Capítulo 36
Luchar por la vida.
Esa mañana después de
salir del hospital con Drank, George nos llevó hasta mi casa. Muy solícito como
siempre se ofreció a arreglar una llave de luz que no encendía, incluso cambio
los fusibles viejos por nuevos. Mientras, decidimos con mi amigo tomar un té
helado bajo un par de tilos cuyo perfume delicioso e intenso daba la sensación
de relajarnos. Sonreí mientras observaba la firma y los dibujitos que le había
hecho en la escayola. Sus pantalones cortos dejaban a la vista el yeso con los
colores decorados de mi nombre y flores en azul.
-Te hace juego con tu
camiseta azul –bromee.
Él rio y prometí volver
con la bebida refrescante.
Mi cabaña tenía un
bonito jardín que a pesar de haber quedado descuidado mucho tiempo, las plantas
y flores multicolores se habían jugado por la supervivencia y lo habían
logrado. Por ejemplo unas cuantas petunias lilas alegraban ambas esquinas de la
cabaña. Muy cerca de la ventana derecha bajo el marco un poco despintado por el
castigo de las lluvias de invierno, racimos de verbenas fucsias daban colorido
y contraste al césped recién cortado.
El domingo pasado
después de cumplir con mi trabajo de niñera toda la madrugada volví dispuesta a
sembrar las semillas que había comprado en la feria. Semillas que servirían
para adornar con sus flores el jardín recién para octubre o quizás noviembre.
Me decidí por las bellísimas crocus color naranja incluso resistentes a la
nieve. Sí… quedaría bonito…
Cuando llegué bajo el
tilo con los vasos de té, los apoyé sobre el suelo con cuidado, ayudé a Drank a
sentarse en el césped, y volví a cogerlos para entregarle uno de ellos a mi
amigo. Después de sentarme junto a él y tomar un trago, mi vista se deleitó con
el espejo del lago que moría lamiendo la costa. Mi cabaña quedaba a poca
distancia del comienzo del bosque y a unos cien metros aproximadamente de un
brazo del lago. Más allá, quizás a dos o tres kilómetros el muelle de
pescadores se encontraba calmo y pacífico. Era obvio que la tarea principal de
los trabajadores comenzaba despuntando la madrugada para luego repartir lo más
temprano posible el producto en las ferias. Ahora todo era quietud. Ni siquiera
gente paseando sus mascotas por el sendero que bordeaba la costa. En diez días
sería verano y el calor podía notarse sobre todo en horas cercanas al mediodía.
Sin embargo me jugaba porque no disfrutaríamos de un día soleado en las
próximas horas. Podía adivinarse una sensación térmica pesada y húmeda típica
de las tormentas por venir.
-¡Mira ese niño, Liz!
Drank señaló con el
índice hacia el lago. Seguí la trayectoria de su dedo y pude ver a lo lejos un
niño de corta edad que corría peligrosamente hacia la costa.
Abrí mis ojos e intenté
ponerme de pie mientras Drank protestaba, “¿pero dónde cuernos están su
padres?” Casi al instante una señora de vestido primaveral salió de la nada
detrás de unos fresnos frondosos y tras correr rápidamente lo alcanzó. Lo cogió
del brazo y le dio una sacudida. No podía apreciarse desde nuestro sitio que
cosas estaría diciendo pero imaginaba que no se trataban de felicitaciones.
Reí.
Drank me miró con esos
maravillosos ojos azules.
-Oye Liz que no es de
risa, es que pudo caer al lago.
Tapé mi boca para
ahogar una carcajada hasta que estuve en posición de explicarme.
-No, no, es que recordé
cuando quisiste hacerte el gran nadador y… -reí nuevamente-. Tuvo que meterse
al lago un profesor del secundario a sacarte.
-¡No recuerdo eso!
–protestó.
-Siii que lo recuerdas,
no quieres reconocer el papelón de ese día. Tenías dieciséis años Drank, ¡qué
vergüenza! –reí.
