martes, 30 de junio de 2015

¡Hola tesoros! Les debo la visitas a sus blog. En estos días me pongo al día mil disculpas. Salido del horno recién capi 20. Contiene escenas para adultos. lenya y Liz... todo de ustedes.

Capítulo 20
La caída.

(Perspectiva de Liz)

Sentada en la sala de espera del pequeño hospital de Drobak, hojee la revista por décima vez. Practicaban unos estudios de rayos a Drank y estaba tardando demasiado. ¿Qué ocurriría con el médico? ¿Tan inútiles podrían ser para sacar una radiografía de la pierna? Pero si hasta yo que desconocía medicina no tenía que esforzarme mucho para saber que se había quebrado al resbalar y caer. ¡Qué susto Dios mío! Caminaba delante de él, en realidad corríamos por la pequeña ladera hacia la costa del río para ganar el primer lugar frente al faro. Sonreí. Parecíamos niños con la canasta de picnic jugando carreras. Hasta que escuché un golpe seco contra el césped y un “¡ay!”. Giré para ver que ocurría y vi a mi amigo tirado en el suelo encogido de dolor y la canasta volcada a un lado.

Tiré mis víveres al diablo y corrí para ayudarlo a ponerlo de pie, pero él se resistió.

-No, no, espera Liz, no puedo ponerme de pie, duele mucho.

Me asusté con su frase y me llamó la atención, Drank era fuerte y siempre había resistido los dolores valientemente. Como aquella vez que lo internaron por un cólico renal sufriendo por horas sin escucharle un quejido. Verdaderamente me asustó su gesto de sufrimiento cuando intenté ayudarlo. Su cara mostraba un gran dolor, y me asusté…

La ambulancia llegó a los quince minutos mientras las personas se arremolinaban curiosas tratando de tranquilizarnos. Creo que estaba más nerviosa que él. Los minutos fueron siglos y lo veía apretar los labios con firmeza para no dejar escapar ninguna queja.

-Ya llega la ambulancia, Drank. Tranquilo.

Percibí mis músculos tensarse y creo que eso se dibujó en mi cara, también la desesperación, porque Drank olvidó su dolor e intentó sonreír.

-Tranquila tú, cariño. Es sólo mi pierna.

Una puerta de vaivén se escuchó y levanté la vista de la revista en la sala de espera.

Una enfermera avanzó por el pasillo tratando de esquivar algunas personas. Llevaba una planilla en la mano.

Dejé la revista sobre mi asiento, me puse de pie, y me acerqué interceptándola.

-Disculpe, sé que está apresurada, sólo quería saber qué pasó con mi amigo. Él entró por una caída y debían hacerle estudios. Su nombre es Drank Borchgrevink  y…
-Disculpe señorita, ya vendrá el doctor y le dirá. No tengo información sobre ningún paciente de la guardia.
-Ah… Okay. Gracias.

Regresé a mi asiento tratando de ser paciente.

-¡Liz! ¡Querida!

La voz de George me sobresaltó. Caminaba apresurado desde la mitad del pasillo de la entrada. Su ropa de trabajo siempre estaba prolija y olía a limpio como Drank, siempre olía a perfume de pino. No sería el más caro seguramente, pero era exquisito.

Me puse de pie y sonreí. Llegó hasta mí y me dio un beso sonoro en la mejilla.

-¡Qué hizo este muchacho! ¡A qué ha montado un caballo de esos que alquilan a los turistas! Le he dicho  mil veces que esos animales no son de confiar.

Reí.

-No George, se cayó en una mala posición supongo. Corría conmigo una carrera. Fue algo tonto. No debía haberse quebrado.
-¿Se ha quebrado? ¡Madre mía! ¿Pero de dónde se ha caído de un primer piso? Mi muchacho es fuerte. ¡Otra vez se ha quebrado, Liz!
-Lo sé George. A veces es una mala caída. Tranquilo, nos iremos a casa con él en poco tiempo, ya verás.
-Es que no está tomando leche, yo le he dicho mil veces Liz, ¡hijo, tú no te alimentas bien!

Pasé una mano friccionando su brazo con cariño.

-No lo retes cuando lo veas. Tranquilo, fue mala suerte.

