miércoles, 2 de septiembre de 2015

¡Hola lectores! Aquí dejo capi 32. Espero les guste. Va con tod mi cariño. Besote y muchas gracias por acompañarme.


Capítulo 32

La visita.

Grigorii.

Bajé de la moto frente a los portones de la mansión Craig. Por encima de los altos muros podía verse el estilo arquitectónico de una construcción hecha hace una centena de años. Según Scarlet su hermano la había comprado hace una par de décadas o un poco más. Sebastien Craig debía tener un padre muy rico porque nadie amasa una fortuna siendo tan joven. Yo le daba menos de cuarenta años al rubio teñido ese… Sí, a mí no me engañaba ese engreído, estirado, y antipático, seguro ocultaría sus canas tempranas con tintura de la más cara, pero podía notarse el color artificial.

Me paré frente al portero eléctrico pero antes de presionar el botón los portones se abrieron. ¿Qué tenían un mangrullo que servía como carajo de un barco que podían verme de todas partes?

Al abrirse las dos hojas los dos infaltables guardaespaldas vestidos de traje negro y camisa blanca me observaron inmóviles a cada extremo de las puertas. Descansaban con las piernas separadas, las manos unidas a la espalda, y gesto austero.

Sonreí.

Es que daba gracia que me recibieran como si fuera enemigo público. Entendía que con la doctora no nos habíamos llevado bien desde el principio y que amenazaba con llevarme raptada a la princesa de los Craig pero de ahí a recibirme con ese evidente malestar para mí era exagerado.

-Buenas tardes –saludé-, tomando los papeles de la investigación bajo el brazo.

Ambos respondieron con una inclinación de cabeza. Suponía que en el idioma de los millonarios querría decir, “ah sí buenas tardes rata pobretona, ¡qué más remedio que decirte buenas tardes!”

-Necesito ver a la doctora McCarthy, por favor –dije avanzando hacia ellos.

-¿Ella lo espera? –preguntó el más amistoso de los dos.

Bueno, amistoso no era ninguno pero uno de ellos tenía el rostro tan pétreo que parecía de cemento.

-No… En realidad sí.

El más serio inclinó la cabeza y arqueó la ceja.

El otro sonrió de lado.

-¿Y eso como se explica, oficial Pretov?

¡Alelulla! Sabía mi apellido. Quizás de escribirlo en una pared y tirar dardos al blanco.

-Eeh, lo que ocurre que la doctora me pidió una información y le dije que le alcanzaría los datos el martes.

El que había mencionado mi apellido miró al otro y volvió a sonreír.

-¿Anthony, hoy es martes?

-Pues no –dijo el otro idiota-. Que yo sepa es viernes.

Me defendí dando explicaciones las cuales consideré necesarias aunque ridículas. Intuía que si saltaba sobre el cuello de alguno de los dos y comenzaba a repartir puñetazos a diestra y siniestra no me dejarían ver a la custodiada doctora y señora Craig.

-La investigación que me pidió la doctora tardó más de lo previsto. Pero cumplí. Aquí está. Además –dije tomando valor y que se fuera todo a la mierda. Ya me tenían cansado-, la doctora me lo pidió como favor. Estos datos corresponden a la policía no a una forense.

-¡Qué atento! –se burló el “pocas palabras”.

Un hombre mayor apareció a espaldas de ellos.

-Buenas tardes oficial. ¿Algún problema? –sonrió amablemente.

Le hubiera contestado, “siii tiene dos problemas, dos hombres de Cromañón que se han escapado de la prehistoria y no conocen la cortesía”. Sin embargo callé mi pensamiento y contesté.

-Me gustaría hablar con la doctora McCarthy, ella necesita unos datos que pude averiguar el fin de semana.

-¡OH! Es muy amable de su parte molestarse hasta aquí. Por favor, ¿por qué no pasa a la sala? Me ocuparé de avisarle.

