miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡Hola chicos! Pido perdón por la espera, pero he estado enferma de bronquitis aguda, aún saliendo de la afección. Tenía escritos los capis pero no podía moverme de la cama. Así que ahora cuentan con tres. Capi 35, 36 y 37. Repetiré el mensaje en las entradas por las dudas. Los quiero. Y muchas gracias como siempre. Lou.



Capítulo 35

Revelaciones.

Douglas.

Cuando Marin se acercó y me dio un beso por mi cumpleaños sentí una mezcla de sensaciones. No iba a mentirme. La rabia brotaba por mis poros mezcla de lobo y vampiro al verla como caída del cielo y que sin dar más explicaciones que las de “lo siento, estuve ocupada”, me mirara sonriente y despreocupada. No había pisado la mansión desde que se había mudado a “La manada”. ¿Tenía derecho a desaparecer después que le abrimos la puerta y la colmamos de atenciones? ¿Y yo? ¿Tenía derecho a reclamarle no siendo nada más que un integrante de la familia que la había acogido? No lo sabía. Lo cierto es que no lo pensé. La sensación de haberla extrañado y abrazarla fuerte quedó atrás y no pudo contra mi mal humor y sinceridad.

—Te he comprado un regalo –dijo al extender un paquetito alargado, con papel dorado y moño azul.

Lo cogí y lo abrí con evidente desgano. Deseando que se notara mi disconformidad.

Con un “gracias” con sonrisas ausentes y gesto de, “a ver que se te ha ocurrido comprarme”, lo contemplé entre mis manos con una punzada en mi corazón.

—¿Cómo sabías que deseaba este perfume? –murmuré mirándola a los ojos.

Ella titubeó.

—Creo que te he escuchado hablarlo con Numa, o a lo mejor me lo ha dicho Scarlet. No recuerdo. Entonces, ¿te gusta?

—Sí.

Abrí la caja y miré detenidamente.

—Es el tamaño más chico porque no llegué a comprarte la medida que seguía.

—Está bien, gracias. Estos perfumes son muy buenos y duran mucho.

Una tarjetita blanca de cinco a diez centímetros cayó al piso.

—Ah, es una tarjeta con mi “Feliz cumpleaños”.

La recogí y leí.

“Feliz cumpleaños, Douglas. ¡Que todos tus deseos se cumplan! Marin.

El corazón me latió al ver el puño y letra de ella. Un calor subió por mis mejillas al leer su nombre. ¿Qué mierda estaba pasándome?

Carraspee.

—Gracias nuevamente, un lindo detalle.

Ambos nos quedamos enfrentados mirándonos sin saber que decir. Ella se mordió el labio inferior nerviosa y poco a poco fue quedándose colorada.

Por suerte mi padre se acercó y Bernardo también. Bueno… por suerte, no tanto…

Bernardo la abrazó efusivamente y comenzó hacerle una serie de preguntas sobre ella y Liz. Mi padre la saludó cortésmente y como evidentemente no se había perdido de mi cara y gestos poco amables me pidió el regalo para admirarlo con agradecimiento. Sí… De metiche. Porque no era su cumpleaños definitivamente.

—¿Qué hermoso regalo, Marin? Un Clive Christian, pero no debiste regalar algo tan costoso a Douglas. Seguro que él te hubiera agradecido sólo tu presencia. ¿Verdad hijo?

—Por supuesto –respondí a regañadientes.

¿Quién lo había mandado llamar y meterse?

—¿Qué deseas tomar? –invitó sonriente.

Parece que estaba empeñado en hacerla sentir bien cuestión que no era justo mi plan. Yo necesitaba que me dijera que se arrepentía de no haber querido verme y que no iría a cometer ese error nunca más. Pues no…

—Marin, toma asiento y Charles te servirá un trago. Si lo prefieres Margaret te preparará un jugo.

—Oh no, Sebastien sólo estaré unos minutos, tengo otros compromisos.

Y esa… fue la bomba.

La miré con los ojos desorbitados.

—¡Pero si recién llegas! ¡Es tan preciado tu tiempo que no quieres perderlo sentándote unos minutos conmigo!

—Douglas… La voz neutra y pausada de mi padre me trajo recuerdos de una noche que enfadado por un capricho me había escondido en un ropero y casi me asfixio. Él había dicho, “Douglas”, apenas me encontró, con el mismo tono de la llamada “furia calmada”.