-¡Anda! ¡Es que había
un remolino!
-¡Por lo que fuera!
-No es lo mismo, Liz.
Yo nadaba muy bien.
-Quisiste hacerte ver
delante de mis compañeras y te salió el tiro por la culata. Fue muy gracioso.
Sonrió.
-Quise llamar tu atención.
-¿Lo ves? Fue cierto.
Lo miré y sonreí. Nos
miramos por unos segundos. Era tan bello. El sol reflejaba en la pelusa de su
barba cobriza, los labios rellenos dibujaban una sonrisa, y sus ojos de un azul profundo lucían
chispeantes y divertidos.
-¿Y lo logre? –preguntó
refiriéndose a llamar mi atención.
Choqué su hombro con el
mío y bajé la vista.
-Sí. Aunque ya me
gustabas.
-Si hubiera sabido no
me hubiera hecho “el Tarzán” –reímos.
Con un movimiento pasó
su brazo rodeándome y me acurruqué en su pecho. Era imposible no ponerse a
llorar en esa posición escuchando los latidos acompasados de su corazón fuerte
y poderoso. Él era un luchador de la vida. Dios… Merecía vivir.
Percibir el calor de
abrazo tan contenedor a pesar de estar viviendo una situación difícil, me
superaba. Sabía que en cualquier momento iba aponerme a llorar a los gritos y
eso sería contraproducente. Así que traté de cambiar la conversación mientras tomaba
un trago de mi té.
-Te conté que la bebé
que cuido se llama Mimí.
-Me separé y lo miré a
la cara tratando que mi sonrisa surgiera espontánea y natural-
-¿En serio?
-Sí.
-Quizás sea un
sobrenombre.
-No Drank, su madre me
dijo que se llama Mimí Carol.
-¡Pobre niña! Mimí
parece nombre de gato –sonrió.
-Sí es verdad –reí.
-¡Mi niña! ¡Ya está
arreglado!
La voz de George hizo
que giráramos hacia él.
George salía de casa y
se dirigía hacia la furgoneta.
-¡Gracias George! ¿Un
té? –pregunté alzando el vaso para que lo viera.
Hizo seña negativa y
tocó su reloj pulsera varias veces para señalar que estaba atrasado.
Se detuvo sólo para
preguntar, “¿vienes conmigo Drank o te quedarás? Mira que no podré volver por
ti hasta las siete”.
-¡Déjalo conmigo,
George! ¡Nos haremos compañía! –exclamé desde mi lugar.
-¡Vale! –levantó el
pulgar como señal de “okay” y subió a la furgoneta.
Antes de darle arranque
Drank preguntó preocupado.
-Oye, no quiero darte
trabajo.
-¡Cállate Drank!
–fruncí el ceño.
El vehículo se alejó
por el sendero entre los álamos poco a poco hasta que en la primera curva salió
de nuestra visión.
Drank aun quedó
observando el camino como si George diera marcha atrás y regresara.
-Qué será de mi padre
sin mí –dijo con un tono de dolor tan palpable que fue imposible obviarlo.
Silencio… Dios…
Mi cara se habría
transformado, estaba segura. Sin embargo él no me miró y fue una suerte. Su
mirada no se apartó de la curva donde la furgoneta había desaparecido. De todas
formas no era sorda y había escuchado muy bien. No quedaba otra que continuar
con la incómoda charla.
-¿De qué hablas, Drank?
–pregunté en tono enojado.
Él siguió sin mirarme.
-Tú sabes de qué hablo.
Silencio…
Respira Liz, respira y
di lo que tengas que decir….
-Escucha Drank, si te
refieres a tu enfermedad no puedo creer lo que estás diciendo. Hay millones de
casos con tu enfermedad que terminan muy bien. La medicina ha adelantado
muchísimo.
Él continuó con la
vista hacia el lago, sin mirarme. Tomó un trago del té y se mantuvo en
silencio.
-El medico dijo que
debes hacer el tratamiento unos meses, no será fácil pero tampoco imposible.
