Capítulo
30
El
don.
Lenya.
El compromiso de
Anthony y Svetlana transcurrió sin conflictos. Los dos aquelarres estaban
felices por la unión. La entrega del llavero a Anthony por parte del jefe de
familia de los Gólubev fue un detalle distinguido y adecuado si querías pensar
que nuestro amigo y guardaespaldas sería de ahora en más como un hijo para
Mijaíl y Sasha.
En cuanto a mí… No. No
me interesaba tener otra familia que la que había recuperado después de la
muerte de mi padre. Mi deseo iba más allá de eso. No deseaba un matrimonio
perfecto con una hembra de linaje educada e inteligente. ¡Al diablo con ello!
Necesitaba una hembra que me hiciera vibrar hasta el último centímetro de piel,
que con sólo verla parara la punta de los cabellos, que se secara mi boca por
el deseo, que me pusiera duro como piedra con sólo imaginarla desnuda entre mis
brazos, gimiendo de placer. Necesitaba a Liz…
¿Qué mierda tenía ese
leñador que la atrapaba lo suficiente para no hacerla regresar a la mansión?
¿Qué carajo le había dado de beber que la había hechizado como yo no había
podido lograrlo? Lo odiaba con todo el corazón.
Levanté la vista del
mantel, Natasha conversaba animadamente con Scarlet. Mejor. Esto de que leyera
mis pensamientos si lo deseaba estaba poniéndome incómodo y de muy mal humor. A
pesar de ello la voz de Dimitri y las risas me sacaron de mi lujuriosa
imaginación y presté atención a la charla de los Gólubev.
-¿Cómo que tengo
que rescatar a Svetlana? –rio Anthony.
-Por supuesto, es la
tradición en las bodas rusas y por si no te has dado cuenta cuñado, somos rusos
–alego Dimitri sonriendo.
Inmediatamente
comprendí de qué trataba. En Rusia la novia antes de la boda era raptada por
amigos y familiares y debían esconderla del novio. En este caso, Anthony debía
buscarla salvando escollos y trampas puestas por los adversarios hasta
conseguir dar con la novia y así llevársela.
Sonreí.
-Te la haremos difícil,
Anthony –rio Iván.
-No habrá lugar en el
mundo que puedan esconderme a Svetlana –contestó Anthony sonriendo.
-Ya lo veremos –rio
Natasha.
Svetlana miró a Anthony
y este buscó los ojos verdosos de ella. Al mirarse por esos instantes comprendí
que a veces la felicidad y el amor se manifiestan sin recurrir al habla. Lucían
dichosos y enamorados. Me alegraba por Anthony.
Bajé la vista al
mantel. Si continuaba tan meditabundo era probable que hasta supiera cuantos
hilos habían entretejido para la trama de la tela. ¡Maldita sea! Liz… ¿Qué
mierda estarás haciendo en este momento?
-¿Tendremos despedida
de soltera? –preguntó Scarlet entusiasmada.
-Siiii, yo quiero
asistir a una. Nunca tuve oportunidad de conocer cómo son –dijo Anouk.
-Pues, le diremos al
resto de las chicas Craig, ¿les parece? –acotó Scarlet.
-Si cerramos el negocio
junto a Lenya sobre el hotel Thor, ofrezco un lugar ameno para esa reunión de
chicas –informó mi hermano-. Si es que mi hermano no se opone.
Me miró sonriendo y
respondí con una mueca de, “¿de qué estás hablando?
Sebastien arqueó una
ceja.
De pronto recordé la
conversación que habíamos tenido entre los dos. Sebastien cerraría la compra de
uno de los hoteles más lujosos de Kirkenes. Había consultado si estaba de
acuerdo ya que el dinero provenía de la herencia de nuestro padre. Por supuesto
en ese momento le dije que era una excelente idea. Ahora, refrescando la
memoria sonreí.
-Mil disculpas,
Sebastien. Estaba pensando en otra cosa. Por supuesto que sería ideal que las
chicas festejaran allí.
Diablos… Liz estaba
bloqueándome el cerebro. Parecía un perfecto idiota.
Al cambiar la dirección
de la mirada descubrí a Natasha clavándome ese par de ojos enigmáticos y
seductores.
