriéndome? Era
una chica de pueblo tímida que estaba enamorándose otra vez. Eso había logrado
él con su idea de comenzar de cero. Todo esos momentos que nos faltaron por
tantos hechos adversos y ahora era como una cita por primera vez.
Pensé que en otro
tiempo si se tratara de otro chico yo sería más avanzada, pero Lenya tenía un
poder de seducción inmanejable, y el cual me sentía feliz de no poder
maniobrar.
-Entonces, ¿trabajas?
-Sí. De niñera.
Renuncié y luego me tomaron nuevamente. Es difícil congeniar horarios con el
hospital –mi rostro cambió a serio y triste-. Lo siento es que…
-Sí, me lo has dicho.
Estás preocupada por tu amigo.
-Ehm… Bueno, como iba
contándote ahora soy niñera los fines de semana. Pero vendí flores en la feria
y también limpié un par de casas.
Sus ojos me miraron…
No sabía si ese brillo
era amor, creo que al menos admiración.
Tomó otro sorbo y
aproveché a comer más de mi tostado.
-¿Y qué hacías en
Kirkenes? –preguntó.
-Ah… En Kirkenes… me
emplee en un organismo estatal. Documentación, registros, y pasaportes.
-Interesante.
-¿Y tú? No me has
contado nada de ti.
-Oh… Bueno yo… soy
socio junto a mi hermano en una petrolera en la Isla de Oso.
-Guauu –reí-, debe ser
frio.
-Sí, lo es. También soy
dueño junto a mis hermanos de un hotel en Kirkenes. Thon, ¿lo conoces?
-Aja… Y tienes muchos
hermanos –bebí un trago de café.
-Tengo dos. Sebastien
es el mayor, y una hermana muy loca y divertida pero que amo también.
¡Eso es genial! ¿Se
llevan bien?
-Ehm… -sonrió-. Yo
diría que sí. Con Sebastien tuvimos problemas al principio.
-¿Al principio de qué?
Clavó los ojos en la
mesa y habló casi un murmullo.
-Tenía mucha rabia y lo
odiaba. Mi padre me dejó de pequeño y vivió siempre con él y… Nada, fueron
hechos que desencadenaron que tuviera una infancia triste pero Sebastien no
tenía la culpa. Decisiones de mis padres.
-¿Y tu madre?
No levantó la vista de
la mesa pero continuó…
-Mi madre era un ser
maravilloso. Tuvo errores como podemos tenerlos todos buscando lo mejor para
mí. Ella… Ella murió asesinada.
Tragué saliva.
-No hablemos de eso. No
quiero ponerte triste.
-Está bien, no te
preocupes. Me hace bien hablar contigo.
Tomó un trago de
capuccino y su rostro dibujó la tristeza.
No deseaba apenarlo
pero él esperaba poder contarme sus cosas y lo respeté.
-Ese día… unas horas
antes de salir de casa, discutí con mi madre. Le dije cosas feas. Le reproché
el alejamiento de mi padre… Me arrepentí… Sin embargo cuando regresé para
pedirle perdón ella había muerto.
Su voz se quebró y mi
corazón se estrujó.
-No pude decirle que lo
sentía. Desde ese día tengo algo aquí –señaló su pecho-, juro que nunca me lo
perdoné. ¿Sabes qué? Nunca se lo dije a nadie.
-Lenya… -murmuré.
Sacudió la cabeza como
si negara.
-Olvídalo. El pasado no
lo podré cambiar.
Me mantuve en silencio.
Pensé cuantos detalles ignoraba de él. Había comenzado amarlo hacía tiempo de
cualquier forma, sin embargo sospechaba que cuanto más conociera su alma, más
estaría perdidamente enamorada de él.
No era justo que yo
supiera sus sentimientos más íntimos y lo escuchara sin abrirme a él. No, no
era justo.
-Mi madre nos abandonó
cuando falleció mi abuela. Se fue con un hombre, mi tío.
Lenya alzó la vista y
me miró.
-Ella… Nos dejó… -un
nudo fue cerrando la garganta-. Así de simple, nos dejó a la deriva. Tuvimos
que luchar solas. Fueron momentos difíciles. Me despidieron poco después y me
quedé sin trabajo. Después… Sucedió lo de mi hermana… La mataron unos lobos
salvajes y hambrientos… Tuve que… reconocer el cuerpo –lágrimas brotaron de mis
ojos.