Ambos nos quedamos de pie en silencio mientras familiares y pacientes transitaban cerca de nosotros. Miré alrededor… Una madre sostenía un chiquillo en brazos, a su lado estaba quien sería su marido con el brazo quemado. Frente a ellos una chica y una señora hablaban por lo bajo. La joven parecía sufrir algún dolor muy fuerte en su estómago. Muy cerca un hombre recostado en la pared aguardaba ser atendido también. Por su rostro enrojecido y algunos temblores supuse que tendría fiebre alta. La guardia de un hospital no es un lugar al que quieras permanecer mucho tiempo, salvo por necesidad. Era deprimente.

-¿Quieres un café, Liz? –preguntó George, buscando dinero en sus bolsillos- Yo tomaré uno.
-No gracias.
-¿Esa es la canasta que llevaban de picnic? –preguntó señalando la canasta de mimbre a un costado de donde me hallaba sentada.
-Sí, con la caída se han perdido algunas cosas. Llévala a casa George. El picnic quedará para más adelante.

En ese instante la puerta de vaivén se abrió y reconocí al médico que había recibido a Drank esta mañana.

-Es el médico que asistió a Drank –dije a George.

Ambos nos apresuramos a interceptarlo.

-Buenas tardes, se sabe algo de mi amigo Drank…

George interrumpió.

-¡Doctor Rudi!
-¡George!
-¿Dónde está mi muchacho?

El médico saludó a ambos con un, “buenas tardes”, y se dirigió a George palmeando su hombro.

-George, Drank se quedará un par de días para hacerle estudios. Me parece lo adecuado ya que se ha quebrado en dos partes el fémur y necesito saber que ocurrió.
-Él corría y resbaló –informé al médico de unos sesenta años, canoso y de cara amable-. Creo que cayó en una mala posición.

El médico me miró sin abandonar su sonrisa.

-Mmm… Es extraño de todas formas. Quizás le falte calcio y habrá que administrárselo. Ya que está aquí no quiero que escape, ¿verdad George? –sonrió.

George arqueó la ceja y negó con la cabeza, resignado.

-Doctor Rudi, usted sabe, no he podido traerlo a la fuerza.
-Lo sé, lo sé George. No te preocupes. Por eso mismo no le daré el alta hasta hacerle los estudios. La radiografía dio un resultado pero quiero llegar al fondo de esto. Pero quédate tranquilo, es mi naturaleza y vocación que hace que no me satisfaga unos simples rayos. ¿Está bien? ¡Quédate tranquilo!
-¿Podemos verlo? –pregunté.

El médico me observó asombrado.

-¡Por supuesto! ¿Por qué no? Está en la primera sala, segundo piso. Cama siete.
-¡Gracias!

Inmediatamente nos despedimos y dimos las gracias por la atención a ese médico tan simpático. Subimos por las escaleras ya que los ascensores tenían gente aguardando para abordar y eso nos retrasaría. Moría por ver a mi amigo. Seguramente estaría trinando por tener que quedarse un par de días internado.

Recorrimos el pasillo hasta la primera sala de internación. Me adelanté a abrir la puerta y busqué con los ojos la cama siete. Estaba tan ansiosa que si no fuera por Drank que levantó la mano y saludó no lo hubiera encontrado de inmediato.

-¡Hola amigo! –sonreí.
-¡Liz, papá!
-¡Drank! ¡Qué susto me has dado, hijo!

Drank estaba recostado sobre dos almohadas sobre un edredón blanco muy fino con su pierna izquierda enyesada. Suponía que en época de invierno debían cambiar por más abrigo de lo contrario los pacientes morirían de frío. Aunque dudaba que fueran cobertores grueso y adecuados. La sala daba impresión de ser de condiciones humildes. Eché un vistazo a las paredes grises… Había humedad… En algunas partes se veían descascaradas. Las baldosas blancas y negras del piso desprendían olor a desinfectante pero se notaban deslucidas por el paso de los años. La luz partía de cuatro tubos fluorescentes para toda la sala. Para mi gusto con dos más hubiera sido lo ideal. Las ventanas de cristales repartidos estaban entreabiertas. El sol no iluminaba demasiado a causa de los edificios vecinos.

Desee sacar a mi amigo de allí. Sí… Sinceramente era deprimente.