-¿Podríamos hablar?
–preguntó.
Mijaíl nos echó un
vistazo rápido a ambos para después continuar hablando con mi hermano sobre el
hotel.
-Sí –contesté.
Me levanté de la mesa
dando mis disculpas y Natasha me imitó.
Salimos del salón
comedor para dirigirnos a la sala principal. Me senté en uno de los sofás y
ella frente a mí.
-Dime –murmuré.
Bajó la vista para
después mirarme fijo.
-Lamento haberte
ocultado mi don.
-Me imagino –respondí-.
Eso te facilitó jugar conmigo y divertirte durante un lapso prolongado.
-No seas cruel.
-Soy cruel. Deberías
saberlo ya que entras y sales de mi mente cuando se te antoja. Y no me mires
con esa cara de enamorada. No leo la mente de los vampiros pero sé que sólo has
estado conmigo por atracción.
-Tú no sabes nada de mí
–contestó, recostando su espalda al respaldo.
-Tampoco me interesa,
Natasha. No doy muchas vueltas. Lo nuestro nunca funcionará si quieres llegar a
algo más. No me gustan las formalidades ni los compromisos.
-¿Estás seguro que no
te agradan? ¿O es conmigo que no quieres comprometerte?
Hice memoria
rápidamente…
¿Sería posible que sin
querer en su presencia en algún momento hubiera imaginado a Liz conmigo,
vestida de novia? Sí…
-¡Mierda! –grité,
poniéndome de pie.
Natasha se sobresaltó.
-¡No tienes ningún
derecho hacerme eso! Haber hurgado en mi cabeza infinidad de veces ¿Con qué
permiso?
-Siéntate.
Su voz sonaba pausada y
modulada.
La miré furioso.
-Por favor, te pedí
para que habláramos. Ten respeto al menos en mantener tu palabra. Soy una dama.
No me dejes con la palabra en la boca.
-Si buscas educación y
ética la encontrarás en mi hermano. Yo soy “el otro”. El bastardo, el loco, el
sanguíneo, etc.
Rodó los ojos y se puso
de pie. Avanzó hacia la arcada que dividía el pasillo del living.
Por instantes se me
cruzó las veces que había estado en brazos de Liz, besando su boca enloquecido
de deseo… No había obrado bien…
-Aguarda –la detuve.
-¿Qué quieres?
-Siéntate. Hablemos…
Apenas me hizo caso la
imité.
-Natasha… Yo también te
debo una disculpa. Reconozco haberte mentido con respecto a Liz y mis viajes a
Drobak. Lo cierto es que tampoco sé muy bien lo que me ocurre.
Suspiró como sintiéndose
agotada.
-Lenya, me molestó que
no dijeras lo que ocurría a mi espalda, sólo eso. Sabemos los dos que nuestra
relación no se basa en el amor sino en la atracción sexual. No iba a reclamarte
nada aunque hubiera sabido tus escapadas. Sé que te oculté mi don y lo siento.
De verdad. Por favor… Necesito que me creas que no busqué divertirme ni reírme
de ti.
-¿Entonces? ¿Qué
buscabas?
Bajó la vista.
-¿Entonces? –insistí-.
¿Por qué no me lo dijiste?
Encogió los hombros.
-Creo que necesitaba
que siguieras junto a mí. No me preguntes si es capricho o qué. Pero confesarte
mi don hubiera implicado que te apartaras de mí. Lo sabes. Nadie sigue como si
nada cuando no ignora que el otro adivina lo que piensa a cada instante. Debe
ser de terror. Mi don tan admirado por todos los seres se vuelve mi peor
enemigo. ¿No es así? ¿Quién querría permanecer conmigo toda la vida? Es difícil
no mentir nunca por más que se trata de una mentira tonta.
Respiré hondo.
Cierto. Tener ese don
era un problema para cualquier futura pareja que se cruzara con la diosa de los
Gólubev. Conocer el pensamiento del que tenías frente a frente, ¡qué maravilla!
¡Y qué desgracia!