La mano de Lenya volvió
a cubrir la mía.
-No llores. Esta noche
no es para llorar. Quizás más adelante podamos contar nuestro pasado. Ahora… Me
gustaría que me cuentes si hay alguna posada por aquí.
Reí secando mis
lágrimas.
-Hay varias pero no son
cómodas.
-¿Ah no? –sonrió.
Negué rotundamente con
la cabeza.
-No, no, no. No voy a
permitir que te quedes y gastes en la estadía después que has pagado el
tostado, el capuccino, y además me has regalado estas bellas rosas.
Las cogí en mis brazos
y las olí nuevamente.
Él rio.
-¿Así que no permitirás
que duerma en una posada? ¿Y qué puedes ofrecerme para pasar la noche?
Encogí mis hombros y
dejé las rosas en la mesa. Me puse de pie y cogí el abrigo.
-En mi casa.
Lenya me siguió con la
vista divertido. Se puso de pie y se acercó para ayudarme con el suéter.
-No tengo mucho dinero
ahora mismo… ¿Podría pagártelo en especie?
La proximidad de sus labios
en mi oído proponiéndome indecentemente lo que cualquiera con un poco de
inteligencia habría adivinado, sólo hizo que las mejillas se encendieran y en
el estómago revolotearan mariposas.
Nos quedamos mirándonos
de frente mientras él doblaba con ternura mi cuello de lana.
-En especie estará bien
–susurré.
Llegamos a casa y lo
guié por las escaleras hasta una de las habitaciones. La misma que había usado
mi hermana y sólo contaba con una cama de una plaza y una cajonera antigua.
De pie en el pasillo recogí
el bolso que estaba recostado a la pared, junto a la puerta de mi habitación.
Él lo habría dejado allí cuando llegó del hospital.
Me despedí como si
realmente fuera un extraño.
-Bueno… Tú puedes
dormir aquí. Es modesto pero te servirá.
Me miró con una mirada
libidinosa que me erizó hasta el último vello del cuerpo.
-¿Y tú dónde dormirás?
-Yo duermo en esta
habitación. Señalé la puerta a la derecha.
-Okay.
-Si necesitas algo…
Sonrió de lado y se
cruzó de brazos.
-Si necesito algo… Te
lo haré saber.
-Vale.
-Hasta mañana, Liz
-Hasta mañana Lenya.
………………………………………………………………………………………………........
En cuanto entré a mi
habitación me até el cabello en un rodete, quité unas bragas rojas de la
cajonera y una camiseta negra desteñida que usaba para dormir. Me zambullí en
el baño y abrí la ducha. Entibié el agua y me desnudé. Bajo el agua me apresuré
a enjabonarme con el jabón de aroma cítrico. Dicho sea de paso había percibido
el olor a limón en la piel de Lenya señal que se había duchado en mi baño. No
deseaba que él me sorprendiera sin estar lista. Quería estar perfumada hasta el
último rincón de mi cuerpo.
Mi corazón latía apresurado,
el pulso aceleraba no sólo por la rapidez con que me enjabonaba, sino por la
ansiedad de meterme en la cama y mandar un mensaje al terrible macho que estaba
en la otra habitación.
¿Qué le diría en el
mensaje? ¿No se suponía que éramos dos desconocidos?
Cogí la toalla de un
tirón y me sequé apurada. Me vestí con las diminutas bragas y la camiseta y
salté a la cama. Le mandaría un mensaje…
Mierda…
Salté de la cama y
corrí al baño donde en un bolsillo de mis jeans tendría mi móvil. Regresé a la
cama y me senté cruzada de piernas como un indio.
Solté el cabello,
respiré profundo y marqué su número de móvil para enviar un mensaje de texto.
“Hola, ¿estás cómodo?”
Esperé a que
contestara…
Nada…
Mierda…
¿Se habría dormido?
Liz, es un vampiro.
¿Eres idiota?
Di varios golpecitos al
móvil con la palma de la mano… ¿Le enviaba otro mensaje?
En ese instante la
música que había elegido para distinguir su número, que no era otra que “Love
my life” de Queen, sonó.
Ay madre mía, contestó
el mensaje…
Leí con prisa y totalmente
exaltada.
