jueves, 23 de julio de 2015

¡Hola hoy 22 de julio retomo el camino con los Craig... Todo de ustedes. Perdonen la demora. Besotes miles y como siempre muchas gracias por acompañarme.


Capítulo 21
Mala noticias.

George.

Me senté en la incómoda silla junto a mi hijo. Las luces principales de la sala estaban apagadas, las cortinas blancas y gruesas que separan los boxes de las camas estaban corridas del tal modo que los pacientes no podían verse uno a otro. La única luz tenue era la de la mesa del velador de Drank. Lo miré… Estaba dormido. Por fin había hecho efecto el calmante.

Recosté la espalda al respaldo duro, de plástico. Uní mis manos en mi regazo y jugué con los pulgares.

¡Qué pena que el picnic de los chicos hubiera acabado así! Drank tenía ilusión de confesarle a Liz que estaba enamorado de ella desde hace tanto tiempo, sí… Me lo había dicho ayer mientras cenábamos…

“¿Papá, y si le digo de una vez por todas que es el amor de mi vida?”

¿Y yo que iba a decirle? “Pues claro, Drank. En la vida hay que jugarse. Eso hice con tu madre y mira que felices fuimos.”

El recuerdo de mi esposa me llegó dulce y nostálgico.

La había conocido en esta misma ciudad, en Drobak. Ella venía por leña una vez por semana acompañada por su padre o su hermano mayor. Yo trabajaba con mi padre vendiendo leña en invierno, y pescado desde comienzo de la primavera, así como ahora Drank lo hace conmigo. Era tan bella que quedé prendado desde el mismo instante que la vi por primera vez. Era una pelirroja de ojos azules y sonrisa ancha. Como mi hijo…

Creí que jamás se fijaría en mí. Porque Hilary era de familia de clase media y viajaba para estudiar en la Universidad. Nosotros no pasábamos hambre y nos alcanzaba para pagar las deudas pero de ahí a poder estudiar para nosotros era un lujo. Ni siquiera habían podido completar el nivel inferior. Aunque la escuela primaria era gratuita a determinada edad había que seguir colaborando con la familia para llevar el pan a la mesa todos los días. Mi madre hacía la limpieza en casas de gente rica, mi hermana cocinaba prácticamente noche y día en uno de los primeros restaurantes de Drobak, mi padre y yo nos desenvolvíamos muy bien en el negocio tanto de la leña como del pescado.

Afirmaría que aprendí a leer y escribir apenas. Eso significa una gran dificultad para este mundo. Cuando cumplí los cuarenta años, con Hilary debimos anotar a Drank en el jardín de infantes y me vi en un problema… La directora después que hizo firmar a Hilary extendió la hoja y me dijo, “ahora usted señor, firma y aclaración".

No supe que hacer. Tomé la pluma y eché una mirada rápida a Hilary. Ella era tan astuta e inteligente. Sólo sabía rubricar y si escribía letra por letra para aclarar mi nombre tardaría mucho y se darían cuenta que estaba muy próximo a ser analfabeto.

Cuando hice la rubrica, ese garabato que me identificaba y sabía de memoria, Hilary interrumpió y le dijo a la directora…

“Disculpe, mi marido se accidentó la mano derecha y le cuesta escribir. ¿Yo podría aclarar la firma?”
Ella me salvó… Ella siempre me salvaba. Nos amamos tanto. El día que murió tuve deseos de suicidarme, pero no lo hice… Tenía a mi hijo por quien luchar cada día. Sí… Por él seguí viviendo…

Drank intentó girar su cuerpo pero el yeso le impidió hacer un movimiento libre. Se quejó entre sueños. ¿Tendría frío? Me puse de pie para subir el edredón hasta la altura de su pecho y acaricié eso rulos rojizos y ensortijados. Tomé asiento nuevamente tratando de no hacer ruido… Debía mantener la luz encendida por sí habría algún síntoma extraño. Eso había dicho la enfermera…

Parecía un niño dormido… Sin embargo no lo era. Mi hijo había demostrado desde muy temprano la madurez y la responsabilidad. Por suerte con mi experiencia luchamos con su madre porque tuviera un estudio completo. Una vez terminado el nivel  secundario o bachiller él no deseo continuar en la Universidad. Completó un par de cursos de plomería y electricidad y se dedicaba a tareas de mantenimiento en gran parte de los hogares de Drobak. Eso nos salvó los meses que el clima enloqueció y no pudimos dedicarnos a la venta de leña ni de pescado en la feria.