En mi caso, saber si el
otro te ama y te lo oculta debería ser extraordinario…
-Natasha… Puedo
entenderte si lo veo de ese modo. Seguramente me hubiera apartado de ti. De
todas formas no podemos continuar la relación. Ya no será la misma.
-¿Podríamos ser buenos
amigos? –preguntó casi en un susurró.
La miré.
Asentí con la cabeza.
-Sí. Podemos intentar
ser amigos.
-Gracias.
Noté su voz angustiada.
Era extraño viniendo de ella que siempre mostraba ser una hembra fuerte y
avasallante.
Me puse de pie y dudé
si decírselo. No, no iba a quedar muy bien visto…
Ella esperó a que me
alejara unos pasos y me detuvo.
-Lenya. Lo siento. No
puedo leer los pensamientos humanos. Sólo vampiros.
La frase me golpeó. No
por mí. Sino por ella. Natasha supo de mi deseo por conocer si Liz en el fondo
me amaba.
-No iba a pedírtelo de
todos modos –contesté.
Cuando regresamos al
salón comedor todos reían al parecer por algo que había comentado Iván. Noté a
Svetlana un tanto enojada y el resto se divertía a su costa. Me senté junto a
Sebastien que sonreía y traté de entender de qué trataba la charla.
-Pero hermana, esa es
la tradición de las despedidas para los machos, ¿qué quieres que haga? Yo no la
he inventado –rio Iván.
-Lo que yo inventaré
Iván, es una tortura nueva que retuerce tus pelotas si llevas a mi futuro
marido a un baño ruso.
Todos rieron, incluso
Anthony.
-Es bien bonito –agregó
Dimitri-, se acompaña de cantos y rituales –sonrió.
-Y de hembras desnudas
que te hacen favores y masajes –acoté.
Svetlana abrió los ojos
como el dos de oro.
-¡Pobre de ti, Anthony!
Anthony besó su mejilla
y la tranquilizó.
-No te preocupes amor,
nunca estaría con otra hembra que no seas tú.
-Vale, si ustedes se
atreven a ir a un baño ruso nosotras traeremos strippers a la reunión –sonrió
Scarlet.
Arquee la ceja y me
atraganté con el vodka.
-¡Oye, Scarlet! ¿De
dónde sacaste la palabra stripper? ¿Cómo sabes qué clase de humanos son?
Scarlet me miró.
-¿Cómo crees? Nunca he
solicitado sus servicios pero Bianca me ha contado todo sobre ellos.
-¡Uuuuuuh! –exclamaron
los Gólubev fijando la vista en Sebastien.
Mi hermano arqueó la
ceja y sonrió.
-Hay cuestiones de la
vida de soltera de mi esposa que estoy dándome cuenta que ignoro.
Todos rieron, menos yo.
-¡Hablaré con mi
cuñada! Scarlet es pequeña para esas cosas.
Scarlet rodó los ojos.
-¡Ya cállate, Lenya!
Tengo experiencia en el sexo desde los quince años.
-¡Uuuuuuuh! –volvieron
a bromear los Gólubev.
-Creo que me siento mal
–dije, con la mano derecha en la boca del estómago.
-Es más obtendré el
permiso de conducir gracias a Grigorii que me ha acompañará a rendir. Y en poco
tendré mi coche.
-¡Genial Scarlet!
Podríamos pasear por Kirkenes sin depender de otro que nos lleve –dijo Anouk
entusiasmada.
-¡Un momento! –exclamó
mi hermano-. ¿Cómo que licencia de conducir? ¿Te has vuelto loca?
Mijaíl rio.
-Ay Scarlet querida,
que par de hermanos te has echado.
-Sí Mijaíl, son latosos
e insoportables. No me dejan vivir –protestó.
-Puedes vivir sin conducir
un coche –adujo Sebastien.
-Y también sin tener
sexo a tan temprana edad, ¡qué necesidad! –protesté.
Dimitri se puso de pie
y abotonó la chaqueta.
-Si me disculpan, tengo
una cita y no pude postergarla. Aunque, ¿tienes mi teléfono Scarlet? Llámame y pide
unas sesiones para tratar a tus hermanos. Estoy a tu entera disposición.
Todos rieron. Por
supuesto, menos Sebastien y yo.