Marin se sobrecogió por mi grito y creo que varios en el salón dejaron de hablar entre sí para mirarnos. Bernardo metió las manos en el bolsillo, miró el suelo, y dio un silbido.

—Lo siento –tartamudeó ella—, es que mi compañera enfermó y prometí cubrirla unas horas.

—Por supuesto querida, lo entendemos –dijo mi padre—, y Douglas también. ¿Verdad Douglas?

Abrí y cerré la boca varias veces sin articular palabra. Giré sobre mis talones y subí la escalinata rápidamente. A mitad del pasillo, sintiendo el murmullo de planta baja me detuve y la miré.

—Supongo que querrás ver a tu amiguita, Scarlet. Allí viene junto a Gloria. Y gracias por molestarte.

Marin.

Cuando Gloria regresó con sus padres a la sala y Scarlet me arrastró por un brazo a su habitación, me desahogué.

—Scarlet, ¡esto no está funcionando! –me senté en su cama mientras ella acomodaba apresurada los maquillajes esparcidos sobre el tocador.

—Calla Marin, eres muy impaciente.

—¡Qué no! Él me ha mirado como si fuera su enemiga. Creo que hice mal en hacerme la difícil.

Sonrió y rodó los ojos a medida que metía a la fuerza supuestas cajas de zapatos en la botinera. Cerró las puertas de su inmenso ropero y salto sobre la cama sentándose junto a mí.

—A ver, no conoces de machos vampiros.

—Scarlet, eso cierto. Tampoco de machos humanos. He tenido un novio desde los diecisiete hasta los veinte y gracias. Pero convengamos que tu aseveración a Liz sobre Lenya no ha dado resultado.

—Lenya ha viajado a Drobak recientemente, sólo para verla.

—Mmm… Sí, sin embargo no se ha portado bien, Scarlet.

—¿Quién te ha dicho?

—Mucho no sé. Liz sólo me dijo por móvil que está furiosa y no quiere verlo más.

—No le creo a Liz.

—Pues yo tampoco. El caso es que Lenya no debe estar enamorado como un día aseguraste. Douglas lo mismo, no le intereso.

—No, no, no, ¡a ver! No dije que Douglas estuviera en la situación de Lenya, y sigo manteniendo que Lenya está interesado en Liz. Con Douglas es diferente. Debes llamarle la atención. Dicho sea de paso, ¿qué te ocurre a ti que no usas ropa más femenina? Te has venido a su cumpleaños con un jeans y una chaqueta muy sobria. ¿Te has vuelto loca? ¿O te postulas para un convento?

Sonreí y la miré.

—Bueno, si es para un convento, que sea en el que te has criado tú.

Ambas reímos sobre aquella mentira dicha ocultando su verdadera esencia de vampiresa.

—Me gustaría ser vampiresa como tú –murmuré.

—No cambiarías los hechos con Douglas. Recuerda que se enamoró de Clelia y no era vampiresa.

—Sí, pobrecita que en paz descanse –susurré.

—Bueno, yo no sé si descansa o no en paz. Sólo sé que en este mundo estás tú para luchar por él. Tú eres el presente y ella ya no existe.

—No te creas, Scarlet. Si fue amor… A veces la memoria de los muertos es más fuerte.

—Eso es verdad. Porque seguramente recuerdas las virtudes y olvidas los defectos, ¿no es así?

—Ajá…

—¡Okay! Seguiremos con el plan. Por lo visto ha pataleado como niño porque no has visitado la mansión todo este tiempo. Razona, si no le importas que tiene que decirte sobre tu ausencia.

—¡Ay no sé, Scarlet! Lo extrañe mucho. Necesitaba verlo aunque sea bajar de esa bendita escalera y decirme “buenos días”.

—¿Te gustaría volver a vivir en la mansión?

—No, estoy bien. Esto de ser independiente me gusta. Debería hacer un viaje a Drobak para ver a Liz. No está pasando un buen momento.

—¿Por Lenya?

—No, es nuestro amigo, Drank. Está muy enfermo. En realidad es más amigo de ella que mío de hecho fue su novio dos años.

—¡Aaaah okay! Ahora entiendo la rabia de Lenya. Debe estar celoso como… ¿Aquiles? ¿Era Aquiles?

—Nooo, Aquiles es un Dios o semi Dios y es el del talón. Otelo. Celoso como Otelo.

—¡Eso! La obra de Shakespeare –rio Scarlet. Después juntó las manos en el regazo y me miró con cierta tristeza.

—Creo que me iré contigo a vivir a ese hotel. No compartiendo habitación, sino en otra.