Respiré hondo.

Eché un vistazo al libro que estaba sobre la mesa de luz… Desde mi posición traté de deletrear el título… “La… cú… pu… la… De S. King…

Me incorporé, lo tomé entre mis manos, y me senté. A Drank le gustaba leer… Podría comprarle algún libro mientras estuviera aquí. Así las horas le pasarían volando. ¡Qué va! Estaba Liz, mejor compañía para mi hijo que ella, imposible. Además, ¡qué estaba diciendo! Mi muchacho saldría quizás mañana por la mañana. ¡Qué suerte que había conseguido las muletas! Las había comprado al viejo Mark, mi amigo pescador… Él las vendía porque su mujer ya no las necesitaba. No porque hubiera soldado los huesos, sino porque había fallecido la pobre… Cáncer a los huesos… Eso me dijo…

Abrí el libro y con cuidado fui pasando las hojas. ¡Cuántas letras!

-¿Quieres que te lea papá?

Levanté la vista. Drank había despertado.

Sonreí.

-No, sólo curioseaba de aburrido. A veces leo el diario pero me cansa… ¿Te duele algo, hijo?

Negó con la cabeza en silencio. Sus ojos azules se clavaron en el techo y quedó pensativo. Noté los músculos de la cara tensarse y apretó la mandíbula.

-Llamaré a la enfermera.

Me puse de pie pero Drank me detuvo.

-No papá, quédate aquí, no llames a nadie. El calmante me lo han dado hace menos de tres horas. Dijeron que hasta las cinco de la mañana no podrán inyectarme. No quiero que digan que soy un débil o cobarde. Quédate tranquilo.
-Pero Drank quizás…

La puerta vaivén de entrada a la sala se escuchó. Me acerqué a las pesadas cortinas y me asomé. Rudi, nuestro doctor de cabecera de tantos años me hizo seña que aguardara y entró al segundo box para ver al paciente.

Iba a contarle a Drank que el doctor vendría hasta aquí y quizás podríamos pedir algún que otro calmante, sin embargo mi hijo había cerrado los ojos y parecía intentar conciliar el sueño. Entonces, callé y esperé en silencio.

Al cabo de quince minutos escuché los pasos acercarse y la cortina se corrió a un lado lentamente.

-¿Lo despierto? –pregunté al doctor en voz muy baja.

Negó con la cabeza e hizo seña que saliéramos del box.

Miré a Drank… Parecía dormido… Seguí a Rudi hasta que salimos de la gran sala.

El viejo médico tomó el pasillo derecho y apenas caminamos cuatros o cinco metros detuvo a una enfermera que avanzaba en dirección contraria a nosotros. Era una chica de cabellos castaños y ojos claros, la tenía vista en algunas oportunidades.

-Nina, por favor, quédate con el paciente de la cama siete. Debo hablar con su padre pero es sólo unos minutos.
-Muy bien, doctor.

……………………………………………………………………………………………….................

Me senté en el consultorio de Rudi en una silla de cuero más confortable que la de plástico de la sala. Rudi sonrió y se sentó frente a mí, escritorio mediante. Respiró hondo mientras miraba unos papeles entre sus manos y parecía revisarlos uno por uno minuciosamente. No me gustaba interrumpir, era mala educación, pero estaba nervioso por el llamado del viejo médico. ¿Qué me diría sobre Drank?

-¿No crees que puedan necesitar a la enfermera? Digo porque quedó al cuidado de Drank y quizás…
-No te preocupes, George.
-Sí... A lo mejor Drank se despierta y le hace bien verla… Nina ha estado en casa muchas veces.

