sábado, 15 de agosto de 2015

¡Holaaa!  ¡ATENCIÓN! Hay dos capis publicados hoy. Capi 27 y 28. Si pinchan ENTRADA ANTIGUA también los lleva al capi anterior. Eso es, abajo del capi, al final. De lo contrario el enlace al costado como siempre.
Les dejo besotes miles. Y gracias totales por comentar. El capi... un poco triste.


Capítulo 28

La verdad.

Drank.

Los rayos de sol pasearon por mis mejillas y sentí la tibieza antes de abrir los ojos. Había dejado de llover. La tormenta había desaparecido por la madrugada tan rápido como había llegado. Giré lentamente en la cama todo lo que me permitía la incomodidad del yeso en la pierna. Bufé… Nunca me despertaba de mal humor pero esto de estar limitado en los movimientos me sacaba de quicio. Pestañé y restregué mis ojos lagañosos. No había dormido bien por alguna que otra molestia pero lo cierto es que debía estar feliz por lo ocurrido ayer al atardecer.

A la salida del cine, caminando por la plaza central de Drobak me había animado a pedirle un beso a Liz. Ella me lo hubiera dado, sí… Si esa tormenta no se hubiera desatado de golpe. ¡Dios mío! Creí que caía el cielo sobre nosotros. ¡Qué rabia! Después fue como si el momento mágico se cortara. Liz regresó al taxi con una mueca de preocupación. Pregunté qué le ocurría y me contestó de forma escueta que había extraviado un monedero que tenía un valor sentimental. En fin… Debía buscar el momento propicio para hablar de nosotros, aunque me extrañaba que si Liz estuviera interesada en una relación amorosa no hubiera esperado por mi iniciativa. En realidad Liz no era la misma que había conocido hace años atrás, pero podía entenderla. Muchos hechos la habrían sacado de su eje. Hechos graves y dolorosos.

Giré mi cabeza hacia la ventana. El aire de la mañana a través de los cristales corridos traía el perfume a violetas silvestres y enredaderas de jazmines. Miré la hora en mi reloj pulsera. ¡Madre mía! A esta hora debía haber regresado de correr por el borde del lago como lo hacía siempre. Era increíble cómo te rejuvenecía aspirar el oxígeno puro antes que llegaran las barcas de pescadores con su producto. Entonces, el paisaje cambiaba. El ruido de los motores acercándose a los muelles invadía el puerto, el aroma fuerte de las escamas de pescados y los distintos moluscos impregnaba las narices, y ante los ojos se podía contemplar lo vistoso de las embarcaciones de colores vivos.

Amaba Drobak. Amaba su gente sencilla y trabajadora. Añoraba cada año la época de Navidad y a los turistas curiosos visitando la casa de Santa Claus. Deseaba regresar a esos años los cuales no me preocupaba por tener más dinero, me bastaba con el que ganábamos trabajando con mi padre. Ahora… Ahora iba a necesitar más ingresos. Por dos razones. Una de ellas era más entusiasta, porque necesita ofrecerle a Liz como hombre todo lo que ella anhelaba. La otra… La otra ni siquiera quería pensar en ello. Mi trastorno de salud estaba acabando con los ahorros de mi padre.

Me desperecé. Escuché un ruido que provenía de la cocina. Tazas de loza chocando, quizás platos. Mi padre estaría preparándome el desayuno. ¡Qué vergüenza! A su edad yo debería estar preparándolo en su lugar. Antes que me trajera a la cama la espumosa leche con café y algún sándwich tostado me senté en la cama  y busqué con la mirada mis muletas. Me pondría el protector de hule para el yeso y me daría un baño.

Giré mi cabeza hacia el lado izquierdo de la cama. Siempre dejaba las muletas del lado derecho pero podría ser que… No… Tampoco estaba allí.

Calma Drank, me dije. ¿Dónde van a ir tus muletas solas? Sonreí.

-¡Papá!

Mientras escuchaba los pasos de mi padre acercarse a la habitación mis ojos pasearon por los cuatro rincones tratando de descubrir si quizás él las había cambiado de lugar cuando vino a darme las “buenas noches”. Sin embargo, nada…

-¡Aquí tienes muchacho! La taza de café con leche. El tostado aún no está listo, ten paciencia. Mira que vigilaré que tomes todo el desayuno, dijo el doctor que debes estar fuerte si quieres recuperarte.