—¿Qué? ¿Quieres irte de tu mansión?

—No es mi mansión, Marin. Es la de Sebastien. No es lo mismo. Quiero mi lugar y regresar a las cumbres jamás podría. Me malacostumbraron –sonrió levemente.

—¡Para mí sería genial! Pero… Bianca me ha contado que Sebastien ha comprado el Thor. Es un lujoso hotel. La manada es un bonito hotel pero no se compara.

—No me importa que tan lujoso es el hotel Thor, no quiero nada de él.

—Okay…

 

Bianca.

El día del cumpleaños de Douglas fue maravilloso. Mi marido por fin no estaba con su notebook pegada al costado recibiendo y enviando mails, tampoco se encerró en el estudio con sus cuentas y balances. Charles con su clásico buen humor nos alegró la tarde contando anécdotas de cuando Douglas era pequeño, aunque fue merecedor de algunas protestas de mi niño para que dejara de ventilar su niñez y travesuras. Mi amigo y Sabina se sintieron muy cómodos y conversamos mucho sobre los proyectos sobre el bebé. Ambos se los veía plenos y felices, y yo dichosa por ellos. Numa y Douglas habían armado un grupito en un rincón de la sala y junto con Ron Anthony y Lenya bromeaban sobre la próxima boda y luna de miel de nuestro querido amigo y guardaespaldas. Gloria corrió a la cocina con las chicas para decorar el pastel de Douglas. Scarlet no estuvo con nosotros. Apenas Marin se retiró mi protegida subió en silencio las escaleras y sólo se dejó ver cuando marchó a trabajar a la Jefatura.

Me preocupaba Scarlet… Mucho. No estaba llevándose bien con Sebastien y eso acarreaba malas caras y discusiones que en toda familia serían normales pero algo me decía que este conflicto entre hermanos no iba a terminar bien.

En cuanto a Gloria y su vampiro “malo”, desconocido, nos dejó a todos estupefactos, como solía ocurrir con Gloria. Sobre todo a Sebastien y a Lenya que venían tras pistas de ese asesino en Kirkenes.

Al pensar en el asesino recordé al padre de la pequeña envenenada. ¿Cómo irían las investigaciones de Petrov? Por suerte le había sugerido a Olaf que me llamara si ingresaban un cadáver a la morgue de lo contrario me quedaría en casa. La verdad que permanecer en la morgue si no era necesario ya no me caía en gracia. No era que tuviera miedo en sí. Andar entre cadáveres y muerte era lo mío desde hace años, pero de ahí a hablar con “ella” era distinto. Por supuesto ahora habría un forense menos porque el criminal estaría tras las rejas mientras se desarrollaba el proceso penal.

Lenya quitó su móvil del bolsillo trasero de los jeans y sus dedos se movieron ágiles en el teclado. Fruncí el ceño mientras mi marido interrumpía mi malestar con un beso sonoro en la mejilla.

—¿Con quién estás enojada? No será conmigo, porque me he portado bien.

Sonreí y me hice a un lado en el sofá para hacerle un lugar.

—No cariño. No es nada.

—Cuéntame Bianca.

Sabina interrumpió para excusarse e ir al baño. Me ofrecí a guiarla y la explicación a mi marido quedó en suspenso. No deseaba ocultarle la reprimenda que quería darle a su hermano por lo que me había contado Liz ayer a través del móvil, pero era más justo no andar con chismes y enfrentar a este “don Juan” cara a cara.

Cuando volví de dejar a Sabina por una de las puertas cerca del estudio tras la escalera principal, Sebastien estaba conversando con Bernardo sobre las nuevas construcciones en la reserva. Aparentemente el famoso Chamán a quien yo nunca había conocido, había fallecido hace un par de semanas en Suiza por un ataque al corazón. Las familias de lobos habían decidido instalarse en Kirkenes bajo las directivas de Bernardo. Tenía entendido que había varios de ellos que habían seguido a Bernardo cuando mi amigo decidió regresar a la reserva y comenzar nuevamente. Pero aún había quedado los lobos más antiguos y sus respectivas estirpes más arraigados a su tierra y su alfa. Ahora en un par de meses llegarían para quedarse en Kirkenes.

—¿Quieres enviármelos a la Isla del Oso? –bromeó mi marido.

Bernardo rio.

—¡Claro que no! A ver si no corren con la suerte de Bianca. ¿Recuerdas? Cuando te la llevaste de prepotente para chuparle la sangre.