Rudi me miró y sonrió.

-¿Con qué Nina fue novia de Drank?

Sonreí.

-Algo así.
-No me extraña, tu chico debe tener todo Drobak tras él.

Reí.

-Cierto, mi muchacho es un galán… Y es un buen hombre.
-Buen partido para cualquier mujer, George.
-Lo sé…
-Bien –suspiró Rudi.

Me moví inquieto en la silla…

-George, tengo los primeros resultados de los análisis.
-¿Y? ¿Dieron bien?
-No.

Fue un simple monosílabo, pero cómo explicar lo que sentí… Miedo… Miedo a la explicación de ese “no”. Quería escapar de allí…

Rudi arqueó una ceja con la vista en una de las hojas.

-Escucha… Los eritrocitos son insuficientes, los leucocitos demasiados…
-Yo… Perdón, no entiendo mucho tu lenguaje.
-¡Lo siento, George! Discúlpame. Es la costumbre. Mira… Los glóbulos rojos son pocos, no llegan al número normal que debemos tener todos. Eso indicaría una gran anemia, que significa que está débil, no cuenta con defensa. El cuerpo no puede realizar las actividades por mínimas que sean sin que se note un gran cansancio… Los glóbulos blancos han quinto duplicado el número, hay una alerta de un problema grave. No sabemos qué es. Por eso necesito más estudios. Unos que sí me indiquen exactamente que tiene Drank y reafirmen o no mi sospecha.

La pregunta no salió espontánea de mi boca. Dio vueltas por mi cerebro ante el silencio de Rudi y su mirada atenta a los análisis. Finalmente yo no era cobarde… Y pregunté.

-¿Cuál sería tu sospecha, Rudi?

Por fin apartó los ojos de las hojas y me miró a través de las gafas.

-No te lo diré, George. Sería una irresponsabilidad de mi parte. Antes de emitir una opinión necesito más estudios. Ordenaré una densitometría y en tal caso una biopsia, entre otras cosas.

Lo miré preocupado.

-No te asustes. Densitometría es un estudio que determinará la cantidad de mineral en el hueso. En otras palabras, para que entiendas, sabré si los huesos se encuentran en estado normal. Por ejemplo Drank podría estar sufriendo una osteoporosis, u otras afecciones. A partir del diagnóstico exacto podría buscarse una solución.
-¿Podría? ¿No “podrá buscarse” una solución? –pregunté y agregué-. ¿Qué otra afección puede tener mi muchacho?

No contestó… Y para mí fue una de las peores respuestas.

-George, con la biopsia…
-Sé que es una biopsia –interrumpí. Después guardé silencio.

De pronto, el estómago se me hizo un nudo, el pánico acaparó mi cuerpo y los oídos me zumbaron… Fui perdiendo la audición hasta sólo ver los movimientos de los labios de Rudi. Si pudiera desaparecer y negarlo todo. Si pudiera escapar con Drank lejos de todo mal.

El doctor me miró y cambió el gento de preocupado por uno de alerta.

-¡George!

Lo último que recuerdo es que todo quedó oscuro alrededor.


Bianca.

Sebastien y la pandilla habían regresado de la Isla del Oso. Por la mañana nublada se dedicó a desempacar mientras me duché y preparé para otras de mis citas.

Al cabo de media hora, sentada en el estudio frente a Dimitri, medité antes de contestar la pregunta.

Respiré hondo… ¿Qué cambiaría de mi pasado junto a mis padres?

Como buen psicólogo aguardó paciente mi respuesta. Creo que habían transcurrido unos diez minutos o más desde que él había dado a conocer su duda.

-Ehm… -murmuré.

Lo miré a los ojos pero Dimitri garabateaba distraído sobre su regazo, en el block de notas. Al menos eso parecía. Supuse que estaría aguardando expectante mi respuesta.

-Pienso que cambiaría la relación con mi padre.