-Nosotros debemos
regresar a Kirkenes, sinceramente ha sido un placer la reunión. Mijaíl, Sasha,
les agradecemos todo cuanto han hecho –dijo Sebastien.
-Ha sido un placer para
nosotros, querido –contestó Sasha poniéndose de pie.
-Sebastien, Lenya,
estaremos en contacto por el tema que les preocupa –dijo Mijaíl mientras
caminábamos hacia la puerta del lujoso apartamento.
-Oh, sí Mijaíl. Te lo
agradezco –contestó mi hermano-. Han sucedido más asesinatos en Kirkenes y
todos parecen ser de esos vampiros desconocidos.
-¿Podría ser uno solo?
–preguntó Sasha preocupada.
-Al menos yo no lo creo
–contesté-. No existe un vampiro con ese poder que no conozcamos.
En realidad ignorábamos
mucho. Esperaba que pudiéramos atraparlo porque de lo contrario nuestro secreto
ante los humanos poco y nada duraría. Mientras aguardábamos a Anthony
despedirse de su amada y de su niña di un beso a Natasha en la mejilla y ella
sonrió.
-¿Nos veremos pronto?
–preguntó.
-Las puertas de la
mansión están abiertas para ti todas las veces que quieras visitarnos
–respondí.
-Gracias.
Después cruzó los
brazos clavando la vista en el suelo. Imaginé que no quería mirarme a los ojos
para saber en qué pensaba. De todas formas murmuró…
-¿También partes a
Kirkenes con tus hermanos?
Me miró y la miré.
-No, no seguiré camino
con ellos. Iré a Drobak.
Bianca.
Con mis molestos lentes
de contacto y el bloqueador con aroma a coco, por el pasillo del hospital de
Kirkenes, Olaf y yo hablábamos de todo un poco. El director estaba feliz de
verme con tanta energía para comenzar a trabajar y poder completar el turno que
quedaba libre en la noche. Hablamos en su oficina con absoluta discreción sobre
los acontecimientos de las últimas inundaciones y mi conversión de la mano de
Charles. El tema de su hijo salió a la luz pero lamentablemente no tenía
conocimiento sobre su paradero aunque aseguré que preguntaría a Sebastien y le
informaría las últimas novedades. Olaf estuvo interesado en algunos detalles de
la transición humano - vampiro. Conté lo mejor que pude ese paso extraordinario
sin embargo obvié mi lucha y lo doloroso. No tenía sentido inquietarlo. Además
ignoraba como había sido la conversión de su hijo y si debió pasar las mismas
etapas que yo. En mi supuesto era una moribunda que estaba en la última etapa
de la agonía cuando Charles finalmente se decidió a convertirme. Jugué con la
muerte, sí… O ella conmigo. Lo cierto que estábamos unidas por un hilo o
conexión invisible según Halldora, por toda la eternidad.
Cuando iba a partir de
la oficina para comenzar la rutina en la morgue unos golpes en la puerta
interrumpieron el afectuoso saludo de despedida.
Olaf se disculpó y
abrió la puerta. Conocía que un humano estaría tras de ella por el aroma pero
eso en un hospital no me daba indicios de nada. La “anormal” por así decirlo,
era yo entre todos ellos.
-¡OH! ¡Alfarinn! Pasa, por favor.
Observé un individuo de
bata blanca con el rostro desencajado.
Caminó arrastrando los
pies y se apoyó de la pared.
-¡Por Dios, Alfarinn!
Te he dicho que no era aconsejable que practicaras la autopsia. ¡Siéntate!
El hombre muy joven de
cabello negro y ojos azules se dejó caer en una de las sillas y paseó la vista
por las paredes de la oficina con un dolor evidente.
Antes de cerrar la
puerta Olaf se asomó al pasillo y gritó.
-¡Embla! Trae un café con
azúcar para el doctor Helgason, por favor.
Se escuchó un, “sí
doctor”, y después unos pasos alejarse casi imperceptibles. Por supuesto mi
fino oído de vampiresa captaba cada sonido por pequeño e insignificante que
fuere.
Al ver mi cara de
desconcierto Olaf pasó a explicarme.
