miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡Hola chicos! Pido perdón por la espera, pero he estado enferma de bronquitis aguda, aún saliendo de la afección. Tenía escritos los capis pero no podía moverme de la cama. Así que ahora cuentan con tres. Capi 35, 36 y 37. Repetiré el mensaje en las entradas por las dudas. Los quiero. Y muchas gracias como siempre. Lou.


Capítulo 36

Luchar por la vida.

 Liz

Esa mañana después de salir del hospital con Drank, George nos llevó hasta mi casa. Muy solícito como siempre se ofreció a arreglar una llave de luz que no encendía, incluso cambio los fusibles viejos por nuevos. Mientras, decidimos con mi amigo tomar un té helado bajo un par de tilos cuyo perfume delicioso e intenso daba la sensación de relajarnos. Sonreí mientras observaba la firma y los dibujitos que le había hecho en la escayola. Sus pantalones cortos dejaban a la vista el yeso con los colores decorados de mi nombre y flores en azul.

-Te hace juego con tu camiseta azul –bromee.

Él rio y prometí volver con la bebida refrescante.

Mi cabaña tenía un bonito jardín que a pesar de haber quedado descuidado mucho tiempo, las plantas y flores multicolores se habían jugado por la supervivencia y lo habían logrado. Por ejemplo unas cuantas petunias lilas alegraban ambas esquinas de la cabaña. Muy cerca de la ventana derecha bajo el marco un poco despintado por el castigo de las lluvias de invierno, racimos de verbenas fucsias daban colorido y contraste al césped recién cortado.

El domingo pasado después de cumplir con mi trabajo de niñera toda la madrugada volví dispuesta a sembrar las semillas que había comprado en la feria. Semillas que servirían para adornar con sus flores el jardín recién para octubre o quizás noviembre. Me decidí por las bellísimas crocus color naranja incluso resistentes a la nieve. Sí… quedaría bonito…

Cuando llegué bajo el tilo con los vasos de té, los apoyé sobre el suelo con cuidado, ayudé a Drank a sentarse en el césped, y volví a cogerlos para entregarle uno de ellos a mi amigo. Después de sentarme junto a él y tomar un trago, mi vista se deleitó con el espejo del lago que moría lamiendo la costa. Mi cabaña quedaba a poca distancia del comienzo del bosque y a unos cien metros aproximadamente de un brazo del lago. Más allá, quizás a dos o tres kilómetros el muelle de pescadores se encontraba calmo y pacífico. Era obvio que la tarea principal de los trabajadores comenzaba despuntando la madrugada para luego repartir lo más temprano posible el producto en las ferias. Ahora todo era quietud. Ni siquiera gente paseando sus mascotas por el sendero que bordeaba la costa. En diez días sería verano y el calor podía notarse sobre todo en horas cercanas al mediodía. Sin embargo me jugaba porque no disfrutaríamos de un día soleado en las próximas horas. Podía adivinarse una sensación térmica pesada y húmeda típica de las tormentas por venir.

-¡Mira ese niño, Liz!

Drank señaló con el índice hacia el lago. Seguí la trayectoria de su dedo y pude ver a lo lejos un niño de corta edad que corría peligrosamente hacia la costa.

Abrí mis ojos e intenté ponerme de pie mientras Drank protestaba, “¿pero dónde cuernos están su padres?” Casi al instante una señora de vestido primaveral salió de la nada detrás de unos fresnos frondosos y tras correr rápidamente lo alcanzó. Lo cogió del brazo y le dio una sacudida. No podía apreciarse desde nuestro sitio que cosas estaría diciendo pero imaginaba que no se trataban de felicitaciones.

Reí.

Drank me miró con esos maravillosos ojos azules.

-Oye Liz que no es de risa, es que pudo caer al lago.

Tapé mi boca para ahogar una carcajada hasta que estuve en posición de explicarme.