Alzó la vista y sonrió.

-Continúa, si lo deseas por supuesto.

Clavé la vista en mis jeans negros.

-Pienso que… Nunca me puse de su parte y lo siento injusto, hoy por hoy. Creo… Creo que mi madre me absorbió y me alié a ella en su pelea personal inconscientemente. En todo caso yo era su hija y no la mujer de papá. Él… Él pudo ser buen padre aunque fuera un mal esposo. No separé las cosas… Inconscientemente.
-¿Inconscientemente? –interrumpió.

Levanté la vista y lo miré.

-Supongo que sí.
-El inconsciente se dice que es el conjunto de comportamientos o acciones que el individuo desarrolla pero no lo advierte –dijo sin dejar de mirarme fijo-. ¿Crees que tus acciones fueron sin voluntad? ¿O has tomado partido porque así lo evaluaste y decidiste?

Pestañee.

-Nunca hubiera hecho daño a mi padre sabiéndolo.
-En ningún momento te he acusado de ello. Sólo reitero mi pregunta por si no la has entendido. ¿Crees que tu mala relación fue producto de no tener voluntad?
-No… Yo… Sabía lo que hacía… Lo que estoy segura que no busqué alejarme de él.
-¿Estás segura?
-¡Por supuesto!

Estiró su cuerpo a la derecha lo suficiente para que su mano depositara el block y la pluma sobre el escritorio de Sebastien. Después se acomodó en el sillón cruzando las piernas y me miró sonriendo con ternura.

-La culpa es lo primero que no nos permite ahondar nuestras acciones del pasado. Ante todo debemos despojarnos de sentirla. De lo contrario será difícil asumir lo que hicimos. Es decir… Somos seres que podemos equivocarnos, es normal. Si no seríamos dioses, hablando de cualquier raza, da igual.

Miré mis jeans nuevamente…

-¿Piensas que me alié a mi madre porque quise?
-Tú dímelo. ¿Fue así, o no has tenido opción? Hay supuestos en que no se la tiene.

Medité unos segundos.

-Bueno, pude elegir. Sin embargo era difícil mi situación.
-¿Por qué Bianca?
-Pues… Porque lo que veían mis ojos era injusto. Como explicarte… Supongo que veía mal el desamor y el abandono que notaba de parte de él con respecto a ella.
-¿Supiste la razón?

Negué con la cabeza.

-¿Nunca te acercaste a preguntarle a tu padre?

Mi garganta se hizo un nudo y mis ojos se llenaron de lágrimas.

-Debí hacerlo, ¿no? Siento que fui muy injusta.

Me miró con mirada compasiva mientras la primera lágrima luchaba por salir.

-Bianca, a veces hacemos lo que podemos.

Mis lágrimas corrían por mis mejillas.

-Debí hacerlo –repetí en voz baja.
-¿Por qué crees que debiste hacerlo?
-Porque… Porque quizás había razones importantes que ignoraba. Y para… Y para ser juez… Hay que… -suspiré-. Para ser juez hay que tener los hechos claros. Si falta una parte de “los considerandos”, la sentencia no es justa.
-Ajá… Te diré que incluso si tienes completos los considerandos también la sentencia puede ser injusta. No escapas de ello porque es inevitable tener un juicio de valor y eso varía según la persona. ¿Entiendes? Eso sí es inevitable.

Asentí en silencio.

Él volvió a tomar su block y pluma. Algo escribió en la primera hoja y después me miró.

-Si regresaras al pasado, ¿qué preguntarías a tu padre?
-No, antes le pediría disculpas.
-¿Te sentirías mejor?
-Sí. Sólo de ese modo me sentiría con derecho a preguntarle.
-Es una buena opción. ¿Qué le dirías?
-Le diría… -me atraganté con el sabor salado de mis lágrimas-. Le pediría perdón por escuchar esa conversación y no preguntarle que sentía por mí.

Me miró fijo.

-¿Qué escuchaste en esa conversación que abrió una brecha entre tú y él?