-Muchas gracias.

Mientras yo avanzaba dejando mi moto estacionada él giró para mirar a la cara a los guardaespaldas.

-Muchachos, lo hubieran hecho pasar. ¿El oficial no dijo que necesitaba ver a Bianca?

Ambos se miraron haciéndose los sorprendidos.

-Sinceramente no entendí que era urgente, Charles –dijo el más hablador.

-No, me pareció intrascendente la visita –contestó el “cara de piedra”.

El hombre mayor arqueó una ceja y sonrió. Con una mano extendida delicadamente me indicó el camino.

-Pase, por favor.

-¿Puedo dejar la moto fuera? –pregunté.

El llamado Anthony sonrió.

-Por supuesto oficial, seguro que su moto no la robará nadie.

El otro cretino rio provocando que el hombre mayor echara una mirada de reproche a ambos que callaron inmediatamente.

El jardín era muy grande, decorado con jardineras y césped al mejor estilo de mansiones de Hollywood.  Un bosque de cipreses y pinos espigados rodeaban la gran casona y se diseminaban formando un pequeño bosque a la izquierda. Grandes ventanales tenían las cortinas cerradas y a cada lado de la puerta principal dos macetas enormes decoraban el porche.

Ya en la sala los simpáticos guardianes desaparecieron y el que se llamaba Charles me invitó a tomar asiento mientras subía esa escalera lustrada color guinda. Los balaustres destellaban por el brillo y la madera noble. Nada de revestimientos así nomás. Arriba de la gran chimenea de piedra laja, un cuadro de dimensiones considerable mostraba la imagen de una bellísima mujer. Cabellos negros, ojos azules. ¿La dueña de todo esto?

Acomodé mi chaqueta de cuero y alisé con disimulo mis jeans y camiseta blanca como si ese hecho me hiciera sentirme acorde con tanto lujo de alrededor. No… Debía haber traído smoking.

Eché un vistazo a uno de los extremos de la sala. No pululaba un ápice de polvo. La alfombra tupida y de colores vivos. La araña de luces en el centro del techo colgaba con miles de lágrimas transparentes. Los pesados cortinados lucían limpios y hasta podría jurar que despedían un perfume a lavanda del suavizante de ropa. ¡Mierda! ¿Cuántas manos trabajarían en esta casona para mantenerla brillante?

Un piano llamó mi atención. ¡Qué belleza! Esa madera negra sería ébano. Me levanté del sofá y me acerqué a la pieza lujosa. Lentamente lo rodee maravillado de su forma y lustre. Mis dedos se deslizaron despacio por la superficie encerada.

Un chasquido de abrir y cerrar de puerta me detuvo, al mismo tiempo que una voz a mi espalda traspasó mi cuerpo como navaja.

 -Es un Arabesque, de Steinway… edición limitada.

-Señor Craig. Buenas tardes –saludé al dueño de casa.

-Buenas tardes, oficial.

Me miró desde la puerta por donde había salido con su impecable traje gris y ni siquiera se movió para extender la mano. Recordaba que la última vez que lo había visto no había sido trayendo buenas noticias. Ese detalle más el interés por su hermana, seguro me odiaría.

-Por lo que apenas escuché, ¿busca a mi mujer?

Demonios, ¡qué oído!

-Sí… Yo traje unos datos de un profesional que trabaja con ella que está sospechado.

¿Qué mierda estaba hablando? ¿Cuándo en mi vida había dado tantos datos a alguien que no le incumbía? Este tipo me ponía un poco nerviosos cada vez que me miraba fijo. Parecía que quisiera hacerme confesar cualquier error de mi vida por pequeño que fuera.

-Sí lo sé. El forense del hospital. Mi mujer me cuenta todo, no se preocupe si piensa que ha sido indiscreto. Estoy al tanto.

La puta madre…

El tal Charles bajó la escalera sin perder la sonrisa.