-No, no, es que recordé cuando quisiste hacerte el gran nadador y… -reí nuevamente-. Tuvo que meterse al lago un profesor del secundario a sacarte.

-¡No recuerdo eso! –protestó.

-Siii que lo recuerdas, no quieres reconocer el papelón de ese día. Tenías dieciséis años Drank, ¡qué vergüenza! –reí.

-¡Anda! ¡Es que había un remolino!

-¡Por lo que fuera!

-No es lo mismo, Liz. Yo nadaba muy bien.

-Quisiste hacerte ver delante de mis compañeras y te salió el tiro por la culata. Fue muy gracioso.

Sonrió.

-Quise llamar tu atención.

-¿Lo ves? Fue cierto.

Lo miré y sonreí. Nos miramos por unos segundos. Era tan bello. El sol reflejaba en la pelusa de su barba cobriza, los labios rellenos dibujaban una sonrisa,  y sus ojos de un azul profundo lucían chispeantes y divertidos.

-¿Y lo logre? –preguntó refiriéndose a llamar mi atención.

Choqué su hombro con el mío y bajé la vista.

-Sí. Aunque ya me gustabas.

-Si hubiera sabido no me hubiera hecho “el Tarzán” –reímos.

Con un movimiento pasó su brazo rodeándome y me acurruqué en su pecho. Era imposible no ponerse a llorar en esa posición escuchando los latidos acompasados de su corazón fuerte y poderoso. Él era un luchador de la vida. Dios… Merecía vivir.

Percibir el calor de abrazo tan contenedor a pesar de estar viviendo una situación difícil, me superaba. Sabía que en cualquier momento iba aponerme a llorar a los gritos y eso sería contraproducente. Así que traté de cambiar la conversación mientras tomaba un trago de mi té.

-Te conté que la bebé que cuido se llama Mimí.

-Me separé y lo miré a la cara tratando que mi sonrisa surgiera espontánea y natural-

-¿En serio?

-Sí.

-Quizás sea un sobrenombre.

-No Drank, su madre me dijo que se llama Mimí Carol.

-¡Pobre niña! Mimí parece nombre de gato –sonrió.

-Sí es verdad –reí.

-¡Mi niña! ¡Ya está arreglado!

La voz de George hizo que giráramos hacia él.

George salía de casa y se dirigía hacia la furgoneta.

-¡Gracias George! ¿Un té? –pregunté alzando el vaso para que lo viera.

Hizo seña negativa y tocó su reloj pulsera varias veces para señalar que estaba atrasado.

Se detuvo sólo para preguntar, “¿vienes conmigo Drank o te quedarás? Mira que no podré volver por ti hasta las siete”.

-¡Déjalo conmigo, George! ¡Nos haremos compañía! –exclamé desde mi lugar.

-¡Vale! –levantó el pulgar como señal de “okay” y subió a la furgoneta.

Antes de darle arranque Drank preguntó preocupado.

-Oye, no quiero darte trabajo.

-¡Cállate Drank! –fruncí el ceño.

El vehículo se alejó por el sendero entre los álamos poco a poco hasta que en la primera curva salió de nuestra visión.

Drank aun quedó observando el camino como si George diera marcha atrás y regresara.

-Qué será de mi padre sin mí –dijo con un tono de dolor tan palpable que fue imposible obviarlo.

Silencio… Dios…

Mi cara se habría transformado, estaba segura. Sin embargo él no me miró y fue una suerte. Su mirada no se apartó de la curva donde la furgoneta había desaparecido. De todas formas no era sorda y había escuchado muy bien. No quedaba otra que continuar con la incómoda charla.

-¿De qué hablas, Drank? –pregunté en tono enojado.

Él siguió sin mirarme.

-Tú sabes de qué hablo.

Silencio…

Respira Liz, respira y di lo que tengas que decir….