-Papá, ¿dónde están las muletas?

Mi padre depositó la bandeja sobre la mesa de luz y echo un vistazo alrededor.

-No sé, Drank.

-¿Cómo que no sabes? Las he dejado junto a la cama antes de meterme en ella.

-No las he cambiado de lugar, hijo.

-Papá, haz memoria. Por favor… No puedo movilizarme sin ellas y hoy debo ir al hospital.

-Tranquilo Drank, se habrán caído bajo la cama, aguarda.

Mi padre se puso de cuclillas y buscó bajo mi cama.

-¿Y? ¿Están ahí, papá?

Se puso de pie con el esfuerzo propio de la falta de agilidad de la edad.

-No, están sólo tus zapatillas.

-¡Dios!

-Calma, hijo.

-¡Holaaaa, buen día!

La voz de Liz desde la puerta de entrada interrumpió mi desesperación.

-¡Adelante, querida! ¡Estamos en la habitación de Drank!

-Holaaa. ¡Permiso chicos!

Cuando la vi aparecer con su sonrisa por la puerta de la habitación fue como si se iluminara el ambiente y el misterio de mis muletas ya no importara. Sin embargo la realidad era que necesitaba urgente un punto de apoyo para no usar la pierna lesionada.

-¿Cómo has amanecido Drank? Yo feliz, al parecer comenzaré a cuidar el niño desde este fin de semana. Me aceptaron.

-Genial, querida –festejó mi padre.

-Estoy feliz por ti, Liz –contesté. Rápidamente agregué-. No encontramos mis muletas.

Liz me miró seria. Estaba muy bonita de jeans y camiseta color verde limón.

-¿Pero Drank no las habrás dejado en algún lugar que no recuerdas? ¿Y tú George?

-No Liz. Él último que las tuvo en su poder fue Drank.

-Yo las dejé al costado de la cama –agregué.

Sin mediar tiempo Liz se agachó buscando bajo la cama.

-Olvídalo, ya buscó mi padre.

Se puso de pie y se abalanzó hacia la puerta del baño, abriéndola de par en par, inspeccionó el habitáculo.

-Liz, cariño. No pude dejarlas allí. Sino como explicas que haya llegado a la cama.

-Tienes razón.

Mi padre se acercó a la ventana donde las cortinas de tul se balanceaban suavemente por la brisa mañanera.

-¿Y si alguien entró cuando dormías y las robó?

-¡Papá! ¿Cómo se te ocurre ese disparate? Entran, roban las muletas, ¿y dejan la TV? No tiene sentido. ¿Verdad, Liz?

Pero ella no contestó. Su rostro quedó lívido en segundos mientras se acercaba a la ventana y se asomaba.

-¿Liz? ¡Liz!

Giró para mirarme sorprendida.

-¿Me has escuchado?

-Sí…

-Debo ir al hospital, los resultados estarían para hoy.

-No te preocupes –dijo acercándose a la cama con una sonrisa débil-, puedo ir yo. Te traeré los resultados de los análisis. Puedo preguntar en el hospital si podrían facilitarme unas muletas prestadas. ¿Te parece?

-Sí…

-¡Los tostados! ¡Seguro se ha quemado!

Mi padre salió de la habitación, apresurado, no sin antes pedirle a Liz que nos acompañara a desayunar.

Liz aceptó pero se quedó de pie a los pies de la cama, petrificada, con la mirada clavada en el piso.

-Cariño, ¿en qué piensas?

Me miró y sonrió.

-Nada…

-Lo sé, en mis muletas. Ven aquí…

Sentado en la cama extendí mi mano. Ella se acercó lentamente y su mano fina y delicada se unió a la mía ancha y fuerte.

Cerré la mano y con un suave tirón la atraje más cerca. Se sentó en la cama y me miró a los ojos.

-Escucha, no digas nada. Creo que papá olvida las cosas. Seguramente las dejó en algún lugar de la casa. Nadie entraría a robar unas muletas. Tranquila, aparecerán en un rincón de la casa cuando querremos acordar. Verás.