-Bianca, él es el
forense que ha trabajado con nosotros desde la gran inundación. Se ha recibido
hace poco y ha ingresado a nuestro plantel de médicos. Él… Él ha tenido una
desgracia –después lo miró y poniendo una mano en su hombro le informó-.
Alfarinn, ella es la doctora Bianca McCarthy. Nuestra forense desde hace más de
un año. Se hará cargo de la morgue en el turno que queda libre, es decir, la
noche.
-Doctora… -murmuró.
Aunque ni siquiera se puso de pie ni extendió la mano.
Olaf continuó…
-El doctor Helgason
acaba de terminar la autopsia de su hija.
-¡Qué horror!
–exclamé-. Si hubiera sabido que me necesitaban con urgencia hubiera venido
antes. Doctor, lo siento mucho. ¿Qué le ocurrió a su hija?
El forense tardó en
contestar, parecía sumido en otra dimensión. Poco a poco me relató los hechos.
La pequeña Bruni de tan sólo siete años había ingerido veneno para ratas. Una
muerte espantosa. Según su padre nunca pensó que la niña cogería un taburete y
hurgaría en la parte más alta de la alacena. Desgraciadamente era un golpe duro
creerse culpable aunque fuera por negligencia. Pero los niños son muy traviesos
y hay que triplicar los cuidados por su curiosidad temeraria.
-Lo lamento doctor
Helgason. De todas formas, podría haber hecho la autopsia y usted no pasar ese
horrible momento.
-Gracias doctora. Pero
nada será más horrible que no tenerla en casa. No verla más riendo y cantando.
Hundió la cara en las
manos y sollozó.
Embla, la enfermera
golpeó suavemente la puerta y abrió lentamente.
-El café que pidió,
doctor. Tiene azúcar.
-Gracias, querida.
-Buen día, doctora.
Bienvenida.
-Buen día, Embla.
Gracias.
Cuando la enfermera se
fue Olaf dio el vaso de café al joven forense y se sentó en la punta del
escritorio.
-Tómalo despacio
Alfarinn, e insisto, no debiste practicar la autopsia a tu propia hija.
Su mano tembló mientras
llevaba el líquido aromático a los labios. Bebió un trago y susurró…
-Quiero terminar con
toda esta pesadilla, doctor Arve.
-De todas formas el
cementerio no recibirá los restos a esta hora. Pudiste esperar a que la doctora
practicara la autopsia.
-Lo sé. Pero cada
minuto que pasa sin que mi niña tenga el reposo definitivo es una tortura para
mí. Tampoco quería quedarme de brazos cruzados. Yo… No sé… Supongo que fue mi
desesperación, no quiero que nadie más toque y maltrate su cuerpo.
-Entiendo –murmuró
Olaf.
-¿Estaba la niña sola
cuando hizo esa mortal travesura? –pregunté.
Me miró.
-¿Cómo cree? Me estaba
duchando. De lo contrario la cuidaba una niñera. Venía todas las mañanas hasta
que yo regresaba del hospital. ¡Se dan cuenta! ¡Una extraña la ha cuidado mejor
que yo!
-Cálmese, doctor
Helgason. Ya nada podrá hacer. Los descuidos ocurren, las fatalidades también.
Créame que lo lamento mucho.
Una corriente de aire
frío caló hasta mis huesos. El aire se enrareció de pronto. Algo me rodeaba,
algo invisible y espeso, como si fuera un humo oscuro que sólo yo podía ver.
-Bianca, ¿estás bien?
Miré a los ojos a Olaf.
-Sí… Sólo que la
noticia de la muerte de la niña me ha dejado muy mal. Pero no te preocupes, voy
a presentarme en la morgue y comenzar a adelantar trabajo. El doctor aquí presente
debería tomarse unos días. Yo podría cubrirlo.
-Sinceramente sería una
buena idea, Alfarinn. La doctora McCarthy tiene razón. Ocúpate del papeleo del
cementerio y después que termines con este horrendo trago que debes pasar ve a
tu casa y descansa unos días. Aunque la doctora deberá retirarse a descansar
después del turno, veremos cómo nos arreglamos.
-No te preocupes Olaf.