-Escucha Drank, si te refieres a tu enfermedad no puedo creer lo que estás diciendo. Hay millones de casos con tu enfermedad que terminan muy bien. La medicina ha adelantado muchísimo.

Él continuó con la vista hacia el lago, sin mirarme. Tomó un trago del té y se mantuvo en silencio.

-El medico dijo que debes hacer el tratamiento unos meses, no será fácil pero tampoco imposible. Tendrás algunos malestares y...

-No haré el tratamiento, Liz.

Callé de golpe. ¿Había escuchado bien?

-¿Qué has dicho? –balbucee.

-Qué no haré ningún tratamiento.

Me levanté de un salto muy enfadada. Drank apartó la vista del paisaje y me miró sorprendido.

Arranqué el vaso de su mano y junto a mi té los deposité bajo el tilo. Me acerqué con los brazos en jarro.

-¡Te diré una cosa, Drank! No admito que te des por vencido y no busques la solución. Una solución que está al alcance de tu mano.

Sus ojos recorrieron mi rostro enojado. Apretó lo labios con rabia y trató de levantarse del césped por sus medios.

-Déjame ayudarte –me acerqué e intenté cogerlo de la axila.

-¡Déjame Liz! ¡Puedo hacerlo sólo, no soy inútil!

Me retiré unos pasos atrás observando como trataba con mucho esfuerzo ponerse de pie con varias maniobras.

Negué con la cabeza.

-¡Eres un cabeza dura!

-Puede ser –refunfuño.

-Es que no se trata de ser inútil. ¡A ver, tienes una escayola de mierda que impide tus movimientos!

-¡No tengo sólo una escayola que impide mis movimientos, Liz! ¿Quieres que te diga qué carajo tengo, Liz? –gritó de pie tambaleándose frente a mí.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y creo que eso lo detuvo. De lo contrario no sé cuanta cosa hubiera dicho demás.

-Escucha –dijo bajando el tono-, la decisión de hacer o no un tratamiento es mía. Es mi vida. Eso debes entenderlo.

Abrí la boca sin que las palabras pudieran surgir.

-Mi decisión –dijo golpeando el pecho con su mano derecha–, es no hacer el tratamiento, y punto. Acéptalo.

-¡Eres un cabrón! –grité enojada. Yo diría que desesperada.

-¿Por qué? ¿Por qué elijo como morir?

-¡Nooo! Porque te cagas en tu padre y en mí. ¡Eres un egoísta! No te importa luchar, quieres tirar la vida sin intentarlo siquiera.

-Piensa lo que quieras de mí. Es una decisión tomada desde que el médico me dijo las opciones.

Lo miré…

¿Era el mismo hombre que nunca se había dado por vencido ante nada? Quizás la situación lo ameritaba, pero yo no estaba para darle la razón y compadecerlo. Aunque la idea que surgió en mi cabeza me llevara a jugarme a todo o nada.

-¡Muy bien! ¡Haz lo que quieras! ¡Yo también! Me iré de Drobak ya mismo.

Me contempló unos instantes y una sonrisa simulada afloró en su boca.

-Liz, no puedes irte y dejar todo nuevamente.

Pues, más rabia me dio.

-¿Ah no? ¡Ahora verás que sí puedo!

Avancé furiosa hasta la puerta de casa con la sangre hirviéndome en las venas.

Apenas entré a la cabaña corrí escaleras arriba, ya en mi habitación abrí el ropero y descolgué como pude mi poca ropa desarmando los estantes tirando jeans y camisetas al suelo. Quité la maleta del estante inferior y cogí como pude parte de los objetos inclusive mis zapatillas y zapatos. Salí de la habitación echando chispas. Llegué a la barandilla y tiré por encima a planta baja la ropa y maleta.

Todo quedó esparcido por el suelo y arriba de un pequeño sofá viejo que había comprado hace una semana.

Drank llegaba  con dificultad a la puerta abierta de par en par usando sus muletas. Contempló la ropa esparcida y la maleta en el suelo.