Tendrás algunos malestares y...
-No haré el
tratamiento, Liz.
Callé de golpe. ¿Había
escuchado bien?
-¿Qué has dicho?
–balbucee.
-Qué no haré ningún
tratamiento.
Me levanté de un salto
muy enfadada. Drank apartó la vista del paisaje y me miró sorprendido.
Arranqué el vaso de su
mano y junto a mi té los deposité bajo el tilo. Me acerqué con los brazos en
jarro.
-¡Te diré una cosa,
Drank! No admito que te des por vencido y no busques la solución. Una solución que
está al alcance de tu mano.
Sus ojos recorrieron mi
rostro enojado. Apretó lo labios con rabia y trató de levantarse del césped por
sus medios.
-Déjame ayudarte –me
acerqué e intenté cogerlo de la axila.
-¡Déjame Liz! ¡Puedo
hacerlo sólo, no soy inútil!
Me retiré unos pasos
atrás observando como trataba con mucho esfuerzo ponerse de pie con varias
maniobras.
Negué con la cabeza.
-¡Eres un cabeza dura!
-Puede ser –refunfuño.
-Es que no se trata de
ser inútil. ¡A ver, tienes una escayola de mierda que impide tus movimientos!
-¡No tengo sólo una
escayola que impide mis movimientos, Liz! ¿Quieres que te diga qué carajo
tengo, Liz? –gritó de pie tambaleándose frente a mí.
Mis ojos se llenaron de
lágrimas y creo que eso lo detuvo. De lo contrario no sé cuanta cosa hubiera
dicho demás.
-Escucha –dijo bajando
el tono-, la decisión de hacer o no un tratamiento es mía. Es mi vida. Eso
debes entenderlo.
Abrí la boca sin que
las palabras pudieran surgir.
-Mi decisión –dijo
golpeando el pecho con su mano derecha–, es no hacer el tratamiento, y punto.
Acéptalo.
-¡Eres un cabrón!
–grité enojada. Yo diría que desesperada.
-¿Por qué? ¿Por qué
elijo como morir?
-¡Nooo! Porque te cagas
en tu padre y en mí. ¡Eres un egoísta! No te importa luchar, quieres tirar la
vida sin intentarlo siquiera.
-Piensa lo que quieras
de mí. Es una decisión tomada desde que el médico me dijo las opciones.
Lo miré…
¿Era el mismo hombre
que nunca se había dado por vencido ante nada? Quizás la situación lo
ameritaba, pero yo no estaba para darle la razón y compadecerlo. Aunque la idea
que surgió en mi cabeza me llevara a jugarme a todo o nada.
-¡Muy bien! ¡Haz lo que
quieras! ¡Yo también! Me iré de Drobak ya mismo.
Me contempló unos
instantes y una sonrisa simulada afloró en su boca.
-Liz, no puedes irte y
dejar todo nuevamente.
Pues, más rabia me dio.
-¿Ah no? ¡Ahora verás
que sí puedo!
Avancé furiosa hasta la
puerta de casa con la sangre hirviéndome en las venas.
Apenas entré a la
cabaña corrí escaleras arriba, ya en mi habitación abrí el ropero y descolgué
como pude mi poca ropa desarmando los estantes tirando jeans y camisetas al
suelo. Quité la maleta del estante inferior y cogí como pude parte de los
objetos inclusive mis zapatillas y zapatos. Salí de la habitación echando
chispas. Llegué a la barandilla y tiré por encima a planta baja la ropa y
maleta.
Todo quedó esparcido
por el suelo y arriba de un pequeño sofá viejo que había comprado hace una
semana.
Drank llegaba con dificultad a la puerta abierta de par en
par usando sus muletas. Contempló la ropa esparcida y la maleta en el suelo.
Negó con la cabeza y
protestó mientras yo bajaba la escalera.
-¿Quieres dejar de
hacer teatro? No cambiaré de opinión.