-Oficial. La señora Craig estará con usted en unos minutos.

-Gracias.

Coloqué los papeles bajo el brazo y estiré los hombros por la contractura a causa de los nervios y la incomodidad.

-¿Desea algo de tomar? –preguntó gentilmente el mayordomo.

Sebastien Craig se adelantó a responder.

-No te preocupes Charles, el oficial tendrá que hacer. No podrá quedarse mucho tiempo. ¿No es así Pretov?

-Sí… -murmuré.

-Oficial Pretov, buenas tardes –saludó la doctora recorriendo el pasillo superior.

Descendió las escaleras bajo la atenta mirada de su marido.

-Buenas tardes, doctora.

Extendió la mano la cual apreté cordialmente.

-Tome asiento, por favor.

Señaló los sofás cerca de la chimenea.

-Gracias, le traje algunos datos que salieron a la luz.

-Es muy amable. ¿Le han ofrecido algo de tomar?

Miró a su marido que permanecía inmóvil en el mismo sitio.

-No se preocupe –me adelanté-. Debo regresar pronto con mi hermana. Ha quedado sola y aún tiene un poco de fiebre, después tengo que trabajar.

-¿Su hermana? ¿Sola? Scarlet me ha hablado de… ¿Anne? ¿Es así cómo se llama?

Sonreí.

-Sí, su nombre es Anne.

-De todas formas acompáñeme con un café. Tardará el mismo tiempo. ¿No es cierto, querido? –preguntó, mirando hacia la puerta donde se hallaba él.

-Claro. Le avisaré a Charles –dijo el millonario.

Iba a protestar pero tomé asiento y ordené los papeles entre mis manos.

El desapareció por una puerta más alejada y respiré hondo. Sinceramente la tensión que había entre nosotros dos provocaba que me hiciera sentir muy incómodo. Que no era bien recibido era obvio. Sin embargo, ella me miró y sonrió.

-No se incomode si nota algún reparo por parte de mi marido. No es una persona mala. Sólo que es muy celoso de su hogar y su familia. No estamos acostumbrados a recibir extraños.

-Entiendo, no se preocupe.

Miré los papeles entre mis manos y tomé la primera hoja extendiéndola para que la cogiera y leyera.

-Estos son datos de antecedentes de Helgason.

Comenzó a leer muy atenta mientras le explicaba algunos detalles menos importantes que no encontraría en los informes.

-Su nombre es Alfarinn Helgason. Nació el 13  de octubre de 1977. Tiene actualmente treinta ocho años. Estudió en la universidad de Oslo entre los años 1997 y 2008. Estuvo enfermo de depresión y bajo tratamiento durante un año. Se recibió de médico forense en el 2009 y el mismo año contrajo matrimonio con Senta Aigner, una joven alemana dedicada al comercio. Ella estaba embarazada…

La doctora pasó las primeras tres hojas con rapidez.

-Tuvieron la niña y se radicaron en Kirkenes hace diez meses –agregó ella repasando las líneas del informe.

-Veo que lee con rapidez, doctora.

-Sí…

-Aquí está su café.

Sebastien Craig avanzó desde la supuesta puerta que daría a la cocina trayendo un pocillo con su respectivo plato y me lo ofreció.

-Tiene azúcar, dos cucharaditas. Si lo toma amargo, Charles le preparará otro.

-Gracias. No es necesario.

-Bianca, quieres un café, cariño.

-No querido, gracias.

Ella se puso de pie con la mirada atenta al informe.

-Yo estaré en el estudio. Que encuentren lo que buscan, permiso.

Dicho esto se retiró por la puerta del extremo izquierdo por donde había aparecido cuando me había sorprendido tocando el piano. La mansión debía ser un laberinto. ¿Dónde estaría Scarlet?

McCarthy me miró.

-Así que él denunció el abandono del hogar por parte de su mujer hace tres meses.