Negó con la cabeza y protestó mientras yo bajaba la escalera.

-¿Quieres dejar de hacer teatro? No cambiaré de opinión.

No contesté. Me dediqué a coger la maleta, abrirla sobre el sofá, y meter como podía las prendas de dos en dos.

-Liz…

-¡Cállate! ¡Me has decepcionado!

-Liz… Por favor, entiende…

-¿Qué debo entender? ¿Qué te des por vencido? ¡Eres un idiota!

-Liz, es suficiente, sabes que terminarás guardando todo y aceptando mi decisión.

Lo miré a la cara… Me faltaba jugarme la última carta.

Tantee mis jeans buscando en los bolsillos mi móvil.

-¿Y ahora a quién llamas? Si es a mi padre, no importa lo que digas, soy adulto y no podrá obligarme.

Con mis dedos temblorosos traté de hacer memoria. ¿Cuál era el número?

Ah sí…

Él se sentó con dificultad en el sofá y aguardó estudiándome perplejo.

-Señora Loreley……….. Sí que tal, soy Liz, sí…………. Lamento molestarla………… No no, no es por un adelanto del sueldo, sé que me ha pagado ayer……….. Ha surgido un problema grave, mi hermana tuvo un accidente……………… Sí, terrible…………. Escuche, debo regresar a Kirkenes…………….. No, no volveré. Lamento tener que avisarle con tan poco tiempo……………… Sí………………. Okay, le agradezco su comprensión, que tenga buen día. Adiós, un beso a la niña de mi parte.

Corté la comunicación y continué acomodando mi ropa. Me dirigí a subir otra vez para buscar más prendas que habían quedado cuando lo escuché.

-¿Te has vuelto loca?

-No me he vuelto, lo soy. Deberías conocerme –continué subiendo la escalera.

-¡Liz! ¡No seas infantil!

-Al contrario, estoy actuando con mucha madurez, eres tú el crío de mierda que no razona.

-¡Liz!

Ya en mi habitación recogí mis zapatos y unas toallas que habían quedado. Dios… Si no daba resultado Drank moriría solo y lejos de mí. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras desarmaba con la mano libre las sábanas de mi cama.

Tragué saliva.

Ahora debía terminar la puesta en escena. De todas formas no tenía a donde ir… A Kirkenes no regresaría. No después de que Lenya se había comportado como un cretino.

Cogí una bolsa de consorcio para llenarla con las sábanas y parte del contenido esparcido por el suelo. Entré al baño y quité la bata de baño y un par de toallas más. Llené la bolsa mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas. Semana difícil la mía, primero el patán de Lenya con sus estragos y ahora la determinación de Drank. En otra vida seguramente habría sido una hija de puta. Esto era un karma no había duda.

Cuando terminé de cargar la bolsa negra salí de la habitación y bajé la escalera hacia la pequeña sala. Drank no estaba…

Mi corazón latió fuerte…

No… No podía ser…

Un aroma a café llenó mi sentido del olfato. Dejé la bolsa en el piso y me acerqué a la cocina.

Drank estaba preparando café con la mirada atenta a lo que hacía, aunque yo sabía que el café es lo menos que ocuparía su pensamiento.

Caminé lentamente hasta quedar cerca de él. A su espalda.

-No voy a tomar café, Drank. Dije que me iría y lo haré.

Deslizó una de las tazas blancas por la superficie de la encimera cerca de la cafetera. El débil humo gris iba espesándose a medida que el olor delicioso invadía la cocina.

-¿Azúcar? –preguntó observando las puertas de arriba del viejo armario.

Giré sobre mis talones para abandonar la cocina.

-No te vayas –suplicó.

Me detuve y lo miré.

De a poco giró para mirarme.

Sus ojos azules lucían vidriosos. Estaba triste además de desesperado.

Me partía al medio, pero no debía aflojar.