Negué con la cabeza.

-¿Podemos terminar aquí la sesión?
-Por supuesto, Bianca.

Cerró el block y guardó la pluma en el bolsillo interior de su chaqueta. Se puso de pie y lo imité.

-Cuando quieras retomamos –dijo sonriente.
-¿Te parece bien mañana?
-Mmm… ¿Pasado mañana? –preguntó.
-Vale.

Antes de abrir la puerta sequé mis lágrimas y sonreí.

-Gracias Dimitri.
-De nada.

Charles y Douglas estaban en el sofá frente a la chimenea. Al escuchar la puerta se acercaron.

-¿Todo bien? –preguntó Douglas.
-Sí. Todo bien.

Deseaba que se quedaran tranquilos. Desahogarme por mi padre había sido buena idea aunque no había querido continuar.

Pero olvidaba que tenía “otro padre” celoso  y  guardián de mi persona. Y además era vampiro.

Charles frunció el ceño.

-Dimitri. ¿Me la has hecho llorar?

Dimitri abotonó su chaqueta y lo miró sorprendido.

-Es parte de la sesión, Charles.
-Es que una vez me parece correcto, pero si cada sesión que termine tú me la haces llorar.

No sabía si reír o ponerme en estado de alerta. Pocas veces había visto a Charles enojado.

Dimitri y su santa paciencia trató de explicar.

-Es normal al principio, Charles. No te preocupes.
-¡Sí, me preocupo! No me gusta ver a Bianca llorar.

Douglas interrumpió.

-Charles, deja a Dimitri trabajar tranquilo. El psicólogo es él.
-Sí… Pero opino que Bianca está llorando demasiado.
-Es lo que necesita –respondió Dimitri-. ¿Tú no tendrías deseos de hacerlo a veces y por estar entre tantos alrededor o porque no quieres llorar solo, no lo haces?

Charles lo miró.

-¿Sabes que eres un cabrón? Pero un brillante psicólogo, lo admito.

Rose entró a la sala.

-Margaret pregunta si desean un café.
 -Acepto –dijo Dimitri-, mi paciente me ha liberado antes de tiempo. ¡Ah! Una condición… Si lo prepara Margaret, porque no estaré confiado de beberlo si lo prepara el señor que tengo a mi lado -rio.

Charles lo miró sonriendo.

-Perfecto. Eres cabrón, brillante psicólogo, y además un atrevido.

Reímos.

Un trueno pareció hacer temblar la casa... Una tormenta se avecinaba.

-Si me disculpan subo a ver a mi marido. Quizás necesite ayuda para desarmar la maleta.

Douglas sonrió mientras me dirigía a la planta alta. ¿Era alevoso que no iría ayudarlo a desempacar?

Caminé por el pasillo un poco triste por la conversación breve mantenida con Dimitri. Sólo Sebastien me ayudaría a superar la pena tan honda que habitaba en mi corazón. Un trueno se escuchó lejano y pensé por unos instantes dónde estaría mi padre. ¿Llovería en Kaliningrado? ¿O habría regresado a su país natal? Charles había informado que regresaría al hospital por más datos. Estaba segura que no se detendría hasta localizarlo. Entonces, ¿qué ocurriría cuando pudiera finalmente tener la posibilidad de estar frente a él? Nada menos convertida en vampiresa…

Abrí la puerta de la habitación. Di tres o cuatro pasos y cerré la puerta. Sebastien salía del baño recién afeitado y su aroma a dulce bergamota me embriagó. Me sonrió mientras buscaba ropa en el ropero y mantenía una conversación por el altavoz del móvil… Con una voz de mujer.

Arquee una ceja y presté atención a la conversación. El continuó sin inmutarse.

-No te preocupes. Dile a tu padre que estaré mañana por allí. Puede irse a Oslo tranquilo, lo cubriré.

Me senté en la cama clavando mis ojos borgoña en el aparato sobre la mesa de luz.

Ella contestó…

“Genial Sebastien. Se lo diré. Además, si tú vienes no me aburriré tanto en esta isla.