“Estoy muy cómodo,
gracias”.
Mordí el labio
inferior.
Aaaaay, dioooss.
¿Ahora? ¿Insistía?
Escribí en el móvil
nuevamente…
¨Me alegro. Que
descanses”.
Esta vez contestó con
rapidez.
“Tú también”.
Reí.
Ay Lenya Craig, extraño
o no extraño estaba haciéndose el difícil, pero después de haber sufrido tanto
su ausencia, el orgullo era una palabra prohibida en mi corazón.
Salté de la cama y volé
hacia la puerta…
Cuando abrí atrapó con
los brazos mi cuerpo y me atrajo contra su pecho.
-Hola –murmuró contra
mi boca.
-Hola.
-¿Ibas algún lado?
-A tú habitación –gemí
al sentir sus labios acariciar los míos.
-Qué chica atrevida… Me
encanta.
-No vayas a creer
–respiré con dificultad excitada por sus pectorales duros contra mis pezones-,
no soy una chica ligera que quiere acostarse con un extraño.
-¿No digas?
Caminó hacia adelante
sujetándome y yo trataba de seguir sus pasos retrocediendo hasta chocar con el
filo de mi cama.
Se detuvo y nos
miramos. Sus manos presionaban mi espalda para que apoyara mi cuerpo contra el
suyo. Nuestros labios entreabiertos rogaban por esos besos que por tanto tiempo
deseamos. Mis ojos fueron cerrándose y sentí la punta de su nariz arrastrarse
por la mejilla buscando la mejor posición para un beso.
Y me besó…
Recibí en mi boca su
lengua… Acariciándome, palpando cada rincón de mis encías, de mi paladar, con
movimientos lentos, hasta que por fin atrapó mi lengua y succionó mientras un
gemido salía de su pecho agitado.
Incliné mi cara para
profundizar el beso y esta vez fue mi garganta que dejó escapar el gemido al
atrapar su lengua.
Caímos en la cama. Yo,
bajo su cuerpo quizás en una trampa mortal que no deseaba salir. Él, dejando
sus manos en libre albedrío recorriendo mis piernas con caricias sutiles,
hurgando bajo mi camiseta hasta encontrar mis pechos y jugar con mis pezones.
Me arquee de placer
aferrándome a su espalda. Abrí mi boca para dejar escapar el aire en el momento
que la dureza de su miembro friccionó contra mis bragas.
-Liz… Oh Liz…
-balbuceó.
Lo miré con los ojos entreabiertos…
Era tan bello…
-Mi amor… Por favor…
Quítate la ropa. Quiero verte desnudo… Quiero sentir tu piel sobre la mía
–murmuré jadeando.
Pasó la lengua por los
labios y tomó aliento para poder hablar sin interrupción, aunque no lo logró.
Estaba tan excitado como yo.
-Liz… Tengo miedo de
hacerte daño… Por favor… No debemos… llegar al orgasmo… juntos…
Uno de los dos…
tendrá que tener el control.
Acaricié su cabello y
el perfil de su rostro.
-No te preocupes… Lo
haremos como tú desees –respiré entrecortado-. Sólo quiero que sepas –besé sus
labios-, que si muero entre tus brazos… contemplando tu orgasmo… la muerte
habrá valido la pena.
-No digas eso
–susurró-. Por favor, dime que me ayudarás a no salirme de control.
Acaricié sus labios
entreabiertos.
-Te lo prometo.
Acto seguido se separó
de mí para quitar su camiseta blanca. Madre mía… Ya había olvidado la
perfección de sus hombros y brazos, los músculos firmes de su abdomen, y las
tetillas oscuras y tentadoras. El ombligo, no debía olvidar su ombligo tan perfecto.
Le siguieron los tenis,
los soquetes, y los jeans… No llevaba bóxers…
Se ubicó apoyando sus
rodillas a cada lado de mis piernas Mi mano atrapó su sexo caliente y duro y me
incorporé lo suficiente para que mis labios rozaran ese delicioso manjar.
Él se mantuvo
expectante aunque percibí que temblaba.
-No tengas miedo
–susurré-, iré despacio.
Acerqué mi boca a la
piel sedosa del falo y la lengua lo recorrió a lo largo y ancho.
Sus músculos se
contrajeron y creo que maldijo en voz baja.