-Sí. Hay una denuncia asentada. Parece que su mujer se fue y lo abandonó dejándole la niña a su cuidado.

Probé el café, estaba delicioso.

-¿Hay denuncias de maltrato o mala atención a la niña cuando la madre vivía con ellos?

-No.

-Es extraño, ¿verdad? No hay maltrato ni falta de atención sin embargo la abandona.

-Sí. Además hablé con los vecinos. Ellos quedaron impactados al ver la policía registrando la casa. Según dicen era una familia muy feliz. Se mostraban alegres al público –agregué.

-¿Ya ha averiguado con los vecinos? –preguntó.

-Sí, antes de ayer.

Sonrió.

-Lo felicito Pretov, no deja cabo sin indagar.

-No soy un genio, es lo que todo investigador hace. Sobre todo al enterarme que la madre de la niña desapareció. Nadie sabe de ella.

Me miró fijo y con gesto preocupado.

-¿Cree que pudo haberla matado?

Encogí de hombros.

-No lo sé, es una posibilidad... Y hay algo más.

Me miró fijo con ese tono de iris de color extraño. Juraría que era un azul intenso tirando a un rosa. Casi lila.

Señalé uno de los papeles que la doctora tenía en sus manos.

-Ella pagaba un seguro de vida. Le correspondía cobrar a él un 25 % de la póliza –contesté.

-¿Y el resto?

-A la niña.

Volvió la vista al informe y negó con la cabeza.

-¿Qué sigue después de esto, Pretov?

-Él no podrá salir en libertad. Está bajo sospecha.

-Lo sé. El laboratorio arrojó sus huellas en el vaso, a pesar que intentó lavarlo y borrar la evidencia.

-Se contradijo en todo. Será difícil que salga impune –agregué.

-¿Y ella? ¿Estará viva? –preguntó un tanto angustiada.

-No lo creo. Pero no me haga caso. Son suposiciones que me llevan los hechos.

-¿Irá preso por el homicidio de la niña?

Tomé un trago del líquido delicioso.

-Casi seguro, su coartada falló. Sería más rápido si confesara, pero aun así las pruebas lo condenan, tarde o temprano quedará encerrado por muchos años.

-Seguirá con el caso –preguntó-. Digo… por la madre…

-Sí. Aunque no soy sólo yo. Es toda la jefatura. No sé si me asignarán el caso de la señora desaparecida. De todas formas hay muy buenos oficiales que llevarán el caso tan bien como yo.

-Lo dudo –contestó.

Sonreí.

-Tampoco creo que lo hubiéramos descubierto sin sus visiones. Hasta ahora la niña estaría enterrada y con una autopsia falsa.

-Cierto.

Sonreí nuevamente.

-Nos sería muy útil en la jefatura, doctora.

Rio mientras yo tomaba el café.

-Lo mío es la morgue, o si lo quiere llamar de otra forma, lo mío es la muerte.

No sé qué había querido decir. Pero me dio la sensación que había una explicación escondida en esa frase.

-¿Sus visiones como surgen, doctora?

-¿Las suyas? –sonrió.

Reí.

-Okay… Las mías son sueños extraños que se cumplen. No siempre sueño.

-¿Cuándo fue la última vez y qué soñó? –preguntó interesada.

-¿Después piensa que no sería buena investigadora? –sonreí nuevamente.

Rio.

-Es curiosidad de mujer.

Pensativo, bajé la cabeza.

-El que recuerdo últimamente es un sueño extraño con el hermano de Scarlet, caía en un pozo oscuro. Pero no hubo consecuencias. Al menos tengo entendido por Scarlet que él está bien.

-¿Lenya?

-Sí.

-¿Y cuándo fue que ha soñado con él?

Me quedé unos segundos haciendo memoria mientras ella se movía inquieta en el sofá.

-Creo que hará dos meses, algo así.

MacCarthy quedó pensativa. Después volvió a sonreír.