Volví a arquear la ceja… Fruncí el ceño…

-Ster, dile que posiblemente vaya sólo o con mi hermano. Mis hijos deberán estudiar y no creo que me acompañen esta vez.

“No hay problema. Con que vengas tú”

Me levanté de un salto de la cama y cogí el móvil. Sebastien me miró y mantuvo una de las corbatas colgando entre sus dedos.

Miré la pantalla iluminada y juro estuve a punto de olvidar la educación, contestar en nombre de mi marido y decirle, “¿qué pasa con mi marido, perra? Pero opté por clavarle la mirada al galán que tenía frente a mí y devolverle el móvil. Sebastien rodó los ojos y contestó a la babosa.

-Okay Ster, tengo que dejarte. Mañana o pasado estaré por allí.

Cortó la llamada y se adelantó.

-No digas que estás celosa de la hija de András, mi socio.
-Noooooooo –dije con los brazos en jarro-.¡Ésta cara de culo que puedes apreciar es porque está lloviendo y las tormentas no me gustan!
-Bianca, por favor.

Avanzó hasta la mesa de luz y dejó el móvil sobre ella. Después caminó al ropero y dándome la espalda continuó eligiendo corbatas.

-¡Sebastien, no me ignores! –grité.
-Imposible ignorarte Bianca, eres bastante escandalosa. ¿Por qué te pones a gritar como una loca?

Respiré profundo… Inspiré, expiré…

-Bien, voy a decírtelo en voz baja para no lastimar tus delicados oídos. Dime qué mierda hace la hija de tu socio llamándote a tu móvil y además –respiré hondo-, con esa voz de pegajosa diciendo, “con que vengas tú”.

Hice burla en la última frase.

Giró la cabeza y me miró serio.

-Otra vez… Tu confianza en mí me conmueve.
-Dime cómo quieres que te tenga confianza si prácticamente una desconocida dice que te ha extrañado y que regreses pronto.

Rio.

Eso me enfureció.

-¡De qué ríes cretino!
-Ay –rio otra vez-, es que no sé de dónde has sacado que ella dice que me ha extrañado y que regrese pronto. Puedes juntarte con Liz y su imaginación. Debe ser de familia.
-Mira Sebastien, ¡no me tomes el pelo! ¡Lo que dije y lo que ella dijo es la misma cosa con distintas palabras!

Me miró colocándose la corbata mora alrededor del cuello para hacer el nudo.

-Cálmate Bianca, no te he engañado ni te engañaré.

Desde su posición se miró en el gran espejo del tocador.

Me acerqué furiosa a la mesa de luz y cogí el móvil.

Al cruzarme en su perspectiva movió la cabeza molesto tratando de reflejarse en el espejo.

Me miró serio mientras yo buscaba el número de contacto.

-¿Ester con E o con S? –pregunté.
-¿Qué haces? –preguntó.
-Ajá, con S –me contesté a mí misma al encontrar el maldito contacto.
-Toma –lo extendí-, borra el número de teléfono. No sé porque lo has agendado si no te interesa.
-Madre mía, Bianca. Me lo ha dado y lo agendado, es simple.
-¿Recuerdas lo que ocurrió con Samanta? ¿O quieres que refresque tu memoria?
-No –murmuró-. Pero te advierto que no seré un gobernado por un error que cometí. No borraré su número y no te engañaré. Confía en mí.
-¡Quiero acompañarte a la maldita Isla del Oso!

Me miró mientras un poco frustrado deshacía el nudo mal hecho.

-¡Me pones nervioso, Bianca! ¡No puedo ni hacer un puto nudo de corbata!
-Por algo será, querido.
-Calla, que lo que me saca de las casillas es que me tengas desconfianza. ¿Quieres que emprenda el viaje mañana o pasado enojados tu y yo?
-De ninguna manera. Quiero viajar contigo y asunto arreglado.
-Bianca, sabes que eso no podrá ser. Hay humanos y tú eres neófita en el tema. Dimitri no ha avanzado mucho, es poco tiempo.
-Es que Dimitri no tiene que avanzar, la que debe hacerlo soy yo. Te aseguro que a partir de ahora cazaré cuanto humano se interponga, ¡y me importa un pito que tenga familia, que sea un pan de bueno, o que haya ganado el premio Nobel de la Paz!