No contesté. Me dediqué
a coger la maleta, abrirla sobre el sofá, y meter como podía las prendas de dos
en dos.
-Liz…
-¡Cállate! ¡Me has
decepcionado!
-Liz… Por favor,
entiende…
-¿Qué debo entender?
¿Qué te des por vencido? ¡Eres un idiota!
-Liz, es suficiente,
sabes que terminarás guardando todo y aceptando mi decisión.
Lo miré a la cara… Me
faltaba jugarme la última carta.
Tantee mis jeans
buscando en los bolsillos mi móvil.
-¿Y ahora a quién
llamas? Si es a mi padre, no importa lo que digas, soy adulto y no podrá
obligarme.
Con mis dedos
temblorosos traté de hacer memoria. ¿Cuál era el número?
Ah sí…
Él se sentó con
dificultad en el sofá y aguardó estudiándome perplejo.
-Señora Loreley……….. Sí
que tal, soy Liz, sí…………. Lamento molestarla………… No no, no es por un adelanto
del sueldo, sé que me ha pagado ayer……….. Ha surgido un problema grave, mi hermana
tuvo un accidente……………… Sí, terrible…………. Escuche, debo regresar a
Kirkenes…………….. No, no volveré. Lamento tener que avisarle con tan poco
tiempo……………… Sí………………. Okay, le agradezco su comprensión, que tenga buen día.
Adiós, un beso a la niña de mi parte.
Corté la comunicación y
continué acomodando mi ropa. Me dirigí a subir otra vez para buscar más prendas
que habían quedado cuando lo escuché.
-¿Te has vuelto loca?
-No me he vuelto, lo
soy. Deberías conocerme –continué subiendo la escalera.
-¡Liz! ¡No seas
infantil!
-Al contrario, estoy
actuando con mucha madurez, eres tú el crío de mierda que no razona.
-¡Liz!
Ya en mi habitación
recogí mis zapatos y unas toallas que habían quedado. Dios… Si no daba
resultado Drank moriría solo y lejos de mí. Las lágrimas comenzaron a brotar de
mis ojos mientras desarmaba con la mano libre las sábanas de mi cama.
Tragué saliva.
Ahora debía terminar la
puesta en escena. De todas formas no tenía a donde ir… A Kirkenes no
regresaría. No después de que Lenya se había comportado como un cretino.
Cogí una bolsa de
consorcio para llenarla con las sábanas y parte del contenido esparcido por el
suelo. Entré al baño y quité la bata de baño y un par de toallas más. Llené la
bolsa mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas. Semana difícil la mía,
primero el patán de Lenya con sus estragos y ahora la determinación de Drank.
En otra vida seguramente habría sido una hija de puta. Esto era un karma no
había duda.
Cuando terminé de
cargar la bolsa negra salí de la habitación y bajé la escalera hacia la pequeña
sala. Drank no estaba…
Mi corazón latió
fuerte…
No… No podía ser…
Un aroma a café llenó
mi sentido del olfato. Dejé la bolsa en el piso y me acerqué a la cocina.
Drank estaba preparando
café con la mirada atenta a lo que hacía, aunque yo sabía que el café es lo
menos que ocuparía su pensamiento.
Caminé lentamente hasta
quedar cerca de él. A su espalda.
-No voy a tomar café,
Drank. Dije que me iría y lo haré.
Deslizó una de las
tazas blancas por la superficie de la encimera cerca de la cafetera. El débil
humo gris iba espesándose a medida que el olor delicioso invadía la cocina.
-¿Azúcar? –preguntó
observando las puertas de arriba del viejo armario.
Giré sobre mis talones
para abandonar la cocina.
-No te vayas –suplicó.
Me detuve y lo miré.
De a poco giró para
mirarme.
Sus ojos azules lucían
vidriosos. Estaba triste además de desesperado.
Me partía al medio,
pero no debía aflojar.
-No te vayas, por
favor.
Bajé la vista.
-Sólo quiero escuchar
que no te darás por vencido.