-Hijo, voy a buscar dinero de los ahorros que tenemos en casa y compraré las muletas para cuando salgas de aquí.

George dio un beso en la coronilla a su hijo.

-¿Muletas, papá?

Me senté en la cama frente a él y fruncí el ceño.

-¡Drank! ¿Cómo quieres salir de aquí si tiene yeso en la pierna?
-Pues…
-¡Pues, nada! ¡Ve George! Me quedaré con él.
-Gracias Liz, regresaré en cuanto pueda. Hoy no recibiré la entrega de los pescadores.
-¿Cuándo tienes que recibir la pesca? –pregunté.
-Al atardecer. Alrededor de las siete.
-Hazlo, vete ahora, descansa, me quedaré con Drank. Más tarde me relevarás.

Drank golpeó con el puño la cama.

-¡Dios, que trastornos estoy causando!
-¡Basta Drank! Me enojaré. No pongas nervioso a tu padre.
-Hijo, son cosas que pasan. Tiene razón Liz. Todo pasa. Ten paciencia.
-Pero papá debo trabajar en el Mercado, es época de turistas.
-Tú ten calma lo arreglaremos. Si no haces caso al médico tardarás en recuperarte. Me voy, dame un beso hijo. Te dejo en buenas manos.

Apenas George partió, sonreí y mi mano apretó su mano sobre el edredón para calmarlo.

Drank tenía unas manos anchas y fuertes. Manos anchas como su espalda donde cargaba los troncos de leña como si fuera cajas de zapatos. Manos fuertes como sus brazos. Aún recordaba cuando me alzaba cada vez que me bajaba de la motonieve y me tomaba en sus brazos para mirarme a los ojos sólo por unos segundos. Después sus labios me regalaban esos besos devoradores que dejaban mis piernas temblando. ¿Qué había pasado con nosotros? ¿El amor fue enfriándose? ¿O nunca había sido amor? La figura imponente de Lenya surgió en mi mente… Ese vampiro no tenía rival… No… No había sentido algo así en mi vida.  Porque con Drank siempre nos llevábamos muy bien, casi no había peleas. En cambio con ese vampiro moreno, ¡qué rabietas me hacía sentir! Sin embargo la falta de armonía no era un impedimento para pensar en él, para desearlo con cada fibra de mi cuerpo, al contrario, me atraía, me subyugaba, lo quería cerca de mí cada instante de mi vida.

-¿Liz?

Lo miré.

-¿Qué piensas? Te has quedado suspendida no sé en qué mundo –sonrió.
-Perdón.

Bajé la cabeza y la imagen de Lenya se esfumó. Drank me tomó de la barbilla delicadamente y me obligó a mirarlo a esos ojos azules maravillosos, llenos de paz.

-¿Tú estás bien?
-Sí. Extraño un poco a Marin y a Bianca. Es la única familia que tengo. Bueno, tengo tíos por parte de padre y primos. La familia de mi madre está en Canadá y… Bueno nada…
Sus dedos tibios acariciaron mi mejilla izquierda.
-Cariño, te entiendo. De todas formas no estás sola, lo sabes. Estamos papá y yo.
-Lo sé –sonreí.
-¿Has podido ver a Charles y a Amanda?
-¿Charles? –pregunté atontada, recordando al mayordomo de los Craig.
-Sí, Charles, nuestro amigo de siempre. Está estudiando ingeniería pero cada tanto da una vuelta por la plaza. Le conté que vendrías a Drobak a vivir.
-¡Ah Charles, sí! No, no lo he visto. Quizás armemos una salida también con Amanda, cuando estés repuesto del todo.
-Liz, no voy a esperar estar repuesto del todo. Con muletas o sin ellas seguiré mi vida.
-¡Okay! Pero nada de esfuerzo que perjudique tu salud.
-Síii señorita.
………………………………………………………………………………………………..............
Llegué a casa alrededor de las once de la noche. El sol del verano noruego descansaba sobre el horizonte iluminando tenue y débil cada rincón de Drobak. Estaba acostumbrada a la luz permanente de los meses de calor, a la ausencia de las noches cerradas hasta que llegara septiembre. Lo que no lograba acostumbrarme era a vivir sin los Craig. Extrañaba las voces de Numa y Douglas cuando peleaban por los torneos de video. Charles con su sonrisa amable, las chicas Rose, Margaret, Sara, y sus charlas y coqueterías. Contemplar a mi prima y Sebastien como los enamorados que eran.