Tironeó la corbata hasta que cayó al piso y tomó de mala gana otra del ropero, una púrpura. Tenía puesta camisa blanca y pantalón gris…

-Bianca, eso no te lo crees ni tú. Cazarás y andarás llorando por los rincones por haber arrancado una vida.

Vi el esfuerzo que hacía por enlazar la corbata.

-¡Quiero ir contigo!
-¡Qué no!
-¡No me tienes confianza!
-¡Mira quién habla!

Lo vi desesperado por terminar de vestirse.

-¿Te ayudo con la corbata?

Me miró. Mis ojos destellaban rabia.

-No, deja. Estoy seguro que en este instante me ahorcarías con la corbata. Bajaré a buscar a Charles. En media hora tengo que estar en una reunión en el centro de Kirkenes.¡Para tu tranquilidad son todos hombres!

Caminó hacia la puerta y dio un portazo.

Apreté los dientes conteniéndome de no bajar tras él y enroscarlo con la prenda púrpura.

Otro trueno retumbó y por la ventana entreabierta el aire fresco y el olor a lluvia entró inundando la habitación.

Miré hacia la ventana… Me acerqué… Apoyé mis puños en el marco y observé el día gris y lluvioso. Cerré los ojos y respiré profundo…

Abrí mis ojos. El parque de la mansión solitario y silencioso... Hasta Ron y Anthony parecían estar guarecidos tomándose un descanso. El cielo encapotado comenzaba a dejar caer las primeras gotas. Horrible día… Mmm… En realidad, horrible día si fuera humana. Porque para salir por el bosque y sus inmediaciones siendo vampiresa era un maravilloso día.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro. La lluvia comenzó a caer mansa y continúa, y me pregunté…

¿Por qué no?


Sebastien.

Bajé las escaleras como si el diablo me persiguiera. ¡Qué mujer testaruda! Comprendía que el hecho ocurrido con Samanta la llenara de dudas pero por otro lado debía creer en mí de lo contrario no tenía sentido estar juntos. Charles me dirigió una mirada rápida mientras Douglas le explicaba el secreto de la oferta y demanda del mercado. Se puso de pie y mi hijo calló para seguir los pasos de quien había sido hasta hace instantes su receptor.

-¿Qué ocurre? –preguntó Douglas poniéndose de pie.

Charles se acodó en el comienzo de la baranda lustrada y me observó bajar el último tramo.

-Nada, querido. Tu padre que parece no haber aprendido a hacer el nudo de corbata.
-¿Me ayudas? –solicité contrariado apenas llegué hasta él.

Douglas se acercó.

-Por supuesto, Sebastien. Párate aquí –señaló a unos veinte centímetros de él.
-Tampoco sé hacer nudos de corbata –dijo Douglas, y no perdió detalle de los primeros movimientos de Charles.
-Tu padre sabe… Quizás este no sea su día –me miró a los ojos mientras continuaba enlazando.
-Tienes razón, no es mi día –bajé la vista.
-Bianca, ¿no sabe hacer nudos de corbata? –preguntó Douglas.

Esa precisión que tenía mi hijo para meterse en líos y además ser oportuno.

-Ella tampoco tendrá un buen día –murmuró Charles-. Algo de eso hay, ¿verdad? –me miró nuevamente.
-Es que… Quiere ir a la Isla del Oso, Charles. No ha ido nunca a cazar, imagínate.
-Entiendo. ¡Quédate quieto, Sebastien! No puedo ajustar el nudo y no se estila ancho.
-Okay.
-Perdón, ¿puedo aportar una idea? –preguntó mi hijo.

Ambos lo miramos.