-¿Estarás junto a mí?
-Siempre –lloré en
silencio.
Bajó la vista y
asintió.
-Me haré el
tratamiento.
Corrí a abrazarlo
fuerte, muy fuerte.
-Estoy aterrado
–susurró.
Mis manos resbalaron
por su ancha espalda… Acariciándolo para contenerlo. Yo, que ni siquiera sabía
cómo podía continuar sosteniéndolo si también necesitaba a alguien fuerte y
poderoso a mi lado, alguien que me hiciera sentir que todo iba a estar bien.
-Estaremos juntos en
esto, Drank. Lucharemos contra lo que sea.
……………………………………………………………………………………………….
La tormenta se desató
cuatro y diez de la tarde. Con Drank almorzamos juntos en casa y escuchamos
música mientras arreglaba la ropa y calzado en mi ropero. Insistió en subir la
escalera para hacerme compañía y el tema de cuando comenzaría el tratamiento no
volvió a tocarse.
A pesar de mis
protestas se dedicó a hacer la cama entretanto yo preparaba café.
Cuando regresé con las
tazas de la humeante y aromática bebida, Drank hojeaba un libro y sonreía.
-Aquí tienes, calentito
y muy rico. Ideal para esta tarde lluviosa.
Me miró sonriente.
-Oye, ¿ibas a partir de
Drobak sin tu libro preferido de vampiros?
Quedé muda. No por
darme cuenta que mi puesta en escena tenía algunas fallas, ya que nunca dejaría
mi libro si partiera y sería lo primero que pondría en mi maleta, sino porque
la palabra “vampiro” ya nunca más me sería indiferente.
Sonreí.
-No iba a meterlo en la
maleta. Siempre lo llevo a mano en cualquier viaje.
Dejó el libro en la
mesa de luz.
-¿Por qué yo te lo he
regalado?
-Por supuesto.
-Mentirosa –sonrió.
Extendí la taza de café
y la tomó entre sus manos. Manos anchas de dedos varoniles, bonitas manos.
Claro… No serían como las manos de Lenya. Expertas y fuertes. Capaces de
triturar en un puño piedras de cemento… Y corazones enamorados. Sí… Para
triturar tu corazón en mil pedazos nadie como él.
Un trueno potente hizo
vibrar la cabaña. Me estremecí.
-¡Qué tormenta!
–exclamé.
Me miró sorprendido.
-Siempre te gustaron
las tormentas, ¿recuerdas?
-Sí, eso era antes.
-¿Antes de qué?
Apoyó las muletas y la
taza de café en la mesa de luz y extendió la mano.
Me acerqué tratando de
calentar mis manos heladas con la loza del pocillo. Cogió mi café y lo puso
sobre la mesita. Giró lentamente y me tomó de la cintura.
Mirarlo a los ojos era
entrar a un paraíso. Un lugar donde no existía la maldad ni el egoísmo. Drank
tenía un corazón puro, lleno de amor para darme. No sabía por cuanto tiempo.
Pero lo que sí sabía es que no quería tener a mi lado un vampiro lleno de rencor
y sin sentimientos que sólo me había usado porque le atraía sexualmente. Con
Drank quizás no llegaría muy lejos, sin embargo tendría un hombre a mi lado
digno por el tiempo que fuera.
Acaricié su rostro con
mis dedos.
-Eres hermoso, Drank.
Sus labios se arquearon
en una leve sonrisa.
Cerró los ojos.
-Pronto me veré
horrible.
-No –susurré- tú nunca
serás horrible.
Abrió los ojos azul
intenso.
-Te amo tanto, Liz.
Estoy enamorado de ti desde ese primer día que te conocí en el colegio
secundario. Vivíamos en Drobak pero nunca nos habíamos cruzado. El destino hizo
que te conociera y vivía soñando con que fueras mi chica. Cuando me dijiste que
sí esa tarde… No recuerdo haber percibido una felicidad tan grande, perdón…
Creo que sí la sentí cuando me enteré que regresabas a Drobak.