Sonreí y quité mi cédula de identidad del bolsillo trasero de mis jeans, mi móvil, algo de dinero y los tiré sobre la isla. Mientras me preparaba un sándwich de jamón y queso y un café la voz chispeante de Scarlet llegó a mi memoria. “¿A quién les has cortado el miembro?” Reí al recordar la inocencia de esa joven vampiresa al ver el consolador que había traído Rose.

Apoyé los antebrazos en la isla y jugué con los dedos dibujando las manchas del mármol gastado. Aquí sobre esta isla amasaba mi madre sus galletas. Eran ricas… Una voz lejana llegó a mis oídos y por mi cerebro el ayer paseó a su gusto.  Mamá amasaba… Percibí el olor a vainilla como si ella estuviera en la cocina… La mente era tan poderosa… Me imaginé sentada donde hoy mismo me encontraba… Signy lavaba los vidrios de la ventana de la cocina… Yo les leía… En esa oportunidad mi madre decía mientras amasaba…

“Liz, ¿eso es Rumania?”

Yo hojeaba varias páginas atrás del libro de Bram Stoker para poder contestarle con seguridad. Signy protestaba.

“¡Maaa! Dile a Liz que no lea más ese libro en mi presencia, me pone nerviosa.”

Yo reía.

“Eres tonta Signy. Piensas que un vampiro vendrá a la noche y te convertirá.”

Ella me sacaba la lengua al tiempo que se esforzaba porque no quedaran vetas en los cristales. Singy, que muerte horrible… Suerte que siempre había estado Drank y George para contenerme. Ahora me tocaba a mí estar a su lado.

No quería recordar nada del pasado. Era fuerte y recordar me volvía vulnerable, me enojaba reconocer debilidades. No debía recordar el ayer… Nunca.

Sólo me quedaba Marin… Marin… La había llamado el fin de semana y había dicho que estaba mudándose al hotel de Sabina, la loba de Bernardo. La llamaría mañana para saber cómo le había ido con la mudanza.

¿Qué sería de Ron y su amor por Scarlet? ¿Y Anthony? Tan serio y reservado… Estiré los dedos de las manos apoyando las palmas en la fría superficie del mármol. La cafetera silbó y giré la cabeza hacia la cocina. Dos manos frías atraparon mis manos. Cerré los ojos y el aire escapó por mi boca. No tenía que mirar frente a mí. Sabía que Lenya Craig estaba sentado del otro lado de la isla.

-Hola Liz.

Abrí los ojos y giré la cabeza para enfrentar esa mirada de fuego.

-Lenya… Jamás pedirás permiso ni tocarás la puerta como cualquier ser humano, ¿verdad?

Arqueó la ceja y sonrió.

Era bello… Sus labios gorditos y tentadores que mantenía siempre entreabiertos. La mandíbula fuerte y la nariz perfecta. Su cabello despeinado con ese look salvaje. Sus pestañas largas y espesas y sus cejas en coma simétrica.

-No soy un ser humano, Liz. Será por eso.

Negué con la cabeza.

-No sé qué haré contigo.

Su sonrisa se profundizó y dibujó un hoyuelo pequeño en la mejilla.

-Puedo darte alguna idea que hacer conmigo.

Quité mis manos bajo las suyas. Me levanté de la silla y apagué la hornalla.

-No sé, ¿quieres café? –dije en tono burlón- ¿Quizás tomar un baño en este hotel de mala muerte?

Me miró serio mientras recostaba mi culo al filo de la mesada y me cruzaba de brazos esperando su inteligente respuesta. Siempre tenía respuesta para todo.

Echó un vistazo alrededor con gesto desinteresado y apoyó sus antebrazos en el mármol de la isla.

-Sip, la casa está un poco deteriorada, cierto. Pero entre los dos la podríamos convertir en un hogar de lujo. Para los dos… Digo… El baño no está nada mal.

Mis ojos se clavaron en su cabello húmedo que aún goteaba desde las puntas sobre sus hombros.

Me incorporé con los brazos en jarro.

-¡Te has bañado en mi baño, Lenya Craig!