-Dinos –contestó Charles-, tu mente joven y fresca quizás salve a tu padre de la inquisición.
-Digo yo, ¿por qué Charles no te acompaña a la Isla del Oso? Si están los dos bien pueden cuidar a Bianca. Así todos felices.
-Odio el frío –contestó Charles.

Mi rostro demostró el entusiasmo y miré a mi mayordomo con súplica en los ojos.

-¡Okay iré! ¡No pongas esa cara de Gato con botas de Shrek!
-¿De quién? –pregunté.

Douglas rio.

-Es un dibujo animado, Shrek es un ogro verde.
-Ah… Vale Charles, ¿irás con nosotros?
-Sí, ya te lo he dicho. ¡Lista la corbata! Iré a empacar con tiempo.
-Subamos -murmuré.

Al subir la escalera Charles me preguntó.

-¿Dónde irás? ¿A Kirkenes?
-Ahora a contarle a Bianca, saltará de alegría. En minutos debo partir al centro de Kirkenes, planta baja del hotel Thor. Tengo citados cuatro jefes de familia que quieren empezar a trabajar en la isla. Me reúno con ellos. Si están de acuerdo con las condiciones firmarán el contrato laboral.
-¡Qué bien! ¿Tu hermano? ¿Has hablado con él desde que regresó de Drobak?
-No…

Caminamos por el pasillo.

-Debe estar en su habitación. Cuando regrese hablaré con él.

Al llegar a la puerta de la habitación abrí la puerta.

-Bianca, ¡amor! Se me ha pasado el enojo y tengo una sorpresa.

La sorpresa me la llevé yo...

Nadie…

Me apresuré a entrar al baño…

Nadie…

Giré mi cabeza hacia la ventana abierta de par en par. La lluvia mojaba la alfombra. Me acerqué…

Charles preguntó desde la puerta.

-¿Bianca?

No contesté.

La luz de un relámpago iluminó el cielo y el trueno hizo cimbrar las paredes. Respiré cada vez más agitado. La tormenta, la lluvia, Bianca, la inundación… La garganta se me secó casi sin poder evitarlo.

Bajé la cabeza y cerré los ojos.

-Por favor… Papá ayúdame, que Bianca esté en algún lugar de la casa…

Al abrir los ojos, una hilacha de jeans color negra enredada en una hendidura del marco, bailaba al son de la brisa fresca.

Estrellé el puño contra el marco haciéndolo añicos.

-¡Mierda!




4 comentarios:

  1. Hola Lou que bueno es saber de ti te extrañamos mucho!!!
    y vaya no son nada buenas esas noticias sobre Drank que mal, porque él es un buen muchacho y que este enfermo es muy triste y esperemos que el padre de él este bien, mmmm para donde se habrá ido Bianca se dio a la fuga y Sebastian no esta nada contento jeje, muchas gracias por el capitulo!!!

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  2. Uy extrañe leerte . Dejaste un capítulo lleno d e dudas y las más importante ¿ donde esta Bianca y espero que no le pase nada. Te mando un beso

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  3. hola Lou, estoy muy agradecido por tu paciencia para conmigo,,,,,el capítulo?,,,interesante, me agrada la forma en que desarrollas las tramas entre los protagonistas, y al final, es admirable como nos dejas con sabor de ansiedad, por querer saber que pasará,,,,saludos

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  4. Hola Lou... Hoy vuelvo a leer tu novela y espero poder alcanzarte lo antes posible
    Entiendo muy bien la preocupación de George por su hijo Drank
    Y me da pena Drank... me da pena que quiera declararse a una persona que no puede corresponderle
    También siento lo que ocurrió con Hilary
    Creo que el doctor Rudi aún tiene que traer peores noticias
    Bianca se siente muy culpable por lo sucedido con su padre... le haría mucho bien poder verlo y hablar con él
    jajaja... Y Bianca es una gran celosa
    Y ahora es Sebastien quien está muy preocupado por ella
    Lo has dejado muy interesante
    Besos

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