-Pues sí. Él está en perfectas condiciones. ¿Ha soñado con alguno más de nuestra familia?

Dudé si abrir la boca…

Finalmente me atreví a confesar las visiones de Scarlet.

-No sé si me creerá –volví a dudar.

-Haga la prueba. Le aseguro que soy muy amplia de mente. Ahora…

-¿Ahora? –pregunté.

Cortó la conversación.

-Tomé su café. Se enfriará. Y soy todos oídos. Cuénteme. ¿Qué sueño ha tenido que no sería capaz de creerle?

Respiré hondo y tomé un trago de café.

-Supe de Scarlet antes de verla por primera vez.

Arqueó una ceja.

-No entiendo.

-La veía en mis sueños. Como si ella estuviera predestinada a mí. Cuando la vi por primera vez en aquel restaurante…

-Vaya, debió impresionarlo –interrumpió.

-Sí. Aunque ya estaba acostumbrado a tener visiones del futuro.

-Maravilloso –susurró.

-No se crea. He perdido el trabajo por seguir mis premoniciones. Específicamente cuando trabajé para el FBI.

-¿No diga?

Tomé otro trago de café.

-Sí, doctora. ¿Cómo explicaría usted haber adivinado que el padre de la niña era el asesino? Pasé por algo parecido. Mis compañeros y jefe no creyeron. Pensaron que me guardaba información.

-Por supuesto, no tuvo con quien contar… Así como he tenido yo con usted, ¿no así Pretov?

Asentí con la cabeza y tomé el último trago de café.

-Gracias. Por creerme y colaborar –dijo con una sonrisa sincera.

Bajé la cabeza nuevamente y me animé a largarle algo que me daba vueltas hace tiempo.

-Doctora, ¿por qué no efectuó la autopsia de Samanta Boss como era debido?

En ese instante el mayordomo y Sebastien Craig entraron al mismo tiempo a la sala. Ella se puso de pie y yo la imité.

-Querida, ¿por qué no descansas? En unas horas regresarás al hospital –dijo el simpático del marido.

-¿Ha sido de su agrado el café? –preguntó el mayordomo.

-Sí, muchas gracias. Bueno… Me voy.

-Gracias Pretov –dijo la doctora, extendiéndome los informes.

-¡Espera Grigorii!

La voz de Scarlet hizo saltar mi corazón. Bajó la escalera vestida de jeans y un suéter liviano color negro. Llevaba un bolso oscuro, pequeño, del mismo material que sus zapatos.

-Grigorii, Sí no te molesta quisiera visitar a Anne.

Miré a su hermano que frunció el ceño inmediatamente.

-Por supuesto. Ella no tiene visitas de chicas, le encantará conocerte.

-La he visto en una oportunidad pero fueron minutos –contestó mientras su delicioso andar felino se acercaba a mí.

-No creo que sea buena idea, Scarlet. –protestó Sebastien Craig.

Ella se giró y lo miró fijo.

-Iré de todas formas aunque te parezca que no es buena idea. Ahórrate el consejo. Grigorii es el único que podría decirme si molesto visitando a su hermana. ¿Molesto Grigorii? –preguntó mirándome con una sonrisa que me desarmaba.

Dios que no me temblaran las piernas en el medio de la sala y con esta gente presente…

-No. Sería un placer que vinieras.

-Aprovechemos entonces que tengo mi tarde libre. Hasta mañana no debo entrar a trabajar.

-Debo seguir la recorrida a la noche. Stewart está enfermo y debo cubrirlo –informé.

-¡Vale! Puedo hacerle compañía. Sobre todo si no se encuentra bien, como has dicho ayer.

-Ah sí. Ella sigue con un poco de fiebre y resfrío.

-¿Vamos, entonces?

-Claro. Sí… Buenas tardes a todos.

-Buenas tardes –respondieron al unísono.

-Nuevamente gracias, Pretov. Y manténgame al tanto.