Sebastien emitió una carcajada y yo sonreí aunque no volví a mi lugar, sino que dirigí mi vista a Lenya que parecía coqueteando con alguien por el móvil. Ya imaginaba quien… Natasha. ¡Si sería caradura este vampiro!

La voz de Sebastien, dulce y melosa volvió a llamar mi atención.

—Bianca, mi amor… Dile a tu amigo que no te he forzado a nada –sonrió guiñando un ojo.

Apoyé mis manos en el respaldo tras Bernardo para deleitarme con el rostro de mi amado y sus chispeantes ojos traviesos.

—A decir verdad nadie me ha obligado a ir a ese viaje aquella vez.

—¡Lo ves! –exclamó Sebastien—. ¡Escucha, escucha!

—Peroo, sobre el whisky que me ofreciste en el yate no puedo asegurar que aflojó mis músculos y caí en tus brazos rendida.

—¡Aaaah lo ves! –gritó Bernardo haciendo palmas.

—¡Calla! ¿Tú crees que este galán necesita drogar a una hembra? ¡Estás loco, perro!

—¡Cuidadito! Perro no, lobo. Y a mucha honra.

Todos reímos, hasta el grupo se acercó para enterarse cuál era la broma que reíamos. Entonces aproveché al ver cortar la comunicación a Lenya. Me acerqué mientras Charles servía otra ronda de bebidas y le dije con disimulo que necesitaba hablar con él.

—¿En el parque está bien? –preguntó.

—Donde prefieras, pero es urgente –contesté.

……………………………………………………………………………………………….

Antes de salir al parque di un beso a mi marido y murmuré en su oído, “hablaré con tu hermano sobre Liz”. Él me miró y asintió levemente. Seguramente creyendo que era una simple reprimenda por andar jugando a dos puntas. Sin embargo no era una simple llamada de atención…

Ya en el parque, Lenya se recostó en el ciprés de raíces retorcidas y me quedé de pie frente a él. Miré hacia el horizonte, donde el alto y puntiagudo follaje de los pinos parecía rozar unas nubes de tormenta amenazantes. Lo escuché encender un cigarrillo y giré la cara para mirarlo.

Concentrado en el humo grisáceo que comenzaba a coronar su cabeza parecía tranquilo y en paz con su conciencia. Veremos qué tal se sentiría después que mi boca dejara escapar unas cuantas verdades.

Alzó la vista y me miró.

—¿Cuñada? ¿No pensarás coquetear conmigo? Soy malvado a veces pero tengo códigos.

—No es gracioso –dije enfadada.

Pienso que mi cara lo echo atrás de cualquier broma posible dando vueltas.

—¿Qué es tan urgente?

—Liz –murmuré.

Inmediatamente rodó los ojos.

—¿Sabes que me lo temía? –sonrió.

—¡Qué bien! Entonces me ahorraré el preámbulo.

—Liz y yo nos atraemos y eso es evidente además…

—¿Qué has hecho en Drobak, Lenya? –interrumpí de forma enérgica.

Me miró sorprendido. Al parecer bajó la vista como si necesitara recordarlo. Volví a insistir.

—¿Qué ocurrió en Drobak, Lenya?

Aspiró el cigarro y me miró fijo.

—¿No te ha dicho tu primita?

Respiré hondo. Paciencia…

—Liz me ha dicho que debido a los hechos ocurridos en tu última visita a Drobak, hiciera lo posible por evitar que regreses a molestarla.

—Ah. Por lo pronto no sabe que no hay poder en el mundo que me diga que hacer, ¿cierto?

Arquee la ceja.

—Cierto. Por eso lo que me queda es contarte la verdad. A ver… Si en tu corazón de piedra se produce el milagro y te compadeces de ese chico.

Se irguió de un saltó y me enfrentó.

—¡No digas “ese chico” como si fuera una blanca paloma! Está metiéndose entre Liz y yo y es suficiente para verlo como mi enemigo. Crees que no conozco los humanos y sus trampas. ¡Es una mosquita muerta! Sé cómo son esa clase de machos. Apelan a la lástima para atrapar hembras de buen corazón.

—¡Qué no! –exclamé.

—Si quieres defenderlo no te escucharé un segundo. Su sólo nombre me irrita, ¡ojalá desapareciera para siempre!

—No te preocupes por ello, tu deseo se hará realidad muy pronto.

Me miró con sarcasmo y aspiró el humo risueño.

No hubiera querido empezar así la conversación pero frente a Lenya no podías hacer planes de mantener un diálogo de características normales.