Volvió a sonreír débilmente.

-Liz…

-¿Qué? –susurró.

Mis dedos colocaron detrás de la oreja un mechón de su cabello largo y rubio.

-No me gusta verte preocupada.

Sonrió.

-Estás… Hermosa…

Sus ojos me contemplaron con angustia.

-Vamos, alégrame el día y dame un beso.

Cerró los ojos y acercó su rostro.

Mi mano acarició su mejilla y el pulgar entreabrió sus labios…

-¿Puedo? –susurré.

Asintió sin abrir los ojos.

¡Qué bella era!

Mi boca se posó en sus labios y los moví suavemente intentando intensificar el beso.

Nos besamos lentamente… Poco a poco el deseo corrió por mis venas haciendo arder mi cuerpo como adolescente.

Gemí dentro de su boca y mi lengua acarició la suya con delicadeza.

-¡Aquí llegan los tostados y más café con leche para los dos!

Al sentir la voz de mi padre interrumpimos el beso con un brusco movimiento.

Cuando la figura surgió en la puerta, Liz ya se había apartado lo suficiente. Mi padre concentrado en no volcar parte del contenido de la bandeja no se percató en absoluto de la carga de pasión que flotaba en la habitación.
 

Liz.

Después de desayunar con Drank me dispuse a no perder tiempo y partir en un taxi hasta mi casa y después al hospital a retirar los resultados. No mencioné a mi amigo que en casa cogería la mayoría de mis ahorros que había conseguido reunir en Kirkenes. Iba a necesitarlos para comprar nuevas muletas. Sí… Porque me jugaba entera que George no había guardado en otro lugar los objetos preciados y no era accidental, ese accidente tenía nombre y apellido. Lenya Craig.

Me sentía furiosa, triste también. ¿Por qué las cosas debían suceder así? Drank imposibilitado, yo con poco trabajo aunque ahora tendría una entrada de dinero por ser niñera, Lenya metiéndose en mi vida sin dejarme en paz. No… ¡Peor! Metiéndose con el bueno de Drank. ¡Desgraciado! ¡Eso era cobardía! Por supuesto si no podía mostrarse tal cual era y enfrentar a Drank como hombre porque no lo era, era un vampiro, entonces recurría a lo más bajo. Vengándose de él.

Hice la fila en la mesa de entradas y di nombre y apellido de Drank. Aguardé que la señorita buscara en el fichero con la mente puesta en buscar la solución de frenar a este vampiro dispuesto a todo. ¿Hablaría con Sebastien? No… No era lo adecuado. ¿Qué podría hacer su hermano si a Lenya se le había metido en la cabeza hacernos la vida imposible? Era un adulto, no un niño. Mierda…

Estaba tan distraída que no noté el llamado de la empleada.

-Señorita. Aquí tiene.

-Lo siento, gracias.

-Son los únicos resultados. La biopsia que me solicita aún no está. Quizás en tres días.

-Gracias.

Cogí el sobre blanco que tenía escrito el nombre de Drank. Me retiré dispuesta a ir a la tienda de ortopedia y accesorios varios. En Drobak había dos tiendas de ese ramo. Pero una había cerrado hace dos años. Los dueños se habían mudado a Oslo.

Observé la vidriera bajo el cartel luminoso de Tom´ Store para ver si descubría variedades y precios pero no había nada.

¡Lo que faltaba! ¡Qué no hubiera muletas en venta!

Entré al comercio y esperé que el empleado atendiera tres personas. Fueron menos de veinte minutos pero para mí y mi impaciencia parecieron dos horas.

Cuando al fin el empleado se dirigió a mí le expliqué lo que buscaba, algo sencillo y no demasiado costoso. No porque Drank no se lo mereciera, sino porque el dinero debía alcanzarme para sobrevivir el resto del mes.

Me apoyé en el mostrador mientras el empleado me explicaba lo beneficioso que era comprar el par de muletas que sostenían sus manos.

-¿El precio?

-Es en euros. Pero son las únicas que me quedan en stock.

-¿No me cobra en coronas?