Vine dispuesta a trabajar duro y en cuanto a descansar –lo miré fijo-, creo que
puedo manejarlo.
-Okay.
El forense tomó otro
sorbo de café y metió la mano en uno de sus bolsillos de la bata quitando un
papel doblado.
-Doctor Arve, aquí
tiene el resultado de la autopsia… Por favor… La he firmado pero falta su
rúbrica final. Con este maldito papel que dice que mi hija ya no jugará ni reirá
más… -suspiró con profundo dolor-, con esto terminaré esta primera etapa tan
horrible para mí.
-Por supuesto,
Alfarinn.
………………………………………………………………………………………………..
Caminé por el pasillo
de paredes recién pintadas. Después de la inundación hubo que refaccionar
muchas partes y quitar la humedad arraigada en cada rincón. Mi querido hospital
de Kirkenes había quedado en la ruina. Primero las terribles heladas, después
la gran inundación.
Giré mi cabeza para
observar las escaleras. Del otro extremo, los ascensores.
Me acerqué inclinándome
para contemplar los escalones de baldosa que descendían hasta el subsuelo.
El subsuelo… Allí me
había convertido Charles… En estos pasillos me había encontrado con Sebastien
después de tanto tiempo. Ese beso que nos había quemado a los dos, que nos
había vuelto a la vida después de creer que nunca más nos volveríamos a ver.
El frío volvió a
envolverme como bruma, despacio pero persistente… ¿Qué estaba ocurriéndome? Ese
frío tan familiar…
Desde el otro extremo
del pasillo las puertas del ascensor se abrieron y un camillero rubio de barba
recortada salió al pasillo empujando una camilla abultada. Fue acercándose
hacia mi dirección y yo me detuve. Aguardando.
-Buenas tardes. ¿La
forense?
-Ehm, sí. Soy yo.
-Vale, Soy Bork, encantado.
-Igualmente.
Al fin llegó hasta
donde yo estaba. Bufó.
-No se imagina el lío
que hay en la guardia. Hubo un choque múltiple. Siete heridos, este no tuvo
suerte –dijo señalando el bulto de la camilla-, y hay otro por traer.
-Ah, vale… Ehm… Okay,
vamos a la morgue entonces –dije señalando la sexta puerta de vaivén.
-No doctora, debo
regresar para declarar a la policía. Está media Jefatura en planta baja como si
hubiera habido un terremoto. Yo recibí al fallecido. Debo declarar sin
excepción.
-¿Me dejarás el cadáver
aquí? –pregunté alterada por la falta de organización.
-Doctora, desde la
inundación falta mucho personal. Comprenda, todo no puedo. Para entrar a la
morgue debo desinfestarme, vestirme etc… Por favor podría entrarlo usted. La
ayudaré a pasar el cuerpo a la mesa quirúrgica, no se preocupe regreso en diez
quince minutos.
-Okay, ¡okay!
Lo vi tomar el ascensor
rápidamente y desaparecer. Mierda… Miré la sábana abultada. Destapé
delicadamente la cabeza del cadáver. Vaya… Irreconocible.
Ante una sensación
extraña levanté la vista hacia la puerta de la morgue. Di un salto hacia atrás
aferrada a la camilla, espantada.
Una niña de corta edad
de risos oscuros y ojos claros me miraba muy seria.
-¿Qué…? ¿Qué haces
aquí? No puedes estar en este lugar –balbucee-. ¿Tus padres dónde están?
No contestó. Se limitó
a entrar a la morgue con rapidez.
-¡Diablos!
Me apresuré a entrar a
la morgue para sacarla de ese horrendo lugar para un niño. Me detuve en seco
frente a las puertas cerradas, inmóviles. Eran dos placas de acero que debían
haberse movido al pasar cualquier persona. Incluso una niña… ¿Cómo había
entrado a la morgue sin mover las puertas de vaivén? ¿Las había traspasado?
¿Estaba volviéndome loca?
Mentiría si dijera que
el miedo no invadió mi cuerpo. Era una forense acostumbrada a trabajar en este
medio oscuro, y sombrío. Tétrico para muchos, no para mí. Sin embargo hasta mi
corazón de vampiresa aceleró los latidos al empujar las puertas y entrar a la
morgue.