—¿No digas? ¿Viajará a Madagascar frente a las costas de Mozambique y se perderá? ¡No, mejor aún! Entrará como claustro al Monasterio de Poblet en Tarragona, pues dile a ese ignorante que ya no funciona como tal.

—Calla Lenya, no sabes lo que dices.

—Sí sé. Ese “chico” como tú tan afectuosamente lo llamas es la piedra en mi zapato. Si él no existiera, Liz sería mía.

Bajé la vista.

—Siéntate en ese tronco Lenya, y escucha. Por favor.

—Estoy bien de pie.

Me miró altanero supongo que de rabia al suponer que lo prefería como novio de Liz. Y la verdad es que lo único que yo deseaba es que mi prima no sufriera.

—No sé qué fue precisamente lo que has hecho en Drobak. Pero le has hecho daño a Drank y por consiguiente estás haciendo sufrir a Liz. Es su amigo.

—¡Sí, cómo no! Fueron amantes dos años, me lo dijo la propia Liz en una oportunidad. Y tú crees que me quedaré a observar como ese imbécil dando lástima la atrae nuevamente a sus brazos. Antes juro que le haré la vida imposible.

—No necesitarás hacerlo. Su vida ya es imposible. O lo que queda de ella.

El humo escapó pos sus labios y me observó detenidamente.

—¿A qué te refieres?

—Drank morirá.

Sus ojos se hundieron en mi iris borgoña pero no atinó a decir palabra. Cuestión que aproveché y continué.

—Drank tiene una enfermedad terminal. Por los números de los análisis que me ha pasado Liz, le doy tres meses, quizás cuatro. ¿Te costaría mucho esperar? –pregunté con rabia.

—Mentira, te equivocas. Yo lo vi. Es sólo una maldita pierna rota.

Arquee la ceja con la vista en el césped bajo mis pies. ¡Qué arrogante! Lentamente lo miré.

—Estoy segura que no podría enseñarte a cazar como vampiro con tu experiencia, como también estoy segura que jamás podrás enseñarme medicina.

Quedó mirándome fijo y tragó saliva.

—Drank tiene una metástasis que por lo visto es acelerada y se propaga sin control. No hay casi casos como el de él. Quizás su historia clínica detalle más ese comportamiento de la enfermedad. No sé qué clase de vida ha llevado. Cuando el cuerpo se mantiene débil y sin defensas muchos años quizás sea propenso a coger cualquier cosa. No lo sé, la respuesta te la debo. Tampoco sé si es el azar. Los médicos ignoramos el porqué. Lo único que te pido –lo observé sentarse en el tronco lentamente, con la vista perdida—, si puedes mantenerte lejos de ellos. No pongas más cargas a Liz de las que ya tiene.

—Tres meses –murmuró—. Es muy joven.

Tomé asiento sobre el tronco junto a él.

—Sí, lo es.

Hubo un silencio incómodo en el que esperé cualquier cosa. Desde un “¡qué mierda me importa!”, hasta “ojalá muera mañana”, pero no… Habló como en un murmullo, como alguien que muere de vergüenza y debe contar su delito.

—Desbaraté la leña que juntó durante tres días en el galpón. Tuvo que volver a empezar… Creo que se puso a llorar cuando la vio esparcida alrededor de la casa esa mañana…

Cerré los ojos. Pobre Drank…

—Y… —dudó si continuar confesando. Pienso que ni él mismo creería lo que había sido capaz de hacer—. Le robé los medicamentos de la mesa de luz mientras dormía… Los tiré por el camino. Yo… Creí que servirían para curar su pierna más rápido.

—Son para aplacar los fuertes dolores –susurré con tristeza—. La medicina sólo servirá para eso.

Percibí el aire escapar de su boca y su pecho se ensanchó queriendo aspirar todo el oxígeno que nos rodeaba. Incluso el mío, quizás así me callaba y no tendría que escucharme.

Su corazón dio fuertes latidos y escuché el bombear de su pulso desenfrenado.

Al fin se atrevió a continuar.

—¿Cuánto hay de posibilidad de que estén equivocándose en el diagnóstico?

—Ninguna.