Por supuesto, pero el precio está valorizado en euros.

-Okay…

-Observe. Son piezas de una terminación delicada de madera liviana. Tiene una traba, ¿la ve?

-Sí…

-Pues, esta traba hace que las muletas se doblen a la mitad para ser guardadas, no serán incómodas en el viaje ni ocuparán mucho espacio como las tradicionales. Además donde apoya las axilas notará que el acolchado es más grueso para que no lastimen si el convaleciente debe usarlas por más tiempo.

-Okay… Las llevaré, gracias.

Con las muletas bajo el brazo, eran realmente livianas, crucé la calle y me senté en un banco de la plaza. Dejé las muletas a mi costado y quité el sobre doblado de mi bolsillo trasero de los jeans.

Liz… lo que vas a hacer no se hace… Suspiré mientras daba vueltas el sobre entre mis manos.

¿No debería ver los resultados Drank antes que tú? Me dije a mí misma.

Sí… Estaba por violar la confidencialidad entre médico y paciente. ¿Con qué derecho? Doblé el sobre nuevamente y lo metí en el bolsillo. Me dirigí rápidamente a la parada de taxis.

Entre una cosa y otra ya era mediodía. Por la ventanilla del coche de alquiler podía ver muchos turistas que paseaban por las calles comprando chucherías de recuerdo. La feria abría sus puertas por así decirlo cerca de las dos de la tarde, entonces se llenaría de gente bulliciosa tanto de parte de los comerciantes como de los transeúntes. Si Drank estaba de humor quizás vendríamos hasta la plaza y recorreríamos la feria.

Miré el embalaje que contenía las muletas. Sonreí.

Iban a gustarle. Por supuesto no le diría que las había comprado. Mejor era mentirle que me las había ofrecido el hospital. Así que el paso siguiente antes de llegar a la casa de Drank sería romper el papel tan bonito y presentárselas sin envoltorio.

Drank no era tonto pero intentaría convencerlo que no era producto de mi dinero. Suficiente tenía con estar imposibilitado de muchas cosas.

¿Qué diablos ocurría con sus huesos? ¿Sería falta de calcio o fijador?

Una de mis manos palpó el sobre en el bolsillo…

-¿Y si lo abría, leía, y lo guardaba como si nada? Total no era una carta de amor...

 Quité de mi bolsillo los resultados de los análisis y comprobé que tenía dos ganchitos de metal que lo cerraban.

Diablos…

¿Podría abrir los resultados y fijarme aunque sea por encima? Bueno, Drank no era un extraño. Había sido mi amante, mi amigo desde la secundaria, y además me había dado un profundo beso esta mañana…

Con la uña del pulgar abrí los ganchitos, tironee de ellos con delicadeza, ambos cayeron al piso del coche. Alisé con las yemas de los dedos los diminutos orificios que habían quedado como marcas de mi delito. Sin dar más vueltas y después de echar un vistazo al chofer que manejaba concentrado, desdoble los dos papeles oficio que venían dentro del sobre…

Sinceramente no entendía mucho. La empleada me había alertado que eran resultados de análisis de sangre ya que la biopsia tardaría unos tres días más.

Bien, en mi vida me había hecho dos o tres exámenes de sangre pero a esta altura y con los nervios por violar datos que no me pertenecían, las cifras se mezclaban. Okay… Ya que estaba la haríamos completa. Tomé el móvil de mi bolsillo de los jeans y llamé a Bianca. Nadie mejor que ella me aclararía el panorama.

El sonido de llamado se escuchó ocho veces… Creo que diez, sí.

Cuando por fin atendió mi llamada se alegró mucho.

“¡Liz!” ¡Qué suerte has llamado! Estaba preocupada. No sabes las últimas noticias en casa.

-Ah… ¿Sí? ¿Noticias buenas?

-Siii. Anthony es el padre de Svetlana y Sebastien está a punto de viajar con él a Moscú. Yo creo que se aman, Liz. ¡Pronto habrá boda!

-¡Qué bien! –traté de disimular mi angustia.

-Te noto extraña…

Rodee mis ojos.

-Estoy preocupada, eso es todo.

-¿Qué ocurrió?