Sonrió.

-¡Cuánto egoísmo! ¿No quieres compartir tu baño? O… ¿En realidad te enoja no haberte duchado junto a mí?
-¡Ah noo, eres un desgraciado!

En segundos me tomó de la cintura y me arrinconó contra la heladera. Su boca carnosa rozó la mía. Levanté las pestañas para mirar sus ojos grisáceos, entrecerrados…

-¿Quieres bañarte conmigo, Liz?
-Estás loco.
-Por ti…

Presionó las manos en mi cintura y pegó su cuerpo…

-¿Sientes Liz? ¿Me sientes que loco estoy por ti?

Como hacía para estar duro y siempre listo. Quizás habría estado pensando en mí todo ese tiempo. En vano puse mis manos en su pecho para distanciarlo.

-¿Qué hay de tu Natasha?

Rodó los ojos sin soltarme.

-Basta con Natasha. No pienses más en ella.
-¡Cómo quieres que no piense en ella! ¡Es tu hembra! Sólo soy un divertimento para ti.
-No es así –susurró.
-Sí, es así –bajé la voz.

Mis dedos acariciaron sin querer la tela suave de su camisa leñadora roja y negra. Tres de sus botones estaban desprendidos. No tenía vello en el pecho. La piel se notaba húmeda producto del reciente baño y desprendía el aroma cítrico de mi jabón.

Clavé la mirada en esos pectorales que se dejaban ver apenas por la camisa entreabierta, subí la mirada hasta sus ojos… Lo deseaba. Moría porque me besara con ese ímpetu y arrebato de siempre. Sin embargo, no podía seguir sin hacer la pregunta que amargaba mi existencia…

-Contesta Lenya, ¿sigues con Natasha?

Respiró hondo pero no apartó la mirada de mis ojos.

-No hemos tenido intimidad. No he hablado con ella porque es verdad que no se dieron las cosas. La situación se complicó. Tiene problemas con una hermana… De verdad, nunca fue importante para mí. Créeme… Por favor.

¡Qué labios pidiendo “por favor” ! Dios mío… Pasé la lengua por mis labios.

-¿Me tienes ganas? –preguntó en voz baja.

Asentí levemente.

Quitó una de sus manos de mi cintura para pasear por mi rostro. Sentí cada unos de sus cuatro dedos rozar mi oreja mientras el pulgar acariciaba mi boca. ¡Qué manos!

-Tienes una boca tentadora, Liz.

Acercó sus labios hasta rozar los míos, acariciarlos, parecía disfrutar apenas del roce.

-Liz, no sabes las veces que he imaginado tu boca sobre mi piel.

Tragué saliva por la ansiedad. Deseaba con todo mi cuerpo entregarme a él por completo, si aún no podría por razones de mi seguridad, entonces… Quería darle todo de mí. Devolverle el placer que me había regalado el día de mi cumpleaños.

-Me pregunté tantas veces como serían tus besos sobre cada centímetro de mi cuerpo –continuó.

Me estremecí de solo pensarlo, de imaginarlo… Sería mío en ese instante. Se vería entregado a mi poder de seducción, a mi experiencia.

-No tiembles. ¿Tienes miedo de mí?

Besó mis labios dulcemente unas tres veces, buscando un beso más profundo, más apasionado. Aproveché lo cercano que estaba y mi lengua acarició su labio inferior. Cerró los ojos y suspiró.

Desprendí dos botones de su camisa y él me miró con picardía.

-¿Estás buscando algo por allí?

No contesté. Mi boca dejó el reguero de besos desde su clavícula hasta uno de sus tetillas pequeñas y duras. Lamí y chupé hasta que dio un respingo y me atrapó la boca dándome un beso arrollador que excitó cada parte de mi cuerpo.

Su lengua tibia buscó la mía y la enredó en una danza frenética mientras presionaba su dura entrepierna con firmeza.  Friccioné mis caderas contra él buscando más de esos besos mojados. El movió su rostro una y otra vez, ladeando su cabeza de izquierda a derecha, empujando con su lengua dentro de mi boca, como si quisiera comerme toda. Abrí mi boca lo suficiente para poder chuparle la lengua y escucharlo gemir fue la mejor melodía que había escuchado en mi puta vida.