Sin moverme del primer
espacio recorrí con la vista el laboratorio. La oficina tenía la puerta
entreabierta. Más allá la sala de práctica y la mesa vacía, sin cuerpo para
abrir.
¿Dónde se había metido
la niña?
-Holaaa.
Nadie respondió.
-¡Ey! ¿Niña? ¡No puedes
quedarte aquí!
Silencio…
Con el pulso marcando
cada segundo avancé lentamente.
-¡Ey! ¡Niña!
La corriente de frío
regresó para envolverme como embudo y hacerme tiritar. Cerca de mi oído, como
si fuera un susurro, escuché una voz espectral…
“Me debes el favor”
Sobresaltada miré a mí
alrededor… Nada…
Otra voz clara e
infantil se dejó escuchar.
“Ayúdame. Tócame.”
Giré la cabeza hacia la
voz. La niña estaba de pie junto a las puertas de los depósitos.
-¿Qué…? ¿Cómo?
“Ayúdame. Tócame.”
Con el valor que
ignoraba en mi puta vida que tenía, avancé hacia los depósitos y entré sin
dejar de mirar hacia todos lados… La niña había desaparecido.
Gracias a la rapidez
propia de los vampiros abrí caja una de las camillas de los depósitos
contemplando distintos cuerpos hasta dar con el cadáver de la niña.
Pobrecilla. Parecía
estar dormida profundamente, salvo por el ligero color morado de la piel y los
labios. Había ingerido veneno y había dejado de existir teniendo una
maravillosa y larga vida que hubiera podido haber disfrutado. Mis ojos se anegaron
de lágrimas. Pero… ¿Por qué parte de su cabello estaba húmedo y con olor a
éter? Me acerqué y con los dedos ligeramente aparté un mechón del cuero
cabelludo… Unas imágenes se agolparon en mi cabeza al rozar su cuerpo, al mismo
tiempo descubrí una herida profunda en el lóbulo parietal.
Retrocedí.
¿Qué era todo esto? La
niña era un fantasma. No cabía duda. ¿Por qué se presentaba ante mí? ¿Qué podía
hacer por ella? ¿Un favor? ¿Le debía favores a la muerte por haberme dejado ir?
Entonces… Si la pequeña había tenido un golpe en el cráneo, bien habrían podido
maltratar el cadáver en el traslado o… O la muerte por envenenamiento era una
farsa. Tenía experiencia en mi trabajo. Era muy buena sí, porque no
reconocerlo… Ese golpe en el parietal nunca hubiera sido provocado por
descuido. Ese golpe no había sido por el traslado…
“Ayúdame. Tócame”.
Eso había dicho la
niña…
Sin dudarlo mi mano se
posó en uno de sus delgados bracitos. Una escena escalofriante se presentó como
película en mi mente. Clara, nítida, como si yo hubiera estado presente en ese
momento y nadie hubiera podido verme.
El doctor Helgason,
estaba sentado junto a la niña en una mesa. El ambiente, una cocina amplia y
muy bien equipada. La niña parecía llorisquear y su padre hablaba a los gritos.
“¡Tómatelo! ¡Bebe de
una buena vez! Es un remedio, te sentirás mejor.”
-¡No papito, nooo no
quiero sabe horrible!
Él lucía agotado,
eufórico, fuera de sí…
De pronto se puso de
pie y desapareció de mi visión.
Tragué saliva…
Pocos segundos pasaron
para que regresara con un caño de hierro en una mano. Lo alzó en el aire y lo
descargó en la cabeza de la pequeña.
Grité. Una vez, dos,
tres, no recuerdo…
Lejos de apartarme del
cuerpo de la pequeña me aferré fuerte a su brazo como si quisiera salvarla de
esa muerte espantosa.
Helgason tomó el vaso y
contempló a su hija en el suelo. Se inclinó y cogiendo la cabeza ensangrentada
de la niña trató de inclinarla hacia atrás. Con una frialdad del peor asesino
de la historia, volcó parte del líquido del vaso en su boca entreabierta.
No pude resistir ante
tanta maldad. Me separé del cuerpo mientras mis lágrimas corrían por mis
mejillas.