Besé con besos húmedos
y cortos desde la punta hasta la base. Una de mis manos se aferró a sus nalgas
y la otra hurgó entre sus piernas.
Miré sus ojos
contemplando la contractura de su cuello. Estaba haciendo un esfuerzo por no
tirar todo por la borda y dejar salir el instinto. Apretó los labios a la vez
que yo me dedicaba a masajear los testículos. Lo engullí todo entero en mi boca
y escuché mi nombre con un gruñido desesperado.
-Liz… Por favor…
Acarició mis cabellos…
Chupé lento y profundo
mientras mis manos acariciaban su vientre plano. Al llegar a esas
protuberancias pequeñas pellizqué y magree una y otra vez provocando un gemido
largo y erótico.
¿Podría ir despacio? No
lo sabía. Tenía tantos deseos de él. Tantas noches pensando en el instante de
tenerlo desnudo y entre mis manos. Pero yo aún quería más… Deseaba lo que nunca
habíamos podido lograr por nuestras malditas peleas… Convertirnos en uno solo.
Que entrara en mí profundo y me hiciera suya. Necesitaba ser su hembra con todo
lo que implicaba…
Poco a poco el ritmo lento
de mi boca acompañó el movimiento de sus caderas. Lo miré… Estaba disfrutando
más distendido. Acostumbrándose al placer que le daba mi lengua degustando cada
centímetro de su masculinidad. Lo vi sonreír con los ojos entrecerrados… Mi
amor… ¡Qué imagen llevaría en mi memoria! Tu rostro distorsionado por el goce
sublime de la entrega.
Lenya bajó la vista y
mordió el labio inferior.
-Cariño –murmuró-,
extrañé tu boca desde aquella vez, ¿recuerdas? En la cocina de esta casa.
Separé mis labios y lo
miré.
-Nunca dejé de pensarte
Lenya. Nadie me ha hecho sentir tan hembra como tú.
Se deslizó por mi
cuerpo y sus dedos jugaron con mis bragas.
Lamió uno de mis
pezones para después engullirlo en la boca gimiendo, gruñendo de deseo.
Era el éxtasis sentir
su lengua jugar en esa zona tan sensible. Deseaba llegar al final y liberarme
en un orgasmo arrollador pero no ignoraba que debíamos hacerlo despacio.
Cuando su mano
aprisionó uno de mis pechos, rodee su cuello con mis brazos. Nos besamos
apasionadamente girando enredados en la cama. Cuando quedé nuevamente bajo su
cuerpo él presionó las caderas contra las mías y comenzó una deliciosa
fricción. No hacía falta que me penetrara para llegar al paraíso. Estaba húmeda
y preparada para él. Sin embargo él tenía otros planes…
Su boca se deslizó
formando un reguero de besos hasta mi Monte de Venus. Suspiré y me arquee.
Enloquecía porque su lengua experta jugueteara entre mis piernas. Quería que me
hiciera llegar usando esa boca maravillosa de labios carnosos. Enganchó mis
bragas y las deslizó hasta quitármelas por completo. Me observó desnuda como si
fuera una presa que quería comer.
-Quiero probarte toda
–su voz sonó ronca llena de pasión-. Toda, mi amor.
Pasó un brazo por
debajo de mis nalgas y levantó mis caderas un poco. Así, con más comodidad
separó mis piernas y acercó la boca a la zona más íntima. Al sentir la lengua
lamer una vez, dos veces, tres… perdí la cuenta y me entregué a los placeres
del sexo oral.
Usaba todo su cuerpo
para darme placer. Sus caderas en continuo vaivén friccionando mis piernas. Su
lengua entrando y saliendo de mí. Dos de sus dedos masajeaban el clítoris
haciéndome retorcerme de goce. Era el paraíso, sí señor.
Esos movimientos
circulares y delicados de sus dedos sobre la protuberancia provocaron que el
clímax avanzara a pasos agigantados. Adivinando que mi orgasmo era inminente su
lengua se introdujo en lo más profundo y aceleró las caricias de sus dedos. Sí…
Había extrañado esa experiencia que tenía en hacer llegar a una mujer
haciéndola olvidar de todo, del pasado y del futuro. Sólo me importaba el
ahora, como tantas veces me había ocurrido en sus brazos. Sin embargo para él
contaba el futuro, seguía pendiente de su transformación y de no salirse de
control mientras yo estuviera en el éxtasis.