-Es que Drank está haciéndose análisis por distintas quebraduras de hueso que ha tenido…

-¿Drank?

-Sí, recuerdas el chico castaño cobrizo de ojos azules que a veces iba a casa.

-¿El chico que fue tu novio un año?

-Dos…

-Ah okay sí, recuerdo.

-Bianca, necesito saber sobre los números de los análisis de sangre. Tengo en mis manos los resultados.

-Vale, dime. Será algo general. Tú sabes que los pacientes se evalúan con una serie de estudios médicos y no nos dirá nada unos análisis.

-Vale… ¿Por dónde empiezo?

-Dime los glóbulos rojos. ¿Qué cantidad figura?

-Eehm… No encuentro glóbulos rojos… Aguarda, veré la segunda hoja.

-No, no. Tienen que estar en la primera. Búscalo por eritrocitos.

Mis ojos recorrieron la primera hoja hasta dar con el nombre.

-¡Sí, aquí están!

-Dime…

Silencio…

-El número Liz…

-Sí sí… Dice eritrocitos tres… tres millones doscientos. ¿Eso está bien?

-Dime el número de leucocitos.

-Ehmm… ¡Sí! Lo encontré.

-¿Cuántos?

-Tres millones…

-No Liz, no puede ser.

-Perdón, perdón… Estoy nerviosa. Tres mil novecientos. ¿Están bien?

-No.

-¿Los leucocitos o los eritrocitos?

-Ninguno de los dos.

Tragué saliva.

-¿Entonces? –pregunté.

-A ver Liz pueden ser infinidad de cosas. No es bueno tener bajo del nivel normal los glóbulos rojos. Indicaría una anemia.

-¡Yo sabía! George le dice siempre que se alimente bien. Voy a pegarle una buena sacudida –me enojé.

-Aguarda Liz…

-¿Qué?

-Puede que no sea culpable de una mala alimentación o falta de hierro. Quizás algo le produzca esos valores tan bajos.

-¿Tan bajos? ¿Son muy bajos? –murmuré con angustia.

-Sí. Pero la anemia tiene solución si es sólo eso.

-¿Qué quieres decir?

-Me preocupan los leucocitos. Escúchame atentamente. Bajo el título de “leucocitos” encontrarás un detalle. Son las distintas clases de glóbulos blancos. ¿Comprendes?

-Sí… ¿Qué significa?

-Nada, voy a preguntarte por uno en especial.

-Okay.

-Linfocitos, son los que más me interesan.

-Ehm… Aquí… Novecientos. ¿Es poco?

-Tendría que haber mil quinientos.

-¡Dios, es muy poco!

-Cálmate, Liz. Dime.

-Sí…

-¿En alguna parte del análisis ves como título indicadores de células ajenas, extrañas o algo así?

-Mmmm… No… Aguarda… Dice debajo de todo… Leucopenia producida por indicadores tumorales.

Mi corazón se detuvo.

Comencé a transpirar. Sudoración fría.

-Liz… ¿Qué más lees?

Doblé el papel por la misma marca original del laboratorio.

-No debería haber mirado análisis ajenos. –contesté tartamudeando.

-Liz…

-Tengo que cortar Bianca, gracias. Yo… Falta una manzana para llegar a la casa de Drank.

-Por favor, Liz. Vuelve a llamar en cuanto puedas. La medicina está adelantada, no te preocupes.

Corté la comunicación mientras mí alrededor se tornaba cada vez más oscuro. Mierda, estaba bajándome la presión. Abrí la ventanilla y el chofer me observó por el espejo.

-Señorita, ¿se siente mal?

-No se preocupe. Ya llegamos. Gracias.

Rompí el embalaje de las muletas y arrugué el papel madera.

-Disculpe, ¿podría desechar esto por mí?

-Claro.

Cuando bajé del taxi mis piernas temblaban. Dios, debía reponerme de inmediato o quedaría expuesta ante Drank. Él no era un ignorante. Leería el análisis y algo entendería… No indicaban resultados óptimos ni alentadores… Mi deber era alejarlo de cualquier pensamiento atroz, el mismo que rondaba mi cabeza y me producía escalofrío.
 