Mierda… Mierda…
Desesperada miré hacia
la puerta. La voz del camillero se escuchaba cerca.
Salí de los depósitos y
corrí al pasillo.
-¡Ah doctora! Aquí traje
el segundo cadáver, una mujer. Dijo Mark, el enfermero, que subirá en minutos
al piso para darnos una mano. No se preocupe.
-¡Bork!
-Doctora, ¿qué le
ocurre? Parece que ha visto un fantasma.
-Bork, ¿dónde está la
policía?
-Ehm… En planta baja,
en la guardia general.
Corrí precipitándome a
las escaleras y bajé a la velocidad de la luz sin importarme que podrían
descubrir la velocidad anormal de mis movimientos. No importaba. Debía
encontrar al único que podría ayudarme a desenmascarar al asesino y conseguir
una orden para revisar cada rincón de la casa del forense. Debía encontrar a
Grigorii Pretov.
Increible el don de Bianca, puede ver la causa de la muerta tocando a los pacientes, y a los fantasmas... Impresionante. Me ha gustado mucho el capítulo, muy interesante y divertido. Creo que otro Craig ha caido en la trampa del amor ;)
ResponderEliminarBuen capítulo como siempre amiga, muchos abrazos
¡Hola cariño! Sí terrible don, pero le debe a la muerte haberla dejado ir. Por otra parte me gusta divertirlos así que me alegro haberlo logrado. Un besote enorme, y gracias amiga.
EliminarHola Lourdes, gracias por el capítulo, ha habido de todo. Tanto he disfrutado de la reunión de los aquelarres, los pensamientos de Lenya y las bromas, como se me ha puesto la carne de gallina con el don de Bianca, me aterra y conmueve, debe de ser terrible, será todo un desafía aprender a usarlo con sabiduría. Bueno, veremos qué ocurre cuando los demás lo sepan.
ResponderEliminarUn besazo.
¡Hola cielo! Me alegro que te haya gustado el capi y gracias por el comentario. Sí la morgue desde ya da escalofrío y tuve que interiorizarme más para poder darles un poco de información a ustedes que se lo merecen.
EliminarUn beso grande y te agradezco que comentes, es una alegría para mí leer los comentarios. Besotes miles.
Hola Lou que capitulo mas bueno, vaya que don mas interesante tiene Bianca pero vaya que mal por la niña que padre mas malo y haciéndose el sufrido que rata!!!!, y comprendo el enojo de Lenya hacia el don de Tatiana, veremos que pasa muchas gracias por el capitulo!!!
ResponderEliminar¡Hola Lau! No te preocupes, ya pagará, Grigorii no la dejará sola en esto. Lenya y Natasha limaron asperezas pero su corazón ya sabemos donde está. Besotes cariño, y gracias por ese entusiasmo, me hace muy feliz.
EliminarJa Lou no vi que puse otro nombre fatal hasta ahorita lo estoy viendo de donde lo saque no se jajaja, es Natasha!!!, sorry por cambiar nombres pero tu me entendiste ;)
Eliminary si el corazón de Lenya tiene dueña, saludos!
jajajajaja. No te preocupes con una fan como tú lo menos que importa es que le erres el nombre de un personaje. Besotes cielo.
EliminarLou, eres toa una artista de la mente y la pluma, tienes el don de llevarnos de la mano del buen gusto a la frialdad de la morgue,,,saludos
ResponderEliminarHola Lou... Es muy curiosa y divertida la costumbre rusa de raptar a la novia, y que el novio la busque... Seguro que Anthony la encuentra ;-)
ResponderEliminarLenya no puede dejar de pensar en Liz... ¡y cómo detesta al bueno de Drank!
Si Natasha pudiera leer la mente de los humanos... Lenya estaría más tranquilo ;-)
Creo que el don de Bianca puede ayudar muchísimo
Es horrible como ha muerto esta niña... y su asesino es su padre... y está fingiendo dolor el muy malvado
Y ahora Bianca quiere hablas con Grigorii Petrov... qué interesante
Este capítulo ha sido espectacular... pero, bueno, es que todos tus capítulos me gustan
Besos