-Cariño… Yo… Me sentí
feliz porque me llevaba al chico lindo de todo el colegio. Fui la envidia de
las chicas de Drobak.
Rio. Poco a poco su
risa desapareció.
Siempre me repetía día
a día desde que te fuiste que tendría paciencia y te esperaría cada día de mi
vida. Ahora…
-Sssssh…. No digas
cosas tristes.
Deslicé la yema de mis
dedos por su fina barba.
-¿Podemos intentarlo
nuevamente? ¿O no te atraigo como ayer? –preguntó con evidente temor.
Lo miré y enredé los
dedos en esos cabellos ensortijados color cobrizo.
-Me gustas, me atraes,
eres un hombre bellísimo. Soy yo que no estoy bien.
-¿Por qué no me cuentas
que te ocurre?
Negué con la cabeza.
-Son locuras mías.
Quizás todo lo que me ha pasado en este último tiempo… Mi hermana, mi madre,
ahora Marin lejos… No sé…
-Estoy yo junto a ti.
No sé por cuanto tiempo pero…
-¡No digas eso!
Prometiste que lo intentaremos y eso implica pensar en positivo.
-Lo sé…
Otro trueno le siguió a
un relámpago que iluminó la habitación en penumbras. Me sobrecogí.
-No quiero aprovechar
este momento que tienes de debilidad. Nunca haría eso. Lo sabes –dijo con
tristeza.
Mis manos resbalaron
por ese pecho duro y bien formado. Y me pregunté… ¿Por qué no?
-Hace unas horas me
pediste que no me vaya, ahora soy yo la que te pido que llames a George para
que no venga a buscarte y te quedes esta noche conmigo.
Dudó si mis palabras
tendrían la connotación que él seguramente deseaba. Por eso mis palabras
quisieron dejárselo en claro…
-Duerme junto a mí.
Tomó mi rostro y me
besó. Suave, lento, abandonándose a mis labios y a mi deseo, sí… Porque
necesitaba ese calor de hombre contra mi cuerpo, necesitaba que me llenara y
entrara en mí, necesitaba que me dijera palabras de amor mientras gimiera, para
que no hubiera espacio posible para él, para el vampiro moreno que había
destrozado mi corazón.
Mientras la lluvia caía
torrencial y golpeaba los cristales incesantemente, nuestros cuerpos desnudos
gozaron de ese acto sublime, por algunos llamado “sexo” simplemente, y por otros
llamado “hacer el amor”. Tenía bien definido quien de todos los seres había
llegado a mi cama llamándolo de una forma u otra, y eso fue lo que más dolió.
A horcajadas sobre él
me dejé llevar una y otra vez. Sus manos aferradas a mi cintura se afirmaban hundiéndose
dentro de mí trabando sus pectorales y hombros bien definidos. Bajé la vista
minutos antes que me llevara al clímax para contemplar la pelusa rubicunda de
su bajo vientre adherida a mi pubis húmedo y caliente. Unidos nuestros cuerpos en
comunión como jamás lo estaríamos con Lenya Craig. Por culpa de sus colmillos,
de su descontrol, pero sobre todo por culpa de su desamor.
Recostada en el marco
de la ventana, observaba como el atardecer eterno de Drobak de esa tarde
brillaba por su ausencia. La tormenta había aminorado la intensidad, pero la
lluvia continuaba cayendo copiosamente inundando mi jardín en las partes más
bajas. El cielo plomizo y uniforme a través de mi ventana cerraba el marco
perfecto para mi inmensa melancolía. No me sentía vacía, pero si incompleta.
Como si hubiera prestado mi cuerpo tan sólo por una hora y me lo devolvieran
con trozos faltantes.
Quizás era mi corazón
que no lograba reponerse del disgusto. Darse cuenta que has perdido el tiempo
jugando a coquetear con un vampiro desalmado no te hacía sentir de maravilla.