-Por supuesto.

 

Scarlet.

Caminé por el sendero junto a Grigorii hacia los portones después de coger el control sobre la repisa junto a la puerta. Ron y Anthony me vieron avanzar y se hicieron a un lado en cuanto presioné el comando. Una vez abiertas las dos hojas forjadas de hierro giré y lancé el control que fue atajado en el aire por Ron.

Grigorii murmuró un “buenas tardes” y me acerqué a la moto. Extendió su casco y me dijo que me lo colocara.

Antes de cerrarse los portones Ron se acercó.

-¿Te irás en moto?

Lo miré.

-Sí Ron. No te pongas latoso como Sebastien. Ya soy grandecita y voy donde quiero y como quiero.

-No. Sólo que vayan con cuidado.

-No te preocupes –dijo Grigorii subiendo a la moto y dándole arranque.

Sabía que Ron moría por preguntarme a dónde iría. Pero también sabía que me conocía y no querría pasar un mal momento cuando lo pusiera en su lugar. Lamentaba que se preocupara demasiado por mí por el hecho de estar tras de mí, hubiera preferido que se interesara sólo por ser un gran amigo. Por ahora, ese deseo… era una ilusión. Confiaba que algún día se enamorara por fin de una hembra y me mirara con otros ojos. Por ejemplo Anouk… ¿Harían buena pareja? Mmm… No… Mejor no.

………………………………………………………………………………………………..

Al entrar al apartamento de Grigorii intenté disimular la impresión de ver tantas carencias. Creo que lo logré porque Grigorii estaba feliz de que hubiera ido a visitar a Anne.

La joven de cabellos rubios y ojos celestes estaba sentada en un sofá un tanto descolorido frente al televisor. Los muebles eran escasos y viejos, pero el ambiente olía a limpio y ventilado. Cuando Grigorii me presentó me acerqué y le di un beso en la mejilla. Ella sólo me miró con sus bellos ojos pero no dijo nada.

-No habla –susurró su hermano-, desde hace años.

-No importa –me encogí de hombros-. Yo hablo por ella y mucho más –sonreí.

-Prepararé algo de comer y traeré un jugo de naranja. Siéntate y ponte cómodoa.

-No te preocupes por ese “algo de comer”, ya comí suficiente. Te aceptaré el jugo.

-Vale. Anne, tú sí debes comer, te toca tomar el ibuprofeno.

Ella lo miró pero se mantuvo impávida. Grigorii se acercó y tocó su frente.

-Cariño, tiene un poco de temperatura. ¿No te has desabrigado? Tendrías que haber guardado cama hoy también.

No contestó.

-Es que debe aburrirse en la cama, Grigorii. La TV entretiene mucho –agregué.

Sonrió.

-¿Oye, quieres ayudarme con el jugo? –preguntó quitando su chaqueta para colgarla en una silla.

-Por supuesto –contesté.

Me puse de pie y lo seguí hasta una pequeña cocina. Todo lucía pulcro y ordenado. Las canillas cromadas parecían recién pulidas. El lavavajilla contenía dos platos y cubiertos relucientes. La pileta estaba vacía y no había nada que lavar. Sobre la encimera un exprimidor y un frutero con naranjas y paltas. Sabía por Margaret que esa clase de frutas como las paltas costaban dinero ya que se importaban a Noruega. Se notaba que Grigorii hacía un gran sacrificio por mantener bien alimentada a su hermana. Cada vez me tenía más enamorada…

Cuando giró y tomó dos vasos del armario su culo perfecto fue la perspectiva de mis ojos.

Vaya…

Enchufó el exprimidor cortó varias naranjas con rapidez. Cuando quise darme cuenta dos vasos llenos de jugo reposaban en la encimera. Arrancó dos servilletas de papel del rollo de cocina y me miró.

-Listo.

Reí.

-Eres muy rápido.

Sonrió.