Drank.

Liz llegó con los resultados y un par de muletas nuevas. Sí, mi ángel no me engañaría nunca aunque quisiera. Su mirada era tan transparente como el agua que tomaba.

Cuando ella llegó estaba sentado en la pequeña sala recién bañado. Se acercó, me dio un beso sonoro en la mejilla y me entregó el sobre y las muletas.

Sonreí.

-Papá me ayudó a bañarme, a vestirme, y me sentó aquí. Como si fuera un bebé. Ya partió a la feria.

Rio.

Abrí el sobre y eché una ojeada.

-Me parece bien. ¿Preparo café?

-Vale. Mientras leo estos resultados. Aunque no entiendo demasiado. ¿Tú has entendido algo?

Liz giró sorprendida antes de abandonar la sala. Aparté la mirada de los análisis y la miré arqueando la ceja.

Se sonrojó.

Sonreí.

Liz. Soy Drank no puedes mentirme.

-Okay, los miré. Pero no entendí mucho. Habrá que esperar lo que diga el doctor. Ahora con muletas podremos ir al hospital más tarde.

Después de mirar rápidamente las cifras, doblé los papeles y los guardé en el sobre. Los tiré al descuido sobre la mesa.

-Prefiero que comamos algo por ahí. El día está precioso –sugerí.

-Okay. Tomaremos el café y nos iremos.

Desde la sala con voz fuerte pregunté.

-Liz, ¿te han salido muy caras las muletas?

-Me las prestó el hospital –gritó desde la cocina.

Sonreí.

-Asómate a la puerta. Por favor…

Apenas se asomó la miré a la cara.

-Eres cabezotas. Ya te dije a mí no puedes mentirme.

-¿No sé a qué te refieres?

-Me refiero a que las muletas las compraste. Además de no poder mentirme lo avala la etiqueta adhesiva de Tom´ Store en el pie de la muleta.

Rodó los ojos.

-Okay… Te diré antes que protestes que gastaré el dinero en lo que se me cante.

Reí.

-Bien, no te enojes conmigo.

-Entonces, no protestes y disfruta las muletas por el tiempo que las necesites.

Desapareció hacia la cocina.

Mi sonrisa poco a poco se fue esfumando.

¿El tiempo que las necesite? Dios mío… ¿Cuánto tiempo sería?

Un temor desconocido se adueñó de mi cuerpo… Recordé la nota del especialista bajo las cifras de los componentes de la sangre…

¿Y si los indicadores tumorales eran malignos? ¿Y si además de las muletas terminaba postrado en una cama para siempre? Lo que era peor… ¿Si llegaría un día que no contemplaría nunca más esos ojos claros de Liz, ni los maravillosos días de Drobak porque dejaba de existir?

Dios… No me hagas esto.

 

 

7 comentarios:

  1. ¡Hola Lobo! Muchas gracias por leerme y además por comentar. Un abrazo grande.

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  2. Interesante capitulo, amiga. Pobre Liz, su amigo tiene cancer? que pasará? Muchas incognitas has dejado flotando en el aire ;)
    Un beso

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    1. ¡Hola Lyd! Gracias por pasarte amiga. Sí, surgen problemas serios. Veremos como se irán resolviendo. ¡Un besazo!

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  3. Oh no pobre Drank ya me imagino lo que puede ser que triste que eso pase, no es justo ya me puse triste!!!!.... y Liz ya sospecha lo que puede ser, gracias por el capitulo Lou!!!

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    1. ¡Calma mi Lauri! Que no te defraudaré verás.... Besotes.

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  4. Hola Lou... Has conseguido que Drobak sea una ciudad que me guste
    Bueno, Drank y Liz se han dado un beso... pero me temo que ese beso no es el beso de dos enamorados... por lo menos, por parte de Liz
    Tengo muy claro quién es el culpable de que hayan desaparecido las muletas de Drank ;-)
    Uff, Lou; este capítulo es duro... me da mucha pena Drank... y su última frase "Dios, no me hagas esto" me ha llegado
    Muy buen capítulo, aunque duro, muy bueno
    Y es cierto que la vida, muchas veces, es dura
    Besos

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