Me aferré a sus hombros
al sentir las pulsaciones y cosquilleo de mi sexo empapado. Mis caderas
envistieron contra su boca, abrí más mis piernas para darle total posesión, y
me abandoné entre gemidos a disfrutar el orgasmo arrollador.
-Lenya… murmuré con la
cabeza ligeramente levantada.
Quería contemplar si él
también había disfrutado tanto mi momento de placer.
Lo que vi casi me lleva
a un nuevo orgasmo…
Sus ojos entrecerrados
eran parte del gesto de goce de su rostro. La lengua experta seguía lamiendo mis
rincones mientras sus gemidos llenaban el silencio de la habitación. Su
respiración era agitada. Podía percibir el latido de su corazón por medio de su
pecho sudoroso contra mis piernas.
Entendí a qué se
refería cuando dijo que no debíamos perder el control, juntos. A medida que
disfrutaba de mi orgasmo no tuve noción de lo que ocurría con él y eso hubiera
sido peligroso si Lenya no estaba atento.
Lo miré a los ojos gris
plata en cuanto se movió de su posición… Al subir por mi cuerpo y ubicarse
entre mis piernas supe que el momento más esperado había llegado. Me haría
suya… Aunque… Yo era suya desde esa noche que lo conocí en la mansión.
-Liz… Necesito estar
dentro de ti, mi sexo arde. Por favor… No olvides lo que te he dicho.
-Será difícil no
correrme con sólo mirarte amor, pero lo haré, no te preocupes.
-Si ves algo raro y
peligroso, grita. Por favor.
-Okay –acaricié las
líneas de su rostro preocupado.
Lenya buscó mis labios
y me besó con dulzura, lento y profundo. Acarició mis pechos como si se
trataran de algo que pudieran romperse. Levantó las caderas y sentí su mano
aferrarse a su falo. Lo arrastró lentamente hasta que percibí la punta caliente
encontrar la entrada. Empujó despacio… Mi cuerpo fue abriéndose, dejando que se
hiciera dueño no sólo de esa zona que ansiaba llenarse de él, sino de ser dueño
de mi corazón, de mi vida.
-Mi amor… -susurré.
Cerré los ojos
disfrutando tenerlo dentro de mí.
Él dejó escapar el aire
de golpe y volví a abrir los ojos…
Los puños se aferraban
a la sábana a la altura de mi cara, los labios entreabiertos dejaban escapar
sonidos guturales de placer inconfundibles. Amaba y amaría verlo gozar… Mis
dedos acariciaron esa boca hinchada que me había hecho llegar al paraíso. Ahora
era él que llegaría entre mis brazos y debía cumplir mi palabra, aunque moría
por abandonarme al goce junto a él.
El iris era gris claro,
pero poco a poco iba notando un brillo del color del acero pulido. Jadeó y me
miró extasiado.
-Liz… No sabes lo que
siento al estar dentro de ti… Mi amor…
No podía quedarme
inmóvil, por instinto o por lo que fuera necesitaba moverme, envestir contra
sus caderas. Sí… Lo necesitaba urgente.
Al primer movimiento
que ejecuté él me detuvo.
-Yo… Yo Liz… Lo haré
yo.
De inmediato sacó
lentamente su miembro para después meterlo profundo. Y así… Una y otra vez… Una
y otra vez…
Me besó en los labios…
Acaricié la nuca y lo atraje hacia mí… El beso fue demoledor. Las lenguas se
enredaron lamiendo y chupando cada rincón de nuestras bocas. Cuando comenzó a
moverse fuerte y rápido supe que no resistiría demasiado. Debía estar atenta…
Pero quien está atento
cuando tiene en sus manos el mayor placer servido en bandeja. Nadie es capaz de
ser frio y distante para mantener un control que cada vez se hace más difícil.
Es que contemplarlo gozar haciendo el amor era un privilegio sólo mío.
-¡Liz! –gritó-. OH Liz…
Mi amor…
Acaricié sus labios
entreabiertos que dejaban escapar jadeos continuos, como si el aire le faltara.
De pronto, dos puntas filosas e inmaculadas sobresalieron y su gruñido
reverberó en la habitación. ¿Qué si tuve miedo? No, no lo tuve.