-No te vayas, por favor.

Bajé la vista.

-Sólo quiero escuchar que no te darás por vencido.

-¿Estarás junto a mí?

-Siempre –lloré en silencio.

Bajó la vista y asintió.

-Me haré el tratamiento.

Corrí a abrazarlo fuerte, muy fuerte.

-Estoy aterrado –susurró.

Mis manos resbalaron por su ancha espalda… Acariciándolo para contenerlo. Yo, que ni siquiera sabía cómo podía continuar sosteniéndolo si también necesitaba a alguien fuerte y poderoso a mi lado, alguien que me hiciera sentir que todo iba a estar bien.

-Estaremos juntos en esto, Drank. Lucharemos contra lo que sea.

……………………………………………………………………………………………….

La tormenta se desató cuatro y diez de la tarde. Con Drank almorzamos juntos en casa y escuchamos música mientras arreglaba la ropa y calzado en mi ropero. Insistió en subir la escalera para hacerme compañía y el tema de cuando comenzaría el tratamiento no volvió a tocarse.

A pesar de mis protestas se dedicó a hacer la cama entretanto yo preparaba café.

Cuando regresé con las tazas de la humeante y aromática bebida, Drank hojeaba un libro y sonreía.

-Aquí tienes, calentito y muy rico. Ideal para esta tarde lluviosa.

Me miró sonriente.

-Oye, ¿ibas a partir de Drobak sin tu libro preferido de vampiros?

Quedé muda. No por darme cuenta que mi puesta en escena tenía algunas fallas, ya que nunca dejaría mi libro si partiera y sería lo primero que pondría en mi maleta, sino porque la palabra “vampiro” ya nunca más me sería indiferente.

Sonreí.

-No iba a meterlo en la maleta. Siempre lo llevo a mano en cualquier viaje.

Dejó el libro en la mesa de luz.

-¿Por qué yo te lo he regalado?

-Por supuesto.

-Mentirosa –sonrió.

Extendí la taza de café y la tomó entre sus manos. Manos anchas de dedos varoniles, bonitas manos. Claro… No serían como las manos de Lenya. Expertas y fuertes. Capaces de triturar en un puño piedras de cemento… Y corazones enamorados. Sí… Para triturar tu corazón en mil pedazos nadie como él.

Un trueno potente hizo vibrar la cabaña. Me estremecí.

-¡Qué tormenta! –exclamé.

Me miró sorprendido.

-Siempre te gustaron las tormentas, ¿recuerdas?

-Sí, eso era antes.

-¿Antes de qué?

Apoyó las muletas y la taza de café en la mesa de luz y extendió la mano.

Me acerqué tratando de calentar mis manos heladas con la loza del pocillo. Cogió mi café y lo puso sobre la mesita. Giró lentamente y me tomó de la cintura.

Mirarlo a los ojos era entrar a un paraíso. Un lugar donde no existía la maldad ni el egoísmo. Drank tenía un corazón puro, lleno de amor para darme. No sabía por cuanto tiempo. Pero lo que sí sabía es que no quería tener a mi lado un vampiro lleno de rencor y sin sentimientos que sólo me había usado porque le atraía sexualmente. Con Drank quizás no llegaría muy lejos, sin embargo tendría un hombre a mi lado digno por el tiempo que fuera.

Acaricié su rostro con mis dedos.

-Eres hermoso, Drank.

Sus labios se arquearon en una leve sonrisa.

Cerró los ojos.

-Pronto me veré horrible.

-No –susurré- tú nunca serás horrible.

Abrió los ojos azul intenso.

-Te amo tanto, Liz. Estoy enamorado de ti desde ese primer día que te conocí en el colegio secundario. Vivíamos en Drobak pero nunca nos habíamos cruzado. El destino hizo que te conociera y vivía soñando con que fueras mi chica. Cuando me dijiste que sí esa tarde… No recuerdo haber percibido una felicidad tan grande, perdón… Creo que sí la sentí cuando me enteré que regresabas a Drobak.