-Depende. Para algunas cosas me gusta tomarme mi tiempo.

Recogí mi cabello e hice un moño en lo alto de la cabeza. Él aprovechó y avanzó tomándome de la cintura con las manos.

Nos miramos y bajé los brazos alrededor de su cuello.

-¿Vas a besarme? –pregunté.

Miró mis labios.

-Si tú quieres.

-Me gustaría tantas cosas de ti –susurré acercándome a su boca.

-A mí también… Pero aprovecharme de ti con la excusa de que vieras a mi hermana no es de caballeros.

-Bésame –susurré.

Inclinó el rostro mientras yo acariciaba su nuca de cabello corto y sedoso.

Nuestros labios entreabiertos se encontraron. Sin esperar que tomara la iniciativa hundí la lengua tanteando la suya y dejó escapar el aire por la nariz. Sus manos acariciaron la espalda lentamente al ritmo de ese beso en cámara lenta pero apasionado. Entreabrí los ojos y comprobé que tenía los ojos cerrados, concentrado en darme el mejor beso de amor. Sí, yo sabía que él gustaba de mí, que lo volvía loco, pero además que su corazón me pertenecía. Desconocía la forma que una mujer se daría cuenta, sin embargo me hubiera jugado la cabeza que nadie en el mundo lo hacía sentir así, tan feliz.

Separó un poco los labios sólo para encontrar mejor posición y profundizar el beso. Mi boca se movió como si lo comiera, saboreándolo, enredando su lengua y la mía. Grigorii gimió y el miedo se apoderó de mí. Sentí al encenderme que era el momento para decir basta. No deseaba que me descubriera y todo estaba en mi contra. La luz del día por la ventana de la cocina, no estábamos solos, no me sentía capaz de dominar mi fuerza para que no se diera cuenta del monstruo que era, y lo más importante… Mis colmillos luchaban por salir.

 

5 comentarios:

  1. Scarlet quiere hincarle el diente a Grigorii jajajaja, estuvo fogoso el beso que aproveche!!!
    y que se mejore rápido la hermana de él, ja estos guardaespaldas son tremendos todos serios jajaja, y que ese tipo que mato a la niña pague, ojala que la mamá la encuentren viva, muchas gracias Lou por el capitulo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Laura! Mil disculpas que no había contestado tu comentario.
      Anne ya entró en escena y la verdad que muero por saber que piensan mis lectores. ¿Se enamorará de alguien y recuperara una vida normal? ¿Tú que dices?
      Mmmm... Creo que lo de la madre de la niña será complicado. A veces se llega tarde.
      Un beso enorme y gracias por acompañarme.

      Eliminar
    2. Hola Lou no te preocupes!!!
      sobre Anne espero que vuelva hablar y quien quita llegue un enamorado muy especial, ella se lo merece por que es un angel, tiene un gran hermano y cosa aparte me parece que la madre de la niña no van hacer buenas noticias, saludos!!

      Eliminar
  2. Hola Lou, permíteme saludarte y luego decirte que me agrada lo que escribes,,,,

    ResponderEliminar
  3. Hola Lou... Ron y Anthony se han comportado bastante mal con Grigirii... pero, bueno, no debe ser fácil para Ron debido a lo que siente por Scarlet
    La verdad es que Sebastien tampoco lo ha tratado muy bien ;-)
    Es horrible lo que hizo Alfarinn Helgason... y me temo que la madre también esté muerta
    Y creo que el motivo será el seguro de vida de la madre
    Veo que Grigorii sigue pensando en Samanta Boos
    ¡Pobre Anne! A mí también me gustaría que volviera a hablar... y no estaría mal que Ron y ella se enamorasen ;-)
    Lo has dejado muy interesante con ese beso apasionado que Scarlet debe finalizar cuanto antes... menudo problema
    Una maravilla de capítulo, me ha encantado
    Besos

    ResponderEliminar