Jadeamos por esos besos interminables. Era un maestro con la lengua y con las manos. Me tenía atrapada entre su cuerpo y la heladera y sin embargo se las había ingeniado para escurrir sus manos por debajo de mi suéter, a lo largo y ancho de mi espalda.

Lo imité… Las yemas de mis dedos tantearon esa piel sedosa por debajo de su camisa.  Hombros fuertes y redondeados, duros pectorales, abdomen plano, y la cabeza de su miembro que pujaba por salir por la pretina de sus jeans de tiro bajo.

Apoyé una de mis manos en ese bulto apetitoso. Deseaba tenerlo en mi boca entero, chuparlo como estaba haciéndolo con su lengua, sentirlo gemir aun más de lo que estaba escuchándolo.

Separamos nuestras bocas al mismo tiempo. Nos miramos jadeante, muertos de deseo.

De inmediato desprendí el botón y bajé la cremallera. A punto de escurrir mis manos por su caliente entrepierna me sujetó las muñecas.

-¿Qué ocurre? –jadee.

Respiró entrecortado.

-Si me llevas al orgasmo… Por favor… No pierdas el control. Si lo haces tú… y yo… No estoy seguro de lo que pueda pasar… Te necesito… alerta.

¿Alerta? En realidad estaba caliente y desesperada. Aun así entendí que si ambos llegábamos al mismo tiempo el descontrol podría irse de las manos. Él tenía miedo de hacerme daño.

Asentí levemente mientras mordía sus labios y bajaba lentamente sus jeans.

Dios… No habría en el mundo un macho tan perfecto. Mis miradas alternaron entre sus ojos febriles y el pedazo de falo que tenía rozando mi abdomen.

-Me pones incómodo –susurró.
-¿Por qué? ¿Por qué admiro tu cuerpo? ¿O por qué necesitas alivio?
-Por ambas –volvió a susurrar jadeante.
-También soñé con tenerte en mi boca, que mi lengua te recorriera cada centímetro, chuparte hasta hacerte arrancar hermosos quejidos –una de mis manos lo encerró con firmeza y el aire escapó de su boca con una fuerte exhalación-, beberte hasta la última gota.
-Liz –lloriqueó.

Resbalé por sus piernas bajando más sus jeans con su ayuda. Mi mano derecha no lo soltó en ningún momento. Al contrario, comencé un lento movimiento ascendiente descendiente apretando su falo en mi puño. La punta redondeada de un color púrpura brillaba por las primeras gotas de líquido seminal. Mojé mis labios y los acerqué a la punta. La lengua arrastró la humedad y sin perder tiempo hundí mi boca hasta la mitad de su miembro. Lo miré, no quería perder contacto con su mirada ni un segundo.
Tiró la cabeza hacia atrás y rugió cuando mi boca lo enterró por segunda vez, un poco más profundo.
Su piel era tan sedosa, lisa, salvo por la gruesa vena que atravesaba su miembro. La otra mano que hasta ese momento acariciaba sus piernas musculosas se introdujo en la entrepierna para tomar sus testículos y magrearlos con lentitud.

Él dio un quejido y me separó. Lo miré interrogante Desconocía si se animaría a perder el control entre mis brazos. Leí su miedo en la mirada. Pero no podía dejarlo ir, a mi modo de ver ya era tarde.

Miró alrededor de la cocina con el rostro ruborizado y jadeando. Era bello con color en sus mejillas. La sangre que a tan baja velocidad circulaba por sus venas por ser vampiro era parte del pasado. En este instante su presión arterial había cambiado y sus ojos… Sus ojos también.

Con el iris mutando a un gris plateado se dejó resbalar hasta el piso. Se acostó de espaldas contra las frías baldosas con su camisa abierta por completo, sus jeans por las rodillas, y su miembro duro como roca. Estiró una de las manos hasta aferrarse a la gruesa pata de la isla. Me incliné arrodillada en el suelo y mi boca lo metió casi entero.

-¡Liz! Despacio… Por favor… Nunca, lo hice con una… humana… y la deje… viva… Por favor… -suplicó con ese iris metálico maravilloso.

Lo quité de mi boca lentamente, sin perder contacto con los ojos lo volví a hundir profundo y lento.
Exhaló nuevamente y sus labios se entreabrieron.