-Cariño… Yo… Me sentí feliz porque me llevaba al chico lindo de todo el colegio. Fui la envidia de las chicas de Drobak.

Rio. Poco a poco su risa desapareció.

Siempre me repetía día a día desde que te fuiste que tendría paciencia y te esperaría cada día de mi vida. Ahora…

-Sssssh…. No digas cosas tristes.

Deslicé la yema de mis dedos por su fina barba.

-¿Podemos intentarlo nuevamente? ¿O no te atraigo como ayer? –preguntó con evidente temor.

Lo miré y enredé los dedos en esos cabellos ensortijados color cobrizo.

-Me gustas, me atraes, eres un hombre bellísimo. Soy yo que no estoy bien.

-¿Por qué no me cuentas que te ocurre?

Negué con la cabeza.

-Son locuras mías. Quizás todo lo que me ha pasado en este último tiempo… Mi hermana, mi madre, ahora Marin lejos… No sé…

-Estoy yo junto a ti. No sé por cuanto tiempo pero…

-¡No digas eso! Prometiste que lo intentaremos y eso implica pensar en positivo.

-Lo sé…

Otro trueno le siguió a un relámpago que iluminó la habitación en penumbras. Me sobrecogí.

-No quiero aprovechar este momento que tienes de debilidad. Nunca haría eso. Lo sabes –dijo con tristeza.

Mis manos resbalaron por ese pecho duro y bien formado. Y me pregunté… ¿Por qué no?

-Hace unas horas me pediste que no me vaya, ahora soy yo la que te pido que llames a George para que no venga a buscarte y te quedes esta noche conmigo.

Dudó si mis palabras tendrían la connotación que él seguramente deseaba. Por eso mis palabras quisieron dejárselo en claro…

-Duerme junto a mí.

Tomó mi rostro y me besó. Suave, lento, abandonándose a mis labios y a mi deseo, sí… Porque necesitaba ese calor de hombre contra mi cuerpo, necesitaba que me llenara y entrara en mí, necesitaba que me dijera palabras de amor mientras gimiera, para que no hubiera espacio posible para él, para el vampiro moreno que había destrozado mi corazón.

Mientras la lluvia caía torrencial y golpeaba los cristales incesantemente, nuestros cuerpos desnudos gozaron de ese acto sublime, por algunos llamado “sexo” simplemente, y por otros llamado “hacer el amor”. Tenía bien definido quien de todos los seres había llegado a mi cama llamándolo de una forma u otra, y eso fue lo que más dolió.

A horcajadas sobre él me dejé llevar una y otra vez. Sus manos aferradas a mi cintura se afirmaban hundiéndose dentro de mí trabando sus pectorales y hombros bien definidos. Bajé la vista minutos antes que me llevara al clímax para contemplar la pelusa rubicunda de su bajo vientre adherida a mi pubis húmedo y caliente. Unidos nuestros cuerpos en comunión como jamás lo estaríamos con Lenya Craig. Por culpa de sus colmillos, de su descontrol, pero sobre todo por culpa de su desamor.

Recostada en el marco de la ventana, observaba como el atardecer eterno de Drobak de esa tarde brillaba por su ausencia. La tormenta había aminorado la intensidad, pero la lluvia continuaba cayendo copiosamente inundando mi jardín en las partes más bajas. El cielo plomizo y uniforme a través de mi ventana cerraba el marco perfecto para mi inmensa melancolía. No me sentía vacía, pero si incompleta. Como si hubiera prestado mi cuerpo tan sólo por una hora y me lo devolvieran con trozos faltantes.

Quizás era mi corazón que no lograba reponerse del disgusto. Darse cuenta que has perdido el tiempo jugando a coquetear con un vampiro desalmado no te hacía sentir de maravilla. Ahora había que recomponer mi rompecabezas aunque había empezado a intentarlo.