Golpeó mis caderas cada
vez más rápido y una electricidad desde la cervical hasta las falanges de los
pies me dejó inmóvil. Otro orgasmo se adueñaba de mí con sólo verlo gozar.
Cielos… No podía perder
el control, no podía justo ahora que Lenya iba a derramarse dentro de mí.
Los puños se apretaron
retorciendo el edredón, echó atrás la cabeza, sus colmillos se alargaron
peligrosamente.
-¡¡Ooooh Liiiz!! ¡Aaaah
siii siii!
-Sí amor… Sigue...
-Liz… -lloriqueó-. Mi
amor mi amor, es… maravilloso…
Cuando se hundió
profundo dentro de mí el pecho se agitó y creció en volumen. Su espalda parecía
más ancha, y las venas de su cuello podían apreciarse perfectamente. El iris
desapareció de mi visión. Estaba gozando el último instante del orgasmo pero
también el más peligroso. Cuando tus músculos se relajan, las pulsaciones de
placer se adueñan de ti, y tu cerebro queda en blanco, como sus ojos. Ya nada
puedes hacer para evitar el clímax. No puedes volver atrás, el goce te domina,
y te abandonas por completo.
Así estaba él sobre mi
cuerpo y entre mis brazos, entregado sin reservas, todo mío y nada más que mío.
El líquido caliente
golpeó mis entrañas y juro que hice un esfuerzo sobrehumano para no correrme
con él. Contemplarlo temblar mientras una sonrisa se dibujaba en los labios era
un cuadro que quería llevar en la memoria por los años de vida. No, mejor
dicho, por todos los años hasta la eternidad.
Cayó sobre mi cuerpo
sudoroso y jadeante. Acaricié las hebras de su cabello que hacían cosquillas en
mis pechos. No salió de mi cuerpo, creí que había quedado dormido por unos
minutos, pero me abrazó y recostado en mi vientre quedó inmóvil mientras su
respiración volvía a la normalidad. Entonces… escuché en un susurro… “Te amo,
Liz”.
NOTA: Ay mi madre, ¡qué calor con este Lenya!
Siii al fin paso lo que tenia que pasar con esta pareja, se reconciliaron que bien, lo espere tanto porque ellos se aman y como que estuvieran separados no era justo, es genial que vuelvan hacer pareja, y si Lenya es muy caliente!!, gracias Lou!!!
ResponderEliminar¡Hola Laura! Has visto? Por fin juntos y enamorados, bueno y calientes si jajajaja. Sé que aunque tengan sus peleas lo solucionarán como un par de novios cualquiera. Yo también estoy feliz. Un besote enorme mi niña y gracias!
EliminarPor fin estan juntos y se han reconciliado!! Es fantástico y hacen una hermosa pareja. Los chicos Craig son calientes amigaa ;) Un buen capítulo como siempre, amiga.
ResponderEliminarUn abrazo enorme!
¡Hola Lid! Por fin sí, ahora a vivir con ellos este romance torrentoso y apasionado pero con mucho amor. Me alegro que haya sido de tu gusto. Un beso grande y gracias por comentar.
EliminarHola, Lou... Un capítulo muy intenso ;-)
ResponderEliminarMe ha encantado que Lenya haya ido a Drobak... y me ha encantado el encuentro entre Lenya y Liz... y es que siempre es precioso que se encuentren dos personas que se aman
He entendido muy bien a Liz cuando ha dicho que si lo que estaba ocurriendo era un sueño no quería despertar
Pero aunque parecía un sueño... era una realidad ;-)
Creo que Marin ha entendido que Lenya ama a Liz... y que su intención no es jugar con ella
¡Qué bonito ese paseo por Drobak! Y ese juego... como si no se conocieran... me ha encantado
También me ha gustado mucho cuando Lenya le compra esas doce rosas rojas
Y como remate final... han hecho el amor apasionadamente
jajaja... Muy buena tu nota final
Bueno, pues ha sido un gran capítulo... enhorabuena
La verdad es que me sigue dando mucha pena Drank
Y tengo que decirte que el cambio del fondo del blog y la cabecera te han quedado muy bien
Besos
especial, totalmente, bravo Lou, sabes lo que escribes,felicidades,,,,
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