-Así está mejor –susurró.

Levantó la cabeza para no perder visión de nada de lo que le hacía. Estaba disfrutando mis lamidas, mi jugueteo con la lengua en la punta de su miembro, pero sobre todo cuando lograba juntar saliva y lo hundía profundo casi hasta la base. Entonces, todos sus músculos se contraían apretando sus labios y los quejidos se prolongaban por largos segundos.

Separé sus piernas y lo noté nervioso.

-Dije que moría por probarte todo –murmuré mientras escurría mi boca por sus testículos.
-Liz… Esto es demasiado… No… no voy a poder…
-Sí… podrás –lamí y chupé toda la zona con el aroma a cítrico de mi jabón. Que atrevido… Bañarse en mi baño sin permiso…
-Liz –se arqueó-. Te lo suplico… Es la primera vez que… llegaré al orgasmo… contigo… Ve despacio…
-Ssssh… Mmmm… -chupé y lamí sin darle importancia a su advertencia hasta lamer el perineo.

¿Qué buscaba? ¿Morir entre sus brazos? ¿Ya nada tenía sentido en mi vida si él no estaba? Pero no… No era la forma de morir practicándole sexo oral aunque fuera lo mejor que había disfrutado en mi vida. No… Si moría por sus colmillos debía ser enterrado dentro de mi cuerpo, profundamente, llevándome al éxtasis al mismo tiempo que él. Esa sí era una muerte digna…

Trepé hasta que mi boca encontró su manjar otra vez. Lo hundí lento hasta llegar a mi puño que encerraba firme la base. Comencé un movimiento constante de subir y bajar resbalando mis labios, teniendo cuidado de mojarlo lo suficiente para que no molestara y ardiera.

-Liz… Eres la mejor hembra que…

No pudo seguir. Al hundirlo profundamente chupé repetidas veces y él se afirmó a la isla… Lo miré mientras succionaba… ¡Qué cuadro de macho gozando! ¡No tenía igual! Su boca se abrió pero no dejó escapar ni un sonido, sin embargo dos filosos colmillos se abrieron paso en las encías. Su miembro caliente pulsaba pero no me detuve… Que fuera lo que el creador quisiera…

Mi mano libre acarició su abdomen y su perfecto ombligo que bajaba y subía por la respiración agitada, entonces chupé más fuerte.

-Aaah aaah, ¡maldita seas Liz! –gritó.

Sabía que su grito no corría como insulto. Estaba descontrolándose por mi culpa y eso estaba muuuy bien.

Ladeó su cabeza para ambos lados y sus gemidos me dieron valor…

Cuando se arqueó nuevamente y el quejido reverberó en la cocina supe que era el comienzo de su orgasmo. Peligroso sí, pero inolvidable.

El tiempo se detuvo para él… Quedó suspendido, inmóvil por segundos.

El quejido llenó el espacio de alrededor y creo que más allá de ese ambiente.

Tembló repetidas veces mientras se dejaba ir…

Recibí cada gota suya, salada, picante… Era mío…

Su lloriqueo, acto seguido de una mueca de placer que jamás olvidaría, fue la antesala para que su cuerpo poco a poco volviera a la normalidad. Fueron minutos que jadeaba cada vez más lento, que su respiración parecía acompasarse, debilitarse. Lo observé mientras lamía despacio y él sonreía con los ojos entrecerrados. Un hilo de sangre corría por su labio inferior. Se había mordido para no hacerme daño.

Me separé despacio. No hubiera deseado que terminara. Verlo gozar debía ser lo más sublime sobre todo si dependía de mí.

-Te lastimaste.

Con los dedos tanteó su labio y se miró en las yemas manchadas.

-No importa –susurró un poco agitado-. Lo importante y peligroso no ocurrió.

Sonreí.

-Estoy con muchas ganas de ti.

Se incorporó sentado en el suelo y me alzó a horcajadas.

-Voy a hacerte mía. Te haré llegar a ti.
-¿Es lo justo? –susurré contra su boca lastimada.
-No, es lo que deseo. Veré como gozas entre mis brazos. Sé que mantendré el control si ya he gozado yo.

El móvil sonó sobre la isla.

Ambos miramos hacia la dirección.