Ambos quedamos en silencio un buen rato. Lenya tiró la cola de cigarrillo y lo aplastó con el pie derecho. Su corazón volvió al ritmo normal. El sol se había ocultado, pero no porque anocheciera ya que estábamos en junio y en época de verano en Kirkenes no existía la noche, sino por la tormenta que había ganado terreno y amenazaba anunciándose con truenos lejanos. Tuve deseos de contarle a Lenya quien era Liz, por si había dudas…

—Siempre contaba mi tía que desde niña Liz tuvo un gran corazón. Solía invitar a compañeros de colegio a merendar si sabía que ellos no tenían para comer. A veces su casa se llenaba de chicos y mi tía protestaba. Su virtud es ser sensible al dolor ajeno. Una Navidad que pasé con ellas… —hice memoria—. Santa Claus había dejado muchos regalos para las tres hermanas, yo ya era una jovencita. Mis primas salieron al jardín a mostrar sus juguetes a los otros niños. En la cabaña vecina vivían dos pequeños gemelos alrededor de nueve años, la edad que tendría Liz. Ellos eran muy pobres y sus padres no pudieron dejarles regalo. Liz se enteró y corrió nuevamente a la sala. Guardó su rompecabezas y el juego de la oca en sus respectivas cajas y volvió al jardín. Dijo a los gemelos que “Santa” se había equivocado, que no era su dirección y que seguramente sería para ellos. Sólo guardó para sí su muñeca y un libro de cuentos de hadas. Realmente disfrutó viendo esas caras de felicidad de sus pequeños vecinos. Después cuando pude preguntarle a solas porque se había desprendido de parte de sus regalos, aunque era obvio, ella contestó, “porque ya no creo en Santa Claus”.

El nudo me apretó la garganta y mis lágrimas afloraron de pensar que sola se sentiría en este momento junto a Drank.

Giré la cabeza para mirar a Lenya que permanecía en silencio. Él levantó la vista y sus ojos brillaron desorientados. Me miró con un dejo suplicante. Sin embargo yo no podía quitar los hechos acaecidos y tampoco podía salvar a Liz de lo que le esperaba.

—La amo… —susurró.

Sonreí apenas.

—Lo sé. Y ella te ama a ti.

—¿Qué voy a hacer? –preguntó con los ojos vidriosos.

—No lo va a abandonar, Lenya. Es su amigo y está muriendo. No lo va a abandonar.

 

 

5 comentarios:

  1. Hola Lou... Siento mucho que hayas estado con bronquitis... espero que te encuentres mejor
    Yo creo que a Douglas le ha encantado ver a Marin, que se haya acordado de su cumpleaños... y que le haya regalado su perfume favorito
    Seguro que cuando lo usa se acuerda de ella ;-)
    Su enfado se debe a que la ha extrañado mucho... y a que ella parecía tener prisa por marcharse
    Scarlet siempre me arranca una sonrisa... esta vez con su confusión entre Aquiles y Otelo ;-)
    Creo que a Sebastien, y a todos, les dolerá bastante que Scarlet se marche de la mansión
    La conversación entre Bianca y Lenya ha sido dura... y Lenya ha demostrado tener buenos sentimientos... a pesar de sus celos le ha dolido la enfermedad de Drank
    Muy buen capítulo, Lou
    Solo puedo felicitarte y admirarte
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Mela! Douglas está enfadado porque requiere más atención de Marin, es parte de su táctica pero él no lo sabe. Veremos que pasa con estos dos. En cuanto a Lenya y Bianca siento que debió sacudirlo porque en el fondo no lo creo un vampiro malo, pero si muy celosos y posesivo. A la espera estaremos como reconcilian estos chicos tanto amo y odio al mismo tiempo.
      Muchas gracias como siempre tesoro, un besazo.

      Eliminar
  2. Hola Lou, espero que sigas mejor cuídate mucho y te mando buenas vibras!!!
    bueno este capitulo me dio mucha tristeza porque Drank esta muy enfermo y va a morir que triste deveras, Bianca fue dura con Lenya pero solo asi se puede hablar con él, veremos que hace Lenya con todo esto, y Scarlet con ganas de irse porque no se lleva bien con su hermano que mal, esperemos que ese consejo que ella le dio a Marin si le ayude con Douglas, gracias por el capitulo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Lau! Sii que mal están las cosas en la mansión Craig, pero ya se arreglará todo. En cuanto a Drank.... Veremos que pasa cariño no está todo dicho.
      Marin seguirá tras de Douglas a ver si puede llamar su atención, yo creo que va por buen camino, sino ambas mataremos a Scarlet por sus ideas. Un besote enorme y gracias como siempre.

      Eliminar
  3. bien¡, un poco de dulzura, cae bien,,,saludos...

    ResponderEliminar