Ahora había que recomponer mi rompecabezas aunque había empezado a intentarlo.
Giré mi cabeza
apartando la vista del exterior y miré a Drank dormir boca arriba.
Su rostro descansaba
con una paz envidiable. Por supuesto, su conciencia estaría tranquila. Nunca
había hecho daño a nadie, al contrario, siempre había tratado de ayudar a todo
el mundo. ¿Cómo hacía Lenya para dormir plácidamente las pocas veces que lo
hacía? Desgraciado… Robar los medicamentos de un enfermo terminal… Destrozar su
arduo trabajo que tanto le había costado con su pierna rota…. ¡Maldito! ¡Mil
veces maldito!
Volví a mirar hacia el
jardín… ¿No pisaría más Drobak? ¿Le habría transmitido Bianca mi deseo de no
verlo más?
La respiración de Drank
se alteró y llamó mi atención. Me acerqué arropada con mi bata celeste. Me
senté en el borde de la cama, despacio, para no despertarlo. ÉL arrugó su
perfecta nariz y entreabrió los labios. La sábana cubría hasta la cintura y se
movía acompasada por sus caderas hundiéndose con cada inspiración.
De pronto, un ruido
apenas perceptible llegó desde planta baja. Mi piel se erizó por completo.
Alguien había abierto la puerta de la cocina. No, no era el viento inexistente,
alguien había hecho sonar las bisagras, y a propósito.
Me puse de pie tratando
de no despertar a Drank y salí rumbo al pasillo. Mientras avanzaba hacia la
escalera convencida de quien podría haber invadido mi casa a estas horas y con
lluvia, mi furia… fue creciendo a pasos agigantados.
Encendí la llave de luz
que George había arreglado y bajé la escalera. Crucé la pequeña sala y abrí la
puerta de la cocina…
Allí estaba, el ser que
me había hecho sufrir desde el puto día que lo había conocido. El mismo que
había jugado con mi corazón. El que no me dejaba en paz ni me daba tregua. Ese
vampiro moreno que por más que odiara con toda mi alma jamás lo quitaría de mi
cuerpo y de mi alma.
Me han gustado mucho los recuerdos adolescentes de Drank y Liz... y el lago como escenario
ResponderEliminarSí, creo que hay que luchar por la vida... que Drank no debe darse por vencido... aunque también entiendo su miedo
Liz lo ha pasado muy mal... pero finalmente Drank va a seguir el tratamiento... eso me gusta ;-)
La verdad es que yo también lo estaba pasando mal
Liz ha hecho el amor con él, pero no lo ama... no puede apartar de su mente a Lenya
Y creo que ya tiene a Lenya en casa
Este capítulo ha sido muy emocionante y se ha quedado interesante de verdad
Besos
¡Hola Mela! Me gusta recordar con ellos parte de la adolescencia. Es que todas se parecen un poco quien sabe si por el desenfado o la frescura.
EliminarEn cuanto a Drank... Sólo hay que esperar, no puedo hablar demás porque cambiaría el curso de los pensamientos del lector, pero.... no sufran demasiado, no me gustan los finales que no son felices, confíen en mí. Besotes reina!
No es justo esto para Drank!!!!!
ResponderEliminarque triste estoy pero que bueno que Liz lo convencio de que hiciera el tratamiento que él luche por su vida y tiene buena compañía con Liz y su papá, y creo que hicieran el amor fue como un lazo que ellos hicieron y que no se va a soltar, me pregunto que quedra Lenya al estar en la casa de Liz, muchas gracias Lou por el capitulo!!!
¡Mi chiquiiii! Paciencia. Obvio que no es justo. Creo que en la ficción.... el don de los milagros lo tenemos los autores. Ssssshhh.... no puedo hablar mucho, sería un spoiler. Besotes mi sol!!
Eliminarbueno, es inevitable la muerte de uno, para resurgir la vida en el otro, y porque no decirlo, tal vez una nueva vampira en ciernes, verdad?,,,saludos
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