-¿Quién puede llamarte a esta hora? –frunció el ceño y todo dejo de dulzura en su rostro se esfumó.
-Tengo que atender la llamada.
-¿Por qué? –sujetó mi cintura con firmeza.
-Déjame atender. Puede ser algo importante.
-Nada hay más importante para ti que yo, ¿o sí?

Intenté quitar sus manos que al principio se resistieron.

-¡Déjame Lenya! Tengo a mi amigo internado y pueden llamarme del hospital.

Dejó resbalar los dedos sin ganas y me incorporé. Estaba excitada por ese pedazo de vampiro pero debía saber si Drank me necesitaba.

Atendí con manos temblorosas cuando vi “llamada desconocida”.

-Hola…
-OH, disculpe la molestia señorita, habla Kant, el enfermero del hospital donde está internado…
-Sí, dígame –lo interrumpí.
-El padre del paciente ha sufrido una descompensación. Tuvimos que asistirlo. No es grave pero el paciente quedó sin alguien que pueda cuidarlo, usted…
-¡Voy para allí!

Cuando corté la llamada Lenya se vestía.

-Debo ir.
-No me hables, estoy furioso.
-¡Por favor, entiende!
-¡No tengo que entender nada! Mejor así. Vete al cuerno con tu amiguito.






8 comentarios:

  1. Mmm eso que le esta pasando a Drank me deja pensado ojala q no sea nada malo y q también el papá este bien, y bueno estuvo super hot con Lenya y Liz uuff subio la temperatura, este par esta q arde jeje, y cosa aparte creo q Lenya no se tiene q enojar xq él todavía esta con la vampireza y no han terminado y Drank es amigo de Liz no lo puede dejar solo, uff cuando Lenta se pone odioso nadie lo detiene, mil gracias x el capitulo Lou es bueno tenerte devuelta!!!

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    1. ¡Hola mi cielo! Siii Lenya y Liz son dinamita y en todos los sentidos. Lenya tiene un pensamiento muy especial debido a la vida que llevó, parece ser muy egoísta. Pero claro... todos podemos cambiar con el tiempo. Veremos que ocurre. Un beso enorme y gracias a ti!!

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  2. Hola Lourdes,

    No te apures por pasarte por los blogs, es un gusto leerte de vuelta por aquí y con un capítulo tan intenso. Creo que Lenya y Liz van un poco a paso lento, uno para adelante y otro para atrás, pero siento que lo suyo cobra fuerza según pasa el tiempo y eso es genial. Y bueno, a ver qué pasa con Drank y su padre.

    Un besazo.

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    1. ¡Mi querida amiga! Gracias por tu apoyo. Lo de Dramk y su padre ya veremos, pero serán momentos difíciles. Un beso grande corazón y gracias,

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  3. especial, gracias Lou, valió la pena la espera,,,saludos

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  4. Uy genial capi , lastima que Lenya y Liz se arreglan y pelean y se demoran volver arreglarse, Yo tambien andaba perdida entre que se enfermo la Lulu. De paso te agradezco el libro , te mando un beso y espero que estés bien

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  5. Hola Lou... Me ha dado mucha pena lo que le ha ocurrido a Drank, y también me ha parecido un poco extraño
    Me parece muy bien que el médico quiera hacerle más pruebas, y entiendo la preocupación de George, su padre, y de Liz
    La verdad es que Drank me cae muy bien
    Hay mucha pasión entre Lenya y Liz... pero Liz sigue pensando en Natasha como es natural... y Lenya tiene miedo de llegar demasiado lejos porque nunca dejó viva a una humana
    Creo que Liz ha sido muy osada ;-) Pero, bueno, su osadía ha llegado a buen fin ;-)
    Lenya, al final, se ha comportado de un modo egoísta,,, pero también es cierto que ignora que Drank está ingresado en un hospital y que su padre no puede atenderle por su indisposición
    Felicidades, Lou, por otro genial capítulo... me ha encantado
    Besos

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  6. Jo, Lou, menos mal que nadie más se ha de sentar en mi silla del trabajo, o se darian cuenta del charco que por tu culpa he organizado en ella. Lo de este capítulo si que és un "interruptus" y no lo que manda la iglesia! Esperemos que Lenya pruebe proto el melocotón...

    Gracias por tu trabajo, cariño. Un besazo

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