Giré mi cabeza apartando la vista del exterior y miré a Drank dormir boca arriba.

Su rostro descansaba con una paz envidiable. Por supuesto, su conciencia estaría tranquila. Nunca había hecho daño a nadie, al contrario, siempre había tratado de ayudar a todo el mundo. ¿Cómo hacía Lenya para dormir plácidamente las pocas veces que lo hacía? Desgraciado… Robar los medicamentos de un enfermo terminal… Destrozar su arduo trabajo que tanto le había costado con su pierna rota…. ¡Maldito! ¡Mil veces maldito!

Volví a mirar hacia el jardín… ¿No pisaría más Drobak? ¿Le habría transmitido Bianca mi deseo de no verlo más?

La respiración de Drank se alteró y llamó mi atención. Me acerqué arropada con mi bata celeste. Me senté en el borde de la cama, despacio, para no despertarlo. ÉL arrugó su perfecta nariz y entreabrió los labios. La sábana cubría hasta la cintura y se movía acompasada por sus caderas hundiéndose con cada inspiración.

De pronto, un ruido apenas perceptible llegó desde planta baja. Mi piel se erizó por completo. Alguien había abierto la puerta de la cocina. No, no era el viento inexistente, alguien había hecho sonar las bisagras, y a propósito.

Me puse de pie tratando de no despertar a Drank y salí rumbo al pasillo. Mientras avanzaba hacia la escalera convencida de quien podría haber invadido mi casa a estas horas y con lluvia, mi furia… fue creciendo a pasos agigantados.

Encendí la llave de luz que George había arreglado y bajé la escalera. Crucé la pequeña sala y abrí la puerta de la cocina…

Allí estaba, el ser que me había hecho sufrir desde el puto día que lo había conocido. El mismo que había jugado con mi corazón. El que no me dejaba en paz ni me daba tregua. Ese vampiro moreno que por más que odiara con toda mi alma jamás lo quitaría de mi cuerpo y de mi alma.

 

 

5 comentarios:

  1. Me han gustado mucho los recuerdos adolescentes de Drank y Liz... y el lago como escenario
    Sí, creo que hay que luchar por la vida... que Drank no debe darse por vencido... aunque también entiendo su miedo
    Liz lo ha pasado muy mal... pero finalmente Drank va a seguir el tratamiento... eso me gusta ;-)
    La verdad es que yo también lo estaba pasando mal
    Liz ha hecho el amor con él, pero no lo ama... no puede apartar de su mente a Lenya
    Y creo que ya tiene a Lenya en casa
    Este capítulo ha sido muy emocionante y se ha quedado interesante de verdad
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Me gusta recordar con ellos parte de la adolescencia. Es que todas se parecen un poco quien sabe si por el desenfado o la frescura.
      En cuanto a Drank... Sólo hay que esperar, no puedo hablar demás porque cambiaría el curso de los pensamientos del lector, pero.... no sufran demasiado, no me gustan los finales que no son felices, confíen en mí. Besotes reina!

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  2. No es justo esto para Drank!!!!!
    que triste estoy pero que bueno que Liz lo convencio de que hiciera el tratamiento que él luche por su vida y tiene buena compañía con Liz y su papá, y creo que hicieran el amor fue como un lazo que ellos hicieron y que no se va a soltar, me pregunto que quedra Lenya al estar en la casa de Liz, muchas gracias Lou por el capitulo!!!

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    1. ¡Mi chiquiiii! Paciencia. Obvio que no es justo. Creo que en la ficción.... el don de los milagros lo tenemos los autores. Ssssshhh.... no puedo hablar mucho, sería un spoiler. Besotes mi sol!!

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  3. bueno, es inevitable la muerte de uno, para resurgir la vida en el otro, y porque no decirlo, tal vez una nueva vampira en ciernes, verdad?,,,saludos

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